Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXXIX

CAPÍTULO XXXIX
vuelta á sophopolis

Durante nuestro viaje, largo y penoso, y lleno de curiosas aventuras, se ha estableoido entre Seele y yo una confianza mucho mayor que la que puede existir entre dos seres de fuerzas desiguales. Solemos darnos el tratamiento de "amigo" pero por fórmula, por costumbre, pues la amistad en su valor absoluto, no puede existir, ó á lo ménos no puede ser duradera entre dos individuos cuyas fuerzas no están equilibradas: el rey jamás será amigo del artesano, ni el noble del plebeyo, ni el rico del pobre, ni el fuerte del débil, ni la mariposa de la golondrina, ni la paloma del milano, ni la liebre del galgo, ni el gato del perro, ni Nic-Nac de Seele. . . .

En una de esas largas conversaciones que hemos tenido en nuestro viaje aéreo, me ha comunicado Seele noticias tristísimas, noticias que han venido á aumentar la vaga melancolía que se ha apoderado de mí despues de aquella carta en que el Doctor me daba cuenta de los presentimientos que le abrumaban.

¡Pobre Doctor! su destino es atroz!

¿Cómo no quereis que yo sufra cuando él sufre, si somos amigos? y esta amistad, fundada en la igualdad de condiciones individuales, durará sensible mientras estas existan, y cuando desaparezcan, durará latente. Yo quise morir en la Tierra y él me firmó la sentencia; él, que talvez quería morir, murió tambien y voló conmigo, espíritu-imájen, al planeta Marte.

Los vínculos se han estrechado á la distancia y hoy vuelvo á su hogar, llevándole un rico caudal de amistad y de consuelo.

¡Pobre doctor! su destino es atroz!

—"Decidme maestro, ¿cuantas veces veremos el sol en el zenit antes de llegar á Sophopolis?"

—"Ninguna, si así os agrada."

—"Podemos hacer abstracion de la distancia?"

—"Si, como habeis hecho de lo penetrable cuando examinabais á Psique."

—"Y porqué no hicimos esa abstraccion en nuestro viaje de tantos años?"

—"Para fortalecer en vos la paciencia, al mismo tiempo que para instruiros durante las aereas peregrinaciones.

—"Gracias, maestro;—sois incomprensible."

—"Me llamo Seele, y este nombre lo explica."

—"Lo que me hace creer que se acerca un momento supremo."

—"Sí, sí; pero mirad..."

Miré y vi un resplandor confuso en el lejano horizonte.

Y seguimos volando, volando, como aves mensajeras de paz hácia aquel laberinto de destellos rosados y verdes pálidos.

Descendimos hácia la superficie del planeta, sin llegar á ella y reconocí la llanura que ántes cruzára con Seele cuando nos alejamos de Sophopolis.

Momentos despues tocamos con nuestro pié el blando cesped que la cubria. Nuestros cuerpos reaparecieron evocados por Seele y continuamos caminando precipitadamente hácia el resplandor ya cercano.

—"Que es eso maestro! decídmelo Seele! ¿que significa este fenómeno extraño?

—"Significa," repuso Seele, significa que vamos á ser testigos de una gran catástrofe."

—"Ah! es inútil que me digais de qué nataruleza!"

Horror!

Sophópolis es presa de las llamas! Un incendio terrible devora la ciudad de los sábios!

¡Qué inmensa evaporacion sin que intervenga el gran sacerdote!