Una traducción del Quijote: 20

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


VII

— Ciertamente, Madlle., —dijo la Princesa haciendo sentar á su lado á la modista— os habéis desmejorado en pocos dias: se os conocen los malos ratos.

Madlle. Guené suspiró.

— ¿Cómo sigue el herido?

— Bien, señora Princesa, ha pasado una noche muy tranquila.

— Deseaba que hablásemos —repuso María bajando los ojos— porque me parece que conozco á ese jóven.

— ¿Le conoceis?

— Si. Creo haberle visto algunas veces en Madrid.

— ¡En España! ¡Oh! Señora Princesa: entónces mis sospechas son fundadas: ese jóven se refiere á vos en su carta.

— ¿Creeis eso, Madlle.

— Ah si, los indicios son claros: la persona á que M. Miguel alude, ha estado en Madrid: es jóven y hermosa como vos, y lleva vuestro mismo nombre.

— ¡Quién sabe! —dijo la Princesa con pudorosa hipocresía.— Hay coincidencias extrañas.

— Creo no equivocarme, señora Princesa —repuso la modista, exhalando un segundo suspiro.— En fin, vais á juzgar por vos misma.

Y sacando del bolsillo de su vestido, una cartera pequeña y de la cartera un papel, le desdobló, presentándosele luego á la Princesa.

— Esto es una copia de la carta de M. Miguel. La he hecho como una especie de antídoto contra el amor que comenzaba á sentir hacia ese jóven.

La Princesa tomó el papel con mano trémula.

— Como ya os he dicho —añadió la modista,— la carta de Mr. Miguel está sin acabar, sin duda por causa de su malhadado accidente. Más que carta parece el relato de un corazón que tiende á desahogarse.

— Es posible.

— Leed, señora Princesa, ó más bien, permitidme que yo lea: comprendereis hasta qué punto está enamorado M. Miguel. ¡Ah! Si sois vos el objeto de su amor, debeis estar orgullosa de la pasion que habeis inspirado. No os podeis figurar los obstáculos que ha tenido que vencer, y las contrariedades que ha sufrido ese pobre jóven. Últimamente, he sabido por su criado que para efectuar su viaje á Rusia, en pos de su amada, se ha visto precisado á deshacerse de prendas y recuerdos de familia muy preciosos para él.

La Princesa sintió asomarse las lágrimas á sus ojos.

Madlle. Guené, que habia tomado el papel de manos de la Princesa, leyó: