Tanto es lo de más como lo de menos de Tirso de Molina Acto III
Tanto es lo de más como lo de menosTanto es lo de más como lo de menosTirso de MolinaActo III
Acto III
Sale GULÍN, de labrador,
TORBISCO y GARBÓN, villanos
TORBISCO:
Sea para bien, Gulín,
el nuevo cargo y oficio.
GULÍN:
Aunque soy en él novicio,
pues no soy del campo, en fin,
yo mostraré en mi talento
que soy persona de tomo.
Hízome su mayordomo
Nineucio, el rico avariento,
que así le llama la gente,
de esta granja, y pienso en ella
mostrar que sé merecella
por guardoso y diligente.
GARBÓN:
Qué es lo que moverle pudo
a recibiros, un hombre
tan miserable?
GULÍN:
Mi nombre.
Entré en su casa desnudo,
con el pródigo perdido,
envïóle enhoramala,
que así a los pobres regala,
sin dalle un pobre vestido;
y queriendo hacer de mí
lo propio, me preguntó,
"¿Quién sois vos?" Díjele yo,
"Lacayo pródigo fui,
y Gulín es mi apellido.¯"
"Si de gula se deriva,"
dijo, "justo es que os reciba.
En gracia me habéis caído.
De la gula esclavo soy,
y en fe de ello honraros quiero;
mi mayordomo y quintero
habéis de ser desde hoy."
Dióme de vestir, y, en fin,
su quintero me entitula,
que siendo su dios la gula,
fuerza es que medre Gulín.
TORBISCO:
No es poca vuestra ventura,
que según el año pasa
estéril todo, en su casa
la vida estará segura.
GARBÓN:
Toda esta región perece
de hambre.
GULÍN:
¡Rigor extraño!
TORBISCO:
No ha crecido el Nilo hogaño,
y con su olvido padece
el campo, común sustento
de los hombres y los brutos.
GARBÓN:
En Egipto, siempre enjutos
los cielos, niegan al viento
las preñeces de sus nubes,
porque jamás en él llueve;
al Nilo sólo se debe
la vida.
TORBISCO:
¿Por qué no subes
como sueles, rey de ríos,
y rompiendo tu prisión,
gozas la jurisdicción
que ensancha tus señoríos?
GARBÓN:
¿Por qué los campos no riegas
que el cielo fïarte quiso,
si es tu padre el Paraíso,
y a Ceres el censo niegas
que tantos años le has dado?
GULÍN:
Como agora los señores
son tan malos pagadores,
los habrá el Nilo imitado.
Por tasa ración nos dan,
tasajos mal sazonados
y pan tosco de salvados.
TORBISCO:
Para la hambre no hay mal pan.
GULÍN:
Cada cual cuidado tome
de trabajar mientras pasa
este año, que en esta casa
quien no trabaja, no come.
GARBÓN:
Yo soy vaquero.
TORBISCO:
Yo guaro
el ganado que se pierde
a falta del pasto verde.
GULÍN:
Y yo con mi gabán pardo
soy quintero y mayoral.
TORBISCO:
Murió el porquerizo ayer.
GARBÓN:
De pura hambre debió ser.
TORBISCO:
Y es la necesidad tal,
que su oficio se pretende
de muchos con la porfía
que el cetro de Alejandría.
GULÍN:
La hambre todo lo vende,
quien me diere más por él
llevará su investidura.
GARBÓN:
Buen cargo.
TORBISCO:
¿Por qué procura
Nineucio, si de Israel
es natural, y el hebreo
no puede comer tocino,
crïar lechones?
GULÍN:
El vino
dispensa con él.
TORBISCO:
Ya veo
la amistad que han profesado
el dios vino y dios jamón;
mas como a vuestra nación
ese manjar se ha vedado,
de que le coma, recibo,
nuestro Nineucio, pesar.
GULÍN:
En lógica os he de dar
la respuesta. Un relativo
es imposible que esté
sin correlativo. El vino
es relación del tocino
desde el tiempo de Noé.
Nineucio, que a cangilones
bebe, le come en efeto,
porque estima el ser sujeto
de aquellas dos relaciones.
Y en lo que toca a pecar,
no repara si hay comida,
porque niega la otra vida,
y en ésta quiere triunfar.
TORBISCO:
¡Qué bárbaro parecer!
GULÍN:
Beba y coma hasta morir,
que unos beben por vivir,
pero él vive por beber.
Y con esto, alto aquí.
A trabajar, que ya es hora.
Sale LAURETA, pastora
LAURETA:
Felicia, nuesa señora,
está en la granja. Venid
a recibirla.
TORBISCO:
¿Nuesa ama?
LAURETA:
La mujer de nueso dueño.
GULÍN:
¿Pues a qué vendrá?
LAURETA:
Del sueño
y gula de quien no la ama
se queja, y por consolarse,
salir al campo ha querido.
GULÍN:
No suple el campo un marido.
Pues quiso con él casarse,
pena tiene merecida.
Páguela.
TORBISCO:
También lo digo.
GULÍN:
Mas venid todos conmigo
a darle la bienvenida.
Vanse todos.
Sale LIBERIO, muy roto
LIBERIO:
Árbol se llama al revés
el hombre, y si en todos ellos
son raíces sus cabellos,
y son los ramos sus pies,
árbol con propiedad es
que más perfección encierra;
mas--¡ay, de mí!--¡cuánto yerra
quien por gustos de mentira,
raíces que el cielo mira,
quiere arraigar en la tierra!
Por lo caduco, lo eterno
desprecié; cuando árbol fui,
hojas y flor me vestí
de mi edad en mayo tierno;
no se acuerda del invierno
el árbol en los veranos.
Despojáronme hortelanos
o amigos, cuyos empleos
al disfrutar son briareos,
y al plantar no tienen manos,
¡Quien ve al hortelano astuto
cavar con el azadón
un tronco, porque en sazón
cobre de sus ramos fruto!
Con el estiércol enjuto
le lisonjea, y después,
en fe, que es todo interés,
ejecutarle procura,
que lo que le dio en basura,
le roba en fruta después.
¿Qué fue lo que darme pudo
el mundo, sino vilezas
de vicios y de torpezas,
que aun nombrar agora dudo?
Ya despojado y desnudo
soy árbol de su venganza;
y aun menos, que en tal mudanza
el árbol desnudo espera
vestirse en la primavera,
y yo ni aun tengo esperanza.
Todo Egipto llora hambriento.
Hasta en esto infeliz fui,
pues en tiempo empobrecí
que no hay quien me dé sustento.
Ni tengo fuerzas ni aliento,
ni de aquí puedo pasar.
La mayor pena y azar
que a sentir un pobre viene,
es cuando pide al que tiene
excusa para no dar.
Granja es esta; ¿podré ir
a pedir limosna? no,
porque no hay para el que dió,
afrenta como el pedir.
No hay de servil a servir
nada, si una letra mudo;
servir quisiera, mas dudo
aun dichoso en esto ser,
porque ¿quién ha de querer
a un pobre, hambriento y desnudo?
Sale GULÍN
GULÍN:
Para comida de priesa
bástale un pavo y capón.
Haz que los asen, Garbón,
y en el jardín pon la mesa,
LIBERIO:
(Este hombre debe ser Aparte
el que administra esta hacienda.
Temo que en verme se ofenda,
que aun no estoy ya para ver.) De rodillas
Señor, la necesidad,
que tan adelante pasa...
GULÍN:
Hermano, en aquesta casa
no hay limosna; perdonad.
Tengo un amo comilón,
de pobres tan enemigo,
que si lo que manda sigo,
y os llevo allá, es tan tragón,
que os comerá, aunque le sobre
la hacienda, porque ha sabido
que todo pobre es manido,
y quiere almorzarse un pobre.
Idos, antes que un mastín
os trinche una pierna.
LIBERIO:
(¡Cielo! Aparte
¿no es este Gulín?)
GULÍN:
Recelo
que si en casa os ven...
LIBERIO:
Gulín,
¿no me conoces?
GULÍN:
¿De "tú"
a mí, un pobre? ¡Gatuperio!
LIBERIO:
¿No conoces a Liberio?
GULÍN:
Conózcale Belcebú.
¿Quién es Liberio?
LIBERIO:
Quien fue
dueño tuyo.
GULÍN:
Fue... pasó...
No sé pretéritos yo;
los presentes sólo sé.
Dos linajes solamente
en el mundo puede haber,
que es tener y no tener,
y un tiempo, que es el presente.
Si no tenéis, y tuvisteis,
y en ese andrajoso traje
os pasáis a otro linaje,
ya no sois el que fuisteis.
Aun no sois vuestro retrato,
que más diferencia aplico
entre el pobre que fue rico,
que entre el flamenco y mulato.
LIBERIO:
Tienes razón; no te pido
que me des, que no podrás
si con dueño avaro estás,
ser liberal. Haslo sido
conmigo; pero delante
de quien sirves, y yo lejos,
si crïados son espejos,
imitarás su semblante,
cual él serás avariento.
Recíbeme en tu servicio
para el más humilde oficio,
y dame sólo el sustento.
GULÍN:
Puercos hay; ¿sabréis guardallos?
LIBERIO:
Sabré, por ser tan inmundo,
pues quiere que sirva el mundo
a mi mozo de caballos.
GULÍN:
Pues de ellos cuenta tened,
que en esa zahurda están,
y no imaginéis, galán,
que os hago poca merced;
que a fe que hay opositores
muchos, como el año es caro.
Mas, aunque os parezco avaro,
las obras tengo mejores.
Bellotas que les echéis
os quiero dar.
LIBERIO:
(¡Qué de males Aparte
experimento!)
GULÍN:
Gordales
son; no las golosméis,
y cenaréis a la noche.
Dejad pensamientos tristes,
que si en coches anduvístes,
acá hay también coche-coche
por la mañana y la tarde.
LIBERIO:
Quien en torpezas vivió
bien merece como yo
que brutos tan torpes guarde.
Vanse.
Sale FELICIA, muy triste
FELICIA:
Dióme a escoger Amor, nino vendado;
de tres, el uno esposo--¡ay, suerte mía!--
creí que el interés escogería
a medida del gusto depravado.
Desprecié la virtud, razón de estado,
de una errante deidad que al cielo guía;
desdeñé juventud y gallardía
por un monstruo, si bien de oro cargado.
Como es desnudo Amor, desprecia cuerdo,
galas--necia elección de quien sujeta
el gusto al interés que le dirige--
y colijo del bien que ahora pierdo
que la mujer más sabia es imperfeta,
pues, presumida, lo peor elige.
Sale GULÍN, que habla desde dentro
GULÍN:
Esos los lechones son, Aparte
y las bellotas son esas;
no porque os parezcan gruesas
a la hambre deis ocasión,
que os ha de costar cada una
una cantidad de palos.
Sale LIBERIO, con una gamela de bellotas
LIBERIO:
¡Ay, deleites y regalos
del mundo y de la Fortuna!
¡Con buen pago me acreditan
vuestros torpes ejercicios!
Sirvo, por servir mis vicios,
los brutos que los imitan.
FELICIA:
¡Todo es quejas cuanto escucho!
En el campo pensé hallar
alivio de mi pesar,
y en él con más penas lucho.
Quiero ver si me divierto
en vos, cristal sucesivo.
Creí casar con un vivo,
y caséme con un muerto.
Vase FELICIA
LIBERIO:
No lleva el mundo otros frutos
que los que aquí manifiesto;
bruto es torpe el deshonesto:
cogido he manjar de brutos.
En deleites disolutos,
para que más me congoje,
sembré vicios que recoge,
mi merecido rigor,
que en fin todo labrador
del modo que siembra, coge.
Buscando el bien aparente,
torpezas apacenté,
y es bien quien inmundo fue
que inmundicias apaciente.
¡Ah, vil mundo! ¡Qué de gente
llora tus promesas rotas!
¿Qué maravilla, si brotas
engaños que paga Amán,
dando a Dios piedras por pan,
que me des a mí bellotas?
Aun éstas me son vedadas,
que entre los bienes que alistas,
tus dichas son para vistas,
pero no para tocadas.
Aun menos son que pintadas,
y pruébalo mi escarmiento,
pues para mayor tormento
de mis desengaños vanos,
tengo el manjar en las manos,
y no oso comerle hambriento.
¡Cruel, hambre me provoca!
Ved la desdicha a que vengo,
que lo que en las manos tengo,
no oso llegar a la boca.
Castigo es, juventud loca,
de quien, siendo racional,
la parte eligió brutal,
despreciando de hombre el nombre,
que come, en fe que no es hombre,
bellotas como animal.
Salen LAURETA, GULÍN y GARBÓN,
que acometen a LIBERIO
y le quitan las bellotas y maltratan
LAURETA:
¡Hao! Que se engulle a puñados
las bellotas que no masca
el picarón.
GULÍN:
¿Sois tarasca?
Quítaselas.
GARBÓN:
¡Bien medrados
estuvieran los lechones
con vos!
LIBERIO:
Sosegaos, amigos.
LAURETA:
Hermano, traga bodigos,
en la corte hay bodegones.
A buscar amo y alón,
que no heis de estar más aquí.
GULÍN:
Quien bellotas traga así,
hoy dará tras un lechón,
y tras todos poco a poco
hasta engulirle el berraco.
GARBÓN:
¡Oh, comilón!
LAURETA:
¡Oh, bellaco!
¡Con cáscaras! ¿estáis loco?
GARBÓN:
Lo que había menester
nueso amo.
GULÍN:
Quien tan aprisa
hasta a los cochinos sisa
lo que les dan de comer,
picar de aquí, que no quiero
teneros en casa un día.
¡Las bellotas se comía!
GARBÓN:
¡Oh, ladrón!
LAURETA:
¡Oh, golosmiero!
Vanse los tres. Quédase LIBERIO.
Sale FELICIA al paño
LIBERIO:
Hasta en esto, avaro mundo,
muestras quien eres; ¿siquiera
por hombre no mereciera
lo que un animal inmundo?
Cuando mi sustento fundo
en tal vileza ¿me afrenta
tu ingratitud avarienta?
¡Siquiera no me pagaras
en bellotas é igualaras
con mis torpezas tu renta!
¿A Nabucodonosor
como bruto apacentaste,
y hasta eso a mi me negaste?
¡Mas debo de ser peor!
¡Que haya llegado el rigor
del daño que vengo a ver
a tanto, que por comer,
envidie yo el vil estado
del bruto más despreciado,
y no lo merezca ser!
Alma, del cielo enemiga,
despertad, volved en vos,
ya que con azotes, Dios,
a fuer de esclava os castiga.
Al villano no le obliga
el bien, que es hijo de Adán.
Trabajos virtud le dan.
¡Ay, Dios! ¡Cuántos jornaleros
de mi padre, aunque groseros,
andan sobrados de pan!
¡Y yo pereciendo aquí
de hambre, suspiro en vano!
¡Mi Dios! Dadme vos la mano;
levantadme, pues caí.
Iré a pi padre--¡ay, de mí¡
Diréle, besando el suelo,
"Padre, contra vos y el cielo
pequé, no me llaméis hijo;
el menor gañán elijo
ser de vuestra casa." Apelo,
mundo vil, de tu escasez
a su abundancia y clemencia.
Sabio soy por experiencia;
de mi mismo seré juez.
No he de servirte otra vez,
mundo vil; desengañado
salgo de ti y desmedrado;
mas no me baldonarán
que he comido, en fin, tu pan,
que bellotas no me has dado.
Quiere irse y detiénele FELICIA
FELICIA:
Aguarda, Liberio amado,
si he sido de ti querida.
Desde esta mata, escondida,
tus desdichas he escuchado.
No sé de los dos a quién
persiga así la inclemencia;
tú, en los males con paciencia,
yo, impaciente en tanto bien.
Aunque ya no son tus daños
como los míos tan atroces,
tus desengaños conoces,
yo conozco mis engaños;
mas, ¿qué importa conocellos,
si cuando olvidarlos tratas,
tú con tiempo te rescatas,
yo quedo cautiva entre ellos?
No es tu suerte tan crüel,
pues no hay desventura igual
como conocer el mal,
y no poder salir de él.
Tengo esposo que aborrezco,
téngote presente a ti,
como mujer elegí,
y como elegí padezco.
Cuando de todos querido,
te aborreció mi interés,
y ámote cuando te ves
de todos aborrecido,
mira los diversos modos
del mujeril desvarío,
que agora te llamo mío
cuando te han dejado todos.
Si por el amor presente
el desdén pasado olvidas,
restaura prendas perdidas.
Repudios mi ley consiente;
repudiaré un torpe dueño,
avariento hasta ea amar,
pues si suele comparar
el sabio a la muerte el sueño,
y él duerme en mi amor, ¿quién duda
que ya para mí murió
Nineucio, y que me dejó
libre para amarte y viuda.
Llévame, mi bien, contigo;
rica soy, serás señor,
de mi hacienda y de mi amor.
LIBERIO:
Eso no, mundo enemigo.
Sirviéndote me despides
desnudo, solo y hambriento,
y ¿porque dejarte intento,
el paso agora me impides?
A sér tan mísero llegas,
que ¿cuando estoy en tu casa,
me tratas con tanta tasa
que aun las bellotas me niegas?
Y ya tan pródigo estás,
que ¿lo que antes adoraba
y a peso de oro compraba
de balde agora me das?
Ya te entiendo. La razón
rompió a mis ojos la nube
de lo que contigo estuve.
Conozco tu condición,
amigo reconciliado,
no por mi bien el tornarme
a casa, mas por robarme
lo poco que me ha quedado.
Quitarme tu engaño pudo
la hacienda, la libertad,
la virtud, la castidad,
hasta dejarme desnudo;
y como sobre mí he vuelto,
ropósitos he adquirido
de tu rigor despedido,
y de mis engaños suelto,
a robármelos se atreve
tu lisonjera malicia,
que le pesa a tu avaricia,
aunque propósitos lleve.
Desnudo voy, no te admires
si de ti el cielo me escapa,
que aun no me dejaste capa,
como a José, de que tires.
FELICIA:
Ni a mí me queda paciencia
que sufra tanto rigor.
Vase LIBERIO.
Sale un CRIADO
CRIADO:
Vuestro esposo, y mi señor,
está sin vuestra presencia
triste, señora, y me envía
por vos.
FELICIA:
Iré a padecer.
Escogí como mujer,
la culpa y la pena es mía.
Vanse.
Salen NÍNEUCIO y dos CRIADOS
NINEUCIO:
En fin, ¿muere mucha gente
de hambre?
CRIADO 1:
Está todo Egipto
pereciendo.
CRIADO 2:
Gran señor,
más mueren que quedan vivos.
NINEUCIO:
Pues tráiganme de comer,
que no hay para mi apetito
como ver a otros hambrientos,
y sírvame de principio
la necesidad de todos.
¿En qué se distingue el rico
del pobre, si todos comen,
los nobles y los mendigos?
¡Ojalá que no quedara
vivo nadie en este siglo,
para que gozara yo
bienes tan mal repartidos!
Sale GULÍN
GULÍN:
Dame, gran señor, los pies.
NINEUCIO:
¡Oh, Gulín, seas bien venido.
Bien por tu nombre te quiero;
la gula fue tu padrino.
¿Llegó Felicia?
GULÍN:
Indispuesta;
tanto, que al punto que vino,
se echó en la cama.
NINEUCIO:
¿Qué tiene?
GULÍN:
Dicen que antojos de un hijo.
NINEUCIO:
No apetezco yo herederos;
quédese en mí mientras vivo,
mas la hacienda que a su padre
yo he de heredarme a mí mismo.
En un día han de acabarse
yo y mis bienes.
GULÍN:
¡Buen alivio
para quien enferma está
por verte en su amor tan tibio!
NINEUCIO:
Muérase, porque me ahorre
de los gastos excesivos
con que todas las mujeres
empobrecen sus maridos.
Todo lo que en mí no empleo
me llega al alma. ¿Han traído
de comer?
CRIADO 1:
Ésta es la mesa.
Descúbrese una mesa muy espléndida.
Siéntase, tocan chirimías,
y sírvenle con majestad
NINEUCIO:
Di el altar de mi apetito.
¿Hay deleite comparable
de cuantos a los sentidos
tributa naturaleza
como el del gusto? ¿Hay paraíso
como el distinguir sabores
de manjares exquisitos,
ostentando competencias,
unos simples y otros mixtos?
¿Qué gloria hay como el comer?
GULÍN:
Yo por mayor he tenido
la del beber, gran señor,
puesto que a entrambas me inclino.
El comer cuesta trabajo,
y necesita ministros
en la digestión primera,
de dientes, muelas, colmillos,
molineros de la boca,
donde tal vez el peligro
de una china descerraja
un diente, que es más que un hijo.
¿No es trabajo que la lengua,
cuchar del puchero vivo,
de la boca haya de andar
cocinando sin aliño,
y revolviendo guisados,
que entre dientes escondidos
ofenden, si no los saca
el alguacil de un palillo?
El beber es caballero,
pues sin tantos requisitos,
sin necesidad de dientes,
en mozos, viejos y niños,
da los gustos sin pensión,
colándose el blanco y tinto
al són de aquel cla, cla, cla,
apacible villancico.
NINEUCIO:
Hola; echadme de beber,
confirmaré lo que ha dicho. Bebe al són de chirimías, e híncanse de rodillas mientras bebe
No anduvo Naturaleza
discreta en el artificio
y organización humana,
pues en tan corto distrito
como es el cuello, cifró
tan gran deleite.
GULÍN:
Mal hizo
en no dilatar gaznates
que imitasen pasadizos.
Envidiaba Filoxeno
el cuello largo y prolijo
de la grulla por gozar
más el sutil gargarismo.
Óyese dentro vocerío de pobres
VOCES:
¡Socorro, señor, sustento! Dentro
UNO:
Pues el cielo te hizo rico. Dentro
TODOS:
Favorece a los hambrientos. Dentro
Socorro, que nos morimos.
NINEUCIO:
¿Qué es esto?
GULÍN:
Necesitados
que a tus puertas han venido,
forzados de la miseria
que padece todo Egipto.
NINEUCIO:
Dejadlos, pues, vocear,
que al son de su hambre y gritos
como yo con más deleite;
mi salsa son sus gemidos.
UNO:
¡Bárbaro! ¡cruel tirano! Aparte
De los cielos seas maldito;
tu crueldad castigue Dios.
OTRO:
De sed rabiosa afligido Aparte
pidas una gota de agua,
sin que nadie te dé alivio.
UNO:
¡Maldígate Dios! Aparte
TODOS:
¡Amén!
GULÍN:
¡Qué devotos monacillos!
CRIADO 1:
A palos he de matarlos.
NINEUCIO:
Dejadlos.
CRIADO 2:
¿Si los sufrimos
maldecirte?
NINEUCIO:
Engordo yo
así, que son para el rico
medicinas cordïales
maldiciones del mendigo.
No hay música que recree
de tal suerte mis oídos
como las quejas y llantos
del hambriento y afligido.
Sale LÁZARO muy llagado
LÁZARO:
A las puertas de la muerte
y a las tuyas han traído
tu crueldad y mí miseria
a morir a tu sobrino.
Los bienes di a usura a Dios,
que tú llamas desperdicios;
no me he quedado con nada,
pues la salud he vendido,
De llagas estoy cubierto,
de bocas soy un prodigio,
¿todas estas no bastan
a moverte, aunque dan gritos?
Dame a censo una limosna,
que si en los cielos te libro
seguridades eternas,
ganarás logro infinito.
Las migajas de tu mesa
son los regalos que pido
al despedírseme el alma,
ya no por mí, por ti mismo;
que aunque de tan poco precio,
quisiera por ellas, tío,
en el tribunal de Dios
alegar por ti servicios.
Así como así se pierden;
¿de qué provecho o servicio
son migajas desechadas
que imperceptibles codicio?
Pues si lo que no aprovecha
te compro yo, si me obligo
por ellas a enriquecerte,
si estimas tanto el ser rico,
da lo que es fuerza arrojar,
haz virtud lo que en ti es vicio,
y en abono de esta deuda
haré mis llagas testigos.
NINEUCIO:
¿Qué me estás atormentando,
ignorante persuasivo,
con inmortales quimeras,
que juzgo por desvaríos?
¿No sabes que no confieso
más de esta vida, y que afirmo
que como los brutos mueren
cuerpo y alma a un tiempo mismo?
¿Pues de qué estima serán
promesas que en desatinos
a plazos del cielo ofreces,
falsos como tú y fingidos?
LÁZARO:
¡Ay, blasfemo! En la experiencia
cuando padezcas abismos
de penas, siempre inmortales,
desengaños te apercibo.
¿La vida niegas al alma,
imagen del ser divino,
en el fin sin fin que espera,
puesto que tuvo principio?
¿Nunca tu espíritu torpe
en éxtasis suspensivos,
Ya velando, ya durmiendo,
pidió treguas a los grillos
del cuerpo, breves instantes,
pensamientos discursivos,
remontando por los cielos
y midiendo sus zafiros?
¿Con los brutos te comparas?
Mas como ellos sumergido
en torpezas, no me espanto,
que en brutos transforma el vicio.
Más racionales que tú
son tus perros, que han lamido
las llagas que tú maltratas,
piadosas y compasivos.
¿Migajas niegas, avaro?
Plega a Dios que en su jüicio
no te niegue el cielo gotas
cuando sediento des gritos.
Yo me muero por vivir,
pero tú con fin distinto
morirás para más muerte
mientras más mueras, más vivo.
Vase LÁZARO
NINEUCIO:
Matalde, sacalde el alma;
satisfacedme ofendido.
GULÍN:
Ya él por sí se está muriendo.
NINEUCIO:
¡A mí, un llagado! ¡A mí, un mendigo!
Arrojad aquesas mesas.
El asco me ha conmovido
las entrañas; muerto soy,
ofúscanse mis sentidos.
Desnudadme, que me abraso;
llamas broto por suspiros;
vengan los médicos todos
que en más precio tiene Egipto.
¡Que me abraso, que me enciendo!
¡Agua, cielos!
Vase NINEUCIO
GULÍN:
Dadle vino,
y plegue a Dios que reviente
si de luto ha de vestirnos
que son galas del criado.
CRIADO 1:
Al que muere avaro y rico,
compara un sabio al lechón.
GULÍN:
Dice bien, porque el cochino
aprovecha a todos muerto,
como enfada a todos vivo.
Vanse todos. Sale CLEMENTE, viejo
CLEMENTE:
La madre de Tobías
imitan valles las desdichas mías.
Como ellas, a cada instante
salgo a buscar un hijo, que ignorante
de vicios salteadores,
causan su perdición y mis temores.
Caminos, reducilde,
si loco se ausentó, cuerdo y humilde;
arroyos, detenelde,
si se despeña contra Dios, rebelde.
¡Ay, prolijos enojos!
si le vieran venir mis tristes ojos,
diera a la vida plazos,
y a su cuello amoroso tiernos brazos.
Apenas se mueve hoja,
cuando al alma, que viene se le antoja.
Mas--¡ay, loco deseo!--
¿quién es aquel que apresurado veo?
Pasos que engendran sustos,
y entre temores sobresaltan gustos,
el aire, el movimiento
es todo de mi hijo. ¡Ay, pensamiento!,
salidvos al encuentro,
del alma precursor, que está aquí dentro
pintándome en sus lejos
regocijos que admito, aunque en bosquejos,
porque a pesar de enojos,
más penetra su vista que mis ojos.
Corriendo, al viento alcanza,
y juzgo yo por siglos su tardanza. Llama a voces
¡Liberio!--¡Ay, desvarío!--
¡Hijo, Liberio! LIBERIO responde como de muy lejos
¡Amado padre mío!
CLEMENTE:
(¡Ay, cielos! Padre, dijo. Aparte
¿Si el eco me engañó?) Querido hijo,
¿eres tú?
Más cerca
LIBERIO:
Sí, mi padre.
CLEMENTE:
Él es. ¿Qué dicha habrá que no me cuadre?
¡Ay, pies! si os entorpece
la edad, Amor, que es Dios, rejuvenece.
Corred, que siempre el gozo,
tiñendo al viejo canas, le hace mozo.
¡Mitad del alma mía,
restituye con ella mi alegría! Corre más cada vez. Llega a LIBERIO, que sale y se hinca de rodillas y él le abraza
¡Qué alegre que estuviera
si en veros toda en brazos se volviera!
Levántate del suelo.
LIBERIO:
Pequé contra ti, padre, y contra el cielo.
CLEMENTE:
No digas más disculpas;
bastantes son arrepentidas culpas.
Mi llanto y tus cuidados
son cohechos de amor. ¡Hola, criados!
Salen dos CRIADOS
CRIADO 1:
¿Qué es, señor, lo que mandas?
CLEMENTE:
Púrpuras escoged, sacad holandas;
día es hoy de mi boda;
mi recámara abrid, robadla toda.
Entapizad mis salas,
y registrando majestuosas galas,
haced elección de ellas
vistiéndole a mi hijo las más bellas.
Sus dedos le coronen
anillos, que del sol giros blasonen;
sean tales sus ornatos,
que en diamantes se aneguen sus zapatos.
Convidad mis amigos,
que no hay contento donde no hay testigos.
Matad una ternera
escogida entre mil de esa ribera;
tan pingüe, que la leche
en vez de sangre por los poros eche.
Instrumentos sonoros
alegren danzas y ocasionen coros.
Todo sea regocijo,
pues muerto en vicios resucita un hijo.
Perdióseme, y agora
restituido alegra, porque llora.
CRIADO 2:
Tan bien venido sea,
que siglos largos de tus canas vea
paternales ejemplos,
para que erija a tu clemencia templos.
LIBERIO:
Ya, bárbatos engaños,
mejoro con la vida torpes años.
No sois ya, alma, cautiva.
TODOS:
¡Viva tal padre!
LIBERIO:
¡Más que todos viva!
Suena música de chirimías, y vanse todos, menos el CRIADO 1. Sale MODESTO, como de campo
MODESTO:
¿Qué músicas serán éstas
tan nuevas en esta casa?
¿Qué huésped hay? ¿Quién se casa?
¿Por qué se hacen tantas fiestas?
CRIADO:
No admires el regocijo,
señor, que juzgas por vano.
Hoy has hallado un hermano
y tu padre ha hallado un hijo.
Vino Liberio, aunque roto,
desengañado y confuso
del mundo; a los pies se puso
de su padre. Cumplió el voto,
cual marinero que en medio
del mar, naufragó perdido;
porque en fin, su padre ha sido la
imagen de su remedio.
Recibióle con los brazos
abiertos, porque es clemente;
él pidió pies de obediente,
y en vez de ellos halló abrazos.
Tan regocijado está
el viejo noble y piadoso,
que con todos generoso,
albricias y joyas da.
Terneras de leche mata,
a sus amigos convida,
y remozando su vida,
años y gustos dilata,
tanto como esto ha podido,
con ser tú su mayorazgo,
de un hijo mozo el hallazgo,
hoy hallado, ayer perdido.
MODESTO:
Eso sí; gaste con él
la hacienda que a mí me toca;
premie de su vida
los vicios, y a mí, que fiel
siempre estuve en su obediencia,
trátame con escasez.
¡Efectos de su vejez,
y prueba de mi paciencia!
Salen CLEMENTE y criados
CLEMENTE:
Dame albricias, hijo mío,
a para decir mejor,
pídeselas a mi amor.
Ya volvió a su madre el río
que desatinado viste
romper presas; ya tu hermano,
obediente, humilde y llano,
te espera. ¿De qué estás triste?
Entra, y abrazos apresta.
MODESTO:
Desde que tuve de ti
vida y ser, nunca salí
de tu gusto, ni en molesta
juventud quebré jamás
las leyes que me pusiste,
y nunca, padre, me diste
lo que hoy a un perdido das.
Aun un cabrito siquiera
que comer con mis amigos
te debo, sean testigos
mis quejas, y una ternera,
lo más gruesa de tus hatos,
a un disipador previenes
de sus virtudes y bienes
y autor de sus desacatos.
Si es bien hecho que autorices
contra quien te obedeció,
a quien su hacienda gastó
en juegos y en meretrices,
más me valiera haber sido
como él, que obedecerte.
CLEMENTE:
Necio enojo te divierte.
Mi mayorazgo querido eres,
Modesto; mi hacienda
es toda tuya ¿quién duda?
El tiempo costumbres muda,
la experiencia pone rienda.
Ya reducido, te besa
los pies; enséñale amor,
y agraviarás tu valor
si de su dicha te pesa.
Sale LIBERIO, que sale bizarramente vestido y se hinca a los pies de su hermano, y CRIADOS. Óyese música de chirimías
LIBERIO:
Hermano y señor, yo he sido...
MODESTO:
(Las entrañas me enternece.) Aparte
No me digas más; mil veces
seas hermano, bien venido. A CLEMENTE
Tu hijo es, a festejarle
con los demás quiero ir,
que más es el reducir
un hijo, que el engendrarle.
Sale FELICIA de viuda
FELICIA:
Si desengaños del mundo
son padres del escarmiento,
y de tus justos agravios
alcanzo perdón, Liberio,
viuda ya y desengañada,
con el alma que te ofrezco,
a darte cuenta he venido
de lástimas y sucesos.
Murió de una apoplegía
Nineucio, el rico avariento,
blasón que torpe ha ganado.
LIBERIO:
¿Qué dices? ¡Válgame el cielo!
FELICIA:
Murió Lázaro también,
los dos en la vida extremos
de la rueda de Fortuna,
y hasta en el morir diversos.
A Lázaro, como a sobras
del mundo, por pobre dieron
sepulcro en un arenal,
como sus entrañas seco.
Al otro con aparatos
costosos, cuanto soberbios,
arrastrando largos lutos,
galas de sus herederos,
en prolija procesión
le llevaron hasta un templo,
donde de mármoles finos,
de jaspes verdes y negros,
piros que a la clave llegan
del edificio supremo,
grabadas de armas, de motes,
y jeroglíficos griegos,
en sus entrañas admiten
el cadáver avariento,
que vivo no abrió jamás
piadosas puertas al pecho.
Étas son las honras que hace
el mundo en la muerte, y esto
en lo que paran coronas
y el fin que tienen imperios.
Rica y libre restituyo
a la voluntad el reino,
que mi engañada elección
entregó al interés necio.
Mil veces yo venturosa,
y muchas más si merezco
en tálamos mejorados
enmendar pasados yerros.
CLEMENTE:
Felicia, porque lo sea
ya mi ganado Liberio,
esposo vuestro será,
y el amor, de entrambos dueño.
La inmortalidad del alma
negaba el torpe Nineucio;
su felicidad ponía
Lázaro en bienes del cielo.
Mi Dios, para certidumbre
de la vida que confieso
en vuestro inmortal dominio
y más seguro escarmiento
de este pródigo enmendado,
enseñadnos con qué premio
premiáis los pobres humildes
y castigáis los soberbios.
Salen LÁZARO, ABRAHÁN y NINEUCIO. Suena música arriba. En lo alto del tablado un paraíso, y LÁZARO de blanco y oro, en el regazo de ABRAHÁN. Abajo un infierno, y NINEUCIO sentado a una mesa abrasándose, muchos platos echando de los manjares llamas
NINEUCIO:
Padre Abrahán, que me abraso
en el alma y en el cuerpo,
llamas de inmortalidad
castigos de Dios eterno.
La gula en que idolatré,
manjares me da de fuego,
hidrópica sed me abrasa;
ten piedad de mis tormentos.
Padre, a Lázaro me envía
que moje el último extremo
del dedo en agua un instante,
y dé un breve refrigerio
a mi lengua.
ABRAHÁN:
Acuérdate,
hijo, del bien que viviendo
recibiste en la otra vida,
y Lázaro los desprecios
y trabajos que tú sabes.
No hay dos glorias, no hay dos cielos.
Él recibe descansado
de sus virtudes el premio;
tú en tormentos perdurables
pagas los males que has hecho.
Mal te podrá socorrer
desde lugar tan diverso
al en que estás, que hay abismos
de inmensa distancia en medio.
NINEUCIO:
Ruégote, pues, que le envíes,
si desde aquí obligan ruegos,
a la casa de mis padres,
donde cinco hermanos tengo,
para que los amoneste,
porque a estas penas viniendo
no acrecienten las que paso.
Ten misericordia de ellos.
ABRAHÁN:
A Moisés y a los profetas
tienen en libros, que llenos
de amonestaciones santas
predican y dan ejemplos.
NINEUCIO:
No, padre Abrahán, mejor
los persuadirán los muertos.
Si a Lázaro ven, no hay duda
que ponga a sus vicios freno.
ABRAHÁN:
Quien los profetas no admite
y tiene de bronce el pecho,
ni a los que resucitaren
creerá tampoco; esto es cierto.
CLEMENTE:
Hijo, a Lázaro imitando,
y escarmentando en Nineucio,
restaurarás lo perdido
y excusarás tus tormentos.
Vicioso pródigo fuiste,
y aquél, mísero avariento;
tanto en ti fue lo de más,
como en él fue lo de menos.
En medio está la virtud.
Si son vicios los extremos,
de Lázaro el medio escoge,
y tendrás a Dios por premio.