Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/VIII

CAPÍTULO VIII
misterios

—"¿Sabeis, maestro, que observo algo muy curioso?"

—"Decidlo."

—"Cuando mi espíritu-imájen flotaba en el éter, me creia dotado del atributo de la omnisciencia, y ahora, en este desierto, me considero mas ignorante que en la Tierra."

—"Es porque no estais habituado aún al cuerpo que aprisiona vuestro espíritu;—quizá en breve tiempo ois oiré lo contrario."

—"Porqué, señor Seele?"

—"Porque uno de los caractares esenciales de los habitantes de Marte es la arrogancia intelectual, la que por otra parte está perfectamente justificada, pues sus adelantos, superiores á los de la Tierra, han sido conquistados á fuerza de numerosos sacrificios que hoy los colocan á la altura de la primera civilizacion planetaria."

—"¿Hay acaso habitantes en Marte?"

—"Lo dudais, señor Nic-Nac? Nosotros mismos lo somos en este instante. pues ya veis que no sois un simple espíritu-imájen, sino un espíritu encerrado en una forma material. ¿No observais un fenómeno curioso respecto del peso de vuestro cuerpo?"

—"Absolutamente ninguno."

—"Y pesais no obstante la mitad menos que en la Tierra...."

—"Recuerdo sí, que en la Tierra franqueaba las distancias en doble tiempo que el que empleo ahora, pero no observo que haya disminuido el peso de mi cuerpo."

—"Pues precisamente en esa rapidez del movimiento actual podeis reconocer el peso disminuido á la mitad, y es porque en el planeta Marte la atraccion es la mitad menos que en la Tierra. Pero ya distingo la nevada cima del Monte...... ¿quereis que le demos un nombre igual al de alguno de los de la Tierra? En sus entrañas esconde riquísimas minas de oro."

—"Lo bautizamo con el de Nevado de Famatina?"

—"Excelente. Pues allá en el horizonte del Norte distingo la blanca cima del Nevado de Famatina, ¿la veis?"

—"Sí, señor Seele, y observo con sorpresa que es muy semejante al de la República Argentina"

—"Teneis razon; pero vuestra sorpresa será mayor cuando sepais que hemos tocado la superficie de Marte en el continente occidental."

—"Verdad?"

—"Y en la Nic-Naquia Meridional."

—"¡Qué coincidencia!"

—"En el hemisferio austral."

—"Mayor aún!"

—"En una llanura inclinada de Noroeste á Sudeste, en cuyo límite occidental se levanta una cadena de magníficas montañas."

—"Os chanceais, maestro."

—"Y detrás de esa cadena...."

—"¿Qué hay?"

—"Un país que parece la hoja de una espada, á la que los habitantes de éste llaman Nacion Transmontana."

—"Y cómo se llama este pais que actualmente cruzamos?"

—"Já, já! sois muy curioso, señor Nic-Nac."

Verdaderamente Seele no era ya un espíritu-imájen revistiendo aquellos caracteres que le adornaban en la Tierra cuando era Federico Alma, ó Friedrich Seele....... cuando era medium.

—"¿No observais otro carácter en la Flora de esta rejion, señor Nic-Nac?"

—"Gramineas! ¡gramineas! leguminosas herbáceas!"

—"¿Y en la Fauna?"

—"En nombre del Ser Supremo! explicadme estos misterios, señor Seele; aquí veo el..... pero nó,— no quiero ver sino la deslumbrante cumbre del Famatina."

Llegamos al pié del Nevado que levanta atrevidamente su blanca cima, sacudiendo al huracan y á las tormentas la nieve que la cubre con helado sudario.

Y tendiendo la vista al Occidente, percibimos la inmensa cadena que limita en esa parte un valle espléndido por su aspecto y por sus aromas, valle que recibe sus aguas abundantes de las nieves derretidas al contacto de la piedra, y estas aguas, al desbordarse, torrentes impetuosos, inundan el valle, sin apagar la vida en los bosques de Naranjos, de Mirtos, de Laureles y de Limoneros, que perfuman el ambiente de aquel encantado Eden Marcial.

Una vegetacion poderosa, hija del calor, de la luz y de la humedad, surje por doquiera, y hasta en las rocas brotan Flores del aire, preciosos Musgos y caprichosos Líquenes, como si un exceso de vida desafiara al helado gigante que limita el oriente de aquel valle.

Y en tanto que las borrascas sacuden al coloso, y arrancándole hebra por hebra de su blanca melena, las arrastran hasta el fondo del valle, las brisas mas suaves y mas tibias acarician los bosques de Limoneros que brotan en este, para mas tarde, ondas de perfumes, trepan las faldas escarpadas del Nevado, llevándole un tributo paradíseo.