Un fiscal Catoniano
Que en todo es bueno la moderación.
Cuando era rata de oficina, noble oficio por cierto, enviáronme cierto día con voluminosos expedientes á casa del Fiscal de Gobierno, más que de modesta apariencia, muy distinta su fachada de las que después habitaron Fiscales y sus Agentes.
Desde su estrecho zaguán entablóse el siguiente diálogo con el hombre que, en mangas de camisa, barría el patio:
— ¿Está el señor Fiscal?
— No señor.
— ¿El señor doctor don Juan Andrés Ferrera, Fiscal de Gobierno, vive acá?
— Sí, señor. Y como ya noticias tenía de las excentricidades del personaje en busca, aunque nunca le habia visto, no sé porqué barruntaba que el Fiscal y el barrendero en mangas de camisa, habían de resultar una misma persona.
— ¿A qué horas se puede ver al señor Fiscal?
Y sin interrumpir su tarea barrendil, ni alzar cabeza, contestó:
— Aquí vive Don Juan Andrés Ferrera, que está limpiando su casa, porque el sueldo no le alcanza para pagar quien lo haga. El señor Fiscal de Gobierno que tiene su despacho ahí, primera puerta á la derecha en el zaguán, se encuentra en las horas reglamentarias de oficina, de once á cuatro.
Sacando mi gran tacho, al parecer de plata, y comprobando faltaban cinco minutos para la hora fijada, giré sobre mis talones yendo, como los serenos de La Verbena, á dar otra vuelta á la manzana.