Encarézcalo este soneto, a una hermosura que murió de repente, teniendo un reloj en las manos


 Todo un reloj ocupa su destreza    
 en avisarte, Antandra presumida,    
 ser tu beldad eternidad mentida    
 que de humana te estorba la certeza.    
 

 Mas no logra el aviso su fineza,  
 que su eficacia, en parte resistida,    
 pudo desengañar toda una vida    
 y persuadir no pudo una belleza.    
 

 Lo infalible parece que suspendes,    
 pues un reloj la vida te profana,   
 y en las horas prosigues de tu engaño.    
 

 De ti misma el ejemplo desatiendes,    
 y hermosa yaces: que en la edad de vana    
 a un tiempo es inútil desengaño.