Sucesos de las islas Filipinas (edición de José Rizal)/Capítulo quinto

Nota: Se respeta la ortografía original de la época



CAPÍTULO QUINTO


Del Gobierno de Gomez Perez Dasmariñas, y del licenciado Pedro de Rojas, que por su muerte fué elegido en el gobierno de Manila, hasta que don Luis Dasmariñas fué recibido en lugar de Gómez Pérez, su padre.


Luego que Gomez Perez Dasmariñas llegó á las Filipinas, fué recibido al gobierno, con comun contentamiento. Quitó la audiencia, y tomóse residencia á presidente y oidores, y fiscal, y demás ministros della, por el licenciado Heruer del Coral, que el Virrey don Luis de Velasco envió para este efecto, en virtud de una cédula real que tenía para ello. El Gobernador nuevo comenzó su gobierno, fundando el campo de paga, y ejecutando muchas cosas en todas materias, que llevaba proveidas por cédulas é instrucciones, con mucho calor y aliento, no perdonando á ningun género de trabajo, y cuidado de su persona. Y lo primero que comenzó, fué á cercar la ciudad, que lo tomó tan de veras[1], que antes que muriese lo dejó casi acabado: y un caballero en la punta de Manila, donde solía ser el fuerte antiguo de madera, que le puso nombre Santiago, y le guarneció de alguna artillería; arrasó de los altos la fortaleza de nuestra señora de Guía, que había hecho su antecesor, fabricó de cantería la iglesia Catedral de Manila, animó á los vecinos de la ciudad, continuasen los edificios de las casas de piedra, que algunos días antes habían comenzado á labrar[2], dando á ello principio el Obispo en la suya[3], engrosó en su tiempo el trato con la China, y púsose mas en punto la navegación de la Nueva España, y despacho de los navíos desta carrera. Fabricó algunas galeras para defensa de la costa, pacificó los Zambales, que se habían rebelado, hizo entrar con gente á su hijo don Luis Dasmariñas, del hábito de Alcántara, por la tierra dentro de la isla de Luzon, desde Manila, atravesando por el rio de Itui[4] y otras provincias, no descubiertas ni vistas de los Españoles, hasta salir á Cagayan; hizo casa de fundicion de artillería en Manila, donde (por falta de maestros fundidores) se acertaron pocas piezas gruesas[5].

El primer año de su gobierno, despachó para Nueva España al presidente y oidores de la Audiencia, que se había quitado; el licenciado Pedro de Rojas, oidor mas antiguo, quedó con el gobernador por mandado de su Magestad, por teniente asesor de las causas de justicia, hasta que algunos años después, fué proveido por alcalde de Méjico.

En tiempo del gobierno de Gomez Perez, se comenzó á turbar el gobierno y paz, que los Japones tenían con los Españoles de las Filipinas; porque, habiendo venido hasta entonces algunos años navíos del Japón, del puerto de Nangasaqui á Manila, con sus harinas y otras mercaderías, donde habían sido bien recibidos y despachados, se movió Taicosama[6], señor universal del Japón, por industria de Farandaquiemon, Japón de los que venían á Manila, hombre común y bajo, á escribir bárbara y arrogantemente al Gobernador[7], le enviase reconocimiento y tributo; amenazándole, que bajaría con gente armada á destruir la tierra. Y en demandas, y respuestas, hubo algunos años en que entender, hasta que Taico murió.

En el mismo tiempo, que lo del Japón daba que mirar al gobernador, le envió el rey de Camboja[8] embajada, con Diego Belloso Portugués, con dos elefantes de presente, ofreciéndole amistad y contratacion en su tierra, y pidiéndole socorro contra el Siam, que le tenía amenazado, al que le respondió el gobernador, enviándole un caballo, y algunas esmeraldas y otras cosas, entreteniéndole para otro tiempo en cuanto al socorro, y agradeciéndole la amistad. De aquí tuvieron principio los sucesos, y jornadas que despues se hicieron, desde Manila á los reynos de Siam, y de Cambodja, en tierra firme de la Asia.

Desde que el gobernador Gomez Perez aceptó el cargo en España, y despues de entrado en el gobierno, tuvo deseo de hacer jornada desde Manila, á conquistar la fortaleza de Terrenate, en el Maluco, por la grande importancia desta empresa, y suceso della, de que otras veces no se había sacado fruto. Y siempre fué disponiendo las cosas que se hubiesen de hacer, á propósito para esta jornada, pero con tanto secreto[9], que á nadie lo declaró; hasta que el año de noventa y tres, viéndose con lo que le pareció le bastaba para su intento, se manifestó, y puso á punto para salir en persona, con mas de nuevecientos Españoles[10], y doscientas velas, entre galeras, galeotas y fragatas, virreyes y otras embarcaciones, dejando las cosas de Manila, y de las islas con alguna gente (aunque no la necesaria para su defensa) á cargo de Diego Ronquillo su maese de campo, en lo de la guerra; y en lo de gobierno é justicia, del licenciado Pedro de Rojas. Y (habiendo enviado adelante á su hijo don Luis Dasmariñas, con todo lo demás de la armada, con cargo de su teniente de capitán general, á las provincias de Pintados, donde había de salir). El gobernador quedó en Manila, despachándose, y armó una galera de veinte y ocho bancos para su embarcación: tripulóla de buenas bogas chinas al sueldo[11], que por mas acariciarlos, no los consintió aherrojar[12]; y disimuló en que llevasen algunas armas. Embarcóse en ella hasta cuarenta Españoles, y en su conserva algunas fragatas y navíos menores, en que iban embarcadas personas particulares. Hízose á la vela, del puerto de Cabit, por el mes de Octubre de mil y quinientos y noventa y tres, para las provincias de Pintados, donde se había de juntar con la armada que allí le esperaba, y proseguir la jornada al Maluco. Á segundo día desta navegacion, por la tarde, habiendo llegado á la isla de Caza[13], veinte y cuatro leguas de Manila junto á la costa de la misma isla de Luzon, donde dicen la Punta del Azufre, con algun viento por la proa, la galera hizo fuerza, para doblar esta punta con remos, y por no poder pasar adelante, hasta que el viento cesase, surgió y hizo tienda, y se quedó allí aquella noche. Algunas embarcaciones que en su seguimiento iban, se allegaron mas á tierra, á vista de la galera, y allí la aguardaron.

Entretúvose la noche, el gobernador y los que con él iban embarcados, hasta rendir la prima, jugando en la popa, y después de entrado en la cámara á reposar, se fueron los demás Españoles á sus ballesteras, y puestos á lo mismo, dejando las guardias ordinarias en la crujía, á proa, y popa. Los Chinos remeros, que había tres dias que estaban de acuerdo y concierto, de alzarse con la galera, cuando tuviesen mejor ocasión, por escusarse de bogar en esta jornada, y por codicia del dinero, joyas y otras cosas de valor que iban embarcadas[14], pareciéndoles no perder la que se les ofrecía, teniendo hecha prevencion de candelas, y camisas blancas para vestirse; y hechos á algunos cabezas para la ejecucion, la pusieron por obra aquella misma noche al cuarto de la modorra, cuando sintieron que los Españoles dormían; y á la señal que uno hizo, á un mismo tiempo, todos se pusieron las camisas, y encendieron las candelas, y con sus catanas[15] en las manos, arremetieron á un punto á los que hacían la guardia, y á los que dormían en las ballesteras y arrumbadas, y hiriendo y matando, se alzaron con la galera, habiendo pocos Españoles escapado, unos á nado, que salieron á tierra, y otros en el esquife de la galera que estaba por popa. El gobernador, cuando sintió el ruido dentro de la cámara, entendiendo que la galera garraba, y que la chusma abatía la tienda, y tomaba los remos, salió á priesa del cuidado, y descubierta la cabeza por el escotillon de la cámara, aguardábanle allí algunos Chinos, y con una catana le partieron la cabeza[16]: cayó así herido por la escalera dentro de la cámara; de donde, dos criados que dentro tenía, le retiraron á la cama y luego murió; y lo mismo los criados, de picazos que por el escotillón les dieron: y sólo quedaron vivos en la galera, Iuan de Cuellar, secretario del gobernador, y el Padre Montilla[17], de la orden de San Francisco, que dormían en la cámara de en medio, que se estuvieron allí sin salir, y los Chinos no se atrevieron á entrar dentro, pensando había mas Españoles; hasta otro día que los sacaron, y despues los echaron en la costa de Ilocos, de la misma isla de Luzon, por que los dejasen los naturales della tomar agua en tierra, de que iban faltos.

Los Españoles, que estaban en otras embarcaciones, junto á la tierra, aunque vieron las luces y ruido que había en la galera, desde sus navíos, creyeron era alguna faena que en ella se hacía. Y cuando despues supieron, á cabo de rato, de los que se escaparon á nado, lo que pasaba, no pudieron remediarlo, y se estuvieron quedos, por estar la cosa perdida, y ser pocos, y no tener fuerza para ello[18]; y aguardaron á la mañana que cuando rayaba, vieron ya á la galera había hecho el bastardo, é iba navegando con el viento á popa, la vuelta de China, y no la pudieron seguir.

Hizo viaje la galera, como el viento le servía, por toda la costa de la isla, hasta salir de toda ella, habiendo hecho alguna agua en los Ilocos; y dejado al secretario, y al religioso allí: procuró atravesar á la China y no pudiendo tomarla, arribó al reyno de la Cochinchina, donde el rey de Tonquin les tomó lo que llevaba, y dos piezas gruesas de artillería que iban embarcadas para la jornada del Maluco, y el estandarte real, y todas las joyas, preseas, y dinero, y dejó perder la galera en la costa, y los Chinos se derramaron, y huyeron por diferentes provincias. Esta desgraciada muerte tuvo el gobernador Gomez Perez, con la cual cesó tambien la jornada, y empresa del Maluco, que tenía entre manos, con que se acabó su gobierno, habiendo estado en él poco mas de tres años.

Entre otros despachos que Gomez Perez Dasmariñas trujo de España, fué una cédula de su Magestad, para nombrar la persona que le pareciese, gobernase en falta suya, entre tanto que su Magestad proveía sucesor. Con esta cédula que mostró á algunas personas de las islas, de las de mas cuenta, les hacía entender á cada uno, que le dejaría nombrado. Y particularmente al capitan Esteban Rodríguez de Figueroa, morador en Pintados, rico, y persona de valor, y uno de los primeros conquistadores, á quien le mostró un nombramiento hecho en su favor, de quien se valió para todo lo que se le ofreció[19], y había de ir con él al Maluco. En Manila se supo con brevedad el alzamiento de la galera, se juntó la ciudad, y la gente de guerra que en ella había quedado, en casa del licenciado Pedro de Rojas, á tratar de lo que convenía, y lo primero, fué elegirle por gobernador, y capitan general, y luego se despachó al capitán don Juan Ronquillo del Castillo, con otros capitanes, en dos fragatas (porque no había otro aparejo) en seguimiento de la galera, que no tuvo fruto, porque no la vieron. Asimismo, el nuevo gobernador hizo despacho á don Luis Dasmariñas, y á el ejército, y armada que estaba en Pintados, aguardando á Gómez Pérez, avisándoles de su muerte, y suceso, y de la nueva elección que en él se había hecho para el gobierno: y ordenándoles, se viniesen con toda brevedad á Manila, que se hallaba muy sola, y sin el recaudo necesario para cualquier cosa que se ofreciese.

Esta nueva, causó mucho sentimiento en la armada, y don Luis Dasmariñas, y el capitan Esteban Rodríguez de Eigueroa, cada uno en su pecho, se prometió que había de entrar en el gobierno; entendiendo que el gobernador le dejaba nombrado, y con esta esperanza, ambos juntos, con los mejores navíos, y gente de la armada, vinieron á Manila con la brevedad que pudieron, á un mismo tiempo. El licenciado Pedro de Rojas, temiéndose deste recaudo, que el gobernador dejaría en los papeles y escritorios que tenía en el monasterio de San Agustín de Manila, en poder de Fr. Diego Muñoz, prior y comisario del santo Oficio, hizo diligencia para haberlos en su poder: y aunque tomó algunos, no el dicho despacho, que el prior se había anticipado en guardar un escritorio, donde entendían había de hallarse, hasta que don Luis Dasmariñas llegase á la ciudad. Llegó de la provincia de Ilocos el secretario Juan de Cuellar, que escapó de la galera: y certificó había nombramiento hecho por Gomez Perez para la sucesion del gobierno: pero no dijo en quién, ni en qué papeles se hallaría, con que el licenciado Pedro de Rojas, y los de su devocion estaban mas cuidadosos.

Pasáronse en esto cuarenta días, que al cabo dellos, pareció don Luis en la bahía, sobre la ciudad, con Esteban Rodriguez de Figueroa, y mucha gente en su compañía, donde surgió, sin querer entrar en la ciudad, ni desembarcarse[20]. Hizo buscar los papeles[21], que se habían guarecido en San Agustín, y entre ellos pareció la cédula y nombrado don Luis Dasmariñas, en la sucesión del gobierno. Hubo de su parte quien - 35 - lo hizo saber al regimiento de la ciudad; el cual, volviendo la hoja[22], sin embargo de alguna contradiccion, que se hacía por los parciales del licenciado Rojas, llamaron á don Luis Dasmariñas á las casas de cabildo, y le dieron posesion del gobierno, y lo mismo hizo la gente de guerra que consigo don Luis traía é la armada, que cada día iba entrando con sentimiento del licenciado Rojas, que volvió a su oficio de teniente asesor, habiendo gobernado los dichos cuarenta días.

Si fué desgraciada la muerte del gobernador Gomez Perez Dasmariñas, así por la falta de su persona, como por haberse perdido tan buena ocasion para la conquista de Terrenate, cuyo buen suceso se tenía por cierto; no dejó de ser venturosa la vuelta, y entrada del armada, y campo en la ciudad, porque no muchos días despues (anticipando el tiempo ordinario de su navegacion) vinieron cantidad de navíos de la China á Manila, con mucha gente y pocas mercaderías, y siete Mandarines, con insignias de sus magistrados, que dieron motivo, y sospecha bastante, que habían tenido noticia de la salida de la armada al Maluco, y que la ciudad había quedado sin defensa, y que en esta ocasion venían á intentar á tomar la tierra; de que desistieron, cuando hallaron la ciudad con mas gente que nunca; y se volvieron, sin mostrar otra causa particular, que los trujese, y sin darse por entendidos, de una parte, ni otra. Mas de que el gobernador don Luis estuvo á la mira, y sobre aviso, y dispuso las cosas como convino; especialmente, las tocantes á los Chinas, y á sus poblazones y parián.

En este año, no vinieron á la Nueva España navíos de las Filipinas; porque habiendo despachado el gobernador Gomez Perez, antes que saliera á la jornada del Maluco, la nao San Felipe, y la nao San Francisco, ambas arribaron con temporales: San Felipe al puerto de Sebú, y San Francisco á Manila, de donde no pudieron salir, hasta otro año, y en la Nueva España hubo sospecha, por ver faltar los navios, de que en las islas había trabajos; y no faltó quien dijo lo mas de lo que había sucedido. Al mismo tiempo (en la plaza de Méjico) que no se pudo averiguar de donde había salido la nueva[23]. La cual se supo con tanta brevedad en España (por la vía de la India) pasando las cartas por la Persia á Venecia, que luego se trató de proveer nuevo gobernador.

El primer año, que Gomez Perez Dasmariñas gobernó, se comenzó a sentir de muchos la falta que la audiencia hacía, viendo todo el poder puesto en manos de una persona sola[24], y que no había á quien ocurrir, por remedio de algunas causas, y el que mas esperimentó esto fué el Obispo fr. Domingo de Salazar, que había tenido algunos encuentros, y pesadumbres con el gobernador, que le obligaron á ponerse en camino (aunque era de mucha edad) para España. El gobernador le dió con facilidad aquel año lugar, y embarcacion para ello, por tenerle lejos de sí; pero envió al mismo tiempo, con sus poderes, á fr. Francisco de Ortega, de la Orden de San Agustín, á la Corte, para que hiciera rostro, á lo que el Obispo tratase, y defendiese sus causas. Ambos llegaron á España, y cada uno trató de lo que le convenía. Lo principal en que insistió el Obispo fué pedir que se volviese á poner la audiencia, y que se fundasen otros obispados en las Filipinas, demas del de Manila, y otras cosas que le parecían convenientes, para lo espiritual, y temporal, y Ortega lo contradecía todo. La autoridad y virtud del Obispo pudo tanto, que aunque al principio se tuvo por facil, la causa que le movió dejar su iglesia, y venir con su edad cinco mil leguas á España. Después fué bien oido de su Magestad y Consejo, y se pusieron en práctica todas sus peticiones, y proposiciones, y se dió y tomó en ellas mucho tiempo, y se hicieron á su Magestad diversas consultas, para que las resolviese.

En el mismo año de noventa y tres, que murió Gomez Perez en las Filipinas, acordó el consejo, con consulta de su Magestad, de que el oficio de teniente asesor de las causas de justicia, en que estaba ocupado, desde que se quitó la audiencia, el licenciado Pedro de Rojas, se compusiese mas de lo que estaba, por la conveniencia de las cosas: y que fuese con título de teniente general, y que de las causas de justicia, conociese en apelación, que no excediesen de valor de mil ducados de Castilla; y con esto, fué promovido á plaza de alcalde de Méjico el licenciado Pedro de Rojas, y para que le tomase residencia, y fuese teniente general de las Filipinas, proveyó su Magestad al Doctor Antonio de Morga; el cual vino á la Nueva España, en seguimiento de su viaje, en principio del año de noventa y cuatro, que halló no habían venido los navíos, que está dicho faltaron de las Filipinas; pero no se sabía la muerte de Gomez Perez, ni lo que mas se había ofrecido: hasta que por el mes de Noviembre del mismo año, vino don Juan de Velasco en el galeon Santiago, que el año antes había sido despachado de la Nueva España, por el Virrey don Luis de Velasco, con el socorro conveniente para las islas, y trujo la nueva de la muerte del gobernador, y como su hijo don Luis Dasmariñas estaba en el gobierno. Luego se aprestó gente, y nuevo socorro para las islas, con el cual, y con muchos pasageros, y religiosos que habían venido de España, se embarcó el Doctor Antonio de Morga, en el puerto de Acapulco, en los galeones San Felipe y Santiago, llevándolo todo á su cargo, y hizo vela, á veinte dos de Marzo de noventa y cinco. Llegó con buen tiempo á surgir en el puerto de Cabit, en once de Junio del mismo año, y entró en su oficio de teniente general y comenzó a entender en él, y en lo que mas llevaba á cargo.

Gobernando don Luis Dasmariñas, se continuaron las sospechas, y temores que del Japon se tenían, y se vivía con cuidado desto, y de que á los Chinas tocaba. El Gobernador envió á don Fernando de Castro su primo á la China, con cartas, y despachos para el Virrey de Canton, y el de Chincheo, donde se entendía había muchos de los Chinas que se habían alzado con la galera, y muerto al gobernador Gomez Perez, pensando que allí habían ido con ella, pidiendo le entregasen los culpados para castigarlos, y el estandarte real, y artillería, y lo que mas había llevado. Esto no se consiguió, porque como la galera fué á la Cochinchina, y los Chinas se derramaron por tantas partes, no pudo tener efecto; aunque al cabo de algunos dias, se trujeron á Manila de Malaca, algunos Chinas culpados, que allí halló el capitan mayor Francisco de Silva de Meneses; de los cuales, se entendió mas de raiz lo que había pasado, en el alzamiento de la galera y muerte del gobernador, y se hizo justicia dellos.

El año de noventa y cuatro, que don Luis gobernaba, llegó á las Filipinas un junco grande, en que venían algunos Cambojas y Sianes, y pocos Chinas, y tres Españoles; el uno castellano, llamado Blas Ruiz de Hernan Gonzalez, y los dos Portugueses, llamados Pantaleon Carnero, y Antonio Machado: que hallándose en el reyno de Camboja, y ciudad de Chordemuco[25], con Prauncar[26] Langara rey de Camboja, vino sobre él el rey de Sian, con mucha gente de guerra y elefantes, tomó toda la tierra y la casa y tesoros del rey, que con su muger, madre, y hermana y una hija, y dos hijos que tenía, se entró huyendo la tierra adentro, hasta reyno de los Laos[27]. El Sian[28], dejando algunos capitanes suyos en guardia de Camboja, se volvió a su casa con lo restante del ejército: y lo que no pudo llevar por tierra, lo envió á Sian por la mar, en algunos juncos. Captivó los Portugueses y Castellanos que allí halló, y á estos tres los embarcó con otros esclavos Cambojas en este junco, con mucha ropa y guardia de Sianes, y Chinas por marineros. Hallándose en la mar, los tres Españoles y los Chinas en su ayuda, se levantaron con el junco, y mataron y rindieron la guardia de Sianes. Después vinieron á las manos los Españoles y los Chinas, sobre cuya había de ser la presa, y donde la habían de llevar; los tres Españoles vencieron á los Chinas, y matando los mas dellos, trajeron á Manila el junco, con lo que dentro del venía, que se les adjudicó, dando libertad á los Cambojas captivos, y lo mismo á los Chinas que habían quedado desta jornada vivos.

El rey de Sian, llegado a su corte en la ciudad de Odia[29], esperaba este junco, y viéndole tardar, mas de lo que la navegación pedía, temió se había alzado ó perdido, y deseó enviar quien le trajese nueva y razon del suceso. Hallábase por su prisionero (entre los que había traído de Camboja) el Portugues llamado Diego Belloso, á quien el rey Prauncar Langara había enviado á Manila, en tiempo que gobernaba Gomez Perez Dasmariñas, á pedirle su amistad y socorro contra el Sian, que lo tenía amenazado, como atrás se ha dicho: y volviendo á Camboja, con la respuesta del gobernador y su presente, halló que el Sian había tomado la tierra, y estaba en ella, y así le captivaron y el Sian le tomó el presente, y lo llevó a su tierra con los demas captivos. Este Diego Belloso, teniendo noticia de lo que el rey pretendía, tuvo orden para enviarle á decir, que si le enviaba á este negocio, como tan práctico en aquel Archipiélago, llegaría hasta Manila, y le traería razon del junco; y juntamente, en su nombre asentaria amistad y contratacion con los Españoles, y rescataría muchas curiosidades de Europa, que en Manila había: especialmente, una piedra de visos, tan grande, que pudiese servir de puño, para su espada de dos manos que usaba[30], de que estaba el rey muy deseoso, por otra que había habido pequeña, entre las cosas del presente, que (andando sobre su elefante) traía delante los ojos. Vino el rey en ello, y hizo aprestar un junco, y envió en él un Sian de su servicio, con la demas gente necesaria para la navegacion, en compañía de Diego Belloso[31]; y dos elefantes para el gobernador de Manila, y cantidad de menjui, marfil y otras mercaderías que se vendiesen: y dello se le comprasen las curiosidades que Belloso había dicho. Salidos á la mar, con un temporal que les dió arribó el junco á Malaca, donde se tuvo noticia, como el otro junco del rey de Sian que deseaban se había alzado, y matando los Sianes de su guardia, con toda la ropa, lo habían llevado á Manila los Españoles que en él habían salido de Camboja por prisioneros.

Con esta nueva, se resfrió el criado del rey de Sian, en proseguir el viaje para Manila; de manera, que (contra el deseo de Diego Belloso) comenzó á hacer descarga en Malaca de la ropa y venderla, con ánimo de dar luego la vuelta á Sian. Una mañana, amaneció este criado del Sian, llamado Aconsi[32], muerto en el junco habiéndose acostado á dormir bueno, y sano, la noche antes[33]; con lo cual, Diego Belloso se hizo dueño de la cosa, y habiendo recogido y embarcado la ropa y elefantes en el junco, salió de Malaca, y hizo el viaje de Manila; donde halló en el gobierno á don Luis Dasmariñas, por muerte de Gomez Perez su padre, y le dió el presente de los elefantes, que llevaba del Rey, y le dijo lo demas que había sido despachado, y se pusieron en venta la demas ropa y mercaderías por medio de otro Sian de cuenta, del servicio de su rey, que en el junco iba.

Juntóse en Manila Belloso con Blas Ruiz de Hernan Gonzalez, y sus dos compañeros: que entre todos convinieron en persuadir al gobernador don Luis, enviase una armada á Camboja, en favor del rey Langara, que estaba retirado y despojado de su reyno, que le sería facil restituirlo en él, y de camino, por esta vía, hacer pié los Españoles en la tierra firme: poblar y fortificarse en ella, de donde se seguirían otros efectos grandiosos y de mayor consideracion[34]. Tomaron por valedores, á los religiosos de la orden de Santo Domingo, para con el gobernador; que facilmente lo pusieron en tan buen puesto (porque en todo se gobernaba por su consejo) que se resolvió á hacer armada, y enviar en ella la mas gente que pudiese, y por cabeza al capitan y sargento mayor, Juan Juarez Gallinato, en un navío mediano. Y en su conserva, dos juncos, el uno á cargo de Diego Belloso, y el otro á cargo de Blas Ruiz de Hernan Gonzalez, con ciento y veinte Españoles, algunos Japones y Indios de la tierra, y lo demas necesario.

Esta resolucion pareció a los demas de la Ciudad no muy conveniente, así por salir della tanta gente, como parecer muy dudoso el buen suceso de la jornada; supuesto que se decía, estaba la tierra de Camboja por el Sian, y la tenía con buena guardia, y no se sabía otra cosa, y sobre todo, de la jornada resultaba, cobrar por enemigo declarado el rey de Sian, de quien el gobernador acababa de recibir presente, y embajada de amistad, con Belloso; y sin responderle á ella, tomaban contra él las armas, por quien no era conocido, ni los Españoles tenían dél ningunas prendas ni obligaciones. El doctor Antonio de Morga, teniente general, y con él, el maese de campo Diego Ronquillo, y otros capitanes y personas de cuenta, trataron del negocio á don Luis, hasta llegar á pedirle por escrito, se dejase de la jornada. Y aunque no tenía razon por su parte, con que satisfacer, hallándose tan prendado, y teniendo á los dichos religiosos de Santo Domingo de su parecer[35], no quiso mudar de intento; y despachó la armada, por principio del año noventa y seis, para el reyno de Camboja, que comunmente es viaje de ocho dias; por otra parte, envió los Sianes que con Belloso habían venido, sin responder al rey de Sian cosa cierta á su embajada, enviándole en retorno de su presente, algunas cosas de la tierra, que le parecieron á propósito[36]. Los Sianes, con verse volver á su reyno se contentaron, sin esperar otro fruto de su venida.

Sobrevino á la armada un temporal; con que, la capitana en que iba Juan Juarez Gallinato con los mas Españoles, arribó al estrecho de Sincapura, cerca de Malaca, donde se detuvo muchos días. Los otros dos juncos de Diego Belloso y Blas Ruiz, en que iban Españoles, algunos Japones y Naturales de Manila, llegaron con harto riesgo á Camboja, subiendo el rio Mecon, Blas Ruiz primero que Belloso, hasta la ciudad de Chordemuco; donde supieron, que los Mandarines Cambojas se habían juntado contra los Sianes, y los habían vencido y echado del reyno; y que uno destos Mandarines, llamado Anacaparan, se había apoderado de la tierra, y gobernaba con título de rey, aunque á disgusto de los otros. Parecióles á Diego Belloso y á Blas Ruiz, y á los de su compañía, que llegaban en buena ocasion, para el intento que llevaban, viendo la cosa revuelta entre los Cambojas, y el Sian fuera de la tierra; y prometiéndose, que Gallinato con la capitana entraría con brevedad, se entretuvieron algunos dias en Chordemuco, con voluntad de Anacaparan, que residía en Sistor, nueve leguas de allí, que aunque supo la nueva de la entrada de estos navíos, y de los que en él venían, y que atrás venía mucha mas gente y su intento, aunque no le pareció que sería muy á su propósito, disimuló con ellos, hasta ver lo que el tiempo haría. Habían entrado en el mismo tiempo seis navíos de Chinas en Chordemuco, con sus mercaderías: y sacándolas á tierra, que por ser muchos en número, y aborrecen los Españoles, habían tenido con ellos muchos atrevimientos y demasías[37], que obligaron á los Españoles, por su reputacion, y satisfacerse de las injurias recibidas, á tomar contra ellos las armas; como lo hicieron, matando muchos Chinas, y apoderándose de sus navíos, y cuanto en ellos tenían; de que Anacaparan se mostró sentido, y deseoso de que los Chinos se vengasen, y ser en su ayuda. Para remediar este daño, pareció á Fray Alonso Jimenez de la orden de Santo Domingo, que con los Españoles se hallaba, que en compañía de Blas Ruiz y Diego Belloso, y hasta cincuenta Españoles, y algunos Japones y Luzones, dejando los demas en guardia de los navíos en Chordemuco, subiesen en embarcaciones menores á Sistor, á verse con Anacaparan y darle escusas y satisfaccion[38], de lo que con los Chinas les había pasado. Y para mejor negociar con él, hicieron una carta de embajada, en nombre de el gobernador de Manila[39], porque Gallinato traía la que el gobernador les dió. Sirvió esto de poco, porque Anacaparan no sólo no les dió audiencia, pero habiéndoles quitado las embarcaciones, los tuvo tan apretados en un alojamiento fuera de la ciudad, y tan amenazados, de que sino volvían luego á los Chinos los navíos y lo les habían tomado[40], los había de matar: que ya deseaban volver á Chordemuco, á meterse en los navíos, por mas seguridad; y se determinaron á ponerlo en ejecucion como pudiesen.

La necesidad, y el verse en este peligro, les puso ánimo para salir del (aunque con mucho riesgo) una noche, buscando el paso para atravesar el río, á la parte de la ciudad, lo pasaron con las armas en la mano, á deshora y con el mayor silencio que pudieron, y viéndose cerca de la ciudad, creciéndoles el ánimo y la determinacion, entraron en ella, hasta la casa del rey, y poniéndole fuego, y á la de las municiones, y á los demas edificios que encontraban, pusieron á los Cambojas en tanta confusion, que mataron aquella noche, y la mañana siguiente mucha gente; y entre ellos, al mismo Rey Anacaparan[41], y no les pareciendo pasar adelante, ni detenerse, dieron la vuelta á los navíos, marchando con la mejor orden que pudieron: habiéndose juntado gran suma de Cambojas, con las armas y algunos elefantes, fueron en seguimiento de los Españoles, hasta que los alcanzaron, antes de llegar a los navíos, que se defendieron valerosamente, y prosiguieron su camino, hasta embarcarse; sin perder un solo Español, y los Cambojas se volvieron á la ciudad, con algunos muertos y heridos de su parte.

Embarcados Diego Belloso y Blas Ruiz en sus navíos, entró á esta ocasion el capitan Gallinato (por el rio) en Chordemuco con la capitana; á quien dieron cuenta de todo lo sucedido, con Chinas y Cambojas, y del buen punto en que las cosas estaban, para continuarlas; pues muerto Anacaparan tirano, muchos Cambojas se pasarían luego a la parte de los Españoles, en defensa del nombre y voz de Langara, Rey Legítimo. Y aunque algunos Cambojas vinieron en busca de la armada, afirmando á Gallinato lo mismo, y ser muerto Anacaparan, y lo que los Españoles dejaban hecho en Sistor, mostró no darles crédito á unos y á otros, ni quiso persuadirse á ello, ni á que se debía continuar esta empresa, ni detenerse en ella, antes reprendió á los Españoles por lo que habían hecho en su ausencia[42]. Y quitándoles todo lo que tenían, de las presas de los Chinas y Cambojas, se salió á la mar, para hacer este viaje á Manila[43]. Belloso y Blas Ruiz le persuadieron, que á lo menos fuese á la Cochinchina, donde se tenía noticia que había aportado la galera que se alzó, cuando mataron al gobernador Gomez Perez, y que allí estaba el estandarte real, y artillería que en ella se llevaba; y lo pidiese, y que ellos se ofrecían, entre tanto que trataba deste negocio, irían por tierra al reyno de los Laos, donde el rey Langara de Camboja estaba, para traerlo á su reyno. Inclinóse á esto el Capitan Gallinato, navegó la costa, hasta entrar en la bahía de Cochinchina; donde, aunque fué bien recibido (al parecer) de los naturales de la tierra, nunca quiso desembarcarse de los navíos; y desde ellos envió á visitar al rey de Tunquin (que es el mayor de aquel reyno) con Gregorio de Vargas; y tratarle del negocio de la galera, estandarte y artillería: y mientras en esto se entendía, dió licencia á Blas Ruiz y Diego Belloso, saliesen en tierra, y procurasen hacer la jornada á los Laos; que por desviarlos de sí, y dejarlos en esto ocupados, sin que le pudieren hacer en Manila malos oficios sobre la salida de Camboja, vino fácil en lo que le pidieron.

Fueron Diego Belloso y Blas Ruiz á el rey de Sinua[44], hijo del de Tunquin; y pidiéronle los favoreciese para su camino; el cual les dió todo lo necesario, de manera, que fueron bien tratados y servidos, hasta la ciudad de Alanchan[45], cabeza del reyno de los Laos; donde, el rey della los recibió bien. Hallaron, habia muerto Prauncar Langara, rey de Camboja, y su hijo é hija mayor, y solo vivían su hijo Prauncar y su madrastra, agüela y tías: dijeron el estado de las cosas de Camboja, y venida de los Españoles, y muerte de Anacaparan tirano: lo mismo se supo de un Camboja, que vino de Chordemuco; y que reynaba despues de la muerte de Anacaparan, su hijo menor, llamado Chupinanu[46], que la tierra toda estaba divisa en parcialidades; y habría muchos, que en viendo á su rey natural legítimo, dejarían á Chupinanu, y se irían con él y le obedecerían.

Vencidas algunas dificultades para la salida, por haber ido á este tiempo, de Camboja á los Laos, un mandarin llamado Ocuña de Chu, Alanchan[47], con diez paroes[48] bien artillados y armados, por orden de otros mandarines y grandes de Camboja, á traer su rey legitimo: se tomó resolucion de bajar á Camboja, y se embarcaron Pranuncar, y su agüela y su tía y su madrastra, muger de Langara, y Diego Belloso y Blas Ruiz, y todos hicieron su viaje en las dichas embarcaciones y paroes, por los rios que van de los Laos á Camboja[49], donde hallaron nuevas turbaciones, y alzamientos de las provincias; pero, llegado Prauncar, muchos se pasaron á su parte, especial, dos moros Malayos, que con ejército de Malayos, y fuerza de artillería y elefantes, estaban en el reyno; llamados Ocuña la Cassamana[50], y Cancona. Prauncar llevó la mejor parte, en las ocasiones que se ofrecieron, y muertos en algunas batallas, Chupinanu y sus hermanos, y otros rebeldes, se enseñoreó de casi todas las provincias de su reyno; haciendo cabezas de las cosas de la guerra, á Diego Belloso y á Blas Ruiz, que siempre las gobernaron, hasta dejar á Prauncar reynando; y acabada casi de todo punto la guerra, el rey hizo grandes Chofas[51] de su reyno, á Belloso y á Blas Ruiz; y les dió dos provincias, y con otras mercedes (aunque no tantas como esperaban y les había ofrecido, cuando estaban en los Laos; siendo la principal causa desto su madrastra y agüela y tía del rey, que le gobernaban por ser de poca edad y vicioso del vino, mas que Langara su padre; con las cuales, podía mucho el moro Malayo Ocuña Lacasamana; que, envidioso del valor de los Españoles, les hacía siempre mal tercio, y les procuraba su destruicion, con quien (por este respeto) siempre tuvieron encuentros. Entendiéndose que este moro estaba amancebado con la mujer de Langara, madrastra del rey Prauncar.

La armada del capitan Gallinato quedó en Cochinchina, tratando de pedir al rey de Tunquin el estandarte real, y artillería de la galera, como se ha referido; porque la galera se había perdido en la costa, y lo demas tenía este rey en su poder; el cual, no solo no lo dió, pero entreteniendo á Gallinato con buenas razones, fué tratando por otra parte de tomarle los navíos, y lo que traía en ellos; de que, siendo Gallinato avisado en secreto de una Cochinchina principal, que le vino á ver á la armada, se veló en ella con mas cuidado que hasta entonces; no consintiendo salir en tierra ninguna persona; y todavía, no lo pudo acabar con Fr. Alonso Jimenez, uno de los religiosos dominicos que consigo llevaba, que había sido principal en la ejecucion de esta jornada, que saliendo á tierra, le prendieron y detuvieron en ella[52]. Entendiendo que la armada estaba con descuido, le echaron los Cochinchinos encima, navíos de fuego[53]; y tras dellos, algunas galeras, y otras embarcaciones de guerra para quemarlos: y por la banda de tierra mucha gente, que con la arcabucería que estaba cerca, los molestaba. El armada tuvo lugar de desviarse del fuego, y apartarse de la tierra, y ofendiendo con la artillería, mosquetería y arcabucería los navíos sus contrarios, echó algunos á fondo: y sin aguardar mas, dejando á Fr. Alonso en tierra, y á dos compañeros seglares que consigo llevó[54], se hizo á lo largo, y se salió de la bahía de la Cochinchina, en demanda de las Filipinas.

Entretanto que estas cosas pasaban en Camboja y Cochinchina, habiendo venido de España recaudo de su Magestad, para concluir un asiento, que el capitan Esteban Rodriguez de Figueroa había hecho con el gobernador Gomez Perez Dasmariñas, que haría á su costa la pacificacion de la isla de Mindanao, y la poblaría; dándole el gobierno della por dos vidas, y otros premios, se efectuó el dicho asiento, vencidas algunas dificultades que se ofrecieron, y Esteban Rodriguez aprestó la gente y navíos, y demas necesario para la empresa, y con algunas galeras, galeotas, fragatas, virreyes, y varangayes y lapis[55], salió con doscientos y catorce Españoles[56], á la isla de Mindanao, por Febrero del mismo año, de noventa y seis; llevando por su maestre de campo, al capitan Juan de la Xara, y algunos religiosos de la Compañía de JESVS, para la doctrina; y muchos Naturales para el servicio del campo y armada.

Llegó con buen tiempo al río de Mindanao, donde (las primeras poblazones llamadas Tancapan[57] y Lumaguan, enemigos de los Buhahayen[58] le recibieron de paz y amistad, y se juntaron con su armada, que serían seis mil hombres[59], y sin detenerse, pasaron el río arriba, ocho leguas mas adelante, sobre Buhahayen, la principal poblazon de la isla, donde el mayor principal della[60], estaba fortificado en muchas partes. Llegados á la poblazon, la armada surgió, y echó luego en tierra buena parte de la gente con sus armas que, por unos zacatales, que había junto á la ribera, antes de llegar á las casas y fuerte, hallaron algunos de los Buhahayenes, que les salieron al encuentro, con sus campilanes y carazas[61] y otras armas, y por diversas partes acometieron á los Españoles, que por ser el sitio cenagoso y espeso del zacatal, no podían (con el concierto necesario) hacer lo que convenía; aunque se trabajaba por el maese de campo, y capitanes que llevaban, en concertar la gente y animarla, para que hiciesen rostro á los Naturales. Miraba lo que pasaba, desde la galera capitana, el gobernador Esteban Rodriguez de Figueroa, que no pudiendo sufrir el poco concierto de su gente, tomó las armas: y con tres ó cuatro compañeros, se hizo echar en tierra: y llevándole su morrion un criado, por ir mas ligero, fué atravesando por una parte del zacatal, á donde era la pelea. Salió un Indio enemigo al paso (sin ser visto[62]) por un lado, y con el campilan que llevaba, le dió un golpe en la cabeza al gobernador, que le derribó en tierra mal herido. Los que con él iban, hicieron pedazos al Mindanao, y llevaron á la galera al gobernador. Á poco espacio, el maese de campo Juan de la Xara, se retiró con la gente á la armada, habiendo dejado en aquella refriega algunos Españoles muertos; el gobernador no volvió mas en su sentido y acuerdo, porque la herida era grande, y otro dia murió, y el armada con esta pérdida y mal suceso, se levó de aquel puesto, y volvió el rio abajo á Tampacan, donde surgió entre los amigos y sus poblazones.

El maese de campo Juan de la Xara, se hizo luego elegir de la armada, por sucesor en el gobierno y empresa, y hizo un fuerte de harigues y palmas, junto á Tampacan con una poblazon de Españoles, á que le puso nombre Murcia: y comenzó á disponer como le pareció, para perpetuarse y apropiarse la cosa, sin dependencia ni reconocimiento del gobernador de Manila, sin cuya intercesion y ayuda, no se podía proseguir esta empresa.

Notas de José Rizal
  1. Gaspar de San Agustín dice que estas murallas tenían 12,843 pies geométricos, y fueron construidas sin dispendio alguno de la Real Hacienda! (pág. 455).
  2. El P. Chirino, cap. V., dice que todos estos edificios de piedra fueron construidos á indicación y bajo la dirección del Rector jesuíta P. Antonio Sedeño. Parece que la fortaleza de Nuestra Señora de Guía, también construida bajo su dirección, fué anterior á la casa del Obispo. ― La antigua catedral de madera «se había hecho, según el P. Chirino, de unos posteles de árboles fortísimos que dos hombres no los abrazaran, y en esta proporción todo el maderado de arriba y de abajo». (Cap. II). Lo que esto significa, se adivina si se atiende á los trabajos de los Indios de entonces!
  3. El Obispo antes que el Gobernador general. Esta prelación es edificante para los defensores del poder civil.
  4. No hemos podido encontrar este río en el mapa de Coello que consultamos. Sólo sabemos algo de unas Misiones de Ituy (Blumentritt, Vocabular) en Coello y en Murillo Velarde. ¿Será este río el Masalapa, ó el brazo que termina en el río Magat, y que recorre esta porción?
  5. Esto demuestra que, muerto el Indio Pandapira, no había Españoles que supieran hacer lo que aquél, ni los hijos serían tan hábiles como el padre.
  6. Taikosama ó Hideyosi, el gran emperador del Japón, conquistador de la Corea, fué en sus principios un beto ó mozo de cuadra llamado Hasiba.
  7. El traductor de Morga, lord Stanley, trae un estracto de esta carta, sacado de la obra The Dutch Memorable Embassies; nosotros no hemos podido dar con este texto en el British Museum.
  8. Obsérvese que China, el Japón y Camboja sostenían relaciones con Filipinas. Los naturales de estos dos últimos han estado luego sobre un siglo sin volver al país. Las causas determinantes de esto las hallaremos en la ingerencia de las órdenes religiosas en las instituciones de aquellos países.
  9. Fueron sus espías los jesuítas Gaspar Gómez y Antonio Marta que estaban entonces en el Maluco (Gaspar de S. Agustín, pág. 462).
  10. Debieron ir también Filipinos, puesto que Gaspar de S. Agustín habla de Indios martirizados y cautivados por los chinos. Era costumbre además llevar siempre mil ó más flecheros, siendo la tripulación casi siempre toda filipina, la mayor parte bisaya. Y esto lo confirma Argensola en el lib. 6.º de su Historia de la conquista de las Molucas en que hablando de esta expedición dice:
    «Entre otros pertrechos hizo cuatro galeras escogidas: y para armarlas (como allá dicen) de esquipazón, usó de un medio, que fué juzgado por riguroso. Mandó que de los Indios, que eran esclavos de otros Indios principales, se comprase el número que bastase para esquipar las galeras, y que los pagasen los Españoles encomenderos, de su misma hacienda, señalando el precio por cada Indio dos taes de oro (es cada tae poco más de una onza) que era lo que en otros tiempos solían valer entre ellos los esclavos. Prometía que todo lo que en esto gastasen los encomenderos, lo cobrarían después de la Hacienda Real. Con todo eso, no pareció que se moderaba el rigor: porque aquellos Indios impropiamente los llamaba esclavos. Sus señores los tratan y aman como á hijos: siéntanlos á su mesa: cásanlos con sus hijas. Demás que ya entonces los esclavos valían mayor precio.»
  11. 250 Chinos, según G. de S. Agustín.
  12. ¿Con qué derecho?
  13. Marikaban.
  14. Gaspar de San Agustín dice que «sentidos de haberlos maltratado de palabra y amenazádolos el Gobernador», por no remar bien, pretendieron alzarse. Pero creemos que unas y otras causas pudieron contribuir á este alzamiento; no había derecho de obligarles á remar en las galeras á estos Chinos, que sólo iban á Manila á comerciar ó dedicarse á oficios y profesiones. Sin embargo, esto contradice el concepto de pacienzudos de que gozan; los Filipinos han sido mucho más sufridos, porque, á pesar de haber sido varias veces obligados á remar, jamás se sublevaron.
  15. Katana en japonés significa sable.
  16. El P. Colin dice en la pág. 146 que en la misma noche del fracaso, en la Portería del convento de S. Agustín desta ciudad amanece hendida la pared en que estaba retratado el Gobernador por la misma parte de la cabeza que le hendieron los matadores. El P. Gaspar de S. Agustín, mencionando el mismo hecho, añade: la cual señal vi yo… y más abajo nos cuenta que un soldado fué trasportado por las brujas, de Manila á Méjico, por lo que se llegó á saber allá el hecho aquel mismo día. El soldado fué después remitido á Manila por la Santa Inquisición, según se lo contaron los que aseguraban haberle conocido. Morga, acaso por no dar crédito á tales hechos, no sólo no los menciona, sino que dice terminantemente más adelante (p. 37), que no se supo la nueva hasta que vino D. Juan de Velasco por el mes de noviembre de 1594, esto es, 13 meses después. Estas cosas no son de extrañar, porque á juzgar por los libros escritos entonces, sucedían muchos milagros por aquella época; las cosas más sencillas se reputaban por maravillosas, siendo lo maravilloso más creíble que lo natural, tratándose sobre todo de las cosas de la fe.
  17. Había también Indios, pues el P. Gaspar de S. Agustín dice página 464: «Echaron mano (los Chinos) de un Indio que llevaban cautivo; y atándole á una cruz, le abrieron el pecho, y le sacaron la asadura, y después de morder de ella con grandes visages, le arrojaron con la cruz al mar: y el Indio martirizado pasó á lograr el eterno premio de la gloria… dejaron en tierra al religioso y al secretario Cuellar con otros Indios cautivos…»
  18. Los Chinos no eran más que 250, pero los que iban en estos navíos eran personas particulares ó civiles; el grueso de la armada había sido enviado adelante.
  19. Morga da á entender lo astuto que era este Gobernador: obraba con doblez, y halagaba con esperanzas á los hombres de quienes se podía servir.
  20. Probablemente por desconfianza, temiendo caer en un lazo.
  21. Don Luis Dasmariñas conocería su nombramiento.
  22. Cambiando de idea; antes había elegido á don Pedro de Rojas.
  23. Recuérdese lo del soldado trasportado por las brujas á la plaza de Méjico. Dice Morga, que no se pudo averiguar de donde había salido la nueva.
  24. Esta falta y este defecto se sienten aun ahora al cabo de tres siglos.
  25. Cho-da-Mukha, según lord Stanley, traductor de Morga, significa en Siamés el sitio donde se reúnen los principales mandarines, esto es, la capital.
  26. Phra-Unkar. Phra ó Pra es el título que se da á los Reyes de Siam y á los de Camboja, como, Phra-Chao-Xang-Phuôk, Phra-Naret, Phra-Norodon, etc. Es digno de observar que bajo este nombre de Phra adoraban los Egipcios al Sol, y daban este mismo nombre á sus reyes y sacerdotes, de donde vendría probablemente el nombre Pharaón.
  27. Más al Norte de Camboja.
  28. Lord Stanley supone que aquí existe una omisión de imprenta, debiéndose decir El Rey de Siam, en vez de El Sian. Más que omisión de imprenta, diríamos elipsis; en aquel tiempo, (y aun ahora á veces), se solía decir el China, el Japon, el Castilla, el Manila, por Chino, el Japonés, el Castellano, el Manileño, etc. El Sian, aquí significaría el Siamés, y como Morga hablaba de dos reyes, claro está que da a entender el rey Siamés. Esto se confirma más adelante.
  29. Odia sería Si-Juthia ó el asiento de los Reyes (Stanley).
  30. Esto era una treta para evadirse.
  31. Gaspar de San Agustín le da otro compañero castellano llamado Antonio Barrientos, pág. 462.
  32. Aconsi, en Chino significa sobrecargo (Stanley).
  33. Stanley opina que Morga sospecha á Belloso como autor de esta muerte.
  34. Aquí la conducta de este Portugués Belloso es doblemente censurable: traidor al Rey de Siam, á quien había engañado (si bien en esto se le puede excusar, por ser el Rey en cierto modo su enemigo) y traidor al Rey de Camboja, en cuyo servicio estaba. La costumbre ésta tan baja de introducirse primero en un reino so capa de amistad, de lealtad ó de Religión, para después tomar pié para poblar y fortificarse en ella, fué una de las acusaciones de que el Imperio del Japón se sirvió contra los Europeos y sus misioneros.
  35. Difícilmente se puede esto excusar, alegando que los Dominicos faltaban así á todas las leyes del Derecho de gentes y de la honrada Política por propagar la Fe. Para la Fe ancho campo había en Filipinas; entonces más de las nueve décimas partes de los Indios eran infieles; aun ahora, la existencia de tantas tribus y rancherías no cristianas, desprestigian mucho este celo religioso, adormecido tal vez por la fácil existencia que brindan pueblos relativamente ricos, pródigos y amantes de pompas religiosas. Verdad es que tampoco era puramente por la Fe, porque habían ido á las ricas islas de la especeria y del oro: moros y judíos había en España y en África, millones de Indios en las Américas; millones de protestantes, cismáticos, y herejes poblaban y pueblan más de las seis séptimas partes de Europa, todos los cuales sin duda hubieran aceptado la luz y la verdadera Religión, si estos monjes, al pretender predicarles la luz, no hubiesen abusado del fuego y de la hoguera, y si tras de la palabra Religión no se hubiese escondido la palabra dominación.
  36. Luis Dasmariñas no se muestra en esta ocasion más leal ni más delicado que Belloso: ó no aceptar el presente, ó, una vez aceptado, cumplir con las leyes más sencillas de la vida.
  37. Los comerciantes chinos se creerían tal vez ser los más fuertes, porque esta nación―y sobre todo sus mercaderes―siempre ha sido humilde y pacifica, pero muy insolente cuando se cree poderosa. Pagaron con su muerte y sus haciendas el grosero error de suponerse, siendo meros tratantes, más fuertes que los expedicionarios guerreros, armados y prevenidos para una campaña.
  38. Este paso daña á la causa de los Españoles, porque, si habían obrado justamente, no debían dar excusas ni satisfacciones. En efecto, encontrándose Españoles y Chinos en otro reino, bajo un gobierno que reconocían, antes de rengar violentamente las ofensas, debían haberse quejado al Rey, y sólo en el caso de no ser atendidos, se podía tomar venganza para salvar el honor de la nación. Que los Españoles reconocían á Anacaparan, lo prueba el paso que después dieron. El P. Diego Aduarte pretende, sin embargo, en la historia que escribió, que habían prevenido antes al Rey, pero se contradice en muchos puntos, y su relato es más bien una defensa que una severa narración verídica de los hechos en que él había tomado parte; por eso preferimos la del autor De Morga, que por su cargo debió entonces haber tenido ocasión de apreciar mejor los hechos. Aduarte, aunque contemporáneo, escribió su historia con posterioridad a la de nuestro autor.
  39. Este es otro paso tan innoble como insensato, impropio de la lealtad castellana: ni tenían por qué falsificar una carta, ni debían adelantarse á lo que Gallinato, como jefe de la expedición, pudiera disponer, ni hacer creer que el gobernador de Manila escribía amigablemente á Anacaparan, á quien consideraban como usurpador, si querían reponer en el trono á Phra Unkar. Todo esto era sin duda admisible para la política de entonces, á fin de ganar tiempo; pero Fray Alonso Jiménez, que pretendía nada menos que civilizar á los Cambojanos y llevarles el conocimiento de la verdadera Fe y de la verdadera Religión, no ostentaba cualidades más nobles, y si era buen falsificador de cartas, era en cambio mal político, pues, ¿cómo iba á creer Anacaparan en aquella carta? ¿Por qué no se la habían entregado antes y por qué precisamente ahora? ¿Por qué la carta no estaba en poder del jefe? ¿por qué disponían de ella sin saberlo éste? Si el jefe era Gallinato, con éste había de tratar y no con Fr. Alonso Jimenez. Afortunadamente España tiene muchísimas páginas de gloria, porque sino, con tales aventureros se daba buena idea de una nación civilizadora.
  40. Este Anacaparán no parece tan tirano como le quieren llamar: un tirano hubiera confiscado para sí estas haciendas, cuyos primitivos dueños habían sido muertos; y este rasgo de declarar una peligrosa guerra á un poderoso enemigo, con quien antes quiso contemporizar, sólo por restituír á los Chinos lo que era suyo, es sin duda mucho más laudable, más humano y leal que el arrojar de su reino despojados de sus bienes y haciendas á miles de súbditos, sólo por permanecer fieles al Dios de sus Patriarcas y ser los más débiles.
  41. Este incendio y asesinato tampoco eran excusables, a pesar de las inútiles razones con que los pretende cohonestar el P. Aduarte. Anacaparan sólo les amenazaba, si no devolvían las haciendas de los Chinos. Naturalmente un paso da lugar á otro: se iba á perder el prestigio si devolvían lo tomado. El honor castellano hubiera brillado más si se hubiesen contentado con matar á los Chinos, sin tocar á sus bienes. Además, si sólo querían volver á sus navíos, ¿por qué incendiar la ciudad? ¿Por qué dispertar y turbar á los habitantes?
  42. Como insinúa lord Stanley, no es de suponer que Gallinato haya obrado por timidez, porque era un soldado que había servido mucho, antes y después de esta expedición, y cuyas cualidades como militar Andrea Furtado de Mendoza se complacía en ensalzar y reconocer. Sin embargo, al través de las palabras de nuestro autor se respira algo como una censura de la conducta de Gallinato, y se dejan adivinar muchas cosas que el historiador no ha querido trascribir.
  43. Si Gallinato consideraba injusto lo hecho con los Chinos y Cambojas, ¿por qué no les devolvió sus haciendas? Probablemente por conservar el prestigio, ó acaso por estar inspirado en el mismo sentimiento que animaba á Felipe II, cuando reprendió á don Gonzalo Ronquillo por haber introducido los impuestos de 2 y 3 0/0 sobre las mercaderías, pero sin embargo no los quitó.
  44. Kanj-hoa (?). En un mapa de Hondio está señalado Sinoa en un seno situada en la costa oriental de Camboja, S. E. de Cochinchina, casi á la altura de Manila, lo cual nos hace sospechar sea Hue o á lo menos Quin-hon.
  45. Lantchang á Lanxang es el nombre de una antigua ciudad al norte de Camboja (Pallegoix's Dictionary, citado por Lord Stanley).
  46. Para reinar sobre un país no basta ser hijo de un rey; hay que merecerlo, lo mismo que sus antecesores. Indudablemente que desde el punto de vista moderno, Anacaparan era más digno de la corona que el pusilánime Phra Unkar Langara, el cual, á la aproximación del enemigo, desamparó á sus súbditos, huyéndose con su familia, cuando con solas las fuerzas de su reino hubiera podido luchar con él y echarle, como lo hizo Anacaparan, librando de la esclavitud á su país. El reino lo había perdido Phra Unkar, y con su huída había renunciado á él, merecedor de las maldiciones de sus desamparados súbditos. Hubieran los Españoles dejado á Camboja gobernarse en paz por sí mismo bajo la mano fuerte de Anacaparan, ni hubieran sucedido tantos males, ni se hubiera comprometido el prestigio español, como se vió después, sólo para poner sobre un trono á un rey débil, hijo de un soberano pusilánime é indigno, que sirviese de instrumento á sus ambiciones.
  47. Aquí hay cierta confusión en el orden, fácil, por lo demás, de notar y corregir. Creemos que se debe decir: Vencidas algunas dificultades para la salida, por haber ido á este tiempo de Camboja á Lanchan, en los Laos, un mandarín llamado Ocuña de chu con diez paroes, etc. etc.
  48. Paraw, embarcación aun hoy usada en Filipinas.
  49. El río Me-Kong.
  50. Laksamāna significa en Malayo general ó almirante (Stanley). En la historia de Filipinas hubo también un Indio principal pampango con este apellido y con el cargo de Maestre de campo.
  51. Chow Phya es un título que se da en Siam y Camboja.
  52. El P. Aduarte da otra relación acerca de lo que pasó como veremos más adelante.
  53. Tal vez champanes llenos de paja ú otra materia ardiendo parecido al fuego griego, á la nafta, etc.
  54. Contravinieron el expreso mandato de Gallinato.
  55. No conocemos lo que esta palabra significa; tal vez sea una trasformación de la palabra tagala lampitaw, una embarcación pequeña que aun hoy se usa en la bahía de Manila.
  56. Para poder hacer todo esto por cuenta propia, se necesitaba poseer grandes caudales. No es de extrañar, porque era encomendero de las Bisayas.
  57. Más abajo lo llama Tampacán.
  58. Buhayén.
  59. Esto es, 214 Españoles y más de 5,700 Filipinos.
  60. Rajamura se llamaba este principal, según Argensola (Conquista de las Molucas, lib. 6.°).
  61. Kalasag, escudo ó rodela. El general de estos Buhayenes, según Argensola, era el célebre Silonga, de quien el P. Chirino cuenta la anécdota sucedida en el río de Mindanao:
    «Teniendo los Españoles sentados sus Reales y presidios en aquel rio, y ciertos baxeles en el agua, se ofreció un casamiento de un principal amigo con hija, ó hermana de otro principal, que estaba mas adelante el río arriba: por la amistad el General deste campo le quiso hacer onra, que fuesen dos galeotas arriba, á traerle la esposa. Estaba en el paso el enemigo Mahometano llamado Silongan, el cual sabiendo, que los nuestros habian pasado, y quando habian de volver: aunque de hecho traian rompida guerra, no trató de enojarlos al pasar con la novia: antes salió descubierto á la orilla del rio con un traje, y paso grave, y un avanillo en la mano, haziéndose aire, á mirar de propósito las galeotas y gente dellas. En reconociéndole nuestros soldados con orgullo de mozos, y odio de enemigos, calaron las mechas, y le dispararon algunos arcabuzes: cuyas balas (asestadas á los pies por gallardía) aunque dieron cerca, no le acertaron, ni causaron en él mudamiento, ni alteración alguna más que si fuera burla, lo que pasaba.» (pág. 81). Más tarde distinguióse en muchas invasiones piráticas en Bisayas é islas adyacentes.
  62. Argensola (loc. cit) nos ha conservado el nombre de este Indio: llamábase Ubal; había dado dos días antes un banquete matando una vaca(?) suya y prometiendo quitar la vida á Esteban Rodriguez de Figueroa, promesa que cumplió. El P. Colín llama a este Indio traidor, no sabemos por qué. Los de Buhayén estaban en su tierra, no habían ofendido ni declarado la guerra á los Españoles; tenían que defender sus hogares contra un invasor muy poderoso, con superiores fuerzas, muchos de los cuales eran, por sus armaduras, invulnerables para los rudos Indios, expuestos á las balas de sus arcabuces. Á seguir este criterio, el heroico paisanaje español de la guerra de la independencia sería un pueblo mucho más traidor: las veleidades de Godoy, las discordias de la familia real, el tener armas y fuerzas casi iguales, la guerra sin cuartel con asesinatos y envenenamientos eran circunstancias que podrían menguar el brillo de aquella causa, tan tenaz y valerosamente defendida. Colín se expresaba así ya por el sentimiento de la muerte de Figueroa, que era un adepto de los jesuítas, y su más decidido bienhechor, ya llevado de la costumbre de llamar traidores á todos sus enemigos. No es culpa de Ubal el que no haya sido visto, como dice Morga; estaban en pleno combate, Figueroa acudía dispuesto á luchar y matar, bien armado y acompañado; ¿desearía el P. Colín que el Indio le llamase primero la atención, si estaba distraído, para dejarse matar estúpidamente?