Un testigo de bronce: 5

Capítulo V. editar

Segunda parte de Un testigo de bronce (leyenda tradicional, 1845)
de José Zorrilla
Capítulo V


El Rey y Don Miguel de Osorio.

EL REY.

Igual á vos en nobleza
és, Don Miguel; y el valor
de la estirpe en que ha nacido,
á la en que nacísteis vos
iguala si no aventaja.
Él su palabra empeñó
delante ayer de mi Corte,
y no merece el honor
de quien és la torpe mancha
de tan fea inculpacion.
Creedme, Osorio, aqui os ciegan
la cólera y el dolor,
y os disculpo la osadía
mirando á vuestra afliccion.
Comprendo bien como en ello
el pesar os arrastró,
y desde el primer momento
en vuestra imaginacion
á Don Juan, contrario vuestro,
supusísteis el autor
de su muerte: pero de ello
ni teneis justa razon,
ni presentais una prueba:
con que miradlo mejor,
y pues podeis en justicia,
y cual sabio diestro sois,
emprended de este atentado
la justa averiguacion.
Para todo os autorizo,
y puesto que tambien vos
sois á par el ofendido
sed el juez y el vengador.

OSORIO.

Señor, no os dí concluyentes
pruebas, no, teneis razon,
sé que jamás lograré
con las que tengo hasta hoy
convenceros de lo cierto:
mas considerad, señor,
que llevo ya muchos años
de juez, y que tengo yo
la experiencia que me guia
y me alumbra la razon.
Don Juan es ahijado vuestro;
su padre siempre os sirvió
con lealtad, é indulgente
tal vez con el hijo vos,
no veis á Don Juan como es
sino como ser debió.
Nació noble, sí, á la sombra
de vuestra real proteccion;
como á tal honra cumplia
con esmero se crió,
mas no olvideis que las gentes
á quienes su educacion
se fió fueron contrarios
de mi raza, y en su pro
del noble mozo aguardaban
mucho bien de su favor.
Por ello tal vez las prendas
de que el Señor le dotó
por igual no cultivaron;
y atendiendo al exterior,
se cuidaron poco ó nada
de su joven corazon.
Porque aunque sintais oirlo,
sabedlo al cabo, señor;
Don Juan es un libertino
á quien se disimuló
atendiendo á que vos érais
su padrino y protector.
Vos, señor, de su conducta
nunca habeis visto sino
su gracia y su gentileza,
su osadía y su vigor:
y los que en vos conocian
hácia él tal predileccion,
tal vez para daros gusto
os le pintaron mejor.
Mas yo sé su vida entera,
y sus secretos me son
conocidos lo bastante
para insistir sin temor
de ofender la Majestad
en mi grave acusacion.

EL REY.

Osorio, bien pueden ser
buenas pruebas para vos
las que para los demas
solo conjeturas son.
Sé que para osar á tanto
sin duda que os asistió
grave causa, y que lo haceis
tras seria meditacion.
Ya os dije, pues, que os otorgo
autoridad superior
á la que os compete esto,
pero en consideracion
tened la persona en quien
echais mancha tan atroz,
y no obreis contra persona
de quien os respondo yo.
Averiguad, inquirid
cuanto vuestra prevision
y vuestra experiencia alcancen
justo y recto: pero no
sin fundamento palpable
llegueis hasta la prision
de Don Juan, pues siendo vuestro
contrario, murmurador
el vulgo os lo ha de tildar
si sale una sinrazon.
Por órden mia á Don Juan
esta noche se prendió;
que éntre, y en vuestra presencia
yo mismo declaracion
le tomaré, y os protesto
que si un crímen cometió
tan villano, de las leyes
caerá en él todo el rigor.



Esto del Rey Don Felipe
en la oculta habitacion
entre él y el alcalde Osorio
aquella noche se habló.
y mientras que en la real cámara
en esta conversacion
tan hondamente empeñados
estaban ambos á dos,
en la próxima antesala
Don Juan en calma esperó
á que saliera el alcalde
para optar al mismo honor.
Y no en valde: en el real nombre
á llamarle el juez salió,
y con sereno talante
en la regia habitacion,
delante del mismo juez
altivo Don Juan entró,
y á los pies del Rey postrándose
dijo: me dicen, señor,
que en nombre vuestro me prenden,
y aunque no sé la razon
á daros cuenta de mí
héme aqui pronto, señor.



El Rey, Don Juan, el Alcalde.

EL REY.

Don Juan, Don German de Osorio
murió anoche: en una calle
á la espalda de la Antigua
hallaron hoy su cadaver;
y á la enemistad mirando
que con él tuvísteis antes
os acusan de su muerte.

DON JUAN.

Señor, antes de cuidarme
de mi defensa, os suplico
que exijais pruebas palpables
del crímen de que me acusan.
Puesto que si es quien lo hace
Don Miguel de Osorio, tio
del muerto, no puede parte
y juez ser en un delito
en que no hay pruebas bastantes.

EL REY.

¿Negais, pues, que fuísteis vos
quien lo mató?

DON JUAN.

Sinceramente
no necesito, señor,
segun veo: en semejante
caso nos pusimos ambos
mil veces, y siembre iguales
salimos, dejando en duda
el éxito del combate:
que ambos éramos valientes,
y ambos éramos leales.

EL REY.

Segun declaran peritos,
un traidor debió matarle
por la izquierda, mientras otro
le atacaba por delante.

DON JUAN.

Yo jamás he acudido
á traiciones semejantes,
ni para cita ó pendencia
llevé en compañía á nadie.

EL Rey.

Anoche á vuestra posada
volvísteis, Don Juan, muy tarde.

DON JUAN.

Puedo probar donde estuve
hora tras hora.

EL REY.

Se sabe
que hasta las once en la casa
de unas damas os hallásteis
que en el mismo barrio viven.

DON JUAN.

Mas fuí despues bien distante
de alli á casa conocida
de todos.

EL REY.

    Dónde.

DON JUAN.

       A la calle
de Santiago, y á la casa
del oidor Palomares.

EL REY (al alcalde).

Que es poco mas ó menos
frente de la vuestra?

OSORIO.

        Casi
frente á frente.

DON JUAN.

Y bien pudísteis
cuando de ronda os marchásteis
verme; en su balcon estábamos
por el calor.

OSORIO.

No era fácil
que os distinguiera, la noche
era muy lóbrega.

EL REY.

     Tales
son sus señas, que engañado
podeis estar vos, alcalde.

OSORIO.

Señor, bien pudiera ser,
que todo en lo humano cabe,
mas no lograis convencerme,
y no habré de retractarme.

DON JUAN.

La enemistad que me tiene,
señor, no puede ocultarse,
y puede ser que si yo
su acusador me tornare…

OSORIO.

Vos mi acusador ¿de qué?

DON JUAN.

De lo que á mi me imputásteis.

OSORIO (al Rey).

Señor, oís?

DON JUAN.

    Es sabido
que debiais heredarle,
y aunque pasais por ser hombre
de una conducta intachable,
de costumbres muy severas,
de generosidad grande,
yo tambien pasé por noble,
sin que hasta hoy se me negase
valor que está bien probado
y me acusais de cobarde:
perdonad, pues, si os acuso
de avaro, señor alcalde,
pues las pruebas que alegamos
ambos á dos son iguales.

EL REY.

Ya veis que os devuelve, Osorio,
la acusacion y el ultraje
con razose de igual peso.

OSORIO.

Señor, para sincerarme
de esa acusacion tendremos
pruebas mas incontestables,
testigos de entero crédito
y cuentas harto cabales.
Negar, no es probar que es falsa
la acusacion.

DON JUAN.

Creo en valde
vuestro empeño, señor juez,
si testigos que declaren
no teneis, ni prenda, ó rastro
que me descubra ó delate
como autor de tal delito.
Fuí su enemigo, las paces
se hicieron de órden del Rey
ayer mismo aqui, y ¿quién sabe
si otro enemigo escondido
halló ocasion de vengares,
dando por cierto que á mi
su obra habrin de achacarme?
¿De una estocada traidora
decís, y entre dos matáronle?
hallad, si podeis, el otro
que tuvo que acompañarme,
y si él dice que por mi,
y mientras yo por delante
con él reñí, por detras
él le asesinó cobarde,
aun faltará que nos prueben
que yo le dije que obrase
de este modo, ó por su antojo
dió en vileza semejante.
Porque decir que á un Osorio
así ha podido matarle
un solo hombre, dándole á él
tiempo para prepararse
cosa es que creerán no más
que mujeres, ó patanes,
que no conocen por zafios
de las armas los achaques.

EL REY.

Alcalde Osorio, bien dice,
y pues se encontró el cadáver
con la espada todavia
empuñada, es indudable
que sucumbió defendiéndose:
que solo un hombre matarle
con golpe tal no ha podido;
y que siendo en este lance
necesarios dos, y habiendo
solo uno, es fuerza que baste
de injustas acusaciones;
echad, pues, por otra parte,
y en paz dejad á Don Juan
que os perdona lo que errásteis.

OSORIO.

En paz de vaya, señor;
mas que en su vida no aparte
de la memoria, que yo
he de encontrar al culpable
ó he de morir en la empresa
con que á su alma demande
si está culpado ó si no,
porque aunque diez años pasen
yo tengo de dar con él
y para Dios nunca es tarde.



Y asi el alcalde diciendo
del aposento se sale,
dejando al Rey y á Don Juan
bruscamente.—Dispensarle
debeis (dijo Don Felipe)
porque sin juicio le trae
el duelo por su sobrino.
Pero es de los mas sagaces
hombres que existen, Don Juan,
y al fin es fuerza que indague
la verdad; si la sabeis
decidla y será mas fácil
perdonaros, confesando,
que cuando el juez os ataje.
—Señor, llegado á tal punto,
dijo Don Juan, no me cabe
mas deber para cubrirme
de imputacion tan infame,
que el de callar y pedir
pruebas ciertas y legales.
Me acusa, pues que demuestre
su acusacion, ó el ultraje
me satisfaga, que en ello
tan villanamente me hace.