Vida y escritos del Dr. José Rizal/Cuarta época, III

Vida y escritos del Dr. José Rizal: Edición Ilustrada con Fotograbados (1907)
de Wenceslao Retana
Cuarta época, III
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
III


El 26 de Junio de 1892 llegó Rizal á Manila, acompañado de una hermana suya. Alojóse en el hotel de Oriente, el mejor de todos. Su presencia en la capital del Archipiélago produjo verdadera sensación: á los filipinos progresistas les parecía un sueño ver en Manila al verbo de las ideas revolucionarias; á los españoles parecióles el mayor de los escándalos. Rizal solicitó y obtuvo audiencia de Despujol: pidió el indulto de los parientes desterrados, y lo obtuvo. ¿Qué más quería?… Pronto acudieron á visitarle algunos de sus más caracterizados partidarios, entre ellos Domingo Franco, á quien Rizal había remitido desde Hong-Kong, como es dicho, los estatutos de la «Liga Filipina». Rizal había prometido á Despujol no meterse en política[1]. ¿Lo cumplió? La conducta por él observada en pocos días responde negativamente. Mas bueno será que conste al propio tiempo que Despujol vivía de antemano prevenido, y que acaso deseaba producir, con motivo de la vuelta de Rizal, un efecto político que le congraciase con aquellos elementos españoles que tan severamente le juzgaban. Vienen, á este propósito, como anillos al mismo dedo, dos declaraciones de interés: la una, debida al escritor ilocano Isabelo de los Reyes, y la otra, á los padres jesuítas, amigos del General:

«Para ganarse [Despujol] las simpatías del elemento filipino, provocó el odio de los frailes, sin necesidad… Cuando vió que estaban ya por derribarle, hizo un cambio de frente y deportó á Rizal y sus admiradores. ¡Lamentable error!»[2].

«Otorgóle licencia [á Rizal] el hidalgo general [Despujol] apercibido y dispuesto, sin embargo, á no perder de vista al joven agitador, y aprovechar la primera ocasión que éste le diera para legalizar su captura»[3].

Hubo engaño, es indudable, por parte de Rizal, cuando desde Hong-Kong ofreció á Despujol no meterse en política, y por parte de Despujol cierto deseo de cambiar de táctica, tomando por cabeza de turco al que era ídolo de los filipinos avanzados. Ambas cosas se deducen de los textos que acabamos de reproducir, que ofrecen la ventaja de la significada calidad de sus autores.

Timoteo Páez y Pedro Serrano fueron de los primeros en visitar á Rizal, y ambos los que, por encargo de éste, fueron «invitando á gran número de personas para que concurrieran cierto día… á casa de Doroteo Ong-junco»[4], para oir al Apóstol. El cual no descansaba un momento, hablando con unos y con otros, y recomendando á todos —á todos los que le inspiraban confianza— cuán necesario les era asociarse, protegerse mutuamente, constituir, en suma, un poder que pudiera contrarrestar aquellos otros poderes que siendo en su origen extraños al país, en el país se habían incrustado, á costa del país vivían y eran la fuerza que se oponía y se opondría eternamente al desenvolvimiento del progreso de los legítimos dueños, de los indígenas. Celebróse la reunión en la noche del mismo día en que llegara Rizal, 26 de Junio, en el domicilio del citado Ong-junco, mestizo chino, que vivía en el arrabal de Tondo. Además de los ya nombrados Domingo Franco[5], Timoteo Páez[6] y Pedro Serrano[7], acudieron á oir á Rizal[8]: Agustín de la Rosa[9], Ambrosio Salvador[10], Numeriano Adriano[11], Bonifacio Arévalo[12], Arcadio del Rosario[13], Luis Villarreal[14], Faustino Villarroel[15], Estanislao Legaspi[16], Gregorio Santillán[17], Mariano Crisóstomo[18], Deodato Arellano[19], Jenaro Heredia[20], José A. Ramos[21], Ambrosio Flores[22], Pablo Rianzares[23], Juan Zulueta[24], Teodoro Plata[25], Apolinario Mabini[26], Moisés Salvador[27], Francisco Nakpil[28] y algunos más, entre ellos el citado Ong-junco[29] y su padre y Andrés Bonifacio[30]. Exceptuado Bonifacio, enteramente plebeyo, ninguno de los congregados era de todo punto vulgar. Habíalos que conocían Europa; habíalos con carrera y dinero; eran todos inteligentes y activos; todos ellos significaban, en un sentido ó en otro, fuerza. Y ¡quién lo hubiera dicho entonces!… el que vino á descollar á manera de gigante, el hombre-voluntad del monipodio, fué el «bodeguero», el plebeyo Bonifacio, que realizó la Revolución ¡sin haberse puesto en su vida calcetines! ¡Quién sabe!… Acaso Rizal, tan demócrata, pero tan atildado en su indumentaria y en su mentalidad, en aquella reunión memorable tuviera fe en todos los asistentes, menos en Bonifacio, que vino á ser poco después el impetuoso Elías del Noli me tángere!

Reunidos los mencionados, Rizal, presidiéndoles, les dirigió la palabra. Era llegada la hora de que los filipinos pensasen seriamente en su redención. Á fines del siglo XIX no estaba bien que, en rigor no pasasen de la categoría de parias: carecían de los derechos políticos á que se creían acreedores. Para lograrlos, él y otras personas, algunas de ellas españolas, habían trabajado en vano. No los tenían, ni los tendrían nunca, porque á los frailes, verdaderos dueños del país, no les convenía. El Gobierno habíase asociado en lo político á los frailes, ya fuese conservador, ya fuese liberal[31]: por lo tanto, era cosa de pensarlo: no bastaba ser enemigo de los frailes, era preciso ser también enemigo del Gobierno. Frailes y gobernantes, para los efectos de la libertad del pueblo filipino, todos eran unos. ¡Qué!, ¿tendrían que renunciar á ser hombres, verdaderos hombres, con derecho á los Derechos del Hombre? ¿Y esto había de continuar por los siglos de los siglos?… ¿De qué sirve, diría, que nos hagan abogados ó médicos; de qué sirve que ante el Código civil seamos «españoles», si nos prohiben pensar, y, si no esto, porque no cabe en lo humano, exponer públicamente lo que discurrimos? ¡En la vida real no pasamos de siervos! Agrupémonos, vamos á entendernos los que sentimos en la sangre el hervor de la dignidad humana; arbitremos recursos «para conseguir la concesión de nuestros derechos políticos»[32]; afiancemos la vida, en una palabra, de la «Liga Filipina», cuyas bases deben de seros conocidas, si no á todos, á casi todos vosotros[33]. Salgan de vuestro seno los hombres que deben ponerse al frente de la empresa; empresa que, si prospera, es la mejor garantía de nuestro porvenir, del porvenir de la Patria, á la cual nos debemos. ¿Que esto ha de costarnos proscripciones y torturas?… ¡Ah! «¡Llorad, el hijo la desgracia del padre, el padre la desgracia del hijo, el hermano la del hermano; empero, el que ame al pueblo donde nació y considere lo necesario para mejorar esto, debe alegrarse, porque por este camino solamente podrá ya conseguir la Libertad!»[34]. ¡Juremos todos sellar con nuestra sangre, si es preciso, el amor á la Patria! — Algo análogo diría Rizal á sus amigos; pero nada de «matar á los españoles», nada de «conquistemos cuanto antes nuestra ansiada independencia». Y así se fundó, ó, con más propiedad, se confirmó la creación de la «Liga Filipina», ilícitamente, porque… ¿cómo, si no, había de fundarse en un país donde no se toleraban otras asociaciones que los casinos para fomentar el vicio, ó las cofradías para fomentar el culto á ciertas imágenes? Si era ilícito pedir reformas liberales, y sólo el desearlas valía á los interesados el afrentoso calificativo de filibusteros, y ¡ay! les costaba á los tales vejaciones y destierros, ¿cómo de otro modo podía fundarse una Sociedad cuyos fines no eran precisamente el logro de la separación, sino la conquista de los derechos políticos que los españoles, sus «hermanos», tenían y disfrutaban en España? — El 3 de Julio siguiente, en una nueva reunión, más solemne aún que la primera, quedó consagrada de una manera definitiva la fundación de la «Liga Filipina», hecho que actualmente conmemora un modesto monumento, en el cual se lee la inscripción que sigue[35]:


REMEMBER

Frente á este sitio y casa núm. 176 calle Ilaya, el Dr. Rizal fundó y constituyó en la noche del 3 de Julio de 1892 la Liga Filipina, Sociedad nacional secreta, con asistencia y aprobación de los señores siguientes:

Fundador:
  Dr. Rizal ........................................................................................................................................................................................................
Fusilado!!!
Junta Directiva:
  Presidente: Ambrosio Salvador ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Fiscal: Agustín de la Rosa ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Tesorero: Bonifacio Arévalo ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Secretario: Deodato Arellano, 1.er Presidente del Katipunan, sociedad guerrera nacional ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
Miembros:
  Andres Bonifacio, Supremo del Katipunan, que dió el 1.er grito de guerra contra la tiranía el 24 de Agosto de 1896 ........................................................................................................................................................................................................
  Mamerto Natividad, secundó en Nueva Écija el movimiento de Andrés Bonifacio el 28 de Agosto de 1896 ........................................................................................................................................................................................................
Fusilado.
  Domingo Franco, Supremo de la Liga Filipina ........................................................................................................................................................................................................
Fusilado.
  Moisés Salvador, Ven.·. Maest.·. de la Resp.·. Log.·. Balagtas ........................................................................................................................................................................................................
Fusilado
  Numerlano Adriano, Prim.·. Vig.·. de la Resp.·. Log.·. Balagtas ........................................................................................................................................................................................................
Fusilado.
  José A. Dizón, Ven.·. Maest.·. de la Resp.·. Log.·. Taliba ........................................................................................................................................................................................................
Fusilado.
  Apolinario Mabini, Legislador ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Ambrosio Rianzares Bautista, Primer Patriota del 68 ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Timoteo Lanuza, Iniciador de la Manifestación para la expulsión de los frailes en 1888 ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Marcelino de los Santos, Compromisario y Protector de La Solidaridad, órgano Filipino en Madrid ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Paulino Zamora, Ven.·. Maest.·. de la Resp.·. Log.·. Lusong ........................................................................................................................................................................................................
Deportado.
  Juan Zulueta, Miemb.·. de la Resp.·. Long.·. Lusong ........................................................................................................................................................................................................
Fallecido.
  Doroteo Ong-junco, Miemb.·. de la Resp.·. Log.·. Lusong ........................................................................................................................................................................................................
Dueño de la casa.
  Arcadio del Rosario, Orad.·. de la Resp.·. Log.·. Balagtas ........................................................................................................................................................................................................
Preso.
  Timoteo Páez ........................................................................................................................................................................................................
Preso.

El pueblo de Tondo en masa levantó este monumento para perpetuar la memoria de sus Ilustres patricios, habiéndolo descubierto la señora Madre del Dr. Rizal, con asistencia de las familias de los Mártires filipinos, Dignatarios de Logias Masónicas, Asociaciones del Samahan nang May pag-asa y Club de Mártires Filipinos.

I. F., Manila, Tondo, 30 de Diciembre de 1903.


La Liga, según queda insinuado, venía á ser una á modo de masonería nacionalista, y nada más. Pudo tener este lema: «¡Viva la Libertad! ¡Abajo los frailes!»

Rizal, al dar tales pasos, no sólo faltó á lo que á Despujol había prometido, no meterse en política; transformó, empequeñeciéndola, su hasta entonces grandiosa figura. Hasta Octubre de 1891 hemos visto á Rizal aislado, austero, propagandista teorizante de gabinete, soñador sugestivo, ajeno en absoluto á la fundación de la Asociación Hispano-Filipina, á la creación del quincenario La Solidaridad, á la importación de la Masonería en su país; extraño á toda obra de organización y reclutamiento; Rizal, hasta entonces, había venido siendo á manera de estrella solitaria que derramaba toda su luz redentora sobre la tierra de sus amores y suspiros; á diferencia de Pilar, Luna y otros, que parecía que no brillaban sino juntos, constituyendo un firmamento cayos resplandores se atenuaban apenas remontaba el horizonte el astro solitario rizalino, más refulgente, él solo, que los demás agrupados… Y ahora, á mediados de 1892, le vemos á Rizal modificarse. Rizal es otro: lo que había en él de épico, á las veces de sublime, dijérase que se esfuma y acaba por desaparecer á los ojos de los que le contemplan con serenidad de juicio: el super-hombre se convierte en hombre; el romántico en realista; Don Quijote en Sancho. Aun tomándole por un antiespañol implacable, Rizal, hasta que vuelve á Manila en 1892, tiene una aureola que le ennoblece, que le agiganta, que hace de su personalidad algo sagrado. El gran soñador templaba por sí mismo y en sí mismo los rigores del infortunio, las crudezas de la adversidad… Nos le forjábamos un asceta estudioso, una virtud con algo de extraterrena. Dejaba de ser filósofo para ser sólo poeta; dejaba de ser poeta para ser sólo filósofo. Circundábale nimbo tolstoiano… Y ahora le vemos otro: el místico lirista se convierte en trabajador en prosa; el pendant de Tolstoi se convierte ¡en un pendant de Becerra! ¿Prestó, con ello, mayor servicio á la Causa? Quizás… Pero su figura pierde. Rizal significaba Idea, Inspiración, Alma. Después del monipodio de la noche del 26 de Junio de 1892, Idea, Inspiración, Alma, se funden, se transforman y surge algo material, que sólo por este hecho desmerece: Acción. Ya Rizal no predica en libros y papeles, en poesía dolorosa, iluminado por la visión fantástica de su país remoto; ahora predica verbalmente y en prosa común, y aquella visión no le ilumina: hállase en su país, lleno de sol; pero la luz radiante le ofende: trabaja en la sombra. Ya no es Tolstoi; ¡es Becerra![36].

Rizal continuó febril la propaganda en provincias: «Trasladóse á Bulacán, de aquí á Malolos, y de este pueblo fuése á recorrer algunos otros de las provincias de la Pampanga y de Tárlac»[37]. Despujol, que estaba ya prevenido, prevínose mucho más al enterarse de lo que Rizal hacía. Desfilaba éste precisamente por los puntos donde era fama que existía mayor número de gentes tildadas de laborantes. Los Gobernadores de las citadas provincias notaron el revuelo, que comunicaron en el acto á Despujol, y Despujol, sin pérdida de momento, les dió instrucciones para que, «en un mismo día y á la misma hora, previo aviso telegráfico del Gobierno general, se presentasen con la Guardia civil en las casas de aquellos vecinos tildados de sospechosos. Efectivamente, el día 5 [de Julio], á las once de la mañana, recibió cada Gobernador el aviso telegráfico, cifrado, y á las dos horas otro preguntando: ¿Qué tal van las obras públicas? —que equivalía á preguntar por el resultado de los registros domiciliarios»[38].

En cuanto a las requisas domiciliarias, dieron por resultado «atrapar infinidad de proclamas incendiarias y ejemplares de la obra El Filibusterismo, y cartas, casi todo ello debido á la actividad pasmosa de Rizal»… (Carta citada, dirigida á «La Época».)

Despujol no necesitó más; aparte que llovía sobre mojado, porque en el equipaje del gran propagandista se habían hallado papeles pecaminosos. Y ordenó la detención de Rizal, á quien pusieron preso en la fortaleza de Santiago, y el día 7 del mismo mes de Julio decretaba, de su puño y letra, la deportación del célebre tagalo. No hay para qué decir la impresión que esto produjo en Manila; indescriptible. El decreto de Despujol no tenía precedente, sobre todo por la forma; su transcendencia exige que íntegramente lo reproduzcamos; lo publicó la Gaceta de Manila del día 7 de Julio, y dice así:

«Resultando que después de algunos años de expatriación voluntaria, durante los cuales había publicado varios libros y se le atribuían frecuentes proclamas ú hojas volantes de muy dudoso españolismo, y ya que no francamente anticatólicas, descaradamente antimonacales, que se introducían clandestinamente en el Archipiélago, un ciudadano español, nacido en Filipinas, se dirigió en una primera carta, fechada meses atrás en Hon-Kong, á la Autoridad superior, ofreciéndole su concurso para el mejor gobierno y progreso de Filipinas, al mismo tiempo que empezaba á circular su último libro, por lo cual no obtuvo contestación; y en una segunda carta del mes de Mayo, en la que reconociendo la política de generosa atracción, moralidad y justicia planteada, según decía, en este país, y quizá alentado por las medidas de clemencia aplicadas á varios parientes y deudos suyos anteriormente condenados á deportación, anunciaba su propósito de volver á este su suelo natal, para realizar él y sus amigos los bienes que les quedaban y pasar con sus familias á fundar en Borneo una colonia agrícola filipina, bajo el protectorado inglés, á cuya segunda carta se le hizo contestar verbalmente por el Cónsul español en Hong-Kong, que hallándose tan falto de brazos el suelo filipino, era obra poco patriótica el arrancarle algunos para ir á fecundar extranjera tierra, por lo cual no era posible favorecer oficialmente semejante proyecto, pero añadiéndole que todo filipino podía en cualquier punto del Archipiélago contribuir libremente, dentro del círculo de las patrias leyes, á la prosperidad del país:

»Resultando que pocos días después aquel ciudadano español, debidamente documentado, desembarcó con su hermana en Manila, y habiéndose presentado el mismo día á la Autoridad superior en momentos en que no era posible concederle audiencia, logró, sin embargo, en una entrevista de tres minutos, y en el acto de solicitarlo, el indulto de su anciano padre de la pena de deportación, cuya gracia se hizo extensiva á sus tres hermanas durante los días siguientes, en que libremente ha transitado por diferentes provincias, sin ser por agente alguno de la Atoridad molestado:

»Resultando que pocas horas después de su llegada recibió la Autoridad superior el parte oficial de que en el ligero reconocimiento practicado por los vistas de la Aduana en los equipajes de los viajeros procedentes de Hong-Kong se había encontrado, en uno de los bultos pertenecientes al citado sujeto, un fajo de hojas sueltas impresas con el título de «Pobres frailes», en las cuales se satirizaba la paciente y dadivosa mansedumbre del pueblo filipino, y se vertían las acusaciones de costumbre contra las Órdenes religiosas; cuyo hecho, á pesar de la falta de delicadeza y de la desleal felonía que entrañaba, hubiera todavía podido (si á lo dicho se hubiera limitado aquel texto) obtener el perdón de una Autoridad paternal, en cuyo pecho la inagotable generosidad castellana, á la menor señal de arrepentimiento, lograra fácilmente ahogar la voz del desprecio:

»Resultando también que su último libro El Filibusterismo (continuación del Noli me tángere) está dedicado á la memoria de los tres traidores á la Patria, condenados y ejecutados después de los sucesos de Cavite en virtud de sentencia de autoridad competente y ensalzados por él como mártires, haciendo suya además, en el epígrafe de la portada de dicho libro, la doctrina de que, en virtud de los vicios y errores de la Administración española, no existe otra salvación para Filipinas que la separación de la madre Patria[39].

»Resultando, por último, que además de las precitadas injurias contra los frailes en aquellas hojas infames descubiertas en su equipaje, se trataba también de descatolizar, lo que equivale é desnacionalizar esta siempre española, y como tal siempre católica tierra filipina, escarneciendo nuestra religión sacrosanta y arrojando el lodo inmundo de las más torpes calumnias á la faz augusta del Padre común, cabeza visible de nuestra Santa Madre Iglesia, del Soberano Pontífice, en fin, y amadísimo Papa León XIII, á cuyas eximias virtudes y prudencia tributan hasta las naciones no católicas el testimonio de su veneración y respeto:

»Considerando que con ello, y por mucho que cueste creerlo, ha quedado por fin descorrido el velo más ó menos transparente con que hasta ahora procuraba disfrazar su verdadero objeto, pues ya no se trata de meros ataques al monaquismo, que más o menos casuísticamente se quería suponer compatibles en Filipinas con el respeto á la creencia católica, ni se limita tampoco á sus insidiosas acusaciones contra los tradicionales agravios y torpezas de la política colonial española, ni al sistemático rebajamiento de las patrias glorias, que farisaicamente se pretendía conciliar con un mentido amor á la madre Patria, sino que resulta ya evidente y aparece probado, por modo innegable, á los ojos de todos, que el doble fin que en sus trabajos y escritos persigue no es otro que el arrancar de los leales pechos filipinos el tesoro de nuestra Santa Fe Católica, vínculo inquebrantable en este suelo de la integridad nacional:

»Considerando que, reconvenido por ello, no ha aducido otra defensa que una inútil negativa, apelando al menguado recurso de hacer recaer la culpa de la aprehensión de tales hojas sobre su propia hermana, acabada de indultar:

»Considerando que precisamente en previsión de casos tales, y para librar de todo peligro los sagrados ideales de Religión y Patria, tiene concedidas la Autoridad superior de Filipinas facultades discrecionales, de las que esperaba no tener jamás que hacer uso;

»En cumplimiento de los altos deberes que como Gobernador general y Vicerreal patrono me incumben, y en virtud de las facultades que por razón de dicho doble cargo me asisten, he venido en decretar lo siguiente:

»1.º Será deportado á una de las islas del Sur D. José Rizal, cuyo proceder en esta ocasión será juzgado como merece por todo filipino católico y patriota, por toda conciencia recta, por todo corazón delicado.

»2.º Queda en adelante prohibida, si ya no lo hubiese sido anteriormente, la introducción y circulación en el Archipiélago de las obras del mencionado autor, así como de toda proclama ú hoja volante en que directa o indirectamente se ataque á la religión católica ó la unidad nacional.

»3.º Se concede un plazo de tres días, á contar desde la publicación de este decreto, en las provincias de Manila, Batangas, Bulacán, Cavite, Laguna, Pampanga, Pangasinán y Tárlac, de ocho días en las demás de Luzón, y de quince días en las islas restantes, para que las personas que tengan en su poder los referidos libros ó proclamas hagan entrega de ellos á las autoridades locales. Pasado dicho plazo será considerado como desafecto, y tratado como tal, todo aquel en cuyo poder se encuentre algún ejemplar.

»La responsabilidad de estas medidas de rigor que un penoso deber me impone caiga por entero sobre los que, con sus desatentados propósitos é ingrato proceder, vienen á estorbar las paternales miras de este Gobierno general, dificultando al par la ordenada marcha del progreso filipino. —Manila 7 de Julio de 1892. —Despujol

Todos los periódicos de Manila reprodujeron el decreto y lo comentaron, alabando sin tasa el proceder de Despujol, y condenando el proceder de Rizal. Sólo La Oceanía Española, que dirigía un abogado criollo, D. Rafael Del-Pan, limitése á transcribir en seco el documento. Merece notarse el papel que juega la religión en el asunto. Dijo el decano de aquella prensa: «El Diario de Manila, que lleva cuarenta y cuatro años representando en estas apartadas regiones el espíritu más puro de la Patria y de la Religión, no puede por menos, en su nombre y en el de los buenos españoles, de cuya opinión es un eco en el estadío de la prensa, de ofrecer á la Autoridad su más incondicional adhesión.» Y dijo La Voz Española, el más moderno de los diarios de Manila: «Acto de esta índole era hace tiempo esperado del digno Conde de Caspe, quien si sabe cumplir los deberes paternales de su alto cargo, tiene muy presente que sobre toda consideración y miramiento le está encomendada en estas tierras oceánicas la defensa de la Cristiana y Católica bandera de España, por la que tantas veces con gloria ha arriesgado su vida en los campos de batalla.» — Para el pueblo filipino, Rizal era sagrado, ¡y á Rizal se le «infamaba»[40] en la Gaceta y demás papeles de Manila!; Rizal era sagrado, ¡y á Rizal le desterraban al Sur del Archipiélago!… La indignación popular, sorda, pero implacable, cundió por todos los ámbitos del país, y allí donde existía un filipino inteligente y patriota profirióse una condenación severa para Despujol, á quien calificaron de «pérfido»[41], sin tener en cuenta los que tal vocablo empleaban, tal vez sin conocer su verdadera significación, que la conducta de Rizal, por el solo hecho de no haberse ajustado á lo que él había prometido, no meterse en política, merecía necesariamente correctivo. Según los patriotas del país, puesto que Despujol «había garantizado la seguridad de aquél, lo que debió haber hecho era obligarle á volver á Hong-Kong»[42]; criterio caprichoso é inaceptable, porque do ese modo hubieran quedado impunes los manejos de Rizal, lo que no debía tolerar dignamente una autoridad celosa de sus deberes. Despujol garantizó, en efecto, la libertad de Rizal, si éste se mantenía «dentro del círculo de las patrias leyes»: luego si no se le hubiera atajado en su vertiginosa propaganda, tal indiferencia se habría interpretado, aun por los mismos filipinos, como debilidad ó estupidez del Gobierno; y por esto no pasaba Despujol, é hizo bien en no pasar; que con sus antecedentes de simpatizador exagerado de los hombres y de las cosas de la tierra, de proceder de otra suerte habría dado motivo para que los españoles le juzgasen, si no cómplice, auxiliar pasivo de la campaña rizalista, que no era la más adecuada para difundir la confraternidad entre insulares y peninsulares ni para afianzar el mantenimiento del público sosiego. Rizal tendría razón; Rizal la tenía, de seguro, lamentándose del régimen político que en su país prevalecía; pero licitamente, «dentro del círculo de las patrias leyes» no podía en vano crear una Sociedad secreta para conspirar contra ese régimen, que si á él le parecía detestable, al Gobierno le parecía excelente.

Pero esto es una cosa, y otra es el comentado decreto. ¿Delinquió Rizal? ¡Pues para qué estaban los Tribunales de justicia? ¿Para qué servía el Código? No cayó Despujol en la cuenta, ni cayeron los periodistas españoles de Manila, que Rizal tenía entre los suyos una significación altísima, y por lo tanto, que no era político (ni jurídico) zaherirle tan inicuamente en la Gaceta, tomando por fundamento hechos que, por no haberse ventilado con clara luz meridiana, á la vista del público, se prestaban á la duda. Pero hay más: ¿quién, que no sea un neo trasnochado, puede sostener la peregrina teoría de que descatolizar es desnacionalizar? ¿No hay miles y miles de españoles descatolizantes tan entusiastas de la Nacionalidad como pueda serlo Despujol? Y en último término, ¿es descatolizar el censurar los abusos de los frailes, explotadores de la mansedumbre de los indios sencillos y pacatos?… Lo correcto, lo justo, lo equitativo habría sido que Despujol hubiese puesto á Rizal á disposición del Juez: sólo así la descalificación de Rizal, de haberse probado los hechos de que le acusaban, no habría ofrecido dudas: porque ello es que han pasado algunos años, no son ya los filipinos súbditos de la nación española, y es lo cierto que los filipinos continúan sosteniendo que aquello de que Rizal descargase sobre su hermana ciertas culpas, «nadie lo creyó, pues de todos era conocida la caballerosidad del deportado»[43]; como no creyeron que llevara en su equipaje los papeles pecaminosos á que el decreto hacía referencia.

Esto de los papeles constituye un tema espinoso y enojoso que requiere examen. Habrá que contraponer razones y razones, argumentos y argumentos. En favor de Despujol, urge apuntar su proverbial hidalguía, nota esencial de su carácter quijotesco. Y en favor de Rizal los rasgos, bien conocidos, de su manera de ser y de proceder. Á la verdad, no se concibe cómo un hombre de su talento, cauteloso, sagaz, previsor y reservado, cometiera la insensatez de llevar consigo papeles comprometedores; cuesta mucho trabajo concebir que el sesudo Rizal cometiera tan estupenda tontería. En cuanto á que descargara sobre su hermana la responsabilidad, tiene mucho de increíble: la confesión acusa cobardía, y Rizal no era cobarde; acusa indelicadeza, y Rizal, en las cosas de esta índole, fué siempre un hombre de honor. — Entonces, dirán algunos, ¿por qué no cumplió lo que á Despujol había prometido, no meterse en política? — El sectario, en su oficio, no se cree obligado á cumplir lo que promete: los diputados republicanos prometen «por su honor» (Rizal no había hecho tanto) respetar las Instituciones fundamentales del Estado, y si no proclaman la República es sencillamente porque carecen de medios para lograr su deseo; miles de militares juraron solemnemente fidelidad al régimen, y, sin embargo, se sublevaron, el gran Martínez Campos entre ellos: y nadie ha puesto en duda el honor de los diputados y de los militares aludidos. En política no hay promesa ni juramento que valgan: cuando llega el caso se falta á la promesa, ó se es perjuro, sin que el honor personal experimente lesión. Si la realización del sueño dorado de Rizal —volver á su país— le costaba ofrecer no meterse en política, ¿por qué no había de ofrecerlo? Cándido fué quien le creyó. Porque no á todos les es fácil desposeerse de su idiosincrasia, arrancarse de cuajo las ideas, anular su propio espíritu, desoir la voz de su conciencia. No todos pueden humanamente cumplir lo que prometen. La dama pecadora se confiesa, y, arrepentida, promete no perseverar en el pecado… ¡y á las cuarenta y ocho horas vuelve á caer en brazos del amante! Rizal creía (es de suponer que lo creyera) que no acababa de faltar á su promesa desde el momento en que, al meterse en política, lo hacía reservadamente. Las consideraciones que sugiere su conducta como propagandista, son de un orden moral distinto á las que sugiere la declaración (si la hizo, que á nadie le consta de una manera terminante) de que acaso fuera su hermana quien llevase los papeles… Aun no se ha dicho qué personas oyeron esas palabras; aun no se sabe si las pronunció ante el propio General[44]. De aquí dimanan las dudas de la crítica.

Quiso la fatalidad que el Oficial de carabineros que presidió el registro del equipaje de Rizal en la Aduana de Manila fuese un sobrino del arzobispo Nozaleda[45], fraile dominico; y por si esto no era bastante á excitar la suspicacia de los ya, de condición, suspicaces filipinos, tiénese que añadir otra circunstancia especialísima, es á saber: que á poco de la llegada de Rizal á su país, el Juez de Intramuros, D. Miguel Rodríguez Bérriz, descubrió en la imprenta que á la sazón tenían los frailes agustinos en el Asilo de Huérfanos de Malabón ó Tambóbong (pueblo inmediato á Manila), los moldes de varias proclamas filibusteras[46]; y la lógica popular discurrió así: os frailes redactaron é imprimieron los papeles; los frailes hallaron persona de toda su confianza que los introdujese hábilmente en uno de los bultos del equipaje de Rizal: ¡los frailes amañaron aquella superchería para perder á Rizal! ¡Qué mucho que lo hicieran, si Rizal era el mayor enemigo de los frailes y los frailes el mayor enemigo de Rizal? Así discurrían, y así continúan discurriendo después de haber cesado la dominación de España en Filipinas[47]. Pero á esto debe oponerse que para que se verificase ese juego de prestidigitación, ¿debe aceptarse como verosímil que un oficial del Ejército, llámese como se llame, se prestara á una maniobra tan indigna? Perpleja queda la crítica con tales contradicciones; y así, mientras no se aporten nuevos elementos información que disipen toda duda, no se puede, en conciencia, resolver de plano en tan delicada cuestión. Mírese como se mire, no puede solucionarse sin que el honor de alguien quede malparado; y del propio modo que sería injusto mancillar el de cualquiera de los españoles aludidos, seríalo, igualmente, sin pruebas categóricas, mancillar el de Rizal, que siempre negó categóricamente que ni él ni su hermana llevasen los papeles en cuestión[48]. Según los filipinos, todo aquello no fué sino una burda estratagema para engañar á Despujol á fin de que, indignado, atropellase á Rizal; y según los españoles[49], Rizal llevó, en efecto, en su equipaje los papeles subrepticios de que se ha hecho mérito, y, asediado por Despujol, perdida la serenidad, no sabiendo cómo salir del paso, se limitó á decir:— Yo no traía semejante cosa… ¡Como no haya sido mi hermana!… Sea de ello lo que fuere, dos afirmaciones deben quedar asentadas: Rizal se agigantó á los ojos de los suyos, mientras que á los de muchos españoles quedó descalificado. Por lo demás, y sin que esto sea argumento en pro del Doctor propagandista, cabe preguntar: para los fines esenciales que Rizal perseguía, dar solidez y vitalidad á la «Liga Filipina», ¿qué valor podía tener un nuevo papel contra los frailes? ¿Merecía este la pena de comprometerse seriamente?

En la Metrópoli tuvo el suceso no poca resonancia. La prensa protestó contra Rizal y le colmó de ignominia. Casi ninguno de los periodistas que aplicaron al deportado los epítetos de traidor, filibustero, etc., conocía á Rizal, ni los escritos ni las intenciones de éste, ni aportó al juicio una prueba irrefragable relacionada con la verdad de lo acaecido. Pero á partir de entonces, el nombre de Rizal} pegóse á ciertos oídos, y á ese nombre se asoció el concepto de «enemigo de la Patria». La ruidosa protesta de la prensa no fué, sin embargo, unánime. El Globo, tradicional adversario de las órdenes monásticas, se escandalizó de que Rizal fuese deportado sólo por haber escrito en contra de los frailes; las obras de Rizal no constituían una novedad; y concluía preguntando si debía considerarse como desafecto á España á todo el que no fuese panegirista de los frailes filipinos. La Correspondencia Militar calificó de «inquisitorial» el célebre decreto, no obstante que lo había sancionado con su firma todo un Teniente general. El País, en cuatro cuchufletas, dijo que Despujol no manejaba la espada, sino el hisopo, y era un General… de dominicos. Etcétera. En cuanto á La Solidaridad, huelga decir que, no sólo defendió á Rizal, sino que estudió el decreto concienzudamente y lo refutó de una manera brillante[50]. Y por lo que toca á la prensa extranjera, toda la de Hong-Kong protestó airada; asimismo O Independente, periódico de Macao (número 4 del vol. XIV); el gran diario de Munich, Allmeine Zeitung (número del 1.º de Octubre de 1892); el London and China Telegraph (Londres, 7 de Septiembre de 1892), que refundió en interesante artículo los varios publicados en Hong-Kong, y otros. Rizal fué, pues, defendido por la prensa de las colonias del Extremo Oriente, y por periódicos serios de Inglaterra y de Alemania. Es más: el Cónsul de la Gran Bretaña en Manila formuló por escrito «una protesta enérgica contra tamaño ultraje»[51]; debió de parecerle inicuo lo que se había hecho contra un sujeto que en Hong-Kong, como en Londres, se había captado las simpatías de los sabios por sus relevantes cualidades.

Encerrado, como es dicho, en la fuerza de Santiago, fácil es imaginarse la indignación de Rizal, más aún que por la pérdida de la libertad, por la estruendosa descalificación de que había sido objeto, sin formación de causa, sin acumulación de pruebas fehacientes… Parece ser que se mantuvo bastante tiempo sin querer tomar otro alimento que huevos crudos: debió, por lo visto, sospechar que podían envenenarle… Trasladado secretamente á un buque de guerra, el viernes 15 de Julio zarpó el buque, con órdenes selladas, que fueron abiertas en alta mar; de suerte que nadie en Manila supo el destino que llevaba el cañonero, y nadie, por tanto, adónde iría Rizal… tratado como un monstruo, todo ello porque se hallaron en su equipaje (según dijeron, pero no probaron, algunos españoles) unos cuantos papeles titulados ¡Pobres frailes!… Harto más eficaz, para España y para el prestigio de las Autoridades, hubiera sido copar á Rizal en uno de sus monipodios; haberles probado á él y á los suyos la ilicitud de sus manejos políticos, y, expuestas las pruebas á la faz de la conciencia pública, haberles aplicado el Código. Esto hubiera sido lo correcto; y esto, á la vez, lo que hubiera desconceptuado á Rizal con verdadera eficacia.

Dejémosle que navegue, sin saber adónde, sumido en las mil reflexiones tristes que se haría… Si, á partir de aquel momento, Rizal no formuló una maldición para España, ¿qué menos pudo hacer que maldecir del régimen que tan miserablemente le trataba? Hacíase con él lo que con el más feroz anarquista; y allá, en el fondo de su conciencia, no vería otro pecado que el de haber intentado crear una Asociación[52] que, estrechando los vínculos del paisanaje, pudiera defender á los filipinos liberales contra los desafueros de un sistema político, merced al cual ningún indígena era dueño de su pensamiento, ni de su conciencia, ni de nada; en cambio, los frailes, los advenedizos, por unos procedimientos ó por otros, eran los dueños de todo. Dejémosle que navegue…

Las cosas no podían quedar como Despujol quería. Su decreto clamaba al cielo. Con la ida de Rizal, la «Liga» quedaba virtualmente deshecha; pero en cambio comenzaba á funcionar el Katipunan; el Katipunan, fundado el siete de Julio de mil ochocientos noventa y dos, á las pocas horas de haber salido á luz en la Gaceta el decreto, tristemente famoso, condenando el proceder de Rizal y disponiendo su deportación. Aquella tarde, la del 7 de Julio, en una posesión de la calle de Ilaya, reuniéronse: Andrés Bonifacio, Deodato Arellano, Valentín Díaz[53], Teodoro Plata, Ladislao Diua y José Dizón, y fundaron en el acto[54] el Kataas-taasan Kagálang-gálang Katipunan nang mang̃a Anak Bayan, ó lo que es igual, puesto en romance: la Soberana y Venerable Asociación de los Hijos del Pueblo, «cuyo objeto y fines eran el filibusterismo», según confesión de uno de los que allí se reunieron[55], y, según Reyes, «redimir á Filipinas de sus tiranos»[56]. Dicho escritor añade: «Sin saberlo Rizal el Katipunan le aclamó su Presidente honorario». Tenemos, pues, que la disposición de Despujol, al envolver con el nimbo del martirio la figura de Rizal, motivó que cristalizase el Katipunan, desde un año antes ideado por Marcelo H. del Pilar, cuyo pensamiento sin embargo no había tenido realización, á pesar de que desde 1891 Moisés Salvador lo había pretendido. En una palabra: para el porvenir de España en Filipinas, el decreto de Despujol contra Rizal tuvo más eficacia que todas las proclamas, que todos los folletos, que todos los libros publicados por el célebre Doctor.

La Liga fenecía y el Katipunan surgía: el proyecto de Pilar prevaleció sobre el proyecto de Rizal. Pilar y Rizal marchaban paralelamente á un mismo fin; sólo que Rizal buscaba el apoyo en el elemento burgués é inteligente, y Pilar en el plebeyo: Pilar tenía algo de demagogo; Rizal era eminentemente espiritualista: Pilar parecía inspirarse en la Commune; Rizal no concebía la conquista de la Libertad sin la conquista previa de la cultura del pueblo (tesis de sus novelas): Pilar infundía sentimientos revolucionarios; Rizal infundía sentimientos nacionalistas: el Katipunan era emblema de guerra; la Liga era emblema de paz. Acaso por estas razones tuvo Pilar para el general Blanco mucha más importancia que Rizal[57]. El fin de ambos era el mismo, sino que por procedimientos diferentes: Pilar, todo astucia, era gubernamental por defuera (en sus escritos para el público), y un demagogo por dentro; Rizal, todo ingenuidad, era un revolucionario intelectual por defuera, y por dentro un soñador, enamorado del desenvolvimiento pacífico de las ideas. Quede bien establecido el paralelo, que no llegaron á comprender los espíritus vulgares y ofuscados: la Liga no fué nunca, ¡jamás!, el Katipunan: la Liga no pedía sangre, ni para ahora ni para después; el Katipunan, si no la pedía inmediatamente, por falta de organización y de hombres, la pediría en la primera oportunidad, como en efecto aconteció, aunque antes de sazón, porque su alma, Andrés Bonifacio, no tuvo paciencia para soportar más tiempo la «tiranía» á que el pueblo filipino se hallaba sometido[58].

Mientras Bonifacio y algunos más echaban en el surco la primera simiente, José A. Ramos, Pedro Serrano y Timoteo Páez promovían una suscripción para Rizal, «á la que contribuyeron todos los afiliados á la Masonería»[59], dando con ello una muestra de solidaridad por los ideales que sustentaban, de adhesión al Maestro y de simpatía y amor al víctima del régimen… ¡Ah!, ¡el fraile!, ¡el eterno fraile!… ¡Y al fraile asociado perpetuamente el Gobierno!… Tenía razón Rizal: ¡todos los españoles eran unos! Y el odio al fraile hízose extensivo á los castilas[60]. Vino, pues, á ser el decreto de Despujol á manera de manantial de odios que iría vertiendo su caudal sobre la copa de la paciencia filipina… Dejad, dirían los radicales, que los castilas se desahoguen; que denigren á Rizal en la Gaceta y en los demás periódicos; ¡á trabajar! ¡Día llegará en que la copa se llene, y el líquido rebase!…

  1. La Sensacional Memoria, de Isabelo de los Reyes, pág. 64.
  2. La Sensacional Memoria, de Reyes, pág. 68.
  3. Rizal y su obra, ya citada, cap. xiv.
  4. Declaración de Moisés Salvador. — Véase Documentos políticos: Archivo, t. iii, pág. 224; t. iv, pág. 140.
  5. Domingo Franco, bisaya, industrial, mayor de edad, casado; vivía en Nagtahan (cerca de Manila) y tenía tienda de tabaco en la calle de San Jacinto, de Binondo (Manila); fué del Consejo de la «Liga Filipina» en el arrabal de Sampáloc; prohombre de los «Compromisarios»; tuvo toda la confianza de Marcelo del Pilar. Masón conspicuo: simbólico, Felipe Leal. Fusilado en Enero de 1897.
  6. Timoteo Páez, tagalo, agente de negocios; Venerable de la logia nacionalista «Luzón»; distinguióse mucho como procurador de recursos para los grandes propagandistas Pilar y Rizal; fué algún tiempo Presidente de «La Propaganda»; trasladóse á Singapore con ánimo de fletar un buque y libertar á Rizal de la deportación. Era activísimo. Estuvo preso. Algún tiempo después publicó una autobiografía que no conozco, pero que sé que es un trabajo de gran interés político.
  7. Pedro Serrano, bulaqueño; filólogo y Profesor normal superior. Estuvo en Europa. Malversó fondos de «La Propaganda» y los que en cierta ocasión se colectaron para Rizal. Traidor á la Masoneria, echóse luego en brazos de los jesuitas y abandonó para siempre á sus antiguos compañeros de aspiraciones políticas. Simbólico, Panday Pira.
  8. Tomo estos datos de los documentos oficiales por mí publicados en el tomo iii del Archivo del Bibliófilo Filipino.
  9. Agustín de la Rosa, tagalo, tenedor de libros. — Estuvo preso. Fué luego general de la República Filipina.
  10. Ambrosio Salvador, tagalo, capitán (presidente del Tribunal municipal) de Quiapo (arrabal de Manila) en tiempo de Despujol; contratista, adinerado; deportáronle al tiempo que á Rizal; prohombre del Katipunan después de indultado. Masón distinguido. — Estuvo preso.
  11. Numeriano Adriano, tagalo; notario; propagandista entusiasta, masón fervoroso; Venerable de la logia nacionalista «Balagtas», Presidente de «La Propaganda», Presidente del Consejo de la «Liga Filipina» en Sampaloc; hombre de confianza de Pilar. En su casa de Nagtahan solían reunirse los laborantes. — Fusilado en Enero de 1897.
  12. Bonifacio Arévalo, tagalo con algo de sangre española; buen dentista; había viajado; casi todo cuanto ganaba (mucho) lo invertía en trabajos de propaganda. En 1895 gestionaba con otros compatriotas suyos en el Japón el auxilio de esta potencia para hacer más seguros los resultados do la Revolución. — Estuvo preso.
  13. Arcadio del Rosario, tagalo, con algún dinero, de la provincia de Tárlac; figuró entre los más conspicuos «Compromisarios» y miembros de la Masonería nacionalista. — Estuvo preso.
  14. Luis Villarreal, tagalo, sastre; Venerable de la logia «Taliba»; cofundador de los «Compromisarios»; gran admirador del Dr. Rizal. — Fusilado en Enero de 1897.
  15. Faustino Villarroel, mestizo español-filipino, industrial, de edad madura; vivía en Binondo; gran masón, fundador de la célebre logia Patria; simbólico, Ilán; cofundador de los «Compromisarios», activísimo. Con Ambrosio Flores y Ambrosio Rianzares recorrió las provincias en 1894 colectando dinero para Rizal, de quien era calificado admirador. — Fusilado en Enero de 1897.
  16. Estanislao Legaspi, tagalo, industrial; masón exaltado, miembro de la «Liga Filipina», en la que hizo ingresar á cuantos pudo, uno de ellos el famoso Antonio Salazar, obligándole á que se sangrara y que con su sangre firmase el juramento de morir por la patria.
  17. Gregorio Santillán, tagalo, industrial. — No tengo ninguna otra noticia acerca de este sujeto.
  18. Mariano Crisóstomo, tagalo, propietario. — No tengo ninguna otra noticia acerca de este sujeto.
  19. Deodato Arellano, tagalo, empleado en oficinas militares; cuñado de Marcelo H. del Pilar, y hombre de toda su confianza, que sostenía con él activa correspondencia; formó parte del Consejo de la «Liga», y al aproximarse los acontecimientos apenas asistía á las reuniones, por lo que fué motejado de cobarde. — Véanse los Documentos políticos por mí publicados: Archivo, iii, 297. — Estuvo preso.
  20. Jenaro Heredia, tagalo, propietario. — No tengo ninguna otra noticia acerca de este sujeto.
  21. José A. Ramos, mestizo español-filipino, hombre de mucho carácter, sagacísimo y propagandista infatigable. Inicióse como masón en Londres, en 1882; era, pues, el decano de los masones nacionalistas. En Londres aprendió el oficio de grabador; tenía imprenta en Manila (donde se tiraron algunos papeles clandestinos) y un almacén rotulado «La Gran Bretaña». Fué primer Venerable de la logia Nilad, la madre de las logias netamente filipinas, y en todo tiempo se distinguió como uno de los laborantes más eficaces á par que cautelosos. Al ser Rizal deportado, promovió con algunos íntimos una suscripción para el Apóstol. Marchó al Japón en 1896, y allí gestionaba con algunos compatriotas suyos que, llegado el momento, el Japón apoyase la Revolución Filipina.
  22. Ambrosio Flores, tagalo, teniente de infantería retirado; figura culminante de la Masonería nacionalista: Presidente del Gran Consejo Regional de Filipinas, que dependía del Gran Oriente Español. Simbólico, Muza; Venerable de la logia nacionalista Bathala; Presidente del Consejo de la «Liga» en la Ermita (Manila), donde vivía; cofundador de los «Compromisarios»; prohombre del Katipunan. Tenia toda la confianza de Pilar, y era apasionado de Rizal. En 1894, con Faustino Villarroel y Ambrosio Rianzares, salió á provincias á colectar dinero para aquél; en Enero de 1895 volvió á excitar á los amigos para otro guante en favor del desterrado. Con la República fué Ministro interino de la Guerra; después se americanizó.
  23. Pablo Rianzares, tagalo, abogado, había estado en Europa, y fue el primer propietario de La Solidaridad, en Barcelona, órgano de los filipinos radicales, que cedió luego á Marcelo Hilario del Pilar.
  24. Juan Zulueta, tagalo, empleado; autor de la comedia José el carpintero, en verso, impresa en Manila en 1880; colaborador de La Solidaridad; miembro del Consejo de la «Liga». — Murió antes de 1896.
  25. Teodoro Plata, tagalo, curial; masón nacionalista conspicuo. En la efímera República Filipina desempeñó un alto cargo.
  26. Apolinario Mabini, tagalo, abogado; prohombre de la Masonería nacionalista y Secretario del Consejo Supremo de la «Liga Filipina»; muy amigo de Rizal y más aún de Pilar, con quien sostenía activa correspondencia y para quien arbitró recursos siempre que pudo. Intelectual de mérito. Estuvo preso, Marchó después á Hong-Kong. Partidario acérrimo de la Independencia, publicó algunos documentos, entre los que descuella el Programa constitucional de la República Filipina (Cavite, 1898), que lleva un Decálogo inspirado en el más ardiente patriotismo. No transigió con los yanquis, y éstos le desterraron á Marianas; volvió, al fin, á Manila indultado, pero gravemente enfermo; murió hará cosa de dos años. Su memoria es de las más sagradas: hoy le llaman sus paisanos «El Sublime Paralítico».
  27. Moisés Salvador, tagalo, maestro de obras. Había estado en Europa, A su regreso á su patria en 1891, llevóse instrucciones de Pilar, que eran á modo de gérmenes del futuro Katipunan. De Salvador recibieron órdenes Deodato Arellano y Andrés Bonifacio. Fué primer Venerable de la logia nacionalista Balagtas, miembro del Consejo de la «Liga» en el arrabal de Sampáloc, y distinguióse por su afán de propaganda. Fusilado en Enero de 1897.
  28. Francisco Nakpil, tagalo, platero; presidente del Consejo de la «Liga Filipina» en el arrabal de Santa Cruz.
  29. Doroteo Ong-junco, hijo del mestizo chino-tagalo del mismo apellido, propietario, como su padre; fué miembro del Consejo de la Liga.
  30. Andrés Bonifacio, tagalo, almacenero de una fábrica de ladrillos propiedad de la casa Fressel, extranjera. ¡Gran figura! Plebeyo, sin instrucción apenas entonces, dióse á leer con entusiasmo creciente, pero sobre todo las obras revolucionarias; las concernientes á la Revolución Francesa dicen que le trastornaron algo el seso. Sanguinario, temerario, comunista exaltado, ambicioso, algo desordenado en la administración de fondos, Andrés Bonifacio recibió la inspiración de Pilar por conducto de Moisés Salvador, y logró que cristalizara el Katipunan. Precipitóse, y sin orden de ninguno de los conspicuos promovió la Revolución. Los acontecimientos lleváronle á la provincia de Cavite, y allí murió en la brecha. A excepción de este último, ninguno de los que acudieron á oir á Rizal hizo armas contra España. Téngase en cuenta.
  31. Los únicos que se desviaron de la rutina fueron Moret y Maura, y un tanto Becerra. Esto les valió que les llamasen filibusteros.
  32. Isabelo de los Reyes: La Sensacional Memoria, pág. 86.
  33. Es muy importante no perder de vista un dato en el cual no se han fijado debidamente los escritores españoles. La «Liga Filipina» estaba en rigor fundada cuando Rizal} llegó á Manila. Los Estatutos los redactó Rizal en Hong-Kong, es cierto; pero no está en claro si fué obra espontánea suya, ó ejecutada por encargo de D. José María Basa, el antiguo y calificado laborante que llevaba tantos años establecido en Hong-Kong. Dada la característica de Rizal, á quien vemos siempre ajeno á toda empresa de organización, parece verosímil que, en efecto, los dichos estatutos no fuesen cosa suya sino en lo tocante á la redacción. Que la «Liga» existía en Manila, ajustada á las bases enviadas por Rizal, siquiera fuese una Asociación, amén de novísima, en cierto modo romántica, dícelo el hecho de que tenía un Consejo Supremo compuesto de los sujetos siguientes: Domingo Franco (presidente); Numeriano Adriano, Bonifacio Arévalo, Ambrosio Rianzares Bautista (vocales), y Apolinario Mabini (secretario). — V. Retana, Archivo, iii, 213, donde consta esto, según declaración, con todos los visos de profundamente sincera, prestada ante el Juzgado militar por Moisés Salvador el 23 de Septiembre de 1896. Según la declaración de Domingo Franco, prestada el 29 del mismo mes, el Consejo de la «Liga» fué elegido en la reunión de la noche del 26 de Junio de 1892, y se formó así: Ambrosio Salvador (presidente); varios vocales (que no cita); Bonifacio Arévalo (tesorero); Agustín de la Rosa (fiscal) y Pedro Serrano (secretario). — Archivo, iii, 227. — Fuesen los que fuesen, los gérmenes existían y la Sociedad tenía, si no un funcionamiento normal, cierta vida espiritual.
  34. Palabras pronunciadas por Rizal cuando le notificaron que sus más íntimos eran desterrados. Reproducidas en el primer número del periódico filibustero Kalayáan («Libertad»), fechado en Yokohama, Enero de 1896; pero impreso subrepticiamente en Manila. — Este célebre periódico, todo en tagalo, del que sólo se hicieron dos números, se repartía con gran secreto. (Del primer número publiqué una traducción castellana, hecha por D. Juan Caro y Mora, en el tomo iii del Archivo del Bibliófilo.) Las Autoridades (comenzando por el general Blanco) creyeron que se estampaba en el Japón, en vista de lo que había informado el perito D. Salvador Chofré. ¡Buen perito! Luego se supo que se estampaba en una imprenta clandestina, sita en la calle de Elcano, de Binondo (Manila), que era de la Asociación katipunesca.
  35. Según copia remitida por el mencionado D. E. de los Santos; el monumento fué levantado en un solar cedido graciosamente al efecto por D. Timoteo Páez, uno de los fundadores de la Liga Filipina.
  36. Á esta exclamación opone el Sr. Santos la siguiente nota, que la imparcialidad nos mueve á reproducir:
    «Rizal, al constituir la Liga, no deja de ser Tolstoy para ser Becerra; dejó de ser Tolstoy, sí, pero para ser un héroe, un Jesucristo de su raza; así fué consagrado por la leyenda popular. La Liga fué la causa ocasional para que fuese realidad aquel deseo suyo: manumitir su raza á costa de su vida, pensamiento expresado de mil maneras en sus obras, y de manera solemne, que no admite duda, en los documentos ya citados, que Rizal depositó en manos del Dr. Lorenzo Pereyra Marques [véase la nota 276], de Macao, y que se conocen como su testamento político. — Jesús era Dios, y no se contentó con predicar, sino que fundó su Ecclesia, creando una especie de intermediarios entre El y la opinión, á quienes les explicaba el sentido de algunas parábolas, indeciso y oscuro para el vulgo, y les decía: Lo que os digo de noche, decidlo á la luz del día, y lo que os digo al oído predicadlo desde los terrados. Así el misterio de que se habia rodeado su persona y sus obras mientras vivía, solamente fué revelado al mundo después de su muerte. — Los monipodios no empequeñecen á los héroes, si ellos están llenos de espíritu de verdad, y no de mentira, de banderia ó de secta.»
    La leyenda popular, en efecto, compara hoy á Rizal con Jesucristo, y así lo ha expresado algún poeta:

    «Pero la gloria tuya indiscutida,
    la proeza mayor que en ti se ha visto,
    es haber renovado con tu vida
    la leyenda de Budha y Jesucristo.»

    Poesía intitulada Al Mártir Filipino, por Cecilio Apóstol, leída en la velada del 30 de Diciembre de 1905, en el teatro Zorrilla, de Manila, y publicada en El Renacimiento del 2 de Enero de 1906.

  37. Carta anónima, fechada en Manila, 12 de Julio de 1892, publicada en La Epoca, de Madrid, del 16 de Agosto del mismo año, reproducida por La Correspondencia de España, El Ejército Español, El Correo (un fragmento) y otros periódicos madrileños.
  38. Carta citada en la nota precedente
  39. Ni Rizal dijo que fuese suya esa doctrina, ni hay tal doctrina en las palabras de Blumentritt que sirven de lema á El Filibusterismo. — Véase dicho lema en la nota 247.
  40. La Sensacional Memoria, de Isabelo de los Reyes; pág. 68.
  41. La Sensacional Memoria. (Ut supra.) Pág. 69.
  42. La Sensacional Memoria. (Ut supra.) Pág. 69.
  43. La Sensacional Memoria. (Ut supra.) Pág. 69.
  44. Pudo haberla hecho, pero no consta con pruebas de ninguna clase. Parece ser que Rizal fué llamado á Palacio por el general Despujol, y que desde Palacio fué conducido á la fuerza de Santiago por un ayudante de S. E.— «Tuvo con el general Despujol varias conferencias, concluyendo en la última por salir del palacio de Malacañang directamente para la fuerza de Santiago, conducido por un ayudante.» —Carta anónima, fechada en Manila, 11 Julio 1892, publicada en El Dia, de Madrid, del 15 de Agosto siguiente.
  45. «Según se decía, un oficial de Carabineros, sobrino del arzobispo Nozaleda, los metió (los papeles subversivos, en el equipaje de Rizal) para perderle.» —Sensacional Memoria, páginas 64-65. Dejamos al señor Reyes la responsabilidad de tan graves palabras.
  46. «Se ha probado después que éstos [impresos] ó semejantes hojas subversivas han sido impresas por el establecimiento tipográfico de los padres agustinos de Malabón, para atribuirlas luego á los progresistas filipinos. El juez Sr. Rodríguez Bérriz sorprendió los mismos moldes, y no sabemos en qué ha venido á parar el expediente que había incoado de acuerdo con Despujol.» —La Sensacional Memoria; pág. 64, nota.
    «Los hombres que alli (en Filipinas) suspiran por verse libres, conocían el origen de esos escritos, que las comunidades [religiosas] denunciaban; pero no conseguían que los creyeran los Gobernadores. Al fin uno de ellos, el general Despujol, se cercioró de que el origen estaba en los mismos religiosos. Sabedor que las últimas proclamas habían sido impresas en un establecimiento tipográfico de los frailes agustinos, ordenó investigaciones judiciales, que dieron por resultado la ocupación de gran número de ejemplares en un convento de la orden. ¿Aprenderá ahora el Gobierno? ¿Se convencerá de la torpe política que, con el fin de asegurar su predominio, siguen allá los frailes? ¿Comprenderá de que precisamente en ellos está el peligro de que perdamos la colonia?» —Nuevo Régimen: Madrid, 3 de Diciembre de 1892.
    «Rizal sale para provincias y nadie le molesta ni vigila; pero cierto elemento que imprime clandestinamente hojas incendiarias contra sí mismo y contra España y las envia á los filipinos ilustrados ó acaudalados, para que se les crea desafectos á España, logra introducir en el equipaje de Rizal un paquete de aquellos impresos, y cuando él, inocente, viajaba por el interior, aparecía á los ojos del Conde de Caspe como traidor, y el General publica el decreto de deportación anhelado por los frailes, después de hacer registrar los domicilios de los anticlericales, inútilmente en muchos de ellos. — El timo al General ha estado admirablemente preparado, y Despujol ha caido vencido». [M. H. del Pilar.] —La Solidaridad, num. 86; Madrid, 1.º Septiembre 1892.
    En el mismo número del mencionado quincenario, órgano de los filipinos progresistas: «Adormeció á los filipinos la confianza en la rectitud del general Despujol, y cuando menos lo pensaban surgió el timo de las proclamas incendiarias que manos habilidosas lograron introducir en el equipaje de Rizal para determinar su deportación gubernativa y los procedimientos inquisitoriales que el caso requiere».
    La misma Solidaridad, al dar cuenta de la muerte de Fr. José Rodriguez, agustino, dijo (núm. 112: Madrid, 30 Septiembre 1893):
    «Atribúyesele el mérito de haber dotado de una imprenta al Asilo de huérfanos encomendado á su dirección; y á la verdad son dignos de aplauso los esfuerzos que ha hecho el P. Rodríguez para sacar casi de la nada un establecimiento tipográfico en dicho Asilo. Esta imprenta, con el trabajo de los niños asilados, es la que más ha popularizado al P. Rodríguez en su campaña contra toda idea que signifique progreso. No era extraño, pues, que muchos pensaran en el P. Rodríguez al ser denunciada esta imprenta, en tiempo del general Despujol, como centro productor de ciertas proclamas que entonces soliviantaban los ánimos en aquella sociedad.
    »Pulularon en el país proclamas incendiarias contra España y los frailes; excitaciones sangrientas contra éstos y la integridad española, venían á significar en último término que en Filipinas el odio al fraile implicaba odio á España; que la política española debía inspirarse allí en las conveniencias de las órdenes monásticas. Era evidente que el provecho de las proclamas, si resultaba, debía redundar en beneficio del fraile; y fué denunciada la imprenta creada por el P. Rodriguez en el Asilo do huérfanos, como el establecimiento donde se confeccionaban las proclamas. La Autoridad judicial procedió al registro del establecimiento; y aunque para nosotros fuera, ó debiera ser un misterio el resultado de la diligencia practicada por el juez Sr. Rodríguez Bérriz, podremos asegurar que el P. José Rodríguez era incapaz de autorizar con su concurso aquella maquiavélica superchería.
    »El P. Rodríguez hubiera podido derramar alguna luz en el proceso criminal formado sobre este asunto. Es proverbial la veracidad del P. Rodriguez; místico y sin apego á las componendas de la vida real, su declaración hubiera sido el reflejo fiel de su conciencia. ¿Hubieran comprometido sus palabras á ciertas entidades poderosas del país? ¿Las hubiera enaltecido? Nada de eso sabemos. El caso es que murió el P. Rodríguez y con él desapareció de la escena un testigo de excepcional importancia.
    »¿De qué ha muerto el P. Rodriguez? No se tenía noticia de que hubiese estado enfermo; vivía tan robusto y tan lleno de salud. Cuando con las circunstancias expuestas ocurre un fallecimiento tan repentino como inesperado, la opinión se muestra recelosa y no perdona hipótesis para explicar la causa ocasional de la muerte. Con motivo de la del P. Rodríguez, las cartas que recibimos de Manila revelan la preocupacion general que ha ocasionado al pais este acontecimiento»…
    A estas citas podríamos añadir otras muchas, todas por el estilo. Tan graves acusaciones no fueron por nadie contestadas, que sepamos.
  47. Véase la Sensacional Memoria tantas veces citada.
  48. En la primera carta confidencial que el Comandante político-militar de Dapitan, D. Ricardo Carnicero, dirigió al general Despujol, relativa al deportado D. José Rizal (Dapitan, 30 Agosto 1892), léese, reproduciendo palabras dichas por éste á aquél:— «Tengo la completa seguridad que los papelitos que dicen haberse encontrado entre las almohadas de mi hermana, han sido puestos en Manila, y pertenecían á los muchos ejemplares que hacía unos días se habían remitido [desde Hong-Kong] á la Capital, para su distribución entre los amigos.» — Nótese, primero, que las proclamas no fueron halladas en ningún bulto cerrado, sino en un lío de almohadas, que probablemente iría envuelto con un petate; y segundo, que las proclamas de que se trata debían de proceder de las que en Hong-Kong se hacían, y no del Asilo de Malabón.
  49. Así en las cartas de Manila publicadas en algunos diarios de Madrid, tales como La Epoca, El Movimiento Católico, La Unión Católica, El Día, La Justicia y algún otro. — Conste, sin embargo, que ningún corresponsal afirma haber comprobado por sí mismo los hechos que relata.
  50. Dedicó al asunto varios artículos. No podemos sustraernos al deseo de reproducir uno de ellos íntegramente, debido á la pluma del hábil periodista y abogado tagalo D. Marcelo H. del Pilar: bajo el epígrafe Contraproducente, escribió lo que sigue:
    «Pretender, en Filipinas, reformar una cosa, es embarcarse para una mala navegación. Así decía Rizal en un número de esta Revista; así le ha sucedido al fin en cuanto regresó á dicho país.
    »En sus obras literarias Noli me tángere y El Filibusterismo, quiso presentar á los ojos de España los obstáculos de su engrandecimiento en Filipinas; puso de relieve los peligros que amenazan la integridad nacional, y por toda recompensa á sus desvelos obtuvo un pasaje gratis para una funesta navegación á la isla de Mindanao, para un tiempo ilimitado. Aunque semejante penalidad es de la clase abictiva y de carácter expiatorio, se la impusieron sin su audiencia previa, sin dejarle expedito el derecho de defenderse. No se empleó más requisito que el encarcelamiento del acusado con rigurosa incomunicación, y á la primera oportunidad se le embarcó para el punto de su relegación.
    »Inspirándose en dicho decreto, se desataron en improperios contra Rizal algunos periódicos de la corte; el desconocimiento de los unos y la mala fe de los otros, proclamaron que dicho escritor fué deportado por filibustero, por separatista, por conspirador contra la integridad española en las Islas Filipinas. Así se escribe la historia.
    »Afortunadamente la prensa de Manila y de Madrid publicó íntegro el decreto de deportación; lo hemos leído y releído analizando sus resultandos y considerandos; hemos admirado el alarde de irreflexión y ensañamiento que caracteriza su destemplado lenguaje, deplorando de todas veras el tremendo ridículo que su publicación proporcionó al Sr. Despujol; y dígase lo que se quiera, los esfuerzos del que lo redactó, no han llegado á formular contra Rizal cargo concreto de filibustero.
    »Resultan, sí, verdaderos conatos de formularlo, se aventuran frases más o menos intencionadas; pero ya se sabe: en las determinaciones oficiales no valen reticencias; los cargos sólo se entienden formulados cuando se consigna sin vaguedades el hecho concreto que los determina.
    »Cuando la Autoridad, al justificar precisamente su veredicto condenatorio, no se atreve á apreciar en sus considerandos el atentado á la patria que hubiese podido constituir el cargo de filibusterismo, es preciso convenir en que no lo conceptúa existente y su conciencia rechaza la responsabilidad de una falsa afirmación.
    »Arrancar de los peches filipinos el tesoro de la santa fe católica; tal es el cargo que el Sr. Despujol formula concretamente; tal es el hecho concreto en que funda su veredicto contra D. José Rizal. Es un cargo de lesa religión; de lesa patria, no.
    »Que al formular ese cargo, agregó el general Despujol, que la religión católica es «vínculo inquebrantable de la integridad nacional en Filipinas». Afirmación es ésta que si es un dogma para el general Despujol, se la hemos de respetar, como respetamos en sus creencias á toda conciencia honrada. Pero de ahí á alterar la naturaleza del cargo que formula, declarar vulnerada la patria al entender vulnerado el catolicismo, creemos que no lo pretendió el Sr. Despujol, ni su autoridad logrará identificar lo que diversifican las leyes vigentes de Filipinas y los elementos constitutivos de aquella población.
    »Para la legalidad vigente en el Archipiélago, la religión católica es la religión del Estado, pero no es obligatoria á los habitantes del país. El Código penal de aquella región, reserva al catolicismo la supremacia religiosa y el derecho exclusivo á la manifestación pública y propaganda pública; pero lejos de imponer sus doctrinas ni el ejercicio de su culto, sanciona y garantiza la respetabilidad de las otras creencias religiosas, á despecho de los exclusivismos del dogma católico. (Art. 219 á 227.)
    »Aparte de ese estado de derecho religioso, tenemos que Filipinas se compone de poblaciones religiosamente hetereogéneas. La hetereogeneidad religiosa de allá está más acentuada que la de acá, donde al frente del catolicismo romano, apenas si milita un protestantismo más o menos platónico, religión cristiana al fin, que no dista mucho del catolismo romano. En Filipinas es más profunda la división religiosa: unas poblaciones son de infieles idólatras, otras de musulmanes, cuyas creencias son incompatibles con todas las que predica el cristianismo en sus diferentes formas y confesiones; y de prevalecer la teoría de que el catolicismo es el vínculo nacional en Filipinas, las poblaciones no católicas, las que ni siquiera son cristianas, y, sobre todo, las politeistas, tienen que estar excluídas de la comunidad española.
    »Verdad es que los frailes tienen el compromiso de extender á esas comarcas la fe católica; verdad que se ordenan con ese solemne voto; pero tenemos que estos misioneros disfrutan de hecho, aunque no de derecho, beneficios seculares curados, como las parroquias en pueblos cristianos. Si las misiones sólo proporcionan trabajos sin utilidades pecuniarias, si las parroquias producen pingües rendimientos, riqueza, poder, lujo y comodidades, ¿es lógico esperar de ellos que abandonen espontáneamente la opulencia parroquial por servir la misión cristianizadora entre los gentiles?
    »Es un hecho la perpetuidad del gentilismo en inmensas comarcas de Filipinas; las conveniencias monacales abonan la lógica de tal perpetuidad. Si el Sr. Despujol fuese consecuente con la teoría de que la fe católica es allí el vínculo de la nacionalidad española, ¡menudo conflicto se armaría en su propia conciencia cuando quiera colocarse á la altura de su misión! O consideraría en suspenso los derechos metropolíticos de España sobre las poblaciones no católicas, ó tendría que obligar á los frailes que cumplan con el deber de cristianizarlas, entregando las parroquias á la Autoridad episcopal para proveerlas con arreglo á los sagrados cánones y al derecho de Patronato.
    »No hará lo primero el Sr. Despujol, le consideramos incapaz de atentar contra los derechos de la patria; pero, ¿sería capaz de hacer lo segundo? ¿Tendrá suficiente energía para exigir y obtener el cumplimiento de las leyes que determinan la verdadera misión de los frailes en Filipinas? Desengáñese el general Despujol, y recuerde si el catolicismo fanático é incondicional ha podido conservar la integridad española en la América continental. Allí el catolicismo está más arraigado que en Filipinas; en la República del Ecuador, hasta los regimientos toman denominaciones místicas, como las de «Húsares de la Santísima Virgen», «Cazadores de los Doce Apóstoles», etc., etc., y con todo, la bandera española desapareció de allí.
    »Santa y veneranda es la religión católica; pero esencialmente cosmopolita, y dada la instabilidad de sus conveniencias materiales, no puede ser «vínculo inquebrantable» de determinada relación metropolítico-colonial. Puede un día convenirle la integridad de esa relación; puede otro día convenirle la independencia de las colonias, cuando no la sustitución de una Metrópoli por otra. ¿No le ha convenido la independencia de colonias hispano-americanas donde actualmente impera? En el mismo Archipiélago filipino, ¿no se declaró hace poco por la bandera inglesa? ¿No se determinó á arriar la bandera española, ante la promesa de respetar los ingleses la religión católica?
    »En resumen: el estado de derecho religioso creado en Filipinas, la hetereogeneidad religiosa de sus poblaciones, el estacionamiento de la misión cristianizadora de los frailes, las lecciones de la historia, las conveniencias, en fin, de la patria y de las instituciones, protestan de consuno contra la teoría político-religionista del Sr. Despujol.
    »Respétese en buen hora la fe catolica, castíguese, si no la falta de fe, la ofensa á la fe; pero es injusto, ilegal y arbitrario, sacar el Cristo de la integridad nacional por cualquier molestia de los elementes religiosos.
    »La deportación de Rizal se fundó en el cargo de «arrancar de los pechos filipinos el tesoro de la santa fe catolica», y, por consiguiente, no puede tener otro alcance su castigo más que el de una medida de desagravio á la religión que la Autoridad juzgó ofendida.
    »¿Cómo y en qué términos se ha conceptuado la ofensa á la religión del Estado? Los resultandos del superior decreto bien claro lo explican: que durante la ausencia de Rizal se han introducido en Filipinas proclamas que, sin ser anticatólicas, eran antimonacales; que al regreso de Rizal se descubrió en su equipaje un fajo de impresos titulados ¡Pobres frailes! que satirizaban la… dadivosa mansedumbre de la piedad filipina. Tenemos, pues, que aunque intacto el tesoro de la fe católica, se ofende á la religión cuando se toca el de la fe dadivosa. El dogma de las dádivas es intangible, bajo pena de encarcelamiento y deportación.
    »Quedamos enterados. El decreto que examinamos nos enseña que la religión dominante en el Archipiélago tiene dos ramas: el catolicismo y el utilitarismo. Aunque se respete el primero, la sátira al segundo hiere profundamente á la santa fe.
    »No hemos de refutar doctrina tan superior á nuestra pobre inteligencia; pero entendemos que vincular en el utilitarismo religioso la integridad española, sería embarcarla para una mala navegación.M. H. del Pilar Gatmaitan..» —La Solidaridad: Madrid, 15 Septiembre 1892.
  51. Sic. Consta así en el London and China Telegraph, núm. citado.
  52. La Liga Filipina. — «Esperando alcanzar de España las reformas que el estado del país reclamaba, Rizal, en unión de algunos filipinos prestigiosos, formó la Liga Filipina, sociedad que se proponía trabajar por la instrucción pública, por la abolición del poder monacal, por la representación de Filipinas en el Congreso de la Metrópoli, y para conseguir el fin, que se aplicara en la colonia la legislación vigente en la madre patria, inspirándose en lo que entonces se llamaba política de asimilación.» —T. H. Pardo de Tavera: Reseña histórica de Filipinas: Manila, Bureau of Printing, 1906; pág. 73.
  53. Valentín Díaz, ilocano, de unos cuarenta años entonces; fué de los más ardientes propagandistas del Katipunan.
  54. Según declaración de José Dizón —Retana, Archivo, III, 202. — Lo confirma Reyes, Sensacional Memoria, pág. 69.
  55. José Dizón, su declaración citada en la nota precedente.
  56. La Sensacional Memoria, pág. 69.
  57. «Marcelo H. del Pilar, el más inteligente, el verdadero verbo de los separatistas, muy superior á Rizal…» —General Blanco: Memoria que al Senado dirige…; Madrid, 1897, pág. 75.
  58. Véanse en qué términos establece el paralelo el caracterizado escritor filipino D. Isabelo de los Reyes en su Memoria citada:
    «La Liga fué fundada por Rizal; tenía humos de docta, y no podía tolerar que también la plebe se permitiese el lujo de formar sociedad clandestina [el Katipunan], pues ella creía que éste era el patrimonio exclusivo de los filipinos ilustrados. Y por el contrario, los katipuneros les decían: «Vosotros sois sabios todos, y donde hay sabios, las discusiones frecuentes lo esterilizan todo; por eso no queremos admitir á los doctos en nuestra sociedad, á no ser con la condición de obedecer y callar, siempre trabajando.»
    »La Liga era partidaria de conseguir la asimilación política y absoluta de Filipinas con España por medio de procedimientos legales, extendiéndose á una protección mutua entre los asociados, en lo comercial, industrial y agrícola, por medio de tiendas industriales y reunión de pequeños capitales para establecer un Banco que librase de usuras á los filipinos. Apenas si duró seis meses escasos y desapareció bajo sus propias discusiones y egoísmos… Lo que no logró el Sr. Rizal con su Liga, consiguió el humilde almacenero Andrés Bonifacio con sus lavanderos, zacateros, campesinos y soldados rasos». —Páginas 80 y 81.
    La Liga murió apenas nacida; renace, como ya veremos, en 1893, en memoria de Rizal, pero sin que en este renacimiento tuviera Rizal arte ni parte; dura poco, y de sus cenizas surgen los Compromisarios, que, como los de la Liga, desenvolviéronse paralela, pero independientemente, de la Masonería y del Katipunan. Claro que en el fondo habla cierta conexión entre todos los afiliados á dichas Sociedades; pero no en los fines. El citado Sr. Reyes plantea en estos términos la clasificación correspondiente, con la cual nos hallamos muy conformes; dice Reyes:
    «Masón, venía á significar enemigo del fraile en general, pero no antiespañol, por lo cual comulgaban con ellos varios españoles, de cuyo auxilio esperaban los filipinos la concesión de los derechos políticos.
    »Liguero ó Compromisario, tenía marcadamente más color filipino que español; si vamos á decir la verdad, porque los filipinos todos estaban resentidos de los españoles en general, pero ninguno aún pensaba en la independencia, que creía todavia imposible.
    »Katipunero, era decididamente partidario de la sublevación.» —La Sensacional Memoria, pág. 88.
    Rizal, como habrá visto el lector, sobre no haber inspirado la creación del Katipunan, no formó, ni pudo, entre los afiliados á esta secta.
  59. Declaraciones de Antonio Salazar, prestadas en 18 y 22 de Septiembre de 1896. —Retana: Archivo, iii, págs. 162 y 191, respectivamente.
  60. «Los frailes han conseguido confundir su causa con la de España, y viendo los patriotas que hasta Terrero y Despujol, que por su rectitud les habían inspirado confianza, al fin les perseguian, de antifrailes se convirtieron en antiespañoles.» —Isabelo de los Reyes: La Sensacional Memoria, påg. 70.