Soliloquios: Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888)
de Marco Aurelio
traducción de Jacinto Díaz de Miranda
Libro X
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO DÉCIMO.

¿Si llegaras alguna vez, oh alma mía[1], á ser buena, sencilla, uniforme, sin rebozo y más patente á los ojos de todos que ese cuerpo de que estás vestida?[2] Si al cabo empezarás á tener gusto en la benevolencia y sincero amor para con todos? Si algún día te hallarás satisfecha y sin necesidad de[1] Sería indicio de mucho fervor en la oración si al fin de la meditación se biciese un coloquio de esta clase omitiendo las expresiones estoicas. Bien pudo ser que nuestro Emperador empezase á escribir este libro después de una profunda contemplación, inflamado del deseo de todas las virtudes, bondad, pureza de intención, uniformidad, simplicidad, benevolencia, serenidad de ánimo, aversión á los deleites, couformidad con la Providencia, piedad para con Dios y justicia para con todos. Pero lo malo está en que no creía lo que nos enseña el Salvador: Xwptc ipoto to dúvaate tosTv lostv.

Joan., cap. xv, v. 5. ¡ Para que se vea cuán inútil es por si sola la filosofia![2] De una frase semejante se valió San Juan Crisóst.

nada, no deseando ni codiciando cosa alguna, ni animada, ni menos inanimada, para el goce de tus delicias, no apeteciendo tiempo en que pudieses disfrutarlas más á la larga, no suspirando por país, región, cielo benigno, ni compañía de hombres más adaptada á tu genio? ¿Si vivieras contenta con tu presente situación, tendrás placer en el estado actual de las cosas y te persuadirás á tí misma que nada te falta, todo te va bien y que viene de la mano de los dioses: que cuanto á éstos pluguiere será bueno, que cuanto dispensaren conducirá á la salud y prosperidad de este mundo animado[3], de este viviente intelectivo, perfecto, bueno, justo, hermoso; principio que produce todas las cosas, las contiene, abraza y recoge para hacer de las mismas, después que se disuelvan, otras semejantes? ¿Si, por último, vendrás á ser tal, que hagas una vida tan conforme con los dioses y los hombres que no tengas motivo alguno para quejarte de ellos, ni des causa para que ellos te condenen? Observa lo que tu naturaleza[4] exige de ti, en[3] Que to Siov sea el mundo, puede verse en el libro IV, párrafo 40, y que .se interprete también y aplique á Dios, según escribe Laërcio, no hay dificultad.

[4] M. Aurelio distingue ó tres naturalezas particulares que equivalgan á las tres ánimas de Platón, ó tres facultades de una naturaleza en cada uno de los hombres, vegetativa, sensitiva y racional; para cada una de las cuales supone darse su bien respectivo. Da después esta ley general para discernir lo lícito de lo ilicito, lo permitido de lo prohibido, según la luz de la razón; á saber, que todo bien de la naturaleza ó facultad inferior que no sea mal de la superior, es lícito y permitido según la razón. La ley está fundada, parte en la obligación natural de la propia conservación, y parte en la de mantener el buen orden de la Naturaleza, que quiere cuanto es dirigida por sólo la naturaleza vegetativa, y después hazlo y no lo rechaces, á no ser que se haya de empeorar tu misma naturaleza en cuanto ella es sensitiva. Con igual orden debes observar lo que pretende de tí la Naturaleza considerada como sensitiva, no rehusando nada de esto, si es que no se ha de seguir menoscabo á tu naturaleza en cuanto es racional; y claro está que lo racional también es sociable.

Valiéndote, pues, de estas reglas, no te dé cuidado lo demás.

Todo lo que acontece, ó sucede en tal conformidad que hayas nacido para llevarlo, ó de tal suerte que no seas hombre para tolerarlo. Ahora bien; si acaece de tal modo que puedas sufrirlo naturalmente[5], no te enfades, antes bien, sopórtalo según alcancen tus fuerzas naturales; pero si sucede de tal manera que no seas capaz de aguantarlo naturalmente, no te molestes por eso, porque después que te haya consumido, también acabará consigo. Con todo, ten bien presente que estás dotado de una virtud natural para llevar todo aquello que en tu modo de opinar que lo inferior ceda á lo superior, y asi es lícito y alguna vez obligatorio el privarse del bien ó incurrir en el mal de la naturaleza ó facultad inferior para conservar ó mejorar el bien de la superior, mientras que no se pretenda directamente aquel daño menor, sino sólo estotro bien mayor. Lástima que los estoicos tirasen de la cuerda hasta roinperla y hacer de ella el dogal para el suicidio ![5] Es necesario no creer tanta fuerza en la naturaleza destituida de la gracia, cuanta se arroga un estoico, que en la doctrina es un ascendiente pelagiano;y buscar otra consolación más sólida que la del dilema: Dolor, si gravis, brevis; si longus, levis; poniendo la esperanza en Dios, que dará fuerza para sufrirlo, y premio por haberlo tolerado.

consiste[6] el hacerlo soportable, aunque sea insufrible, juzgando, ó que te conduce ó que es de tu obligación el que así lo hagas.

Si tu prójimo deslizase, procura amonestarlo amigablemente y hacerle ver la fragilidad en que ha incurrido. Pero si no te es posible el reducirlo, échate á tí mismo la culpa de tu poca habilidad, ó quizá ni aun á tí mismo tendrás por qué echarte culpa alguna.

Todo lo que te va aconteciendo, eso mismo[7] se te había dispuesto desde la eternidad; y es, que la encadenada serie de causas fatales desde el principio entretejió con tu existencia aquellos acontecimientos.

Ó bien dominen los átomos, ó la Naturaleza gobierne todas las cosas, dése por asentado: primeramente, que yo soy una parte del universo dirigido por la Naturaleza; en segundo lugar, que yo tengo un cierto vínculo y parentesco con las otras partes que son de mi mismo género. Porque yo, acordándome de esto, en cuanto me considerare como una parte, no me avendré mal con cosa alguna de las dispensadas por el universo; puesto que no es nocivo á la parte aquello que conduce al todo, ni tam- [6] Lo mismo dijo Séneca, ep. 78: Levem illum dum putas facies.

[7] Mejor se explicó S. Greg., In Job, lib. 12, cap. I. uNulla, que in hoc mundo hominibus fiunt, absque omnipotentis Dei consilio occulto veniunt; nam cuncta Deus secutura præsciens, ante secula decrevit, qualiter per secula disponantur.» Sobre lo que llevamos notado antes de ahora acerca del hado estoico, añadiremos lo que dice Cicerón, De Nat.

Deor., lib. 1: «Fatalem quandam necessitatem, qua quicquid accidit, id ex æterna veritate, causarumque continuatione fluxisse dicatur.»

poco el todo tiene cosa que á él mismo no le sea útil. Siendo esto común á todas las naturalezas particulares, las excede la del universo en no verse precisada por causa alguna exterior á producir cosa que sea perjudicial á si misma. Según eso, con traer á la memoria que soy una parte de un tal universo, abrazaré gustosamente todo lo que suceda, y en cuanto me reputo con cierta estrecha correlación con las otras partes, que son de mi mismo linaje, no ejecutaré nada contra el derecho público; antes bien, miraré por los de mi especie, y dirigiré todos mis intentos hacia lo conduncente á la utilidad común, y me retraeré de todo lo que sea contrario á este fin. Ejecutando esto así, es necesario que la vida sea feliz y del modo mismo que si te imaginases la próspera vida de un ciudadano el cual llevase por delante el poner por obra las acciones convenientes á sus conciudadanos y aceptase con placer el encargo á que le destinare la ciudad.

Es necesario que se corrompan y perezcan las partes del universo, aquellas digo que se contienen en d ámbito del mundo; pero esto podrá decirse con más[8] propiedad de su alteración y mutación. Digo[8] Para inteligencia de esta doctrina, será bueno añadir á lo que tiene dicho M. Aurelio en otras partes, lo que escribe Casaubono, ad Bar. Ann. app. exerc., i, § 10: «Fuit opinio vetustissimorum Græcorum, nihil é rebus creatis perire, sed mutari dumtaxat. Mortem inane esse nomen sine re: nam revera mutationem esse, quam vulgus dicit mortem : quippe nihil creatum interire, sed formam aliam assumere. Hoc est, uti illi dicere solebant, állooo0z.» El intento de M. Aurelio en persuadirnos que ningún mal hay en la mutación de la Naturaleza, viene á reducirse á este argumento. Toda naturaleza de suyo es mudable; luego tiene esta mutalidad, 6 yo ahora: si esto siendo también necesario, fuese al mismo tiempo un mal para aquellas partes, no le iría muy bien al universo, cuyas partes estuviesen siempre de muda y de mil modos dispuestas á su ruina y perdición. Acaso la Naturaleza intentó tratar tan malamente á sus mismas partes, haciéndolas tales, que no sólo estuviesen expuestas á incurrir en el mal, sino que por necesidad hubiesen de caer en él ó le salieren hechas así, sin que lo echase de ver? Uno y otro es inverosímil Pero si alguno, no tomando en boca el nombre de naturaleza, nos quisiese explicar el enigma con decir que esa es la esencia y condición de las partes, ¿no sería una cosa verdaderamente ridícula que al mismo tiempo que nos dijese ser de esencia de las partes el mudarse, juntamente se maravillase y llevase á mal la mutación, como cosa acaecida contra el orden de la Naturaleza? Especialmente siendo también el fin de la disolución cada que se vuelvan á los mismos principios de que uno constaba. Porque en esto de perecer las cosas, ó sólo interviene una dispersión de aquellos elementos de los cuales se habían compuesto, ó una conversión de la parte sólida en tierra y de la espiritosa en aire de manera que las cosas sean otra vez restituídas á las razones seminales y principios del universo; ahora sea verdad que éste, después de un cierto pedada por su autor, ó de su propia cosecha: si lo primero, no será mal, visto que ni de propósito ni por descuido quiso su autor hacerla mal alguno; si lo segundo, tampoco será mal, antes sino pequeño bien, el que por beneficio de la disolución vuelva cada cosa á su principio, de donde como de su patria se habia partido. Todo lo cual viene á ser un juego de palabras y no más.

ríodo y revolución de años, haya de perecer por un incendio, ahora que deba ser renovado con una perpetua serie de sucesiones. Mas no te imagines que lo sólido y espiritoso de que hablamos haya durado en cada cosa desde su generación, porque todo esto medio es cosa de ayer ó antes de ayer; cosa, que por del alimento y respiración del aire ha conseguido incorporarse con los vivientes: así que sólo se muda aquello que se advirtió después, no lo que la madre dió á luz. Y aun dado por supuesto que aquello te una en sumo grado á su peculiar cualidad, sin embargo juzgo que no obstará á lo que acabo de decir.

Después que tú mismo hubieres adquirido los nombres de bueno, modesto y verídico, de prudente, condescendiente y magnánimo, mira bien no mudes jamás de nombre; y si por tu culpa perdieres los dichos dictados, vuelve á recobrarlos con prontitud.

Pero debes tener presente que el nombre de prudente quería significarte que procurases una exacta inteligencia y continua atención en cada cosa; el de condescendiente te exhortaba á una voluntaria admisión de todos los sucesos que fueren dispensados por la Naturaleza universal; el de magnánimo[9] te movía á una elevación de ánimo sobre los movimientos suaves ó ásperos del apetito sensitivo, sobre la vana gloria, la muerte y cuanto fuere de este jaez. Pues si te conservares en la justa posesión de estos títulos, no anhelando que otros te llamen con ellos, se- [9] La voz ónépopov, casi siempre aplicada al vicio de la soberbia, ahora se toma á la buena parte por la superioridad de espíritu en todos los movimientos sensuales y desprecio de lo perecedero.

14 rás otro hombre y pasarás á otro género de vida.

Porque en realidad el querer aún ser tal cual has sido hasta aquí, y permanecer lacerado y contaminado en una vida de esta clase, es propio de un hombre demasiadamente insensato y con exceso amante[10] de su vida, y muy parecido á los toreros ó bestiarios medio comidos de las fieras; los cuales estando llenos de heridas y de sangre, con todo piden con mucha instancia que los reserven vivos hasta el día siguiente, para ser otra vez echados á las mismas garras y presas. Procura, pues, poner todo tu gusto en la adquisición de, estos pocos nombres; y caso que puedas mantenerte en la posesión[10] Con dificultad podrta la filosofía arrancar del interior del corazón humano el apego de la vida mortal, cuando cada día vemos que nuestra sagrada religión, con la magnificencia de unas promesas superiores á toda imaginación, no logra de muchos el que dejen de apetecer con más eficacia el vivir eternamente en este valle de lágrimas que el irse á reinar en un paraiso eterno de delicias; estando muy lejos de decir con San Pablo : Cupio disolvi, et esse cum Christo, y bien propensos á manifestar su deseo con aqueltas expresiones de que se valió Mecenas (Séneca, ep. 101): Vita dum superest, bene est:-Hanc mihi; vel acutam-Subde, sustineo, crucem. Por lo mismo no puede reconventrseles mejor que con aquel verso (Per., sat. 11): 10 curve in terras anima, et colestium inanes ! Si no basta esto, valga la autoridad de San Agustín, que habla contra estos tales en la ep. 45: Quantis laboribus agitur, ut longiore tempore laboretur; et mors cum impendere ceperit, ideo cavetur, ut diutius timeatur? quibus excruciantur doloribus, qui curantur á medicis, et secantur? numquid ut non moriantur? non, scd ut alicuanto serius moriantur: et multi cruciatus suscipiuntur certi, ut pauci dics adjiciantur incerti. Et monnunquam ipsis doloribus victi continuo moruntur, quos mortis timore suscipiunt.

de ellos mismos, permanece constante, como quien ha sido llevado y colocado en las Islas Fortunadas[11].

Mas si conocieres que te va faltando el ánimo y que no te es posible salir con la empresa, vete con valor y retírate con denuedo á algún rincón, en donde podrás hacer algo; ó lo mejor será que te salgas de una vez de la vida[12], no con cólera ó despecho, sino como quien tal no hace: con desembarazo y buen modo, ejecutando siquiera esta sola proeza en tu vida, con salir en tal conformidad del mundo. No obstante, para recuerdo de los nombres mencionados te servirá mucho la frecuente memoria de los dioses, y que éstos no quieren ser adulados, sino que[13] todos los racionales se les hagan semejantes en el proceder; no olvidándote que haciendo la higuera lo que es propio de la higuera, el perro lo lo que es peculiar al perro, la abeja lo que es privativo de la abeja, estará el hombre igualmente obligado á cumplir con el deber de hombre.

[11] Aristides, Orat., sacr., hace mención de estas islas, llamadas entre los griegos paxipov, y entre los latinos fortunatas, fortunatorum, á donde se presumian iban á parar las almas de los que habian vivido conforme á razón.

[12] Para inteligencia de este punto, viene muy al caso la respuesta dada por Diógenes Cinico á quien le preguntaba por qué no acababa de salirse de este mundo: que sería muy útil el que viviesen siempre los que saben lo que conviene decirse y hacerse en la vida, pero los que ignoran lo que deben decir y hacer es mejor que se mueran.

[13] Esta es una verdad innegable, con que puede reconvenirse á todo aquel que con capa de santidad intenta adular, y no adorar á Dios, dándose al ejercicio de ciertas devociones exteriores, de suyo buenas y santas, y quedándose al misme tiempo atollado en el cieno de los vicios más detestables.

La comedia, la guerra, la consternación, el estupor, la servidumbre, de día en día irán borrando en tí aquellos dogmas sagrados que tú, siendo dado al estudio de la Naturaleza, ibas concibiendo y depositando en tu mente; por cuya razón conviene que en todo premedites y obres de manera que al mismo tiempo que se perfeccione la vida activa, juntamente se ejercite la contemplativa; y la propia satisfacción, nacida de ver que todo lo entiendes, seconserve, disfrazándola con modestia, no ocultándola con misterio; pues entonces hallarás gusto en la simplicidad, entonces tendrás fruición en la gravedad, entonces te complacerás en el conocimiento de cada cosa particular; entendiendo cuál es según su esencia, qué región habita en el mundo, cuánto tiempo podrá naturalmente subsistir; de qué partes está compuesta, á quién puede caber en suerte, quiénes por fin son dueños de darla y quitarla.

La araña queda muy ufana, habiendo cazado unamosca; también el otro está muy hueco, habiendoseguido una liebre; el otro, que pescó en la red un arenque; el otro, que cogió unos jabalies; el otro, unos osos; el otro, por fin, que cautivó algunos Sármatas[14]. ¿Acaso no reputarás á éstos por unos[14] Gatakero sospecha que M. Aurelio alude á lo que Vulcacio refiere de Avidio Cassio , el cual castigó á ciertos capitanes de su ejército por haber peleado sin orden suya y vencido 3.000 Sármatas que se hallaban descuidados á las orillas del Danubio. El mismo Gatakero también se aparta del dictamen de Xilandro, que reputa el nombre de Sármata por ladrón ó pirata, pretendiendo que la siguiente conclusión del articulo é tome generalmente, y apoyando su parecer en lo que escribe Cicerón, de Rep. lib. 1n: Sanè remota justitia, quid sunt regna, nisi magna latrocinia?

ladrones, si examinares atentamente sus máximas? Procura adquirir el método de contemplar cómo todas las cosas se van mudando las unas en las otras: dedícate siempre á esto, y ejercitate con frecuencia en semejante punto de meditación, puesto que nada conduce tanto al logro de la magnanimidad[15]. Y, -en efecto, el que hiciere la reflexión de que cuanto .antes será forzoso desamparar todas las cosas, de jando la compañía de los hombres, abandonará su cuerpo, entregándose todo á la justicia en cuanto debe ejecutar por si, y dejándose gobernar por la Naturaleza universal en los demás acontecimientos, ni menos le vendrá al pensamiento qué dirá el otro, qué sospechará, ó qué hará contra él, viviendo satisfecho con estas dos cosas: con obrar con rectitud lo que hubiere de hacer por entonces, y abrazar con resignación lo que al presente le tocare en suerte.

Finalmente, separándose de todas las otras ocupaciones y cuidados, no apetecerá otra cosa más que ir derechamente en pos de la ley y seguir á Dios; que siempre guía por un camino recto.

A qué viene la desconfianza[16] y sospecha, te- [15] No hay duda que si la mente no se ocupase en los objetos viles de la tierra, sino que de un vuelo se remontase sobre los cielos hasta dar con el Autor de la Naturaleza, la voluntad no pondría su afición en los bienas caducos, sino que se enamoraría de los celestes y divinos: y así, cuanto más común fuere el ejercicio de la sabiduría, tanto más libre de vicios y rica de virtudes se verá la República en donde tuviere buena acogida.

[16] No hay veneno más contrario á la vida que es la desconfianza de la felicidad, por lo cual dijo Séneca, ep. 74: Non enim beatum est, nisi quod intrepidum: inter suspecta malè vivitur.

niendo á mano el averiguar bien lo que debes hacer? Pues caso que lo descubrieres claramente sigue porese camino de buen ánimo y con constancia; mas si no llegares á conocerlo, haz alto allí, y válete de los más hábiles consejeros; y si aun te ocurrieren otras dudas, procura, según las circunstancias presentes, naciones, sin desviarte jamás de lo que te pareciere justo; porque no hay cosa mejor que conseguir lo que es conforme á justicia. Además de que al hombre á quien no le saliesen bien sus intentos[17] siguiendo en todo la razón, le sería fácil juntar con la quietud la pronta expedición en el obrar, y con la vida alegre la moderación en sus costumbres.

Al punto que te despertares pregúntate[18] á tí mismo: ¿por ventura te interesará si otro ejecuta acciones justas y buenas? no me resultará utilidad. Acaso te has olvidado de que esos mismos se ensoberbecen llevar adelante con prudencia tus determi- [17] Los intérpretes de M. Aurelio suponen muy adulterado el texto en esta parte, omitiendo unos y añadiendo otros lo que les parece: yo, viendo la discordia de opiniones, procuré dar el sentido que me pareció más adaptado al original, con sólo mudar el ánontwac en ánóteufic, como leyó Gatakero. DAcier no se contentó con esto, queriendo que se haga la adición de las palabras 6laßepá tori, que yo reputé por superfluas. Por lo que mira á la sentencia el dictamen de la razón, puede apoyarse en la autoridad de Platón, ep. 2.

[18] No es ociosa, no, la reflexión en gente envidiosa, que suele sentir la gloria y buen proceder de otro competidor en el mérito, como dijo Horacio, Ep., lib 11, ep. 1.

Urit enim fulgore suo, qui prægravat artes Infra se positus.

M. Aurelio viene á decir lo que escribió Epict., Diss., lib. 1, seguir cap. XXVII.

con las alabanzas de otros y se aterran con los vituperios? ¿Qué tales son en sus lechos, qué tales á sus mesas? ¿Qué cosas hacen, de cuáles huyen, cuáles pretenden? ¿De qué manera roban, de qué modo arrebatan, no sólo con las manos y los pies, sino con lo que es más respetable en ellos mismos, á cuyo cargo está siempre que quisiere el guardar la fe, la modestia, la verdad, la ley y la bondad de su conciencia? El hombre bien educado y de moderación[19] dice á la Naturaleza, que todo lo dispensa y todo lo recupera: Dame lo que gustares y vuelve á tomarte lo que quisieres. Ni esto lo diría con altanería, antes bien con ánimo rendido y benévolo hacia la misma.

El tiempo que te resta de vida es poco; vívelo como si te hallares en una montaña; porque lo mismo es vivir allí que vivir aquí, con tal que en cualquier lugar viva uno en el mundo como en su ciudad. Vean los hombres y reconozcan en mí un hombre que lo es de veras, viviendo según la Naturaleza: si no me pueden sufrir, que me maten, puesto que vale más morir que vivir como ellos quieren.

De hoy más, déjate absolutamente[20] de disputar cuál conviene que sea un hombre bueno, sino procura ser tal en realidad.

Piensa con frecuencia en el todo de una eternidad[19] Lo mismo decía Job hablando con Dios: Dominus dedit, Dominus abstulit, cap. 1, v. 21. Y á esto podrá referirse aquel precepto de Epicteto.

[20] Séneca notó este vicio en los Estoicos, de quienes dice, ep. 108: De vita semper disputatur, numquam vivitur; y se funda en lo que escribe Epicteto, Diss., lib. IlI, cap. VII.

.216 MORALISTAS GRIEGOS.

y de la Naturaleza universal: reflexiona también que todas estas cosas, particulares por lo respectivo á su ser, no montan[21] un comino; por lo tocante á su duración, son un abrir y cerrar de ojos.

Parando la consideración en cada cosa que se te presente, podrás comprender que ella misma se va ya disolviendo y mudando; como que también la es propio el pudrirse y disiparse, ó que de algún[22] modo casi el morir la es natural.

Observa qué vienen á ser los hombres cuando comen, duermen, tienen acceso, hacen deposición y ejecutan otras funciones de esta clase. Mira después cuáles son mandando[23] á otros, enfureciéndose y reprendiéndolos con superioridad.

Reflexiona á cuántos obsequiaban poco antes, y con qué miras tan viles los servian; por último, en qué vendrán á parar poco despuésengriéndose,[21] M. Aurelio usa dos expresiones vulgares como en forma de proverbio, para exagerar la vileza de las cosas terrenas y la brevedad de su duración : xeYXpaule, es un granito de higo; punavou neTIorpopn, la vuelta de uh barreno, que equivale á la de fenri opbayuoo, un volver de ojos, 6 un abrir y cerrar de ojos.

[22] Más adaptada es á la mente de M. Aurelio la sentencia de Séneca, ep. 99: Cui nasci contigit, restat mori, que no la versión francesa de lo último de este párrafo: Enfin, que la vie n es pas plus en lui que la mort.

[23] La palabra ávopovuu oúuavor es sospechosa, no leyéndose en otro autor: Xilandro la interpreta por aliis imperare; Casaubono, exultare; Gatakero quisiera mudarla en kopuvopevot, turgescentes, grandescentes. Yo supongo que M. Aurelio habla de aquellos hombres de quienes Claudiano hace el siguiente elogio in Eutrop., lib. 1: Asperiùs nihil es humili, cum surgit in altum.

.. nec bellua tetrior ulla est, Quám servi rabies in libera colla frementis.

A cada uno es útil aquello que la Naturaleza[24] del universo le dispensa, y entonces le es conducente cuando aquélla se lo da.

La tierra árida[25] desea la lluvia; el aire recio apetece lo mismo; también el mundo anhela poner por obra lo que se ha de hacer. Digo, pues, hablando con el mundo: yo amo lo que tú amas. Acaso eso no es así, y no se dice vulgarmente que esto ó aquello ama ser bhecho?

Ó bien que hayas siempre de vivir aquí, y entonces ya estás hecho á esta vida[26], ó bien que te salgas fuera, y esto ya lo deseabas, ó bien que te mueras, y con eso has cumplido con tu[27] ministerio.

Fuera de esto nada más hay: con que así, prosigue de buen ánimo.

Ten siempre por cosa cierta y averiguada que lo mismo es el campo que cualquiera[28] otro lugar, y[24] También dijo San Agust. in Psal. 145., v. 15. Prorsus, tanquam ægrotum reficiens medicus, et quod opus est, hoc dat; et quando opus est, tunc dat.

[25] M. Aurelio sin duda alude á unos versos de Euripides, que se hallan en Estobeo, tom. 1., lib. 1., tit. 12: « Cerne, amat ut imbrem terra, cùm sterili solum, Squallore lugens poscit humectas opes.

Rursum amat et æther ipse, Venerísque impetn Fætos madoris explet in terram sinus. Grot.»

[26] La oostumbre hace á todo. A speram nobis, et insuavem virtutum viam nimia facit vitiorum consuetudo; que si in alteram partem transferatur, invenitur semita justitia levis. S. Hieron. vel Paulin. ad Celant.

[27] El que muere cumplirá con su ministerio, si se entiende del que habla Cicerón, de Senect.: «Dum sumus in his inclusi compagibus corporis, munere quodam necesitatis, et gravi opere perfungimur.»

[28] Časaubono leyó totodto biov txsivo. La reflexión hecha que las mismas conveniencias logra el que vive aquí, que el otro que pasa la vida en la cumbre de un monte ó en la orilla del mar ó en donde más le diere la gana. Sin disputa alguna hallarás ser verdad lo que decía Platón: Que un sabio del mismo modo está encerrado dentro los muros de una ciudad que lo está un pastor dentro del redil de su majada.

Mi alma ¿qué viene á ser para mí[29], y cuál me la finjo yo al presente? Y al cabo, ¿qué uso hago de ella ahora? ¿Acaso está falta de entendimiento? ¿Por ventura se ve separada y arrancada de la común sociedad? Y en suma, se halla tan intimamente unida y mezclada con la vil carne, de modo que vaya á una con ella y la siga? El que huye de su señor es un desertor; es así la ley es la señora[30], luego también será desertor el que la traspasa. Igualmente quebranta la ley el que se queja, ó se irrita, ó teme, porque no quisiera hubiese sido hecho, se hiciese ó hubiese de hacerse algo de lo ordenado por aquel que gobierna todas las cosas; el cual es la misma ley, que reparte con justicia lo que corresponde á cada uno: luego el que vive con temor, el que se aflige y el que se enoja, ése es un desertor, ó sea un fugitivo.

Habiéndose ausentado el que dejó el semen en la matriz, y tomándolo después otra causa[31], fabrica que por M. Aurelio es bien estoica, y hermana de la que hacia Epicteto, Diss., lib. 111, cap. XXII.

[29] Este examen es un precepto filosófico, según se ve por la sentencia de Epicteto, lib. I, cap. XXVI.

[30] La ley en frase estoica es la misma razón divina ó la misma Naturaleza, aquella alma del mundo estoico.

[31] La formación de los vivientes, sobre la cual cuanto de ello el feto y lo lleva á su perfección. 1Qué bello efecto de causa tan vil! Al embrión ya formado da la madre el alimento que pasa por el esófago, y después recibiéndolo otra causa, produce en ese mismo el sentido y movimiento; en suma, la vida, fuerzas y lo demás. ¡Cuántas y cuán admirables cosas! Son, pues, dignos de contemplar estos arcanos que tan en secreto obra la naturaleza, y observar en igual conformidad su virtud productiva; así como miramos la fuerza, que lleva abajo ó arriba las cosas mamás se filosofa, tanto más se concluye ser ella un grande arcano que el Autor de la naturaleza parece haber escondido adrede á la curiosidad humana, siempre se mereció la atención de los filósofos. Afirmar que Dios por sí solo, sin el concurso eficiente de otra causa menor, perfecciona la obra, es ayudar al Malabranche para la ruina de todas las causas criadas: decir que una facultad generativa entra á la parte de la labor, no es poner en claro la dificultad, sino encubrirla más con una cualidad oculta: explicarla por el sistema de los involutos, es envolverla más con el miedo de ser uno refutado: querer que en el esperma hierva un enjambre de animalejos vivos que en la matriz crecen y se engruesan en la forma ya ordenada, es buscar un auditorio unás expuesto á persua - dirselo que fácil en averiguarlo con certidumbre. Alla se las ajusten los hijos de Esculapio ó de Machaón, pues yo me contento con exclamar: d:ou Stov; iE dlwv diç dia; utya Oa0ua, paidov dôt xai beTov Ozoua; supuesto que me conformo con la sentencia de San Agustin, de Verb. Ap.conc., I1: Qui primo creavit hominem sine homine, modó creat hominem ex homine. Y en la ep. 3: lpsa vis seminum quo8 numeros kabeat, et quám vivaces, quảm efficaces, quám latenter potentes, quám in parvis magna molientes, quis adeat animo, quis promat eloquio? Porque, como dice Tertul., de Resurrec., cap. LIll: Seritur solummodo granum, sine folliculi veste, sine fundamento spice, sine munimento arista, sine superbia culmi.

Exurgit autem copia foneratum, compagine adificatum, ordine structum, cultu munitum, et urquequaque vestitum.

8oal diaxa, añado yo.

teriales, no con los ojos del cuerpo, pero no por eso[32] con menor evidencia y claridad.

Con la frecuente reflexión de que todas las cosas en cierto modo han sido tales antes de ahora cuales existen al presente, podrás también formar juicio de las futuras, y ponerte á la vista los dramas enteros y las escenas uniformes, teniendo conocimiento de cuanto has adquirido por la experiencia y aprendido de la historia antigua: por ejemplo, toda la corte de Adriano, la corte entera de Antonino, toda la corte de Filipo y de Creso; porque todas ellas eran muy semejantes, diferenciándose solamente por los distintos personajes que entonces representaban[33].

Imaginate que todo aquel que se aflige y disgusta por cualquiera suceso, se asemeja á un cerdo que, llevado al matadero, cocea y gruñe mucho: semejante al mismo es también aquel que á sus solas, echado sobre un escaño, llora su desdicha[34]. Considera tam- [32] Del mismo parecer es San Ambrosio de Sacram., lib. 1, cap. II. Meliùs videntur, que non videntur, quảm qua videntur.

[33] Gatakero supone que debe entenderse ó suplirse al fin del párrafo un rpattdueva, ú otra voz equivalente. El nombre de drama, escena, fábula y tragedia siempre ha sido muy usado para significar los sucesos humanos. en especial los de una Corte. Chris. Coler., epist. de Stud. Polit. Eudem fabula nunc luditur, que olim; tantum person cæ mututa sunt.

[34] Seguimos la corrección que Gatakero hace en el texto, leyendo así : ownj. inivonoov &t triv Evdeaiv huor, xa: du cet. Si M. Aurelio habla de los sucesos exteriores que no dependen de nuestra voluntad ni de nuestra industria, la sentencia no debe ser criticada, con tal que aquel ixualwsineoda se refiera á la acción externa de seguir. Pero si habla de lo que interior ó exteriormente pende de nuestro arbitrio, no dejando en nuestra mano el poder impedirlo, sino el poder seguirlo con una voluntariedad espontánea, ó ya nos restibién esa cadena fatal á que estamos atados y que sólo á los racionales se les dió la facultad de acomodarse voluntariamente á los acontecimientos, siendo así que es necesario á todos el seguirla absolutamente.

Parando la consideración en cada cosa particular de las que intentas, examínate á tí mismo si te sería muy sensible la muerte porque te privase de ejecutarla.

Cuando te chocare la falta de alguno, al punto, vuelto sobre tí, reflexiona si tú cometes[35] algún error semejant; por ejemplo, juzgando que la plata, que el deleite, que la gloria mundana y otras cosas de esta especie sean un bien verdadero; porque añadiéndose á esto que el otro, habiendo incurrido en igual ignorancia, obra por fuerza[36], al instante echarás en el olvido tu enojo. Pues qué otra cosa podría hacer? á no ser que tú procurases libertarlo de la violencia, si te fuese posibletuirá aquel sofisma antiguo que llamaban toy ápydv Adyov, cui si pareamus, nil agamus in vita (Cicer., de Fato, capitulo xII), ó bien nos enseñará que nuestro albedrío sólo tiene la libertad ó inmunidad de coacción, doctrina ya condenada.

[35] Este es aquel examen y recuerdo de que se valía Platón al ver que alguno se descomponia ó propasaba en algo, diciendo para consigo: M Rot äp byw toiutoc. Plut., de utilex inimic. Y esto mismo nos asegura de sí Horacio, si es que se le puede dar entero crédito, satyr. 4: . Hoc quidem non bellé: numquid ego illi Imprudens olim faciam simile !.

[36] La violencia de que habla M. Aurelio será la misma de que trata San Clemente, Strom., lib. 1. BiaCera nodddxiç Sdbvn te xzt ályndov, cidoveixlz te áu xal Oundc.

Viendo á Satirón el Socrático[37], imaginate ver á Eutiches ó á Himeno; visto á Eufrates, idéate ver á Eutichión ó á Silvano; cuando veas á Alcifrón, representante que ves á Tropeoforo; habiendo visto á Xénofonte forma la idea de que ves á Critón ó á Severo, y cuando vuelvas sobre tí los ojos, represéntate en la imaginación alguno de los Cesares: finalmente, imaginándote en cada uno otro semejante, luego te ocurrirá al pensamiento: gen dónde paran esos ahora? en ninguna parte del mundo, gó qué sé yo adónde están ? porque de esta manera verás de continuo que las cosas humanas son un poco de humo[38] y un nada; particularmente si te hicieres la reflexión que lo una vez pasado no volverá ya por[37] Gatakero con ruzón reprueba el dictamen de Xilandro y Časaubono, que traducen el Ewxpatıxdv por nombre propio, concordando con el nombre Satyron ó Satyrión denominado Socratico, por ser de esta secta. Euphrates, filósofo egipcio á quien alaa Plinio el Menor, lib. 1., ep. 10, y Epicteto, Enchir., cap. xxxv, fué Estoico y vivió en tiempo de Adriano; el cual le permitió tomar td xovetov, la cicuta, viéndole desesperado con una enfermedad maligna, ó por hallarse muy viejo, según escribe Dión, lib. LXIX. Capitolino asegura que Eutichión fué maestro de nuestro Emperador en las primeras letras. De un Silvano hace mención Suidas, de quien habla con algún aprecio, reputándole por un filósofo. El mismo Suidas dice de Alcifrón que era filósofo, y Gatakero añade que sus cartas, dadas á luz por Aldo sophistam, magis quám philosophum 8sapiunt. Tropeoforo es un nombre que. ni Gatakero lo habia oido en su vida. Xenofonte puede ser uno de los tres de que hay memoria. Critón es aquel grande amigo de Sócrates, como consta de los diálogos de Platón.

De Ševero habló M. Aurelio en el lib. II, pár. 14. Los otros dos filósofos, Eutiches y el Himeno, murieron antes del reinado de Antonino.

[38] En frase tanto profana como sagrada, el humo vale para significar la vanidad de las cosas perecederas.

toda una eternidad. Tú, pues, ¿cuánto tiempo vivirás? Bien poco. Pero ¿por qué no te contentas con vivir ese poco tiempo con la perfección que corresponde? jOh! jcuán bella y oportuna ocasión te dejas perder! Pues qué otra cosa más son todos estos sucesos humanos que un ejercicio de la razón, que havisto ya con toda exactitud y contemplado sobre la naturaleza de las vicisitudes de la vida? Según eso, persiste en estas reflexiones hasta que te las hagas familiares, como un estómago robusto abraza todo género de comida, ó como un grande fuego reduce á llama y resplandor todo cuanto le arrojares.

Cuida que ninguno pueda decir con verdad de tí que no eres un hombre ingenuo ó que no eres hombre de bondad; antes bien, engáňese[39] ó mienta cualquiera que acerca de tí pensare ó dijere alguna de estas dos cosas. Todo esto pende de tí. Porque quién te impide el ser bueno y sincero? Forma únicamente el juicio de que no te conviene vivir á no ser tal, puesto que la razón no dicta que, siendo otro, debas vivir.

¿Qué es lo que con más acierto se puede hacer ó decir en este negocio particular? Á la verdad, sea eso lo que se fuere, tienes en tu mano el hacerlo ó decirlo; y no pretextes que te lo impiden. Ni dejarás antes de gemir, hasta tanto que puedas verte en tal disposición de ánimo, que en cualquier caso y circunstancia ocurrente te sea igualmente gustoso el cumplimiento de los oficios propios de la condición humana, cual lo es la vida mole á quien se[39] Catón, Orat. de Cos. suo apud charis, lib. I1. Ei rei do operam, ut mihi falso malè dicatur.

entrega á los deleites; porque debe servirte de complacencia[40] el ejecutar todo aquello que te es posible según tu propia naturaleza, en la inteligencia de que en todo tiempo y lugar te es permitido. Pues al cilindro no se le da la propiedad de tener su movimiento en cualquier sitio, ni al agua, ni al fuego, ni á otra cosa alguna, la cual sea gobernada por su propia naturaleza ó por una alma irracional, siendo en realidad muchos los obstáculos que las contienen y se oponen. Pero el alma racional puede pasar por sobre todo impedimento, y en tal modo hacer libremente su carrera, como exige su naturaleza y como ella quiere. Poniéndote delante de los ojos esta facilidad, con la cual el alma podrá vencer y pasar por encima de todo óbice, así como el fuego sube hacia arriba, como la piedra desciende hacia abajo y como el cilindro rueda por un terreno declive, no inquieras ya otra cosa más. Porque los demás obstáculos, ó son respectivos á tu cuerpo, á ese cadáver animado; ó son de suyo tales, que sin una falsa persuasión y sin un asenso libre de la razón, ni lastiman ni hacen otro mal alguno; y á no ser así, al momento se haría malo el que los padeciese, visto que en las otras obras naturales ó artificiosas cualquiera daño que sobrevenga á alguna de ellas, por eso empeora á quien lo recibe. Mas entonces, si se pudiese decir así, se mejora el hombre[41], y es más digno de loor[40] Aun se vale de una expresión más viva el Salvador para significar esto mismo: Mihi cibus, et potus est, voluntatem paternam exequi. Joan., cap. 1v, v, 34. Realmente el gusto en la ejecución de las acciones honestas debía de ser el blanco en la educación de la juventud.

[41] Las adversidades sufridas con resignación de espíritu haciendo buen uso de las adversidades acaecidas.

En suma, acuérdate que aquello que no perjudica á la ciudad no hace daño á su ciudadano natural, y que no daña á la ciudad aquello que no es nocivo ni contrario á la ley, ni alguno de estos que llaman infortunios perjudica ni es contra la ley; luego aquello que no causa detrimento á la ley ni á la ciudad ni al ciudadano podrá dañarles.

Á un hombre bien imbuído en las máximas verdaderas de la filosofía, le basta la menor palabra y la más vulgar para recordarle y exhortarle á la permanencia de un ánimo libre de toda inquietud y temor, por ejemplo[42], las siguientes palabras de Homero: siempre han sido y serán conducentes al aumento de la virtud. San Gregorio Nacianceno se vale de un simil muy natural para persuadirnos esto mismo, poniéndonos delante de los ojos que la llama se aviva tanto más, cuanto más fuerte sopla el viento. Y es lo que dijo Ovid., Amor, lib 1, eleg. 1: Vidi ego jactatas, motá face, crescere flamas: Et vidi nullo concutiente mori.

[42] Homero, Ili. C, v. 147, tiene estos versos, precedidos de este otro: Olntep pla) wv yevet, tarhôr xat ás ôpöv.

M. Aurelio no hizo más que indicar las primeras palabras de Homero, como suele hacerlo Cicerón al ir á citar algún proverbio, añadiendo nosti catera. El pensamiento es conforme á lo que escribe San Agustin, in Psal. 101, conc. 2: «Generatio vadit una venit altera. Videtis generationes hominun sic esse in terra, tanquam in arbore folia; sed in arbore olivæ, vel lauri, vel cujuscumque alterius, quæ toto tempore fronde vestita est. Sic tanquam folia, genus humanunm terra portat, plena est hominibus, sed cum aliis morientibus, 15 «Unas, hojas al árbol quita el viento Y otras le restituyen primayera.

Nacen unos por turno y otros mueren.) Y en realidad hojas vienen á ser tus hijuelos; igualmente son hojas esos hombrecillos que, teniéndose por hombres de crédito, celebran y divulgan la fama de otros; ó. por el contrario, los llenan de improperios ó los vituperan en secreto y motejan; del mismo modo son hojas los que han de ser tus panegiristas en la posteridad; porque todo ello son hojas que lleva la primavera y que después. el viento echa por tierra; en cuyo lugar la selva produce después otras, siendo común á todas una duración momentánea. Pero tú huyes ó pretendes todas las cosas como si hubieran de ser eternas, habiendo también de cerrársete presto los ojos y que por fin otro llorará la muerte de aquel que te hubiese llevado al sepulcro.

El ojo sano debe ver todo lo visible y no decir: Yo sólo quiero ver lo verde; porque esto es propio del que es pitarroso: también es necesario que el oído y el olfato estén prontos á percibir cualquier sonido y olor; y el estómago robusto no menos debe estar dispuesto á todo género de comida que lo está la muela hecha con el fin de moler cuanto la echaren. Así también conviene que el alma sana se halle preparada á recibir todo lo que la suceda; pues la que dijere: Yo quisiera la salud de los hijos y que todos alabaran cuanto hiciese, será muy parecido al alii nascendo succedunt. Semper enim arbor illa veste viridi ornata est. Sed subter attende quam multa calces arida folia.D ojo que solamente busca lo verde, ó á los dientes que únicamente quieren cosas tiernas y delicadaş.

Ningún hombre hay tan afortunado que al morir no tenga á su lado quien se alegre del mal que le sucede. Y aunque haya sido hombre bueno y sabio, ¿dejará acaso de haber al cabo quien contra el mismo diga: Finalmente, podremos ya respirar libres de este pedagogo: en realidad, con ninguno de nosotros era rígido; antes bien, noté que nos reprendía con ánimo plácido? Esto, pues, se suele decir de un hombre bueno; pero por lo que mira á nosotros, jcuán otros son los motivos por los cuales no pocos desean verse libres de nuestra compañía! Pues si estando para morir pensases sobre esto, te partirias también con un ánimo más plácido, haciendo el discurso siguiente: Yo me aparto de una vida de tales circunstancias, que desean que me salga de ella aun aquellos mismos que vivian conmigo, por quienes yo tanto me afané, hice promesas por su salud, me desvelé por su bien, esperando ellos con mi muerte recibir quizá algún alivio. Luego, ¿porqué uno ha de apetecérel mantenerse por imás largo tiempo entre estos tales? Con todo, no por eso te portas menos propicio para con ellos; antes bien, observando tu costumbre, muéstrate amigo, benévolo y apacible, y que de ninguna manera parezca que te arrancan de su compañía, sino que debe ser de tal suerte la separación como cuando en una buena muerte el alma se desprende con facilidad del cuerpo. Porque la misma Naturaleza que te enlazó unió con ellos, también te suelta ahora. En fin, me separo de ellos como de mis domésticos, no sacado con violencia, sino despedido voluntariay mente, puesto que esta es también una de las cosas subsiguientes en la Naturaleza.

En todo aquello que otro hiciere, acostúmbrate, en cuanto te fuere posible, á examinar para contigomişmo: Este ¿qué fin lleva en eso? Mas procura empezar[43] por tí mismo, y escudríñate en primer lugar.

No te olvides que lo que te agita y mueve á manera[44] de un títere, es una cierta fuerza dentro de tí oculta y reconcentrada: esta fuerza, que pende del resorte de las propias pasiones y aficiones, es para nosotros la elocuencia que persuade, es la vidaque nos tira, es, si se puede decir así, todo el hombre. Jamás quieras juntar con esta idea del hombre la idea del cuerpo, vaso que contiene dentro de sí[43] Esta es una buena máxima, y como tal, aconsejada por el Apóstol, ad Galat., cap. VI, v. 4, tó &t Epyov tauto doxeuaCita ixzoroç. O como dice San Gregorio Magno: Ordo erectionis in bono, ut primum contra nos, tum contra alios erigamur. In Job, lib. xIv, cap. XV. La lástima es que los que se precian de buenos censores solamente suelen descubrir con un examen maligno las pequeñas pajitas en los ojosdel prójimo, sin percibir las grandes vigas que tienen atraveradas en lo8 suyos.

[44] Parece que el intento de M. Aurelio en este paso ouscuro no es más que mostrar cómo nuestras accioneslibres y dignas de alabanza ó vituperio no dependen de los sentidos exteriores ni de los objetos que las excitan, sino sólo del hombre interior, de sola el alma, que era todo el hombre académico y estoico: si bien los resortes de este hombre eran 86Eac fevdets, xal xplteis Tovnpac, los dogmas errados y afectos que lo agitaban, como suele un titiritero mover sus figurillas, ó por decirlo mejor, lo tiranizaban, según se explica Persio, satyr. 5: Intus et in iecore ægro Nascuntur Domini...

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el alma; ni la idea de los miembros, instrumentos alrededor del alma fabricados; porque son muy parecidos á la azuela y sólo diferentes en cuanto ellos nacieron con nosotros á nuestro lado. Siendo así que todos estos miembros sin el alma, causa que los mueve y da vigor, no tendrían otro uso del que tiene la lanzadera para la tejedora, la pluma para el escribano y el látigo para el cochero.


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