Su vida (Santa Teresa de Jesús)/Capítulo XXV

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XXV

En que trata del modo y manera cómo se entienden estas hablas, que hace Dios al alma sin oirse, y de algunos engaños, que puede haber en ello; y en qué se conocerá cuando lo es. Es de mucho provecho para quien se viere en este grado de oracion, porque se declara muy bien, y de harta doctrina.

Paréceme será bien declarar, cómo es este hablar que hace Dios á el alma, y lo que ella siente, para que vuesa merced lo entienda; porque, desde esta vez que he dicho que el Señor me hizo esta merced, es muy ordinario hasta ahora, como se verá en lo que está por decir. Son unas palabras muy formadas, mas con los oidos corporales no se oyen, sino entiéndese muy mas claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque cuando acá no queremos oir, podemos tapar los oidos, ú advertir otra cosa, de manera, que aunque se oya, no se entienda. En esta plática que hace Dios á el alma, no hay remedio ninguno, sino que aunque me pese, me hacen escuchar, y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere, y se muestra Señor verdadero de nosotros. Esto tengo muy experimentado, porque me duró casi dos años el resistir, con el gran miedo que traia; y ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecho.

Yo querria declarar los engaños que puede haber aquí, aunque quien tiene mucha expiriencia paréceme será poco ó ninguno; mas ha de ser mucha la expiriencia, y la diferencia que hay cuando es espíritu bueno ú cuando es malo; ú como puede tambien ser apreension de el mesmo entendimiento, que podria acaecer, ó hablar el mesmo espíritu á sí mesmo: esto no sé yo si puede ser, mas aun hoy me ha parecido que sí. Cuando es de Dios tengo muy probado en muchas cosas, que se me decian dos, y tres años antes, y todas se han cumplido, y hasta ahora ninguna ha salido mentira; y otras cosas adonde se ve claro ser espíritu de Dios, como despues se dirá.

Paréceme á mí, que podria una persona, estando encomendando una cosa á Dios con grande afeto y aprension, parecerle entiende alguna cosa, si se hará ó no, y es muy imposible; aunque á quien ha entendido de estotra suerte, verá claro lo que es, porque es mucha la diferencia. Y si es cosa que el entendimiento fabrica, por delgado que vaya, entiende que ordena él algo, y que habla. Que no es otra cosa sino ordenar uno la plática, ú escuchar lo que otro le dice, y verá el entedimiento, que entonces no escucha, pues que obra, y las palabras que él fabrica son como cosa sorda, fantaseada y no con la claridad que estotras. Y aquí está en nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos: en estotro no hay término. Y otra señal, mas que todas, que no hace operación, porque estotra que habla el Señor, es palabras y obras:

y aunque las palabras no sean de devocion, sino de repreension, á la primera dispone un alma y la habilita y enternece y da luz y regala y quieta; y si estaba con sequedad ú alboroto y desasosiego del alma, como con la mano se le quita; y aun mijor, que parece quiere el señor se entienda que es poderoso, y que sus palabras son obras. Paréceme, que hay la diferencia, que si nosotros hablásemos ú oyésemos, ni mas ni menos; porque lo que hablo, como he dicho, voy ordenando con el entendimiento lo que digo; mas si me hablan, no hago mas que oir sin ningun trabajo. Lo uno va como una cosa, que no nos podemos bien determinar, si es como uno que está medio dormido:

estotro es voz tan clara, que no se pierde una sí laba de lo que se dice: y acaece ser á tiempos, que está el entendimiento, y alma tan alborotada y distraida, que no acertaria á concertar una buena razon, y halla guisadas grandes sentencias, que le dicen, que ella, aun estando muy recogida, no pudiera alcanzar, y á la primera palabra, como digo, la mudan toda: en especial, si está en arrobamiento, que las potencias están suspensas, ¿cómo se entenderán cosas que no habian venido á la memoria, aun antes? ¿Cómo vernán entonces, que no obra casi, y la imaginacion está como embobada?

Entiéndase, que cuando se ven visiones, ú se entienden estas palabras, á mi parecer, nunca es en tiempo que está unida el alma en el mesmo arrobamiento; que en este tiempo (como ya dejo declarado, creo en la sigunda agua) de el todo se pierden todas las potencias, y á mi parecer, allí ni se puede ver ni entender ni oir. Está en otro poder toda, y en este tiempo, que es muy breve no me parece la deja el Señor para nada libertad.

Pasado este breve tiempo, que se queda aun en el arrobamiento el alma, es esto que digo, porque quedan las potencias de manera, que aunque no están perdidas, casi nada obran; están como absortas, y no hábiles para concertar razones. Hay tantas para entender la diferencia, que si una vez se engañase, no serán muchas. Y digo, que si es alma ejercitada, y está sobre aviso, lo verá muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he dicho, ningun efeto hace, ni el alma lo admite: porque estotro, mal que nos pese, y no se da crédito, antes se entiende que es devanear de el entendimiento, casi como no se haria caso de una persona, que sabeis tiene frenesí.

Estotro es como si lo oyésemos á una persona muy santa, ú letrada, y de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir; y aun es baja comparacion; porque traen algunas veces una majestad consigo estas palabras, que sin acordarnos quien las dice, si son de repreension, hacen temblar; y si son de amor, hacen deshacerse en amar. Y son cosas como he dicho, que estaban bien lejos de la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna manera me parece se puede entonces inorar no ser cosa fabricada de nosotros.

Ansí, que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece puede haber engaño en persona ejercitada, si ella mesma de advertencia no se quiere engañar. Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo que me dicen, y pensar si se me antojó (esto despues de pasado, que entonces es imposible) y verlo cumplido desde ha mucho tiempo; porque hace el Señor, que quede en la memoria, que no se puede olvidar, y lo que es del entendimiento, es como primer movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como obra, que aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo, que se pierda la memoria, de que en fin se dijo, salvo si no ha mucho tiempo, ó son palabras de favor ó dotrina; mas de profecía no hay olvidarse, á mi parecer, al menos á mí, aunque tengo poca memoria. Y torno á decir, que me parece si un alma no fuese tan desalmada que lo quiera fingir, que seria harto mal, y decir que lo entiende no siendo ansí: mas dejar de ver claro, que ella lo ordena, y lo parla entre sí, paréceme no lleva camino, si ha entendido el espíritu de Dios; que si no toda su vida podrá estarse en ese engaño, y parecerle que entiende, aunque yo no sé cómo. U esta alma lo quiere entender, ú no: si se está deshaciendo de lo que entiende, y en ninguna manera querria entender nada por mil temores, y otras muchas causas que hay, para tener deseo de estar quieta en su oracion, sin estas cosas, ¿cómo da tanto espacio el entendimiento, que ordene razones? Tiempo es menester para esto. Acá sin perder ninguno quedamos enseñadas, y se entienden cosas, que parece era menester un mes para ordenarlas. Y el mesmo entendimiento y alma quedan espantados de algunas cosas que se entienden. Esto es ansí, y quien tuviere expiriencia, verá que es al pie de la letra todo lo que he dicho. Alabo á Dios, porque lo he sabido ansí decir. Y acabo con que me parece siendo del entendimiento, cuando lo quisiésemos lo podriamos entender, y cada vez que tenemos oracion nos podria parecer entendemos: mas en estotro no es ansí, sino que estaré muchos dias, que aunque quiera entender algo es imposible; y cuando otras veces no quiero, como he dicho, lo tengo de entender. Paréceme, que quien quisiese engañar á los otros, diciendo que entiende de Dios lo que es de sí, que poco le cuesta decir, que lo oye con los oidos corporales: y es ansí cierto con verdad, que jamás pensé habia otra manera de oir ni entender, hasta que lo ví por mí; y ansí como he dicho, me cuesta harto trabajo.

Cuando es demonio, no solo no deja buenos efetos, mas déjalos malos. Esto me ha acaecido no mas de dos, ó tres veces, y he sido luego avisada del Señor, como era demonio. Dejado la gran sequedad que queda, es una inquietud en el alma, á manera de otras muchas veces, que ha permitido el Señor que tenga grandes tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me atormenta hartas veces, como adelante diré, es una inquietud, que no se sabe entender de donde viene, sino que parece resiste el alma, y se alborota y aflige sin saber de qué; porque lo que él dice no es malo, sino bueno. Pienso si siente un espíritu á otro.

El gusto y deleite que él da, á mi parecer, es diferente en gran manera. Podria él engañar con estos gustos á quien no tuviere, ú hubiere tenido otros de Dios. De veras digo gustos, una recreacion suave, fuerte, impresa, deleitosa, quieta, que unas devocioncitas de lágrimas, y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de persecucion se pierden estas florecitas, no las llamo devociones, aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para determinar estos efetos de buen espíritu ó malo. Y ansí es bien andar siempre con gran aviso; porque cuando á personas que no están mas adelante en oracion que hasta esto, fácilmente podrian ser engañados si tuviesen visiones ú revelaciones. Yo nunca tuve cosas de estas postreras, hasta haberme Dios dado por sola su bondad oracion de union, sino fué la primera vez que dije, que ha muchos años, que ví á Cristo, que pluguiera á su Majestad entendiera yo era verdadera vision, como despues lo he entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el alma, sino como espantada y con gran desgusto.

Tengo por muy cierto que el demonio no engañará, ni lo primitirá Dios, á alma, que de ninguna cosa se fia de sí, y está fortalecida en la fee, que entienda ella de sí, que por un punto de ella morirá mil muertes: y con este amor á la fee, que infunde luego Dios, que es una fee viva, fuerte, siempre procura ir conforme á lo que tiene la Ilesia, preguntando á unos y á otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverian cuantas revelaciones pueda imaginar, aunque viese abiertos los cielos, un punto de lo que tiene la Ilesia. Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, ó detenerse en decir; pues si Dios me dice esto, tambien puede ser verdad, como lo que decia á los santos (no digo el demonio la comience á tenlo crea, sino que que tar, por primero movimiento, que detenerse en ello, ya se ve que es malísimo; mas aun primeros movimientos muchas veces en este caso, creo no vernán si el alma está en esto tan fuerte, como lo hace el Señor á quien da estas cosas, que le parece desmenuzaria los demonios, sobre una verdad de lo que tiene la Ilesia muy pequeña) digo, que si no viene en sí esta fortaleza grande, y que ayude á ella la devocion, ó vision, que no la tenga por sigura.

Porque aunque no se sienta luego el daño, poco á poco podría hacerse grande, que á lo que yo veo, y sé de espiriencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme á la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha mas firmeza sin comparacion me parece ternia en que es demonio, que ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga: porque entonces no es menester andar á buscar señales, ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal, para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creeria.

El caso es, que cuando es demonio, parece que se asconden todos los bienes y huyen del alma, sigun queda desabrida y alborotada, y sin ningun efeto bueno: porque aunque parece pone deseos, no son fuertes; la humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad. Paréceme, que quien tiene espiriencia del buen espíritu, lo entenderá.

Con todo puede hacer muchos embustes el demonio, y ansí no hay cosa en esto tan cierta, que no lo sea mas temer, é ir siempre con aviso, y tener maestro que sea letrado, y no le callar nada; y con esto ningun daño puede venir, aunque á mí hartos me han venido por estos temores demasiados, que tienen algunas personas. En especial me acaeció una vez, que se habian juntado muchos, á quien yo daba gran crédito, y era razon se le diese, que aunque yo ya no trataba sino con uno, y cuando él me lo mandaba hablaba á otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenian mucho amor, y temian no fuese engañada:

yo tambien traia grandísimo temor, cuando no estaba en la oracion, que estando en ella, y haciéndome el Señor alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran cinco ú seis, todos muy siervos de Dios; y díjome mi confesor, que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan amenudo, y que procurase distraerme de suerte, que no tuviese soledad. Yo era temerosa en estremo, como he dicho, y ayudábame el mal de corazon, que aun en una pieza sola no osaba estar de dia muchas veces. Yo como vi que tantos lo afirmaban, y yo no lo podia creer, dióme grandísimo escrúpulo, pareciéndome poca humildad; porque todos eran mas de buena vida, sin comparacion, que yo, y letrados, que ¿por qué no los habia de creer? Forzábame lo que podia para creerlos, y pensaba en mi ruin vida, y que conforme á esto debian de decir verdad. Fuíme de la Ilesia con esta aflicion, y entréme en un oratorio, habiéndome quitado muchos dias de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecia burlaban de mí, cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor, que se guardase de mí; otros decian, que era claro demonio: solo el confesor, que, aunque conformaba con ellos (por probarme, segun despues supe) siempre me consolaba, y me decia, que aunque fuese demonio, no ofendiendo yo á Dios, no me podia hacer nada, que ello se me quitaria, que lo rogase mucho á Dios; y él, y todas las personas que confesaba lo hacian harto, y otras muchas: y yo toda mi oracion, y cuartos entendia eran siervos de Dios, porque su Majestad me llevase por otro camino, y esto me duró no sé si dos años, que era contino pedirlo á el Señor.

A mí ningun consuelo me bastaba, cuando pensaba era posible, que tantas veces me habia de hablar el demonio. Porque de que no tomaba horas de soledad para oracion, en conversacion me hacia el Señor recoger, y sin poderlo yo escusar, me decia lo que era servido; y, aunque me pesaba, lo habia de oir. Pues estándome sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podia rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulacion, y temor de si me habia de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber que hacer de mí (en esta aflicion me vi algunas, y muchas veces, aunque no me parece ninguna en tanto estremo) estuve ansí cuatro ú cincohoras, que consuelo, ni del cielo ni de la tierra, no habia para mí, sino que me dejó el Señor padecer, temiendo mil peligros. ¡Oh Señor mio, cómo sois vos el amigo verdadero, y cómo poderoso, cuando quereis podeis, nunca dejais de querer si os quieren! ¡Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois á vuestros amigos! Todas las cosas faltan: vos Señor de todas ellas nunca faltais. Poco es lo que dejais padecer á quien os ama. ¡Oh Señor mio, qué delicada y pulida y sabrosamente los sabeis tratar! ¡Oh, quién nunca se hubiera detenido en amar á nadie, sino á vos! Parece, Señor, que probais con rigor á quien os ama, para que en el estremo del trabajo se entienda el mayor estremo de vuestro amor. ¡Oh Dios mio, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras, para encarecer vuestras obras, como lo entiende SANTA TERESA DE JESUS. —T. II.

3 mi alma! Fáltame todo, Señor mio, mas si vos no me desamparais, no os faltaré yo á vos. Levántense contra mí todos los letrados, persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme los demonios, no me falteis vos Señor, que ya tengo espiriencia de la ganancia con que sacais á quien en solo vos confia.

Pues estando en esta tan gran fatiga (aun entonces no habia comenzado á tener ninguna vision) solas estas palabras bastaban para quitármela, y quietarme del todo. No hayas miedo hija, que Yo soy, y no te desampararé: no temas.

Paréceme á mí, sigun estaba, que eran menester muchas horas para persuadirme á que me sosegase, y que no bastára nadie: héme aquí con estas solas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con siguridad, con una quietud y luz, que en un punto ví mi alma hecha otra, y me parece, que con todo el mundo disputára, que era Dios. ¡Oh qué buen Dios! Oh qué buen Señor, y qué poderoso! No solo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras. ¡Oh válame Dios, y cómo fortalece la fe, se aumenta el amor! Es ansí cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó á los vientos, que estuviesen quedos en la mar, cuando se levantó la tempestad; y ansi decia yo—¿Quién es este, que ansí le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran escuridad en un momento, y hace blando un corazon, que parecia piedra, da agua de lágrimas suaves, adonde parecia habia de haber mucho tiempo sequedad? ¿Quién pone estos deseos? ¿Quién da este ánimo? Que me acaeció pensar, ¿de qué temo?

¿Qué es esto? Yo deseo servir á este Señor, no pretendo otra cosa, sino contentarle; no quiero contento, ni descanso ni otro bien, sino hacer su voluntad; que de esto bien cierta estaba á mi parecer, que lo podia afirmar. Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es, y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios, y de esto no hay que dudar, pues es fe, siendo yo sierva de este Señor y rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer á mí? ¿Por qué no he de tener yo fortaleza para combatirme con todo el infierno? Tomaba una cruz en la mano, y parecia verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me ví otra en breve tiempo, que no temeria tomarme con ellos á brazos, que me parecia fácilmente con aquella cruz los venciera á todos; y ansí dije—Ahora vení todos, que siendo sierva del Señor, yo quiero ver qué me podeis hacer.

Es sin duda, que me parecia me habian miedo, porque yo quedé sosegada, y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos, que solia tener, hasta hoy: porque, aunque algunas veces los via, como diré despues, no les he habido mas casi miedo, antes me parecia "ellos me le habian á mí. Quedóme un señorío contra ellos, bien dado del Señor de todos, que no se me da mas.de ellos que de moscas. Parécenme tan cobardes, que en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No saben estos enemigos de hecho acometer, sino á quien ven que se les rinde, ó cuando lo permite Dios, para mas bien de sus siervos, que los tiente y atormenten. Pluguiese á su Majestad temiésemos á quien hemos de temer, y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial, que de todo el infierno junto, pues es ello ansí. Que espantados nos train estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con nuestros asimientos de honra y haciendas y deleites; que entonces juntos ellos con nosotros mesmos, que nos somos contrarios, amando, y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán:

porque con nuestras mesmas armas les hacemos que peleen contra nosotros, puniendo en sus manos con las que nos hemos de defender. Esta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades, como de pestilencia. Es amigo de mentiras y la mesma mentira.

No hará pato con quien anda en verdad. Cuando él ve escurecido el entendimiento, ayuda lindamente á que se quiebren los ojos; porque si á uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas, que parecen las de este mundo cosa de juego de niño, ya él ve que este es niño, pues trata como tal, y atrêvese á luchar con él una y muchas veces.

Plega el Señor, que no sea yo de estos, sino que me favorezca su Majestad, para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés; y una higa para todos los demonios, que ellos me temerán á mi, No entiedou estos miedos, demonio, demonio, donde podemos decir, Dios, Dios, y hacerle temblar. Si que ya sabemos, que no se puede menear, si el Señor no lo primite.

¿Qué es esto? Es sin duda, que tengo ya mas miedo á los que tan grande le tienen al demonio, que á él mesmo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto como lo he podido sufrir. Bendito sea el Señor, que tan de veras me ha ayudado.