Vencido queda el rey Búcar
V
encido queda el rey Bucarcon todos sus allegados
de la campaña del Cid
en el campo valenciano.
Para Castilla caminan,
el buen Cid era finado,
caballero va en Babieca
con los suyos á su lado.
No llevaba armas ningunas,
sino sobre sí unos paños:
los que no saben su muerte,
por vivo lo habían juzgado.
Cada vez que hacen jornada
quitábanlo del caballo,
quedaba yerto y derecho
en la silla cabalgado.
La buena Jimena Gómez
su mensaje había enviado
á los parientes del Cid
para que vengan á honrallo,
y también á sus dos yernos,
que eran reyes coronados.
En tanto que ellos venían
Alvar Fáñez ha fablado
que pongan el cuerpo muerto
en ataúd y tapado,
y con púrpura le cubran
con clavos de oro clavado.
No quiso doña Jimena,
y así los ha razonado:
—El Cid tiene el rostro hermoso,
los ojos muy aseados,
mientras está d’esta suerte
no hay para que sea mudado;
que mis yernos folgarán
y mis fijas en su cabo,
de verlo cómo ahora está,
que non su cuerpo enterrado.—
Todos hubieron por bien
lo que Jimena ha ordenado;
don Sancho, y también García,
están al Cid aguardando,
y media legua de Olmedo
todos se habían juntado.
Ese buen rey de Aragón
caballeros tiene armados,
al revés traen los escudos
de los arzones colgados;
las capas traían negras,
¡muy grande duelo mostrando!
Las capillas traen tendidas,
según uso castellano.
Doña Sol y las sus dueñas
estameña han cobijado:
gran duelo querían hacer,
mas su madre lo ha vedado,
porque así lo mandó el Cid
y así ha de ser obrado.
El rey y la su mujer
para el Cid habían llegado;
ambos las manos le besan,
de lo ver se han espantado,
que no semejaba muerto,
sino vivo y muy honrado.
Muchos vienen á lo ver
de Castilla, ese reinado;
también vino don García,
rey d’ese reino navarro:
consigo trae su mujer,
fija del buen Cid loado;
las manos besan al Cid,
muchas lágrimas llorando;
todos van para San Pedro,
porque allí le han enterrado.
Aquese buen rey Alfonso,
que ha sabido lo pasado,
de Toledo se partiera
y á San Pedro había llegado.
Saliéronle á recibir
los al Cid emparentados;
mucha honra fizo el rey
al cuerpo del Cid honrado;
mandó que no se enterrase,
sino que el cuerpo arreado
se ponga junto al altar,
y á Tizona en la su mano;
así estuvo mucho tiempo,
que fueron más de diez años.