No hemos de ser muy extensos en la presentación al público español de este novelista, que es uno de los literatos rusos más populares en España. Nos limitaremos, por lo tanto, a una breve nota biográfica.

Su verdadero nombre es Alejo Pechkov. El seudónimo de Gorky—que en ruso significa hombre desgraciado—tiene por origen las miserias que le agobiaron durante su infancia y su juventud. Con ese seudónimo firmó su primera novela, y lo adoptó luego definitivamente.

Nació en Nichni-Novgorod, sobre el Volga, en 1860. De una familia muy pobre y humilde, tuvo que ganarse la vida desde su niñez muy penosamente. Trabajó como fogonero en un barco, como aprendiz de panadero, fabricó santos iconos, condujo "balsas" por el Volga, vendió libros y periódicos. Su curiosidad insaciable y su temperamento inquieto no le permitían permanecer largo tiempo en un sitio, y cambiaba sin cesar de oficio, recorriendo con frecuencia, en compañía de vagabundos, las ciudades, aldeas y estepas rusas. "¡Qué mejor oficio que el de ser hombre sobre la tierra!" dice en su novela Nacimiento del hombre. Y en las últimas de sus Memorias declara que ha tenido siempre los ojos y los oídos abiertos "sobre la vida".

En el afán de ampliar los horizontes de la suya, se pasaba noches enteras leyendo cuanto caía en sus manos, a la luz de un cabo de vela o al resplandor de la caldera del barco. Luego les refería cuanto había leído a sus compañeros de dolor.

Cuando tenía diez y ocho años, conoció en Nichni-Novgorod al gran escritor ruso Korolenko, que adivinó su genio y se ocupó de su instrucción. Animado por este insigne novelista, Gorky escribió Chelkach, Konovalov y algunas otras novelas que le colocaron entre los maestros de la literatura rusa.

Su rápida celebridad obedece, no sólo a su talento, sino a su originalidad en la elección de los asuntos. El fué el primero que llevó a la literatura a los bosiaks, a los desharrapados, a los vagabundos, a aquellos que viven en las capas inferiores del proletariado, sin situación fija, sin medios de existencia, sin domicilio, como pájaros, midiendo a pie las largas estepas rusas, acostándose bajo los puentes o en las orillas de los ríos, seres rechazados por la sociedad, cuyas leyes desprecian, de cuyas costumbres y cuyas tradiciones se burlan.

Gorky es el Cristóbal Colón de este nuevo mundo, del que ha cantado en sus obras el espíritu de independencia, el amor a la libertad, el odio a la injusticia. Los que él llama "ex hombres", se tornan, al conjuro de su pluma amorosa, punto menos que en "superhombres".

Esos nuevos héroes provocaron el entusiasmo general, sobre todo entre la juventud; Gorky fué llevado en triunfo al templo de la yloria, y se convirtió en un nuevo idolo que, en cierta manera, rivalizó, durante algún tiempo, con Tolstoi, que predicaba la "no resistencia al mal", mientras que Gorky era un revolucionario de acción. Esto le conquistó la adhesión fervorosa de los intelectuales y obreros rusos, que vieron en él un nuevo apóstol.

En el curso de su larga carrera literaria, Gorky ha dado a luz muchas obras maestras, como, por ejemplo, Tomás Gordeiev, La madre, Malva, Varenka Olesova, El espía, Los tres, El poblado Okurov. Ha cultivado también, con bastante fortuna, el género dramático. Entre sus obras teatrales sobresalen En los bajos fondos y Los pequeños burgueses, que han logrado un gran éxito, no sólo en Rusia, sino también en el extranjero.

Como hombre político es Máximo Gorky una figura relevante; pero prescindimos, en esta sucinta noticia, de ese aspecto del gran escritor, por ser ajeno a la literatura.