Ventura te dé Dios, hijoVentura te dé Dios, hijoTirso de MolinaActo I
Acto I
Sale OTÓN, de estudiante, con el Arte de
Antonio de Nebrija en la mano
OTÓN:
¿Qué os hice yo, estrellas pías,
que tanto me perseguís?
¿Qué confusión infundís
en estas potencias mías?
En un año que ha que intento,
por dar a mis padres gusto,
estudiar, y el Arte ajusto
a mi torpe entendimiento;
por más que, a costa del sueño,
niego a la cama el tributo
y decorando sin fruto
soy más incapaz que un leño,
la primer conjugación
aún no he podido aprender,
ni el primer tiempo saber,
tarea de mi lición.
¿Por qué consientes, Apolo,
si las ciencias te dan nombre,
gastar tanto tiempo a un hombre
sin saber un tiempo sólo?
OTÓN:
Pues no bastan desengaños,
ni el hallar por experiencia
que el principio de la ciencia
apetece tiernos años,
más que mi madura edad,
para que a mi padre ablande
y que estudie no me mande
con tanta incapacidad,
cielos, más memoria os pido,
porque soy siquiera amante,
que el amor y él estudiante
se infaman con el olvido.
Amo a Rosela divina;
pensar en ella es mi gloria,
y si es para mi memoria
su imagen anacardina,
séalo, estudios, también,
para que en mí os autoricen,
que nunca se contradicen
saber bien y querer bien.
Ya es hora de dar lición;
presto el preceptor vendrá;
mas, ¿qué le aprovechará
si en mí sus preceptos son
lo que en el yunque el martillo?
Ahora bien, decorar quiero
aqueste tiempo primero.
OTÓN:
¡Oh, quién pudiera infundillo
todo sin salir de aquí!
¡Ánimo, ingenio de plomo!
Purga parece que tomo.
El verbo es de sum, es, fui
el que me hace trasnochar Comienza a decorar paseándose, y mirando de cuando en cuando el Arte
y, me ocupa el tiempo todo.
Vaya, indicativo modo,
es el modo de mostrar.
Tempore presenti dice; Lee
luego, "en el tiempo presente,"
como aquesto se me asiente
al preceptor satisfice.
Dice luego, sum, yo soy,
es, tu eres. Adelante.
Est, aquél es. ¡Qué estudiante!
Aquesto basta por hoy.
OTÓN:
Como el singular decore,
mañana sabré el plural
¡Que deprenda yo tan mal,
y que tan bién me enamore!
Cierro el Arte, y decorar
quiero. ¡Qué mal me acomodo!
Vaya. Indicativo modo, Paseándose
es el modo de mostrar.
Tempore presenti, el tiempo
presente. Sum... ¡Ea, pues, Titubeando
sum, significa...aquél es.
Sin provecho gasto el tiempo.
Si no abro el libro es en vano.
¡Que una cosa tan común
me cueste a mí tanto! Sum...
¡Ah, memoria dé villano!
Lee
OTÓN:
Sum, yo soy, me enseña aquí.
Lo que por el libro aprendo
lo olvido luego en leyendo.
¡Cielo! ¿en qué estrella nací?
¡Ah, gramática maldita! Arroja el Arte
mal haya quien te inventó!
Si no soy para ti yo,
¿quién a que estudie me incita?
Vete con la maldición
Arte de embelecos lleno;
de mi memoria veneno,
de mi ingenio confusión;
que ni te quiero aprender,
ni contigo es bien me asombre.
Si es natural en todo hombre
el deseo de saber,
y hace en mí tan poco fruto
la doctrina que me das,
no me llamen hombre más,
sino roble, estatua, bruto.
¿Hay tal desesperación?
El preceptor sale. ¡Ah, cielo!
Sale FULBIO, maestro
FULBIO:
Otón ¿el Arte en el suelo?
Bien se sabrá la lición.
OTÓN:
Arrójale la torpeza
que en mi vil memoria ves;
quizá entrará por los pies,
pues no entra por la cabeza.
Por Dios, que es hombre terrible
mi padre, pues en mi afrenta,
gramático hacerme intenta,
siendo en mí tan imposible.
Si a un verbo no hay dar alcance,
¿cuándo llegaré a su fin;
ni cómo sabrá latín
quien no sabe bien romance?
Aunque tengo padres, soy
de edad varonil, que encierra
más valor para la guerra
que para el arte en que estoy;
y si es bien que en esto notes,
no son mis años capaces
de facultad que a rapaces
muestran palmetas y azotes.
FULBIO:
Señor Otón, vuestro padre
tiene, por ser principal,
más nobleza que caudal;
y porque el estado os cuadre
a vuestro valor debido,
que estudiéis a cargo toma;
porque sus deudos que en Roma
por las letras han valido
hasta alcanzar el capelo,
prometen haceros hombre.
Estudiad, y no os asombre
la incapacidad que al cielo
queréis, ocioso, imputar.
Sabio vuestro padre os vea,
que no hay cosa que no sea
difícil al comenzar.
De la honra es breve atajo
el estudio que el cuerdo ama,
porque al templo de la fama
se entra por el del trabajo.
No cobra valor ni medra
la ociosidad regalada,
que una gota continuada
rompe la más dura piedra.
Uno y otro estudio venza
la memoria hasta que abrace
lo que os enseño, pues hace
la mitad el que comienza.
Alzad el Arte del suelo,
y estimadle en más, Otón.
Ea, decid la lición
que ayer os enseñé.
OTÓN:
¡Ah, cielo!
FULBIO:
De ese verbo sustantivo
el primer tiempo me dad.
No os confundáis; comenzad.
OTÓN:
Comienzo. Nominativo,
sum...
FULBIO:
¡Donoso majadero!
¿Nombre hacéis a sum, es, fui?
¿No es verbo?
OTÓN:
Dómine, sí.
FULBIO:
Pues decí el tiempo primero.
OTÓN:
¿No fue en ese tiempo Adán?
FULBIO:
¡A propósito fray Jarro!
¡Por cierto, ingenio bizarro
por discípulo me dan!
¿No os enseñé, impertinente,
los tiempos del verbo? Estaba...
OTÓN:
Ya... ya..., no se me acordaba.
FULBIO:
Pues decí el tiempo presente.
OTÓN:
El presente es bien bellaco,
si el cielo no lo socorre.
Moneda de vellón corre
y reinan Venus y Baco,
labra casas la lisonja;
es pescadora de caña
la verdad, la lealtad daña;
la ambición se metió monja.
Es ciencia la presunción,
ingenio la oscuridad;
el mentir sagacidad,
y grandeza el ser ladrón.
Vividor el que consiente;
buhonera la hermosura;
vende báculos la usura
y éste es el tiempo presente.
Y pues en él la ignorancia
vence a la sabiduría,
y en mí la dicha podría
ser de mayor importancia
que el latín que aprendo mal,
con vuestro Arte os avenid, Arrójale
y a mi padre le decid
que no fuerce el natural
de su hijo con violencia,
que es hacer al cielo agravio,
y si me quiere hacer sabio
que me dé la suficiencia.
Vase OTÓN
FULBIO:
El hombre ha dicho muy bien,
y me libra de un trabajo
que a tomarle yo a destajo
perdiera el seso también.
¡Jesús, qué gran matalote!
Más ha de un mes que le di
de lición a sum, es, fui,
que la abarca y el capote
del rústico más común
le aprendiera en media hora,
y sáleme el poste agora
con nominativo, sum.
¡Qué de Otones que me miran,
discretos en la opinión,
que para el Antonio son
tamquam asinus ad lyram.
Vase FULBIO.
Salen ROSELA, dama, y AGUDO
ROSELA:
De modo contenta estoy,
que pues no hago acciones locas,
no muestro que hermana soy
de Césaro. Albricias pocas
por tales nuevas te doy.
¿Que mi hermano tanta estima
por sus letras ha alcanzado?
AGUDO:
Toda Italia le sublima
por el más noble letrado
que lee cátedra de prima.
No tiene jurisperito
Europa sabio como él;
su nombre en Bolonia escrito
por las calles, el laurel
le ofrece.
ROSELA:
Gozo infinito
con esas nuevas me das.
¡Qué alegre estará Honorato,
mi padre!
AGUDO:
No quieras más,
que él solo al de Monferrato,
cuya guerra ya sabrás
que con el de Mántua tiene,
ha sido causa total
de las paces que previene.
ROSELA:
Cuéntame eso.
AGUDO:
Gloria igual
a ganar su valor viene.
Dos años ha, como sabes,
que sobre la posesión
de algunas ciudades graves,
que en esta comarca son
de Italia y Milán las llaves
el duque de Mántua viejo,
y el marqués de Monferrato,
los dos de la guerra espejo,
con militar aparato
perturban paz y consejo;
y remitiendo a la guerra
pareceres de letrados,
que el más sabio tal vez yerra,
de Italia los potentados
han convocado a su tierra.
Peleaban cada día,
y combatiendo murallas
la dicha y la valentía,
en asaltos y en batallas
se abrasaba Lombardía.
Y sin poder componellos
los que la paz intentaban,
la Ocasión andaba entre ellos,
de quien, ciegos, procuraban
sin verla, asir los cabellos.
AGUDO:
Cansados de guerras, pues,
entró el papa de por medio,
llamando al duque y marqués;
y, para poner remedio
en tan prolijo interés,
mandó que buscar hiciesen
al más ilustre letrado
que las leyes conociesen,
en cuyo estudio y cuidado
sus pleitos comprometiesen.
Dio la diligencia prisa,
y volando a las ciudades
de Italia la fama, avisa
a las universidades
de Perusa, Fermo y Pisa.
Vienen letrados de Roma,
los suyos Bolonia apresta;
mas, Césaro, que los doma,
como el sol se manifiesta
cuando entre estrellas asoma.
Rindiéronse a su opinión
cuantos ser jueces quisieran,
y no fue grande blasón,
pues también lo mismo hicieran
Bártulo, Baldo y Jasán.
AGUDO:
Juez árbitro le nombraron
el duque y marqués al fin,
y después que le informaron,
de dar a sus guerras fin
y pasar los dos juraron
por su sabio parecer,
en la justicia resuelto,
que no admite corromper.
Y después de haber revuelto
todo el derecho, a vencer
vino el duque; pero dió
Césaro tales razones
y tan eficaz habló,
que a pesar de discusiones
a los dos apaciguó,
con que la hermosa Clemencia,
hija del duque, se case
con el conde de Placencia,
hijo del marqués, y pase
la guerra a bodas y herencia.
Vinieron los dos en esto,
y a Césaro aficionados,
en el gobierno le ha puesto
el duque de sus estados;
y el marqués, que ve compuesto
tan a su satisfacción
pleito tan largo y reñido,
en muestras de su afición
de joyas le ha enriquecido,
y una villa en posesión
y mayorazgo le ha dado,
premio de su mucha ciencia;
y para vos ha alcanzado,
siendo dama de Clemencia,
esperanzas de un condado,
con el esposo que os dé.
Ved lo que el estudio alcanza.
ROSELA:
Pues de estado mejoré,
voluntad, a la mudanza
estatuas levantaré.
Villano padre dió el ser
al mío, que mejoró
con el trato mercader.
Bieldos en varas trocó
y el sembrar por el vender.
Admití la voluntad
que mostró tenerme Otón,
ilustre en esta ciudad,
creyendo de su afición
interesar calidad
a mi sangre con su amor,
que aunque pobre, es caballero;
pues dándome él su valor
y yo en trueco mi dinero,
lucieran los dos mejor.
Pero, pues, la diligencia
de mi hermano le sublima
a tan noble preeminencia
y, en fe de su mucha estima,
he de privar con Clemencia,
Otón mude de cuidado,
que ya los cielos serenos
de mi amor se han anublado;
porque no pienso ser menos
que esposa de un titulado.
AGUDO:
A eso y más puede animarte
Césaro, del mundo espejo.
Vase AGUDO.
Sale OTÓN
OTÓN:
Rosela, por adorarte
odiosos estudios dejo;
que al natural cansa el Arte.
¿Qué gramática mejor,
qué más noble facultad,
qué ciencia de más valor
que la que halla en tu beldad
mi correspondido amor?
Estudie nominativos
quien como yo no se asombre,
y aplíqueles adjetivos,
como declinen tu nombre
mis deseos siempre vivos.
Conjuguen a sum, es, fui,
sin mí los demás desde hoy,
pues sólo de él aprendí,
mi bien, con el sum, que soy
tuyo y no vivo sin ti.
Si se enojare mi padre
porque en su gusto no vengo
va le cuadre o no le cuadre,
a tu amor por padre tengo
y a tu hermosura por madre.
Abre el amoroso labio,
hónreme tu sí dichoso,
no hagas a mi fe agravio,
que más quiero ser tu esposo
que, no siéndolo, ser sabio.
ROSELA:
(¡Qué donoso impertinente!) (-Aparte-)
Otón, pobreza y valor
no son dote competente,
ni anda ya desnudo Amor
en la opinión de la gente.
Si ya que eres ignorante,
tuvieras hacienda, Otón,
estimárate constante;
que el tener es disareción
y el oro se ha vuelto amante.
El cielo a mi hermano ha dado
tantas letras, que le ven
por ellas entronizado,
y siendo sabio, no es bien
darle a un necio por cuñado.
De tu ignorancia me pesa.
Césaro me ha prometido,
por lo que en esto interesa,
que no ha de ser mi marido
quien no me llame condesa.
OTÓN:
Respondes como mujer,
pues en la hacienda reparas;
hija al fin de mercader
que mide su amor a varas
en la tienda del tener.
¿Al interés amor llamas?
Amor no es más que valor
de la voluntad que infamas.
ROSELA:
Pues tú ¿qué sabes de amor
si aún no has llegado a amo, amas?
Anda, vete a sum, es, fui.
OTÓN:
Sí haré, que soy caballero,
y seré siempre el que fui,
el ser villano y grosero
de un terrón al que hay en ti.
Yo, soy yo.
ROSELA:
¿Dasme lición?
OTÓN:
Y tú, eres tú.
ROSELA:
A conjugar
te vas enseñando, Otón;
mas tu amor no ha de llegar
conmigo a conjugación,
ni a ser amante tampoco,
que más adelante pasa.
OTÓN:
A no estimarte tan poco,
villana...
ROSELA:
¿No hay quien de casa
a palos me eche este loco?
Sale AGUDO
AGUDO:
Albricias, señora mía;
tu padie y hermano están
en casa, y a Mántua van.
Por ellos el duque envía
y por ti, porque madama
Clemencia te hace favor.
A OTÓN
ROSELA:
¿Es justo estimar tu amor
cuando un príncipe me llama?
Bien pudiera castigar
tu ignorante desacato
si a Césaro y a Honorato
cuenta de él quisiera dar;
mas en fe de tu desprecio
bástete, Otón, por agravio
que él venga a ganar por sabio
lo que tú pierdes por necio.
Y pues de ti no hago caso,
por lo que te falta de hombre,
declina casos de un nombre,
mientras en Mántua me caso,
que musa, musae, te excusa,
pues mientras te corresponde,
me casarán con un conde
y a ti, ignorante, con musa.
OTÓN:
¡Que esto sufro! ¡Que esto escucho!
¡Que esto causa el no saber!
Salen de camino, como letrado galán
CÉSARO, y HONORATO, viejo
HONORATO:
¡Hija!
CÉSARO:
¡Hermana!
ROSELA:
Si el placer
da la muerte cuando es mucho,
no sé, hermano, cómo vivo.
Si honró el laurel tu cabello,
honre mis brazos tu cuello,
en que el alma te apercibo.
Ya sé cuán sabio te nombra
la fama que te engrandece;
que el duque te favorece;
y a mí, que estoy a tu sombra.
Ya sé que él con el marqués,
por bastar a apaciguallos,
te hacen señor de vasallos
y conde te harán después.
Ya sé que entro en la privanza
de madama, y que por mí
vienes, levantando ansí
hasta el cielo mi esperanza;
que a mi padre da valor
la vara, que en ti mejora,
si de medir hasta agora,
ya en ti de gobernador.
Sé que a tu sangre enriqueces,
y aunque honrarte tanto escucho;
sé, en fin, si te han dado mucho,
que infinito más mereces.
CÉSARO:
Yo sé, Rosela querida,
lo que basta a ennoblecer
mi linaje, sangre y ser.
Prevén luego tu partida,
que te esperan dos carrozas.
ROSELA:
¿Dos?
HONORATO:
¿Pues eso te ha espantado?
Yo espero verte en estado,
si un año a tu hermano gozas,
que te llame su mujer
un Colona o un Gonzaga.
ROSELA:
¡Ay, padre! El cielo lo haga.
OTÓN:
(Saber y ensoberbecer (-Aparte-)
todo es uno. La ambición
de éstos me ha causado risa.)
CÉSARO:
Yo, hermana, vengo de prisa.
ROSELA:
Vamos.
CÉSARO:
¡Oh, señor Otón!
¿Aquí está vuesa merced?
OTÓN:
Con el contento y el gusto
que en esta ocasión es justo.
CÉSARO:
Todo es hacerme merced.
Ya estará bravo latino.
¿Cómo va de construír?
Versos sabrá ya medir;
no envidiará a Calepino.
ROSELA:
¡Y cómo! No hay quien le iguale.
Es en sum, es, fui la prima;
que tanto lo que es estima,
que del sum, es, fui, no sale.
CÉSARO:
Hace bien, que es caballero.
Estudie, haga lo que manda
su padre; que el tiempo ablanda
el ingenio más grosero.
Sus treinta años poco más
debe tener; muchacho es;
tiempo le queda después
para aprender lo demás.
¿Azótale el precepior?
OTÓN:
Por la lición honra fuera;
mas si el verdugo los diera
en cas de algún labrador,
fuera afrenta conocida.
CÉSARO:
¿Tan presto se ha de picar?
OTÓN:
Muchos suelen azotar
porque dan mala medida.
Como mercader no fui
no temo azotes por esto.
CÉSARO:
Yo no me corrí tan presto,
aunque lo diga por mí.
HONORATO:
¡Vive Dios! Hidalgo pobre...
CÉSARO:
Basta, padre, que la ciencia
es madre de la prudencia.
Humos con su sangre cobre,
y advertid que entran acá
sus padres. Estudie, hermano,
que yo le daré la mano.
OTÓN:
¡Qué de callos que tendrá!
Salen GRIMALDO, viejo,
y OCTAVIA su esposa
GRIMALDO:
¡Que el Arte arrojó en el suelo!
¿Hay atrevimiento igual?
OCTAVIA:
Ir contra su natural
es contradecir al cielo.
Si el estudio a Otón repuna,
no le pidáis al acero
ni al plomo que sea ligero.
GRIMALDO:
No es para cosa ninguna.
¡Vive Dios! Que ha de guardar
los ganados en la aldea.
OCTAVIA:
No hará tal, que aunque no sea
capaz Otón de estudiar,
es vuestro hijo, y yo su madre,
y es bien que ande en traje noble.
GRIMALDO:
¿Hijo mío un bruto, un roble?
¿Yo de un mentecato padre?
OCTAVIA:
¿Qué sabéis vos la ventura
que Dios le tiene guardada?
GRIMALDO:
Quien ni por pluma ni espada,
Octavia, medrar procura,
¿qué puerta abierta hallará
para conseguir valor?
OCTAVIA:
El nuevo gobernador
es el que presente está.
Vuestro enojo refrenad.
GRIMALDO:
Antes me corro de ver
que un hijo de un mercader
de tan baja calidad,
que ayer eran unos bueyes,
con una pajiza casa
todo su caudal, hoy pasa
desde el azada a las leyes.
¡Que por su estudio presuma
ganar honrosos blasones
destripando ayer terrones,
y hoy laureando su pluma,
y que este bárbaro ultraje
mi sangre con su rudeza,
y cuando en Césaro empieza,
acabe en él su linaje!
Quién se pudiera volver
sin ser visto, por no darle
el parabién.
OCTAVIA:
Llega a hablarle
que le habremos menester.
GRIMALDO:
Pues es ya gobernador
de nuestro duque, es forzoso. Llega a CÉSARO
Gocéis, Césaro dichoso,
con otro cargo mayor
el fruto bien merecido
que premian en vos los cielos
de vuestro estudio y desvelos,
pues tan bien se os ha lucido.
CÉSARO:
¡Oh! Grimaldo, ¡oh, Octavia aquí!
Si me hubierais menester
gustaré haceros placer.
GRIMALDO:
(¿Placer? ¡Que nos hable ansí (-Aparte-)
el nieto de un tosco arado!)
HONORATO:
Césaro es gobernador
de nuestro duque y señor,
y un título le ha mandado.
Por la buena vecindad
que con vos tenido habemos,
ved si hay en qué, que os haremos
cualquiera comodidad.
Vase HONORATO
ROSELA:
Y yo, si el duque me casa
con un conde, cual codicio,
recibiré en mi servicio
a Otón, y honraré en mi casa.
Vase ROSELA
CÉSARO:
Y yo lo mismo os prometo.
Mas, pues tan ignorante es,
hacedle que sea cortés,
ya que no podéis discreto;
no le enseñe yo si alcanza
a dar de sí testimonio,
en vez del Arte de Antonio,
el de la buena crïanza.
Vase CÉSARO
GRIMALDO:
¡Que esto haya yo consentido
y caballero me llame!
¡Que de esta suerte un infame,
cielos, me haya respondido!
¡Un viejo sin calidad!
OCTAVIA:
¡Ah, Fortuna, toda extremos!
GRIMALDO:
"Ved si hay en qué, que os haremos
cualquiera comodidad."
¡Por cuatro letras que sabe!
OCTAVIA:
"Si me hubieráis menester
gustaré haceros placer."
¡Arrogante, necio y grave!
GRIMALDO:
¡Un rústico...! ¡Que esto pasa
y no pierda yo el juicio!
"Recibiré en mi servicio
a Otón y honraré en mi casa,"
y por última venganza,
infame, para afrentarte
me dicen que en vez del Arte
te enseñe buena crianza.
La del campo es la mejor.
Un labrador estudiante
te infama, torpe, ignorante.
Desde hoy serás labrador,
que si a ser noble comienza,
quiero, pues que te envileces,
que por donde acaba empieces.
Quizá ansí tendrás vergüenza.
¡Hola!
OCTAVIA:
Grimaldo; señor,
sosegad y no hagáis caso
de quien caerá al mismo paso
que sube a buscar valor.
Si se os ha descomedido
el villano entronizado,
él, como tal, os ha hablado,
vos, como noble, sufrido.
¿Qué culpa vuestro hijo tiene
de lo que el otro os enoja?
¿Da la Fortuna que escoja
ingenio a quien por él viene?
Dios no le quiere estudiante,
ni será justo que vos
queráis hacer más que Dios.
GRIMALDO:
Quitáosme, Octavia, delante,
que os haré...
OCTAVIA:
¿No soy su madre?
¿No es razón que a mi hijo acuda?
GRIMALDO:
Sí sois, pero estoy en duda
si le habéis dado otro padre.
Desde hoy tiene de guardar
los bueyes.
Sale GILOTE, villano
GILOTE:
¡Válgamos Dios!
¡Qué vagar tienen los dos!
¿Hanmos hoy de despachar?
Mándenmos dar pan y queso,
y a cuenta de mi soldada
seis reales, que está preñada
mi Torilda y pierde el seso
de achaque... ¿De qué, dirá?
De dar al cura.
GRIMALDO:
Gilote,
quítate aquese capote
y el sayo.
GILOTE:
¡Mas arre allá!
GRIMALDO:
Quita presto.
GILOTE:
Mas ¿qué quiere,
que en meter leña me canse?
GRIMALDO:
Desnuda.
GILOTE:
Desnudaránse,
que no son bestias; espere.
GRIMALDO:
Quítate aquesa sotana, Desnúdase
tú, y todo, idiota.
OTÓN:
¡Señor!
GRIMALDO:
Desde hoy has de ser pastor
con vida tosca y villana.
Quita y calla o--¡vive Dios!--
Desnúdase OTÓN
GILOTE:
Otro danzante tenemos.
Mas, ¿si quiere que juguemos
a los batanes los dos?
OCTAVIA:
No he de sufrir tal agravio,
aunque muriendo os resista.
Cada cual su traje vista,
tosco el tosco, sabio el sabio.
OTÓN:
Señor, si el cielo permite
mostrárseme siempre extraño
GRIMALDO:
En el estudio de un año,
cuando el trabajo compite
con el más contrario clima,
no resiste la ignorancia,
porque en la perseverancia
la honra ha puesto su estima.
Vístete ese tosco sayo.
GILOTE:
¿Compréle yo para él?
Tres varas tién de buriel.
Vístese OTÓN de pastor
GRIMALDO:
Aun un tordo, un papagayo,
una urraca, un cuervo,
en fin, estudia lo que no entiende,
y si le enseñan, aprende
a hablar romance o latín;
con que afrentándote están,
pues saben lo que tú no.
GILOTE:
Es verdad; también habló
la borrica de Balán.
Mas de eso ¿qué culpa tién
mi capote? ¡Aquí de Dios!
GRIMALDO:
Esa ropa es para vos.
GILOTE:
¿Gil de escolar? ¡Oh, qué bien!
OTÓN:
(¡Que esto mi padre pérmita! (-Aparte-)
Su respeto me acobarda.)
OCTAVIA:
La dicha que Dios te guarda,
tu obediencia solicita.
No en las letras solamente
consiste, Otón, ni se alcanza
nuestra bienaventuranza.
Ser dichoso el hombre intente.
Poco te importa ser sabio,
si no fueres venturoso;
rinde el necio al ingenioso,
y aunque conoce su agravio,
el cobarde se asegura
con dicha, y vence al valiente;
no hay desdichado prudente;
siempre es necia la ventura.
Ya el saber mucho es odioso;
la ignorancia subió el precio
tanto, que importa ser necio
para ser uno dichoso.
Déte Dios, hijo, ventura;
que ella traerá lo demás.
GRIMALDO:
Si esas liciones le das,
¿más que aprenderlas procura?
Vente conmigo al aldea,
daréte en ella el estado
que tu estudio ha granjeado,
que no osaré que me vea
Padua, afrentado por ti
de la boca de un villano.
OTÓN:
(¿Posible es, tiempo tirano, (-Aparte-)
que me has de afrentar ansí?)
Hijo tuyo soy, señor;
haz de mí cuanto quisieres.
GRIMALDO:
¿Mi hijo? ¡Mientes! Tú eres
hijo de algún vil pastor.
OTÓN:
Madre, adiós.
GRIMALDO:
¿Tú, de mi casta?
Ven.
OTÓN:
Obedecerte elijo.
OCTAVIA:
Ventura te dé Dios, hijo,
que el saber poco te basta.
Vanse
queda GILOTE
GILOTE:
Heme aquí a mí ensotanado.
¿Qué ha de decir si me ve
Torilda? Sí, que burlé
antojos de su preñado.
Mas no, que si hue ell el antojo
morder del pescuezo al cura,
porque viva la criatura
y a él no le crezca el ojo,
herme cura es agudeza;
muérdame a mí, en conclusión;
que más vale un mordiscón
que estorbos en la cabeza.
Vase GILOTE.
Salen CRISELIO y LISENO, cortesanos
LISENO:
Sosiégate, señor.
CRISELIO:
Morir, Liseno,
es mejor que vivir desesperado,
Si celos, como sabes, son veneno,
¿cómo podré vivir atosigado?
Dos años ha que sirvo, mil que peno
de madama Clemencia enamorado,
y al cabo de esperanzas y desvelos,
por pagar amor mal, me paga en celos.
Del duque soy de Mántua noble primo,
acrecentar creí su parentesco
con el de yerno. ¡Ay, Dios! ¿Cómo reprimo
el fuego riguroso que padezco?
Servíle en estas guerras, y al arrimo
del amor que tiránico obedezco,
cuando a Clemencia imaginé por mía,
en lugar de Raquel me dan a Lía.
¿Yo, Liseno, a Clavela? ¿Yo su esposo?
¿Qué importa que del duque sea sobrina?
¿qué importa que su dote caudaloso
incline al interés, si a amor no inclina?
Estoy loco, estoy muerto, estoy celoso.
Quien con celos Y amor no desatina,
ni siente agravios, ni de veras ama.
¿Enrique con Clemencia, y yo sin dama?
Deja, Liseno, que mi honrada furia
me dé la muerte aquí.
LISENO:
¡Señor!
CRISELIO:
¿Clemencia
del conde, y yo, villano de Liguria,
quien la lleva cobarde a su presencia?
¿Yo autor infame de mi propia injuria?
¿Yo vil ejecutor de mi sentencia?
¿Yo amante suyo a intitular me atrevo?
¿Yo, que la adoro, yo a casar la llevo?
Ésta es traición que contra mí ejecuto.
Perdone el duque, si por hacer paces,
al conde da de mi trabajo el fruto.
LISENO:
No des voces, señor, mira lo que haces.
CRISELIO:
Amor venza mi industria, porque astuto
a mi esperanza amante satisfaces.
Yo estorbaré que el conde de Placencia
a Mántua herede, y case con Clemencia.
LISENO:
Ya cualquiera remedio vendrá tarde
pues a este castillo la has traído,
y a Padua ha de llegar aquesta tarde,
donde el duque y marqués han concurrido.
CRISELIO:
Siempre falta ocasión al que es cobarde,
y sobra tiempo y dala al atrevido.
Yo haré que en no casarse se resuelva,
aunque la guerra a sus principios vuelva.
LISENO:
Al conde de Placencia está aguardando,
que hasta aquí ha de salir a recibilla,
y si tan presto llega, no sé cuando
podrás a no casarse persuadilla.
CRISELIO:
En un hora se vió Troya abrasando.
Sólo un tiro murallas aportilla.
LISENO:
Madama sale.
CRISELIO:
Amor, volando obra,
que a quien valor no falta, el tiempo sobra.
Salen CLEMENCIA y CLAVELA,
de camino, y RAMóN, alcaide
RAMÓN:
De que el duque sea servido
de honrar esta fortaleza,
señora, con vuestra alteza
notable suerte he tenido.
Presto el conde de Placencia,
llegando aquí gozará
la ventura que le da
tal esposa y tal herencia.
Dichoso pleito, por Dios,
más que la guerra crüel,
pues sentenciado contra él
el fruto goza con vos.
CLAVELA:
Lo que no pudo la guerra,
las paces han concluido.
CLEMENCIA:
Sin verle me dan marido.
No sé si mi padre yerra,
pero sé que su hija soy
y que es fuerza obedecerle.
CLAVELA:
Hoy, prima, tienes de verle.
CLEMENCIA:
Y también me casan hoy.
¿Cuándo has visto tú, Clavela,
boda y vistas en un día?
CRISELIO:
(Favoreced, dicha mía, (-Aparte-)
mi mentirosa cautela,
que pues no ama al desposado,
bien mis engaños saldrán.)
CLEMENCIA:
Aun más término le dan
de vida a un ajusticiado.
CLAVELA:
Tu padre tiene buen gusto.
CLEMENCIA:
Ello es hecho; no hay que hablar.
¡Oh, Criselio!
CRISELIO:
Descansar
del camino será justo
que madrugó vuestra alteza.
RAMÓN:
Contra el calor que hoy abrasa
no hay defensa en esta casa
mejor que esta baja pieza.
Sale a ese fresco jardín,
y él luego a un bosque que abraza
deleitosa pesca y caza.
CLEMENCIA:
Pasatiempo vuestro, en fin.
RAMÓN:
Y deseoso de honrarse
con vuestra hermosa presencia.
CLEMENCIA:
Pase del sol la inclemencia
y deje comunicarse,
que por él nos partiremos.
RAMÓN:
En fe de eso están sus puertas
con vos seguras y abiertas;
que castillo en que tenemos
por huéspeda a vuestra alteza
cerrarse fuera traición.
CLEMENCIA:
Noble y cortés sois, Ramón.
RAMÓN:
Para vos no hay fortaleza.
Dormid, señora, segura.
Vase RAMÓN
CRISELIO:
Un poco tengo que hablarte.
CLEMENCIA:
Después.
CRISELIO:
Ha de ser aparte.
CLAVELA:
(¿Mas qué pedirla procura (-Aparte-)
que sus bodas regocije
con las mías, que me adora?)
CLEMENCIA:
¿Vaste, prima?
CLAVELA:
Adiós, señora.
Vase CLAVELA
CRISELIO:
No quiero con preámbulos decirte
lo que la prisa impide ponderarte,
pues basta mi lealtad a persuadirte
y el tener yo en tu sangre tanta parte.
Sólo quiero que en premio de servirte,
si mi amor es indigno de obligarte,
hagas de él estimándole más cuenta,
que quien viene de paz a hacerte afrenta.
Entre el duque y marqués de Monferrato,
después de dar en tu favor sentencia
fingido se hizo el amoroso trato
de darte por esposa al de Placencia;
mas él al cielo y a su dicha ingrato,
contra la fe y debida reverencia
al papa, qué en las paces se interpuso,
a vengarse a tu costa se dispuso.
Hoy, que viene por ti, se determina,
forzándote,a afrentar tu sangre y casa,
que tanto puede el odio cuando inclina
la enemistad si a descendientes pasa.
No a ser tu esposo viene, ni imagina
tenerte amor, cuando en furor se abrasa,
sino hacer con las paces, fementido,
lo que con tantas guerras no ha podido.
Incítale su padre, que, imprudente,
antepone a la honra la venganza;
y en esta fortaleza ha puesto gente,
porque su alcaide la traición alcanza;
y dándole favor como pariente,
de medrar por infiel tiene esperanza.
Por eso cortesano te recibe,
regalos te hace y fiestas te apercibe.
De buen original sé todo esto.
Fabio, mi hermano, que al de Monferrato
sirvió de capitán, por haber puesto
amistad en los dos el largo trato,
viendo tu honor en riesgo manifiesto,
me escribió este suceso con recato
y temor que el marqués noticia tenga,
porque con tiempo tu favor prevenga.
Mira lo que has de hacer.
CLEMENCIA:
Criselio amigo,
deudo eres mío, por tu cuenta corre
la honra que a perder vendrás conmigo
cuando esa infamia mi nobleza borre.
De que verdad me dices es testigo
el corazón y el alma, que socorre
con avisos del daño que previene,
pues no sin causa tan forzada viene.
Sin conocer al conde le aborrezco
que así con su traición mi desdén cuadra.
Mi honra mira.
CRISELIO:
Defenderla ofrezco.
Enciérrate, señora, en esa cuadra,
que en la espesura de este monte fresco
para este daño prevení una escuadra
de amigos y soldados, que procura
servirte, con quien puedes huír segura.
Si mientras vuelvo llega el falso conde,
hazte fuerte y da voces, que al instante
seré contigo y con mi gente en donde
hazañas viles de un traidor quebrante.
La puerta del jardín que corresponde
al bosque y está abierta, es importante.
CLEMENCIA:
¿Avisaré a Clavela?
CRISELIO:
No, señora;
que estriba todo en el secreto agora.
CLEMENCIA:
¡Oh, conde fementido!
CRISELIO:
(Amor, ayuda; (-Aparte-)
que si a Clemencia venturoso llevo
y aseguro el amor que he puesto en duda,
a ser del duque sucesor me atrevo.
Mi gente está emboscada, porque acuda
al amoroso robo. Ulises nuevo
me llaman mis engaños y prudencia;
segundo Páris soy.) Adiós, Clemencia.
Vase CRISELIO
CLEMENCIA:
De la poca voluntad,
conde traidor, que te tengo
a sacar en limpio vengo
que es cierta tu deslealtad.
Heredas la enemistad
que entre tu sangre y la mía
ha asombrado a Lombardía,
y la costumbre y bajeza,
que en ti es ya naturaleza,
viles pensamientos cría.
Aunque en parte estoy contenta
de tu intención alevosa,
pues me impide el ser tu esposa
y mi libertad aumenta.
VOZ:
El conde viene; dad cuenta (-Dentro-)
a madama.
CLEMENCIA:
¡Ay, Dios! ¿qué es esto?
Mi peligro es manifiesto
y afrenta, pues llegó ya
el traidor, que no podrá
Criselio volver tan presto.
La puerta cerré con llave;
mas, ¿de qué servirá--¡ay, cielo!--
si da con ella en el suelo
quien dar con las honras sabe?
El ánimo, honor, acabe
lo que Criselio concierta.
Al bosque sale la puerta
de éste, y ¿quién duda
que por darme el cielo ayuda
quiso que estuviese abierta?
Por ella dice que aguarde
su ya espacioso favor.
Buscarle será mejor
que llorar si viene tarde.
Alas da el temor cobarde.
Si las llevo, ¿qué dilato
mi partida? Conde ingrato,
contra el Marqués que te apoya
será imitación de Troya
tu Placencia y Monferrato.
Vase CLEMENCIA.
Sale OTÓN con un gabán de campo
OTÓN:
Umbrosas arboledas,
avarientas al sol, al aire francas,
pues le impedís que vuestros troncos dore;
fuentes que jamás quedas,
rubias arenas entre guijas blancas
criáis donde Narciso se enamore,
a que os habite y llore
me envía el desprecio,
si río rehusáis que os acompañe un necio.
Ya que letras no entienda
en que la gente funda sus caudales,
sublima ingenios y establece grados,
en vosotros aprenda
mi dicha, pues sois libros naturales,
por el abril curioso encuadernados.
Darán a mis cuidados
por fin de mis congojas
las aves, plumas; vuestros ramos, hojas.
Si de Rosela amante
un tiempo la adoré, y en su hermosura
fundada la ambición tocó a mudanza,
miraréla arrogante
en vuestras hojas, flores y frescura,
y luego en el invierno mi venganza,
que contra la esperanza
de la hermosura ingrata
trueca el oro de abril enero en plata.
Dad alivio a mi queja,
montes alegres, soledad segura,
ansí jamás os desampare Flora.
Mi madre me aconseja
que busque mi ignorancia a la ventura,
pero ni se quién es ni adonde mora.
Pedidme de ella agora,
que es tormento doblado
el ser a un tiempo noble y desdichado.
Sale CLEMENCIA, en zapatillo, huyendo
CLEMENCIA:
Pastor, vaquero, serrano,
si se halla alguna nobleza
en tu llana rustiqueza,
que tal vez en el villano
se hospeda la cortesía
mejor que en la sangre clara,
socorre agora y ampara
a quien de ti su horior fía.
Escóndeme de un traidor
que mi deshonra pretende
y con la venganza ofende
las prendas de su valor.
Mira que se acerca aquí
quien sólo injuriarme espera.
OTÓN:
Si la ventura viviera
como la nobleza en mí,
no me diérades el nombre
con que me habéis injuriado;
pero soy tan desdichado
que aun no merezco ser hombre.
¿Qué temor os acompaña?
¿El que os agravia quién es?
CLEMENCIA:
Yo te lo diré después.
Si tienes casa o cabaña,
en ella esconder procura
a quien un traidor asalta,
que podrá ser, si te falta
como dices, la ventura,
que por mí seas dichoso.
OTÓN:
No me obliga el interés.
Noble soy y soy cortés,
aunque a las letras odioso.
Una granja está aquí cerca
de un padre, que por castigo
de que el estudio no sigo,
que ni se hereda ni merca,
en este traje me ha puesto.
Tiene condición terrible,
y si os ve, será posible
que os maltrate, descompuesto,
sospechando si allá os llevo
lo que en los años prolijos
culpan en los mozos hijos.
Mas, venid, que yo me atrevo,
vistiéndoos de labradora,
de manera disfrazaros,
que cuando intente agraviaros
quien la ley de noble ignora,
pague al valor que me esfuerza
la traición con que os asalta;
que a quien el ingenio falta
le suele sobrar la fuerza.
Venid, que harta dicha ha sido
la que ya me favorece,
pues defenderos merece.
La que contigo he tenido
te ofrece, pues generoso
quieres defender mi agravio,
hacerte, ya que no sabio,
por la menos venturoso.