III
Viaje del Parnaso
de Miguel de Cervantes
IV
V

    Suele la indignacion componer versos,
pero si el indignado es algun tonto,
ellos tendran su todo de perversos.
    De mi yo no se mas, sino que pronto
me hallé para dezir en tercia rima,
lo que no dixo el desterrado a Ponto.
    Y assi le dixe a Delio: «no se estima,
señor, del vulgo vano el que te sigue
y al arbol sacro del laurel se arrima.
    »La embidia y la ignorancia le persigue,
y assi, embidiado siempre y perseguido,
el bien que espera por jamas consigue.
    »Yo corté con mi ingenio aquel vestido,
con que al mundo la hermosa Galatea
salio para librarse del olvido.
    »Soy por quien La Confusa, nada fea,
parecio en los teatros admirable,
si esto a su fama es justo se le crea.
    »Yo, con estilo en parte razonable,
he compuesto comedias que, en su tiempo,
Tuvieron de lo grave y de lo afable.
    »Yo he dado en Don Quixote passatiempo
al pecho melancolico y mohino,
en qualquiera sazon, en todo tiempo.
    »Yo he abierto en mis Novelas un camino,
por do la lengua castellana puede
mostrar con propíedad un desatino.
    »Yo soy aquel que en la invencion excede
a muchos, y, al que falta en esta parte,
es fuerça que su fama falta quede.
    »Desde mis tiernos años amé el arte
dulce de la agradable poesia,
y en ella procuré siempre agradarte.
    »Nunca voló la pluma humílde mía
por la region satirica, baxeza
que a infames premios y desgracias guia.
    »Yo el soneto compuse que assi empieça,
por honra principal de mis escritos:
Boto a Dios que me espanta esta grandeza.
    »Yo he compuesto romanzes infinitos,
y el de los zelos es aquel que estimo,
entre otros, que los tengo por malditos.
    »Por esto me congoxo, y me lastimo
de verme solo en pie, sin que se aplique
arbol que me conceda algun arrimo.
    »Yo estoy, qual dezir suelen, puesto a pique
para dar a la estampa al gran Persiles,
con que mi nombre y obras multiplique.
    »Yo, en pensamientos castos y sotiles,
dispuestos en soneto de a dozena,
he honrado tres sugetos fregoniles.
    »Tambíen al par de Filis mi Filena
resonó por las selvas, que escucharon
mas de una y otra alegre cantilena,
   »y en dulzes varias rimas se llevaron
mis esperanças los ligeros vientos,
que en ellos y en la arena se sembraron.
    »Tuve, tengo, y tendre los pensamientos
merced al cielo que a tal bien me inclina,
de toda adulacion libres y essentos.
    »Nunca pongo los pies por do camina
la mentira, la fraude y el engaño,
de la santa virtud total ruyna.
    »Con mi corta fortuna no me ensaño,
aunque, por verme en pie como me veo,
y en tal lugar, pondero assi mi daño.
    »Con poco me contento, aunque desseo
mucho.» A cuyas razones enojadas,
con estas blandas respondió Timbreo:
    «vienen las malas suertes atrassadas,
y toman tan de lexos la corriente,
que son temidas, pero no escusadas.
    »El bien les viene a algunos de repente,
a otros poco a poco y sin pensallo,
y el mal no guarda estilo diferente.
    »El bien que está adquerido, conservallo
con maña, diligencia, y con cordura,
es no menor virtud que el grangeallo.
    »Tu mismo te has forjado tu ventura,
y yo te he visto alguna vez con ella;
pero en el imprudente poco dura;
    »mas si quieres salir de tu querella
alegre, y no confuso, y consolado,
dobla tu capa y sientate sobre ella;
    »que tal vez suele un venturoso estado,
quando le niega sin razon la suerte,
honrar mas merecido que alcançado.»


    «Bien parece, señor, que no se advierte,
le respondi, que yo no tengo capa»;
el dixo: «aunque sea assi, gusto de verte.
    »La virtud es un manto con que tapa
y cubre su indecencia la estrecheza,
que essenta y libre de la embidia escapa».
    Incliné al gran consejo la cabeza;
quedeme en pie, que no ay assiento bueno,
si el favor no le labra o la riqueza.
    Alguno murmuró, viendome ageno
del honor que pensó se me devia
del planeta de luz y virtud lleno.
    En esto parecio que cobró el dia
un nuevo resplandor, y el aire oyose
herir de una dulcissima armonia.
    Y en esto por un lado descubriose
del sitio un esquadron de ninfas bellas,
con que infinito el rubio Dios holgose.
    Venia, en fin, y por remate dellas,
una resplandeciendo, como haze
el sol ante la luz de las estrellas.
    La mayor hermosura se deshaze
ante ella, y ella sola resplandeze
sobre todas, y alegra y satisfaze.
    Bien assi semejava, qual se ofrece
entre liquidas perlas, y entre rosas,
la aurora que despunta y amanece.
    La rica vestidura, las preciosas
ioyas que la adornavan, competian
con las que suelen ser maravillosas.
    Las ninfas que al querer suyo assistian,
en el gallardo brio y bello aspecto,
las artes liberales parecian.
   Todas, con amoroso y tierno afecto,
con las ciencias mas claras y escondidas
le guardavan santissimo respecto.
    Mostraban que en servirla eran servidas,
y que por su ocasion de todas gentes
en mas veneracion eran tenidas.
    Su influxo y su refluxo las corrientes
del mar, y su profundo le mostraban,
y el ser padre de rios y de fuentes.
   Las yeruas su virtud la presentavan,
los arboles sus frutos y sus flores,
las piedras el valor que en si encerravan,
    el santo Amor, castissimos amores,
la dulce paz, su quietud sabrosa,
la guerra amarga, todos sus rigores.
    Mostrabasele clara la espaciosa
via por donde el sol haze contino
su natural carrera y la forçosa.
    La inclinacion o fuerça del destino,
y de qué estrellas consta y se compone,
y cómo influye este planeta o signo,
    todo lo sabe, todo lo dispone
la santa y hermosissima donzella,
que admiracion como alegria pone.
    Preguntele al parlero si en la bella
ninfa alguna deydad se disfraçaua,
que fuesse justo el adorar en ella,
    porque, en el rico adorno que mostraba,
y en el gallardo ser que descubria,
del cielo, y no del suelo, semejava.
   «Descubres, respondio, tu boberia,
que ha que la tratas infinitos años,
y no conoces que es la Poesia.»
    «Siempre la he visto embuelta en pobres paños,
le repliqué; jamas la vi compuesta
con adornos tan ricos y tamaños.
    »Parece que la he visto descompuesta,
vestida de color de primavera
en los dias de cutio y los de fiesta.»
    «Esta, que es la Poesia verdadera,
la grave, la discreta, la elegante,
dixo Mercurio, la alta y la sincera,
    »siempre con vestidura rozagante
se muestra en qualquier acto que se halla,
quando a su profession es importante.
   »Nunca se inclina o sirve a la canalla
trovadora, maligna y trafalmeja,
que en lo que mas ignora menos calla.
    »Ay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja,
amiga de sonaja y morteruelo,
que ni tabanco, ni taberna dexa.
    »No se alça dos, ni aun un coto del suelo,
grande amiga de bodas y bautismos,
larga de manos, corta de cerbelo.
    »Tomanla por momentos parasismos,
no acierta a pronunciar, y, si pronuncia,
absurdos haze, y forma solecismos.
    »Baco donde ella está su gusto anuncia,
y ella derrama en coplas el poleo,
compa y vereda, y el mastranço y juncia.
    »Pero aquesta que ves, es el asseo,
la [g]ala de los cielos y la tierra,
con quien tienen las musas su bureo.


    »Ella abre los secretos y los cierra,
toca y apunta, de qualquiera ciencia,
la superficie y lo mejor que encierra.
    »Mira con mas ahinco su presencia:
veras cifrada en ella la abundancia
de lo que en bueno tiene la excelencia.
   »Moran con ella, en una misma estancia,
la divina y moral filosofia,
el estilo mas puro y la elegancia.
    »Puede pintar en la mitad del dia
la noche, y, en la noche mas escura,
el alva bella que las perlas cria.
    »El curso de los rios apressura,
y le detiene, el pecho a furia incita,
y le reduze luego a mas blandura.
    »Por mitad del rigor se precipita
de las luzientes armas contrapuestas,
y da vitorias, y vitorias quita.
    »Veras como le prestan las florestas
sus sombras, y sus cantos los pastores,
el mal sus lutos y el plazer sus fiestas,
    »perlas el sur, Sabea sus olores,
el oro Tibar, Hibla su dulçura,
galas Milan, y Lusitania amores.
    »En fin, ella es la cifra do se apura
lo prouechoso, honesto, y deleytable,
partes con quien se aumenta la ventura.
    »Es de ingenio tan vivo y admirable,
que a vezes toca en puntos que suspenden,
por tener no se qué de inescrutable.
    »Alabanse los buenos y se ofenden
los malos con su voz, y destos tales,
unos la adoran, otros no la entienden.
    »Son sus obras heroycas inmortales,
las liricas suaves, de manera
que buelven en dìvinas las mortales.
    »Si alguna vez se muestra lisongera,
es con tanta elegancia y artificio,
que no castigo, sino premio espera.
    »Gloria de la virtud, pena del vicio
son sus acciones, dando al mundo en ellas
de su alto ingenio y su bondad indicio.»
    En esto estava, quando por las bellas
ventanas de xazmines y de rosas
(que amor estava a lo que entiendo en ellas),
    diuisé seis personas religiosas,
al parecer de honroso y grave aspecto,
de luengas togas, limpias y pomposas.
    Preguntele a Mercurio: «¿por qué efecto
aquellos no parecen y se encubren,
y muestran ser personas de respecto?»
    A lo que el respondio: «no se descubren,
por guardar el decoro al alto estado
que tienen, y assi el rostro todos cubren.»
    «¿Quién son, le repliqué, si es que te es dado
dizirlo?» Respondiome: «no por cierto,
porque Apolo lo tiene assi mandado.»
    «¿No son poetas?» «Si.» «Pues yo no acierto
a pensar porqué causa se desprecian
de salir con su ingenio a campo abierto.
    »¿Para qué se embobecen y se anecian,
escondiendo el talento que da el cielo
a los que mas de ser suyos se precian?
    »¡Aqui del rey! ¿Qué es esto? ¿Qué rezelo,
o zelo, les impele a no mostrarse
sin miedo ante la turba vil del suelo?
    »¿Puede ninguna ciencia compararse
con esta universal de la Poesia,
que limites no tiene do encerrarse?
    »Pues siendo esto verdad, saber querria,
entre los de la carda cómo se vsa
este miedo, o melindre, o hipocresia.
    »Haze monseñor versos, y reusa
que no se sepan, y el los comunica
con muchos, y a la lengua agena acusa.
    »Y mas, que siendo buenos, multiplica
la fama su valor, y al dueño canta
con voz de gloria y de alabança rica.
    »¿Qué mucho, pues, si no se le levanta
testimonio a un pontifice poeta,
que digan que lo es? Por Dios que espanta.
    »Por vida de Lanfusa, la discreta,
que, si no se me dize quién son estos
togados de bonete y de muzeta,
    »que, con traças y modos descompuestos,
tengo de reduzir a behetria
estos tan sossegados y compuestos.»
    «¡Por Dios!, dixo Mercurio, y, a fee mia,
que no puedo dezirlo, y, si lo digo,
tengo de dar la culpa a tu porfia.»
    «Dilo, señor, que desde aqui me obligo
de no dezir que tu me lo dixiste,
le dixe, por la fe de buen amigo.»
    El dixo: «no nos cayan en el chiste,
llegate a mi, diretelo al oydo;
pero creo que ay mas de los que viste.



    »Aquel que has visto alli del cuello erguido,
loçano, rozagante y de buen talle,
de honestidad y de valor vestido,
    »es el doctor Francisco Sanchez; dalle
puede, qual deve, Apolo la alabança
que pueda sobre el cielo levantalle;
    »y aun a mas su famoso ingenio alcança,
pues, en las verdes hojas de sus dias,
nos da de santos frutos esperança.
    »Aquel que en elevadas fantasias
y en estasis sabrosos se regala,
y tanto imita las acciones mias,
    »es el maestro Orense, que la gala
se lleva de la mas rara eloquencia
que en las aulas de Atenas se señala.
    »Su natural ingenio, con la ciencia
y ciencias aprendidas, le levanta
al grado que le nombra la excelencia.
    »Aquel de amarillez marchita y santa,
que le encubre de lauro aquella rama
y aquella hojosa y acopada planta,
   »fray Iuan Baptista Capataz se llama;
descalço y pobre, pero bien vestido
con el adorno que le da la fama.
    »Aquel que del rigor fiero de olvido
libra su nombre con eterno gozo,
y es de Apolo y las Musas bien querido,
    »anciano en el ingenio y nunca moço,
humanista divino, es, segun pienso,
el insigne doctor Andres del Pozo.
    »Un licenciado de un ingenio inmenso
es aquel, y, aunque en trage mercenario,
como a señor le dan las Musas censo;
    »Ramon, se llama; auxilio necessario
con que Delio se esfuerça y ve rendidas
las obstinadas fuerças del contrario.
    »El otro, cuyas sienes ves ceñidas
con los braços de Daphne en triumpho honroso,
sus glorias tiene en Alcala esculpidas;
    »en su ilustre theatro vitorioso
le nombra el cisne, en canto no funesto,
siempre el primero, como a mas famoso.
    »A los donaires suyos echó el resto
con propriedades al gorron deuidas,
por averlos compuesto o descompuesto.
    »Aquestas seis personas referidas,
como estan en divinos puestos puestas,
y en sacra religion constituydas,
    »tienen las alabanças por molestas
que les dan por poetas, y holgarian
llevar la loa sin el nombre a cuestas.»
    «¿Por qué, le pregunté, señor, porfian
los tales a escriuir y dar noticia
de los versos que paren y que crian?
    »Tambien tiene el ingenio su codicia,
y nunca la alabança se desprecia,
que al bueno se le deve de justicia.
    »Aquel que de poeta no se precia,
¿para qué escrive versos y los dize?
¿por qué desdeña lo que mas aprecia?
    »Jamas me contenté ni satisfize
de hipocritos melindres. Llanamente
quise alabanças de lo que bien hize.»
    «Con todo, quiere Apolo que esta gente
religiosa se tenga aqui secreta»,
dixo el dios que presume de elocuente.
    Oyose en esto el son de una corneta,
y un «trapa, trapa, aparta, afuera, afuera,
que viene un gallardissimo poeta».
    Bolvi la vista, y vi, por la ladera
del monte un postillon, y un cavallero
correr, como se dize, a la ligera.
    Servia el postillon de pregonero,
mucho mas que de guia, a cuyas vozes
en pie se puso el esquadron entero.
    Preguntome Mercurio: «¿no conoces
quien es este gallardo, este brioso?
Imagino que ya le reconoces.»
    «Bien se, le respondi, que es el famoso
gran don Sancho de Leyua, cuya espada
y pluma haran a Delio venturoso.
    »Vencerase sin duda esta jornada
con tal socorro», y, en el mismo instante,
cosa que parecia imaginada
    otro favor, no menos importante
para el caso temido se nos muestra,
de ingenio, y fuerças, y valor bastante.
    Una tropa gentil por la siniestra
parte del monte se descubre, ¡o cielos,
que dais de vuestra providencia muestra!
    Aquel discreto Juan de Vazconzelos
venia delante en un cavallo vayo,
dando a las musas lusitanas zelos.
    Tras el, el capitan Pedro Tamayo
venia, y, aunque enfermo de la gota,
fue al enemigo assombro, fue desmayo,


    que por el se vio en fuga y puesto en rota,
que, en los dudosos trances de la guerra,
su ingenio admira y su valor se nota.
    Tambien llegaron a la rica tierra,
puestos debaxo de una blanca seña,
por la parte derecha de la sierra,
    otros, de quien tomó luego reseña
Apolo, y era dellos el primero
el jouen don Fernando de Lodeña,
   Poeta primerizo, insigne empero,
en cuyo ingenio Apolo deposita
sus glorias para el tiempo venidero.
    Con magestad real, con inaudita
pompa llegó, y al pie del monte para
quien los bienes del monte solicita.
    El licenciado fue Iuan de Vergara
el que llegó, con quien la turba ilustre
en sus vezinos miedos se repara.
    De Esculapio y de Apolo gloria ilustre,
si no digalo el santo bien partido,
y su fama la misma embidia ilustre.
    Con el fue con aplauso recebido
el docto Iuan Antonio de Herrera,
que puso en fil el desigual partido.
    ¡O quien con lengua en nada lisongera,
sino con puro afecto, en grande excesso,
dos que llegaron alabar pudiera!
    Pero no es de mis ombros este peso;
fueron los que llegaron, los famosos,
los dos maestros Calvo y Valdiviesso.
    Luego se descubrio por los undosos
llanos del mar una pequeña barca,
impelida de remos pressurosos.
    Llegó, y al punto della desembarca
el gran don Iuan de Argote y de Gamboa,
en compañia de don Diego Abarca,
   sugetos dignos de incessable loa,
y don Diego Gimenez y de Anciso
dio un salto a tierra desde la alta proa.
    En estos tres la gala y el aviso
cifró quanto de gusto en si contienen,
como su ingenio y obras dan aviso.
    Con Iuan Lopez del Valle otros dos vienen
juntos alli, y es Pamonês el uno,
con quien las musas ogeriza tienen,
    porque pone sus pies por do ninguno
los puso, y, con sus nuevas fantasias,
mucho mas que agradable es importuno.
    De lexas tierras, por incultas vias,
llegó el bravo irlandes don Iuan Bateo,
Xerges nuevo en memoria en nuestros dias.
    Bueluo la vista, a Mantuano veo,
que tiene al gran Velasco por Mecenas,
y ha sido acertadissimo su empleo.
    Dexarán estos dos en las agenas
tierras, como en las proprias, dilatados
sus nombres, que tu, Apolo, assi lo ordenas.
    Por entre dos fructiferos collados
(¿avra quien esto crea, aunque lo entienda?)
de palmas y laureles coronados,
    el grave aspecto del abad Maluenda
parecio, dando al monte luz y gloria,
y esperanças de triunfo en la contienda.
    Pero, ¿de que enemigos la vitoria
no alcançara un ingenio tan florido
y una bondad tan digna de memoria?
    Don Antonio Gentil de Vargas, pido,
espacio para verte, que llegaste
de gala y arte, y de valor vestido.
    Y aunque de patria ginoves, mostraste
ser en las musas castellanas docto,
tanto que al esquadron todo admiraste.
    Desde el indio apartado, del remoto
mundo llegó mi amigo Montesdoca,
y el que anudó de Arauco el nudo roto.
    Dixo Apolo a los dos: «a entrambos toca
defender esta vuestra rica estancia
de la canalla de verguença poca,
    »la qual, de error armada y de arrogancia,
quiere canonizar y dar renombre
inmortal y divino a la ìgnorancia,
    »que tanto puede la aficion que un hombre
tiene a si mismo, que, ignorante siendo,
de buen poeta quiere alcançar nombre.»
    En esto, otro milagro, otro estupendo
prodigio se descubre en la marina,
que en pocos versos declarar pretendo.
    Una nave a la tierra tan vezina
llegó, que, desde el sitio donde estava,
se ve quanto ay en ella y determina.
    De mas de quatro mil salmas pasava
(que otros suelen llamarlas toneladas),
ancho de vientre y de estatura brava.
    Assi como las naves, que, cargadas
llegan de la oriental India a Lisboa,
que son por las mayores estimadas,



cubierta de poetas, mercancia
de quíen ay saca en Calicut y en Goa.
    Tomole al roxo dios alferecia,
por ver la muchedumbre impertinente
que en socorro del monte le venia,
    y en silencio rogo, devotamente,
que el vaso naufragasse en un momento,
al que govierna el humido tridente.
    Uno de los del numero hambriento
se puso en esto al borde de la nave,
al parecer mohino y mal contento,
    y en voz que, ni de tierna, ni suave
tenia un solo adarame, gritando,
dixo, tal vez colerico, y tal grave,
    lo que impaciente esTuve yo escuchando,
porque vi sus razones ser saetas,
que Juan mi alma y coraçon clavando.
    «¡O tu, dixo, traydor, que los poetas
canonizaste de la larga lísta,
por causas y por vias indirectas!
    »¿Donde tenías, Magançes, la vista
aguda de tu ingenio, que asi ciego
fuíste tan mentiroso coronista?
    »Yo te confieso, ¡o Barbaro!, y no niego,
que algunos de los muchos que escogiste
sin que el respeto te forçasse, o el ruego,
    »en el deuido punto los pusiste,
pero con los demas, sin duda alguna,
prodigo de alabanças anduviste.
    »Has alçado a los cielos la fortuna
de muchos que en el centro del olvido,
sin ver la luz del sol ni de la luna,
    »yazìan; ni llamado, ni escogido,
fue el gran Pastor de Yberia, el gran Bernardo,
que de la Vega tiene el apellido.
    »Fuiste embidioso, descuydado y tardo,
y a las Ninfas de Henares y pastores,
como a enemigos les tiraste un dardo,
    »y tienes tu poetas tan peores
que estos en tu rebaño, que imagino
que han de sudar, si quieren ser mejores.
    »Que si este agravio no me turba el tino,
siete trovistas desde aqui diviso,
a quien suelen llamar de torbellino,
    »con quien la gala, discrecion y aviso
tienen poco que ver, y tu los pones
dos leguas mas alla del parayso.
    »Estas quimeras, estas invenciones
tuyas, te han de salir al rostro un dia,
si mas no te mesuras y compones.»
    Esta amenaza y gran descortesia
mi blando coraçon llenó de miedo,
y dio al traves con la paciencia mia,
    y bolviendome a Apolo, con denuedo
mayor del que esperava de mis años,
con voz turbada, y con semblante azedo,
    le dixe: «con bien claros desengaños
descubro que el servirte me grangea
presentes mìedos de futuros daños.
    »Haz, ¡o señor!, que en publico se lea
la lista que Cilenio llevó a España,
porque mi culpa poca aqui se vea.
   »Si tu deidad en escoger se engaña,
y yo solo aprove lo que el me dixo,
¿porque este simple contra mi se ensaña?
    »Con justa causa y con razon me aflixo
de ver cómo estos barbaros se inclinan
a tenerme en temor duro y prolixo;
    »unos, porque los puse, me abominan;
otros, porque he dexado de ponellos,
de darme pesadumbre determinan.
    »Yo no se cómo me avendre con ellos;
los puestos se lamentan, los no puestos
gritan, yo tiemblo destos y de aquellos.
    »Tu señor, que eres dios, dales los puestos
que piden sus ingenios: llama y nombra
los que fueren mas abiles y prestos.
    »Y, porque el turbio miedo que me asombra,
no me acabe, acabada esta contienda,
cubreme con tu mano y con tu sombra,
    »o ponme una señal por do se entienda
que soy hechura tuya y de tu casa,
y assi no avra ninguno que me ofenda.»
    «Buelve la vista, y mira lo que passa»;
fue de Apolo enojado la respuesta,
que, ardiendo en ira, el coraçon se abrasa.
    Boluíla, y ví la mas alegre fiesta,
y la mas desdichada y compasiva
que el mundo vio, ni aun la vera qual ésta.
    Mas no se espere que yo aqui la escriva,
sino en la parte quinta, en quien espero
cantar con voz tan entonada y víva,
que piensen que soy cisne y que me muero.