Ventura te dé Dios, hijoVentura te dé Dios, hijoTirso de MolinaActo III
Acto III
Salen CLEMENCIA y CLAVELA
CLEMENCIA:
¿De mí, en fin, estás, quejosa?
CLAVELA:
Mi amor te lo certifica.
La voluntad te halla hermosa,
el interés te ve rica,
el parentesco amorosa,
discreta el entendimiento,
tierna la conversación;
y ansí de Criselio siento,
si tantos tus dotes son,
que intenta tu casamiento.
En la guerra te ha obligado,
en la paz te ha pretendido,
victorioso, si soldado,
y si galán, preferido;
luego es cierto mi cuidado.
CLEMENCIA:
Otro, Clavela, es el mío,
del tuyo tan diferente
que le juzgo a desvarío.
Nunca de amor que es pariente
lograr esperanzas fío.
¡Ay, prima mía! ¡Qué extrañas
somos las mujeres!
CLAVELA:
¿Pues?
CLEMENCIA:
Porque sepas si te engañas...
¿Ves mi libre desdén? ¿Ves,
mis rigurosas entrañas?
¿Lo que al conde de Placencia
aborrecí poderoso?
¿Lo que temí su presencia,
pues por no verle mi esposo
ni mi gusto en contingencia,
el robo y fuerza fingí;
que no llegó a ejecución,
y con mi padre mentí
vanas hazañas de Otón?
CLAVELA:
Yo, prima, supe de ti
el aviso que tuviste
del conde, tu amor ingrato;
que su venida supiste,
y que de su torpe trato,
al bosque turbada huíste;
el buen proceder de Otón;
el por qué te disfrazaste,
y por anticipación
que al conde Enrique imputaste
la no gozada traición.
¿Hay más que añadir a eso?
CLEMENCIA:
A Enrique desheredado;
a Enrique sin padre y preso,
sin amigos, sin estado,
y estoy por decir sin seso;
a Enrique que aborrecí,
porque lo que soy publiques,
a Enrique ya pobre...
CLAVELA:
Sí.
CLEMENCIA:
Pues a Enrique...
CLAVELA:
¿Hay más Enriques?
CLEMENCIA:
Prima, quiero más que a mí.
CLAVELA:
¿A quién tu afrenta intentó?
CLEMENCIA:
No sé que eso verdad sea.
Sé que quien me lo contó
me amaba, y que amor se emplea
en engaños.
CLAVELA:
Bien sé yo
de las muestras de afición,
con que más Enrique siente
tu desdén por su prisión,
que cualquier fama desmiente
que desdore su opinión.
Pero hale el duque quitado
el estado que tenía;
murió su padre cercado,
sin que un pueblo en Lombardía
de tantos le haya quedado.
Si rico fué aborrecido,
no sé como pueda ser
cuando tan pobre, querido.
CLEMENCIA:
Hazañas son del poder,
a Dios siempre parecido.
Añadir al oro, prima,
esmaltes, cuando por sí
el mundo tanto le estima,
no es mucho; ni que a un rubí
o un diamante que sublima
hasta el sol su resplandor,
guarnezca el oro opulento,
y realce su labor;
pues halla, en fin, fundamento
el trabajo en su valor.
Mas de una materia baja
hacer una pieza noble,
un escritorio, una caja,
una imagen, que de un roble,
al oro puro aventaja,
ésa es majestad guardada
a Dios sólo y al poder,
que con grandeza elevada
se autorizan con dar ser
y valor a lo que es nada.
Esto mismo hacer procura
mi amor, pues porque a luz salga
su poder y mi hermosura,
busca un marido que valga,
prima, no más que la hechura.
CLAVELA:
Mis celos has satisfecho,
pues esa hechura saldrá
a tu gusto y mi provecho.
CLEMENCIA:
Mi hechura sólo valdrá
si hago al conde ya desecho.
CLAVELA:
Rosela sale.
CLEMENCIA:
Pues anda,
y no temas que por mí
pierda tu amor su demanda;
que a mi Enrique el alma di,
si bronce, ya cera blanda.
Vase CLAVELA.
Sale ROSELA
ROSELA:
En busca de vuestra alteza
me trae, señora, un cuidado
que ocasiona mi tristeza.
CLEMENCIA:
Como sea enamorado,
a comunicarle empieza;
que los de una facultad
alivian su mal mejor.
ROSELA:
Es, gran señora, verdad.
Mas, ¿paga tributo a Amor
vuestra alteza?
CLEMENCIA:
Voluntad
tengo a quien aborrecía.
Decirme la tuya puedes
mientras yo callo la mía.
ROSELA:
Segura con las mercedes
que me has hecho desde el día
que entré en palacio, quisiera,
si de mí te satisfaces...
CLEMENCIA:
¿Querrásme hacer tu tercera?
ROSELA:
Que fueses en unas paces,
gran señora, medianera.
CLEMENCIA:
¿Con quién los enojos son?
ROSELA:
Días ha que he sido amada
con recíproca afición,
aunque agora mal pagada
de Otón.
CLEMENCIA:
Luego ¿sabe Otón
querer?
ROSELA:
Ninguno lo ignora;
ni él tan venturoso fuera
si no amara, gran señora.
CLEMENCIA:
Bien dices. La planta y fiera,
por dar fruto se enarnora.
ROSELA:
Cuando alcancé tu privanza,
le traté con menosprecio,
y con inorata mudanza
le llamé ignorante y necio;
porque llegó mi esperanza
a prometerse por sí
dar la mano a un potentado;
que aunque plebeya nací,
como mi hermano ha llegado
a tanta dicha, creí
subir donde mi ambición
pretendió desvanecida.
Sintió mi desdén Otón,
y despreciado, me olvida.
CLEMENCIA:
Agravios y celos son
espuelas con que Amor vuela,
aunque un desprecio es bastante
a apagar llamas, Rosela.
ROSELA:
De un hombre tan ignorante,
que aun no le admite la escuela,
¿quién pensara tal ventura?
CLEMENCIA:
¿Mujer eres de pensé-que?
Desdicho has de tu cordura.
Ahora yo haré que se trueque
el aspereza en blandura
de Otón; que si te ha querido
y otra vez el fuego atizas,
que amortiguaste ofendido,
mientras duran las cenizas,
no ha muerto al fuego el olvido.
Yo despertaré sus llamas.
ROSELA:
Él viene, porque procures
mi paz.
CLEMENCIA:
Si cuerda te llamas,
ni en pensé-ques te asegures,
ni desprecies a quien amas.
Vase ROSELA y
sale OTÓN
OTÓN:
Aguardando el Duque queda
a vuestra alteza.
CLEMENCIA:
Y yo a vos.
OTÓN:
¿Qué hay en que serviros pueda?
CLEMENCIA:
Conde, ¿no muestra ser Dios
Amor con vos, que se hospeda
en el más rústico pecho
como en el alma más rica?
OTÓN:
No soy para él de provecho;
mas a la guerra se aplica
mi inclinación.
CLEMENCIA:
Ya habéis hecho
en ella alarde capaz
del valor que en vos se encierra,
pero ya que es todo paz
y se ha acabado la guerra,
cuando reina Amor, rapaz,
¿en qué soléis ocupar
el tiempo?
OTÓN:
Pues el más largo,
¿no es corto para pensar
lo mucho que os soy a cargo
y no he de poder pagar?
CLEMENCIA:
Vos, ¿qué me debéis á mi?
OTÓN:
Todo el ser que me ha ilustrado:
la privanza a que subí;
el haberme acreditado,
fingiendo que yo vencí
al conde Enrique; el sacarme
de una granja al cargo honroso
con que he venido a ilustrarme,
y el haberme hecho dichoso.
¿Qué es lo más que podéis darme?
CLEMENCIA:
La dicha que es con exceso,
es deuda al cielo debida.
Yo no tengo parte en eso.
Fingí de Enrique la huída;
mas trayéndole vos preso,
bien habéis beneficiado
lo que dije en profecía;
el título que os ha dado
mi padre a intercesión mía,
vuestro esfuerzo le ha ganado.
Antes os soy tan deudora,
que si es la paga mejor
la que el Amor atesora,
os he de hacer acreedor
de un alma, Otón, que os adora.
OTÓN:
¿A mí, señora?
CLEMENCIA:
Y tan bella,
como la imaginación,
transformada, Otón, en ella
os dió en alguna ocasión
ánimo para querella.
OTÓN:
Si no es que de mí os burláis,
no sé, señora, a qué fin
mi libertad inquietáis.
No os entiendo.
CLEMENCIA:
A hablar latín
no es mucho no me entendáis.
OTÓN:
Yo en mi vida tuve dama.
CLEMENCIA:
Pues hartas obligaciones
a la que su dueño os llama
tenéis. De aquestas razones
sacad quién es la que os ama.
OTÓN:
¿Yo obligaciones de amor?
Sale un PAJE
PAJE:
El Duque a llamar envía
a vuestra alteza.
OTÓN:
(Temor, (-Aparte-)
refrenad a la osadía.)
CLEMENCIA:
Para saberlo mejor
id esta noche al terrero,
que hablando, conde, conmigo,
con ella hablaréis.
Vanse CLEMENCIA y el PAJE
OTÓN:
¿Qué espero?
Imaginación, si os sigo;
imitar Faetones quiero.
¡Válgame Dios! ¿Si madama,
para ensalzar mi ventura
de todo punto, me ama?
Mas ¿qué bárbara locura,
necio pensamiento, os llama?
¿Yo de Clemencia? ¿Yo amado
de quien el sol puede ser,
no original, su traslado?
Mas ¿no es Clemencia mujer?
¿Qué imposibles no ha allanado
del amor el real decoro?
Dicha, de mi parte os hallo;
hombre soy, no la enamoro
como a la asiriu el caballo,
o corno a Pasife el toro.
Refrenaos, lengua habladora,
y no ofendáis tal valor.
Pero ¿no me dijo ahora,
"Os he de hacer acreedor
de un alma, Otón, que os adora?"
Mas, ¿por fuerza ha de ser ella?
Sí, que mi "imaginación
transformada," dijo, "en ella
me dio tal vez ocasión
y ánimo para querella."
Si el ánimo es menester,
cierta es la dificultad.
OTÓN:
Ánimo para querer,
si no es para su beldad,
¿para qué otra puede ser?
Pero, imaginación necia,
¿quién vuestra virtud contrasta?
Clemencia a Enrique desprecia,
y con ella no fue casta
Penélope ni Lucrecia.
Mas si me dijo madama,
"pues hartas obligaciones
a la que su dueño os llama
tenéis, de aquestas razones
sacad quién es la que os ama."
¿Yo a quién tengo obligación
sino es sólo a su hermosura?
¿Quién ha sido la ocasión
de mi invidiada ventura
sino sola su afición?
Pues si de aquí sacar quiero
mi dama, que es ella digo.
"Id esta noche al terrero,
que hablando, conde, conmigo,
con ella hablaréis." Grosero
soy, pues en esto reparo.
Si ha de hablar mi dama en ella,
¿qué dudáis, ingenio avaro?
"Conmigo, hablaréis con ella."
¿Pudo decirlo más claro?
Ea, confusión escura,
pues ánimo es menester,
el ánimo me asegura
el ser Clemencia mujer
y lo que es más, mi ventura.
Vase OTÓN.
Salen CLEMENCIA y el DUQUE, su padre
DUQUE:
Yo, Clemencia, haré por ti
lo que me pides.
CLEMENCIA:
A Otón
casarle será razón;
palabra a Rosela di
de suplicarte por ella.
DUQUE:
Bien; con Otón casará,
y él en Rosela tendrá
esposa discreta y bella.
Dotaréla de mi mano,
porque tú la quieres bien,
y porque debo también
mucho a Césaro, su hermano.
Mas tú, que por todos ruegas,
y casar quieres a Otón,
¿por qué a tu edad en sazón
tan bonestos lazos niegas?
Ya es bien que de este cuidado
me libres, y pues soy viejo,
obediente a mi consejo
des sucesión a mi estado.
Monferrato es tuyo ya;
a Mántua, Clemencia, heredas,
la más poderosa quedas
de Lombardía, y podrá
cualquier rey, si el interés
ve de tu dote y belleza,
dar corona a tu cabeza
porque la mano le des.
CLEMENCIA:
Eso queda a cargo tuyo;
que en mí no fuera razón
exceder de tu elección.
DUQUE:
Pues si eso es ansí, concluyo
con que ya tengo escogido,
mi Clernencia, un noble esposo,
no de suerte poderoso
que al título de marido,
siendo rey soberbio, añada
el título de señor,
sino a quien siendo menor
que tú, la vida privada
y estado por ti mejore,
a tu gusto se sujete,
por señora te respete
y por esposa te adore.
CLEMENCIA:
(Si no es éste Enrique, el conde, (-Aparte-)
cielos, decid ¿quién será?
Pobre y sin estado está,
y con mi amor corresponde.
Pedidme albricias si es él,
Amor.
DUQUE:
Vergonzosa y muda,
mezcla el temor y la duda
en ti el jazmín y el clavel.
Razón será, despenarte:
tu esposo ha de ser, Clemencia,
Criselio.
CLEMENCIA:
¿Quién?
DUQUE:
Su presencia
es digna de enamorarte.
Primo es mío, y su valor,
igual a sus prendas claras,
tanto, que si tú faltaras
le hiciera mi sucesor.
CLEMENCIA:
Antes por ser tan cercano,
ni le admito ni le apetezco;
que bodas con parentesco
no se logran.
DUQUE:
Ya es en vano
resistir mi voluntad;
que en fe de ser gusto mío,
para que dispense, envío
mañana a su Santidad
a Césaro.
CLEMENCIA:
(Amor, ya os lloro (-Aparte-)
malogrado.)
DUQUE:
Éste es mi intento.
Sobre sangre, casamiento,
dicen que es sobre azul, oro.
CLEMENCIA:
(0 será mi esposo Enrique, (-Aparte-)
o la muerte me daré.
Un papel le escribiré.
Mi amor sus penas publique.)
DUQUE:
Cuerda y obediente eres;
míralo y vuelve después.
CLEMENCIA:
Como ese hombre no me des,
cásame con quien quisieres.
Vase CLEMENCIA
DUQUE:
Ejecutaré mi gusto,
o probarás mi rigor;
mas no sufrirá mi amor
que la case a mi disgusto.
¡Qué grande felicidad
fuera si un padre engendrara
como en el talle y la cara,
en el alma y voluntad
su semejanza! Mas Dios
cría el alma y la da el ser,
y así es milagro el hacer
una voluntad de dos.
Sale CÉSARO
CÉSARO:
De prevenir la partida
que he de hacer a Roma, vengo.
DUQUE:
Mientras que yo no prevengo
a Clemencia, persuadida
a no hacer mi voluntad,
¿qué importan tus prevenciones?
A ruegos y persuasiones
responde con libertad
que hasta el nombre le es odioso
de Criselio, y porque vea
si hacer mi gusto desea,
le dé cualquiera otro esposo,
fuera de él.
CÉSARO:
(¡Buena ocasión (-Aparte-)
la envidia darme procura,
para atajar la ventura
con que me atormenta Otón!)
DUQUE:
Es mi única heredera,
ámola excesivamente,
y aunque pudiera imprudente
forzarla a que el sí le diera,
mucho más debo a mi hija
que a Criselio, y entregarla
a quien aborrece es darla
no esposo, muerte prolija.
Pues mi palabra empeñada,
y dejar mi sucesión,
a falta de hijo varón,
por mujer continuada,
llévalo, Césaro, mal.
Criselio, en fin, es mi primo;
por valeroso le estimo,
por discreto y por leal.
Si casara con Clemencia,
mi sangre se continuara,
sin que por ella pasara
a extranjera descendencia.
En aquesta confusión
que me aconsejes te pido.
CÉSARO:
De que no se case ha sido,
gran señor, la causa, Otón;
que ya que a este punto llego,
traidor fuera, a no decir
lo que llegué a ver y oír.
Como Amor le pintan ciego
no repara en calidad.
Madama, gran señor, ama
a Otón.
DUQUE:
¿Qué dices?
CÉSARO:
Madama
le muestra tal voluntad,
que si no es a Otón, no creas
que a otro dé la mano y sí.
DUQUE:
Agora se fue de aquí,
y porque tu engaño veas,
afectüosa me pide
que con tu hermana Rosela
case a Otón.
CÉSARO:
Ésa es cautela
con que sospechas impide.
Hácele tanto favor
y con tal publicidad,
que no falta en la ciudad
quien satirice su amor;
y quiérete deslumbrar
con pedirte que le cases
con mi hermana.
DUQUE:
Si probases
lo que acabas de afirmar,
yo la dicha trocaría
de Otón de suerte que hiciese
que envidiosos no tuviese.
CÉSARO:
A llamarle, pues, envía,
y dile que luego quieres
que se case con Rosela,
verás cuál duda y recela;
y que si fuerza le hicieres
madama misma procura
disuadirte el casamiento
que te pidió.
DUQUE:
El sufrimiento
a estos tiempos es cordura.
No ha Otón de perder conmigo,
aunque contra él atestigües,
mi amor mientras no averigües
méritos de su castigo.
Vele a llamar.
CÉSARO:
(Si afrentado (-Aparte-)
de mi liermana la aborrece,
y por mujer se la ofrece
el duque, es averiguado
que ha de responder que no,
y así queda satisfecha
de Clemencia la sospecha,
y de Otón vengado yo,
que su ventura me tiene
tal que fuera de mí estoy.)
DUQUE:
¿No vas?
CÉSARO:
A llamarle voy.
Pero él mismo, señor, viene.
Sale OTÓN
OTÓN:
Ingenio siempre ignorante,
¿de cuándo acá discurrís,
conjeturáis y argüís,
si soy tan torpe estudiante?
Dejad tanta consecuencia,
y ya que hacerlas queréis,
probad que os desvanecéis
y que no me habla Clemencia.
DUQUE:
¿Otón?
OTÓN:
¡Gran señor!
DUQUE:
¡Qué poco
de vuestro aumento curáis,
cuando a mí me desveláis
por él!
OTÓN:
Si no es que tan loco
me tenga el favor que siento,
hacerme vos, gran señor,
¿qué aumento quiero mayor
que el desvelaros mi aumento?
DUQUE:
Ya es tiempo de que os caséis,
que se pasa el tiempo en vano;
y si ha de ser de mi mano,
como a Rosela la deis,
a su dóte me obligáis.
OTÓN:
¿Yo a Rosela, gran señor?
DUQUE:
Vos; pues.
OTÓN:
No me tiene amor.
DUQUE:
Engañado, conde, estáis;
que en su nombre me ha pedido
Clemencia este casamiento.
OTÓN:
¿Quién, señor?
DUQUE:
Turbado os siento,
CÉSARO:
(No dirás que te he mentido.) (-Aparte-)
OTÓN:
Túrbome de que madama
pida que me case yo
con Rosela.
DUQUE:
¿Por qué no,
siendo Rosela su dama?
OTÓN:
Mire, señor, vuestra alteza
que no pedirá por mí
madama...
DUQUE:
Aquesto es ansí.
(Mi sospecha es ya certeza. (-Aparte-)
OTÓN:
(¡Ay, soberbia presunción!) (-Aparte-)
Señor, que se burlaría
madama, o probar querría
de esta suerte mi intención.
DUQUE:
¿A qué efecto? ¿No es igual
este casamiento?
OTÓN:
Yo
ni digo sí, ni que no.
Rosela tiene caudal
y belleza apetecida
para cualquiera valor;
lo que yo dudo, señor,
es que madama lo pida.
DUQUE:
¿Pues qué hay de dificultad
en eso?
OTÓN:
¿No es cosa grave
que cuando madama sabe
no tenerme voluntad
Rosela, quiera ofendella
y darme esposa a disgusto
de Césaro?
DUQUE:
Por mi gusto
Césaro el suyo atropella.
Andad, y dentro de un hora
me dad la resolución
de este casamiento, Otón.
OTÓN:
(Cayó la máquina agora. (-Aparte-)
Locura que en viento labras,
sobre arena edifiqué,
y aun menos, pues levanté
quimeras sobre palabras.) Vase OTÓN
DUQUE:
Bien probaste tu intención.
Éste es de Clemencia amante;
indicio he visto bastante
en su necia turbación.
¿Qué haremos?
CÉSARO:
Darle la muerte;
que el crimen de deslealtad
es de lesa majestad.
DUQUE:
No pagaré de esa suerte
bien lo mucho que le debo.
Ya no pretendo casarle
con tu hermana, mas sacarle
de Mántua.
CÉSARO:
Tu gusto apruebo,
aunque dejar con la vida
a quien ayer levantaste
del polvo y le sublimaste
a tu privanza, convida
a que otro como él se atreva
a perturbar tu sosiego.
DUQUE:
¿No dices que Amor es ciego?
Pues si es ciego quien le lleva,
y le da mi hija ocasión,
cualquier yerro le disculpa;
Clemencia tiene la culpa.
Echando de Mántua a Otón
y enviándole al gobierno
del despojado marqués,
podrá Criselio después
no malograr su amor tierno;
con este título honesto
los inconvenientes quito.
CÉSARO:
Eso es premiar su delito.
DUQUE:
Lo que le amo manifiesto.
Ven, y haré la provisión
del estado a que le envío;
y porque algún desvarío
no haga Criselio, en razón
del desdén con que Clemencia
niega el pretendido sí,
la palabra que le di,
y de mi estado la herencia,
también le he de asegurar
con una cédula mía.
CÉSARO:
(Mi envidia en vano porfía (-Aparte-)
a este idiota derribar.
DUQUE:
Cruel eres para juez.
CÉSARO:
(¿Gobernador Otón ya?
¿Más que su estado le da
si le persigo otra vez?)
Vase el DUQUE, y
sale el CONDE Enrique
CONDE:
A buen término he venido
por vos, Amor. De mi estado
y libertad despojado;
de Clemencia aborrecido;
sin deudos y sin amigos
que de mis males se acuerden;
que los trabajos los pierden,
o los vuelven enemigos.
Pero, Amor, lo que más siento
es de mi ingrata el desdén
porque a quererme ella bien,
gloria fuera mi tormento.
CÉSARO:
(Enrique es éste. Ya estoy (-Aparte-)
contra Otón determinado;
no gobernará el estado,
ni vivirá, si puedo, hoy.)
¡Oh, Conde!
CONDE:
¡Oh, Césaro amigo!
CÉSARO:
Con tal nombre me estimad;
que yo os diera libertad,
a poder dar el castigo
a un bárbaro que merece
y estorba vuestra ventura.
CONDE:
Libertad, no la procura
mi amor; que aunque me aborrece
Clemencia, contento vive
padeciendo en su presencia.
CÉSARO:
Si como os ama Clemencia,
y por dueño os apercibe
el alma, no se opusiera
la necia contradicción,
Enrique, que os hace Otón,
brevemente Mántua os viera
su esposo, y del duque airado
noble yerno y sucesor.
CONDE:
¿Clemencia me tiene amor?
CÉSARO:
Mi hermana cuenta me ha dado
de lo que por vos padece;
lo que vuestra prisión llora,
si os estima, si os adora,
y si viéndoos se enternece.
Pero Otón, que al duque hechiza,
ignorante y ambicioso,
pretendiendo ser su esposo,
a Clemencia os tiraniza.
A gobernar vuestro estado
le despacha, y en secreto
quiere esta noche, en efeto,
ved si le tiene hechizado,
que a Clemencia dé la mano,
mientras Criselio lo ignora;
que como sabéis la adora;
y dándoos muerte inhumano,
en tomando posesión
de Monferrato, nombrarle
por su marqués y dejarle
de Mántua la sucesión.
Esto en secreto he sabido
y a decíroslo me atrevo,
porque a lo mucho que os debo
es bien ser agradecido.
De esto último nada entiende
Clemencia, a vuestro amor fiel,
porque esta noche con él
forzarle a casar pretende.
En fin, dama, estado y vida
de aquí a mañana perdéis,
si remedio no ponéis.
CONDE:
Sin Clemencia, bien perdida
será; déme fin crüel
el duque.
CÉSARO:
Mejor remedio
es quitar a Otón de en medio,
que yo os prometo, muerto él,
de obligar que el duque viejo
trueque su enojo en amor.
Ya veis que me hace favor
y que estima mi consejo.
CONDE:
Pues de qué modo os parece
se haga, y yo esté seguro
del duque?
CÉSARO:
Pues que procuro
lo que Clemencia apetece,
fïad de mí vuestra suerte.
Esta noche a Otón matemos,
que a Criselio atribuiremos
seguramente su muerte,
que es su amante declarado,
y el duque tendrá por cierto
que alguno le ha descubierto
el casamiento tratado
con Otón, y que en venganza
de su menosprecio y celos
le ha muerto.
CONDE:
Ayuden los cielos
vuestra industria y mi esperanza;
que vuestro será mi estado,
y es corta satisfacción.
CÉSARO:
Quedaremos, muerto Otón,
vos contento y yo vengado.
Vanse los dos. Salen OTÓN y GILOTE
OTÓN:
¿Quedaba buena mi madre?
GILOTE:
Buena, contenta y segura
de ver crecer tu ventura,
y bendiciendo tu padre
el día que te engendró.
Los trigos a la barriga;
las viñas--Dios las bendiga,
y a Noé que las plantó--
señales mos dan cumpridas
de hinchir hasta los capachos
los cestos, y a los borrachos
en llenarles las medidas.
El ganado hasta los perros
gordos para reventar,
rebosando el palomar,
lleno el soto de becerros.
Borregos, Dios los aumente,
ni en los rediles, ni cercos
caben; como tú los puercos,
no quitando lo presente.
Los prados llenos de potros,
y las yeguas también llenas
las barrigas, porque apenas
unas paren, que entran otros.
Jugando el cura a la polla,
el barbero y sacristén,
damas y rentoy también.
No hay hogar que esté sin olla,
ni cuna sin dos chicotes.
A todos hallé con vida,
y a mi Torilda parida
de un rapaz con dos cogotes.
¿Qué hay de nuevo por acá?
OTÓN:
Que me casa el duque.
GILOTE:
¿Es cura?
OTÓN:
Rosela enmendar procura
desdenes viejos.
GILOTE:
Sí hará;
mas tú ¿qué dices a eso?
OTÓN:
Nuevas imaginaciones
traen mi seso en opiniones.
GILOTE:
Pues quedaráste sin seso.
¿Podremos saber de dónde
nace ese mal, o lo que es?
OTÓN:
Pregúntamelo. después;
que sale Criselio. Sale CRISELIO
CRISELIO:
¡Oh, Conde!
OTÓN:
¡Oh, señor! ¿A dónde?
CRISELIO:
Vengo
al duque, que por mí envía.
OTÓN:
Yo y todo a hablarle venía,
porque de una hora que tengo
de término para darle
cierta respuesta, no queda
nada ya.
CRISELIO:
Bien os suceda;
porque yo temo enojarle
según vengo alborotado.
OTÓN:
¿Cómo?
CRISELIO:
Con descuido trata
promesas que si dilata
le han de alborotar su estado.
Su primo soy, y Clemencia
cuando me dé mano y sí
gana.
OTÓN:
El duque viene aquí.
Si le habláis llevad paciencia. Sale el DUQUE con dos papeles
DUQUE:
Primo.
CRISELIO:
Gran señor.
DUQUE:
Otón.
OTÓN:
Señor.
DUQUE:
A los dos estimo;
A vos, Criselio, por primo,
y A vos por inclinación. Da a cada uno un papel
Tomad y leed los dos,
que así pretendo obligaros; A CRISELIO
a vos por aseguraros,
y por honraros a vos.
Vase el DUQUE
CRISELIO:
(¿Por asegurarme a mí? (-Aparte-)
Mi determinación sabe.)
¡Oigan! ¡Cómo se han quedado
cada cual con su sentencia!
CRISELIO:
(¿Si es cédula en que Clemencia (-Aparte-)
el sí de esposa me ha dado?)
OTÓN:
(¿Si porque a Rosela admita, (-Aparte-)
algún estado me da?)
CRISELIO:
(Suspensión, veamos va (-Aparte-)
lo que contiene esta dita.)
OTÓN:
(Lo que dice quiero ver (-Aparte-)
el papel que a honrarme viene.)
GILOTE:
Casa es cada cual que tiene
su cédula de alquiler. Lee alto
CRISELIO:
"Antes que os caséis, importa a mi
servicio y vuestro aumento, saquéis
mentirosa a la envidia que os pretende
descomponer conmigo, y esto ha de ser
partiéndoos a Monferrato, por gobernador
de todo su marquesado. Ocupad luego esa
plaza, que sobre aquesta merced,
cualquiera pretensión vuestra caerá
mejor." El Duque.
Lee en secreto
OTÓN:
"El amor que os tengo pasa por
cualquier dificultad y contradicción,
aunque haya no pocas para que os dé
a mi hija Clemencia y con ella la
sucesión de mi estado que procuran
impedirme; y ansí para vuestra
seguridad y en muestras de mi amor
os doy esta firma de resguardo y mi
palabra con ella, que otro no será
su esposo que me herede sino vos."
El Duque.
CRISELIO:
¡Válgame Dios!
OTÓN:
¡Dios me valga!
CRISELIO:
¡Jesús!
OTÓN:
¡Jesús!
GILOTE:
(Yo también (-Aparte-)
me santiguo, que si ven
algún diablo, porque salga,
bueno es echar bendiciones.)
CRISELIO:
¿Descomponerme procuran?
LOS DOS:
¡Jesús!
GILOTE:
(Parece que curan (-Aparte-)
por ensalmo lamparones.)
OTÓN:
(¿A mí palabra de esposo (-Aparte-)
de Clemencia, y su heredero
el duque?)
CRISELIO:
(Algún lisonjero, (-Aparte-)
de mi privanza envidioso,
me descompone atrevido;
y para empezar a honrarme
el duque y asegurarme
la sucesión ha querido
que gobierne a Monferrato,
y haciéndome su marqués
darme a Clemencia después.
¿Qué dudo? ¿En qué me recato,
si en esta cédula corta
asegura con certeza
mi casamiento. ¿No reza-- Lee
"Antes que os caséis importa
a mi servicio y aumento
vuestro..."? Luego presupone,
contra quien me descompone,
por cierto mi casamiento.
Pues si el duque le asegura,
temores, ¿qué hay que dudar?)
OTÓN:
(Esto y más puede esperar (-Aparte-)
el que tiene mi ventura.
Yo apostaré que Clemencia
a su padre ha declarado
el amor que me ha mostrado,
y él por hacer experiencia
del que a Rosela he tenido,
que de Césaro sabrá
sucesos pasados ya,
me mandó ser su marido,
para saber si la quiero,
o pasó más adelante
mi pretensión que de amante.
Esto en mi provecho infiero.
De sangre ilustre desciendo;
los Grimaldos y Fregosos
en Italia generosos
me dan el ser que pretendo.
No perderá calidad
conmigo su ducal casa. Lee
"El amor que os tengo pasa
por cualquier diticultad
y contradicción, aunque haya
no pocas para que os dé
a mi hija Ciemencia." En fe
de que mi ventura vaya
siempre de bien en mejor,
fácil será aquesta empresa,
pues por escrito confiesa
que me tiene el duque amor.
Pues rompe dificultades,
pues su heredero me llama,
pues me promete a madama,
pues sois sospechas verdades,
Fortuna, tened segura
la rueda sobre que fundo
mi suerte, y seré en el mundo
ejemplo de la ventura.)
GILOTE:
Encantado está este día.
Hecho un papatoste estoy.
CRISELIO:
(Clemencia es mía desde hoy.) (-Aparte-)
OTÓN:
(Desde hoy es Clemencia mía.) (-Aparte-)
CRISELIO:
(Mi dicha este papel muestra. (-Aparte-)
Id, amor, y pretended. Lee
"Que sobre aquesta merced
cualquiera pretensión vuestra
caerá mejor." Pues por vos
queda seguro este trato,
¡alto, Amor! ¡A Monferrato!)
Conde, adiós.
OTÓN:
Criselio, adiós.
Vase CRISELIO
OTÓN:
¿Fuése?
GILOTE:
Ya se fue.
OTÓN:
¿Qué aguardo?
GILOTE:
¿Qué diablos tienes, señor?
Di. Lee
OTÓN:
"Y en muestras de mi amor
esta firma de resguardo
y mi palabra con ella
que otro no será su esposo."
¿Hay hombre más venturoso?
¿Tal oigo, Clemencia bella?
GILOTE:
O me despide, o procura
decirme qué es lo que tienes.
OTÓN:
Vida, gusto, estado, bienes,
amor, esposa y ventura.
GILOTE:
O enloquecernos los dos,
o dime en qué eres dichoso. Lee
OTÓN:
"Que otro no será su esposo
que me herede sino vos."
Besa, besa este papel.
Se lo acerca a GILOTE
GILOTE:
¿Gánase alguna indulgencia?
OTÓN:
Gano por él a Clemencia.
GILOTE:
Quien la gana bese en él.
¿Qué dice?
OTÓN:
¡Si tú supieras
leer!
GILOTE:
Y como que sé.
OTÓN:
Pues lee aquí.
GILOTE:
Q, u, e, que.
Por que comencé, ¿qué esperas?
Bellaco agüero, por Dios.
OTÓN:
Suelta, torpe.
GILOTE:
Lee, ingenioso. Lee
OTÓN:
"Que nadie será su esposo
que me herede sino vos."
GILOTE:
¿No dice más?
OTÓN:
¿Esto es poco?
GILOTE:
Clemencia está aquí, señor.
OTÓN:
Hasta en esto, tierno Amor
tengo dicha.
GILOTE:
Y en ser loco.
Salen CLEMENCIA y ROSELA
CLEMENCIA:
El duque me ha prometido
que te dotará, y que Otón
satisfará tu afición
haciéndole tu marido.
ROSELA:
Beso tus pies. Sale un PAJE
PAJE:
Gran señora,
el duque dice que al punto
le veas.
CLEMENCIA:
(Lo que es barrunto. (-Aparte-)
Querrá que el sí le dé agora
a Criselio; pero aplique
ruegos, promesas, rigor,
que sólo dice mi amor,
o morir, o ser de Enrique.)
PAJE:
El duque, señora, espera.
CLEMENCIA:
Hasta en dar prisa es crüel.
Dale al conde este papel,
y que importa considera.
Dale en secreto un papel a ROSELA, y vanse CLEMENCIA, y el PAJE con ella
ROSELA:
(¿Para el conde, y sin nombrarle, (-Aparte-)
papel madama me da,
y que importa? ¿Quien será
el conde a quien he de darle?
En Mántua hay dos solamente,
Otón y Enrique. ¿Qué haré?
¡Mas si Enrique conde fue,
conde es de anillo al presente;
aborrécele madama
y por no verle se esconde,
luego no es Enrique el conde
a quien de esta suerte llama.
De Otón me hablaba Clemencia
antes de darme el papel,
y estándome hablando de él
nombrarle era impertinencia.
Podrá ser, pues mensajera
me hace, que en él le diga
el dote con que le obliga
y el estado que le espera
si con mi amor corresponde.
Lo que imagino será.
Pero si aquí Otón está,
y dijo, date éste al conde,
no hay duda de que le vio;
y dándola el duque prisa
discretamente me avisa
que para Otón le escribió.
Llego a hablarle.) ¡Oh, señor conde!
OTÓN:
¡Oh, Rosela! Dándole el papel
ROSELA:
Aquéste envía
madama a vueseñoría,
y si discreto responde,
aunque viva descuidado
de suerte tan venturosa,
respete y adore esposa
que le da en dote un estado. Vase ROSELA
OTÓN:
No hay ya que poner reparo
en lo que Amor me apercibe.
Pues que madama me escribe
y Rosela habla tan claro,
en Mántua es público ya
mi casamiento.
GILOTE:
¿Por eso
estás tan fuera de seso?
OTÓN:
Si el duque su hija me da
¿no es, Gilote bien perdido?
GILOTE:
¡Cómo! ¿A quien te da?
OTÓN:
A Clemencia.
GILOTE:
Ésa es linda impertinencia.
¿No dices que te ha pedido
que te cases con Rosela?
OTÓN:
Ya de parecer mudó,
y en popa mi amor rompió
estorbos a remo y vela. Lee el papel
"Conde, con la brevedad
que a tanta prisa conviene,
Clemencia afirma que os tiene
rendida la voluntad.
Pues anochece, gozad
la ocasión que os corresponde,
que el jardín os dirá adónde,
la dicha es bien que os espere,
que Criselio usurpar quiere.
Clemencia, esposa del Conde."
¡Criselio estorba sin duda
el bien que casi adquirí!
¿Qué he de hacer, triste de mí,
si el duque parecer muda? Entristécese
GILOTE:
¿Hemos menester ayuda?
¿Tan presto se ha destemplado
la gaita, o habemos dado
salto en vago? ¿Qué hay de nuevo
OTÓN:
Si amor de mi parte llevo,
¿qué estorbos me dan cuidado? Alégrase
¡Alto! al jardín, que procura
ser templo de mi trofeo,
tálamo de mi himeneo,
teatro de mi ventura.
El duque me la asegura
en e papel, donde afirma
que su palabra confirma;
pues cuando lo sepa airado,
mostraré que me he casado
con su gusto y con su firma.
GILOTE:
Hombre eres de tornasol;
ya estás alegre, ya triste;
¿qué camaleón te viste
catalufas de arrebol?
OTÓN:
Esta noche gozo a un sol.
GILOTE:
¿Sol de noche? No sé adonde
le haya.
OTÓN:
Un jardín le esconde,
y este papel lo confirma,
pues en él dice esta firma,
"Clemencia, esposa del conde."
Vanse los dos.
Sale el DUQUE, y CRISELIO
DUQUE:
Ansí, Criselio, aseguro
vuestra herencia y casamiento.
CRISELIO:
Y yo en agradecimiento
de tanta merced procuro
no salir de lo que ordena
mi cédula y provisión.
DUQUE:
Tormento es la dilación,
pero alivie vuestra pena
la palabra que os he dado,
primo, en ella. Sale CLAVELA
CLAVELA:
(Mi lealtad (-Aparte-)
ha de decir la verdad,
si hasta agora la he callado.)
DUQUE:
Clavela, pues ¿qué queréis?
CLAVELA:
Que volváis por vuestro honor.
Madama ha escrito, señor,
primero que la obliguéis
a que a otro esposo dé el sí,
al conde Enrique un papel
pidiendo que vaya en él
a verla...
DUQUE:
¿Cómo?
CRISELIO:
¡Ay, de mí!
CLAVELA:
Esta noche a su jardín,
porque o ha de ser su esposa,
o con muerte rigurosa
dar a sus amores fin.
Que lo remediéis es justo,
pues el tiempo da lugar;
que yo no es razón callar
bodas a vuestro disgusto.
Mirad que es de noche ya,
y podrá ser que por obra
ponga el conde el bien que cobra
y esté, gran señor, allá.
DUQUE:
¡Ay, cielos! ¿Pues tiene amor
Clemencia a Enrique?
CLAVELA:
¿Quién duda
que el tiempo y frecuencia muda
como la edad el rigor?
Si esposo suyo le llama,
claro está que bien le quiere.
DUQUE:
La sangre que de él vertiere
apagará su vil llama.
El no haberle yo quitado
la vida causa todo esto.
Mas no es tarde; vamos presto.
Que eres mi sangre has mostrado.
Yo Clavela, premiaré
el aviso que me das.
CRISELIO:
(Nunca de mi parte estás, (-Aparte-)
ciego Amor, rapaz sin fe.
O tu fuego no me abrase
o sé piadoso conmigo.)
CLAVELA:
(De esta vez al duque obligo (-Aparte-)
que con Criselio me case.) Vanse todos. Salen OTÓN y GILOTE, de noche
OTÓN:
Señas del jardín me han hecho.
Aquí, Gilote, me aguarda.
GILOTE:
¡Miren a qué chimenea,
con qué botas y lunadas!
OTÓN:
Yo, Gilote, te haré rico.
GILOTE:
Sal presto, que tengo el alma
en la prensa del temor;
que esos son pueblos en Francia.
OTÓN:
Ea, propicia Fortuna,
este escalón no más falta
para subir a la cumbre
de la ventura más alta.
Dadme la mano y veréis
cómo celebro en estatuas
vuestra memoria.
Vase OTÓN
GILOTE:
Colóse,
y creo que va a her colada.
¡Miren a qué Valdovinos
que le guarde las espaldas,
que es fiarlas del verdugo,
y ya ven cómo las guarda!
Gente parece que viene.
Mi suerte es tan desdichada,
que la traerá de Moscovia,
cuando no la hubiese en Mántua. Salen el DUQUE, CRISELIO y otros
DUQUE:
Cortarele la cabeza,
¡viven los cielos! mañana,
siendo el tálamo un cadalso
y los palacios la plaza.
GILOTE:
(Cabezas cortan, Gilote. (-Aparte-)
¡Que se cifren mis desgracias
a donde quiera que voy
del cogote a la garganta!
Si en mi tierra, a mi mujer
se te antojan mordiscadas,
si aquí degüellan--¡San Blas!--
mi gaznate se os encarga.)
CRISELIO:
Aguardemos, señor, que entre,
justificarás tu causa,
sin que excusas le disculpen,
y vendrá bien tu venganza.
DUQUE:
Dices bien; mas junto al muro
siento un hombre.
GILOTE:
(¡Madre Urganda! (-Aparte-)
convertidme en lagartija.)
CRISELIO:
¿Quién va?
GILOTE:
(¡Oh, quién se transformara (-Aparte-)
en moldura de estas piedras!)
DUQUE:
¿Quién va?
GILOTE:
Todo lo que anda
va, señores, su camino;
el huésped a su posada,
el arrïero a la venta
y el que ha bebido a la cama.
Va a ganar bollos el cura,
la dama a caza de gangas,
y yo, sin irme, me voy;
testigos mis pobres calzas.
DUQUE:
¿Quién sois?
CRISELIO:
¿Sois el conde?
GILOTE:
¿Yo?
Condenada esté mi alma;
que yo estó, en vez de ser conde,
con desmayos que me acaban.
DUQUE:
¿Qué hacéis aquí?
GILOTE:
¿He de decirlo?
Unas cámaras extrañas
título dan a un lacayo
de marqués de Camarasa.
DUQUE:
Decid quien sois o prendedle.
GILOTE:
Venga acá. ¿Puede ser nada
un lacayo en este mundo?
DUQUE:
¿Lacayo sois?
GILOTE:
Hasta el alma.
CRISELIO:
¿De quién?
GILOTE:
Del conde, señores.
DUQUE:
¿Luego mi jardín y casa
ha escalado?
GILOTE:
Sí, señor;
melones enteros cala.
DUQUE:
Echad en tierra esas puertas.
GILOTE:
La importante está ya echada;
que no hallará cerrajeros
que vuelvan a remendarla. Salen CÉSARO y el CONDE Enrique, de noche, y acometen al DUQUE
CRISELIO:
¡Ay, cielos!
CÉSARO:
Éste es Otón.
CONDE:
Muera, pues, y mi esperanza
viva.
DUQUE:
¡Ah, traidores! ¿Qué es esto?
¡Hola! ¡Ah, gente! ¡Ah, de mi guarda!
CÉSARO:
El duque es, nuestro señor.
Salen ALABARDEROS y dos PAJES con hachas
DUQUE:
Da voces.
UN PAJE:
Aquí están hachas
y alabardas; no hay huír.
CONDE:
(Aquí con mi vida acaban (-Aparte-)
mis desdichas.)
DUQUE:
¡Conde Enrique!
¡Césaro! ¿Contra mí espadas?
¿A mí la muerte?
CÉSARO:
Señor,
si merecen mis palabras
crédito, a Otón y no a ti
quisimos dar muerte airada.
DUQUE:
¿Pues por qué?
CÉSARO:
Yo por envidia.
CONDE:
Yo por celos que me abrasan.
DUQUE:
¿Celos, traidor, si Clemencia
para su esposo te llama
y a escalar mi jardín vienes
con la noche que te ampara?
CONDE:
¿Yo, gran señor?
DUQUE:
Tú, traidor.
CRISELIO:
A tí te ha escrito madama;
y este lacayo es testigo
de que vienes a gozarla.
GILOTE:
Yo no estoy para firmar.
A GILOTE
CONDE:
¿Vos contra mí tal maraña?
¿Conocéisme vos a mí?
GILOTE:
En mi vida le eché paja.
CÉSARO:
Éste es criado del conde
Otón.
GILOTE:
¡Miren la bobada!
Pues aquí ¿quién se lo niega?
Si por aqueso barajan,
¿no ha que les estoy diciendo
dos horas ya, que se casa
con Clemencia el conde Otón;
y por un papel o carta
que le dio suyo Rosela,
viene a her la encamisada
que en las bodas se acostumbra?
DUQUE:
¿Clemericia a Otón?
GILOTE:
¡Qué pensaba!
DUQUE:
Derribad luego esas puertas.
CRISELIO:
Pues mis celos no me matan,
poco a Clemencia he querido.
CONDE:
¿Hay tal traición?
CÉSARO:
La venganza
que el duque tomará de él,
mi envidia quieta y amansa.
CONDE:
¿Sin estado y sin Clemencia,
y con vida? ¡Ay, fieras ansias!
Salen OTÓN, CLEMENCIA, CLAVELA y ROSELA
CLEMENCIA:
Cruel, ¿qué traición es ésta?
OTÓN:
¿Yo traición, cuando te llamas
mi esposa, cédulas firmas
y en este jardín me aguardas?
DUQUE:
Prended este hombre. OTÓN se pone de rodillas
OTÓN:
Señor,
humilde estoy a tus plantas.
DUQUE:
No te levantarás de ellas
con vida.
OTÓN:
Si tú lo mandas,
dichosa será mi muerte;
pero no sé que haya causa
para tan crüel sentencia.
DUQUE:
¿Cuando de afrentarme acabas,
dices que no hay causa, infame?
OTÓN:
Por este papel, madama,
que me envió con Rosela,
como a su esposo me trata;
a sus bodas me convida;
y si vine a celebrarlas
es por ser, señor, tu gusto.
DUQUE:
¿Mi gusto?
OTÓN:
No habrá mudanza
que niegue, duque, ser tuya
esta cédula firmada
de tu nombre, en que me das
seguridad y palabra
de casarme con Clemencia.
DUQUE:
¿Yo? Para que gobernaras
a Monferrato, te di
la provisión.
OTÓN:
Hablen cartas.
CRISELIO:
A mí, gran señor, me diste
la gobernación que acabas
de decir.
OTÓN:
Y a mí de ser
sucesor tuyo, esperanza.
DUQUE:
Troquélas. Vuestra ventura,
Otón, estas cosas traza.
Caballero noble sois
de lo más limpio de Italia;
lo que la ventura ha hecho
no es bien que yo lo deshaga.
Ella os casó con Clemencia.
CLEMENCIA:
Y ella ha sido quien me engaña;
que yo el papel que escribí,
con Roscla le enviaba
al conde Enrique.
ROSELA:
Eso no,
que si a Enrique me nombraras,
yo fuera esposa de Otón,
al conde dijiste.
DUQUE:
Basta;
que la ventura se esmera
en hacer por vos hazañas.
Clemencia es ya vuestra esposa.
CLEMENCIA:
Hasta en aquesto le ampara
su dicha, que le he cobrado
tanto amor, que es suya el alma.
DUQUE:
Dadle, Criselio, a Clavela
la mano, y seréis de Padua
y de Cremona marqués.
CRISELIO:
Yo beso las tuyas francas. A su padre
CLEMENCIA:
Al conde Enrique perdona.
DUQUE:
Criselio tiene una hermana,
su estado le restituyo
si Enrique con ella casa.
CONDE:
Con el sí te doy, señor,
debidas y justas gracias,
sin que en tu sangre y la mía
más enemistades haya.
DUQUE:
Otón, pues Césaro quiso
daros muerte, ejecutadla
en él, o haced vuestro gusto.
CÉSARO:
(¡Cielos! Esto me faltaba.) (-Aparte-)
OTÓN:
Doyle en fe de esa licencia
dos villas, porque así paga
a las letras envidiosas,
cuando es noble, la ignorancia.
CÉSARO:
Disculparme es ofenderte.
No hay en el mundo venganza
como es el dar bien por mal,
que afrenta y obliga.
OTÓN:
Basta.
A Rosela, porque cumpla
de ser condesa las ansias
que ha tanto la traen inquieta,
con el conde he de casalla
de Florel.
ROSELA:
Beso tus pies.
GILOTE:
Tus padres, señor, acaban
de llegar, que a verte vienen.
DUQUE:
Vamonos, pues, a ver a Octavia
y a Grimaldo, pues que son
vuestros padres.
GILOTE:
¿Y sin nada
me dejas?
OTÓN:
Por tuya queda
la hacienda, prados y granja,
principio de mi ventura.
GILOTE:
Vivas más que una madrastra.
DUQUE:
En vos Otón, quede ejemplo,
con que inmortalice Italia
lo que puede la ventura.
OTÓN:
Sin ella no valen nada
sangre, hacienda, armas ni letras,
pues es proverbio de España,
"Ventura te dé Dios,
que el saber poco le basta"