V
​Viaje del Parnaso​ de Miguel de Cervantes
VI
VII

    De una de tres causas los ensueños
se causan, o los sueños, que este nombre
les dan los que del bien hablar son dueños:
    primera, de las cosas de que el hombre
trata mas de ordinario; la segunda,
quiere la medicina que se nombre,
    del humor que en nosotros mas abunda;
toca en revelaciones la tercera,
que en nuestro bien mas que las dos redunda.
    Dormi, y soñe, y el sueño la tercera
causa le dio principio suficiente
a mezclar el ahito y la dentera.
    Sueña el enfermo, a quien la fiebre ardiente
abrasa las entrañas, que en la boca
tiene de las que ha visto alguna fuente,
    y el labio al fugitiuo cristal toca,
y el dormido consuelo imaginado
crece el deseo, y no la sed apoca.
    Pelea el valentissimo soldado,
dormido casi al modo que despierto
se mostro en el combate fiero armado.
    Acude el tierno amante a su concierto,
y en la imaginacion dormido llega,
sin padecer borrasca, a dulce puerto.
    El coraçon el avariento entrega
en la mitad del sueño a su tesoro,
que el alma en todo tiempo no le niega.
    Yo, que siempre guardé el comun decoro
en las cosas dormidas y despiertas,
pues no soy troglodita, ni soy moro,
    de par en par del alma abri las puertas,
y dexé entrar al sueño por los ojos,
con premissas de gloria y gusto ciertas.
    Gozé durmiendo quatro mil despojos
(que los conté sin que faltasse alguno)
de gustos que acudieron a manojos.
    El tiempo, la ocasion, el oportuno
lugar correspondían al efecto,
juntos y por si solo cada uno.
    Dos horas dormi y mas a lo discreto
sin que imaginaciones ni vapores
el celebro tuviessen inquieto.
    La suelta fantasía entre mil flores
me puso de un pradillo, que exhalava
de Pancaya y Sabea los olores.
    El agradable sitio se llevava
tras si la vista, que, durmiendo, Viva
mucho mas que despierta se mostraba.
    Palpable vi... mas no se si lo escriva,
que a las cosas que tienen de impossibles
siempre mi pluma se ha mostrado esquiva;
    las que tienen vislumbre de posibles,
de dulces, de suaves y de ciertas,
esplican mis borrones apazibles.
    Nunca a disparidad abre las puertas
mi corto ingenio, y hallalas contino
de par en par la consonancia abiertas.
    ¿Cómo pueda agradar un desatino,
si no es que de proposito se haze,
mostrandole el donaire su camino?
    Que entonces la mentira satisfaze,
quando verdad parece, y está escrita
con gracia, que al discreto y simple aplaze.
    Digo, Bolviendo al quento, que infinita
gente vi discurrir por aquel llano
con algazara plazentera y grita;
    con abito decente y cortesano,
algunos a quien dio la hipocresia
vestido pobre, pero limpio y sano;
    otros, de la color que tiene el dia
quando la luz primera se aparece
entre las trenças de la aurora fria.
    La variada primavera ofrece
de sus varias colores la abundancia,
con que a la vista el gusto alegre crece.
    La prodigalidad, la exorbitancia
campean juntas por el verde prado,
con galas que descubren su ignorancia.
    En un trono, del suelo levantado,
do el arte a la materia se adelanta,
puesto que de oro y de marfil labrado,
    una donzella vi, desde la planta
del pie hasta la cabeça assi adornada,
que el verla admira y el oirla encanta.
    Estava en el con magestad sentada,
giganta al parecer en la estatura,
pero, aunque grande, bien proporcionada.
    Parecia mayor su hermosura
mirada desde lexos, y no tanto,
si de cerca se ve su compostura.
    Lleno de admiracion, colmo de espanto,
puse en ella los ojos, y vi en ella
lo que en mis versos desmayados canto.
    Yo no sabre afirmar si era donzella,
aunque he dicho que si, que, en estos casos,
la vista mas aguda se atropella.
    Son, por la mayor parte, siempre escasos
de razon los juizios maliciosos
en juzgar rotos los enteros vasos.
    Altaneros sus ojos y amorosos
se mostraban con cierta mansedumbre,
que los hazia en todo extremo hermosos.
    Ora fuese artificio, ora costumbre,
los rayos de su luz tal vez crecian,
y tal vez davan encogida lumbre.
    Dos ninfas a sus lados assistian,
de tan gentil donaire y apariencia,
que, miradas, las almas suspendian.
De la del alto trono en la presencia
desplegauan sus labios en razones,
ricas en suauidad, pobres en ciencia.
    Levantavan al cielo sus blasones,
que estavan, por ser pocos, o ningunos,
escritos del olvido en los borrones.
    Al dulce murmurar, al oportuno
razonar de las dos, la del asiento,
que en belleza jamas le igualó alguno,
    luego se puso en pie y, en un momento,
me parecio que dio con la cabeça


mas alla de las nubes, y no miento.
    Y no perdio por esto su belleza,
antes, mientras mas grande, se mostraba
igual su perfeccion a su grandeza.
    Los braços de tal modo dilataua,
que, de do nace a donde muere el dia,
los opuestos estremos alcançava.
    La enfermedad llamada hydropesia,
asi le hincha el vientre, que parece
que todo el mar caber en el podia.
    Al modo destas partes, asi crece
toda su compostura, y no por esto,
qual dixe, su hermosura desfallece.
   Yo, atonito, esperava ver el resto
de tan grande prodigio, y diera un dedo
por saber la verdad segura, y presto.
    Uno, y no sabre quién, bien claro y quedo
al oydo me habló, y me dixo: «espera,
que yo dezirte lo que quieres puedo.
    Esta que vees, que crece de manera
que apenas tiene ya lugar do quepa,
y aspira en la grandeza a ser primera:
    esta que por las nubes sube y trepa
hasta llegar al cerco de la luna,
puesto que el modo de subir no sepa,
    es la que, confiada en su fortuna,
piensa tener de la inconstante rueda
el exe quedo y sin mudança alguna.
    Esta, que no halla mal que le suceda,
ni le teme, atrevida y arrogante,
prodiga siempre, venturosa y leda,
    es la que, con disignio extravagante,
dio en crecer poco a poco hasta ponerse
cual ves en estatura de gigante.
    No dexa de crecer por no atreverse
a emprender las hazañas mas notables,
a donde puedan sus estremos verse.
    ¿No has oido dezir los memorables
arcos, anfiteatros, templos, baños,
termas, porticos, muros admirables,
    que, a pesar y despecho de los años,
aun duran sus reliquias y entereza,
haciendo al tiempo y a la muerte engaños?»
    «Yo, respondi por mi, ninguna pieça
de essas que has dicho dexo de tenella
clauada y remachada en la cabeça.
    »Tengo el sepulcro de la viuda bella,
y el Coloso de Rodas alli junto,
y la lanterna que sirvio de estrella.
    »Pero vengamos de quién es al punto
esta, que lo deseo»; «harase luego»,
me respondio la voz en baxo punto,
    y prosiguio diziendo: «a no estar ciego,
huvieras visto ya quién es la dama;
pero, en fin, tienes el ingenio lego.
    »Esta que hasta los cielos se encarama
preñada, sin saber cómo, del viento,
es hija del deseo y de la fama;
    »esta fue la ocasion y el instrumento,
el todo y parte de que el mundo viese,
no siete maravillas, sino ciento.
    »Corto numero es ciento: aunque dixese
cien mil y mas millones, no imagines
que en la cuenta del numero excediesse.
    »Esta conduxo a memorables fines
edificios que asientan en la tierra,
y tocan de las nuves los confines.
    »Esta, tal vez, ha levantado guerra
donde la paz suave reposava,
que en limites estrechos no se encierra.
    »Quando Mucio en las llamas abrasaua
el atrevido fuerte braço y fiero,
esta el incendio horrible resfriava.
    »Esta arrojó al romano cavallero
en el abismo de la ardiente Cueva,
de limpio armado y de luziente azero.
    »Esta tal vez, con maravilla nueva,
de su ambiciosa condicion llevada,
mil impossibles atrevida prueva.
    »Desde la ardiente Libia hasta la elada
Citia, lleva la fama su memoria,
en grandiosas obras dilatada.
    »En fin, ella es la altiva vanagloria,
que en aquellas hazañas se entremete
que llevan de los siglos la vitoria.
    »Ella misma a si misma se promete
triunfos y gustos, sin tener asida
a la calva ocasion por el copete.
    »Su natural sustento, su bevida,
es aire, y assi crece en un instante
tanto, que no ay medida a su medida.
    »Aquellas dos del placido semblante
que tiene a sus dos lados, son aquellas
que sirven a su maquina de Atlante.
    »Su delicada voz, sus luzes bellas,
su humildad aparente y las loçanas


razones, que el amor se cifra en ellas,
    »Las hazen mas divinas que no humanas,
y son (con paz escucha y con paciencia)
la adulacion y la mentira, hermanas.
    »Estas estan contino en su presencia
palabras ministrandola al oydo,
que tienen de prudentes apariencia,
    »y ella, qual ciega del mejor sentido,
no ve que, entre las flores de aquel gusto,
el aspid ponçoñoso está escondido,
    »y asi, arrojada, con desseo injusto,
en cristalino vaso prueva y beve
el veneno mortal, sin ningun susto.
    »Quien mas presume de advertido, prueve
a dexarse adular, vera quan presto
passa su gloria como el viento leve.»
    Esto escuché y, en escuchando aquesto,
dio un estampido tal la gloria vana,
que dio a mi sueño fin dulce y molesto.
    Y en esto descubriose la mañana,
vertiendo perlas y esparziendo flores,
loçana en vista y en virtud loçana.
    Los dulzes pequeñuelos ruiseñores,
con cantos no aprendidos, le dezian,
enamorados della, mil amores.
    Los silgueros el canto repetian,
y las diestras calandrias entonavan
la musica que todos componian.
    Unos del esquadron priessa se davan
porque no los hallasse el dios del dia
en los forçosos actos en que estavan;
    y luego se asomó su señoria,
con una cara de tudesco roxa,
por los valcones de la aurora fria,
    en parte gorda, en parte flaca y floxa,
como quien teme el esperado trance
donde verse vencido se le antoja.
    En propio toledano y buen romance,
les dio los buenos dias cortesmente,
y luego se aprestó al forçoso lance.
    Y, encima de un peñasco, puesto enfrente
del esquadron, con voz sonora y grave,
esta oracion les hizo de repente:
    «¡O espiritus felizes, donde cabe
la gala del dezir, la sutileza
de la ciencia mas docta que se sabe,
    »donde en su propia natural belleza
assiste la hermosa Poesia,
entera de los pies a la cabeza!
    »No consintais, por vida vuestra y mia
(mirad con qué llaneza Apolo os habla),
que triunfe esta canalla que porfia.
    »Esta canalla, digo, que se endiabla,
que, por darles calor su muchedumbre,
ya su ruyna o ya la nuestra entabla.
    »Vosotros, de mis ojos gloria y lumbre,
faroles do mi luz de asiento mora,
ya por naturaleza, o por costumbre,
    »¿aveys de consentir que esta embaidora,
hipocrita gentalla se me atreva,
de tantas necedades inventora?
    »Hazed famosa y memorable prueva
de vuestro gran valor en este hecho,
que a su castigo y vuestra gloria os lleva.
    »De justa indignacion armad el pecho,
acometed intrepidos la turba
ociosa, vagamunda, y sin provecho.
    »No se os de nada, no se os de una burba
(moneda berberisca, vil y baxa)
de aquesta gente que la paz nos turba.
    »El son de mas de una templada caxa,
y el del pifaro triste y la trompeta,
que la colera sube y flema abaxa,
    »asi os incite con virtud secreta,
que despierte los animos dormidos
en la facion que tanto nos apríeta.
    »Ya retumba, ya llega a mis oidos
del esquadron contrario el rumor grande,
formado de confusos alaridos.
    »Ya es menester, sin que os lo ruegue o mande,
que cada qual, como guerrero experto,
sin que por su capricho se desmande,
    »la orden guarde y militar concierto,
y acuda a su dever como valiente,
hasta quedar, o vencedor, o muerto.»
    En esto, por la parte de poniente,
parecio el esquadron casi infinito
de la barbara, ciega y pobre gente.
    Alçan los nuestros al momento un grito
alegre y no medroso, y gritan: «¡arma!»
«¡Arma!» resuena todo aquel distrito,
y, aunque mueran, correr quieren al arma.