Una historia de locos:4

III
Una historia de locos de José Zorrilla


Tal es, Miguel, la relación del loco:
si acaeció en verdad o en su manía
la forjó su locura, importa poco;
mas está tan ligada con la mía,
que en mi memoria con terror la evoco,
y comienza a dudar mi fantasía
si estará a dar razón de su demencia
obligada en justicia mi conciencia.

A fuerza de dar vueltas a sus solas
a esta duda fatal mi pensamiento,
de un mar de confusión entre las olas
fluctúa sin cesar mi entendimiento;
monstruo de mil cabezas y mil colas,
este vigilador remordimiento
entre sus garras mil tenaz me aferra,
mi alma atribula, mi conciencia aterra.

Hasta he llegado a creer que su relato
es el relato de mi propia vida,
y que soy la mitad de ese insensato
sola una habiendo entre los dos partida;
y en fin, por si soy él, de hacerle trato
cuanto bien pueda hacer mi alma afligida,
y a costa de cualquiera sacrificio
ver si consigo devolverle el juicio.

Para esto me aconseja y me suplica
el doctor homeópata, mi amigo
(que a estudiar estos males se dedica),
que identifique a ese infeliz conmigo;
que acepte nuestro ser como él le explica,
cual dos que a sola un alma dan abrigo,
siendo así nuestras obras y manías
las mías suyas y las suyas mías.

Yo no sé, buen Miguel, si tú me entiendes,
ni seguro estoy yo de si me explico;
ni sé tampoco si entender pretendes
cómo con otro yo me identifico;
mas que hechizos no son, verás, si atiendes,
ni sueños con que yo te mixtifico:
sin acudir a sortilegio alguno
desde hoy el loco y yo formamos uno.

Más claro, en fin, porque mejor lo entiendas:
yo escribía un Poema de Granada
mientras él escribía sus Leyendas.
Vamos, pues, a hacer juntos la jornada
y juntos a llevar nuestras ofrendas
a la ciudad por ambos adorada;
y a la par, cada loco con su tema,
él su historia la da, yo mi poema.

Él en sus Mil Leyendas, como en cosas
discurridas al cabo por un loco,
en narraciones mil maravillosas
cuenta su vieja historia poco a poco;
él la mece en su cuna de oro y rosas,
yo abriendo su ataúd la muerte evoco;
contrario, en fin, mi cántico del suyo,
él funda su poder, yo le destruyo.

Me pedías, Miguel, mi pobre historia
y mil voy a contarte en vez de una.
Me preguntas si ya de mi memoria
Granada se borró con la fortuna;
que me consagro ves todo a su gloria,
pues me remonto hasta buscar su cuna:
de hoy para siempre con mi suerte unida,
suya será mi voz, suya mi vida.

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Encantada ciudad, cuyas historias
piden del Rey-Profeta el arpa de oro;
sultana del Genil, cuyas memorias
evoco a solas y en silencio adoro;
alcázar oriental, de cuyas glorias
envidioso está el mundo: bien el moro
dijo al decir que la mansión divina
está sobre tu tierra peregrina.

Tras el cendal de tu estrellado cielo
se ve la faz de Dios que centellea:
no hay quien detrás de tu flotante velo
la omnipotencia de su ser no vea:
no hay quien escrita en tu fecundo suelo
la realidad de su poder no lea:
no hay quien contemple tu nocturna calma
sin alzarte un altar dentro del alma.

Gemela del Edén, fértil Granada,
huerto de aloes donde amor suspira,
donde va con esencias perfumada
el aura sana que en su espacio gira,
tu misteriosa soledad, poblada
de árabes genios, languidez inspira,
y no encierran los senos de tu sombra
el miedo ruin que al corazón asombra.

El canto de los pájaros canoros
que anidan en tus bosques, embebece,
el ruido de tus árboles sonoros
y de tus frescas aguas, adormece:
de tu brisa en los pliegues incoloros
extasiado el espíritu se mece:
todo reposa en ti bajo el imperio
de un oriental incógnito misterio.

¡Tierra de bendición!¿Quién no te adora?
¡Tierra de amor donde el placer se anida,
en tus dulces recuerdos se atesora
toda la gloria de mi inquieta vida!
¿Quién de ti, si te ve, no se enamora?
¿Quién, si de ti se enamoró, te olvida?
¡Bien hizo el que a tus pies por no perderte
peleando tenaz buscó la muerte!


Ya sabes qué es de mí, qué es lo que he hecho
y lo que voy a hacer, ¡oh, Miguel mío!
Ya tu curiosidad he satisfecho
franqueando a tus ojos el sombrío
pavoroso recinto de mi pecho.
No olvides que estas hojas que te envío
son, para ti, de mi cariño prenda:
para Granada, de mi amor ofrenda.