Transfusión de sangre Transfusión de sangre, proceso por el que se introduce la sangre de un donante, o la sangre del propio receptor extraída con anterioridad (transfusión autóloga), en la corriente sanguínea. Es una modalidad terapéutica muy eficaz en situaciones de shock, hemorragias o enfermedades de la sangre. La transfusión de sangre se utiliza con frecuencia en intervenciones quirúrgicas, traumatismos, hemorragias digestivas o partos en los que haya una pérdida importante de sangre. En el siglo XVII, el médico francés Jean Baptiste Denis realizó la primera transfusión de la que existe constancia, al introducir sangre de oveja en un ser humano. Este intento y otros posteriores, fracasaron. Incluso cuando se empleaba sangre de origen humano, la mayoría de los pacientes fallecían debido a la incompatibilidad de la sangre. Con el descubrimiento de los principales grupos sanguíneos y su tipificación en el siglo XX la transfusión se convirtió en un procedimiento seguro y eficaz. Tras una transfusión hay peligro de que el individuo quede sensibilizado, por lo que aumenta el riesgo de rechazo. La transmisión de hepatitis virales como consecuencia de una transfusión era un riesgo importante hasta el descubrimiento de técnicas de detección de estos virus en la sangre en la década de 1960; a pesar de todo, hay otras formas de hepatitis cuya presencia en la sangre no puede ser puesta de manifiesto por estas pruebas. En 1985 se empezó a utilizar un test para detectar en la sangre de los donantes un antígeno asociado al síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Durante la mayor parte del siglo XX, las transfusiones se realizaban con sangre completa, pero en la década de 1960 se desarrollaron técnicas que permitían separar los distintos componentes de la sangre, siendo más frecuentes durante las décadas de 1970 y 1980. La transfusión de concentrados de hematíes (células rojas de la sangre sin el plasma) es en la actualidad el tratamiento elegido en la mayoría de las situaciones que implican pérdida de sangre, como en traumatismos o en operaciones quirúrgicas. En algunas situaciones desciende el volumen sanguíneo a expensas del plasma con ninguna o poca pérdida de glóbulos rojos. Esta situación se presenta, por ejemplo, en las quemaduras graves, en la peritonitis, o en los aplastamientos de las extremidades. El objetivo de la transfusión en estas circunstancias es la reposición del volumen de líquido circulante a una situación lo más próxima a la normal. En este caso no serían precisas células rojas; el plasma, o algún derivado plasmático, como la albúmina sérica, serían más apropiadas. El plasma fresco, sometido a congelación, puede almacenarse a lo largo de todo un año, pero también puede transmitir hepatitis, por lo que es aconsejable utilizarlo sólo cuando se precisan factores de la coagulación (proteínas plasmáticas que intervienen en la formación de los coágulos). Las soluciones de albúmina, por otro lado, son tratadas con calor para eliminar la posibilidad de transmisión de hepatitis. Se utilizan en los tratamientos de shock y de quemaduras, así como en el tratamiento de algunos pacientes con enfermedades hepáticas o renales. Con el mismo objetivo puede emplearse una fracción menos purificada del plasma llamada fracción proteica del plasma. Los factores de la coagulación extraídos de la sangre se pueden usar en el tratamiento de algunos trastornos hereditarios de la coagulación como la hemofilia. Los pacientes que reciben quimioterapia para el tratamiento de algún proceso cancerígeno pueden tener un déficit de plaquetas, componentes sanguíneos que intervienen en la hemostasia con los factores de la coagulación o, en ocasiones, de forma independiente; en esta situación, se pueden administrar concentrados de plaquetas para favorecer la coagulación. En los últimos años, se han utilizado con éxito sustitutos sintéticos del plasma, como los dextranos (un tipo de carbohidratos), o las soluciones salinas, para reponer el volumen de fluidos perdido en situaciones de shock. Estas sustancias llamadas expansores plasmáticos son más fáciles de obtener que los productos derivados de la sangre de donante. A partir de la década de 1970 se empezó a utilizar el Fluosol-DA, un producto sintético hidrocarbonado con propiedades transportadoras parecidas a las de la sangre, indicado en aquellas situaciones en las que el paciente no puede, por razones médicas o convicciones religiosas, recibir transfusiones de sangre o sus derivados. La investigación tiene entre sus objetivos actuales el desarrollo de un proceso que permita intercambiar la sangre de los distintos grupos para, de este modo, incrementar la disponibilidad de derivados sanguíneos para todos los pacientes. La sangre puede ser transferida de manera directa, pero la práctica habitual en los hospitales es utilizar sangre que ha sido extraída previamente y se ha almacenado en los llamados bancos de sangre. El uso de sangre almacenada se remonta a la I Guerra Mundial, pero el primer banco de sangre a gran escala fue creado en Chicago (Estados Unidos) en 1937. Muchos centros médicos tienen en la actualidad su propio banco de sangre, que en un 98% procede de donantes voluntarios. En cada extracción se obtienen unos 450 ml de sangre que se somete a un proceso de detección de agentes transmisores de enfermedades y se tipifica su grupo sanguíneo. GRUPOS SANGUINEOS COMPATIBILIDAD ENTRE TRANSFUSIONES

                                           RECEPTOR                                                                                                                                    

A B AB 1 O A SI NO SI NO B NO SI SI NO AB NO NO SI NO O2 SI SI SI SI SI : COMPATIBLE NO: INCOMPATIBLE 1 RECEPTOR UNIVERSAL 2 DONANTE UNIVERSAL