Un buen negocio: 12


Acto segundo editar

La misma decoración


Escena primera editar

ENCARGADA y MARCELINA


ENCARGADA.- Pero, señor: ¿cuándo me iba a imaginar yo que esa muchacha hiciera lo que hizo? Los veo salir al patio, muy pegaditos, eso sí y supongo irá a acompañarlo hasta la puerta de calle como de costumbre. Todavía los seguí mirando con cariño porque, aparte de todo, formaban una linda parejita; cuando pasa el tiempo, pasa el tiempo y nada de volver la niña. No me conformo, no señora, no me conformo. Su hija tan buena, tan modestita, no estaba en sus cabales cuando se dejó llevar por ese hombre. No estaba en sus cabales. Y precisamente en el momento en que las cosas se presentaban tan bien y les caía esa ayuda del cielo.

MARCELINA.- Déjeme. Todavía no vuelvo de mi asombro. ¡Ana María dar un paso semejante, abandonarnos de esa manera!...

ENCARGADA.- ¿Y qué dice el socio de ustedes? La muchacha le tenía un poco de inquina, ¿verdad?

MARCELINA.- Sí, señora. Una preocupación infundada, le aseguro, y tal vez eso sea la causa de su actitud. ¡Qué locura la de esta pobre hija mía! ¡Qué locura!...

ENCARGADA.- En fin, hay que tener resignación. Quién sabe si el día menos pensado no se aparece como una Magdalena arrepentida, cuando vuelva en sí y comprenda de que nada bueno hay que esperar de una vida así, tan contra toda ley. El socio de ustedes se habrá quedado pasmado.

MARCELINA.- Claro está. Dice que no nos retira su protección, pero usted comprenderá que después de lo ocurrido nada debo aceptarle.

ENCARGADA.- Naturalmente.

MARCELINA.- No sé cómo me las voy a arreglar para atender todo esto. Si para las dos era una tarea, imagínese usted ahora...

ENCARGADA.- ¿Sabe lo que debe hacer?... Mande a la señora mayor al hospicio. Es una lidia menos para usted y para la pobre un alivio, porque en el hospital tal vez hasta la curen, a pesar de que me parece...

MARCELINA.- Ya lo hemos determinado. El mismo Rogelio me lo aconseja y ha dado los pasos para que la admitan en un hospital.

ENCARGADA.- Mucho antes debieron hacerlo.

MARCELINA.- Cualquiera convencía a Ana María. Tenía veneración por la pobre vieja. Para los mismos muchachos, para esas criaturas inconscientes va a ser todo un dolor la separación. (Pausa.)

ENCARGADA.- (Suspirando.) ¡En fin!...