Sucesos de las islas Filipinas (edición de José Rizal)/Capítulo octavo

Nota: Se respeta la ortografía original de la época



CAPÍTULO OCTAVO


RELACION de las islas filipinas y de sus naturales, antigüedad, costumbres y gobierno, así en tiempo de su gentilidad, como despues que los españoles las conquistaron, con otras particularidades.


Las Islas del mar Occéano oriental, adyacentes á Asia ulterior, de la corona de España, son llamadas comunmente, de los que navegan á ellas: por la demarcación de Castilla, y sus mares y tierras de la América, las Islas del Poniente, porque, desde que se sale de España, se navega hasta llegar á ellas, por el camino que el sol hace, de Oriente á Poniente. Y por la misma razon son llamadas orientales, de los que hacen la navegacion por la India de Portugal, del Occidente al Oriente; dando vuelta unos y otros, por viajes contrarios al mundo, hasta venirse á juntar en estas islas; que son muchas, mayores y menores, las que propiamente son llamadas Filipinas, sujetas á la corona de Castilla. Estan dentro del trópico de Cancro, y corren desde veinte y cuatro grados, de la parte del Norte, hasta la línea equinoccial, que pasa por las islas del Maluco. Hay otras muchas, de la banda de la línea, en trópico de Capricornio, que se estienden hasta doce grados, á la parte del Sur[1]. Los antiguos afirmaron que unas y otras eran desiertas é inhabitables[2]; que ya la esperiencia ha mostrado haberse engañado, hallando en ellas buenos temples, muchas gentes, mantenimientos y demas cosas convenientes para la vida humana: con muchos minerales, de metales ricos, piedras y perlas, animales y plantas, en que la naturaleza no estuvo corta.

Son todas las islas deste grande Archipiélago, innumerables, mayores y menores; las que son del nombre y gobierno de las Filipinas, serán cuarenta islas grandes, sin otras menores; todas continuadas, que las mas principales y conocidas se llaman Luzon, Mindoro, Tendaya[3], Capul, Burias, Masbate, Marinduque, Leyte, Zamar, Ibabao[4], Sebu, Panay, Bohol, Catenduanas, Calamianes, Mindanao, y otras de menos nombre.

La primera isla, que los Españoles conquistaron y poblaron, fué Sebú[5], por donde se comenzó la conquista, y se continuó en todas las islas de su contorno, que son habitadas de gentes naturales de las mismas islas, que se llaman Vizayas, y por otro nombre los Pintados; porque los varones de mas cuenta, desde su mocedad, se labran todo el cuerpo, punzándolo por do tienen señalado[6], echando sobre la sangre unos polvos negros, que jamás se quitan; pero como se pasó la cabeza del gobierno, y la principal poblazon de los Españoles, á la isla de Luzon, que es isla muy grande y mas cerca, y en frontera de la gran China, y el Japon, se tratará della primero, porque mucho de lo que della se dice, hay, y corre generalmente en las otras; á cuyas especialidades, y cosas particulares, que cada una tuviere, se pasará en su lugar.

Esta isla de Luzon tiene de largo (desde la punta y cabeza, por do se entra en las islas Filipinas, por el embocadero de Capul, que está en trece grados y medio á la parte del Norte, hasta la otra punta, en la provincia de Cagayan, que llaman el cabo del Bojeador, frontera de la China, en veinte grados, mas de doscientas leguas. En unas partes se estrecha mas que en otras de lo ancho; en especial, por medio de la isla, está tan angosta, que hay de mar á mar, de una costa á otra, menos de treinta leguas. Tiene toda la isla de circuito y box, mas de cuatrocientas leguas.

Los temples desta isla no son unos, antes hay mucha variedad en diversas partes y provincias della. La cabeza y principio de la isla, por la parte del embocadero (aunque las marinas[7] son calientes), adentro es mas templada, y donde está fundada la ciudad de Manila. El sitio es caluroso, por ser marítimo y bajo, y en sus comarcas (no lejos de la ciudad), hay tierras y poblazones mucho mas frescas, en que no ofende el calor, y lo mismo es, en la otra cabeza de la isla, frontera de la China, nombrada Cagayan. Los tiempos del año, de invierno y verano, son al contrario que en Europa; porque las lluvias comunmente son en todas estas islas desde el mes de Junio hasta el de Setiembre, con muchos aguaceros, torbellinos, y tempestades, por mar y por tierra; y el verano, desde Octubre hasta todo Mayo, con serenidad de cielo y bonanzas en la mar, aunque en algunas provincias, el Invierno y las pluvias comienzan primero que en otras[8]; y en las de Cagayan, casi viene á ser el invierno y el verano como en España, y por los mismos tiempos.

La gente que habita esta grande isla de Luzon, en la provincia de Camarines, hasta cerca de las provincias de Manila (así en lo maritimo, como dentro de la tierra) son naturales desta isla, medianos de cuerpo, de color membrillo cocido, bien agestados, así hombres como mujeres, el cabello muy negro, poca barba, de buenos ingenios para cualquiera cosa en que se ponen, agudos y coléricos, y de buena determinacion. Todos viven de sus granjerías, labores, y pesquerías, y contrataciones, navegando de unas islas á otras por mar, y de unas provincias á otras por tierra.

De la misma calidad y suerte son los naturales de las otras provincias desta isla, hasta Cagayan: salvo, que por tradicion se sabe, que los de Manila y sus comarcanos no eran naturales de la isla, sino venidos á ella, y la poblaron en tiempos atras, siendo ellos naturales Malayos, y de otras islas, y provincias remotas[9].

En unas y otras partes desta isla de Luzon, hay cantidad de naturales, negros de color, los cabellos de pasas, hombres y mujeres, no muy altos de persona, aunque trepados y membrudos; estos son bárbaros, y de poca capacidad, no tienen casas, ni poblazones ciertas; andan en cáfilas y rancherías, por los montes y breñas, mudándose conforme al tiempo, de unos sitios en otros; manteniéndose de algunas rozas, y sementeras de arroz, que hacen de temporal, y de la caza que flechan con sus arcos, en que son muy diestros y certeros; y de la miel de los montes, y raices que la tierra cría. Es gente bárbara, de quien no se tiene seguridad, inclinados á matar, y á acometer á las poblazones de los otros naturales, en que hacen muchos daños, sin que se haya podido hacer reparo que lo impida, ni reducirlos, ni pacificarlos, aunque siempre se procura por bien y por mal[10], como la ocasion y la necesidad lo pide.

La provincia de Cagayan está poblada de naturales de la misma color que los otros de la isla, aunque mas dispuestos de cuerpo, y más valientes y guerreros que los demas; los cabellos largos, tendidos por las espaldas. Han estado alzados, y rebelados (despues que la primera vez fueron pacificados), otras dos veces, y ha habido bien que hacer en diferentes ocasiones, para reducirlos y volverlos á pacificar.

El traje, y vestido destos naturales de Luzon, antes que los Españoles entraran en la tierra, comunmente eran: los varones, unas ropillas de cangan, sin cuello, cosidas por delante, con mangas cortas, poco mas de la cintura, unas azules y otras negras, y algunas coloradas en los principales, que las llaman chininas[11], y una manta de color, revuelta á la cintura, y entre las piernas, hasta cubrir sus partes vergonzosas; y á medio muslo que llaman bahaques[12], la pierna desnuda, y el pié descalzo, y la cabeza sin cubrir, revuelto á ella un paño angosto, con que aprietan la frente y las sienes, llamado potong[13]. Al cuello, vueltas de cadenas de oro, labradas como cera hilada, y de eslabones á nuestra usanza, unas mas gruesas que otras. En los brazos, muñequeras (que llaman calombigas) de oro labradas, muy gruesas de diferentes hechuras, y algunos con sartas de piedras, cornerinas y de ágatas, y otras azules y blancas, que entre ellos son de estima[14]. Y por cenogiles, sobre las piernas, algunas sartas destas piedras, y unas cuerdas, betunadas de negro, de muchas vueltas[15].

En una provincia, que llaman los Zambales, traenrapada la cabeza, de medio adelante; y al celebro, una grande guedeja de cabellos sueltos[16]. Las mujeres traen en toda esta isla sayuelos con mangas, de las mismas telas, y de todos colores, que llaman varos[17], sin camisas, mas que unas mantas blancas de algodon, revueltas de la cintura abajo, hasta los pies; y otras al cuerpo de colores, como mantos, con buena gracia. Las principales, de carmesí, y algunas de seda, y de otras telas tejidas con oro, guarnecidas con franjas y otras galas. Muchas cadenas de oro al cuello, calombigas en las muñecas, y gruesas orejeras, labradas de oro en las orejas; y sortijas en las manos, de oro y piedras. El cabello negro, atado con una lazada (de buena gracia) al celebro. Y despues que los Españoles estan en la tierra, muchos Indios no traen bahaques, sino calzones balones, de las mismas mantas y telas, y sombreros en las cabezas; los principales, con trenzas de oro de martillo, y de muchas labores; y muchos dellos, calzados con zapatos, y las principales, así mismo, calzadas curiosamente y muchas con zapatos de terciopelo, cayrelados de oro, y mantas blancas como faldellines.

Hombres y mujeres, y mas la gente principal, son muy limpios y aseados en sus personas y vestidos, y de buen aire y gracia. Curan el cabello, teniendo por gala que esté muy negro; lávanlo con una cáscara de un arbol, cocida, que llaman gogo[18]; y úntanlo con aceite de ajonjolí confeccionada con almizcle, y otros olores. Todos tienen mucho cuidado de la dentadura, que desde muy poca edad, la igualan y emparejan con piedras y herramientas[19]; y le dan un color negro que es perpétuo, que la conserva hasta muy viejos, aunque causa fealdad á la vista[20].

Báñanse muy de ordinario todo el cuerpo, en los rios y esteros, de poca y de mucha edad; sin reparar, que en ningun tiempo les pueda hacer daño[21], porque, es de las mayores medicinas que hallan, y en naciendo la criatura, luego la bañan, y la madre lo mismo. Las mujeres tienen por ejercicio y ocupacion labores de aguja, de que son muy curiosas, y todo género de costura. Y tejen mantas, y hilan algodon, sirven las casas de sus maridos y padres. Pilan el arroz que se ha de comer[22], y aderezan lo demas. Crían gallinas, y lechones, y guardan las casas, entre tanto que los hombres entienden en las labores del campo, y en sus pesquerías, navegaciones y granjerías. Son poco honestas, solteras y casadas, y los maridos, padres y hermanos, poco celosos ni cuidadosos en esto. Ellos y ellas, tan interesales y codiciosos, que habiendo paga, facilmente se dejan vencer[23], y cuando el marido halla á la mujer en adulterio, sin dificultad se allana y apacigua; aunque, despues que conocen á los Españoles, algunos que presumen de mas entendidos, á veces han muerto los adúlteros. Sus visitas y andar por las calles y á los templos, así hombres como mugeres, en especial los principales, es con mucho espacio, y composicion de pasos y mucho acompañamiento de esclavos y esclavas, y con quitasoles de seda, que les llevan para reparo del sol y del agua. Las señoras van delante, y sus criadas y esclavas detras, y sus maridos, padres ó hermanos tras ellas, con sus criados y esclavos[24].

Su mantenimiento ordinario es arroz molido, en pi- lones de madera, cocido, que se llama morisqueta[25], (que es el pan ordinario de toda la tierra) y pescado cocido, de que hay mucha abundancia, y carne de puerco, y de venado, y búfalos de monte que llaman carabaos; carne y pescado, les sabe mejor, estando comenzada á dañar, y que olisque[26]. Comen tambien camotes cocidos, que son batatas; frisoles, quilites, y otras legumbres, todo género de plántanos, guayabas, piñas, anonas, naranjas de muchas maneras, y otros géneros de frutas y hortalizas, de que la tierra abunda.

Lo que se bebe, es un vino de cogollos de palmas de cocos y de nipales, de que hay mucha abundancia, y se crian y cultivan como las viñas; aunque no con tanto trabajo y labores. Sacada la tuba[27] de la palma, la destilan por alambiques, en sus hornillos é instrumentos, con mas ó menos fuerza, y queda hecha aguardiente, y esto se bebe en todas las islas, que es vino muy claro como agua, pero fuerte y seco; y sí se usa dél con templanza, es medicinal para el estómago, y contra las flemas, y todas reumas; y mezclado con el vino de España, hace un suave licor, y muy sabroso y sano.

Los naturales destas islas, en sus juntas, casamientos y fiestas, todo es beber deste vino, dias y noches sin cesar, por su rueda, cantando unos y otros bebiendo, de que muy de ordinario vienen á emborracharse, sin que entre ellos este vicio sea deshonra, ni infamia.[28]

Las armas desta gente, en unas provincias, son arcos y flechas; pero, lo general en todas las islas, es lanzas con hierros bien hechos, medianas, y unas paveses de madera ligera, con sus manijas, fijas por la parte de dentro, que los cubren de la cabeza hasta los pies, que llaman carasas[29]; á la cinta, un puñal ancho cuatro dedos, la cuchilla con punta, de una tercia de largo, el puño de oro ó de marfil, abierto el pomo, con dos gavilanes ó orejas, sin otra guardia, llámanse Bararaos, y son de dos cortes, en vainas de madera, ó de cuerno de búfalo, curiosamente labradas[30]. Con estos, hieren de punta, y lo mas ordinario, con el corte. Tienen mucha diestreza, cuando van en alcance de su contrario, echándole mano al cabello, con la otra le cortan de un golpe la cabeza, con el Bararao, y llévansela; que despues las tienen colgadas en sus casas, donde las vean, de que hacen ostentacion, para ser tenidos por valientes, y vengativos de sus enemigos é injurias.

Despues que á los Españoles han visto usar sus armas, muchos dellos manijan los arcabuces y mosquetes muy diestramente; y antes, tenían versos de bronce y otras piezas de hierro colado, con que defendían sus fuertes y poblazones, aunque la pólvora no tan refinada, como los Españoles la usan.

Sus navios y embarcaciones son de muchas maneras; porque en los ríos y esteros, dentro de la tierra, usan unas canoas de un palo, muy grandes, y de bancas, hechas de tablazon, armadas sobre quillas. Y de vireyes y barangayes, que son unos navíos sutiles y ligeros, bajos de bordo, clavados con cavilla de madera, tan sutiles por la popa como por la proa, en que caben muchos remeros por ambas bandas, que con bucceyes ó canaletes, y con gaones bogan por fuera del bordo, jostrando[31] la boga, al son de algunos, que van cantado en su lengua[32], cosas á propósito por do se entienden, para alargar ó apresurar la boga. Encima de los remeros, hay un bailio ó crujía, armada de cañas, sobre que anda la gente de pelea, sin embarazar la esquifazon de remeros; en que conforme á la capacidad del navío, va el número de la gente; y desde allí, se marea la vela, que es cuadrada y de lienzo, en una cabria, hecha de dos cañas gruesas, que sirve de arbol, y cuando el navío es grande, lleva tambien trinquete de la misma forma, y ambas cabrias, con sus encajes, para abatirlas sobre la crujía, cuando el viento es contrario, y sus timoneles en popa para gobernar. Lleva otra armazon de cañas, en la misma crujía; en la cual cuando hace sol ó llueve, se arma una tienda de unas esteras, tejidas de hojas de palmas, muy espesas y tupidas, que se llaman Cayanes[33], con que todo el navío y gente dél, va cubierta y reparada. Va tambien hecha otra armazon de cañas gruesas, por ambas bandas del navío, por todo el largo del, fuertemente atadas, que van besando el agua, sin que impidan la boga, que sirven de contrapesos, para que el navío no pueda tornarse, ni zozobrar, por mucha mar que haya, ni fuerza de viento que la vela lleve. Y acaece llenarse el navío de agua, todo el cuerpo del (que son sin cubierta) y quedar entre dos aguas, hasta que se deshace y desbarata, sin irse al fondo, por los contrapesos. Destos navíos, se usa comunmente en todas las islas, desde su antigüedad, y de otros mayores, que llaman caracoas, y lapis y de tapaques. Para acarrear sus mercaderías, que son muy apropósito, por ser capaces y que demandan poca agua; y los varan muy de ordinario en tierra, todas las noches, en bocas de ríos y esteros, por do siempre navegan, sin engolfarse, ni dejar la tierra. Todos los Naturales los saben bogar, y los gobiernan. Hay algunos tan grandes, que llevan cien remeros por banda, y treinta soldados encima de pelea, y los comunes son barangayes, y vireyes, de menos esquifazon y gente; y ya á muchos dellos, en lugar de la cavilla de madera, y costura de las tablas los clavan con clavazon de hierro, y los timones y proas con espolon á la castellana[34].

La tierra es muy asombrada[35] por todas partes, de árboles de diferentes maderas, y frutales que la hermosean todo el año; así por la marina, como por dentro, en llanos y montes, y muy llena de ríos grandes y pequeños, de buenas aguas dulces, que corren á la mar; y todos se navegan, llenos de mucho pescado, y muy sabroso, de todas especies. Hay por esta razón, grande copia de madera, que se corta y asierra, y se arrastra á los ríos, y por ellos se navega; es muy buena para casas y edificios, y para fábrica de navíos pequeños y grandes; hállanse muchos árboles muy derechos y gruesos, para arbolar naos y galeones, livianos y correosos; de manera, que se arbolan con ellos cualesquier navíos con arboladura de un palo, sin ser menester gimielgarlos, ni hacerlos de pedazos; y para el casco de navíos, quilla, estamenaras, barraganetes, y cualquiera otra ligazon, buzardas, puercas y corbatones, y llaves, y timones, se halla facilmente toda madera de cuenta, y buena tablazon para los costados y cubiertas, y obras muertas de maderas muy propósito[36].

Hay muchos frutales de la tierra, como son sanctores y mabolos, tamarindos, nancas, anonas, papayas, guayabas, y muchos naranjos en todas partes, de muchas especies, grandes y pequeñas, dulces y agrias, cidras y limones, plántanos de diez ó doce maneras[37], muy sanos y sabrosos, muchas palmas de cocos de buen sabor, de que se hace vino, y aceite comun, muy medicinal para heridas, otras palmas salvajes de los montes, que no dan cocos; pero sirven de madera, y de las cáscaras se hace el bonote, que es estopa para jarcia y cabestría, y sirve desto para calafatería de navíos. Hanse procurado plantar olivos y membrillos, y otros frutales de España, y hasta agora no han prevalecido; si no es los granados, y parras de uvas, que al segundo año dan fruto, y llevan uvas en abundancia y muy buenas, tres veces al año, y algunas higueras. Las verduras de todo género, se dan muy bien, y con mucha abundancia, pero no granan, y es menester traer siempre la semilla de Castilla, China ó Japon.

En la provincia de Cagayan hay castaños que dan fruto, y en otras partes hay pinos y otros árboles, que dan unos piñones muy grandes, y recios de cáscara y de buen sabor, que los llaman piles[38]. Hay mucho cedro, que se llama calanta, y madera fina colorada, que se llama asana, ébano, uno más fino que otro, y otras maderas preciadas, para todas obras. Las carnes, que ordinariamente se comen, son carne de puerco de que hay mucha abundancia, y es muy gustosa y sana. Vaca, de que hay en muchas partes de las islas, mucha cría y estancias[39], de casta de las de China y de la Nueva España. Las de China es ganado menudo, y muy criador, los cuernos muy pequeños y retorcidos, y algunas reses los menean. Tienen una corcoba grande sobre los hombros, y es ganado muy manso. Hay muchas gallinas como las de Castilla, y otras muy grandes, traida la casta de China, muy sabrosas, y de que se hacen hermosos capones, y algunas destas gallinas, son negras, pluma, pellejo, carne y huesos, y de buen sabor[40]. Hay cria de muchos ansares, como cisnes, y de ánades, y de palomas mansas, traidas de la China. Carne de monte en mucha abunduncia, como son venados y puercos jabalíes, y en algunas partes espines, muchos búfalos, que llaman carabaos, que se crían en los campos, y son muy bravos; otros hay mansos traídos de la China, de que hay mucho número, muy hermosos, que solo sirven para el regalo de la leche que es mas gruesa y sabrosa que la de vacas.

Críanse cabras y cabritos, aunque con la humedad de la tierra no son de buen sabor, y enferman y se mueren por esta causa, y porque comen algunas yerbas venenosas. Ovejas y carneros (aunque muchas veces se han llevado de la Nueva España) nunca multiplican y así no hay este ganado[41], porque el temple y pasto hasta agora no ha parecido apropósito. Caballos, yeguas y jumentos no había en las islas, hasta que los Españoles los hicieron traer de China, y los llevaron de Nueva España. Jumentos y mulas hay muy raros, pero caballos y yeguas, hay buena cantidad, y algunas estancias se van poblando dellos, y los que nacen allí que son (los mas) mestizos, salen buenos, y de buenos colores, y bien acondicionados y hacedores, y medianos de cuerpo. Los que se traen de China son pequeños, muy recios y de mucho paso, traidores, rijosos y mal acondicionados. Del Japon se traen algunos caballos de buenos colores, y de buen cuerpo, mucho cabello y cernejas y grandes cañas y manos, que parecen frisones, las cabezas algo grandes, duros de boca, poco corredores, pero buen paso, y animosos y de buena determinación. El pienso de los caballos es verde de camalote[42] todo el año, y arroz, en cáscara, que los tiene muy gordos.

Volatería, y aves del campo, hay en mucha abundancia, pájaros del monte, de peregrinas colores, y de mucha vista; cantores para enjaulados no los hay, aunque del Japon se traen unas calandrias menores que las de España, de suavísimo canto, que llaman fimbaros. Hay muchas tórtolas, palomas torcaces, otras palomas de pluma muy verde, pies y picos colorados, otras blancas, con una mancha colorada en el pecho, como pelicano. En lugar de codornices, hay unas aves que se le parecen, mas chicas, que llaman ponos[43] y otras mayuelas menores. Muchas gallinas y gallos de monte, muy pequeños y del sabor de la perdiz. Hay garzas reales, blancas, y pardas, dorales, y otras aves de la marina, patos y lauancos, ayrones, y cuervos marinos, águilas, buharros[44], y otras aves de rapiña, aunque no se caza con ninguna[45]. Hay grajas y tordos, como en España, cigüeñas y grullas. No se crían pavos, conejos[46], ni liebres; aunque se han echado á mano. Entiéndese, los comen y destruyen los animales salvajes, que hay en los montes y campos, como son gatos y zorros, tejones, y ratones grandes y menores, que hay en grande número, y otros animales terrestres.

En todas las islas se crían infinidad de micos, mayores y menores, de que á veces se cubren los árboles. Papagayos verdes, y blancos[47], pero rudos en el hablar, y periquillos muy pequeños, y bien pintados de verde y colorado, que tampoco hablan[48]. En los montes y poblazones, muchas culebras de diversos colores; las comunes son mayores que las de Castilla. Hanse visto algunas en los montes, de estraña grandeza, y de mucha admiracion. Las mas perjudiciales son unas delgadas, menores de vara, y desde los árboles (donde ordinariamente estan) se arrojan sobre los que pasan, y los pican, y es el veneno tan eficaz, que dentro de veinte y cuatro horas mueren rabiando.

En los ríos y esteros hay muchos escorpiones, muy grandes, y mucho número de caimanes, muy encarnizados y crueles, que muy de ordinario sacan de las bancas á los Naturales que van en ellas, y hacen muchos daños en los ganados vacunos, y caballares de las estancias, cuando van á beber, y aunque hacen muchas pesquerías y matanzas dellos, nunca se disminuyen. Por lo cual, los Naturales en los rios, y esteros de sus poblazones donde se bañan, tienen dentro del agua atajos y corrales de verjas espesas, donde entran á bañarse, seguros destos monstruos, que los temen tanto, que los veneran y reverencian, como si tuviesen sobre ellos superioridad[49], y todos sus juramentos y execraciones, y los que para ellos son de alguna consideracion (aun entre los cristianos) es, «así el caiman lo mate», que llaman en la lengua Buhaya, y ha acaecido jurar falso, ó quebrantar la promesa, y sucederles luego desgracia con el caiman, y permitirlo Dios así, por la autoridad y pureza de la verdad, y promesa della, á quien ofenden[50].

Las pesquerías de mar y rios son abundantísimas de todo género de pescados, de agua dulce y salada, y toda la tierra lo tiene por mantenimiento ordinario; hay mucha y buena sardina, corvinas, besugos, que llaman bacocos, albures y lizas, bicudas y tanguingues, lenguados y plantanos[51], y taraquitos, agujas, dorados, anguilas, ostiones, almejas, percebes, cangrejos, camarones, arañas y centollas, y todo género de mariscos, sábalos, pescados blancos, y en el rio Tajo[52] de Cagayan (al tiempo) gran suma de bobos, que bajan á desovar á la barra, y en la laguna de Bonbon, se mata al tiempo muchos atunes, no tan grandes como los de España, pero de la misma hechura, carne y sabor. En la mar hay muchos pejes marinos, como son ballenas, tiburones, caellas, marajos bufeos, y otros no conocidos, de estraordinarias formas y grandeza. El año de quinientos y noventa y seis, con una tormenta grande que hubo en las Islas, en una costa de Luzón, hácia la provincia de Camarines, varó en tierra un peje, tan grande y disforme, que aunque era en mas tres brazas y media de fondo, no pudo volver á ponerse en flote, y allí pereció. Los Naturales decían, no haber visto semejante animal, ni otro de aquella forma; la cabeza era de estraña grandeza y ferocidad, y en la frente tenía dos cuernos, que le caían hacía el lomo, el uno dellos se trujo á Manila, que estaba cubierto con su pellejo ó cuero, sin pelo ni escama, y era blanco, de largor de veinte pies, y grueso al nacimiento, como el muslo, y iba adelgazando hasta la punta, en proporcion, algo corvo y no muy redondo, y á lo que parecía, todo macizo, que causó mucha admiracion á los que lo veían[53].

En la isla de Luzon, á cinco leguas de Manila, hay una laguna de agua dulce con mucho pescado, en que entran muchos ríos, y desagua á la mar, por el río que della sale y va á Manila, que se llama la laguna de Bay. Tiene treinta leguas de box en redondo, y una isla en medio despoblada[54], con mucha caza. Hay en sus marinas muchos pueblos de Naturales, y la navegan, y atraviesan de ordinario con sus embarcaciones, y á tiempos es muy tormentosa, y peligrosa de navegar, con los vientos Nortes, que la embravecen mucho, aunque es muy fondable.

Otra laguna hay, á veinte leguas de Manila, en la provincia de Bonbon, del mismo nombre, no tan grande, pero muy abundante de pesquería. El modo que los naturales tienen en ellas es haciendo corrales de bejucos, que son unas cañas ó juncos, macizos y muy correosos y fuertes, delgados, de que tejen cables, para sus embarcaciones, y otros cabos. Dentro destos corrales, hechos fijos los cercos con estacas, toman el pescado, y en nasas que de ellos hacen, y lo mas ordinario, con atarrayas y esparaveles, y otras barrederas pequeñas, y con volantines y anzuelos á mano. La comida mas ordinaria de los Naturales es un pescado tan menudo como pejerreyes; esto lo secan y curan al sol y al aire, y lo hacen guisar de muchas maneras, y les sabe mejor que lo grande, y entre ellos, su nombre es Laulau[55].

En lugar de aceitunas, y otras frutas de salmueras, tienen una verde, como nueces, que llaman paos[56]: haylos chicos y mayores, que aderezados, tienen buen sabor; tambien aderezan charas[57], de adobo de salmuera, de todo género de legumbres, y tallos de verduras, que son muy apetitosos.

Hay mucho gengibre, que se come verde, y en vinagre y en conserva, y mucha cachumba[58], en lugar de azafran y otras especias. El regalo ordinario en todas estas islas, y en muchos reynos de la tierra firme, de aquellas partes, es el buyo. Este se hace de un arbol[59], que tiene la hoja, de la hechura del moral, y el fruto es como una bellota de roble[60], y por dentro blanca: córtase este fruto, que se llama bonga, por lo largo en partes, y cada una dellas se mete en un envuelto, ó alcartaz que se hace de la hoja, y con la bonga, se echa dentro un poco de cal viva[61]; y este compuesto se mete en la boca y se masca; es cosa tan fuerte, y enciende tanto, que adormece y emborracha, y á los que no lo han usado, les abrasa la boca con sentimiento. La saliva y toda la boca queda colorada, como una sangre, y no de mal sabor; mascada por mucho rato, se echa de la boca, cuando ya no le ha quedado jugo, que se llama zapa[62]. Lo que della se ha pasado al estómago, lo hallan muy provechoso para confortarle, y otras enfermedades, fortifica y preserva la dentadura, y encías de todas reumas, neguijon y achaques, y cuentan desto otros efectos maravillosos. Lo que se ha visto es, que lo usan los Naturales, y los Españoles, seglares y religiosos, hombres y mujeres, tan comun y ordinariamente, que mañanas y tardes, en las juntas y visitas, y á solas en sus casas, todo el regalo y curiosidad es platos y salvas de buyos, muy dorados y bien aderezados, como en la Nueva España el chocolate; dentro de los cuales se ha dado á muchos el veneno, de que han muerto atosigados, y esto es muy ordinario.

Los Naturales, especialmente los principales, traen cuando van fuera de sus casas, por grandeza y regalo, sus cajuelas que llaman buccetas de buyos hechos, y la hoja, y la bonga, y cal viva aparte; con estas cajas curiosas, de metal y de otras materias, con las tijeras y otras herramientas para hacer el buyo, con aseo y curiosidad, y á donde quiera que se detienen lo hacen, y gastan, y en los Parianes, que son los mercados, se venden hechos, y el recaudo par hacerlos.

De venenos y tósigos usan muy de ordinario los Naturales destas islas las yerbas que hay en todas ellas de este género; son tan eficaces y mortíferas, que hacen efectos maravillosos. Hay un lagarto, comunmente en los edificios, algo verdinegro, de un palmo de largo, y grueso tres dedos que llaman chacon[63], que meten en un cañuto, y lo tapan; lo que babea este animal[64]. Con la opresion, se recoje, que es fortísimo veneno, aplicado (como está dicho) en la comida y bebida, por poca cantidad que sea. Hay otras yerbas, que los Naturales conocen y cogen, para el mismo menester, unas secas y otras verdes, comidas y en zahumerios; y otras que con solo tocarlas con las manos, ó con los piés, ó dormir sobre ellas, matan, y son tan diestros, en hacer dellas compuestos, que las tiemplan, y aplican de manera, que hacen el efecto luego, ó á plazos largos, ó cortos como quieren, aunque sea á cabo de un año[65], de que ordinario mueren miserablemente muchas personas; especialmente Españoles poco recatados, y mal gobernados, aborrecidos, por los malos tratamientos que hacen á los Naturales con quien tratan, ó en las cobranzas de sus tributos, ó en otras cosas, que á disgusto suyo los ocupan, sin que esto se pueda remediar, Hay algunas yerbas venenosas, que cuando los Naturales las cogen, llevan hecha prevencion de otras contrayerbas, y en la isla de Bohol, hay una de tal calidad, que para cortarla de la mata en que se cría, se entra á ella por barlovento, porque solo el aire que por ella pasa, es mortífero. No dejó la naturaleza sin remedio este peligro, porque en las mismas islas se hallan otras yerbas y raices, que tienen tanta fuerza y virtud, que deshacen y corrigen el veneno y malicia de las otras, y se aplican en las necesidades; y así, cuando se sabe qué veneno es el que se ha dado, no es dificultoso, si se acude con tiempo, á repararlo, dándole la contrayerba, que es opuesta al tal veneno; y acaeció alguna vez, apretar al que se tenía sospecha de haber hecho el daño, para que trujese la contrayerba, y con esto remediarse. Hay tambien otras contrayerbas generales, así para preservar, como para reparar del tósigo dado, pero la mas cierta y eficaz son unas mosquillas ó cochinillas, de color morado, que se hallan en las islas de Pintados, en algunas matas, que encerradas en un cañuto limpio, y tapada la boca, crían y multiplican dentro; échaseles arroz molido de que se sustentan, y irritándolas de ocho á ocho días, se les quita aquel arroz, y se les echa otro de nuevo, y así se conservan vivas. Tomadas seis mosquillas en una cuchara de vino, ó de agua (que no tienen mal olor, y saben á mastuerzo), hacen efecto maravilloso, y aun para ir á convites, ó comidas de alguna sospecha, se suelen tomar, que preservan y aseguran, de cualquier riesgo de tósigo y veneno.

Todas estas islas son en muchas partes ricas de lavaderos de oro, y minerales deste metal, que los Naturales sacan y benefician; aunque, despues que los Españoles están en la tierra, se van en esto mas de espacio[66], contentándose con el que ya tienen en joyas, y tejos de su antigüedad, y heredado de sus pasados, que es mucho; porque ha de ser muy pobre y miserable el que no tuviese cadenas de oro, calombigas y orejeras.

En la provincia de Camarines se benefician algunos lavaderos y minas, en Paracali, que es buen oro sobre cobre: tambien en los Ilocos se trata en esta mercaduría, porque á las espaldas desta provincia, que es á la orilla, y por la costa del mar, hay unas cerranías altas y fragosas, que corren hasta Cagayan, en que habitan, á las vertientes dellas, la tierra dentro, muchos Naturales que no estan pacificados, ni se ha entrado por ellos, que se llaman los Igolotes. Estos tienen ricas minas, y muchas de oro sobre plata, que dellas van sacando sólo lo que han menester para sus necesidades; y con el oro, sin acabarlo de afinar, y poner en perfeccion, bajan á contratar con los Ilocos, en lugares ciertos, donde les dan el oro en rescate de arroz, puercos, y carabaos, mantas y otras cosas de que carecen[67]; y los Ilocos lo acaban de subir, y poner en punto, y de su mano corre por toda la tierra. Y aunque se ha hecho diligencia con estos Igolotes, para saber sus minas, y como las labran, y el modo que tienen de beneficiar el metal, no ha habido orden de entenderlo; porque se recatan de los Españoles, que los irán á buscar por el oro; y dicen, lo tienen mas á recaudo en la tierra, que en sus casas[68].

En las demas islas hay la misma copia de minas, y lavaderos de oro; especialmente en los Pintados, río de Botuan en Mindanao, y en Sebú, donde se beneficia y labra una mina, llamada de Taribon, de buen oro, y si la industria y trabajo de los Españoles se convirtiese en el beneficio del oro, se sacaría tanto de cualquiera destas islas, como de las provincias que mas en todo el mundo; pero, atendiendo á otras granjerías mas que á ella, como en su lugar se dirá, no se trata desta de propósito.

En algunas costas destas islas hay ostia de perlas[69]; particularmente, en los Calamianes, y se han sacado algunas, gruesas y muy netas y orientales. Tampoco se trata deste beneficio, y en todas partes en las conchas de los ostiones ordinarios se hallan granos de aljófar y ostias tan grandes, como una rodela, de que se labran cosas curiosas. Así mismo, hay tortugas de mar muy grandes en todas las islas, que las conchas las benefician los Naturales, y las venden por mercadería, á los Chinos y Portugueses, y otras naciones, que vienen á buscarlas, y las estiman mucho para curiosidades que dellas hacen.

En cualquiera destas islas, en las costas, se cría mucho caracol blanco, menudo, que llaman Siguei; cójenlo los Naturales; y véndenlo por medida á los Sianes, Cambojas, Pantanes, y otras naciones de la tierra firme, donde sirve de moneda, y con ella se rescata, como en la Nueva España con los cacaos.

Los cuernos de los carabaos es mercadería para la China, y los pellejos de venado, palo colorado, para el Japon; de todo se aprovechan los Naturales, con estas naciones, y sacan dello mucho interese.

En esta isla de Luzon, particularmente en las provincias de Manila, Pampanga, Pangasinan, y Ilocos, se hallan entre los Naturales unos tibores de barro muy antiguo, morenos de color, y no de buena vista, unos medianos, y otros menores, con unas señales y sellos, que no saben dar razon de donde los hubieron, ni en qué tiempo; porque ya no se traen, ni en las islas se labran, que los Japones los buscan y estiman, porque han hallado que la raiz de una yerba, que llaman Cha[70], que ellos beben caliente, por mucho regalo y medicina, entre los reyes y señores del Japon, no se conserva ni guarda, sino es en estos tibores, de que hacen en todo el Japon tanta estimacion, que son las joyas mas preciadas de sus camarines y recámaras, y vale un tibor mucho precio, y guarnécenlos de fuera, de oro fino, labrado con mucho primor, y métenlos en fundas de brocado, y hay tibor que se estima y vende por dos mil taes de á once reales, y á menos, conforme cada uno es, sin que le dañe estar hendido, ni desportillado; porque, para tener dentro la cha, no es de inconveniente. Los Naturales destas islas los venden á los Japones lo mejor que pueden, y tienen cuidado de buscarlos para esta granjería; aunque ya se hallan pocos, por la priesa que hasta aquí se han dado por ellos[71].

Algunas veces han hallado los Naturales pedazos de ambar grís grandes, en las costas, que como ven que los Españoles lo estiman, ya lo conocen, y han hecho granjería dello, y el año pasado de seiscientos y dos, en la isla de Sebú, hallaron unos Naturales un buen pedazo de ambar grís, que como vino á noticia de su encomendero, se lo tomó y resgató con secreto, en cuenta de sus tributos; y dicen, era buen número de libras, después lo sacaba, vendiendo por onzas á mayor precio[72].

En la isla de Mindanao, en la provincia y río de Butuan, que está pacificado, y encomendado á Españoles, tienen otra granjería los Naturales, de mucho aprovechamiento, que por haber muchos gatos de algalia, aunque menores que los de Guinea, se aprovechan de la algalia, y la rescatan, y hácenlo con facilidad; porque, á crecientes de la luna, salen á caza con redes, y cogen muchos gatos, y en sacándoles la algalia, los vuelven á soltar[73]. Tambien toman algunos, y los enjaulan, que venden por las islas, á precios muy bajos.

Algodon se cría mucho en todas las islas, y lo hilan y venden en madeja á los Chinas y otras naciones, que vienen por ello, y dello tambien tejen mantas de diversas maneras, que asímismo rescatan[74], y otras hechas de hojas de plántanos[75], que llaman medriñaques.

Las islas de Babuytanes son muchas islas pequeñas, que están á la cabeza de le provincia de Cagayan, de Naturales, que su principal granjería es venir á Cagayan en Tapaques, con puercos, gallinas, bastimentos, y lanzas de ébano que rescatan. No estan encomendados, ni se cobra dellos tributo, ni hay Españoles entre ellos, por ser gente de menos razon y policía; y así, ni se han hecho en ellas cristianos, ni tienen justicias[76].

Otras islas hay á la otra cabeza de la isla de Luzon, frontera de la provincia de Camarines, en catorce grados de altura, á la parte del Norte, del embocadero del Espíritu Santo, que se llaman los Catenduanes; son islas bien pobladas de Naturales y buena gente, encomendados todos en Españoles, con doctrina é iglesias, y alcalde mayor, que les hace justicia; son los mas labradores, y otros entienden en lavaderos de oro, y en rescates de unas islas á otras, y á la tierra firme de Luzon, que está muy cerca dellas[77].

La isla de Luzon tiene á la costa y banda del sur (á cien leguas escasas, del cabo del Epíritu Santo por do se entra al embocadero de Capul) una bahía de treinta leguas de Box, que tiene la entrada angosta, y en medio della, hay una isla atravesada, que la estrecha, llamada Miraveles[78], que será de dos leguas de largo, y media legua de ancho, tierra alta, y bien asombrada, de mucha arboleda, hay en ella una poblazon de Naturales de cincuenta personas[79], donde reside con su casa de asiento la centinela de la bahía. Por ambas puntas, hay canales, para entrar en la bahía una de media legua á la parte del Sur, con un farellon en medio, que se llama el fraile; y otra á la parte del Norte, mucho mas estrecha, que por ambas entran y salen cualesquier navios de alto bordo. Toda la bahía es muy fondable y limpia, y de buenos surgideros en todas partes; desde estas entradas á la poblazon de Manila, y barra del río, hay ocho leguas; y á dos leguas de Manila, á la parte del Sur, se hace una ensenada grande, con una punta de tierra que la cubre; en la cual está una poblazon de Naturales, que se llama Cabit, de aquí toma el nombre esta ensenada, que sirve de puerto para navíos, y es muy capaz y abrigado de vendabales, Suestes y Suduestes, Oestes y Oessuduestes, y Nornordestes, y Nortes, con buen surgidero, limpio y fondable. Muy de cerca de la tierra hay buena entrada, de mas de una legua y media de ancho para entrar y salir los navíos. Toda esta bahía en redondo es muy proveida y abundante de todas pesquerías, y muy poblada de Naturales; y por cima de Manila tiene una provincia de mas de veinte leguas, llamada la Pampanga, con muchos ríos y esteros que la riegan, que todos desaguan, y salen á la bahía muy poblada de Naturales, con mucha abundancia de arroz[80], frutas, pescados, carnes, y otros bastimentos.

La barra del río de Manila, que está en la misma bahía, junto á la poblazon de Manila, por una banda, y de Tondo por la otra, es poco fondable por algunos bancos de arena que tiene; los cuales con las avenidas se mudan y ciegan, y así, aunque pasada la barra, el río es fondable para cualquier navío; pero, para entrar, si no son fragatas, y vireyes, y otros navíos pequeños, no pasan al río; y lo que es galeras y galeotas, y navíos de Chinas, que demandan poca agua, es necesario entrar descargados, y con aguas vivas, y atoándose; y así, surgen en la bahía, fuera de la barra, y por no haber allí tanta seguridad, entran en el puerto de Cabit.

Á veinte leguas del embocadero de Capul en la misma isla de Luzon, hay otro buen puerto, abrigado de vendabales, y con buena entrada y surgidero, llamado Ibalon[81], en que los navíos que han entrado, y les carga el vendabal, hallan abrigo, y se reparan hasta que les vuelve la brisa, para entrar en Manila que está ochenta leguas.

En las costas de Pangasinan, Ilocos y Cagayan, hay algunos puertos y barras, en que se puede entrar, y estar, con navíos; como son, la ensenada de Marihuma[82], el puerto del Fraile[83], el de Bolinao, la barra de Pangasinan, y la de Bigan, la barra de Camalayuga, á la boca del río Tajo, que sube dos leguas, hasta la poblazon principal de Cagayan, sin otros ríos y barras ensenadas, y abrigos de menos cuenta, que hay para navíos menores, en todas las costas desta isla.

Junto á esta grande isla de Luzon hay otras muchas islas muy cerca della, grandes y menores, pobladas de los mismos Naturales que Luzon, con lavaderos de oro[84], y sementeras, y granjerías, como son Marinduque, isla de Tablas, Masbate, Burias, Banton, Bantonillo, y otras de menos cuenta; entre las cuales, la mas cercana á Manila, es la isla de Mindoro, que es de mas de ochenta leguas de largo, y cerca de doscientas de box. Tiene muchas poblazones de los mismos Naturales[85], por la parte que confina, con la provincia de Balayan y Calilaya, estan tan cerca y junta con la isla de Luzon, que hace un estrecho de grandes corrientes y escarceos, por do los navíos entran y salen, para ir á Manila, con mucha fuerza de viento y corrientes, que será media legua de ancho. En esta parte está la principal poblazon desta isla de Mindoro, con un puesto que se llama el Varadero, para navíos grandes, sin otros surgideros y barras, que toda la isla tiene para navíos menores, y muchas poblazones y Naturales, en todas las costas desta isla; y todas son abundantes de arroz, y bastimentos, y de lavaderos de oro, y toda caza y arboleda.

El cabo del Espíritu Santo, que se va à reconocer, para entrar en las islas Filipinas, yendo de la Nueva España, está en una isla llamada Tendaya[86], en trece grados escasos, y veinte leguas la costa adelante; quedando este cabo del Espíritu Santo, á la banda del Sur, está la isla de Viri, y otras muchas que se descubren, por do abre una entrada, para la isla de Sebú, por un estrecho llamado San Juanillo, que le hacen estas islas, no muy bueno ni limpio, para navíos mayores; mas á la parte del Norte, dejado este camino, se llega á la isla de Capul, que hace un estrecho, y embocadero de muchas corrientes y escarceos, por do entran los navíos, que tiene antes de llegar á él un farellon, ó islote en medio, que se llama San Bernardino. El estrecho le hacen la costa de la isla de Luzon, y la de la isla de Capul; terná de canal una legua de largo, y menos de ancho.

Á la salida deste estrecho, habiendo entrado por él, se hacen tres isletas pequeñas en triángulo, que se llaman Islas de Naranjos, altas y acantilladas de piedras, sobre que van (con la grande corriente) los navíos á dar; y se hace diligencia, para escapularlas. Son despobladas, pero las demas[87] son islas grandes, y con muchas poblazones de Naturales, y todo género de provision y bastimentos.

Desde esta parte, á la del Sur, son las islas de Bisayas, y por otro nombre de Pintados, que son muchas y muy pobladas de Naturales; y las de mas nombre, son Leite, Ibabao[88], Samar, Bohol, isla de Negros, Sebú, Panay, Cuyo, y los Calamianes; que todos los Naturales destas islas son, así hombres como mujeres, bien agestados, y de buena disposicion, y de mejor condicion, y mas noble proceder, que los de las islas de Luzon y sus comarcanos.

Diferencian en el cabello, que los hombres lo traen cortado en coleta, al uso antiguo de España, y los cuerpos pintados de muchas labores, sin tocar en el rostro[89]. En las orejas traen orejeras grandes, de oro y de marfil, y brazeletes de lo mismo; unas tocas revueltas á la cabeza, muy huecas como turbantes, con lazadas de buena gracia, muy listadas de oro; vaqueros de manga justa, sin cuello, con los faldamentos hasta media pierna, cerrados por delante, de mendriñaque, y de sedas de color; no traen camisas ni calzones, sino unos bahaques de muchas vueltas, con que quedan cubiertas sus vergüenzas, cuando se quitan los lombones y vaqueros. Las mujeres, son de buen parecer y gracia, muy aseadas, y espaciosas en el andar; los cabellos negros, largos, y enlazados á la cabeza; mantas revueltas de la cintura para abajo, de todas colores, y sayuelos de lo mismo, sin cuellos. Andan en cuerpo, sin cubrise nada, ellos y ellas[90], todos descalzos, y muy compuestos de cadenas de oro, orejeras y brazaletes labrados.

Sus armas son cuchillos largos, corvos como alfanjes, lanzas, y carazas; usan las mismas embarcaciones que los de la isla de Luzon, tienen las mismas labores, frutos, y granjerías que todas las otras islas. Estos Visayas son gente menos inclinada á la labranza, y diestros en las navegaciones, y codiciosos de la guerra y jornadas por los pillajes y presas, que ellos llaman Mangubat[91], que es lo mismo que salir á hurtar.

En la isla de Sebú, junto á la poblazon principal, hay un hermoso puerto, para todo género de navíos, con buena entrada, y abrigado de todos tiempos, fondable y con buen surgidero, sin otros puertos y barras de menos nombre y consideración, que hay en todas estas islas, para navíos menores.

Esta isla de Sebú es isla de mas de cien leguas de box, abundante de bastimentos, y con minas y con lavaderos de oro, y poblada de Naturales.

Delante de ella, hay otras islas muy buenas, y pobladas, en particular la isla de Panay, que es isla grande, de mas de cien leguas de box, con muchas poblazones de Naturales[92], muy copiosa de arroz, vino de palma, y de todos los bastimentos; tiene buenas poblazones, y ricas, donde dicen el río de Panay, y la principal en Oton con barra y puerto, para galeras y navíos, astilleros, para fabricar navíos de alto borde, y mucha copia de madera, para la fábrica.

Hay muchos Naturales, maestros de hacer cualesquier navíos, y junto á esta isla hay una isleta de ocho leguas de box, muy poblada de Naturales, que todos son carpinteros y muy buenos oficiales, que no usan otro oficio ni granjería, que sin haber en toda su isla un arbol que sea de consideracion, ejercitan este arte con mucho primor, y de aquí se proveen de oficiales todas las islas, para la carpintería; llaman la isla de los Cagayanes[93].

Síguense luego, tras de la isla de Sebú, la isla de Mindanao, que es isla de mas de trescientas leguas de box, y Joló que es pequeña; y mas abajo la de Borneo, que es isla muy grande, de mas de quinientas leguas de box, todas muy pobladas, aunque esta isla de Borneo no está pacificada, ni la de Mindanao enteramente, si solo el rio de Butuan y Dapitan, y la provincia y costa de Caragan.

Por bajo desta isla, antes de llegar á la de Borneo, son las islas de los Calamianes, que son mucho número de islas, mayores, y menores, muy pobladas de Naturales, con algunos bastimentos y labores: aunque lo que mas usan es de sus navegaciones, en rescates y granjerías de unas islas á otras, y de pesquerías; y los que viven mas cerca de la isla de Borneo, de andar en corso, y robando en otras islas á los Naturales.

Las crecientes y menguantes, y las pleamares, y bajamares entre estas islas, son tan diversas en ellas, que no tienen regla cierta; ora, por las grandes corrientes, que hay entre estas islas; ora, por otro secreto natural de los flujos y reflujos, que la luna causa, de que no se ha podido hallar razon determinada; porque, aunque, en la oposicion de la luna, son aguas mayores, y en la de la luna de Marzo, crecen mas que en todo el año; pero, en las mareas de cada día hay tanta variedad, que causa novedad; unos días hay dos mareas (entre noche y día) iguales; otros, no hay mas de una; otras veces, la creciente del día es poca, la de la noche mayor, y de ordinario no tienen hora conocida; porque acaece ser pleamar hoy á medio día, y mañana se anticipa ó pospone muchas horas, y la de un día ser poca, y el siguiente que se espera menor, venir á ser mucho mas grande.

La lengua de Luzon, y de las islas de su comarca, es muy diferente que la de los Bisayas[94], y en la isla de Luzon, no toda la lengua es una, porque los Cagayanes tienen una lengua, y los Ilocos, otra; los Zambales la tienen particular; los Pampangos, diferente que los demás; los de la provincia de Manila que se llaman Tagalos, tienen su lengua muy abundante y copiosa, con que se dice por muchas vias maneras, con elegancia, todo lo que se quiere, y no dificultosa de aprender y de pronunciar.

Escríbese muy bien en todas las islas[95], con unos caracteres casi como Griegos ó Arábigos, que por todos son quince; las tres son vocales, que sirven de las cinco nuestras; las consonantes son doce, que unas y otras con unos puntillos y cómas, combinan y significan todo lo que se quiere escribir, tan copiosa y fácilmente, como se hace en nuestro alfabeto español[96].

El orden de escribir era en cañas, y ya en papel, comenzando los reglones, de la mano derecha á la izquierda, á la usanza arábiga[97]; escriben en esta lengua casi todos los Naturales, asi hombres como mujeres, y muy pocas hay que no la escriban muy bien, y con propiedad.

Esta lengua, de la provincia de Manila, se estiende, hasta toda la provincia de Camarines, y otras islas que no confinan con Luzon, con poca diferencia de unas partes á otras; salvo, que en unas provincias se habla con mas pulicia que en otras.

Los edificios, y casas de todas estas islas Filipinas, de los Naturales dellas, son de una misma manera, y sus poblazones; porque siempre las hacen á la orilla de la mar, entre rios y esteros, juntándose de ordinario los Naturales, por barrios y poblazones, donde siembran su arroz, y tienen sus palmas, nipales, plantanales, y otros árboles, y aparejos para sus pesquerías y navegaciones; los menos habitan la tierra dentro, que son Tinguianes, éstos también buscan sitios de ríos, y esteros, en que estan poblados con la misma ocasion.

Las casas y moradas de todos estos Naturales son en comun fundadas sobre palos y harigues, altos del suelo, estrechas de aposentos, y bajas de techos, fabricadas y tejadas de madera, y cañas; cubiertas y techadas de hojas de palma, cada casa de por sí, sin que una se arrime á otra. En lo bajo, cercadas de varas y cañas, en que crían sus gallinas y ganados, y pilan y limpian sus arroces; súbese á la casa con escaleras levadizas, hechas de dos cañas; tienen en lo alto sus batalanes descubiertos, para el servicio; padres y hijos todos juntos, poco arreo y aderezo de la casa, á que llaman Bahandin[98].

Fuera destas casas, que son lo comun, y de personas de menos cuenta, hay casas de principales, fabricadas sobre árboles, y harigues gruesos, de mucho aposento y servicio, bien labradas de madera y tablazon, fuertes y grandes, alhajadas y pobladas de lo necesario, con mucho mas lustre y sustancia que las otras; pero, cubiertas como las demas de hojas de palma, que se llama nipa, que defiende mucho del agua, y del sol, mas que la ripia ni la teja aunque con mas peligro de incendios.

No habitan los bajos de sus casas los Naturales, porque crían en ellos sus aves y ganados, por la humedad y calor de la tierra, y por los muchos ratones, que son muy grandes, y perjudiciales, para las casas y sementeras del campo; y porque como de ordinario las tienen, fabricadas á la marina, y en orillas de ríos y esteros, se bañan los bajos de agua, y así los dejan abiertos.

En todas estas islas no había reyes ni señores que las dominasen, al modo de otros reynos y provincias[99]; sino que en cada isla y provincia della se conocían muchos principales, de los mismos Naturales, unos mayores que otros, cada uno con sus parcialidades y sujetos, por barrios y familias, á quienes obedecían y respetaban; teniendo unos principales amistad y correspondencia con otros, y á veces guerras y diferencias[100].

Estas principalías y señoríos se heredaban por filiación, y sucesión de padres á hijos y descendientes, y en falta dellos, sucedían los hermanos y transversales; su oficio era regir y gobernar sus súbditos y parciales, y acudir á sus causas y necesidades; y lo que dellos recibían, era ser dellos muy venerados y respetados, y servidos en sus guerras, navegaciones y labores, sementeras y pesquerías, y edificios de sus casas, á que acudían, siempre que eran llamados de su principal, con toda puntualidad. Tambien les pagaban tributo en los frutos que cogían, que llamaban Buis, unos mas y otros menos; de la misma manera, eran tenidos y respetados los descendientes de tales principales, y sus deudos, aunque no hubiesen heredado el señorío, siendo todos estos tenidos por nobles, y personas exentas de los servicios, que los demas plebeyos, á quienes llaman Timaguas[101]. La misma nobleza y principalía se conservaba en las mujeres, como en los varones[102], y cuando alguno destos principales era mas alentado que otros en la guerra y otras ocasiones, este tal llegaba[103] á sí mayores parcialidades y gente, y por su cabeza se gobernaban las demas, aunque fuesen principales[104]; retenían en sí el señorío y gobierno particular de su parcialidad, á que entre ellos llaman Barangai[105], teniendo Datos y otros mandadores particulares, que acuden á los ministerios del Barangai.

La superioridad que estos principales tenían sobre los de su barangai, era tanta, que los tenían como á súbditos, de bien y mal tratar, disponiendo de sus personas, hijos y haciendas á su voluntad, sin resistencia ni tener que dar cuenta á nadie, y por muy pequeños enojos y ligeras ocasiones los mataban y herían, y los hacían esclavos[106]; y acaecía, por haber pasado por delante de las principales, estándose lavando en el río[107]; ó por haber alzado los ojos á mirar con menos respeto, y por otras causas semejantes, hacerlos esclavos para siempre[108].

Cuando unos Naturales tenían pleytos, ó diferencias con otros, sobre materias de hacienda é interese, ó sobre injurias y daños recibidos en las personas, se nombraban ancianos de la misma parcialidad, que los oían, las partes presentes, y habiendo de haber probanzas llevaban allí los testigos, y por lo que se hallaba, luego juzgaban la causa, segun lo que se había usado en semejantes ocasiones por sus pasados, y aquello se guardaba y ejecutaba, sin otra réplica ni dilación[109].

Sus leyes, en todas las islas eran de la misma manera, por tradiciones y costumbres de los antiguos, sin haber cosa escrita[110]; en unas provincias había diferentes costumbres que en otras, en algunas cosas, aunque en lo más convenían, y conformaban generalmente en todas las islas[111].

Tres estados de personas hay entre los Naturales de estas islas, en que se divide su república; principales, de quien ya se dicho; y Timaguas que es lo mismo que plebeyos; y esclavos así de principales como de Timaguas[112].

Estos esclavos eran en muchas maneras; unos son de todo servicio y esclavonía, como los que nosotros tenemos, y estos se llaman Saguiguilires[113], que servían de las puertas adentro, y lo mismo los hijos que dellos procedían.

Otros, que tienen sus casas pobladas, con su familia fuera de la casa de su señor, y vienen á tiempo á ayudarles en sus sementeras y cosechas, y en las esquifazones cuando se embarcan, y en la fábrica de sus casas cuando las hacen, y á servir en su casa cuando hay huéspedes de cumplimiento, y tiene obligacion, cada y cuando que el señor los envía á llamar, de venir á su casa, y servirle en este ministerio, sin paga ni estipendio alguno, y estos se llaman esclavos Namamahayes[114], y sus hijos y descendientes, son esclavos de la misma calidad. Destos esclavos Siguiguilires, y Namamahayes, hay unos, que son esclavos enteros, y otros medio esclavos, y otros cuarta parte esclavos. Y acaece desta manera, que si el padre ó la madre era libre alguno dellos, y tenían un solo hijo, éste era la mitad libre y la mitad esclavo; si tenían más de un hijo, se repartían en esta forma: que el primero sigue la condicion del padre, libre ó esclavo, y el segundo la de la madre; y si había nones, este postrero quedaba mitad libre y mitad esclavo; y los que destos descendían, siendo hijos de libre padre ó madre, quedaban en sola la cuarta parte esclavos, por ser hijos de padre ó madre libres, y de medio esclavo. Estos medio esclavos ó cuarta parte esclavos, Saguiguilires ó Namamahayes, sirven á sus señores una luna sí, y otra no; y á este respeto, como es la tal esclavonía[115].

De la misma manera acaece en particiones entre herederos, caber un esclavo á muchos, y sirve á cada uno el tiempo que le toca; cuando un esclavo no es entero sino medio ó cuarta parte esclavo, tiene derecho (por la parte que toca á su libertad) de compeler á su señor, le ahorre por lo que fuere justo[116], y este precio se trata y modera por personas, segun la calidad de la esclavonía, Saguiguilir ó Namamahay, medio esclavo, ó cuarta parte esclavo; pero si es esclavo entero, no puede ser compelido el señor, á que lo rescate ni ahorre por ningun precio.

Entre los Naturales, el precio comun de un esclavo Saguiguilir suele ser: cuando mucho diez taes de oro bueno, que valen ochenta pesos[117], y si es Namamahay la mitad, y á este respeto los demas, teniendo consideracion á la persona y edad.

No hay principio cierto, de do procediesen entre estos Naturales estas esclavonías, porque todos son de las islas, y no forasteros; entiéndese que los hicieron en sus guerras y diferencias, y lo mas cierto es, que los que mas podían, hacían y tomaban por esclavos á los otros, por ligeras causas y ocasiones; y las mas veces, por empréstitos y contratos usurarios, que entre ellos corrían, creciendo con la dilacion la paga, la suerte, y deuda, hasta quedar por esclavos; y así, todas estas esclavonías tienen principios violentos é injustos, y sobre ellas son los mas pleytos, que hay entre los Naturales, con que ocupan los jueces en el fuero esterior, y á los confesores, en el de la conciencia[118].

Estos esclavos son la mayor hacienda y caudal, que los Naturales destas islas tienen, por serles muy útiles y necesarios para sus labores y haciendas; y entre ellos se venden, truecan y contratan, como cualquier otra mercadería, de unos pueblos á otros, y de unas provincias á otras; y lo mismo, de unas islas á otras. Por lo cual, y por ahorrar de tantos pleytos, como habría si se hubiese de tratar destas esclavonías, y de su origen y principio, se conservan y tienen, como antes las tenían[119].

Sus casamientos destos Naturales, comunmente, y de ordinario eran y son, principales con principalas; Timaguas con los desta calidad; y los esclavos con los de su género; y otras veces se mezclan unos con otros[120]. Tenían una mujer, con quien se casaban, por la mujer verdadera y señora de la casa, que se llamaba Inasaba[121], y á vueltas della, otras como amigas. Los hijos de la primera eran tenidos por legítimos, y herederos enteros de los padres, y los que de las otras habían, por no tales, y dejábanles algo señaladamente[122], pero no heredaban.

La dote, la llevaba el varon, y se la daban sus padres; y la mujer, no llevan[123] nada al matrimonio, hasta haberlo heredado de los suyos[124]. La solemnidad del casamiento no era mas que concertarse entre los padres y parientes de los contrayentes, y pagar la dote que concertó al padre de la casada[125], y juntarse en casa de los padres de la mujer toda la parentela, á comer y beber todo el día hasta caer; y á la noche, la llevaba el varon á su casa y poder, y allí se quedaba. Apartábanse, y disolvían este casamiento por ligeras ocasiones, vista y juicio de los deudos de ambas partes, y de los ancianos que intervenían á ello[126]; y entonces, volvía la dote recibida al varon, que llaman Vigadicaya[127], sino fuese que se apartaban por culpa del marido, que entonces no se la volvían, y quedaban con ella los padres de la mujer.

Los bienes que habían ganado juntos, se partían á medias, cada uno disponía de los suyos, y si tenía algunas granjerías, de que no supiese ni participase su consorte, las adquiría para sí á solas.

Prohijábanse los unos á los otros en presencia de los parientes; y el proahijado daba y entregaba lo que tenía de presente al que le prohijaba; y con eso, quedaba en su casa y poder, y con derecho de heredarle, entre los otros hijos[128].

Los adulterios no eran punibles corporalmente, pagando el adúltero al agraviado lo que se juzgaba por los ancianos, y lo que ellos se convenían; se remitía la injuria, y quedaba el marido desagraviado y con su honra, y hacía vida con su mujer; sin que se hablase mas en aquello[129].

En las herencias, todos los hijos legítimos heredaban por igual á sus padres los bienes por ellos adquiridos, y si había algunos muebles ó raices que hubiesen habido de sus padres, no teniendo hijos legítimos de Inasaba, venían á los parientes mas propinquos, transversales, de aquel tronco; esto, así por testamento, como sin él; en el otorgamiento del cual, no había mas solemnidad que dejarlo escrito ó dicho á boca, delante de personas conocidas[130].

Si algun principal era señor de Barangaí, en este sucedía el hijo mayor de Inasaba, y á falta dél, el siguiente, y á falta de hijos varones, las hijas por la misma orden; y á falta de sucesores legítimos, volvía la sucesion al pariente mas cercano, de la línea y parentela del principal, último poseedor[131].

Si algun Natural que tuviese esclavas, se amanceba con alguna dellas, y tenía hijos en la tal esclava, eran libres los hijos y la esclava[132], pero, si no había híjos en ella, no lo quedaba.

Estos hijos de esclava, y los habidos en mujer casada, eran tenidos por mal nacidos, y no sucedían con los demas herederos en herencia, ni los padres tenían obligacion á dejarles cosa alguna, ni aunque fuesen hijos de principales, sucedían en la nobleza, ni principalía de los padres, ni privilegios della, sino que quedaban, y se contaban en el número y orden de los otros Timaguas Plebeyos[133].

Sus contratos, y negociaciones destos Naturales, comunmente eran ilícitos, teniendo atencion cada uno, ó como mejor haría su negocio y interese[134].

El empréstito con ganancia era muy ordinario y practicado, corriendo muchos intereses excesivos, doblando y acrecentando la deuda todo el tiempo que se dilataba la paga, hasta tomar al deudor lo que tenía de caudal, y la persona y sus hijos (cuando mas no tenía) por esclavos[135].

Su comun negociar era por rescate de unas cosas por otras, de bastimentos, mantas, ganados, y aves, tierras, casas, y sementeras y esclavos; pesquerías, palmas, nipales y montes; y algunas veces, interviniendo precio, que se pagaba en oro, como se convenían; y en campanas de metal, venidas de China, que tienen por preciosas alhajas, y son como cazuelas grandes y muy sonoras[136], y las tañen en sus fiestas, y las llevan en las embarcaciones á la guerra, en lugar, de tambores, y otros instrumentos. Había muchas veces dilaciones y plazos para algunas pagas, y fiadores que intervenían obligándose, pero siempre con ganancias, é intereses usurarios, y muy excesivos.

Los delitos se castigaban á pedimento de los agraviados; en particular los hurtos con mas severidad, haciendo esclavos á los ladrones, y á veces matándolos[137]; y lo mismo las injurias por palabra; particularmente hechas á los principales, teniendo entre sí muchas cosas, y palabras por de suma injuria y escarnio, dichas á hombres y mujeres, que se perdonaban peor, y con mas dificultad que las hechas en la persona, hiriendo ó ofendiendo por obra[138].

Los amancebamientos, estupros é incestos, no se hacía caso dellos, como no fuese de Timagua en persona de principala, y era muy de ordinario, el que se casaba, haber estado amancebado (con la hermana de la que se casaba) mucho tiempo, y aun antes de juntarse con su mujer, tener mucho tiempo acceso con su suegra; mayormente, si la casada era de poca edad, hasta que la tuviese bastante, esto á vista de toda la parentela[139].

Los solteros se llaman Bagontaos[140], y las mozas por casar Dalagas. Unos y otros son gente de poca continencia, y desde muy niños, se juntan y mezclan, con facilidad y poco recato, y sin que entre ellos sea cosa de sentimiento, ni lo hagan los padres, hermanos ni deudos; mayormente si hay materia de interese de por medio, que poco basta, para con los unos y otros[141].

Todo el tiempo, que estos Naturales vivieron en su gentilidad, no se les sintió tocasen en el pecado nefando contra natura; despues de entrados los Españoles en la tierra, con su comunicacion, y mas, con la de los Sangleyes, que han venido de la China, que son muy dados á este vicio, se ha pegado algo, así á varones como hembras, y no ha faltado en que entender en esta materia[142].

Los naturales de las islas de Pintados, especialmente las mujeres, son muy viciosas y sensuales, y la malicia entre ellos ha inventado maneras torpes de juntarse las mujeres, y los varones, y han acostumbrado una, que desde muchachos, los varones hacen un agujero, con artificio en su miembro viril, por junto á la cabeza, y encajan en ella una cabezuela de serpiente, ó de metal ó marfil, y pásanle un pernete de lo mismo por el agujero, para que no se les salga, y con este artificio se juntan con la mujer, sin poderlo sacar despues del coito en mucho rato, de que se envician y deleitan de manera, que aunque vierten mucha sangre, y reciben otros daños, pasan por ellos; llámanse estos artificios, sagras, y hay muy pocas, porque, despues que se hacen cristianos, se anda con cuidado, para quitárselas, y no consentir que lo usen, que se ha remediado en la mayor parte.

Herbolarios y hechiceros ha habido comunmente entre estos Naturales; estos[143], no se castigaban ni prohibían entre ellos, entretanto que no causaban algún daño particular, que pocas veces se podía averiguar ni tratar dello.

Había tambien hombres, que tenían por oficio estuprar, y quitar la virginidad á las doncellas, y se las llevaban y pagaban, para que lo hiciesen, teniendo por estorbo é impedimento, cuando se casaban, que fuesen vírgenes[144].

En las cosas de su religion, procedían mas bárbaramente, y con mayor ceguedad que en todo lo demas; porque, sobre ser gentiles, y que no tenían conocimiento alguno de Dios verdadero[145], ni discurrían por camino de razon para hallarle, ni afijaban en ninguno. El Demonio los engañaba de ordinario, con mil errores y ceguedades; parecíales en diferentes formas, horribles y espantosas y de animales fieros, con que le temían y temblaban del, y le adoraban las mas veces, haciéndole figuras de dichas formas[146], que tenían en cuevas y casas particulares, donde le ofrecían perfumes y olores, y comidas y frutas[147] que llaman Anitos[148].

Otros adoraban el sol y la luna, haciendo fiestas y borracheras en la conjuncion[149]; y algunos adoraban un ave que hay, pintada de amarillo en los montes que llaman Batala[150]; y comunmente, adoraban y reverenciaban á los caimanes, cuando los vían, hincándose de rodillas, y poniendo las manos, por los daños que dellos reciben; entendiendo que con esto se aplacarían y los dejarían.

Sus juramentos, execraciones y promesas, todos son, como atras queda tocado, que el Buhaya te coma si no dijeres verdad, y cumplieres lo que prometes, y cosas semejantes.

En todas estas islas no hubo templos, ni casas comunes de adoraciones de ídolos, sino que cada uno tenía y hacía en su casa[151] sus anitos sin ceremonia ni solemnidad cierta, ni había sacerdotes ni religiosos, que administrasen las cosas de la religion, sino era algunos viejos y viejas, que llaman Catalonas, grandes hechiceros y brujos que traían engañados á los demas, y les comunicaban sus deseos y necesidades, y les respondían mil desvaríos y mentiras, y hacían oraciones y otras ceremonias á los ídolos por sus enfermos; creyendo en agüeros y supersticiones, que el demonio les persuadía, con que decían, sanaba ó moría el doliente[152]. Estas eran sus curas y diligencias, usando de suertes para todos sucesos, por varias maneras; y en todo, con tan poca asistencia, aparato y fundamento, cual permitió Dios, para que los hallase en mejor disposicion por esta parte la predicacion del santo Evangelio, para que conociesen la verdad mas facilmente, y hubiese menos que hacer en sacarlos de sus tinieblas, y errores en que el demonio los tuvo muchos años. Jamas le sacrificaron hombres, como en otros reynos se hace. Creían que había otra vida, con premio para los que habían sido valientes, y hecho hazañas, y con penas, para los que mal habían hecho, pero no sabían cómo ni donde esto fuese[153].

Enterraban sus muertos en sus propias casas, teniendo en cajas sus cuerpos y huesos, mucho tiempo, y venerando sus calaveras, como si fueran vivos y los tuvieran presentes[154]. No habia en sus actos funerales, pompa, ni acompañamientos, si solo de los de su casa[155], donde despues de llorado el difunto, todo se convirtía en comida y borrachera, entre todos los parientes y amigos[156].

Comenzaron á venir á la isla de Luzon, pocos años antes que los Españoles la pacificasen, particularmente á la poblazon de Manila y Tondo, algunos naturales de la isla de Borneo, con sus contrataciones; y se casaban los de una isla con los de la otra. Estos son Mahometanos, é ya iban introduciendo entre estos Naturales su secta, dándoles cartillas, ceremonias y forma de guardarla, por algunos Gazizes[157] que consigo traían, y ya muchos y los mas principales comenzaban (aunque á remiendos) á ser moros, retajándose[158] y poniéndose nombres de moros, que si la entrada de los Españoles tardara mas, cundiera esta secta por toda la isla, y aun por las demas, y fuera mala de desarraigar dellas. La misericordia de Dios lo remedió con tiempo; de manera, que por ser tan en los principios, se desterró destas islas, y se libraron della, en todo lo que los Españoles tienen pacífico, y está en el gobierno de las Filipinas, estando muy cundida y ampliada en las demas islas, que estan fuera de este gobierno, que ya los naturales de casi todas ellas son moros Mahometanos, regidos é industriados por sus Gazizes, y otros morabitos, que les vienen á predicar y enseñar á menudo, por el estrecho de Malaca y mar Rojo, por do navegan á estas islas.

La entrada de los Españoles, desde el año de mil y quinientos y sesenta y cuatro, en estas islas Filipinas, y la pacificacion y conversion que en ellas han hecho, y su modo de gobierno, y lo que en estos años su Magestad ha producido para el bien dellas, ha causado novedad en muchas cosas, cual lo suelen tener los reynos y provincias que mudan ley y señor. Y lo primero ha sido, que demas del nombre de Filipinas, que tomaron y recibieron desde el principio de su conquista, todas las islas son ya un nuevo reyno y señorío, á que la Magestad de Filipo segundo, nuestro señor, puso nombre, nuevo reyno de Castilla[159], de que por su real privilegio, hizo cabeza á la ciudad de Manila, dándole por particular merced entre otras, escudo de armas con corona, elegidas y señaladas por su real persona, que son el escudo partido por lo largo, y en la parte superior Castilla en campo rojo, y en la inferior un leon de oro coronado rapante, con una espada desnuda en la mano derecha, y el medio cuerpo de figura de delfin sobre las aguas de la mar, significando que por ella pasaron los Españoles con las armas, á conquistar este reyno, por la corona de Castilla.

La ciudad de Manila fundó el adelantado Miguel Lopez de Legazpi, primer gobernador de las Filipinas, en la isla de Luzon, en el mismo sitio que Rajamora tenía su poblazon y fuerte (como se ha dicho mas de propósito), á la boca del río que desagua en la bahía, en una punta que se hace entre el rio y la mar; ocupóla toda con esta poblazon, y repartióla á los Españoles, por solares iguales, con calles y cuadras bien concertadas, derechas y á nivel, dejando plaza mayor bastante en cuadro, donde puso la iglesia mayor y casas de la ciudad; otra plaza de armas, en que estaba el fuerte[160], y allí tambien las casas reales; dió sitios á los monasterios[161], y hospital y ermitas, que se habían de poblar, como ciudad que había de crecer, y aumentarse cada día como ya lo está; porque, en el discurso del tiempo, que ha se ganó, se ha ilustrado, como la que mas en todas aquellas partes.

Es toda la ciudad cercada de muralla de cantería, ancha mas de dos varas y media, y en partes mas de tres, con cubos y traveses á trechos[162]; tiene una fortaleza de sillería, á la punta que guarda la barra, y el río con un rebellin junto al agua, que tiene algunas piezas gruesas de artillería, que juegan á la mar y al río, y otras en lo alto, para defensa de la barra, sin otras medianas de campaña, y pedreros, con sus bóvedas, para bastimentos y municiones, y un almacen de la pólvora muy guardado, su plaza dentro, con pozo copioso de agua dulce; alojamientos de soldados y artilleros, y casa de alcayde. Está fortificada de nuevo, por la parte de tierra á la plaza de armas, donde tiene la entrada, con una buena muralla, y dos orejones guarnecidos de artillería, que juega cortando la muralla y puerta; tiene esta fortaleza, llamada Santiago, una escuadra de treinta soldados con sus oficiales, y ocho artilleros que guardan la puerta, y entrada por sus cuartos, á cargo de un alcayde que vive dentro, y la tiene su guardia, y custodia.

Otra fortaleza, asímismo de piedra, hay en la misma muralla, á tiro de culebrina, al campo del lienzo, que corre por la marina de la bahía, que se llama Nuestra Señora de Guía; es un cubo muy grande, redondo con su patio, agua, y alojamientos, y almacenes dentro y otras oficinas, con un traves, que sale á la marina, en que hay una docena de piezas grandes y medianas, que juegan á la bahía, y barren la muralla, que corre por ella hasta la puerta y fuerte de Santiago; á esotra parte tiene un orejon grande, con cuatro piezas gruesas, que juegan la marina adelante, hácia la ermita de Nuestra Señora de Guía; la puerta y entrada es por dentro de la ciudad, guardada con una escuadra de veinte soldados, con sus oficiales y seis artilleros, un alcayde con su teniente, que moran dentro.

A la parte de tierra, por do corre la muralla, tiene un baluarte, llamado San Andres, con seis piezas de artillería, que juegan á todas partes, y algunos pedreros; y mas adelante, otro traves, llamado San Gabriel, frontero del Parián de los Sangleyes, con otra tanta artillería, y ambos con algunos soldados y guardia ordinaria.

La muralla tiene bastante altura, con pretiles y almenas para su defensa á lo moderno; terná de box, que se anda todo por lo alto, una legua, con muchas escalas anchas, de la misma sillería, á trechos por de dentro, y con tres puertas principales de ciudad, á la parte de la tierra, y otros muchos postigos al río y marina, para el servicio de la ciudad en partes convenientes, que unas y otras se cierran antes de anochecer, con la ronda ordinaria y se llevan las llaves al cuerpo de guardia, de las casas reales; y á la mañana, siendo de día, vuelve con ellas la ronda á abrir la ciudad[163].

En la plaza de armas estan los almacenes reales, en que se guarda y entra todo lo que es municiones y bastimentos, jarcia, hierro, cobre, plomo, artillería, arcabuces, y otras cosas de la hacienda real, con sus ministros y oficiales particulares, que está á cargo de los oficiales reales.

Junto á estos almacenes está la casa de la pólvora, con su maestro, oficiales y forzados, en que de ordinario muelen treinta morteros pólvora, y se refina lo que se daña[164].

En otra parte de la ciudad, en sitio conveniente, está la casa de la fundición de la artillería, con sus moldes, hornos é instrumentos, fundidores y oficiales que la labran[165].

Las casas reales son muy hermosas, y de buena vista y aposento, con mucho ventanaje á la mar, y sobre la plaza de armas, todas de cantería, con dos patios, con corredores altos y bajos, de pilares gruesos; dentro posa el gobernador, y Presidente con su familia; hay sala de la audiencia real, oficios de escribano de cámara de la audiencia, y escribano de gobernación, y otras piezas para la caja real, y ministerio de oficiales reales, y un portal grande á la calle, con dos puertas principales, donde está el cuerpo de guardia, con una compañía de arcabuceros de paga, que cada día entra de guardia, con su bandera y otra casa enfrente, la calle en medio para la caja real, y quien la tiene á cargo[166].

Las casas del Cabildo, que están en la plaza, son de cantería, de muy buena vista y buenas salas; en lo bajo, es la Carcel, y audiencia de alcaldes ordinarios[167].

En la misma plaza está la Iglesia mayor, de cantería de tres naves, con su capilla mayor, y coro de sillas altas y bajas, cercado de rejas, adornado de órgano, atriles, y lo demas necesario, sacristías y sus aposentos y oficinas.

Dentro de la ciudad es el monasterio de San Agustín, muy grande y copioso de dormitorios, y refectorio y oficinas[168]; vase acabando un templo, que es un edificio de los más suntuosos que hay en aquellas partes; tiene de ordinario este convento cincuenta religiosos.

El monasterio de Santo Domingo está en los muros adentro, que será de cuarenta religiosos: era de piedra, y muy bién fabricado de iglesia, casa y todas oficinas; estáse labrando de nuevo mucho mejor, porque se quemó todo, en el incendio de la ciudad, del año de seiscientos y tres.

El monasterio de San Francisco está mas adelante, bien fabricado de piedra, y se va haciendo iglesia nueva; será de cuarenta religiosos descalzos.

El colegio de la Compañia de JESVS está fundado junto á la fortaleza de Nuestra Señora de Guía; es de veinte religiosos de su Orden, con buena casa é iglesia de piedra; tienen estudios de latinidad, artes, y casos de conciencia, y junto á sí un colegio y convitorio de estudiantes Españoles con su Rector, que traen mantos de jergueta leonada, y becas coloradas[169].

Á otra parte, hay una buena casa cerrada, con su iglesia de cantería, llamada San Andres y Santa Potenciana, patronazgo real, en que vive una Rectora, con torno y locutorio, y otras ayudantes de confianza, donde se recogen mujeres necesitadas, y doncellas de la ciudad, en forma de emparedamiento, y de allí salen casadas unas, y otras están permanentes, con su casa de labor y coro, á quienes socorre su Magestad, con parte de su sustento, y lo demas se provee de sus labores y haciendas; tienen su mayordomo y administrador sacerdote[170].

Á otra parte hay un hospital real de Españoles, con médico, boticario, cirujanos, administradores y sirvientes, labrado de cantería con su iglesia, salas de enfermos y servicio de camas, en que se curan todos los Españoles; y de ordinario está muy poblado, y es del patronazgo real y su Magestad lo provee, de lo mas que ha menester; estan en él por superintendentes tres religiosos descalzos de San Francisco, que son de mucho provecho para el regalo corporal, y espiritual de los enfermos; quemóse en el incendio del año pasado, de seiscientos y tres, y vase edificando de nuevo.

Hay otro hospital de la misericordia[171], á cargo de la cofradía deste nombre, que se fundó en la ciudad de Manila, con hermandad de la misericordia de Lisboa, y de las otras hermandades de la India, y con bulas apostólicas para obras de caridad, enterrar muertos, mantener pobres vergonzantes, casar huérfanas, y remediar muchas necesidades; y en él curan los esclavos de la ciudad, y dan aposentos á mujeres pobres[172].

Junto al monasterio de San Francisco, hay el hospital de los Naturales[173], del patronazgo real, que lo fundó de limosnas un santo fraile lego de San Francisco, llamado fray Juan Clemente, en que se curan mucho número de Naturales, de todas enfermedades, con mucho regalo y cuidado; tiene buena casa y oficinas de cantería, y adminístranlo los religiosos descalzos de San Francisco, en que hay tres sacerdotes de asiento, y cuatro legos de vida ejemplar, que con médicos, cirujanos, y boticarios del hospital, tan diestros y aprobados, que hacen por sus manos curas maravillosas, así de medicina como de cirujía.

Las calles de la ciudad son bien pobladas de casas, las mas de cantería, y algunas de madera, muchas tejadas de teja de barro, y otras de nipa, buenos edificios, altos y anchurosos con piezas grandes, muchas ventanas y balcones, y rejas de hierro, que las adornan; y cada día se van fabricando y perfeccionando mas. Serán seiscientas casas, las que hay de las murallas adentro, sin mas de otras tantas que hay de madera, fuera en los arrabales, todas son vivienda y poblazon de los Españoles.

Las calles, y plazas é iglesias, están muy llenas de ordinario de gente de toda suerte; especialmente de Españoles, todos vestidos y aderezados curiosamente de seda, hombres y mujeres, con muchas galas, y todos trajes, por la comodidad que para esto tienen: de manera, que es una de las poblazones mas alabada de los forasteros que á ella acuden, que hay en el mundo: así por esto, como por mucha provision, y abundancia que en ella se halla, de bastimentos, y lo demas necesario para la vida humana, y á precios moderados.

Manila tiene dos salidas de recreacion, por tierra la una, por la punta que se llama de Nra. Señora de Guia, cerca de una legua por la marina, que es limpia y muy llana; y por una calle y poblazon de Naturales, llamada Bagunbayan, hasta una hermita muy devota, llamada Nra. Señora de Guia, y pasa adelante buen trecho, hasta un monasterio y doctrina de Agustinos, llamada Mahalat[174].

La otra es, por una puerta de la ciudad, á una poblazon de Naturales, llamada de Laguio[175], por do se sale á una hermita de San Anton, y á un monasterio y doctrina de Franciscos descalzos, de mucha devocion, llamada la Candelaria de la ciudad[176].

Esta es la cabeza del reyno, y gobierno de todas las islas, y Metrópoli de las demas ciudades y poblazones dellas, en que reside la audiencia y chancillería de su Magestad, y el gobernador y capitan general de las islas.

Tiene cabildo de ciudad, con dos alcaldes ordinarios, doce regidores perpetuos, alguacil mayor, y alferez real, escribano de cabildo, y demas oficiales.

Reside en esta ciudad el Arzobispo de las Filipinas, con su iglesia Metropolitana, con todas dignidades, canongías, raciones, y medias raciones, capellanes, sacristanes, capilla de música, de canto de órgano, y de ministriles, y todo ornato y aderezo, en que se celebran los divinos oficios, con toda gravedad y solemnidad; tiene por sufragáneos los tres obispos que hay, en las islas de Sebú, Cagayan y Camarines.

Hay caja real, con tres oficiales reales, factor contador y tesorero, por cuya mano se administra la hacienda real, de todas las islas[177].

Desde esta ciudad de Manila se despachan los navíos, que cada año hacen viaje á la Nueva España, con las mercaderías, y empleos de todas las islas, y á ella vuelven de la Nueva España, con lo procedido destas mercaderías, y socorros ordinarios.

En ella reside de asiento el campo de la soldadesca de paga, que su Magestad mandó hubiese en las islas.

En Manila asimismo residen algunas galeras, con su general y capitanes, y otros navíos de alto borde de armada, y otros menores á la usanza de la tierra, para acudir á las necesidades de todas las islas.

Á la bahía y rio de Manila acude todo el golpe de navíos de China, Japon, Maluco, Borney, Sian, Malaca y la India, que vienen á las Filipinas, con sus mercaderías y contrataciones, y aquí las venden y rescatan, para todas las islas y poblazones dellas[178].

En la provincia de la misma isla de Luzon, se fundó la ciudad de Segovia[179] en tiempo de don Gonzalo Ronquillo, tercero gobernador; es de docientos vecinos Españoles, poblados en casas de madera, á la ribera del río Tajo, dos leguas de la mar y puerto de Camalayuga; tiene un fuerte de piedra junto á la ciudad, para defensa della y del río, con alguna artillería, y su alcaide; tiene de ordinario fuera de los vecinos, cien soldados de paga, arcabuceros, con sus oficiales, á cargo y gobierno del alcalde mayor de la provincia, que es capitan á guerra.

Reside en esta ciudad un obispo con su Iglesia, aunque agora sin dignidades ni prebendados; hay cabildo de ciudad, con dos alcaldes, seis regidores, y alguacil mayor; es abundante de todo género de bastimentos y regalos á precios muy baratos.

En la provincia de Camarines, de la misma isla de Luzon, está poblada la ciudad de Cáceres[180], de tiempo del doctor Sande, gobernador de las Filipinas; será de cien vecinos Españoles, con su Cabildo de alcaldes, regidores y oficiales; tiene en ella asiento un obispo desta provincia con su iglesia, sin dignidades, ni prebendados, y hay un monasterio de descalzos de San Francisco. El gobierno y cosas de la guerra desta provincia, estan á cargo de un alcalde mayor, capitan á guerra, que reside en Cáceres; es lugar regalado y proveido de todos bastimentos, á precios muy baratos; la tierra adentro, cuatro leguas de la mar, fundada á la orilla de un río, con las casas de madera.

La cuarta ciudad es la del santísimo nombre de JESVS[181], en la isla de Sebú, provincia de Bisayas, ó Pintados, que fué la primera poblazon de Españoles, que fundó el adelantado Miguel Lopez de Legazpi, primer gobernador, con un hermoso puerto de mar, bien limpio y fondable, y capaz para muchos navios, y tiene un fuerte de piedra muy bueno, con cantidad de artillería, con su alcalde y oficiales; tiene obispo con su iglesia, como las de otras ciudades destas islas, sin prebendados.

Esta ciudad es proveida de bastimentos, y hacen en ella escala, de los navios que vienen de Maluco, á Manila, y por merced de su Magestad, tienen un navío, de alto borde de carga, que suele salir de su puerto para la Nueva España, con las mercaderías de los frutos que se cogen en aquellas provincias. Tiene un monasterio de religiosos de San Agustin, y un colegio de la compañía de JESVS.

En la isla de Oton[182], está poblada la villa de Arévalo[183], de tiempo del gobernador don Gonzalo Ronquillo; será de ochenta vecinos Españoles, junto á la mar con un fuerte de madera, con alguna artillería; con un monasterio de la orden de San Agustin, y una iglesia parroquial, con vicario y cura secular, de la diócesi del obispado de Sebú.

Tiene cabildo de alcaldes, y regidores, y otros oficiales, y un alcalde mayor, y cabo de la guerra de aquellas provincias; es muy abastecida de todos bastimentos, y á precios muy baratos.

La poblazon de la villa Fernandina[184], que se fundó en la isla de Luzon, en la provincia de los Ilocos, está despoblada de Españoles, hay en ella muy pocos, y una iglesia con vicario y cura secular, de que no se hace ya mencion por lo dicho; reside en ella el alcalde mayor de la provincia, y es diócesi del obispado de Cagayan.

Desde que se comenzó la conquista, y pacificación de las islas Filipinas, se trató de la predicación en ellas del santo Evangelio, y conversion de los Naturales á nuestra santa Fé católica, en que los primeros que pusieron la mano, fueron los religiosos de la orden de San Agustin[185], que pasaron con el adelantado Legazpi, en el armada, que fué á su descubrimiento, y los que después de la misma orden pasaron á entender en esta obra, que con mucho fervor y cuidado trabajaron en ella; de suerte, que hallando la mies en buena sazon, cogieron della los primeros frutos[186], convirtiendo y bautizando muchos infieles, en todas partes de las dichas islas.

Tras dellos, á la fama desta conversión, pasaron á las islas por via de la Nueva España, religiosos descalzos de la orden de San Francisco; y después de la de Santo Domingo[187], y de la compañia de JESVS; y últimamente recoletos descalzos Agustinos, que unos y otros, haciendo asientos en las islas, trabajan en la conversion y doctrina de los Naturales; de manera, que han hecho, y hay de presente, en todas las islas, gran de número de Naturales bautizados, sin otros muchos, que por falta de ministros, estan entretenidos en muchas partes, esperando este bien, y sacerdotes que los administren[188]. Lo que es doctrinas de clérigos seculares, hasta agora hay pocas, por haber pasado pocos á las islas, y haberse ordenado en ellas muy raros, por falta de estudiantes.

La orden de San Agustin tiene en las islas de Pintados muchas doctrinas, con monasterios poblados, y otras visitas, y en la isla de Luzon, las de la provincia de Ilocos, y algunas en Pangasinan, y todas las de Pampanga, que son muchos monasterios, y en la provincia de Manila y su comarca, otras muy buenas.

La orden de Santo Domingo tiene las doctrinas de la provincia de Cagayan, y otras en la provincia de Pangasinan, en que tienen muchos monasterios y visitas, fuera de otros, que tambien administran, al rededor de la ciudad.

La orden de San Francisco tiene algunas doctrinas y monasterios, al rededor de Manila, y toda la provincia de Camarines, y la contracosta della, y la laguna de Bay, que son muchas doctrinas.

La compañía de JESVS tiene al rededor de Manila tres doctrinas grandes, y de muchas visitas, y en los Pintados otras muchas, en las islas de Sebú, Leite, Ibabao y Samar, y Bohol, y otras de su comarca, con buenos sujetos y curiosos, en la conversion de los Naturales.

Estas cuatro religiones han hecho mucho fruto en la conversion destas islas, como está dicho, y en realidad de verdad, han tomado bien las cosas de la Fé[189], como gente de tan buenos ingenios[190], y que han conocido los errores de su gentilidad, y verdades de la religion cristiana, teniendo buenas iglesias, y monasterios de madera, bien fabricados, con retablos y lucidos ornamentos, y todo servicio, cruces, candeleros, y cálices de plata y oro, muchas devociones y cofradías, continuacion de sacramentos, y asistencia en los oficios divinos, y cuidado de regalar y sustentar sus religiosos, con grande obediencia y respeto, que les tienen, con muchas limosnas que les hacen, y con las que dan por los sufragios, y entierros de sus difuntos, á que acuden con toda puntualidad y largueza[191].

Junto con tratar los religiosos en sus doctrinas de las cosas de la religion de los Naturales, trabajan en adestrarlos en cosas de pulicia suya, teniendo escuelas de leer, y escribir, para los muchachos en español[192]; enseñándoles, á servir la iglesia, canto llano, y canto de órgano, y tocar ministriles, danzar, cantar, y tañer harpas, guitarras y otros instrumentos, en que ya hay tanta destreza; especialmente, al rededor de Manila, que hay muy buenas capillas de cantores y de ministriles, de los Naturales, diestros y de buenas voces, y muchos danzantes y músicos, de los demas instrumentos[193], que solemnizan y adornan las fiestas del Santísimo Sacramento, y otras muchas del año; y representan autos, y comedias en español, y en su lengua con buena gracia, que esto se debe al cuidado y curiosidad de los religiosos; que sin cansarse entienden en su aprovechamiento[194].

No hay en estas islas provincia ni poblazon de Naturales, que resista la conversion, y no la desee[195]; pero, como se ha dicho, se les entretiene en algunas el bautismo, por falta de obreros que queden con ellos, para que no retrocedan y vuelvan á sus idolatrías; y en esto se hace lo que se puede, siendo las doctrinas, muy grandes y largas, valiéndose en muchas partes los religiosos de Naturales que tienen, diestros y bien enseñados en las visitas, para que enseñen á los demas á rezar cada día, y tengan cuenta con ellos en las demas cosas tocantes á la religion, y que vengan á misa, á las cabeceras, y así se conservan y entretienen.

Hasta aquí las religiones que tienen estas doctrinas (por la omnímoda, y otras concesiones apostólicas) han hecho la conversión, y administrado los sacramentos, y tratado las causas espirituales y temporales, eclesiásticas de los Naturales, y dispensando sus impedimentos; pero ya que hay Arzobispos y Obispos, esto se va acortando, y asentando, el tratar destas causas, como vicarios suyos, aunque no está tan en punto, ni recibida la administracion destos Naturales, por vía de justicia, y á visita y superintendencia de los Obispos, como de su parte se procura[196].

El gobernador y audiencia real de Manila asisten á lo que conviene proveer y encaminar para el mejor espediente, y aumento desta conversion, y administracion de los Naturales, y sus doctrinas; así, haciendo á los encomenderos que acudan á los religiosos é iglesias de las encomiendas, que gozan, con los estipendios, y gastos necesarios de las doctrinas; como proveyendo de la hacienda real, lo que desto le toca, que no es lo menos[197], ordenando cualesquier otras cosas que se ofrecen proveer, y remediar, en orden á las dichas doctrinas, y aprovechamiento de los Naturales, á que también se acude por parte del Arzobispo y Obispos, en lo que es de su cargo y oficio de pastores.

El santo oficio de la Inquisición, que reside en Méjico de la Nueva España, tiene en Manila, y en los Obispados de las islas, sus comisarios, familiares y ministros, para las causas tocantes al santo oficio, en que no falta siempre que hacer[198], por la entrada de tantos forasteros en aquellas partes; aunque, este santo tribunal no conoce de las causas tocantes á los Naturales, por ser tan nuevamente convertidos[199].

Todas estas islas estan pacíficas, y se gobiernan desde Manila, teniendo Alcaldes mayores, corregidores y tenientes, que cada uno en su distrito y provincia gobierna y hace justicia; las apelaciones de sus autos y sentencias van á la audiencia real, y en lo que es el gobierno y la guerra, lo provee el gobernador y capitan general.

Los principales, que antes tenían en sujeción á los demas Naturales, ya no tienen poder sobre ellos, en la manera que tiránicamente solían, que no fué el menor beneficio, que estos Naturales han recibido, en haber salido de tal servidumbre[200]; si bien es verdad que lo que es las esclavonias, de atrás han quedado en pié como antes[201], y el rey nro. Señor mandó por sus cédulas, que á los principales se les guardasen las honras de tales, y los demás los reconociesen, y les acudiesen con algunas obras[202], de las que con su gentilidad solían; y así se hace con los señores y poseedores de Barangayes, que los que son de aquel barangay estan debajo de su gobierno; y cuando coge su arroz, van un día á ayudarle, y lo mismo si hace la casa, ó la repara de nuevo; y este principal señor de barangay, cobra tributos de sus parciales, y se encarga dellos, para los pagar al encomendero[203].

Fuera destos, cada pueblo tiene un gobernador por elección, que con sus alguaciles se llaman Vilangos[204], son justicia ordinaria entre los Naturales, y oye sus pleitos civiles, en moderada cantidad; vase dél en apelacion, al corregidor ó alcalde mayor de la provincia. La elección destos gobernadores se hace cada año, por votos de todos los Naturales casados de aquel pueblo, y el gobernador de Manila la confirma, y da título de gobernador al electo, y manda tomar residencia al que salió del oficio[205].

Este gobernador, demas de los vilangos y escribano, ante quien hace sus autos por escrito, en la lengua de los Naturales de aquella provincia[206], tiene tambien los principales señores de barangayes, y los que no lo son, debajo de su mano y gobierno, y á sus datos y mandones, para todo lo que se ofrece, cobranzas de tributos, y repartimientos de servicios personales, y no consienten que los principales hagan agravios los Timaguas, ni esclavos que tienen debajo de su mano.

Las costumbres que estos Naturales guardaban en su gentilidad, esas mismas, en lo que no son contrarias al derecho natural, se les guardan despues de hechos Cristianos[207]; especialmente, en sus esclavonías, sucesiones, herencias, prohijamientos, testamentos, y contratos lícitos; y en los pleytos, siempre alegan y prueban la costumbre, y por ella se juzgan, por cédulas reales, y en las demas causas que no la hay, y en lo criminal, se determina por derecho, como entre Españoles.

Todas estas islas y Naturales dellas, como pacíficas, se encomendaron de sus principios (lo que es cabeceras y puertos, y moradores de las ciudades y villas) en la real corona; y tambien otras encomiendas y pueblos particulares, en todas las provincias, para las necesidades y gastos de la real hacienda; lo demas todo se encomendó en los conquistadores, y pobladores que han servido, y trabajado en la conquista y pacificacion, y en la guerra; y esto está á cargo del gobernador, teniendo atencion á los méritos, y servicios de los pretensores; y de la misma suerte van siempre encomendando los pueblos que vacan; son muchas las encomiendas, y muy buenas en todas las islas, y de aprovechamiento, así por la cantidad que tienen de tributos, como por la calidad y valor de lo que tributan[208]; dura la encomienda, por las leyes y cédulas reales, y por el orden y manera de suceder en ellas, por dos vidas[209], y entiéndese á la tercera vida por permisión, y despues queda vaca, y se vuelve á encomendar y proveer de nuevo.

Los tributos, que los Naturales pagan á los encomenderos, los tasó el primer gobernador Miguel Lopez de Legazpi, en las provincias de Bisayas y de Pintados, y en las islas de Luzon y sus comarcanas, en cuantía de ocho reales[210], por un tributo entero, de cada tributario, al año; el cual pagasen en los frutos que tuviesen, oro, mantas, algodon, arroz, campanas, gallinas, y lo demas que tenían y cogían; poniendo precio y valor cierto á cada cosa, para que pagando en cada una dellas, ó en todas el tributo, no excediese de la estimacion de los ocho reales; desta suerte, ha corrido hasta agora, creciendo las tasaciones y estimaciones de los frutos los gobernadores, como les ha parecido en diversos tiempos.

De cobrar los encomenderos en especie, han sido muy aprovechados; porque, despues de traidas á su poder, las vendían á mayores precios, en que interesaban mucho en sus rentas, y procedido de sus encomiendas[211], hasta que de algunos años á esta parte, á pedimiento de los religiosos, é instancia que sobre ello hicieron á su Magestad, se proveyó, que los Naturales pagasen su tributo, en lo que ellos quisiesen, en especie ó en dineros, sin ser compelidos á otra cosa, de manera, que dando sus ocho reales, haya cumplido, y así se ha puesto en ejecución, mostrando la experiencia, que aunque esto parece piadoso, y favorable á los Naturales, les hace gran daño, porque siendo como son de suyo enemigos del trabajo, no siembran, tejen, ni benefician oro, ni crían gallinas, ni otros bastimentos, como lo hacían, cuando habían de pagar el tributo en estas cosas[212], y con facilidad, sin tanto trabajo, adquieren un peso en dineros, con que tributan; de que se sigue, que los Naturales (por no trabajar) tienen menos caudales y sustancia, y la tierra que era muy proveida, y abundante de todas las cosas, va sintiendo la falta y carestía dellas, y los dueños de las encomiendas, así su Magestad, como los particulares que las poseen, han tenido mucha quiebra, y baja en su valor.

Cuando fué al gobierno de las Filipinas Gomez Perez Dasmariñas, llevó cédulas reales, para formar en Manila el campo de cuatrocientas plazas de soldados de paga, con sus oficiales, galeras y otras cosas de la guerra, para la defensa y seguridad de la tierra, en que primero se ocupaban todos los moradores Españoles sin sueldo alguno; entonces, se ordenó se creciese á cada tributario, sobre los ocho reales, dos reales mas, los cuales se cobrasen por los encomenderos, al mismo tiempo que los ocho reales del tributo, y los trujesen y metiesen en la caja real; en la cual se beneficiasen por cuenta aparte de la demas hacienda de su Magestad, y se convirtiesen en esta manera: el real y medio, para los gastos del dicho campo, y cosas de la guerra, y el medio real restante, para el estipendio de los prebendados de la iglesia de Manila, que su Magestad suple en su caja, en tanto que sus diezmos y rentas bastasen para su sustentacion[213].

Estos tributos se cobran de todos los Naturales, cristianos é infieles, enteramente; salvo, que en las encomiendas que no hay doctrina, la cuarta parte de los ocho reales, que son dos reales, no la lleva el encomendero para sí, pues no tiene doctrina ni gastos della, sino la trae y entra en Manila, en una caja que se llama de las cuartas, de donde lo procedido deste género, se convierte y gasta en hospitales de Naturales, y en otras obras, en beneficios dellos, como al gobernador le parece, y como van teniendo doctrinas y religiosos, cesa la cobranza destas cuartas y gasto dellas, en estas obras particulares.

Algunas provincias tienen contados los Naturales dellas; y así, por estas cuentas se cobran los tributos, y situado de los dos reales.

En las mas no ha habido cuenta, y se cobran asistiendo los encomenderos y sus cobradores, con los principales de sus encomiendas, al tiempo de la cobranza, con los padrones y memorias de los años pasados, quitando los muertos é idos, y acrecentando los crecidos, y venidos de nuevo á la encomienda, y en las contadas, cuando se siente falta, se pide de nuevo cuenta, y se hace.

Los Naturales tienen libertad de mudarse de unas islas á otras, y de unas provincias á otras, pagando el año, que hacen la mudanza y pasaje (allí) su tributo, y mudándose de pueblo de cristianos, donde hay docrina, á otro pueblo que la haya, pero no al contrario, de donde hay doctrina no se mudan á donde no la hay, ni en un mismo pueblo, de un barangay á otro, ni de una parcialidad á otra; y sobre esto, se dan en el gobierno los recaudos necesarios, y en el audiencia provisiones, para que esta orden se guarde, porque cese todo inconveniente con el pasaje de los Naturales de asiento, de unas partes á otras.

Tampoco, para salir de sus pueblos á sus granjerías, se les da lugar, si no es con licencia del gobernador, ó de sus alcaldes mayores y justicias, y aun de los religiosos[214], que las mas veces, en esto se han tambien embarazado por ocasion de la doctrina, porque no anden los Naturales vagando sin necesidad, fuera de sus casas y poblazones.

Los Naturales que tienen esclavos, si son Saguiguilires, pagan por ellos sus tributos; y si son Namamahayes, de la puerta afuera, lo pagan por sí, por tener, como tienen, sus casas y granjerías propias.

Solían tener los Españoles esclavos destos Naturales, que habían comprado dellos; y otros, que habían ganado en algunas jornadas, en la conquista y pacificacion de las islas[215]; esto se quitó por breve de su Santidad, y cédulas reales; de manera, que ya todos estos esclavos, que se hallaron en poder de los Españoles, naturales destas islas, de cualquier manera que fuesen habidos, se les dió libertad; y se prohibió para adelante, no los pudiesen tener los Españoles, ni hacerlos cautivos, por ninguna razon, ni color que hubiese de la guerra, ni en otra manera; y el servicio que tienen destos Naturales, es por soldada y jornal, y los demas esclavos y cautívos que tienen, son cafres y negros, traidos por los Portugueses, por la vía de la India, habidos con justificacion, de las esclavonías, conforme á los concilios provinciales, y licencias de los prelados, y justicias de aquellas partes[216].

Los Naturales destas islas tienen también sus servicios personales, á que son obligados á acudir, en una parte mas que en otras, á los Españoles en diferentes maneras, que comunmente se llama el Polo[217], porque donde hay alcaldes mayores y justicias, por semanas les dan y reparten algunos Naturales, para el servicio de sus casas, pagándoles un jornal moderado, que viene á ser comunmente la cuarta parte de un real cada día, y arroz para comer. Y lo mismo se hace con los religiosos, de la doctrina y sus monasterios é iglesias, y obras dellas, y las obras de comunidad[218].

También dan arroz, bastimentos de todo género, por precios que entre estos Naturales valen y pasan, que siempre son muy moderados, y los datos, vilangos, y fiscales los reparten, cogen y sacan de los Naturales, y de la misma manera proveen á sus encomenderos, cuando van á las cobranzas.

El mayor servicio, con que acuden estos Naturales, es, en ocasiones de la guerra, dando remeros y esquifazones para los vireyes, y navíos que van á las jornadas, y gastadores, para lo que mas se ofrece, en el discurso de la guerra, aunque se les paga su sueldo y jornal.

De la misma manera dan y reparten Naturales, para las obras del rey, como son fábricas de navios, cortes de madera, maestranza de la jarcia[219], y de la casa de la fundicion de la artillería, y servicio de los almacenes, pagándoles su estipendio y jornal.

Á lo demas, que es servicio de Españoles, y sus navegaciones, obras y cualquier otro servicio, que los Naturales hacen, es voluntario, y por su paga y concierto; porque, como hasta agora los Españoles no benefician minas, ni han dado en granjerías de labores del campo, no hay que ocuparlos en nada desto.

Los Españoles que hay en las islas Filipinas, residen la mayor parte en la ciudad de Manila, donde está la cabeza del reyno, y el trato y comercio principal, y algunos encomenderos de sus provincias y comarcas, y otros en las ciudades de Segovia, Cáceres, y el santísimo nombre de JESVS, en Sebú, y en la villa de Arévalo, donde están poblados, y los mas tienen sus encomiendas.

En los pueblos de Indios, no consienten Españoles, sino es para la cobranza de sus tributos, cuando es el tiempo[220]; y los alcaldes mayores, corregidores y justicias, y éstos, no se permite esten siempre en un lugar de su distrito[221], sino que le visiten, todo lo mas que pudieren; y que de cuatro en cuatro meses, mudan su casa y asiento, á otra cabeza y poblazon, donde alcancen todos los Naturales del fruto de su asistencia, y les sea menos penoso, para su sustentacion, y servicio ordinario.

Todos los cargos provee el gobernador, y las residencias dellos las envía á tomar la audiencia real, acabado el oficio donde se sentencian, y hasta estar despachada, no se provee en otro cargo y oficio[222].

Provee también alcaldías de fuertes, compañías y otros oficios de la guerra, de todas las ciudades, villas, y lugares de las islas.

Algunos oficios de regidores y escribanos se han vendido por una cédula real, por una vida, y se ha sobreseído la venta dellos, por no parecer por agora, el precio que por ellos se da de mucha consideracion[223], y mayor el inconveniente, de perpetuarlos por este camino.

Las elecciones de todos los pueblos de Españoles de alcaldes ordinarios, se hacen día de año nuevo, por el cabildo y regimientos, y la residencia destos alcaldes ordinarios, y sus cabildos, se la manda tomar su Magestad, al mismo tiempo que se toma al gobernador, y capitan general de las islas, y dan cuenta la administracion de sus rentas y propios, no embargante, que antes desto cada año, y siempre que parece conveniente, el gobernador se la toma, y hace cobrar los alcances; y con su parecer y licencia, se hacen los gastos que los pueblos pretenden.

La ciudad de Manila tiene suficientes propios en las penas de cámara que sus jueces hacen, por ciertos años y en posesiones propias, dentro y fuera de la ciudad, y en el repeso de las mercaderías, y alquileres de todas las haciendas, y sitios del Parián de los Sangleyes, y en el estanco de los naipes[224]; que todo ello le hizo merced su Magestad; particularmente, para los gastos de su fortificacion, y en esto las expenden y gastan, y en los salarios de sus oficiales, y de los procuradores que envían á España, y en sus fiestas de ciudad, que las principales son día de santa Potenciana, diez y nueve de Mayo, que los Españoles entraron y ganaron la ciudad; y dia de san Andres, treinta de Noviembre que fué cuando vencieron, y echaron della al corsario Limahon[225]; este día, saca la ciudad con acompañamiento el estandarte de la ciudad, á vísperas y misa, á la iglesia de San Andres; donde concurre toda la ciudad, el regimiento y cabildo, con la audiencia real, con toda solemnidad; y así mismo, en el recibimiento de los gobernadores, que de nuevo vienen á la tierra, y en fiestas de casamientos de reyes, y nacimientos de príncipes, y honras y funerales de los que mueren, que en todo ello se hace la demostracion posible.

Las demas ciudades y poblazones no tienen hasta agora tantos caudales, ni proprios ni ocasiones en que gastarlos, aunque (segun su posible) se acude en ellos, á todo lo que es del mismo género.

Los Españoles que hay en las islas, se dividen en cinco suertes de personas, que son prelados, religiosos, ministros eclesiásticos, seculares y regulares; encomenderos, pobladores y conquistadores; soldados, oficiales, y ministros de la guerra, por tierra y mar y navegaciones; mercaderes y hombres de negocios y contrataciones; ministros de su Magestad para el gobierno, y administracion de su hacienda real.

Los prelados eclesiásticos, ya se ha dicho que son el arzobispo de Manila, que reside en la ciudad, como metropolitano, con su iglesia catedral; tiene cuatro mil pesos de estipendio, que se le paga en la caja real cada año[226]; y lo mismo, el de las dignidades, canongías y otras prebendas, y servicios desta iglesia, que todo es del patronazgo real, y se provee conforme á él. Su oficio y jurisdiccion es, y se estiende, á todo lo espiritual y temporal, eclesiástico y su gobierno[227].

El obispo de la ciudad del santísimo nombre de JESVS, en Sebú, y el de Segovia en Cagayan, y el de Cáceres en Camarines, tienen la misma jurisdiccion, y ejercicios en sus diócesis, como sufragáneos del Metropolitano de Manila, para quien se apela de sus sentencias, y los llama y junta para sus concilios provinciales, cuando conviene: tiene cada uno quinientas mil maravedis[228], de estipendio para su sustento, en la caja real de Manila, sin las ofrendas y derechos de sus pontificiales, que todo junto, segun la comodidad y barato de la tierra, es muy bastante para su sustentacion; por ahora no tienen iglesias con prebendados, ni se les da estipendio para ello.

Los prelados regulares son los provinciales de las cuatro órdenes mendicantes de Santo Domingo, San Agustin, San Francisco, la compañía de Jesus, descalzos Agustinos; los cuales, cada uno gobierna sus religiones y las visitan, que tienen casi todas las doctrinas de los Naturales, en lo que es administracion de los sacramentos, y conversion (de gracia) conforme á sus privilegios y bulas Apostólicas, en que hasta ahora se conservan; y lo judicial, como vicarios de los obispos, y por nombramientos y poderes suyos; los descalzos Agustinos hasta ahora no tienen doctrinas, por ser recien entrados en las islas.

Susténtanse los monasterios de algunas rentas particulares, que tienen y han adquirido; especialmente los Agustinos, y los de la Compañía, y socorros y ayudas de costa que su Magestad les ha dado; los Dominicos y Franciscos no tienen ni admiten rentas ni propiedades[229], y ellos y los demas, lo principal de que se valen, es de las limosnas, ofrendas, y sufragios, de las partes donde estan y administran, que esto se hace, así por los Españoles, como por los Naturales, con mucha piedad y abundancia, y con el estipendio que de las encomiendas se les da, por la doctrina que administran: de manera, que lo pasan bien, y con la comodidad necesaria[230].

Los encomenderos, conquistadores y pobladores antiguos de las islas, y los que dellos han procedido, se sustentan honradamente[231] de los frutos de sus encomiendas, y de algunas granjerías y contrataciones que tienen, como los demas: de los cuales, hay mucho número de personas, que cada uno reside y tiene su casa en la ciudad y poblazon de Españoles, en cuya provincia tiene la encomienda, para no despoblarla, y está mas á mano para sus necesidades y cobranza.

Ya hay vivos pocos de los primeros conquistadores, que ganaron la tierra y pasaron á su conquista, con el adelantado Miguel Lopez de Legazpi.

Los soldados y ministros de la guerra y navegaciones solían ser todos los moradores, y estantes en las islas, que sin sueldo, ni acostamiento alguno, tenían sus armas, é iban á todas las jornadas, y pacificaciones que se ofrecían; y guardaban los fuertes y presidios, ciudades y poblazones, y este era su principal ejercicio y ocupacion, estando á merced del gobernador, que conforme á sus méritos y servicios les proveía las encomiendas, oficios y aprovechamientos de la tierra.

En este tiempo, la soldadesca de las islas era la mejor que se hallaba en las Indias, muy prácticos y ejercitados por mar y tierra, tenidos y respetados de todas aquellas naciones; preciábanse de sus armas, y de dar buena cuenta de sus personas.

Despues que entró en el gobierno de las Filipinas Gomez Perez Dasmariñas, se fundó el campo de paga de cuatrocientos soldados; los arcabuceros, con seis pesos al mes de sueldo, y los mosqueteros, ocho pesos,[232] con seis capitanes, con cuatrocientos y veinte pesos de sueldo al año cada uno; sus alféreces, sargentos, cabos de escuadra, abanderados, y atambores, con sueldo al respeto[233]; un maese de campo, con mil y cuatrocientos pesos de sueldo por año[234], un sargento mayor, con sueldo de capitan, ayudante de sargento mayor, y capitan de campaña, con diez pesos de sueldo al mes[235]: dos castellanos, y alcaydes de las dos fortalezas de Manila, con cada cuatrocientos pesos por año, con sus tenientes, escuadras de soldados y artilleros; un general de galeras, con ochocientos pesos de sueldo al año[236]; cada galera, un capitan con trescientos pesos de sueldo por año[237]; sus comitres, sotacomitres, patrones y alguaciles de galera, soldados, artilleros, remolares, y maestredajas, marineros, consejeles, y chusma de forzados Españoles, Sangleyes y Naturales, condenados por delitos. Y cuando hay falta de forzados, se hacen buenas boyas remeros de los Naturales al sueldo, lo que dura la jornada y ocasion de navegar.

En las embarcaciones, y armadas de navios de alto borde, para la carrera de Nueva España, traen los navios que se despachan, general y almirante, maestres, y contramaestres, guardianes, despenseros, alguaciles, condestables, y artilleros, marineros, pilotos y sus ayudantes, grumetes, carpinteros, calafates, y toneleros; al sueldo de su Magestad, por asiento en la Nueva España, en cuya real caja se pagan, y se provee todo lo que es necesario para ello. Y sus provisiones y nombramientos se hacen por el Virrey á quien esto hasta agora ha tocado; aunque, los navios se hayan fabricado en las Filipinas, y salen della con la carga de las mercaderías para Nueva España, de donde vuelven con los socorros de soldadesca y municiones, y demas necesario para el campo, y pasageros y religiosos, y con la moneda procedida de los empleos, y mercaderías.

Despues que se fundó el campo de paga, para las guardias y jornadas, los demas vecinos y moradores, y estantes quedaron alistados, y debajo de banderas de seis capitanes de la tierra, sin paga para las ocasiones forzosas de la defensa de la ciudad; pero relevados de todo lo demas perteneciente á la soldadesca; y sino es ofreciéndose de su voluntad á alguna jornada, ó ocasion particular, para tener méritos y servicios, con que ser ocupados en encomiendas, que vacan, y en oficios y aprovechamientos de la tierra; no son compelidos ni apremiados á ello, si no son encomenderos; con esto, todos se han vuelto á la mercancía, por no haber otra ocupación, mas no olvidándose del ejercicio militar.

Su Magestad prohibe á los que tiran su sueldo de la guerra en las islas, el ser mercaderes, y ordena al gobernador, no se lo consienta, ni cargar para la Nueva España, que si lo cumplieran, no fuera malo.

Los mercaderes y hombres de negocios es la mayor parte de los residentes en las islas, por la ocasion de las muchas mercaderías que á ellas acuden (fuera de los frutos de la tierra) de China, Japon, Maluco, y Malaca, Sian y Camboja, y Borneo y otras partes, en que hacen sus empleos, y cada año los cargan en los navíos que salen para la Nueva España, y agora para el Japon, donde la seda cruda tiene mucha ganancia, de do se les trae el procedido, cuando vuelven á Manila, que hasta aquí ha sido de grandes y lucidas ganancias.

Por haberse engrosado tanto este trato, que hacía daño y perjuicio á las mercaderías de España, que se cargaban al Perú y á la Nueva España, y á los derechos reales, que por razon dellas se cobran, y haberse acodiciado los hombres de negocios de Méjico y el Perú, á tratar y contratar en las Filipinas, por mano de sus encomenderos y factores; de suerte, que cesaba en la mayor parte el trato de España, y enviaban mucha plata á las Filipinas para sus empleos, que por aquella vía cada año salía de los reynos de su Magestad, á poder de infieles[238], se prohibió, que no tratasen, ni contratasen en las Filipinas, ningunas personas de la Nueva España el Perú, ni se llevasen las mercaderías de China á aquellas partes; y se dió licencia á los vecinos y estantes en las Filipinas para que ellos solos, puedan contratar en dichas mercaderías, y cargarlas y embarcarlas, con que las lleven ó envíen, con personas propias de las islas, para que las vendan; y que, de lo procedido de dichas mercaderías, no se lleven en dineros, á las Filipinas, mas de quinientos mil pesos, cada un año[239].

De ordinario, vienen de la gran China á Manila, mucha cantidad de somas y juncos (que son navíos grandes) cargados de mercaderías, y cada año suelen venír treinta, y otra veces cuarenta navíos, que aunque no entran juntos, en forma de flota y armada vienen en escuadras, con moncion y tiempo hecho, que lo mas ordinario, es á la luna nueva de Marzo; son de los provincias de Canton, Chincheo, y Ucheo[240], de donde salen; hacen su viaje hasta la ciudad de Manila, en quince ó veinte días, y venden sus mercaderías, y vuelven á tiempo, antes que entren los vendabales, que es en fin de Mayo y pocos días de Junio, por no peligrar en su navegación.

Estos navíos vienen cargados de mercaderías, con gruesos mercaderes cuyas son, y con criados y factores de otros que quedan en la China, y della salen con permiso y licencia de sus Virreyes y mandarines, y las que comunmente traen y se venden á los Españoles, son seda cruda en mazo, fina de dos cabezas, y otra de menos ley; sedas flojas finas, blancas y de todos colores, en madejuelas, muchos terciopelos llanos, y labrados de todas labores, colores y hechuras; y otros, los fondos de oro, y perfilados de lo mismo; telas y brocadetes de oro y plata, sobre seda en diversas colores y labores, mucho oro y plata hilada en madejas, sobre hilo y sobre seda, pero, la hojuela de todo el oro y plata, es falsa, sobre papel: damascos, rasos, tafetanes, y gorbaranes, picotes, y otras telas de todas colores, unas mas finas y mejores que otras; cantidad de lenceria de yerba, que llaman lenzesuelo, y de mantería blanca de algodon, de diferentes géneros y suertes; para todo servicio; almizcle, menjuy, marfíl, muchas curiosidades de camas, pabellones, sobrecamas y colgaduras, bordadas sobre terciopelo; damasco y gorbaran de matices, sobremesas, almohadas, alfombras, jaezes de caballos de lo mismo, y de abalorio, y aljofar; algunas perlas y rubies y zafiros, y piedras de cristal vacías, peroles, y otros vasos de cobre, y de hierro colado; mucha clavazon de toda suerte, fierro en plancha, estaño y plomo, salitre y pólvora, harina de trigo, conservas de naranja, durazno, escorzonera, pera, nuez moscada, jenjibre, y otras fructas de la China, perniles de tocino, y otras cecinas, gallinas vivas, de casta, y capones muy hermosos, mucha fruta verde, de naranjas de todos géneros, castañas muy buenas, nueces, peras, y chicueyes, verdes y pasados, que es fruta muy regalada; mucho hilo delgado, de todo género, agujas, antojos, cajuelas, y escritorios, y camas, mesas, y sillas y bancos, dorados, y jaspeados de muchas figuras, y labores, búfalos mansos, gansos como cisnes, caballos, algunas mulas y jumentos, hasta pájaros enjaulados que algunos hablan, y otros cantan, y les hacen hacer mil juguetes; otras mil bujerías y brincos de poca costa y precio, que entre los Españoles son de estima, sin mucha loza, fina de todas suertes, canganes[241], y sines, y mantas negras y azules, y tacley, que es abalorio de todo género, y cornerinas ensartadas, y otras cuentas y piedras de todas colores, pimienta y otras especias y curiosidades, que referirlas todas, sería nunca acabar, ni bastaría mucho papel para ello.

Luego que el navío llega á la boca de la bahía de Manila, sale á él la centinela, que está en la isla de Miraveles, en un navío ligero, y habiéndole reconocido, le echa dentro dos ó tres soldados de guardia, para que vaya á surgir sobre la barra, cerca de la ciudad, y no se desembarque nadie del navío, ni entre de fuera en él, hasta estar visitado, y por la seña, que la centinela hace con fuego desde la dicha isla, y aviso que envía á la ligera á la ciudad del navío que es, y de á do viene, y que gente y mercaderías trae, primero que llegue á surgir de ordinario lo sabe el gobernador, y la ciudad[242].

En llegando y surgiendo, van los oficiales reales á hacer la visita, y registro de las mercaderías que trae, y se hace en forma, y juntamente la avaliación de lo que en Manila valen; porque paga luego tres por ciento, de todo ello á su Magestad; hecho el registro y avaliación, luego va sacando por otra mano las mercaderías, en champanes, y las llevan al Parián, ó á otras casas y almacenes, que tienen fuera de la ciudad, y allí la venden con su libertad.

En el navío no se perrnite á ningun Español ni Sangley, ni otra persona, que vaya á comprar ni resgatar mercaderías y bastimentos, ni otra cosa alguna, ni que en sus casas y almacenes (cuando las tienen en tierra) se les tomen ni compren con fuerza y violencia, sino que el trato sea libre, y los Sangleyes hagan de sus haciendas lo que quisieren.

El precio de ordinario de las sedas crudas y tejidas, y manterías, que es lo mas grueso que traen, se hace de espacio, y por personas que lo entienden, así por parte de los Españoles, como de los Sangleyes, y lo que se les da por ellas, es plata y Reales, que no quieren oro, ni otros algunos rescates, ni los llevan á la China; y todo el empleo ha de estar hecho en todo el mes de Mayo poco mas ó menos, para que el Sangley se pueda volver, y para que el Español lo tenga á punto, para cargarlo en los navíos, que por fin de Junio salen á la Nueva España, aunque tambien, los mas grangeros y sobrados de dineros los suelen hacer despues, á precios mas moderados, y lo guardan para otro año; y algunos Sangleyes, con la misma intención, se quedan en Manila con parte de sus mercaderías, cuando no han tenido buena salida dellas, para irlas vendiendo mas de espacio. Es gente muy práctica, é inteligente en la mercancía, y de mucha flema y reportación para hacer mejor su negocio: y saben fiar, y hacer comodidad liberalmente á quien saben les trata verdad, y no les ha de hacer falta en la paga, al tiempo que ponen; por otra parte, como gente sin ley ni conciencia, y tan codiciosa, hacen mil fraudes, y engaños en las mercaderías, que es menester estar muy atentos, y conocerlas, para no ser engañados los compradores: los cuales tambien se esquitan en malas pagas, y trampas que las hacen, que en uno y otro, tienen de ordinario los jueces y audiencia bien en que ocuparse.

De Japon vienen asimismo cada año del puerto de Nangasaqui, con los nortes de fin de octubre, y por el mes de Marzo, algunos navíos de mercaderes Japones y Portugueses, que entran y surgen en Manila, por la misma orden; la gruesa que traen es harina de trigo, muy buena para el abasto de Manila, cecinas estimadas, algunas sedas tejidas de matices, curiosas, biobos al olio[243], y dorados, finos y bien guarnecidos, todo género de cuchillería, muchos cuerpos de armas, lanzas, catanas y otras visarmas, curiosamente labradas, escritorillos, cajas, y cajuelas de maderas, con barnices y labores curiosas, y otras bujerías de buena vista, peras frescas muy buenas, barriles y balsas de buen atun salpresado, jaulas de calandrias muy buenas, que llaman fímbaros, y otras menudencias. En esto se hacen tambien algunos empleos, sin que se cobren derechos reales destos navíos, y lo mas se gasta en la tierra, y dello sirve para cargazones á la Nueva España; el precio es lo mas en reales, aunque no los cudician como los Chinas, por tener plata en Japon, y de ordinario se trae por mercadería cantidad della en planchas, que la dan á precios acomodados.

Vuelven á Japon estos navíos en tiempo de vendavales, por los meses de Junio y Julio; llevan de Manila sus empleos, hechos en seda cruda de la China, en oro y en cueros de venado, y en palo brasil para sus tintas; y llevan miel, cera labrada, vino de palmas y de Castilla, gatos de algalia, tibores para guardar su Cha, vidros, paño y otras curiosidades de España.

De Maluco, y de Malaca, y la India vienen á Manila, con la mocion de los vendabales cada año, algunos navíos de Portugueses, con mercaderías, clavo de especia, canela, y pimienta, y esclavos negros, y cafres, paños de algodon de todos géneros, caniquíes, bofetaes, cazas y rambutíes, y de otros géneros muy delgados y preciados, ambar y marfil, ropa bordada de pita, en sobrecamas, pabellones, y colchas ricas de Bengala, Cochin y otras tierras, muchos dorados y curiosidades, joyas de diamantes, rubies, zafiros, topacios, balajes y otras piedras finas, guarnecidas y sueltas; muchos brincos y curiosidades de la India; vino, pasa y almendra, y conservas regaladas, y otras frutas venidas de Portugal, y hechas en Goa: alfombras y tapetes de la Persia y Turquía, de sedas y lanas finas, camas y escritorios, silletas de estrado y otras piezas doradas curiosamente, hechas en Macao, labores de aguja, de matices y blancas, de cadenetas y punto real, y otras obras de mucha curiosidad y perficion; de todo esto se hace empleo en Manila, y se paga en reales y en oro, y estos navíos vuelven por Enero, con las brisas que es su moncion cierta; y para Maluco llevan bastimentos de arroz, vino, loza, y otras bujerias que allá son menester, y á Malaca solo el oro ó dinero, fuera de algunas particulares bujerías y curiosidades de España, y esmeraldas; no se cobran derechos reales destos navíos.

De Borneo vienen así mismo con los vendabales algunos navíos menores de los Naturales de aquella isla, que vuelven con las primeras brisas, y entran en el río de Manila, y dentro de sus navíos venden lo que traen, que son petates finos de palma, muy labrados, algunos esclavos para los Naturales, sagú, que es cierta comida suya, del corazon de las palmas, tibores, y tinajas grandes y pequeñas, vidriadas de negro, muy finas, y de mucho servicio y provecho, alcanfor fino, que se cría en aquella isla, y aunque en la contra costa della se hallan buenos diamantes, no vienen á Manila por esta vía, porque los Portugueses de Malaca los rescatan por aquella parte. Los empleos en estas cosas de Borneo, mas los hacen los Naturales que los Españoles, y lo que vuelven es bastimentos de vino y arroz, mantas de algodon, y otras bujerías de las islas, de que en Borneo carecen.

De Sian y Camboja vienen rara vez algunos navíos á Manila, que traen algun menjui, pimienta, marfil y mantas de algodon, rubíes y zafiros mal labrados, y engazados, algunos esclavos, cuernos de badas[244], pellejos, uñas y muelas deste animal, y otras bujerías; y en retorno, llevan las que hay en Manila; su venida y vuelta es, entre brisas y vendabales, por los meses de Abril, Mayo y Junio.

En estas mercaderías y en los frutos de las islas, que son oro, mantas de algodon, y medriñaques, cera blanca y amarilla, en marquetas, hacen los Españoles sus empleos, y grangerías y cargazones para la Nueva España, como cada uno mejor se acomoda, cargándolas en los navíos que han de hacer viaje, avaliándolas y registrándolas, porque pagan en la caja real de Manila, antes y primero que naveguen, dos por ciento de derechos reales de la salida, sin el flete de nao, que son cuarenta ducados de Castilla por tonelada[245], que se paga en el puerto de Acapulco, de la Nueva España, en la caja real del dicho puerto, sin los derechos de diez por ciento de la entrada, y primera venta en Nueva España[246].

Y porque, segun los navíos que por cuenta de su Magestad se despachan con dichas mercaderías, que no pueden navegar otros, suele haber apretura en la carga para todos los empleos[247], el gobernador la reparte á todos los cargadores, segun sus caudales y méritos, examinados por personas inteligentes, que para ello diputa; de manera, que cada uno sabe por el repartimiento lo que ha de cargar, y aquello solamente se recibe en la nao, con toda cuenta y razon, y personas confidentes que asisten á la carga, dejando lugar para los bastimentos y pasageros, que las naos han de llevar; y cargadas y puestas á la vela, se entregan al general y oficiales que las llevan á cargo, y salen en demanda de su viaje, por fin del mes de Junio, con los primeros vendabales.

Esta contratacion y mercancia es tan gruesa y aprovechada, y facil de administrar (porque solo dura tres meses del año desde que los navíos vienen con las mercaderías, hasta que los que van á Nueva España los llevan) que los Españoles no se han aplicado, ni tratan de otra cosa; con que, ni hay labores, ni granjerías del campo de consideracion, ni labran, ni benefician minas, ni lavaderos de oro (que hay muchos), ni se dan á otras muchas cosas que pudieran, con mucho aprovechamiento (si el trato de China les faltara) que para esto ha sido de mucho daño y perjuicio[248]; y para las ocupaciones y labranzas, que los Naturales solían tener, que ya las van dejando y olvidando[249], fuera del mucho daño y perjuicio, que es salir por esta puerta á poder de infieles cada año mucha plata, que jamas ha de volver por ninguna vía á poder de Españoles.

Los ministros de su Magestad, para el gobierno y justicia y oficiales reales, para la administracion de la hacienda de su Magestad son: el gobernador y capitan general de todas las islas, que juntamente, es presidente de la audiencia real de Manila; tiene de salario por todos sus oficios, ocho mil pesos de minas al año[250], y su guardia de doce alabarderos, con un capitan de la guardia, con sueldo de trescientos pesos al año; provee y despacha privativamente todo lo que pertenece á la guerra y gobierno, con consulta de los Oydores de la audiencia, en los casos arduos, y conoce en primera instancia de las causas criminales de los soldados de paga, y las apelaciones de lo que procede, van á la audiencia.

Provee muchos alcaldes mayores, corregidores, tenientes y otras justicias, en todas las islas y provincias dellas, para el ejercicio del gobierno y justicia, y cosas de la guerra, ante un escribano mayor de la gobernacion, proveido por su Magestad, que asiste con el gobernador.

Juntamente asiste á la audiencia real, como presidente della, en todo lo que le toca, en la cual hay cuatro oidores, y un fiscal, con cada dos mil pesos de minas de salario al año[251], un relator y un escribano de cámara, alguacil mayor, con sus tenientes y alcaide de la carcel de corte, chanciller, y registro, dos porteros, un capellan y sacristan, verdugo, procuradores y recetores; conoce de todas las causas civiles y criminales, que á ella ocurren de todas las provincias de su distrito; que con las islas Filipinas, y la tierra firme de la China descubierta y por descubrir, con el mismo poder que las Chancillerías de Valladolid y Granada en España; y juntamente, se provee en el audiencia lo que conviene para la buena administracion, cuenta y razon de la hacienda real.

La caja de la real hacienda de su Magestad en las islas Filipinas y su tribunal, es de tres oficiales reales que su Magestad provee, factor, contador y tesorero, con cada quinientos y diez mil maravedis de salario por año, con su escribano de minas, y registros de la real hacienda, ejecutores y oficiales, que residen en Manila, desde donde administran y despachan todo lo que pertenece á la hacienda real, de todas las islas[252].

Tiene su Magestad en su real corona, en las islas Filipinas, cantidad de encomiendas, en todas las provincias de las Filipinas, que se cobran en su real caja, por mano de sus oficiales reales, y cobradores que á ello despachan; que un año con otro, montan treinta mil pesos, quitas costas y gastos[253].

Cobran de los tributos de los Sangleyes, cristianos é infieles, ocho mil pesos un año con otro[254].

Tambien cobran los quintos de todo el oro que se saca en las islas; y por merced particular, hecha por tiempo limitado, en lugar del quinto se cobra el diezmo; sobre que hay declaracion, de que de las joyas y oro, que los Naturales tenían de sus antepasados, antes que su Magestad poseyese la tierra, no se paguen quintos ni otros derechos, para cuya claridad y averiguacion, y de lo que una vez se ha dezmado, y las diligencias que en esto se han de hacer, está dada orden bastante.

Cóbranse un año con otro, diez mil pesos destos quintos, porque se ocultan muchos[255].

Benefícianse en la caja real, y entran en ella el situado de dos reales de cada tributario, para la paga de la soldadesca, y estipendio de los prebendados, que traen cobrado los encomenderos, conforme y por la cuenta que cobran sus tributos, que vale y monta un año con otro, treinta y cuatro mil pesos.

Las penas de Cámara, y gastos de justicia, entran en poder del tesorero de la real hacienda, y en su caja real, que un año con otro valen tres mil pesos[256].

Los derechos del tres por ciento de las mercaderías que traen de la China los navíos sangleyes, valen un año con otro, cuarenta mil pesos[257].

Los derechos de dos por ciento, que pagan los Españoles de la saca de las mercaderías, que navegan á Nueva España, valen un año con otro veinte mil pesos; y de las mercaderías, y dinero que se traen de la Nueva España á las Filipinas, otros ocho mil pesos; de suerte, que destos géneros, y de otras menudencias de menos consideracion, que pertenecen á la real hacienda, tiene su Magestad en las Filipinas, cada año, ciento y cincuenta mil pesos, poco mas ó menos[258].

Fuera de los cuales, todos los años, por no bastar esto para los gastos que se hacen, se envía de la caja real de la Nueva España á la de las Filipinas, un socorro en dineros, mas ó menos, como la necesidad lo pide; porque su Magestad lo tiene así proveido, de lo procedido de los derechos de diez por ciento, que se cobran de las mercaderías de China, en el puerto de Acapulco de la Nueva España; el cual socorro entra en poder de los oficiales reales de Manila, y se hacen del cargo, con la demas hacienda que administran y cobran.

De todo este cuerpo de hacienda de su Magestad, se pagan los salarios del gobernador y audiencia real, estipendios de prelados, y prebendados eclesiásticos, y salarios de las justicias, y de oficiales reales, y sus ministros; sueldos de todos los oficiales de la guerra, y soldados de paga; lo que á su Magestad pertenece de estipendios de doctrina y fábricas, y ornamentos de iglesias, mercedes y ayudas de costa que tiene hechas á algunos monasterios y personas particulares, fábricas de navíos de alto borde, para la navegacion á la Nueva España, y de galeras, y otros navíos para defensa de las islas, gastos de pólvora, y municiones, y fundicion de artillería, y su maestranza, y el gasto que se ofrece hacer para jornadas, y empresas particulares, en las islas y defensa dellas, y en navegaciones y negocios, con los reynos de su contorno, que son muy ordinarios y forzosos; de suerte, que siendo el caudal, que su Magestad tiene en estas islas tan limitado, y los gastos tan grandes, la caja real anda alcanzada, y se pasa estrecheza y necesidad[259].

Tampoco lo procedido de los derechos de diez por ciento, y fletes de los navíos, que se cobran en Acapulco de la Nueva España, de las mercaderías, que á ella navegan de las Filipinas, aunque son contiosos, no son todas veces bastantes para el gasto que se hace en la Nueva España con los navíos, gente de guerra, municiones, y otras cosas, que cada año se envían á las Filipinas, que suelen montar mucho más, y lo suple la caja real de Méjico; de manera que hasta agora, el Rey nuestro señor no tiene aprovechamiento de hacienda alguna de las Filipinas[260], sino gasto no pequeño, de la que tiene en la Nueva España, y solo las sustenta por la cristiandad, y conversión de los Naturales[261], y por las esperanzas de mayores frutos, en otros reynos y provincias de la Asia, que por esta puerta se esperan, cuando Dios fuese dello servido.

Cada año toma el audiencia cuenta á los oficiales reales, de la hacienda de su Magestad[262], y se cobra el alcance, y se envían las cuentas al tribunal de cuentas de Méjico.

En la ciudad de Manila, y en todas aquellas poblazones de Españoles de las islas hay Sangleyes, venidos de la gran China, fuera de los mercaderes, con sus poblazones de asiento, que se ocupan en diversos ministerios, y vienen á buscar la vida; y tienen sus Parianes y tiendas, y otros que andan en pesquerías y granjerías[263], por la tierra con los Naturales, y de unas islas en otras con champanes (grandes y menores) al trato.

Los navíos, que cada año vienen de la gran China, traen estos Sangleyes especialmente á la ciudad de Manila, en mucho número, por las ganancias que con sus fletes interesan; y como en China sobra la gente, y los jornales y ganancias son cortos, cualquiera que hallan en las Filipinas les es de mucha consideración.

Desto nacen muy grandes inconvenientes: porque demas, que con tanto número de infieles puede haber poca seguridad de la tierra, son gente mala y viciosa, y con su trato y comunicacion los Naturales medran poco en su cristiandad y costumbres; y por ser tantos y grandes comedores, encarecen los bastimentos, y los consumen[264].

Verdad es, que sin estos Sangleyes, no se puede pasar ni sustentar la ciudad, porque son los oficiales de todos los oficios, grandes trabajadores, y á precios acomodados; pero, para esto con menos bastaría, y se escusaría el inconveniente de tanta gente, que de ordinario, en tiempo de navíos suele haber en Manila, sin muchos que andan entre las islas con color de contrataciones con los Naturales, que hacen mil delitos y maldades; y por lo menos esploran toda la tierra, ríos, y esteros y puertos, y los saben mejor que los Españoles, que para cualquier alzamiento, ó venida de enemigos, á las islas, serán de mucho daño y perjuicio.

Para remedio de todo esto, está ordenado, que los navíos no traigan tanta gente deste género, con penas que se ejecutan, y que cuando se vayan á China, los vuelvan á llevar, y no queden en Manila mas que los mercaderes convenientes en el Parián, y los oficiales de todos oficios necesarios, con licencia por escrito, so graves penas; en que se ocupa (por comision particular un oidor de la audiencia) cada año, sin otros ministros; y de ordinario, deja (á pedimento del cabildo de la ciudad) los Sangleyes que para el servicio ha menester de todos oficios y ocupaciones, y los demas los embarcan y hacen volver en los navíos que vuelven á China, con mucha fuerza á premio, que se les hace para ello[265].

Estos mercaderes y oficiales, que quedan en Manila, antes del alzamiento del año de seiscientos y tres tenían poblado el Parián y sus tiendas, que es una alcaicería grande cerrada, de muchas calles, á tiro de ballesta de la muralla de la ciudad, junto al río, donde dicen San Gabriel, en que hay de por sí su alcaide, con su tribunal, y carcel y ministros que les hacen justicia, y velan sobre ellos de día y de noche, para que esten con seguridad, y no hagan desconciertos.

Los que no caben en este, Parián, viven enfrente, pasado el río á la banda de Tondo, en dos poblazones llamadas Baybay, y Minondoc á cargo del alcalde mayor de Tondo, y en administracion de los religiosos de Santo Domingo, que tratan de su conversión, y saben para ello la lengua china.

Tienen dos monasterios, con los ministros necesarios, y un buen hospital para curar Sangleyes; tienen en un barrio aparte de los infieles, una poblazon de Sangleyes bautizados, con sus mujeres, casas y familias, en cantidad de quinientos vecinos, y cada dia se van bautizando otros, y avezindando en esta poblazon; pocos prueban bien por ser gente ruin, inquieta y de muchos vicios y malas costumbres, y que el haberse hecho cristianos no ha sido deseo ni motivo de su salvacion, sino comodidades temporales que allí tienen; y algunos, no poder volver á China, por deudas y delitos que allá hicieron[266].

Unos y otros, cristianos é infieles, andan sin armas en su hábito propio; que son unas ropas largas, con mangas anchas, de cangan azul, ó blanco por luto; y los principales, de sedas negras y de colores, calzones anchos de lo mismo, medias calzas de fieltro, muy anchas, zapatos á su usanza, de seda azul, bordados de cordoncillo, con muchas suelas bien cosidas, y de otras telas, el cabello largo, muy negro y curado, y revuelto á la cabeza, con una lazada alta[267], un capillejo ó escofia encima, de cerdas de caballo, muy justa, hasta la mitad de la frente, y bonete alto, redondo, de las mismas cerdas, sobre todo, de diferentes hechuras, en que se diferencian los oficios y calidad de cada uno.

Los cristianos solo difieren, en que traen el cabello cortado[268], y sombreros como Españoles.

Son gente blanca, altos de cuerpo, poca barba, muy fornidos de miembros, y de muchas fuerzas, grandes trabajadores, é ingeniosos en todas artes y oficios, flemáticos, gente de poco ánimo, traydores y crueles, cuando ven la suya, y muy codiciosos; grandes comedores de todas carnes[269], pescados, y frutas, y poco bebedores y aqueso caliente.

Tienen un gobernador de su nacion, cristiano, con sus oficiales y ministros, que los oye en justicia, en sus casas y negocios, cuyas apelaciones van al alcalde mayor de Tondo, ó del Parián, y de todos á la audiencia, que tambien tiene particular cuidado desta nacion, y de todo lo que les toca.

Fuera destas poblazones del Parián, y de Baibay, y Minondoc, no puede ningun Sangley vivir, ni tener casa, ni en las suyas, ni aun en contorno dellas se consienten poblazones de Naturales; ni entre las islas, ni dos leguas de la ciudad, puede salir Sangley, sin expresa licencia; y mucho menos quedarse noche dentro de la ciudad, cuando las puertas se cierran, so pena de la vida.

Suele haber en Manila Japones cristianos é infieles, que quedan de los navíos que vienen de Japon, aunque no tanta gente como Chinas. Estos tienen poblazon y sitio particular, fuera de la ciudad, entre el Parián de los Sangleyes, y el barrio de Laguio, junto al monasterio de la Candelaria, donde los administran religiosos descalzos de San Francisco, con lenguas que para ello tienen; es gente briosa, y de buena disposicion y valientes, con su hábito particular: que son químones[270] de sedas de colores y de algodon hasta media pierna, abiertos por delante, calzones anchos y cortos, botillas justas de gamuza[271], el calzado, como cendalias, la suela de paja bien tejida, la cabeza descubierta, rapada la mollera hasta la coronilla, y el cabello detras largo, atado al celebro, con una lazada de buena gracia, con sus catanas grandes y chicas en la cinta, poca barba, gente de noble condicion y proceder, de muchas ceremonias y cortesías, con mucho punto de honra y estimacion, determinados para cualquiera necesidad y trabajo.

Los que son cristianos prueban muy bien, y son muy devotos y observantes de la religion, porque no les mueve á recibirla, sino el deseo de salvarse, de que hay muchos cristianos en Japon; y así se vuelven con facilidad, y sin resistencia á su tierra; cuando mas hay desta nacion en Manila (que á otra parte de las islas no acuden) serán quinientos Japones, y por ser de la calidad que son, se vuelven á Japon, sin detenerse en las islas, y así quedan de ordinario muy pocos en ellas; háceseles en todo buen tratamiento por ser gente que lo requiere, y conviene así, para el buen estado de las cosas de las islas con el Japon.

De las otras naciones, Sianes, Cambojas, Borneyes, Patanes y de otras islas fuera del gobierno, viene poca gente, y luego se vuelven en sus navíos; de suerte, que no hay que decir cosa particular dellas, mas de que se pone cuidado en recibirlos, y despacharlos bien, y que se vuelvan á sus tierras con brevedad.

Habiendo dicho con la brevedad que ha habido lugar, lo que son las islas Filipinas, y lo que en ellas corre y se practica, no es á despropósito tratar de la navegacion, pues se hace á ellas, desde la Nueva España, y de su vuelta, que no es corta ni sin muchos riesgos y dificultades, y de la que se hace por la vía oriental.

Cuando las islas se conquistaron, el año de mil y quinientos y setenta y cuatro[272], salió el armada de los Españoles, en que fué por general, el adelantado Miguel Lopez de Legazpi, del puerto de la Navidad, en la mar del Sur, en la costa de la Nueva España, provincia y distrito de Xalisco y Galicia, donde reside la audiencia real de Guadalajara; y algunos viajes despues se continuaron desde el mismo puerto, hasta que por mejoría y mas comodidad, se pasó este despacho al puerto de Acapulco, mas á la parte del Sur, en la misma costa, en diez y seis grados y medio de altura, ochenta leguas de Méjico, y en su distrito, que es buen puerto, guardado de todos tiempos, con buena entrada y surgideros, buena comarca, mas bastecida y de mas poblazones que el de la Navidad; donde se ha hecho asiento con mucha poblazon de Españoles, alcalde mayor y oficiales reales, con caja de su Magestad, que entienden en el despacho.

La partencia de los navíos que han de salir para las Filipinas, como cada año se despachan por cuenta de su Magestad, ha de ser necesariamente en tiempo cierto de brisas, que comienzan, desde el mes de Noviembre hasta fin de Marzo, y no se haría en otro tiempo esta navegacion, porque desde Junio hay vendabales, que son contrarios á ella.

Lo ordinario es salir y despacharse estas naos, á fin de Febrero, y lo mas tarde á veinte de Marzo; van al Oeste, en demanda de las islas de las Velas[273], y por otro nombre de los Ladrones, que la isla de Guan (que es una dellas) está en trece grados de altura, y porque salidos de Acapulco algunas veces, suelen hallar los navíos calmas, disminuyen desde diez y seis grados y medio que está el puerto, hasta hallar brisas, que lo ordinario es en diez ó once grados; por aquí se navega siempre á popa, y sin mudar de velas, con brisas frescas y bonancibles, y en otro tiempo templado, mil y ochocientas leguas, sin ver tierra, ni isla alguna, dejando á la parte del Sur, los Barbudos[274] y otras islas, multiplicando poco á poco, altura de trece grados, hasta ver la isla de Guan, y por cima della, en catorce grados, la Zarpana[275], que es viaje (comunmente) hasta estas islas de los Ladrones, de setenta días.

Los naturales destas islas, que es gente desnuda, y muy membrudos, y bárbaros, luego que descubren las naos, á cuatro y seis leguas, salen á la mar en demanda dellas, con muchos navíos de un palo, muy sutíles y ligeros, con contrapeso de caña á sotavento, y la vela de hoja de palma, latina, en que van dos ó tres hombres, con buceyes y canaletes, cargados de voladores, dorados, cocos de palmas, plántanos, camotes, cañas de agua, y algunos petates, que llegados á las naos, lo rescatan por hierros de aros de pipas, y pedazos de clavos, que les sirven para sus labores, y fábrica de sus navíos; y despues que con la pérdida, y arribadas de algunos Españoles en estas islas, han estado algunos Españoles y religiosos entre ellos, se allegan mas á nuestras naos, y entran dentro.

Por ambas islas de Guan y Zarpana, pasan nuestros navíos, en demanda de las Filipinas y cabo del Espíritu Santo, que está trescientas leguas mas adelante, en altura de trece grados escasos, que se andan en diez ó doce días con las brisas; que acaece por ir algo tarde, hallar vendabales, que ponen en riesgo la navegacion, y se entra en las islas con mucho trabajo y contrastes.

Desde el cabo del Espíritu Santo, se entra por el estrecho de Capul, á las islas de Masbate y Burias, y de allí, á Marinduque, y la costa de Calilaya, al estrecho de Mindoro, y á los bajos de Tuley, y á la boca de la bahía de Manila; y de allí, al puerto de Cabit, que son cien leguas de viaje, desde la entrada en las islas; que se andan en ocho días; con que se acaba esta navegación, que es buena, y lo mas ordinario, sin contrastes, haciéndose en su tiempo.

La vuelta deste viaje, desde las Filipinas á la Nueva España, hacen estas naos ya con muchas dificultades y riesgos, por ser larga la navegacion y de muchas tormentas, y temples diferentes; para lo cual, salen las naos muy proveidas de bastimentos, y aparejadas como conviene, que cada una hace el viaje sola, velejando lo mas que le es posible, sin aguardarse una á otra, ni verse en todo el viaje.

Salen de la bahía, y puerto de Cabit, con la primera cuella de vendabales, por entre las mismas islas y estrechos, desde veinte de Junio para adelante, que por ir con aguaceros y entre islas, se trabaja hasta haber desembocado por Capul. Salidos á la mar ancha, gozan del vendabal, hazido su viaje al Este, todo lo mas que alcanza por altura de catorce ó quince grados.

Salta luego la brisa, que es viento que reyna mas generalmente en la mar del Sur, especialmente en poca altura, y como viene á ser por la proa, se muda derrota, poniendo la proa desde el Norte hasta el Leste, lo mas que el viento da lugar; con lo cual se multiplica altura, y se entretiene la nao, hasta que vuelve el vendabal que con él, en la altura que la nao se halla, vuelve á hacer su viaje al Leste, y lo prosigue todo lo que este viento le dura; y cuando escasea, lleva la mejor proa, que el viento da lugar, por los vientos que hay, desde el Norte hasta el Leste, y si el viento es tan contrario, que es Norte ó Norueste, que no se puede ir por aquella vía, hácese la otra vuelta, con que se va haciendo y entreteniendo el viaje, sin descaecer. Á cuatrocientas leguas de las islas se ven volcanes, y restingas de las islas de los Ladrones, que corren al Nort, hasta veinte y cuatro grados, que entre ellas suele haber grandes tormentas y huracanes, y á treinta y cuatro grados, queda el cabo de Sestos[276], cabeza del Japon, á la parte del Nort, seiscientas leguas de las Filipinas. Pásase por entre otras islas, que pocas veces se ven á treinta y ocho grados, con los mismos riesgos y temporales, á temple frío, en paraje de islas, rica de oro, y rica de plata, que pocas vesces re reconocen[277], y pasados dellas, es el mar y golfo grande, donde la nao puede correr largo con cualquier tiempo; atraviésase por él con los tiempos que se hallan, hasta altura de cuarenta y dos grados, muchas leguas en demanda de la costa de la Nueva España, buscando los vientos generales, que por tanta altura corren que son de ordinario Noruestes; y á cabo de larga navegacion, se da en la costa de la Nueva España, que desde el cabo Mendocino, que está en cuarenta y dos grados y medio, corre novecientas leguas, hasta el puerto de Acapulco, que está en diez y seis grados y medio.

Cuando los navios estan cerca de la costa, que de ordinario la reconocen desde cuarenta grados hasta treinta y seis, es el frío muy grande, y padece la gente y muere; y trescientas leguas antes de llegar á tierra, se ven señas della, por unas aguas malas, del tamaño de una mano, redondas y moradas, con una cresta en medio, como veleta latina, a que llaman carabelas. Esta señal dura hasta estar cien leguas de la tierra, que luego se descubren unos pejes, el medio cuerpo de hechura de perros[278], que van retozando unos con otros, por junto á la nao; tras estos perrillos, se ven las porras, que son unos tallos de yerba, huecos muy largos, amarillos, con una bola al cabo, que vienen sobre aguados; y á treinta leguas de la costa, muchas matas de yerba muy grandes, que los rios grandes (que hay en ella) echan á la mar, que llaman balsas, y muchos perrillos á vueltas de unas y otras señales. Luego se descubre la costa, que es tierra muy alta y limpia, sin perderla de vista, se corre por ella con los vientos Noruestes, y Nornoruestes, y Nortes que de ordinario, en esta costa se hallan, de día á la tierra, y de noche la vuelta de la mar, disminuyendo altura; y entrando en temple caliente, vese la isla de Cenizas, y después la de Cedros; y de allí se va á reconocer el cabo San Lucas, que es la boca de la California; desde la cual se atraviesa ochenta leguas, que tiene, hasta reconocer las islas de las Marias, y el cabo de Corrientes, que está á la otra banda de la California, en val de Banderas, y provincias de Chametla; y de allí se pasa la costa de Colima, y de Sacatul, los Motines y Ciguatanejo; y se entra en el puerto de Acapulco, sin haber hecho escala, ni tomado tierra, desde el embocadero de Capul de las Filipinas, en todo el viaje, que de ordinario dura cinco meses, poco mas ó menos, y muchas veces seis, y mas tiempo.

Por via de la India se puede navegar desde las Filipinas á España, haciendo el viaje á Malaca, y de allí á Cochin y á Goa, que son mil y duzientas leguas, y ha de ser con brisas. Desde Goa se navega por el viaje de la India, al cabo de Buena Esperanza, y á las islas Terceras, y dellas á Portugal, y puerto de Lisboa, que es navegación tan larga y trabajosa, como se esperimenta por los Portugueses, que la frecuentan cada año. Desde la India suelen pasar cartas y despachos á España, por el mar Bermejo por manos de Indios, que los pasan por la Arabia á Alejandria, y de allí por mar á Venecia, y de allí van á España.

De la fortaleza de Malaca suele salir y despacharse algunos años un galeón que va á Portugal, de mar en fuera, sin tocar en la India ni en sus costas, que llega con mucha mas brevedad á Lisboa, que los navios de Goa. Su partencia ordinaria es á cinco de Enero, y no pasa deste tiempo, ni la suelen anticipar. Aunque estos viajes, unos y otros, no son practicados de los Castellanos, y les son prohibidos; sí solo el que se hace por la Nueva España, de ida y venida, como se ha referido, sin que por la mar del Sur se haya descubierto (aunque se ha procurado) otro mejor ni mas breve.


LAUS DEO. 


Copiado del Original existente en el BRISTISH MVSEVM (C. 32. F. 31). 28 de Septiembre de 1888.

El anotador expresa su gratitud, á Mr. A. G. Ellis (Departement of Printed Books, oriental) por la amabilidad con que le ha suministrado los libros y documentos necesarios.








Notas de José Rizal
  1. Más exactamente desde los 25° 40′ lat. N. hasta 12° lat S. si hemos de comprender en el grupo la Formosa, habitada también por la misma raza.
  2. Confesamos nuestra ignorancia con respecto al origen de esta creencia de Morga, que, como se ha podido observar, no opinaba así al principio del capitulo primero. Pero ya desde Diodoro Sículo (Sig. I. a. C) se tenía noticia en Europa de estas islas por un tal Iamboule, Griego, que llegó á ellas (á Sumatra cuando menos), escribiendo después el relato de su viaje, dando noticias particulares acerca del número de islas, de sus habitantes, de la escritura, navegación, etc. Ptolomeo en su geografia habla de tres islas, que en el texto latino se llaman Sindæ, habitadas por los αγινναται, que Mercator interpreta por Celebes, Gilolo y Amboina; de la isla αγαθου δαιμονος (Borneo); de cinco βαρουσσαι: (Mindanao, Leite, Sebu etc.) de tres σαβαδείβαι, (grupo de Java: ιαβαδιου), de diez μασνιολαι en donde se encontraba una gran piedra imán. Colin supone que éstas sean las Manilas.
  3. Es muy difícil ahora determinar exactamente cuál haya sido esta isla de Tendaya, llamadla por algunos años Isla Filipina. Según las relaciones del P. Urdaneta esta isla estaba muy al Este del grupo, pasando por el meridiano del Maluco. Mercator lo pone en Panay, y el P. Colin, en Leyte, entre Abuyog y Cabalían, contra el parecer de otros que lo ponen en Ibabao, ó Sur de Samar. Pero según otros documentos de la época, no existía ninguna isla de este nombre, sino un principal llamado Tandaya, señor de un pueblo situado en aquella parte, y por no poderse entender bien los Españoles con los Indios de entonces, se originarían tantas contradicciones en los relatos de aquel tiempo. Vemos en la expedición de Legazpi (doc. 27-1565 Acad. de la Hist.), que mientras los Españoles hablaban de islas, los Indios hablaban de un hombre, etc. Después de buscar por diez días Tandaya, tuvieron que marcharse sin haberla encontrado: «y pasamos sin ver á Tandaya ni Abuyo». Parece, sin embargo, que los Españoles continuaron dando este nombre á la parte S. O. de Samar, llamando Ibabao ó Zibabao la S. E. y, Samar el N. de la misma Isla.
  4. Parte S. E. de Samar.
  5. Sugbú en el idioma del país.
  6. Esto es, dibujando antes encima de la piel lo que han de tatuar. Como se verá más adelante, usaban los Bisayas el mismo procedimiento que hoy usan los Japoneses.
  7. Playas.
  8. Morga toma por invierno la estación de lluvias, y por verano el resto del año. Sin embargo, esto no es muy exacto, porque en Manila por Diciembre y Enero y Febrero baja el termómetro más que en los meses de Agosto y Setiembre, y por consiguiente, en esto de las estaciones se parece á España como á todo el resto del Hemisferio Norte.
  9. Las tradiciones antiguas hacían de Sumatra como el origen de los Indios filipinos. Estas tradiciones se perdieron completamente así como la mitología y las genealogías de que nos hablan los antiguos historiadores, gracias al celo de los religiosos en extirpar todo recuerdo nacional, gentílico ó idólatra. Con respecto á la etnología de las Filipinas, como el espacio de que disponemos no nos permite tratar la materia extensamente, recomendaremos al lector la interesantísima obra del Prof. Blumentritt: Versuch einer Etnographie der Philippinen (Gotha, Justus Perthes 1882).
  10. Más á menudo por mal que por bien, hasta llegar el caso de ordenar el Gobierno se les niegue todo, para obligarles á someterse, á ver si el tratamiento cruel é inhumano llegaba á suplir la ineficacia de los misioneros.
  11. Ignoramos el origen de esta palabra, que no nos parece se derive de China. Si nos fuera permitido hacer una conjetura, diríamos que tal vez una mala trascripción fonética haya hecho chinina la palabra tininã (de tinã) que en tagalo significa teñido, nombre de esta prenda de vestir, monocroma casi siempre, lo que indicaría su origen. Los principales la usaban de color rojo, y la tela era «gasa fina de la India» según Colin. Esta afición al color rojo, que encontramos ya entre los Romanos, subsiste aun entre las tribus bárbaras de Mindanaw.
  12. Bahag «Rica manta de color, y muy de ordinario listada de oro», entre los principales.
  13. «Ceñíanle de diferentes maneras, ya á lo moro como turbante sin bonete, ya retorcido y revuelto á modo de toquilla de sombrero. Los que se preciaban de valientes dejaban caer sobre las espaldas los cabos del paño muy labrados, y tan cumplidos que llegaban hasta las corvas. Y en los colores del paño hacían ostentación de su Principado y divisa de sus empresas y hazañas; no siendo lícito á nadie usar del Potong colorado hasta haber muerto por lo menos á uno. Y para traerle listado de ciertas listas, que eran como corona, habían de haber muerto á siete.» (Colin lib. I. 59). Aun ahora se ve alguno que otro Indio usar el balindang á modo de putong. Putong significa en tagalo coronar, poner una cosa sobre la cabeza rodeándola.
  14. También las había de marfil (Colin, loc. cit.)
  15. «Los dedos de las manos con muchas sortijas de oro y piedras.»
    «El último complemento de la gala era al modo de nuestras bandas, una rica mantellina de color atravesada al hombro y trabada debajo del brazo» (aun hoy día llevan así los hombres el lambong ó luto) «que les acompañaba mucho. Los Bisayas en lugar de esto, usaban de marlotas ó baqueros, bien hechos sin cuello, largos hasta la garganta del pie y listados de colores. Todo el traje, en fin, á lo morisco, y verdaderamente galano y rico que aun hoy le ponderan ellos». (Col. loc. cit.)
  16. Esta manera de llevar el cabello, y el traje largo de los Bisayas, tienen analogías con el tocado y el Kímono Japonés.
  17. Barõ.
  18. Más bien que corteza, el cuerpo mismo de una mata que se machaca pero que no se cuece. Es extraño que hablando del gogo, los P. P. Buzeta y Brabo mencionen su uso para las minas y lavado de las ropas, y no el más común, cual es lavar la cabeza, como hasta ahora se usa por casi todos los Indios.
  19. Esta costumbre subsiste todavía.
  20. Este uso existe también en el Japón, entre las mujeres casadas como una prueba de honestidad. Hoy día ya va cayendo en desuso.
  21. Los Españoles lo creen así, pero se engañan. Tienen muy buen cuidado de no bañarse durante la siesta, después de comer, los dos primeros días de un catarro, cuando tienen herpes-zona, algunas mujeres en la época del menstruo, etc., etc. El P. Chirino, dice (cap. X): «Báñanse encogido el cuerpo y casi sentados por honestidad, con el agua hasta la garganta, con grandísimo cuidado de no poder ser vistos aunque no haya nadie que los pueda ver. La hora más ordinaria y más general del baño es al ponerse el sol, después de los trabajos, y para llevar agua á casa. Después de un entierro se bañan.» Esta costumbre higiénica de los habitantes de los trópicos se ha conservado en el Japón como otras muchas cosas que prueban un origen meridional de alguna parte de sus habitantes.
  22. Aunque no es muy penoso este trabajo, pues es ligero el halo ó mano del mortero, lo hacen ahora por lo general los hombres, dejando á las mujeres la limpieza del arroz.
  23. Esta facilidad de las Indias que refieren los historiadores parece que se puede atribuír, no súlo á la sinceridad con que obedecían á la naturaleza y á los propios instintos, sino también á una creencia religiosa de que nos habla el P. Chirino. «Doctrina era sembrada por el Demonio en algunas y muchas destas islas y aun creo que en todas, que no se podía salvar, fuese casada ó por casar la mujer que no tuviese algún aficionado. Por que decían que éste acudía en la otra vida á darles la mano en cierto paso de un río muy peligroso, que no tiene puente; sino un madero muy angosto, el cual se ha de pasar para pasar al descanso que llaman Kalualhatían» (Chirino. Cap. XIX.) Por lo demás, los historiadores religiosos, hablando de las misiones en los primeros años de la cristianización, traen numerosos ejemplos de castidad en jóvenes que resistieron y prefirieron la muerte, antes que ceder á las violencias y amenazas de los soldados y encomenderos. Esta debilidad por la paga, creemos que no es defecto monopolizado por Filipinos y Filipinas: la encontramos en todo el mundo, en la Europa misma tan satisfecha de su moralidad, acompañándola en todos los tiempos de su historia, unida muchas veces á crímenes, escándalos, etc., etc. Los cultos de Venus, Priapo, Baco, etc., las orgías y bacanales, la historia de la prostitución en la Europa cristiana, y sobre todo en la Roma de los Papas, prueban que en esta materia no ha y nación que puede arrojar á otra la primera piedra. De todos modos, hoy día las Filipinas no tienen motivo para sonrojarse delante de las mujeres de la más casta nación del mundo.
  24. Esta costumbre se ve aún en algunas partes.
  25. Para los Españoles, porque los Tagalos lo llaman Kanin.
  26. Esta es otra de las preocupaciones de los Españoles que, como cualquiera otra nación, tratándose de las comidas, hacen ascos de aquello á que no están acostumbrados ó que desconocen. El Inglés, por ejemplo, siente grima al ver á un Español comer caracoles; á éste le repugna el roastbeef y no comprende cómo se puede comer el beefsteak tártaro (carne cruda); el Chino que tiene tahurí y come tiburón, no puede soportar el queso Roquefort, etc., etc. Este pescado que menciona Morga no sabe mejor cuando está comenzado á dañar; todo lo contrario: es el bagoong, y cuantos lo han comido y probado saben que ni está ni debe estar dañado.
  27. Del tagalo tubã, jugo ó savia de la palma.
  28. Hay en esto que confesar que el pueblo filipino se ha mejorado, gracias tal vez al estanco del vino. Hoy día apenas se ve uno que otro borracho en provincias, y en Manila sólo se dan al vicio los marinos extranjeros. Aquella borrachera, sin embargo, no era peligrosa, pues Colin dice: «Pero raras veces furiosos ni aun desatinados; antes conservando, después de tomados del vino, el debido respeto y miramiento. Sólo estan más alegres y conversables, y dicen algunas gracias. Pero es cosa sabida que ninguno de ellos saliendo del comvite, aunque sea á deshoras de la noche, no deja de acertar á su casa. Y si se ofrece comprar ó vender, y tocar y pesar oro ó plata, lo hacen con tanto tiento, que ni les tiembla la mano, ni yerran en el fiel» (lib. I, 61).
  29. Kalasag.
  30. Esta arma se ha perdido y de ella no queda ni el nombre. Prueba del atraso en que han caído los actuales Filipinos en sus industrias es la comparación de las armas que hoy día fabrican con las que nos describen los historiadores. Los puños de los talibones ni son de oro ni martil, ni sus vainas son de cuerno, ni están curiosamente labradas.
  31. Jostrar, v. a. ant. Mar. Unir, igualar la boga ó cualesquiera otros movimientos, mover á compás. (Dominguez.)
  32. «Unos cantares que tienen de memoria y repiten en sus navegaciónes al compás del remo, y en sus regocijos, fiestas, y mortuorios y aun en sus faenas cuando concurren muchos. En estos cantares cuentan las fabulosas genealogías y vanos hechos de sus dioses.» (Colin. lib. I. cap. XV). Es de lamentar que estos cantares no se hubiesen conservado; por ellos tal vez se hubiera podido saber mucho del pasado de los Filipinos y quizás de la historia de muchas islas adyacentes.
  33. En tagalo se llama Karang.
  34. Los Filipinos, como los habitantes de las Marianas no menos célebres y diestros en la navegación, lejos de progresar, se han atrasado, pues si bien ahora se construyen en las Islas barcos, podemos decir que son casi todos de modelo europeo. Desaparecie- ron los navíos que contenían cien remeros por banda y treinta sol- dados de combate; el país que un tiempo con medios primitivos fabricaba naos cerca de 2,000 toneladas (Hern. de los Ríos, pág. 24), hoy tiene que acudir á puertos extraños, como Hong-Kong, para dar el oro arrancado á los pobres en cambio de inservibles cruceros; los ríos se ciegan, la navegación en el interior de las Islas perece, gracias á los obstáculos que crea un tímido y desconfiado sistema de gobierno, y de toda aquella arquitectura naval apenas queda alguno que otro nombre en la memoria, muerta sin que modernos adelantos hayan venido á reemplazarla en la proporción de los siglos transcurridos, como ha sucedido en los países adyacentes. Y en su género y para su tiempo eran tan perfectas y ligeras aquellas antiguas embarcaciones sobre todo las de las Marianas, que decían los marinos y pilotos: «mientras nosotros nos movíamos en un tiro de arcabuz nos daban seis vueltas tan graciosa por el que no puede ser más» (Doc. 47. Acad. de la His.) Y navegaban también contra viento, y los Españoles las llamaban por la rapidez con que corrian, lanzaderas. ¿Cómo no se pensó en perfeccionar esta clase de embarcaciones?
  35. Cubierta de sombras, por los árboles.
  36. Por la excesiva construcción de navíos que tuvo lugar después, parece que algunas especies desaparecieron ó al menos escasean, una de ellas es el Betis. (Véase S. Vidal y Soler).
  37. Buzeta y Bravo dicen que hay más de 57 especies (pág. 35, T. I).
  38. Pilî.
  39. Tanta abundancia había de ganado vacuno que el P. Gaspar de S. Agustin dice hablando de Dumangas (pág. 257): «En este convento tenemos una copiosa hacienda de ganado mayor, de tanta multitud de vacas que ha habido tiempo que han pasado de treinta mil… y también tiene esta estancia muchos y muy generosos caballos.»
  40. Á la carne de esta clase de gallinas, que los Tagalos llaman ulikbâ, se atribuyen virtudes medicinales.
  41. Existen sin embargo ahora, aunque poco apreciados.
  42. Así se llamaría entonces el zacate ó sakate.
  43. Pogos, del tagalo Pugô.
  44. Buhos.
  45. Aludiría á la cetrería ó caza con halcones.
  46. Ahora ya hay conejos caseros y los pavos abundan.
  47. Kakatua ó Katala.
  48. Kulasisí.
  49. Quizás por igual motivo tienen otras naciones en mucha estima al león y al oso, poniéndolos en sus escudos, y dándoles honrosos epítetos. La existencia misteriosa del caimán, la enorme dimensión á que á veces llega, su fatídico aspecto, sin contar ya con su voracidad, debían influir mucho en la imaginación de los malayos filipinos.
  50. También ha habido frailes comidos por caimanes y por cierto librándose á veces los Indios que les acompañaban; en este caso sin embargo, los historiadores dan una explicación favorable del suceso y distinta de cuando es un Indio la víctima.
  51. Si mal no nos acordamos, hay en Filipinas un pescado que llaman pámpano.
  52. El Río Grande.
  53. En épocas posteriores y á mediados de este siglo, se encontraron también en las costas de Luzón que dan al Pacífico, varios monstruos desconocidos, que no sabemos se hayan estudiado.
  54. Isla de Talim.
  55. Lo que ahora se llama lawlaw es la sardina salada y seca; parece que el autor alude al tawilis de Batangas ó al dilis, que es más pequeño y se consume mucho por los Naturales.
  56. Pahõ. Especie de mangos muy pequeños desde 1 1/2. á 5 cm. de longitud, de hueso blando y de un fuerte olor á brea.
  57. Achara.
  58. En tagalo es Kasubhã. Viene del Sanscrito Kasumbha, Malayo Kasumba (T. H. Pardo de Tavera. El Sanscrito en la lengua tagalog).
  59. No es un árbol sino una planta trepadora, que se cultiva haciéndola encaramarse al rededor de unas cañas, que se plantan en medio de unos canalitos, que sirven de lecho para el riego bicuotidiano. Un plantío de betel, ó ikmó como lo llaman los Tagalos, tiene una gran semejanza con un Hopfengarten, de los Alemanes, ó sea un plantel de lúpulo.
  60. Todos saben que esta fruta no es del betel ó buyo, sino de la bonga (tag. buñga, fruto por excelencia) ó sea de la palmera areca.
  61. No se pone cal viva, sino cal muy hidratada.
  62. Sapá.
  63. Tag. Tukõ.
  64. El punto final debe ser un error de imprenta, debiendo decirse: lo que babea este animal con la opresión, etc.
  65. La toxicología actual en Filipinas está muy atrasada, atraso que quizás hay que agradecer, aunque la ciencia lo debe lamentar. Quedan muy pocos conocimientos empíricos.
  66. Los Indios, al ver que la riqueza excitaba la rapacidad de los encomenderos y soldados, abandonaron el trabajo de las minas, y los historiadores religiosos refieren que, para librarles de sus vejaciones, les recomendaban semejante proceder. Sin embargo, según Colin «informado de buenos originales» en su tiempo se sacaba aún de las Islas un valor de 100,000 pesos anuales en oro por término medio, después de 80 años de desaliento y abandono. Según «un manuscrito de persona grave y antigua de estas Islas», el primer tributo de las dos Provincias de Ilocos y Pangasinan solamente, montó á 109,500 pesos. Un encomendero solo, cl año de 1587, envió desde Manila en la nao Santa Ana, que Cavendish apresó, 3,000 taheles de oro.
  67. Esto se prohibió después.
  68. ¡Y á fé que tenían razón!
  69. Conchas madreperlas.
  70. El té que no era aún muy usado entonces.
  71. El Dr. Jagor, en su célebre obra Reisen in den Philippinen (Berlin, 1873), se ocupa en el cap. XV de estos tibores describiendo algunos, dando muy curiosos é interesantes detalles acerca de su historia, figura, y valor, algunos de los cuales alcanzaban precios enormes, como los del sultan de Brunei que desdeñaba un precio de 100,000 $ ofrecido por uno de ellos. El mismo Dr. Jagor, estando en las Filipinas, ha podido conseguir uno, encontrado en unas escavaciones practicadas en 1851 en Ligmanan (Camarines sur) con otros objetos prehistóricos pertenecientes á la edad de cobre, como lo atestiguan los cuchillos de este metal, y la ausencia de todo hierro, etc., Es lástima que aquellos objetos no hayan sido mejor estudiados. Encontrándose estos tan preciosos tibores en Camboja, Siam, Cochinchina, Filipinas y otras islas adyacentes, y datando su fabricación de una época remotísima, el estudio de su forma, estructura, sellos é inscripciones, nos daría tal vez una clave para hallar un centro de civilización común á estas naciones.
  72. «Y no ha muchos años, dice Colin (1663), que se halló junto á la isla de Joló un pedazo que pesó más de ocho arrobas, del género mejor que hay, que es el gris.» Parece que este pedazo fué á parar en poder de los Jesuítas, del que después un Gobernador tomó una parte.
  73. Parece que esta industria está ahora muy olvidada, pues de ella ya nada se oye.
  74. «Tenían no sólo grandes cosechas de arroz, sino de algodón de que se visten y hacen grandes telas, que han sido y son hoy muy estimadas en la Nueva España… de las de solas telas de algodón hubo encomendero que dejó de hacienda más de 150,000 $ en pocos años.» Esto dice Chirino que escribía en 1603, esto es, unos 31 años después de la creación de las encomiendas. No es de extrañar esto, pues sabido es el modo como los encomenderos explotaban á los Indios: ya les exigían mantas por precios ínfimos que no llegaban á una octava parte del valor real, ya les engañaban en las medidas, etc., etc., lo que desaminó tanto á los industriosos Filipinos que fueron abandonando poco a poco sus telares, rompiéndolos y quemándolos como el motivo por el cual eran vejados y oprimidos.
  75. Quizás aluda Morga al sinamay, tejido con abaká, ó filamento del plátano Musa textilis; el abaká se saca del tronco y no de las hojas.
  76. Son además de esto unas islas tan pepueñas que por el poco provecho que después podrían dar, no excitaban ni el celo ni la caridad de los misioneros.
  77. Los de estas islas eran grandes carpinteros y constructores de navíos «que los hacen muchos y muy ligeros y los llevan á vender por la comarca con un modo bien extraño: hacen un navío grande sin cubierta ni clavo de hierro, ni ligazon, y conforme á la medida de su hueco, hacen otro que cabe dentro de él; y dentro de aquel, otro y otro, de manera que en un biroco grande vienen diez y doce navíos que les llaman biroco, virey, barangay y binitan.» Iban «pintados, y eran grandes remadores y marineros, que aunque se aneguen muchas veces, no se ahogan.» Las mujeres son muy varoniles. «No beben de los ríos aunque el agua es muy linda por que tienen asco… El traje de las mujeres es honesto y galán, porque traen sus sayas á la Bisaya, de medriñaque fino y sus lamboncillos que son como sayuelos justos. Usan mantos largos del mismo medriñaque fino; el cabello cogido, muy bien peinado, hecha con él una rosa en lo más alto de la cabeza. En la frente traen una lista de oro de martillo muy fino de dos dedos de ancho, y muy galana labor, aforrada por la parte que ciñe la frente, con tafetán de color. Traen en las orejas en cada una tres zarcillos de oro, uno donde los usan las Españolas y los dos por su orden más arriba. En los piés, usan unas mantillas de azófar, que cuando andan van sonando» (Colin., lib. 1º, Cap. VI). — Estas islas también han ido para atrás.
  78. Hoy día se la llama Isla del Corregidor.
  79. Parece que la población actual (si la hay) se ha desminuído en mucho.
  80. Esta provincia, medio siglo después, había decaído tanto en población y agricultura, que G. de San Agustín decía: «En estos tiempos no tiene la gente que en los pasados por causa de la sublevación de aquella provincia, cuando era gobernador de estas islas D. Sabiniano Manrique de Lara y por el contínuo trabajo de cortar las maderas para las fábricas de naos de S. M. que les embaraza á cultivar la fertilísima vega que tienen.» Y más adelante hablando de Guagua ó Wawà: «Antiguamente fué este pueblo muy rico, por los muchos principales que tenía, y por las abundantes cosechas que cogían en unas espaciosas vegas, que al presente están anegadas con el agua del Mar.»
  81. Ahora Puerto de Sorsogón.
  82. ¿El actual puerto Mariveles?
  83. ¿Subik?
  84. Parece deducirse de todas estas repeticiones de lavaderos de oro que en aquellos tiempos los Indios se dedicaban con afán á las minas de oro, no sólo lavando las arenas auríferas, sino también haciendo el verdadero trabajo de las minas, porque los Españoles á su llegada á Leyte «reconocieron minas de oro de diez estados de profundidad y hallaron algunas herramientas con que lo fabricaban los Indios.» (G. de S. Agustín).
  85. Ahora Mindoro está tan despoblada, que el Ministro de Ultramar, para remediar este efecto de la colonización española, quiere enviar á aquella isla lo más perdido de la Península á ver si de grandes criminales salen buenos colonos y agricultores. De todos modos, dada la condición de la gente que va, es indudable que la raza que suceda sabrá defenderse y vivir, para que otra vez la isla no se despueble.
  86. Samar. Prueba esto en contra de la opinión de Colin que pone Tendaya en Leite.
  87. Capul, Viri, etc.
  88. S. E. de Samar.
  89. «Son las pinturas muy galanas y muy proporcionadas… que si lo trajesen á Europa se podían ganar con él mucho dinero á mostrarlo» (Chirino cap. VII). Colin dice, sin embargo, que se pintaban las barbas y las cejas. Acerca de la manera como lo hacían, Colín da más detalles: «la pintura se hacía (después de bien dibujada por los Artífices y conforme á la proporción de las partes del cuerpo, y del sexo), con unos como pinceles ó manojillos de muy sutiles puntas de caña, con que iban punzando y señalando el cuerpo, hasta sacar sangre, sobre la cual daban un polvo, ó humo hecho de brea, y de color negro que jamás se borraba. No pintaban todo el cuerpo de una vez, sino parte por parte, y antiguamente no se comenzaban á pintar hasta haber hecho alguna valentía. Los niños no se pintaban, las mujeres sí, toda la una mano y parte de la otra. En esta isla de Manila se pintaban también los Ilocos, no tanto como los Bisayas.» Col. lib. I c. XIV). En Filipinas se tatuan ahora los Negritos, Igorrotes y otras tribus independientes. Los cristianos han olvidado la práctica. Como hemos observado en otra parte, este tatuaje tiene mucha analogía con el que hoy practican los Japoneses: no obstante, parece que los Filipinos no empleaban más que el color negro, mientras que los Japoneses usan varios colores como el azul y el rojo, llevando el arte á una rara perfección. En otras islas del Pacífico, las mujeres se tatuan casi tanto como los hombres, lo que las diferencian de las Japonesas y antiguas Filipinas. Consúltese la interesante obra del doctor Wilhelm Joest, acerca del tatuaje. (Tætowiren Narbenzeichnen und Kœrperbemahlen, Berlín, 1887) en que trata muy sucintamente la materia.
  90. Esto no se comprende después de todo lo que lleva dicho y de lo que nos dice Chirino: «Ni por eso van desnudos… y en todos lugares son muy mirados y cuidadosos en cubrir sus personas con extremado recato y vergüenza» (Cap. VII). Parece que lo que aquí quiere decir Morga es que sobre su traje ordinario no usaban nada encima cuando salían, á diferencia de los Tagalos que tenían, hombres y mujeres, una especie de capa para fuera de casa.
  91. Gúbat bosque, campo, en tagalo: mangubat en tag. significa ir á la caza, al bosque y aun al combate.
  92. «Cuando llegaron los Españoles á esta isla (Panay) se dice había en ella más de 50,000 familias; pero se disminuyeron mucho… y al presente serán unos 14,000 tributarios, los 6,000 de la corona y los 8,000 de particulares encomenderos» (G. de S. Augustín, p. 259). Tenían muchas minas de oro, y en el río de Panay lo sacaban lavando la arena; «pero instigados de las vejaciones que recibían de algunos alcaldes mayores», dice el mismo historiador, «lo han dejado de sacar, queriendo más vivir con pobreza que padecer semejantes trabajos.»
  93. Comparando todo esto con el estado presente de las cosas, hay necesidad de consolarse con el número de empleados y frailes que pululan por las islas, para no sentir tanto el atraso en que hemos caído.
  94. No es más grande la diferencia que la que hay del castellano al portugués ó al italiano.
  95. Ahora no se puede decir lo mismo. El gobierno, en impresos y en palabras, procura la instrucción de los Filipinos, pero en el hecho y en el fondo fomenta la ignorancia, poniendo la instrucción en manos de los frailes, acusados por Peninsulares, Filipinos y Extranjeros de querer el embrutecimiento del país, y probándolo ellos mismos con su conducta y sus escritos.
  96. Esta afirmación y el espíritu tagalo, amante de la sencillez y la claridad, contradicen el error, aducido posteriormente por otros escritores, con respecto á la imperfecta escritura y á la consiguiente difícil lectura de aquellos caracteres. Lejos estamos de creer que aquel alfabeto ofreciera la sencillez y claridad del latino, pero tampoco podemos aceptar la creencia de otros Autores, que sin conocer á fondo aquella escritura, pretenden encontrarla muy imperfecta por la dificultad que suponen había en la expresión de las consonantes quiescentes. Tal vez los comas de que habla Morga sirvieran para esto, siendo los puntillos los signos de las vocales, así como vemos en un manuscrito que reproduce Mas el signo ‖ para representar la m, n, t, etc. quiescentes. Sobre ello han escrito muchos, como Chirino, Colin, Gaspar de San Agustín, J. de San Antonio, Chamisso, Mas y otros, y en épocas posteriores y con más detenimiento, Jacquet (Journal Asiatique) y el filipino doctor T. H. Pardo de Tavera, cuyo interesante opúsculo «Contribución para el estudio de los antiguos alfabetos filipinos (Losana 1884), viene á ser casi un resumen y un juicio crítico de todos los escritores anteriores, procurando además indagar su origen y su parentesco con los otros alfabetos de la India. Alfred Marche (Luçon et Palaouan) trae sin embargo datos más nuevos y recientes sacados de la tribu de los Tagbanuas (Paragua) que aun hoy día se valen de este alfabeto, y estos datos modifican mucho los conocimientos hasta hace poco en boga sobre esta materia.
  97. Con respecto á la dirección de la escritura de los Filipinos hay las más opuestas opiniones, siendo de notar que los escritores que en estos últimos tiempos se han ocupado de ello, exceptuando Marche, la creen horizontal. Jamboulo, sin embargo, que parece vió esta escritura siglos antes de Cristo, está conforme con Chirino que dice: escribían de arriba abajo (ἄνωθεν χάτω); Colin, Ezguerra y Marche en la dirección contraria, de abajo para arriba; la dirección horizontal se adoptó después de la llegada de los Españoles como lo atestigua Colin, dirección que supone P. de Tavera, y que Mas cree ser la única por el pedazo de manuscrito que reproduce, posterior á la llegada de Legazpi, lo cual pudo inducirle á error como á otros, y también á nuestro Morga. — Lo que parece deducirse es que escribían en dos sentidos vertical y horizontal: vertical en la época primera cuando escribían sobre cañas y hojas de palma, porque así les era más fácil la escritura, y horizontal cuando el uso del papel se generalizó. Por lo demás, la forma de los caracteres se prestaba á estas diferentes direcciones.
  98. Báhay se llama en tagalo la casa; pamamáhay lo que hay en el interior con la casa, el hogar. Es muy posible que se haya impreso bahandin por bahayín, un derivado en desuso.
  99. En lo que hacían bien, porque, dada la falta de rápidas comunicaciones, si el gobierno de todas las islas residiese en una sola mano, y una sola voluntad, y para todas las cosas tuviesen que acudir y consultar á un punto, se paralizaría mucho la vida en los pueblos. En nuestros tiempos sucede que mientras se consulta á Manila para componer un puente, se pasan meses y años, y cuando viene el decreto, se encuentra con que ya del puente no queda nada, ni los estribos siquiera. Y quien dice de puente dice de otras cosas. Además, dadas las circunstancias de entonces, si la suerte de las islas dependiese de una sola persona, se expondrían muchas suertes y muchas vidas; dependerían muchas fortunas de la voluntad de un solo hombre, que puede ser ignorante, brutal, ambicioso, codicioso y que no conozca ni ame á los súbditos que gobierna.
  100. Según se deduce de esto las relaciones de amistad eran más comunes que las guerras.
  101. Timawá.
  102. En esto obraban los Filipinos muy en conformidad con las leyes naturales, habiéndose adelantado á los Europeos, cuyas mujeres pierden su nobleza si se casan con plebeyos, y que hacen consistir la descendencia en la línea masculina, cuando esta especie de descendencia es la que menos garantías puede ofrecer. Esto prueba además la alta consideración de que desde antiguo disfrutaba la mujer en las Islas.
  103. Quizás debiera decirse llevaba ó allegaba á sí, etc.
  104. Formándose especies de confederaciones como los estados de la Edad Media con sus barones, condes y duques que eligían al más valiente para gobernarlos ó aceptaban el poderío del más principal.
  105. Del Tag. balañgay, nombre de una embarcación en que se supone hayan venido á las Filipinas los Indios que hoy las habitan.
  106. Estos esclavos no siempre tenían tan triste condición. Argensola dice que comían con el señor en la misma mesa y se casaban después con miembros de la familia. Pero, no faltarían tiranos y hombres brutales que abusasen de su estado, aunque no debieron excederse tanto como los encomenderos, pues las historias nos hablan de alzamientos y asesinatos de encomenderos por sus encomendados, y no nos registra un solo caso de álzamiento ó asesinato contra un principal, ó asesinato de algún jefe indígena por motivos de venganza.
  107. De aquí á aquella noble romana que no se ruborizaba desnudándose en el baño delante de un esclavo, hay en verdad mucha distancia: la noble romana obraba así por su gran desprecio á los esclavos y la noble filipina por el gran aprecio y honestidad de su persona.
  108. Después de la conquista el mal empeoró. Los Españoles hacían esclavos sin estos pretextos y sin ser los Indios de su jurisdicción, vendiéndolos además y sacándolos de sus pueblos é islas. Fernando de los Ríos Coronel escribía al Rey, hablando de las construcciones navales en tiempo de don Juan de Silva: «Los árboles de un galeón les costaron á los Indios, según afirman los religiosos de San Francisco y oí decir al Alcalde mayor de la provincia donde se cortaron, que es la Laguna de Bay, que para arrastrarlos 7 leguas, de montes muy doblados se ocuparon 6,000 Indios 3 meses, y les pagaban los pueblos cada mes 40 reales (vellón) á cada uno, sin darles de comer, que el miserable Indio la había de buscar. Dejo de decir los malos tratamientos, é inhumanos de los ministros, y los muchos que se morían en el monte…. Tampoco digo á V. M. los Indios que se ahorcaron, los que dejaron á sus mujeres y hijos, y se huyeron aburridos á los montes, los que se vendieron por esclavos, para pagar las derramas que les repartían, el escándalo del Evangelio, y los daños que causó esta fábrica tan irreparables y con cuanta inhumanidad se libraba en los miserables Indios, y se ejecutaba no sólo lo que era menester, sino á vueltas desto lo que la codicia desordenada de ministros le quitaban…» (pág. 25.) La carta de Felipe II al obispo don Domingo de Salazar, abunda en este sentido, sin que ni esto ni las gestiones de los frailes, que veían comprometido su ministerio por la repugnancia que empezaban á sentir los Naturales hacia la cristianización, hayan remediado el mal. Felipe II decía reconviniendo al obispo, que los Indios habían disminuído en más de una tercera parte, obligándoles á pagar tres veces la tasa «y los tratan peor que esclavos, y como tales se hallan vendidos muchos de unos Encomenderos á otros, y algunos muertos á azotes, y mujeres que mueren y rebientan con las pesadas cargas; y á otros y á sus hijos las hacen servir en sus granjerías, y duermen en los campos y allí paren y crían, y mueren mordidos de sabandijas ponzoñosas, y muchos se ahorcan, y se dejan morir sin comer, y otros toman hierbas venenosas. Y que hay madres que matan á sus hijos en pariéndolos…» (G. de San Agustín, p. 127.)
  109. Esto será muy sencillo y rudo, pero era más expedito, y los que juzgaban, siendo personas de la localidad y formando un jurado, elegido por ambas partes, conocían la causa, las costumbres y usos mejor que el togado que, viniendo de fuera para hacer su fortuna, juzga causas que no conoce, é individuos cuyos usos, costumbres é idioma ignora. Pruebas del atraso en que hemos caído, la multitud de leyes, provisiones y reales decretos contradictorios; el descontento de las partes que para encontrar justicia, tienen muchas veces que acudir ahora al alto Tribunal Supremo de la Península (si pueden y tienen medios para 36 días de viaje) donde los jueces sean más puros é incorruptibles, si no mejores conocedores del país; los pleitos que se eternizan y duran de padres á hijos y nietos, los gastos enormes que el agraviado tiene que costear para que le hagan justicia, etc., etc.
  110. Lo que no afectaba en nada la paz de los pueblos, porque muchas veces una costumbre tiene más fuerza que una ley escrita ó impresa, mayormente cuando las leyes escritas son letra muerta para los que saben eludirlas ó abusar de su alta posición. La fuerza de una ley no está en que esté escrita en una hoja de papel, sino en que esté grabada en la memoria de los legislados, la conozcan desde la más tierna edad, esté en armonía con sus costumbres y sobre todo tenga estabilidad. El Indio, desde niño aprendía de memoria las tradiciones, vivía y se nutría en la atmósfera de sus costumbres, y por imperfectas que fuesen aquellas leyes, las sabía al menos, y no como sucede ahora que se escriben leyes sabias (?), pero que el pueblo ni las sabe ni las comprende, cambiándose y caducando muchas veces según las ocurrencias de personas enteramente extrañas. Es el caso de la honda de David y de las armas de Saúl.
  111. Esta conformidad de las leyes en el fondo y esta general uni- formidad prueban que las relaciones de las islas entre sí eran muy grandes y los lazos de amistad más frecuentes que las guerras y diferencias. Acaso existiera una confederación, pues sabemos por los primeros Españoles que el príncipe de Manila era generalísimo del sultán de Borneo. Existen además otros documentos del si- glo XII que testifican esto.
  112. Esta es la división eterna que se encuentra y se encontrará en todas partes, en todos los reinos y repúblicas: clase dominadora, clase productora y clase servil: cabeza, cuerpo y pies.
  113. Nos es imposible encontrar la etimología de esta palabra, que en su forma tagala debió ser Sagigilid. La raiz gílid significa en tagalo borde, ribera, orilla; la reduplicación de la primera sílaba si es tónica, significa acción activa en futuro, y sino lo es y se aňade á la raíz la sufija an, denota el lugar donde á menudo se ejecuta lá acción del verbo: la preposición sa indica lugar, tiempo, referencia. La reduplicación átona puede significar también pluralidad, y en este caso el nombre en singular sería sagílid; esto es, al borde, lo último, esto es, el esclavo. — Timawã, significa ahora en tagalo, en paz, en quietud, tranquilo, libre, etc. Maginoo, de la raiz ginoo, dignidad, es ahora el título de los principales, y á la reunión de éstos se llama, Kaginoóhan. Colin dice sin embargo, que los principales usaban el título Gat ó Lakan (Gat Pulintang, Gat Maitan, Lakan Dula, etc, y las mujeres Dayang (Dayang Mati). El título de mamá que hoy se usa para los hombres corresponde á tío, señor, monsieur, mister, etc., y el al de las mujeres al tratamiento femenino correspondiente á aquéllos.
  114. Namamahay, de bahay, casa, el que vive en su propia casa. Esta clase de esclavos, si esclavos pueden llamarse, existen aún y se llaman Kasamá (por serlo ahora los socios ó labradores de un capitalista ó agricultor), bataan (criado, servidor) Kampon, tao, etc.
  115. Esto prueba el alto espíritu de extricta justicia que reinaba en las sociedades malayo-filipinas. Se observaba matemáticamente el principio de la ley, y lo aplicaban con todo rigor é imparcialidad.
  116. Porque la mitad libre tenía derechos de hombre libre. Prueba también de que las leyes no eran tiranas, á pesar de ser rigurosas, la costumbre de hacerse cargo de los derechos de la mitad libre, y no del degradamiento de la mitad esclavo.
  117. Dasmariñas, sin embargo, obligó á que los encomenderos no pagasen por los esclavos comprados por fuerza, más de dos taes de oro (véase nota 2, pág. 29).
  118. Esta clase de esclavos existe aún ahora en muchas partes y sobre todo en la provincia de Batangas, pero hay que confesar que su condición es muy diferente de la del esclavo en Grecia y Roma, de la del negro, y aún de los que posteriormente hicieron los Españoles.
    Gracias á su condición social y á su número en aquel tiempo, la dominación española encontró tan poca resistencia, y los principales filipinos perdieron fácilmente su independencia y libertad: el pueblo, acostumbrado al yugo, no les iba á defender del invasor ni iba á luchar por libertades de que jamás gozaron; para él era un cambio de amos; los nobles, acostumbrados á tiranizar por la fuerza, tenían que aceptar la tiranía extranjera, cuando se presentaba más poderosa que la suya, y no encontrando ni amor, ni sentimientos levantados en la masa esclavizada, veíase sin brazos y sin fuerzas. Entre un pueblo con una aristocracia tirana y otro con una desenfrenada democracia, están los pueblos equilibrados. Uno y otro caen fácilmente bajo el dominio del primer invasor extranjero, el primero por la debilidad y el segundo por la anarquía. Muchas de las colonias que se contienen gracias á un sistemático embrutecimiento de los habitantes por una clase, casta ó raza que se rodea del prestigio de oropel, y que para mantenerse, tiene que defender absurdos para ser consecuente con un falso principio, terminarán sin duda alguna como los pueblos tiranizados, como la Persia, la India, etc., sucumbiendo ante el primer extranjero. Filipinas, á pesar de tantos siglos de cristianización, á pesar de los esfuerzos de algunos pocos espíritus nobles, tanto religiosos como civiles, continúa todavía y se quiere que continúe, casi en el mismo estado que antes, porque los que la dirigen miran más al presente que al futuro y porque les guía, no la confianza sino el temor. Los esfuerzos de las corporaciones religiosas para mejorar este estado, no fueron nunca tan eficaces ni tan poderosos como de ellas se podía esperar. Testigos son las dudas de Fr. Alonso de Castro, misionero de aquellos tiempos:
    «Si en su poder se hallasen algunos Indios robados ó hechos esclavos por los Españoles, y dados á los conventos por vía de donación ó venta… ¿á qué eran obligados, si fuesen libres en sus tierras ó esclavos de otros, y si sería lícito darles libertad en caso de hacerse cristianos para que volviesen á sus tierras. » F. Juan Quiñones también tenía escrúpulos «sobre los excesivos tributos ó repartimientos de los Encomenderos, y facilidad que tenían los Españoles en hacer esclavos á los infieles… pero el P. Provincial Manrique le mandó no tocase en las confesiones semejantes puntos». (Gaspar de S. Agustín, pág. 355.)
  119. De modo que el catolicismo no sólo no libertó á la clase pobre de la tiranía de la opresora, sino que con su venida á Filipinas aumentó el número de los tiranos. El tiempo solo y la instrucción, que consigo trae más suaves costumbres, acabarán de redimir á los Parias de Filipinas, pues vemos, que contra sus opresores, los sacerdotes de paz no se sentían con valor de luchar y eso en los tiempos de gran fe, sino que más bien contribuían indirectamente en su desgracia, como vemos en las líneas anteriores.
  120. Esto prueba que las relaciones de estas clases entre sí no sólo estaban muy lejos de parecerse á las que tenían los señores del Occidente con sus siervos, sino que eran aún más cordiales que las de los patricios con el pueblo romano, entre quienes estaba prohibido en los principios establecer lazos de familia por medio de casamientos. Si los principales y timawà filipinos hubiesen sido tan tiranos con sus inferiores como nos los pintan, no habría habido estas uniones: el odio y el desprecio habrían separado las clases.
  121. Inasawa, más correcto asawa (consorte).
  122. Otra prueba de la benignidad y previsión de las leyes.
  123. No lleva.
  124. Esto continuaba la unión entre padres é hijos, medida más sabia que la que se sigue en muchas partes de Europa, en donde se ven casos de descuidar los hijos á sus padres, una vez apoderados de su patrimonio, ó de no consentir los padres que se casen sus hijos por no separarse de su peculio. Se ven en Europa hijos más ricos y más desahogados que sus padres, pasando meses y años sin verlos; hay padres que prefieren que sus hijos salgan quintos á ser casados, cosas que no suceden en Filipinas, ni aun ahora, porque estas costumbres subsisten. Decimos que esta medida continuaba la unión y no la afección por ser este un sentimiento que siempre se supone, siendo en muchos esta afección rayana en veneración: mientras vive el padre ó la madre, el hogar continúa, aunque todos los hijos estuviesen casados y viviesen separadamente. Naturalmente, la mujer no llevaba ni lleva dote; las cualidades de la mujer filipina, el ser más bien ayuda que carga para el marido, rechazan esta costumbre, necesaria á la europea, por ser ésta, sino una carga, en general un aumento en el presupuesto del varón. En Filipinas la mujer no va á pescar marido, sino va á escoger; el marido no toma la pesada carga ni el yugo del matrimonio, sino una compañera que le ayude é introduzca la economía en la vida irregular del soltero.
  125. Esta dote, si puede llamarse así, representaba para los padres una indemnización del cuidado y desvelos que han tenido en la educación de la hija. La mujer filipina no siendo jamás carga para nadie, ni para sus padres ni para su marido, sino todo lo contrario, representa un valor cuya pérdida para el poseedor hay que sustituir. Y es esto tan cierto, que aun en nuestros tiempos los padres consienten á duras penas en desprenderse de sus hijas, viéndose casi nunca el triste espectáculo que presentan muchas familias europeas, que parece tienen prisa por desprenderse de sus hijas casaderas, desempeñando las madres un papel ridículo no pocas veces. Como se verá, tampoco hay renta ó compra en esta costumbre: la esposa tagala es libre y considerada, trata y contrata, casi siempre con la aprobación del marido, quien la consulta en todos sus actos: es depositaria del dinero, educa á los hijos, la mitad de los cuales le pertenece. No es la mujer china, ni la esclava mahometana, que se compran, ya de los padres, ya en el bazar, para encerrarlas con el fin de agradar al marido ó al señor; no es la europea que se casa, compra la libertad del marido con su dote, para perder nombre, derechos, libertad, iniciativa, limitándose su verdadero señorío á reinar en el salón, obsequiar á los huéspedes y sentarse á la derecha del marido.
  126. En lo que estaban más adelantados que los modernos Franceses é Ingleses con sus leyes del divorcio. Los deudos de ambas partes y los ancianos son un jurado para cuestiones de familia, más sagrado que todos los doctores, y jueces, por sabios que fueren, en los intereses de sus deudos y en las conveniencias ó inconveniencias de las uniones. Sin querer tocar aquí la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio, creemos que, cuando los consortes hacen jueces de sus disidencias á los deudos de ambas partes y á los ancianos, y éstos, a pesar de tener que devolver la dote, juzgan conveniente el divorcio, los motivos no serían tan ligeros. Otros historiadores, entre ellos el P. Aduarte, dicen sin embargo, que cuando llegaban á tener hijos, por amor á éstos ya nunca más se separaban, cosa que por cierto no impide el divorcio en Europa.
  127. Bigay-Káya, dar lo que puede, ofrenda voluntaria, regalo de buena voluntad. Esto confirma más que aquí había menos venta que en las consabidas limosnas de escapularios, rosarios, correas etc., en que no se da lo que se puede, sino lo que se exige, con precio fijo que se puede alterar, no obstante, aumentando. Este Bigay-Káya, según Colin, se devolvía entero á los consortes, si el yerno fué obediente á sus suegros, y sino, se lo repartían entre todos los herederos. «Demás de la dote usaban los principales dar algunas dádivas á los padres y parientes, y aun á los esclavos, más o menos conforme á la calidad del desposado.» (Colin, lib. I, c. XVI).
  128. Esta santa costumbre existe todavía, gracias á la Providencia, aunque poco a poco se va perdiendo.
  129. Esta costumbre, que han perdido los Filipinos en su contacto con otros pueblos, la van adoptando ahora muchas naciones sensatas de Europa, entre ellas la inglesa. Parece más racional y mas justa que la de desafiar al adúltero, exponiéndose muchas veces el marido á ser cocu et battu. Otras consideraciones aparte.
  130. Y no había necesidad de más. La memoria de los padres tan sagrada y venerada, la creencia de que los espíritus de los antepasados venían á habitar entre sus descendientes, castigándolos ó amparándolos según su ulterior comportamiento, excusaban toda infracción de los testamentos ó desobediencia por parte de los herederos. Solamente, desde que los misioneros convencieron á los Indios de que la mayor parte de sus antepasados se quedaban tostados y quemados en el Purgatorio ó Infierno, tuvieron necesidad de notarios, papel sellado, y pleitear é intrigar después por siglos de los siglos.
  131. La misma ley siguen ahora las familias reales de España, Inglaterra, Austria, etc., etc. en la cuestion de sucesión.
  132. Costumbre más piadosa que la conducta de Abraham con Agar é Ismael, á pesar de ser aquel el varon justo elegido del Señor.
  133. Todos estos distintos matices entre los hijos legítimos que heredaban, los hijos de libres concubinas que no heredaban, pero que recibían algo, los hijos de esclavas que no recibían nada, pero que libertaban y salvaban á sus madres, y los hijos con casadas aunque fueren principales, que ni siquiera heredaban la condición de sus padres, sino que degeneraban, prueban el alto grado de cultura y la moralidad de los antiguos Filipinos.
  134. Así son los contratos de todas las naciones y de todos los pueblos, y así son también y ese era el mismo espíritu de los contratos que los primeros Españoles celebraron con los jefes filipinos, y ¡ojalá se hubiesen atenido siempre á la letra de aquellos contratos!
  135. Esto es tristemente cierto, y tan cierto, que subsiste hasta ahora. En muchas provincias y en muchos pueblos se verifica palabra por palabra todo lo que Morga dice, siendo de lamentar que ya no sólo son los Indios los que continúan con la usura, sino también los mestizos, los Españoles y aun varios religiosos. Y á tanto ha llegado ahora, que el mismo Gobierno, no sólo lo permite, sino también exige el caudal y aun la persona, para pagar deudas ajenas, como sucede con el cabeza de Barangay. Véase lo que sobre esto dice Pláridel en su magnífico folleto La Soberanía Monacal (Barcelona, 1889).
  136. El tam-tam y el pum-piang se usan aún.
  137. Este horror al hurto era tan general antes de la llegada de los Españoles, que los historiadores más anti-filipinos no han podido jamás acusar de ladrones á los Indios, á pesar de su costumbre de no perdonarles la más ligera falta, y de interpretar mal y extender á toda la raza faltas y defectos que se encuentran en individuos de todos los países. Hoy día, este horror está ya tan amortiguado que no solo pululan los malhechores y salteadores, sino que también roban gallinas, frutas, animales, etc. ó fuerzan á los dueños á venderles malbaratadas sus propiedades aquellos mismos que debían velar por la seguridad de los vecinos, como son los individuos de la Guardia Civil. Acaso haya contribuído á extirpar poco a poco tan santa costumbre cierta tibieza, y aun diríamos cierta participación de los frailes en las cosas robadas, como se colige de la duda del P. Alonso de Castro: «Si era lícito á los Religiosos recibir para su sustento, y edificios de sus iglesias y conventos por vía de limosna, lo que les restituyen de materias de hurto…»
    He aquí algunas maneras cómo los antiguos Filipinos averigua- ban los hurtos:
    «Si constaba del delito, pero no del delincuente, siendo más de uno los indiciados… obligábanles primero á que cada uno pusiese en un montón, un lío de paño, hojas ó lo que quisiesen, en que podían encubrir lo hurtado, y si acabada esta diligencia se hallaba en el montón, cesaba el pleito». Esta práctica, que deja una puerta al arrepentimiento y salva el honor del arrepentido, no debió haberse perdido, sino, como hace observar un escritor anti-filipino, debieron haberla imitado los Europeos. Entre esta práctica de bárbaros y la civilizada que tenemos ahora de averiguar el hurto á fuerza de máquinas eléctricas, azotes, cepo, y otras torturas inquisitoriales, hay bastante distancia. Sin embargo, si el objeto no aparecía con esta primera tentativa, los antiguos Filipinos usaban de otro medio ya más perfecto y civilizado, por cuanto se parecía á los juicios de Dios y á las prácticas de la Edad Media. Los hacían sumergirse en el agua á un mismo tiempo «como quien corre parejas» cada uno con su asta de palo en la mano; «el que primero salía fuera era tenido por delincuente: y así muchos se quedaban ahogados por temor del castigo». (Colin pág. 70) Esto es, que preferían morir á ser tenidos por ladrones, pues por terrible que fuese el castigo, no lo sería más que el ahogarse á sí mismo, muerte difícil y que necesita una voluntad firme y decidida. Los antiguos Filipinos, al decir de otros historiadores, se guiaban en esto por el principio de que teniendo el culpable más miedo que los inocentes, el temor aceleraba las palpitaciones de su corazón, y fisiológicamenie la circulación de la sangre, y por consiguiente la respiración, que así se acorta. Fundado en el mismo principio de que el que está afectado se traga la saliva ó se le seca la boca, hacían también masticar arroz, escupirlo después, declarando por culpado á aquel que lo escupiese seco y mal masticado. Todo esto es ingenioso, pero puede suceder, y sucede, que un inocente y pundonoroso se afecte de tal manera al verse acusado, ó tema una casualidad, y con esto aparezca como culpable. Otras prácticas tenían además tan parecidas á las de la Edad Media, como el agua hirviendo y la candela, que las vamos á pasar en silencio. No hemos de olvidar, sin embargo, que en estos últimos tiempos estuvo en boga otro uso muy famoso. Había en Pulõ un viejo fraile, cura del pueblo, que tenía fama de adivino, y á éste le consultaban en los robos, hurtos, etc. El que escribe estas notas fué una vez, cuando niño, acompañando á una persona en semejante consulta, en 1873, y el fraile no sólo no disipó el error ó las sospechas de la persona consultante, sino que hasta las confirmó. Consultan también ahora á viejas histéricas, á embaucadores, etc., demostrando que el nivel intelectual ha bajado mucho: antes razonaban, ahora se contentan con preguntar y creer. Para los enemigos del raciocinio, esto se llama adelanto.
  138. ¡Qué alta idea no debían tener los Filipinos antiguos de la sensibilidad moral, cuando las ofensas á ella las consideraban más graves que las ofensas al cuerpo! Las civilizaciones europeas de aquel tiempo, y aun muchas de las de ahora, no se hicieron jamás cargo de esto, á pesar de todas las pretensiones de idealismo, á pesar de anteponer siempre el alma al cuerpo, y de considerar la palabra como el signo de la razón, teniendo siempre por más grave un ataque directo al cuerpo y anteponiendo los sentidos al sentimiento. El ahí me las den todas que atribuyen á Fernando VII retrata bastante esta manera de sentir. Por esto extrañan los frailes que los Indios prefieran, aun ahora, los azotes á una mala palabra ó á un insulto, y esto, que debía hacerles pensar y meditar, sólo les sugiere la deducción de que el Indio es una especie de mono ó cosa así como animal. Por lo visto, los animales en la tierra de los frailes, al revés de lo que les pasa, saben sentir mejor el significado de una palabra que la fuerza de los azotes.
  139. No es imposible que hayan sucedido estas cosas, pues casos parecidos y aun peores se registran en las historias sagrada y profana, en los anales de los pueblos y familias grandes de la Europa cristiana y devota, y en las causas que se oyen en los tribunales modernos, en las novelas naturalistas, etc. No obstante, quizás hubiera algún tanto de exageración en decir era muy ordinario, pues, aun ahora después de más de tres siglos, vemos á los escritores españoles contar las más absurdas y ridículas cosas cuando de denigrar á los Indios se trata, esto dicho sin querer comparar á un Morga con un empleado escritor de nuestros tiempos. Dicen por ejemplo, que por dormir la familia en una habitación, el padre suele equivocarse con la hija, la madre con el hijo, etc. Para poder afirmar tan sucias necedades era menester haber sido testigo de ellas, ó creerse capaz de hacer lo mismo, estando en las mismas circunstancias. Ni hay tal mescolanza en los lechos, ni los Indios han llegado todavía á tal depravación.
  140. De bago nuevo y tao, hombre; el que acaba de ser hombre.
  141. Porque no verían un pecado en acto la reproducción de la especie. Los antiguos, como otros muchos pueblos, no veían en ello más que un instinto natural que hay que satisfacer; la misma religión mosaica no prohibía sino el adulterio: sólo el cristianismo hizo del acto un pecado mortal, porque (acaso asintiendo con los gnósticos) viera todo lo que era carnal corrompido, malo, así como algo venido del diablo, originándose aquel horror á la carne que dominó á los cenobitas, ermitaños, etc. etc. en los primeros siglos, disgustados tal vez por el desenfreno de la Roma decadente y de toda la sociedad pagana. Entre la prostitución, sin embargo, y el antinaturalismo cenobita, lóbrego y estéril, hay un término medio: el de obedecer á las leyes naturales sin falsearlas ni frustrar los fines que tienen todas las cosas. Por lo demás, el escritor filipino P. A. Paterno en su erudita obra La Antigua Civilización Tagalog, rebate magníficamente en el Capítulo de La Mujer (pág. 227) esta imputación de Morga, que repitieron más tarde otros escritores. Paterno cita textos y testimonios en contra, suministrados por varios escritores misioneros y viajeros.
  142. Esto confirma que la incontinencia de los Filipinos gentiles no era desenfreno, sino exceso de naturalismo y falta de prohibición religiosa ó moral. Se ha observado que los hombres caen en el nefando crimen de la sodomía, cuando les viene el hastío que la prostitución produce como se ve en muchas regiones meridionales de Europa y en China, ó cuando el exceso de privación fuerza á la naturaleza á falsearse errando por sendas equivocadas, como se experimenta en ciertos conventos y colegios unisexuales. Estúdiese la historia de los pueblos y de todas las civilizaciones. — Á pesar de lo que dice Morga, y á pesar de haber trascurrido desde entonces casi tres siglos, el Filipino sigue aborreciendo este crimen, y tan poco le ha contagiado, que para cometerlo tienen los Chinos y otros Extranjeros que valerse, ó de sus mismos paisanos, de las Indias que sean sus esposas ó de algunos miserables niños vagabundos.
  143. Los hechiceros. En tiempo de Morga se creía aún mucho en el poder de los hechiceros y la Inquisición los perseguía, considerándose por tales hasta los mismos Túkang ó domadores de serpientes, que aún hoy día abundan en Filipinas.
  144. Consecuencia directa de su modo de pensar acerca de materia. Si el baile se considerase como un pecado, y sólo se permitiese entre los esposos, los padres no pagarían maestros de baile para sus hijas, y los hombres se disputarían la joven que menos supiese mover el pié ó que más pesase en un vals, etc., á trueque de sudar, perder el compás y ser pisados en un callo. El Dr. D. Pedro Mata, en su Medicina Legal reproduce también este horror á la virginidad de los Filipinos, teniendo por tales á los del reyno de Arakan que supone un reino de Filipinas. Ahora bien, como en el Archipiélago no se ha encontrado jamás un reino de este nombre, sino en Birmania, en la costa E. del golfo de Bengala, creemos ocioso refutar esta aserción del ilustre Mata, considerándola como un lapsus de geografía, repetido y creído después por otros médicos y escritores españoles posteriores.
  145. En esto del Dios verdadero, cada pueblo cree que lo es el suyo, y como hasta ahora no se ha encontrado un reactivo para descubrir al verdadero Dios, y distinguirlo de los falsos, sólo se le puede perdonar tal pretensión á Morga, que era una persona de un juicio superior á muchos de sus contemporáneos, en gracia de las dominantes ideas de entonces y de que acababa de reinar Felipe II.
  146. Pigafetta describe de la siguiente manera los ídolos que vió en Sebú: «Estos ídolos son de madera, huecos ó cóncavos sin las partes de detrás; tienen los brazos abiertos y separadas las piernas, con los pies vueltos hacia arriba. El semblante lo tienen bastante grande con cuatro dientes enormes semejantes á los colmillos del jabalí; todos están cubiertos de pinturas.» Algunos historiadores, posteriores á Pigafetta, hablan de ídolos de plata, oro, marfil piedra, hueso, etc., que encontraron en Luzón, algunos en poder de las babaylanas. Los Tagalos tenían Anitos para montes y campos, para las sementeras, para el mar, á quienes encomendaban sus pesquerías y navegaciones, anitos para la casa entre los que solían poner á sus antepasados. Llamaban á sus imágenes Likhã ó Larawan (Colin pág. 54). Estos ídolos no siempre tienen la forma que les atribuye Pigafetta; á veces están sentados con los brazos cruzados, apoyados los codos sobre las rodillas; á veces los brazos están pegados á los costados con las manos encima del abdomen, ó cruzados sobre el pecho y las manos sobre las clavículas, etc. No siempre se los encuentran con dientes ni colmillos, y los que los tienen son probablemente las imágenes de genios malévolos.
  147. Morga evidentemente reproduce aquí la relación de los misioneros de entonces, que veían demonios por donde quiera, pues no es creíble haya el Autor asistido á las ceremonias gentílicas de los Indios. Todas las historias escritas por los religiosos antes y después de Morga hasta casi nuestros días, abundan en cuentos de demonios, milagros, apariciones, etc., formando esto el grueso de las voluminosas historias de Filipinas.
  148. Parece que llamaban Anito á un genio tutelar, bien sea de la familia, bien sea extraño á ella. Ahora, con las nuevas ideas religiosas, llaman Anito los Tagalos á toda superstición, falso culto, ídolo, etc., imbuídos en el celo de los misioneros.
  149. En el culto del sol y de la luna se reconoce al hombre racional y agradecido, ya viese divinidades, ya símbolos en aquellos astros. ¿Qué más natural que adorar lo que es símbolo de lo bello, de lo eterno, de la luz, de la vida y de la misma Divinidad? ¿Qué sér hay en la naturaleza, al alcance de los sentidos del hombre, más grandioso, más útil, más hermoso y más aparentemente eterno que el sol? En la luna veían la mujer del sol, la diosa, y por esto le rendían también culto. En nuestro mundo no hay ser que pueda dar mejor idea de Dios que el sol, y adorarle es menos ceguedad que adorar á un hombre por grande y extraordinario que hubiese sido.
  150. Pájaro azul dicen lo jesuítas Chirino y Colin, que en su calidad de misioneros debían estar mejor enterados. «Del grandor de un tordo, que llamaban Tigmamanukin, y le atribuían el nombre de Bathalà», dice el último. Ahora bien; no conocemos ningún pajaro azul, ni de este tamaño, ni de este nombre, y amarillo (aunque no por completo) lo hay, y es el Kuliawan ú oropéndola. Probablemente este pájaro no ha existido jamás, y si un tiempo lo hubo, habrá sido como el águila de Júpiter, el pavo-real de Juno, la paloma de Venus, los diversos animales de la mitología egipcia, esto es, símbolos que suelen confundir con las divinidades el vulgo y los profanos ignorantes. El pájaro este, azul ó amarillo, sería el símbolo del Dios Creador que llamaban Bathalà May Kapal al decir de los historiadores, por eso le llamarían Bathalà, y los misioneros que tendrían poco interés en enterarse de cosas en que no creían y que despreciaban, confundirían todo, como lo haría un igorrote ó aeta que viese adorada la imagen del Espíritu santo ó los símbolos de los Evangelistas, representados á veces solo por un toro, águila ó león, quien contaría en el monte, entre las risas de sus amigos, que los cristianos adoraban una paloma, un toro, un gavilán ó un perro, según aparecen muchas veces aquellos símbolos representados. — Acerca del nombre Bathala que muchos lingüistas hacen derivar del sanscrito, da P. A. Paterno una interpretación muy ingeniosa en la obra (pág. 36) que más arriba citamos.
  151. Otros y el mismo Morga hablan de oratorios en cuevas donde estaban los ídolos y se quemaban zahumerios en braserillos. El Padre Chirino halló en Taitay templetes anejos á las casas principales en forma de «torrecilla de caña, labrada con alguna curiosidad… Era verdaderamente dedicada al Anito, aunque en ella no sacrificaban ni servía de más que de serle dedicada… También en algunos lugares de Pintados hallé á la entrada del pueblo una casilla pequeña con solo el techo y entresuelo que servía de sacrificadero…» (cap. XXI). Á esto aludiría Pigafetta cuando habla de ídolos destruídos en «muchos tabernáculos construídos á la orilla del mar» (molti tabernacoli construiti in riva al mare). Probablemente no dedicaban templos más que á los Anitos ó espíritus de sus antepasados, por la razón que sospecha Chirino: « quizá para que posasen (los anitos) en ella, cuando fuesen de camino.» Á Bathala Maykapal, parece que no le levantaban templos ni le ofrecían sacrificios jamás, acaso por creer que el Dios creador del universo no necesitaba de tales casitas, ni que le diviertan ó aplaquen con sacrificios, permaneciendo siempre justo, bueno, sabio é incorruptible, á diferencia de los Anitos, que como hombres necesitaban casitas, ofrendas y regalos. Llamábanse ulañgo los templetes dedicados al Anito.
  152. Dice Colin que estos sacerdotes, llamados por otros. Catolona, y Babaylan «de ordinario eran riquillos y andaban bien vestidos y aderezados de joyas y preseas; pero no por eso eran honrados ni estimados, porque les tenían por gente aragana que vivía de sudor ajeno». Esto demuestra que en todas partes y en todas las religiones el oficio de sacerdote ha sido siempre productivo. Hablando de los enfermos y Anitos, y para demostrar su falsedad, el P. Chirino cuenta el caso de Francisco Armandao, que, estando enfermo, ofreció medio cuerpo al Anito para ver si sanaba, luego se le murió el medio cuerpo tal que no podía mover, y concluye el misionero que esto «era público testimonio de su infidelidad». Pero, ¿y si la mitad que vivió fué la ofrecida al Anito? Qué se diría ahora de los que mueren, a pesar de todas las misas á las diferentes vírgenes, á pesar de las figuras de cera, de plata y otros ofrecimientos más llamativos y tentadores?
  153. En lo que hacían bien, confesando sinceramente su ignorancia en la materia. Otros historiadores, sin embargo, dicen que llamaban al Infierno Solad (G. de S. Agustín), á la Gloria, Kalualhatian (nombre que subiste hasta ahora) y en lenguaje poético Ulugan. En Panay, sin embargo, tenían su Olimpo y sus Elíseos en el monte Madias, á donde iban las almas de los bienaventurados Bisayas.
  154. Encontramos mucho más natural y piadoso venerar los restos de los padres, á quienes lo deben casi todo y llaman «segundos Dioses en la tierra», que no venerar y reverenciar la memoria, huesos, pelos, etc., de ciertos santos, muchos de los cuales fueron extraños maniáticos y de santidad tan dudosa que se les puede aplicar lo que decía S. Agustín: que son adorados donde no están, y donde están, quemados. Idolatría por idolatría, preferimos la de nuestros padres á quienes debemos el ser y la educación, á la de algún sucio fraile, maniático ermitaño, ó fanático mártir, á quienes no conocimos ni tratamos y que probablemente no se acordarán jamás de nosotros.
  155. Había algo más, sin embargo. Había plañideras que hacían panegíricos del difunto al estilo de los que hoy se hacen. «Al son de esta triste música lavaban el cuerpo, zahumábanle con estoraque ó menjuí y otros zahumerios de gomas de árboles, que se hallan en todos estos montes. Hecho esto, le amortajaban, envolviéndole en más o menos ropa, conforme á la calidad del muerto. Los más poderosos le ungían y embalsamaban, al uso de los Hebreos, con licores aromáticos, que preservan de corrupción, particularmente el que se hace del ligno Aloes, que llaman palo de Águila, muy recibido y usado en toda esta India extra Gangem. También usaban para esto del zumo de la yerba del buyo… Deste zumo le echaban cantidad por la boca, de modo que penetrase á lo interior. La sepultura de los pobres era el hoyo del suelo de su propia casa. Á los ricos y poderosos, después de haberlos tenido tres días llorando, les metían en una caja ó ataúd de madera incorruptible, adornados de ricas preseas, y con laminillas de oro en la boca y sobre los ojos. La caja del ataúd toda de una pieza… y la tapadera tan ajustada que no le pudiese entrar ningún aire. Y con estas diligencias se han hallado al cabo de muchos años muchos cuerpos incorruptos. Estos ataúdes se ponían en uno de tres lugares, conforme á la inclinación y disposición del difunto, ó en alto de la casa entre las alhajas… ó en los bajos della, levantados del suelo, ó en el mismo suelo, abierto un hoyo y cercado alrededor de barandillas, sin cubrir el ataúd de tierra. Junto á él solían poner otra caja, llena de la mejor ropa del difunto, y á sus tiempos les ponían de comer varias viandas en platos. Al lado de los hombres ponían sus armas, y al de las mujeres sus telares ó otros instrumentos de su labor.» (Colin, pág.67.)
    Pigafetta que vino á Sebú ochenta años antes, describe los funerales que presenció, casi de la misma manera. Habla además del luto de los Bisayas que era blanco, del corte de los cabellos del difunto, llevado á cabo por una mujer, alternando con las lamentaciones de la esposa, abrazada al cuerpo del marido. Los modernos descubrimientos de sepulcros y urnas funerarias (Alfred Marche, Luçon et Palaouan, París 1887) confirman la exactitud de estas descripciones. No obstante, no siempre se enterraban en sus casas ó cerca de ellas; á veces la tumba era á orillas del mar, sobre una roca, ó dentro de una casa allí construída; ni el ataúd se hacía siempre de la manera que cuentan; á veces embarcaciones enteras servían de caja, principalmente para los que en vida fueron grandes marinos ó eran amigos de navegar.
    Cuando morían de muerte natural, ó conocían que se acercaba su fin, preparábanse á este trance con una tranquilidad y una satisfacción tales, que solamente podía sugerir el convencimiento que tenían de que iban á reunirse con sus Anitos. Los ancianos, sobre todo, morían con esta convicción, seguros de ir al cielo. «Y generalmente, dice Colin, cualquiera que podía salir con ello, atribuía divinidad á su padre viejo cuando moría.» En esto no vemos nada censurable, contra el parecer del jesuíta; es menos reprensible esta piedad filial de venerar la memoria de sus progenitores, que el fanatismo monacal de hacer santos á todos sus cofrades, aprovechándose de las más ridículas invenciones, y agarrándose por decirlo así, hasta á las barbas, como lo del obispo Aduarte, etc., etc. «Y los mismos viejos morían con este desvanecimiento y embuste, representando en tiempo de su enfermedad y muerte en todas las acciones una gravedad y término á su parecer divino.» Entre esta tranquilidad, dulce consuelo que ofrecía aquella religión en los últimos momentos de la vida, y las zozobras, temores, cuadros terroríficos y desconsoladores que el fanatismo monacal infunde en el espíritu del moribundo, el espíritu libre de toda preocupación puede juzgar. Si los altos juicios de Dios nos son desconocidos; si el Omnipotente nos ha ocultado lo que hay más allá de la tumba, y si el Dios que nos ha creado no nos ha dado la vida para nuestro mal, ¿por qué amargar las últimas horas de la vida, por qué atormentar y desanimar á un hermano, precisamente en el trance más terrible y en los umbrales de la eternidad? Se dirá: para que se corrija y enmiende. No es el medio, ni es la ocasión, ni queda tiempo. — En esta parte, aquella religión primitiva de los antiguos Filipinos estaba más conforme con la doctrina de Cristo y de los primeros cristianos, que la religión de los frailes: Cristo vino al mundo para enseñar una doctrina de amor y esperanzas, que consolase al pobre en su miseria, levantase al decaído, y fuese un bálsamo para todas las amarguras de la vida.
  156. No es extraño que los entierros terminasen en banquetes y festines que llamaban Tibao según el P. San Antonio (Descrip. de las Islas Filipinas), dada la creencia de que el que moría iba á ser feliz, y en esto los Filipinos eran consecuentes. Los banquetes, que se dan aun ahora y que han sido mal interpretados por los escritores españoles, no tienen ya más significación que la costumbre de los Filipinos de obsequiar á todos los que se encuentran en sus casas, á la hora de comer. Ahora bien: como muchos acuden á ayudar y consolar á la familia del difunto, no sólo de palabra sino de obra, dando dinero y otros regalos, natural es que á los ojos del observador superficial, aparezca que se dan convites. La prueba de que no, es que no se invita á nadie que no esté en la casa, y los comensales no se hacen de rogar, según es costumbre en los convites. El Pasiam con el Katapusán no es más que un novenario por el descanso del difunto, y los amigos que vienen á rezar por aquél, y consolar y acompañar á la familia, son obsequiados, por la misma razón de arriba, con te y dulces, lo cual no constituye convite, pues el Filipino no invita á nadie sólo para ofrecerle un te. El Katapusán (el final, el último día) tiene las apariencias de convite, porque ya pasa de te, y efectivamente es una cena; pero esto proviene de la costumbre general de querer siempre terminar las cosas con algo más grande y mejor, y el Filipino no halla otra forma intermedia entre un te y una cena. Reina naturalmente más animación, porque acuden más amigos, ya sea por ser el último día, ya sea por otro motivo, y no teniendo la costumbre de componer su cara ad hoc, suelen olvidarse de las conveniencias, lo que ha hecho creer á muchos peninsulares, que el Katapusán era una fiesta, viniendo después á aplicar este nombre á todas las fiestas, tan satisfechos como el Sr. Cañamaque de la palabra Paco que hizo sinónimo de cementerio.
  157. Según Lord Stanley, mala aplicación de la palabra árabe Kasis que significa sacerdote cristiano.
  158. Esta costumbre no se ha perdido entre los Filipinos, aún entre los mismos católicos.
  159. Ó Reyno de Nueva Castilla.
  160. Fuerte de Santiago.
  161. Los conventos ocupan casi una tercera parte de la ciudad murada.
  162. Entonces no tenía aún fosos. Éstos se cavaron después de la invasión inglesa de 1762. Las murallas fueron reformándose también y perfeccionando con el trascurso del tiempo y las necesidades en que la ciudad se vió.
  163. Hoy las puertas de la ciudad están abiertas toda la noche, y en algunas épocas el tránsito por las calles y puertas es á todas horas permitido.
  164. Este polvorín ha ido cambiando de sitio; estuvo después allá cerca de Maalat á la ribera del mar, y luego pasó á Nagtahà á la orilla del Pasig.
  165. Probablemente en el mismo sitio donde estaba la gran fundición de cañones de los Tagalos, quemada y destruída á la primera llegada de los Españoles á Manila. La que éstos fundaron en 1584 estuvo primeramente en Lamayan (Santa Ana), pasáronla después á Manila en 1590, suprimiéndose sus trabajos en 1805 (Ilustración Filipina, núm. 16, pág. 35). La fundición de los cañones tagalos era según el P. Gaspar de San Agustín «tan grande como la de Málaga y se quemó todo lo que en ella había, menos doce piezas y falconetes que se trajeron á Panay, porque la demás artillería la habían los Moros (manileños) echado en el mar cuando se vieron vencidos.» (pág. 220).
  166. Tesorería. El palacio del gobernador se ha arruinado en 1863.
  167. La Audiencia y el Cabildo se arruinaron también, pero este último se ha reconstruído.
  168. Este es el más grande de los conventos de Manila.
  169. Fundóse este colegio de San José en 1601, aunque la Real Cédula estaba ya concedida deste 1585, siendo el número de los primeros colegiales 13, contándose entre ellos un sobrino de D. Francisco Tello y un hijo del Dr. Morga. Desde un principio se enseñó latinidad en sus aulas, y en un pleito que tuvo con el Colegio de Santo Tomás, obtuvo sentencia favorable, reconociéndose en él más antigüedad y la prelación y preferencia en los actos públicos. Cuentan los historiadores que en la inauguración, los colegiales ostentaron bonetes cubiertos de diamantes y perlas. Ahora este colegio, después de vagar de casa en casa, vino á pasar á ser Colegio de Farmacia, sujeto á Santo Tomás y dirigido por el Rector Dominico.
  170. Este beaterio ha tenido muchas vicisitudes y después de cambiar de domicilio, ha desaparecido por completo en nuestros días.
  171. La Hermandad de la Misericordia fué fundado por un clérigo llamado Juan Fernández de León, en 1594.
  172. Parece que las obras de esta benéfica Hermandad han cesado del todo, porque en estos últimos tiempos no sólo ya no hay aposentos para mujeres pobres, sino que ni se han querido enterrar varios cadáveres por no poder pagar los derechos parroquiales, prohibiéndoseles á los pobres el morir, según parece. Esta Hermandad sostenía al Colegio de Santa Isabel. En cambio florecen ahora otras cofradías, que si no son tan filantrópicas al menos son más religiosas y productivas para los que las manejan, como la Cofradía de Nuestra Señora de la Correa, la de Nuestro Padre Jesús, la de Nuestro Padre Jesús Nazereno, la de Nuestra Señora de la Soledad y otras más dirigidas por franciscanos, dominicos y agustinos.
  173. San Juan de Dios
  174. Mejor Maalat. La lengua de los Españoles más tarde perdió su flexibilidad é hizo de este nombre Malate. Vivió en este pueblo la principal nobleza de los Tagalos, después que fueron despojados de sus antiguas moradas de Manila, y entre ellos se contaban las familias de Raja Matanda y Rajá Soliman. «Y así hasta hoy ha quedado mucha nobleza (escribía el P. G. de S. Agustín), y todos los Indios son muy urbanos y políticos. Los hombres tienen varios oficios en Manila y algunas ocupaciones en las funciones públicas por lo cercano; y las mujeres son muy aventajadas en hacer puntas; y tanto que no las hacen ventaja las flamencas.» (pág. 490). Esto que era una verdad en el siglo xvii, continúa siéndolo ahora, ápesar de tener tan poca protección los finísimos bordados de la Ermita y Maalat.
  175. Aquí es donde en un principio fueron á vivir los Jesuítas. Colin lo escribe Lagyo, pero no precisa el sitio donde se encontraba; Buzeta y Bravo ni lo mencionan, ni hablan de San Antón, ni de la Candelaria. Según se deduce de lo que dice Morga, parece haberse encontrado por la Concepción, ó Paco, no lejos del río Pasig.
  176. El actual pueblo de Paco.
  177. Esto está tan cambiado ahora y los empleados han aumentado tanto, que los gastos ascienden cada año á más de 2,000,000 $ siendo el sueldo del Intendente 12,000 $.
  178. Exceptuando el comercio con la China, el trato con las otras naciones había cesado durante más de dos siglos.
  179. Esta ciudad ha desaparecido del mapa y del terreno, quedando en su sitio Lal-ló, población poco importante; se le sigue nombrando, sin embargo, por el obispado de Bigan, actual residencia del obispo.
  180. Nueva Cáceres.
  181. Ahora se la conoce solamente por la ciudad de Cebú.
  182. Panay.
  183. Ahora de poca importancia. De su pasada grandeza no le quedan más de unos 1,000 habitantes, una casa parroquial, otra tribunal, cárcel y escuela de primeras letras.
  184. Vigan ó Bigan.
  185. Los primeros que pusieron la mano en la conversión fueron en realidad los clérigos que vinieron con Magallanes. En la expedición de Legazpi, clérigos convertían también al par que Agustinos, dos de los cuales se llamaban Juan de Vivero y Juan de Villanueva y esto según confesión del mismo Agustino G. de San Agustín, diciendo que ambos ayudaban à la nueva conversión con gran fervor y afán. Según el mismo fraile, fué el P. Juan de Vivero el primero que bautizó en Luzón siendo su neófito el viejo Rajá (pág 212-230).
  186. Con la nota anterior y con el estado actual del país esta expresión debe entenderse en su sentido real y no metafórico.
  187. Una inexactitud de nuestro historiador de que se aprovecharon los dominicos para pretender su antigüedad en el país. Los Jesuítas precedieron siete años á los dominicos como misioneros y como en provincia constituída. Ahora bien, si la venida de Fr. Domingo de Salazar como obispo y de Fr. Cristoval de Salvatierra, su compañero, se ha de considerar como la primera venida de la Provincia, entonces Jesuítas y Dominicos son contemporáneos en el país.
  188. Y sin embargo, los Dominicos se iban á Camboja, y los Franciscanos y Agustinos al Japon, faltando á la lealtad y turbando la buena armonía de las relaciones con este reino.
  189. Del sentido de lo que sigue se deduce que no habla de las religiones, sino de los habitantes de Filipinas, aunque el giro gramatical parece decir lo contrario.
  190. Sólo, después que los religiosos vieron su posición consolidada, empezaron á esparcir calumnias y á rebajar las razas de Filipinas con la mira de darse más importancia, hacerse siempre necesarios y excusar así su torpeza é ignorancia con la pretendida rudeza del Indio. Hay que exceptuar, sin embargo, á los Jesuítas, quienes casi siempre han hecho justicia al Indio, siendo también los que más le han enseñado é ilustrado, sin pretender por eso declararse como sus eternos protectores, tutores, defensores, etc., etc.
  191. Esta prodigalidad de los Filipinos en cosas que se refieren á la Religión y á sus sacerdotes, la debieron adivinar desde un principio los primeros misioneros, á la vista de los «ricos y bien vestidos Catalonas y babaylanes», despreciados no obstante por el pueblo que los tenía por gente bellaca y haragana. Prueba de esta cualidad y de la riqueza antigua de los Filipinos, dice el Franciscano P. Fr. Félix Huerta, que el pueblo de Lumbang (Laguna) en una fiesta religiosa que celebró en 1600, formó una lámpara de bejuquillo, revestida de brillantes y alhajas de puro oro, que pesaba tres arrobas, y cuyas alhajas y brillantes pertenecían á los pueblos de Mahayhay, Liliw y Nagkarlang; unas andas también de bejuquillo cuyos adornos de oro y piedras preciosas pesaban cuatro arrobas; y un carro triunfal de tal magnitud, que giraba sobre 26 ruedas, todo cubierto de alhajas de extremado valor. !Compárese ahora la miseria de estos pueblos con su pasado!
  192. Los Indios tenían mucho antes escuelas donde aprendían á leer y á escribir en tagalo, en que todos eran diestros. Este afán de enseñar á leer y á escribir en castellano sería laudable si á la vez enseñasen el idioma, pues, como sucede ahora, el niño pierde dos y tres años en las escuelas, leyendo y escribiendo en un idioma que no conoce, mientras que el suyo, ni lo lee ni lo escribe con propiedad las más de las veces. No queremos decir el por qué no se ha querido continuar la educación del Indio, que ya desde los primeros años mostró aptitudes intelectuales tales, «que, según Chirino, usan libritos y devocionarios en su lengua y escritos de su mano de que hay muchos», habiendo sido comisionado el mismo Padre en 1609 para examinarlos por si contenían errores. Desde antiguo sirvieron ya de escribientes «en las contadurías y secretarías públicas del Reino». «Y hemos conocido, dice Colin, algunos tan capaces que han merecido servir plazas de oficiales de ellos. Y tal vez suplir en interin los oficios» (como sucede ahora). « Ellos mismos son de grande ayuda á las personas estudiosas, para sacar en limpio sus borradores, no solamente de romance, sino de latín, que hay ya de ellos quien le ha aprendido. Ellos, finalmente, son los impresores de las dos Imprentas que hay en esta ciudad de Manila…» Esto pasaba á los 30 años después de la llegada de los Españoles, no habiendo colegios para los Indios, porque S. José admitía solamente á los hijos de los Españoles, lo mismo que el Colegio de S. Juan de Letrán que se abrió 40 años más tarde. Los historiadores romanos no pudieron decir lo mismo de sus colonias, á pesar de estar éstas en frecuente contacto con el mundo civilizado; verdad es también que exceptuando las provincias del Oriente y acaso algunas tribus germanas, ninguna de la provincias ó colonias romanas del Occidente tenían un alfabeto propio y un lenguaje tan rico como los Tagalos, como observa muy bien el Prof. Blumentritt. Solamente ahora que la instrucción en los pueblos está tan abandonada, con razón ó sin ella cacarean la ineptitud y rudeza de los habitantes, los mismos que debían procurarla y son los responsables de sus faltas.
  193. Esta disposición músical de los Filipinos fué en todo tiempo reconocida, que ya en el siglo xvii, hubo un virtuoso lego Tagalo de la orden de San Agustín, que era gran organista, maestro cantor, y sacristán menor, habiendo compuesto y escrito muchos libros de coro. «Sus Padres fueron principales; y el sitio donde está al presente la iglesia y sacristía del Convento de Manila (S. Agustín) eran casas y tierras de su abuelo.» (G. de S. Agustín, p. 491). Los Jesuítas Chirino y Colin hablan de esta misma cualidad musical, y tratando de la guitarra tagala de cuatro cuerdas llamado Coryapi (Kuriapi) dicen que la tocaban con destreza «y es cosa averiguada que con sólo tocarla se hablan y entienden lo que quieren.» Tal vez debido á esta gran disposición músical, no se pone conservatorio de música por considerarlo inútil y superfluo.
    Los historiadores elogian mucho también el baile filipino, «belicoso y apitonado, pero con pasos y mudanzas mesuradas» ejecutado á los acordes de una campana de China. Colin describe largamente estas danzas y confirma lo que dice Chirino, de que eran tan graciosas y airosas que solemnizaban con ellas las procesiones y fiestas cristianas. Todo esto se ha perdido, pero no por culpa de nadie, sino de los mismos Filipinos, que se apresuraron á dejar lo suyo para tomar lo nuevo.
  194. Valga esta observación para las comedias en español, la música religiosa, el arpa, etc.; pero para las comedias en tagalo, el baile filipino y aptitudes poéticas y musicales, creo que en esta parte los Filipinos tenían que agradecérselo á Dios, á la naturaleza y á su cultura. Morga exageraba un poco con buen fin y buena fe.
  195. Pase esta aserción para los Filipinos civilizados, porque para las tribus montañesas sucedía lo contrario. Tenemos testimonios de varios misioneros Dominicos y Agustinos, que no se atrevían á entrar á hacer conversiones sino acompañados de gente, y soldados, «porque de otra suerte no podrían coger fruto alguno de la Doctrina Evangélica, porque los infieles querían quitar las vidas á los Religiosos que entraban á predicarles.» (G. de S. Agustín, pág. 355). De esta manera, acompañado de un encomendero pudo el P. Manrique bautizar en Panay 700 infieles. Á veces la eficacia de la predicación del arcabuz no bastaba á hacer comprender la suavidad de la religión católica, y entonces pasaba algo parecido á lo que nos cuenta el mismo historiador: «Para sacarles de él (error) subieron á los montes los P. P. Fr. Juan de Abarca, Prior de Gapan y Fr. Diego Tamayo, con escolta de muchos Pampangos y por cabo de ellos uno muy valeroso, llamado don Agustín Sonson… para que los invadiesen á sangre y á fuego como lo ejecutó don Agustín con los suyos, matando á muchos, y entre ellos al Indio Cavadí (pág. 474). ¡Muy rudas deben ser estas tribus salvajes para no comprender por estos medios la santidad y excelencia de la religión de los frailes.
  196. Con su prudencia característica, Morga alude la gran cuestión de las visitas diocesanas, que empezó con Fr. Domingo de Salazar y no se pudo terminar hasta en 1775 en tiempo de Anda, gracias á la energía de éste y á los esfuerzos del Arzobispo don Basilio Sancho de Santa Justa y Rufina, consiguiendo después de grandes disturbios sujetar á los curas frailes á las visitas de los Obispos. Morga, sin embargo, da á entender que no aprobaba las pretensiones de independencia de los religiosos, pero no se atreve á manifestarlo palmariamente.
  197. Los Agustinos percibían además una cuarta parte del tributo de los pueblos mientras fabricaban iglesias, con 200 pesos fuertes y 200 cavanes de arroz limpio para cuatro religiosos que confesaban durante la cuaresma. 50 cavanes de arroz limpio por persona nos parecen demasiado; resulta que cada fraile consume 12 1/2 libras de arroz ó sea 27 chupas diarias, trece veces más que cualquier Indio.
  198. Los procedimientos inquisitoriales han profanado el suelo de Filipinas. En tiempo de Corcuera vemos la hábil intervención del comisario del Santo Oficio para disputarle un reo, y el P. F. de San Antonio nos dice (Part. I, lib. I. pág. 168) que ha visto quemar á algunos en su tiempo, por pecados contra natura.
  199. Sabia previsión, porque de otra manera acaso se hubieran retraído los Indios de la Cristianización.
  200. Ya probamos en las notas de los páginas 29, 281-89-95-99, 300, etc. que en el cambio de señor, fueron de mal en peor los parias filipinos
  201. Por consiguiente el beneficio que pretende Morga haber obtenido el país, sólo sería en favor de los Timawa ó plebeyos libres, que después con tanta facilidad esclavizaban los Españoles encomenderos «que no cuidaban más que de sus intereses á costa de las pobres haciendas y vidas de los encomendados».
  202. Todo esto es ahora histórico.
  203. El oficio subsiste hasta ahora aunque no el honor.
  204. Bilangõ significa ahora en tagalo prisión (acto) y bilanguan prisión (lugar). Esta trasformación del sentido de la palabra se debe tal vez á la experiencia que tenía el infeliz Indio de ir á la prisión tan pronto se ponía en contacto con las autoridades, pues en los tribunales de Filipinas la parte que más interesa á todos es la prisión ó cárcel. Acaso también Morga haya confundido el nombre de la cárcel con el nombre de las autoridades municipales.
  205. Ahora ya no votan todos los Naturales, sino algunos infelices cabezas de barangay, sujetos los más al cura; éste sugiere, se inmiscua en estos asuntos, da su voto y envía informes secretos, descendiendo a la categoría de espía y delator. El vecino ha perdido su derecho de elegir á su jefe, por eso también el elegido ya no rinde residencia, como persona irresponsable que es y brazo de otra cabeza indiscutible.
  206. Hoy se hacen en castellano.
  207. Esta sabia medida no se ha respetado siempre, sino que muchas veces, so pretexto de reformar, destruyeron lo existente sin sustituírlo con otra cosa mejor.
  208. Sabida es la rapidez con que muchos de estos encomenderos se hicieron riquísimos en pocos años, dejando á su muerte colosales fortunas. Algunos no se contentaban con los tributos y con lo que pedían, sino que hacían medidas falsas, romanas de un peso doble de la marca, exigiendo los tributos en ciertas especies solamente é imponiendo el precio que se les antojaba.
  209. Esto es, por dos generaciones.
  210. Véase pág. 12, nota 4.
  211. Esto prueba ó que las tasaciones eran muy injustas ó que no las seguían los encomenderos.
  212. Esto no es exacto, porque más trabajaban y más industria tenían cuando no había encomenderos, esto es, en su gentilidad, como el mismo Morga lo afirma (pág. 229, 358, etc.) Lo que hubo, y esto es lo que los Españoles no comprenden, á pesar de que en trasluce de los hechos y algunos historiadores lo han indicado, fue que los Indios, viendo que eran vejados y explotados por sus Encomenderos á causa de los productos de su industria, y no considerándose como bestias de carga ó cosa parecida, empezaron á romper sus telares, abandonar las minas, los sembrados, etc., figurándose que sus dominadores los iban á dejar al verlos pobres, míseros é inexplotables. Así degeneraron y se perdieron la industria y la agricultura tan florecientes antes de la llegada de los Españoles, como se prueba por sus mismas relaciones, hablando de continuo de abundancia de bastimentos, lavaderos de oro, tejidos, mantas, etc., contribuyendo también no poco á ello el despoblamiento de las Islas á consecuencia de las guerras, expediciones, insurrecciones, cortes de maderas, fábrica de navíos, etc., que destruían ú ocupaban brazos dedicados al campo y á la manufactura. Aun en nuestros días oímos muchas veces en las cabañas el triste pero infantil deseo de los desgraciados, que esperan el día en que no hubiese en Filipinas un solo maravedí, para librarse de todas las plagas. Esto no debió ocultarse á la clara videncia de Morga, pero, influído tal vez por el vulgo de los quejosos encomenderos, no ha podido penetrar el primer origen de la futura y larga decadencia de Filipinas, que acaso con el tiempo se convirtiera en verdadera indolencia, porque pronto se hace un hábito de las cosas malas.
  213. Cuando se estableció el presidio de Zamboanga aumentaron el tributo en una ganta de arroz por tributante para la manutención de los soldados, aumento que continuó aun después de perderse aquel presidio.
  214. No es extraño, pues, que la agricultura haya decaído, si el Indio no podía ir á sus trabajos sin licencia del gobernador ó del alcalde mayor, justicia, etc. Los que conocen la pausa y complicación de nuestras administraciones, pueden imaginarse cuánto tendrá el Indio que esperar para que le despachen su licencia para visitar sus sembrados. Aun ahora sucede casi lo mismo, aunque de diferente manera. El Indio puede ir libremente á sus campos, pero si están lejos de poblado necesita el permiso de los tulisanes ó bandidos, cuya buena gracia no es permitido solicitar sino por medio de una buena arma de fuego. Ahora bien, las licencias de armas no se conceden siempre, y si se conceden es después de meses y meses de espera, con que la cosa viene á ser la misma en el fondo y en sus efectos.
  215. De manera que en esto no introdujeron ninguna mejora moral: no sabemos, sin embargo, si en sus guerras los Filipinos entre sí se esclavizaban mutuamente, lo cual no sería raro, pues las historias nos hablan de cautivos vueltos á su país, y la práctica de los piratas del Sur casi lo demuestra, aunque en estas guerras piráticas, como ya lo hicimos observar, fueron los Españoles los primeros que las provocaron y dieron la forma.
  216. Sin embargo, los esclavos continuaron, porque aun en épocas muy posteriores los encontramos, y no solamente en poder de los Indios, sino también en el de los Españoles, como aquella célebre esclava del artillero Francisco Nava, cuya venta y asesinato dieron comienzo á una era de turbulencias entre el poder civil y el temporal.
  217. Esto ha desaparecido ya de la legislación, aunque los servicios personales para el Estado continúan aún, teniendo que ser quince días. Tan injusta y arbitraria medida, origen de abusos, vejaciones y otras injusticias, daña no poco á la agricultura, á la cual le roba brazos aun en épocas en que son muy necesarios, sin que de ello resulte gran bien para el Estado, sino es para algunos tiranuelos y particulares.
  218. Aun en nuestros días en que la vida se ha hecho relativamente mucho más cara, hemos visto á religiosos pagar este jornal moderado de ocho cuartos diarios sin arroz á gente que tenía que venir de diferentes pueblos, obligada á trabajar en el Hospital de Aguas Santas, para cuya construcción se habían hecho sin embargo enormes contribuciones, bazares de caridad, limosnas, etc. Así con muy poco dinero se consiguió hacer el edificio, que, si tantos sudores é injusticias ha costado, al menos está deshabitado é inservible hoy día, como una casa habitada por espectros. Recordamos que los infelices polistas, para librarse de está vejación y poderse dedicar á sus campos, pagaban sustitutos á razón de tres reales fuertes diariamente; esto es, siete veces y media más que el salario dado por el lego director de las obras del hospital. Con todo, aunque este edificio no ha albergado ni ha servido para otra cosa más que para enriquecer ciertos bolsillos ya ricos, y empobrecer á los pobres, preferimos sin embargo la manipulación del lego á la de los ciertos oficiales de la guardia civil, que cogen gente pacífica para hacer limpiar gratis sus sucias viviendas.
  219. Taal era uno de los pueblos en donde más jarcias se fabricaban para los navíos reales.
  220. Medida de alta política, ya para que no se mezclen y rozen con los Naturales, ya para que éstos no conozcan las debilidades y defectos de aquéllos y no se desprestigie la clase, ó ya también para que no estuviesen expuestos á ser muertos ó maltratados por las vejaciones y exacciones que naturalmente tenían que cometer en las cobranzas.
  221. Medida basada en la política de desconfianza y recelo que caracteriza al gobierno español. Con esta movilidad se impide el que el gobernador tenga amistades ó simpatías en la región que gobierna; no tiene más desventajas sino que los gobernantes son siempre eternos aprendices, y no ligándoles al pueblo ni afecciones ni conocimientos, pueden gobernar más impúdicamente. Desgraciamente el sistema continúa hasta ahora, si bien en vez de mejorarse, se ha empeorado.
  222. Esta santa Residencia se ha perdido; hoy día á nadie se le exige ya estrecha cuenta de su conducta, que si es mala no puede perjudicar más que al país directamente, y á España tal vez en el porvenir. Á tanto ha llegado esto, que ahora los gastos y cuentas del presupuesto de Filipinas se examinan en el Tribunal de Cuentas de Madrid, acaso porque los gobernantes desconfien de la fidelidad del de Manila, pero con las idas y venidas, el tiempo que pasa, los subterfugios, el gobierno que cae y cambia, etc., etc., todo viene á ser lo mismo en los efectos.
  223. Había entonces oficios más lucrativos.
  224. No sabemos desde cuando desapareció este estanco de los naipes, tal vez mucho antes que se estancara el buyo ó betel.
  225. Véase nota 4, pág. 10.
  226. Ahora tiene 12,000 $
  227. Ahora paga Filipinas: por 1 Dean, 4 dignatarios, 5 canónigos, 4 racioneros, 4 medios racioneros, otros ministros inferiores y subalternos con la capilla de música, que componen entre todos 26 individuos 36,670 $ que con los 3,330 $ de sacristanes, cantores y orquesta hacen 40,000 $ anuales.
  228. De 750 á 1,000 $. Ahora tienen estos señores obispos 6,000 $ cada uno, con 2 Padres asistentes de 100 á 150 $ mensuales.
  229. Esto pudo ser verdad en tiempo de Morga, pero parece que desde entonces se reformaron estas órdenes, porque hoy tienen propiedades, y la orden dominicana cuenta, no solo con riquísimas haciendas en Filipinas, como las de Biñan, Sta. Rosa, Kalamba etc. sino también numerosísimas propiedades en las vecinas colonias, como en Hong-Kong, donde maneja sus millones, construye continuamente casas, negocia, toma acciones, etc., perteneciendo la mayor parte de las propiedades de la isla á la Spanish Dominican Procuration, muy respetada hasta en la Court por sus enormes caudales.
  230. Se ve que ya desde los primeros años, los frailes misioneros tenían muy pocas oportunidades de padecer por la religión.
  231. Sin embargo de las exacciones, fraudes, etc., que cometían muchos. Véanse las notas de las pág. 289, 299, etc.
  232. Los soldados de infantería (todos Indios) perciben ahora 4 pesos mensuales, mientras que los soldados peninsulares artilleros perciben de 13 á 15 pesos y algunos céntimos, siendo también 4 pesos y algunos céntimos la paga mensual de los artilleros Indios.
  233. Los capitanes tienen ahora de 1,500 pesos cada uno á 1,800
    Alféreces
    975
    á 1,050
    Sargentos primeros europeos 318
    á 360
    indígenas 180
    segundos europeos 248,06
    á 307,50
    indígenas 156
    Cabos primeros europeos 189,56
    á 202
    indígenas 84
    segundos europeos 174
    á 192
    indígenas 72
  234. El segundo cabo tiene ahora 12,000 $.
  235. El sargento mayor de plaza es ahora un teniente coronel y tiene de sueldo 225 pesos al mes.
  236. El contraalmirante, comandante general del apostadero percibe ahora 16,392 pesos.
  237. Los capitanes de fragata y navío perciben de 2,700 á 5,760 según sus diferentes cargos y estados, siendo de 1,500 el sueldo anual de los capitanes de brigada.
  238. Esto es, á China, porque las Filipinas apenas sacaban provecho de este activo comercio, sino más bien todo lo contrario. El Almirante D. Jerónimo de Bañuelos y Carrillo pedía en la «Relación de las Islas Filipinas que dirigía al Rey: «Que se permitiese á los habitantes de las Manilas cargar tantos barcos como pudiesen de cosas que produce el país: como son cera, oro, perfumes, marfil, lampotes que deberían comprar de los naturales del país, impidiéndose de ahí que los rendan á los holandeses; así se harían de esos pueblos, pueblos amigos, abastecerían á la Nueva España de sus mercancías, y el dinero que se llera á Manila, no saldría de esta plaza… Vuestra Excelencia debe considerar que entra cada año un millón y medio en oro en la China.» Este comercio fué solo provechoso para el celeste Imperio y algunos particulares de Manila: para España fué fatal, y perjudicial para las Islas, cuya industria fué muriendo poco á poco á semejanza de la de la Metrópoli.
  239. Cédula de 11 de Enero de 1593.
  240. Fo-Kien.
  241. Esto debe ser el tejido y no la porcelana de Kaga (pron. Kañga) que aun hoy día es muy estimada.
  242. Con muy pocas diferencias, continúan este uso y esta etiqueta aun hasta el presente.
  243. Biombos. Parece que en tiempo de Morga pintaban los Japoneses al óleo, cosa que ahora no se puede facilmente comprobar. Acaso el observador Morga se haya equivocado, tomando por pintura al óleo la laca y el maqueado de algunos biombos japoneses ó la pintura en relieve que aún hoy se ejecuta en el Japón.
  244. Rinoceronte.
  245. El ducado de Castilla valía un poco más de 2 pesos.
  246. Estos impuestos y trabas de que no escapaban los productos del país, continúan aún hasta ahora, de tal manera que tienen que buscar mercados extranjeros, no ofreciéndoles más ventajas los de la Madre Patria. Según un documento del año de 1640 este comercio importaba al gobierno 350,000 pesos anuales.
  247. La experiencia y la historia han condenado esta especie de monopolio del gobierno que paraliza no poco el movimiento comercial.
  248. El trato ha desaparecido ya, y sin embargo, los Españoles ni tienen «labores, ni granjerías del campo de consideración, ni benefician minas, ni lavaderos de oro», etc.
  249. Es maravilloso ver cómo han continuado las cosas á pesar de haberse conocido desde un principio la marcha del mal.
  250. Ahora tiene 40,000 pesos.
  251. Los oidores son ocho ahora y su sueldo ha subido también á 4,700 pesos, siendo 5,500 el del Fiscal.
  252. En el ramo de Hacienda los cambios y provechos han sido desde entonces tales que si tuviéramos que ocuparnos de los sueldos del servicio, saldríamos de los límites de comentadores. Bástanos decir, para dar una idea de ello, que en los presupuestos del año de 1888 llegaban á 2.278.625 pesos.
  253. Los tributos (cédulas personales) de los Indios en Filipinas dan hoy día más de 4.000,000 de pesos.
  254. De los Chinos se sacan 225,000 pesos.
  255. No habiendo ya ni explotación de minas de oro, ni quedándoles ya á los Indios joyas que justificasen este diezmo ó quinto, sustituyen á este ramo los impuestos sobre la propiedad que ascienden á 105,100 pesos, y el impuesto sobre la industria por valor de 1.433,200 pesos. En 1640 se había disminuído tanto este ramo que entonces yo sólo se cobraban 750 pesos de diezmo anuales! (Extracto histórico del expediente de la ciudad de Manila, pág. 8.
  256. En el presupuesto se supone que este ramo no ha adelantado en nada, pues en el artículo comisos, multas y recargos hallamos 3,000 pesos, si bien de los «productos de jornales de presidios», se presuponen 5.000.
  257. Los derechos de importación ascienden ahora á 1.700.000 pesos.
  258. La exportación produce 285,000 pesos.
  259. Según Hernando de los Ríos, sin las expediciones, jornadas y conquistas aventureras á las Molucas, Camboja, etc., las Islas Filipinas se hubieran podido mantener desde un principio de lo que ellas mismas producían; pero, naturalmente tenía que pasar con estrechez y necesidad, como dice nuestro autor, pues colonia naciente debía sostener el nombre y la gloria de la Metrópoli en eternas guerras y conquistas de éxito dudoso. En tiempo de D. Juan de Silva, por la guerra de Molucas, llegó á deber la caja más de 2.000,000, á los Indios, sin contar lo que debía á los habitantes de Manila.
  260. Menos aprovechamiento tenían las Filipinas de su Rey y eso que uno y otras estaban animados de los mejores deseos. Aquél, para aumentar el prestigio de su nombre, la extensión de sus dominios, sostener el rico Imperio de las Indias, y cumplir con un deber de conciencia que se había impuesto á sí mismo, gastaba anualmente en la manutención de sus mismos súbditos que estaban en las Filipinas unos 250,000 pesos. Éstas en cambio le habían dado su independencia, su libertad; le daban su oro, su sangre, sus hijos, sosteniendo sus guerras, el honor de su bandera, enriqueciendo, sino á él, á sus súbditos, rindiéndole ya desde los primeros años más de 500,000 pesos anuales en tributos, hasta ascenderlos á millones, y todo para no tener siquiera derecho al nombre español, para perder al cabo de tres siglos de fidelidad y sacrificios los raros diputados y enviados que las defendían, para no tener voz en los consejos de las nación, para trocar su religión nacional, su historia, sus usos y costumbres por otras supersticiones, por otra historia por otros usos prestados y mal comprendidos.
  261. El convertir á las Filipinas á la Fe cristiana era lo único que daba derecho á los Reyes para la posesión de las Islas en sentir de todos los hombres de entonces, así militares, como civiles y teólogos, como el P. Alonso Sánchez, Hernando de los Ríos, el almirante D. Jerónimo de Bañuelos y Carrillo y otros más. Este último, quejándose del abandono en que se encontraban los Indios, decía: «Han dejado de instruir á estos inocentes en la Fe católica, que es el solo título bajo el cual tiene el Rey de España este país que no es de su patrimonio, etc.» (Apud Ramusium.) Esto y el encontrarse aun hoy día numerosas tribus infieles en las Filipinas, codeándose con las poblaciones más católicas y devotas, probarían por sí solo si otros datos no existieran, de que se conservaron las Filipinas no solamente por sustentar la cristiandad y conversión de los naturales, sino también por otras razones políticas. La Fe católica era un pretexto Paladion para cohonestar el dominio. Los motivos que se aducían en aquellos tiempos para inclinar al Rey á que las conservase por necesarias, eran siete. «Lo 1.º, para aumentar la Predicación Evangélica. Lo 2.º, para conservar la autoridad, grandeza y reputación de esta Corona (la de España). Lo 3.º, para defender las Islas del Moluco, y su contratación. Lo 4.º, para sustentar la India Oriental. Lo 5.º, para aliviar de enemigos las Occidentales. Lo 6.º, para quebrantar las fuerzas de los Holandeses, ayudar la de las dos coronas de Castilla y Portugal. Lo 7.°, para amparar el Comercio de la China para ambas.» (Don Juan Grau y Montfalcon; Justificación de la Conservación y Comercio de las Islas Filipinas.
  262. Esta buena costumbre se ha perdido del todo.
  263. Son muy raros ahora los Chinos que se ocupan de la agricultura y de la pesca.
  264. No se comprende cómo, ápesar de tantas quejas contra los Chinos, en estos últimos tiempos, los Rdos. PP. Dominicos les hayan dado preferencia y prelación sobre los Indios y Mestizos cristianos en las funciones religiosas, siendo así que está averiguado que apostatan tan pronto como dejan el país, habiéndose bautizado solo por conveniencias mercantiles y políticas. Tal extraña medida que escandalizó el país y promovió no pocos tumultos, le valió una mitra á su autor. — Jerónimo de Bañuelos ya decía: «en lugar de hacer de ellos (los Indios) nuestros amigos y nuestros hermanos, los hemos convertido en enemigos domésticos: hemos recibido en su lugar á los Sangleyes con los cuales el interés del tráfico nos pondrá siempre en mal…» (loc. cit.)
  265. Vimos ya por otros testimonios que estas medidas, como otras muchas de las Filipinas, no se cumplían ni medianamente. Véase nota 2. pág. 228.
  266. Las cosas no han variado desde entonces como tampoco la confianza de los frailes Dominicos.
  267. Morga no dice que los Chinos anduvieran entonces afeitados como ahora, al rededor de la cabeza, en la frente, sienes y celebro. Entonces no reinaba todavía la dinastía Manchú en China, de quien se dice proviene este uso.
  268. Los Chinos cristianizados de ahora ni aun esto tienen.
  269. Muchos, sin embargo, no comen carne de ganado vacuno.
  270. Kimono en Japonés.
  271. Una especie de calcetines que llaman tabi.
  272. Mejor dicho sesenta y cuatro.
  273. Llamadas así porque las velas latinas de las ligerísimas embarcaciones de los naturales de Marianas, eran lo que más llamaba la atención de los marinos y viajeros.
  274. Llamada así por Legazpi por tener los isleños barbas muy largas.
  275. Seypan.
  276. Es un grupo de islas que llaman Shidsi To á los 34°. 20′.
  277. Estas islas Rica de oro y Rica de plata, han sido el objeto de muchas expediciones, sin que se hayan podido encontrar, sirviendo para el descubrimiento de otras muchas. Su nombre proviene, según dicen, de que habiendo arribado á ellas un navío, cogió, por no recordamos qué incidente, un poco de tierra en sus fogones, la cual más tarde con el calor del fuego dió un número considerable de panecillos de oro. De ahí le vino su nombre; se han buscado después, pero no se han encontrado, lo que no impedía que los marineros señalasen su situación en todos los viajes, aunque jamás las llegaban á divisar. (Véase: Gemelli Carreri, Viajes á Filipinas y Méjico.)
  278. Los lobos marinos abundan en las costas de California.