Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/IV
el torbellino
Libre! libre!
Lo siento y lo comprendo, pero lo comprendo y lo siento con los sentidos del alma, cuya fuerza se desarrolla á medida que me alejo del centro de mi accion antes mortal.
La noche va girando alrededor de la Tierra á semejanza del rayo de una rueda, y los continentes y los mares se envuelven un momento entre la sombra, para reaparecer luego palpitantes de vida y de luz.
De vida!—de luz!
¿Qué es la vida de la Tierra comparada con la vida del espíritu en el éter?
¿Qué es la luz sobre los mares, junto á estos átomos luminosos que centellean en turno mio, y que no son sino otros tantos espíritus integrantes del alma universal?
Su inmenso torbellino me arrastra léjos del mundo en que hé vivido; pero aunque casi tengo ya el don de la omnisciencia, ignoro por completo á donde vuela la nube de espíritus, entre cuyas luces flota el mio.
Torrente vertiginoso, su fuerza solo es calculable por el conjunto.
Mi libertad no es completa aún, porque todavía no me encuentro esencialmente desligado de los vínculos terrenales—las afecciones se conservan vagamente, aunque á medida que me alejo van perdiendo su fuerza primitiva y llegará el instante en que, absolutamente privado de ellas, sienta toda la gloria de la libertad suprema de las almas.
¿A dónde vas espíritu mio, arrastrado por el torbellino etéreo?
Me alejo... me alejo sin cesar.
El torbellino gira, ondula, se desborda, fluctúa y se aleja, y con él se alejan, fluctúan, se desbordan, ondulan y giran los espíritus, á semejanza de una niebla de luz arrastrada por un soplo divino.
Hemos franqueado los confines del mundo, allí donde termina el aire que respiran los mortales, y el eter, el espacio sin límites, se abre á mis sentidos, á mi espíritu-imájen, ya libre de los afectos terrenales.
Y el torbellino gira, ondula, se desborda, fluctúa y se aleja, y con él se alejan, fluctúan, se desbordan, ondulan y giran los espíritus, á semejanza de un polvo luminoso y animado impelido al infinito por la voz de la eternidad.