Una santa argentina: 4
Y sin duda, que ésta fué su grande obra, á milagro considerada, pues que en época de tanta pobreza, no solo sin auxilio oficial, sino hasta con oposición de unos y desdén de otros, quedó fundada bajo el mismo reglamento, que ciento diez años há rige con la la casa de recogidas, por que han pasado más de veinte mil almas reconciliadas en la virtud. La iluminada le llama la tradición, y de tan ilustre abolengo era María Antonia de la Paz y Figueroa, que en vísperas de su consagración en los altares, la mayor parte de la antigua sociedad de Santiago, la forman sus deudos: Olaechea, Alcorta, Achával, Frías, Borges, Gorostiaga, Gallo, Iramain, García, Ocampo, Taboada, Bedoya, Santillán, Pinto, apenas resta santiagueñita buena que no resulte sobrina lejana, ya que no deje hijas, sino de espíritu. Hasta el mismo fundador de la ciudad de Esteco se cuenta en su ascendencia. De más subidos quilates que la virtud entre cristales, guardada en celda cerrada y sellada, estimamos la que entre peligros cruza zarzales del camino, prosiguiendo misión de caridad, sin renunciar al mundo, que en él se encuentran los vicios á combatir. Sor María frecuentaba cárceles, cruzando barrios de mala fama, sin abandonar en el triste y frío aislamiento que hunde más y más á la mujer caída. Así ambas virtudes forman la aureola de esta nuestra santa compatriota, que orilló vía resbaladiza sin vacilar, apoyándose como báculo, en la Cruz que á todos sostiene, y esparciendo en el claustro con el vivo ejemplo de su caridad, el perfume de su alma, cual esencia que alienta á lo bueno.
Muchas obras dejó, pero, sobre todas, y la de más benéficos resultados, esta Casa de Ejercicios levantada con limosnas que personalmente recolectaba, sin auxilio oficial hasta hoy, y donde tantos miles de personas fueron socorridas, sin gravamen de nadie. Más de treinta mil niños deben su primera educación al asilo, dentro el que falleció su fundadora, en olor de santidad el 8 de Marzo de 1799.
Del barrio de la Concepción solían con desdén hacer referencia algún cronista de otros andurriales, pero nó recordar que él fué santificado con la presencia de la bienaventurada argentina, cuyas obras de caridad, después de cien años, la conmemoran digna de beatificación. Comprobando que de esa parroquia, de Buenos Aires, de la República toda, ha traspasado sus fronteras, la fama de su excelsa virtud, al salir del nuevo edificio en ensanche, encontramos la beata portera, traduciendo del inglés páginas impresas en Londres, que ya en Roma y en Francia, en El Estandarte de la mujer fuerte, Juárez, Peramas, Vergara, jesuitas que habían presenciado en Córdoba la vida y milagros de María Antonia de San José, publicaron, antes que se hubiese dado á la estampa la menor biografía de esta santa compatriota.
¡Bien platicaba el virtuoso canónigo doctor don Víctor Silva, que tratándose de cosas dentro de casa, ni las más santas nos preocupan! ¡Hasta hoy en el olvido, que es una segunda muerte, el paso de tan meritísima benefactora, por calles donde alumbran aún resplandores de su hermosa alma, tan llena de abnegación!
N. B. — Impresa esta tradición, nos llega noticia de Roma, (por el señor Ministro Argentino ante la Santa Sede) haberse aprobado el expediente de beatificación de María Antonia de la Paz y Figueroa, presentada por nuestro Prelado.