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cubierta de poetas, mercancia
de quíen ay saca en Calicut y en Goa.
Tomole al roxo dios alferecia,
por ver la muchedumbre impertinente
que en socorro del monte le venia,
y en silencio rogo, devotamente,
que el vaso naufragasse en un momento,
al que govierna el humido tridente.
Uno de los del numero hambriento
se puso en esto al borde de la nave,
al parecer mohino y mal contento,
y en voz que, ni de tierna, ni suave
tenia un solo adarame, gritando,
dixo, tal vez colerico, y tal grave,
lo que impaciente esTuve yo escuchando,
porque vi sus razones ser saetas,
que Juan mi alma y coraçon clavando.
«¡O tu, dixo, traydor, que los poetas
canonizaste de la larga lísta,
por causas y por vias indirectas!
»¿Donde tenías, Magançes, la vista
aguda de tu ingenio, que asi ciego
fuíste tan mentiroso coronista?
»Yo te confieso, ¡o Barbaro!, y no niego,
que algunos de los muchos que escogiste
sin que el respeto te forçasse, o el ruego,
»en el deuido punto los pusiste,
pero con los demas, sin duda alguna,
prodigo de alabanças anduviste.
»Has alçado a los cielos la fortuna
de muchos que en el centro del olvido,
sin ver la luz del sol ni de la luna,
»yazìan; ni llamado, ni escogido,
fue el gran Pastor de Yberia, el gran Bernardo,
que de la Vega tiene el apellido.
»Fuiste embidioso, descuydado y tardo,
y a las Ninfas de Henares y pastores,
como a enemigos les tiraste un dardo,
»y tienes tu poetas tan peores
que estos en tu rebaño, que imagino
que han de sudar, si quieren ser mejores.
»Que si este agravio no me turba el tino,
siete trovistas desde aqui diviso,
a quien suelen llamar de torbellino,
»con quien la gala, discrecion y aviso
tienen poco que ver, y tu los pones
dos leguas mas alla del parayso.
»Estas quimeras, estas invenciones
tuyas, te han de salir al rostro un dia,
si mas no te mesuras y compones.»
Esta amenaza y gran descortesia
mi blando coraçon llenó de miedo,
y dio al traves con la paciencia mia,
y bolviendome a Apolo, con denuedo
mayor del que esperava de mis años,
con voz turbada, y con semblante azedo,
le dixe: «con bien claros desengaños
descubro que el servirte me grangea
presentes mìedos de futuros daños.
»Haz, ¡o señor!, que en publico se lea
la lista que Cilenio llevó a España,
porque mi culpa poca aqui se vea.
»Si tu deidad en escoger se engaña,
y yo solo aprove lo que el me dixo,
¿porque este simple contra mi se ensaña?
»Con justa causa y con razon me aflixo
de ver cómo estos barbaros se inclinan
a tenerme en temor duro y prolixo;
»unos, porque los puse, me abominan;
otros, porque he dexado de ponellos,
de darme pesadumbre determinan.
»Yo no se cómo me avendre con ellos;
los puestos se lamentan, los no puestos
gritan, yo tiemblo destos y de aquellos.
»Tu señor, que eres dios, dales los puestos
que piden sus ingenios: llama y nombra
los que fueren mas abiles y prestos.
»Y, porque el turbio miedo que me asombra,
no me acabe, acabada esta contienda,
cubreme con tu mano y con tu sombra,
»o ponme una señal por do se entienda
que soy hechura tuya y de tu casa,
y assi no avra ninguno que me ofenda.»
«Buelve la vista, y mira lo que passa»;
fue de Apolo enojado la respuesta,
que, ardiendo en ira, el coraçon se abrasa.
Boluíla, y ví la mas alegre fiesta,
y la mas desdichada y compasiva
que el mundo vio, ni aun la vera qual ésta.
Mas no se espere que yo aqui la escriva,
sino en la parte quinta, en quien espero
cantar con voz tan entonada y víva,
que piensen que soy cisne y que me muero.
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