Soliloquios/Libro VIII

Soliloquios: Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888)
de Marco Aurelio
traducción de Jacinto Díaz de Miranda
Libro VIII
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO OCTAVO.

Sirve también paraque no tengas vanidad el que en adelante no te puedes lisonjear de haber pasado filosóficamente toda la vida, ó por lo menos la que medió desde tu juventud hasta ahora; antes bien, has estado muy lejos de la Filosofía, como no ignoran otros muchos y á tí te es bien claro. Viviste, pues, distraído, de modo que en lo porvenir no te será fácil adquirir la gloria de filósofo, á lo cual también se opone tu manera de vivir. Ahora bien, si es que verdaderamente has conocido en qué consiste la vida filosófica, despreciando toda apariencia, conténtate con que vivas todo el tiempo que te queda, sea el que se fuere, según te dicte tu naturaleza; y así, piensa atentamente en lo que ella quiere, y no te distraiga otra cosa alguna; porque en cuantas cosas anduviste divertido, la experiencia te ha enseñado que en ninguna hallaste la felicidad de la vida; no en hacer silogismos, no en la posesión de riquezas, no en los aplausos, no en las delicias, por último, ni en parte alguna. Pues en qué consiste? En hacer lo que exige la naturaleza humana. Y esto cómo lo ejecutará uno? Después que tuvieres los dogmas por los cuales se regulan los deseos y las obras. Y cuáles son esos dogmas? Los que deciden del bien y del mal, de modo que no se repute por bien del hombre lo que no le hace justo, templado, fuerte y liberal; ni por nal lo que no cause los efectos contrarios á lo que acabamos de decir En cada una de tus acciones hazte la pregunta: -¿Cómo me va en esto? acaso me arrepentiré de ello después? Dentro de poco también yo habré muerto y todo se acabó para mí; luego qué más puedo pretender que el que la presente obra sea propia de un viviente raci por las mismas leyes[1] con que se gobierna Dios? ¿Alejandro, César y Pompeyo qué tienen que ver, comparados con Diógenes, Heráclito y Sócrates? Porque estos filósofos eran de un espíritu tal y tan excelente, que penetraban bien las cosas, sus formas y materias; pero aquellos Príncipes, de todo esto ignorantes[2], ¿á cuántos cuidados se vieron sujetos y á cuánta servidumbre obligados? y sociable, dirigido[1] La ley natural, siendo en su fondo una razón práctica descrita en la mente de Dios, es forzoso que sea común á Dios y á toda la naturaleza racional, que de él participa la razón. Véase á Cicerón, De Legib., cap. VI.

[2] M. Aurelio compara al presente la solicitud y distracción que aquellos Principes tenian en una infinidad de negocios y multitud de cuidados, con la libertad, sosiego é industria de los filósofos en el cultivo de su espiritu y ejercicio importantisimo de la virtud. También es cierto que el reinar viene á ser una honrada esclavitud, como dijo Antigono. No Ten bien entendido que los hombres, aunque te revientes, sin embargo harán siempre lo mismo.

En cualquier acaso lo principal es que no te turbes, porque todo acontece según lo lleva la naturaleza del universo, y muy en breve perecerás, no dejando rastro de tí en parte alguna, como sucedió con Adriano y Augusto. Después, contemplando con atención la cosa, indaga lo que es en si misma, y reflexionando que te conviene ser hombre virtuoso, ejecuta constantemente lo que exige de tí la naturaleza humana, y dí siempre lo que te parezca más justo, con intención sana y la mayor modestia, sin que haya doblez.

La ocupación ordinaria de la naturaleza universal se reduce á transportar lo que se halla en este lugar á otro, convertirlo en otra cosa y quitarlo de acá y llevarlo allá. Todo es una continua mutación; de modo que no se puede. temer que suceda algo de nuevo, siendo todo cosa sabida, además de que las disposiciones son siem pre iguales.

Toda naturaleza queda contenta haciendo su carrera prósperamente; empero la naturaleza racional sólo camina con felicidad no asintiendo á ninguna idea falsa ni obscura, encaminando únicamente sus intentos á hacer obras en beneficio del público, ocupando solamente sus deseos y aversiones en lo que penda de su arbitrio, y aceptando con resignación todo lo que la común naturaleza le dispensare, por ser una parte de ésta, como la naturaleza de una dejó de conocer esto nismo San Agustin, cuando escribió: Etiam qui imperant, serviunt eis, quibus videntur imperare.

De Civitat. Dei, lib. XIx, cap. XV.

hoja es parte de la naturaleza del árbol, sólo con la diferencia que en el árbol la naturaleza de una hoja es parte de una naturaleza insensible, irracional y expuesta á ser estorbada en sus operaciones; pero la naturaleza del hombre es parte de una naturaleza intelectiva, justa y libre en todos sus designios, la cual[3] sin duda hace una igual distribución de tiempo, forma, materia, fuerza y accidentes, dando á cada uno según su mérito; mas advierte que absolutamente no comprenderás la igualdad si considerares separadamente una cosa, pero sí haciendo el cotejo de las partes de un todo con las de otro distinto.

Por tu ignorancia no puedes leer un libro, pero bien puedes reprimir tu insolencia; puedes superar el deleite y el dolor; puedes despreciar la vana gloria; puedes no irritarte contra los necios é ingratos, antes bien, mirar por sus mismos intereses.

En adelante ninguno te oiga[4] quejarte de la vida de Palacio ni de la tuya propia.

[3] M. Aurelio sin duda habla de una repartición en lo fisico, y no de una remuneración en lo moral, y en este supuesto no nos querrá decir otra cosa sino que siendo perfectas las obras de Dios en la Naturaleza, el mismo Dios, que cuida de todas, que á todas ama, que á ninguna de ellas aborrece, que todo lo dispone con orden, peso y medida, hace que á cada una se la dé aquella subsistencia, facultad y disposición que es necesaria para el buen sistema del universo, y que en sus eternas ideas vió serla debida y connatural; pucs aunque la producción de la tal ó tal naturaleza pende únicamente de la voluntad libre de su Autor, pero la divina sabiduría necesarianente la ve tal, y no otra, en sus ideas inmutables.

[4] En uno y otro no exige poco de si el buen Emperador, pues la vida en Palacio aseguran ser tal, que tomándola el El arrepentimiento es cierta vindicación ó displicencia de si mismo por haber omitido hacer alguna cosa interesante, en el supuesto de que es necesario que todo bien sea una cosa útil y acreedora á que un hombre bueno y honrado cuide de ella; pues ningún hombre bien reputado y sincero se arrepintió jamás por haber dejado pasar algún deleite; luego el placer ni es cosa útil ni bien alguno.

Examina qué viene á ser esto en sí mismo según su propia condición, cuál es su sustancia ó materia, cuál su forma, para qué sirve ó qué hace en el mundo, cuánto tiempo suele durar.

Cuando sintieres repugnancia en levantarte de dormir, acuérdate que es correspondiente á tu estado y á la naturaleza humana el ejecutar acciones útiles al bien de la sociedad; pues el dormir también es común á las bestias[5], además de que lo que es conforme con la naturaleza de cada uno, esto le es más propio y connatural, y sin duda alguna más gustoso y agradable.

Encuanto te sea posible, procura siempre examinaren cualquiera idea que te viniere á la imaginación cual sea la naturaleza de su objeto, discurriendo sobre los afectos que causa, y discerniendo lo verdadero de lo falsogusto no se sabe dejar, ni se puede continuar sin zozobra; por tanto, dijo bien el que usó de la siguiente expresión para significar anbas cosas: Lupum auribus teneo.

[5] Es patente que los dormidos no se diferencian en nada de los brutos, y aun aña le más Aristóteles, valiéndose de la inisma razón, que la nitad de la vida de los felices no se distingue de la de los atribulados, porque la mitad del tiempo nos la lleva el sueño.

Con cualquiera que te encontrares, al instante di para contigo mismo:-Este tal, qué máximas ó qué modo tiene de pensar, por lo que mira al bien y al mal? Pues el que tuviere máximas de esa clase acerca del deleite y dolor y de las causas de donde procede uno y otro, acerca de la gloria é ignominia, de la muerte y la vida, no me parecerá extraordinario ni extraño si hiciese tales acciones; antes bien, me acordaré que el infeliz está necesitado[6] á obrar de ese modo.

Ten presente que al modo que es una extravagancia el admirarse si la higuera produce higos, asimismo lo es el que uno extrañe si el mundo[7] da de sí lo que lleva de suyo, como sin duda sería también indecoroso al médico el maravillarse de que él mismo tuviese calentura, ó al piloto de que le hiciese viento contrario.

Acuérdate que igualmente te es libre el mudar de parecer y el seguir el aviso de quien te corrija[8],[6] No debemos suponer que peque con necesidad absoluta el que vive en algún error, pues éste para que sea causa de pecado es menester que sea voluntario y no invencible : y así la sentencia de M. Aurelio puede entenderse de una necesidad moral ó consiguiente á los dictámenes erróneos que libremente adoptados puedan deponerse con plena libertad.

[7] M. Aurelio alude á la multitud de males que suelen verse en el mundo.

[8] La doctrina de este artículo es de suma importancia, puesto que el mudar de parecer siguiendo el dictamen de quien nos corrija no es mengua de libertad, valiéndonos de ésta para emprender la nueva resolución, ni es contra el honor el habernos engafiado en el modo de pensar, siendo así que el decoro humano no debe pretender la inmunidad de error, privilegio propio de la Divinidad. Contra la pertinacia porque tuya es la obra, procediendo conforme á tu intención.y resolución, además de que se lleva al cabo según tu beneplácito.

Si esto depende de tu arbitrio, ¿por qué lo haces? y si de otro, ¿contra quién las has? ¿contra los átomos ó contra los dioses? Uno y otro es locura[9], no debiendo enojarte contra nadie; porque si puedes, enmienda la cosa; pero si no fuere posible, qué utilidad sacas de irritarte, y más no debiendo hacer nada en vano? De todo cuanto muere ó perece nada sale fuera del mundo; pues si permanece aquí[10] y se trasmuta, igualmente se disuelve aquí mismo en los propios principios, que son los elementos del mundo y también los suyos, los cuales no murmuran sin embargo de que padecen su mutacióny obstinación halbla San Gregorio Naz., Ad Episcop., 150. Es preciso confesar que la docilidad no suele ser la virtud más familiar á los que se reputan por habiles é instruidos, y más cuando se empeñan en sosteuer alguna opinión que tenga visos de bien fundada.

[9] Este aviso bien olbservado sería una punacea ó remedio universal que bastaria para curar y aun precaver todas las inquietudes del corazón bumano, particularmente en quien, dejados los átomos para consnelo de los epicúreos, creyese que todo suceso viene ó querido ó sólo permitido de Dios, que nos lo envia para nuestro bien.

[10] Esta doctrina es común á los filósofos antiguos, los cuales, no teniendo conocimiento de la creación ni aniquilación, concordaban en que la ruina de todo ente era una pura mutación. Los escolásticos, que á más de la creación del alma racional admiten la producción de tantas sustancias de todo punto en si nuevas, cuantas son las formas que por momentos salen á borbollones en la Naturaleza, qnieren también que sin cesar perezcan en si mismas infinitas sustancias antiguas.

Cada cosa nació con algún destino, por ejemplo, el caballo, la vid. En esto de que te admiras? pues también el sol[11] y los otros dioses nacieron destinados para algún ministerio: según eso, tú para qué naciste? ¿acaso para vivir entre placeres? Reflexiona un poco si esto lo sufre la buena razón ó común inteligencia.

La Naturaleza tiene su mira y designio en cada cosa[12], no menos por lo que toca al fin y paradero de la misma, que por lo que pertenece á su principio y duración; como el que arrojando la pelota[13], pone su cuidado en la buena jugada Pues qué bien ó utilidad resulta á la pelota echándola alto, ó qué pérdida sacándola bajo y aun cayendo en tierra? Mas ¿qué interés percibe la ampolla permaneciendo hinchada sobre el agua, ó qué daño recibe deshaciéndose? Lo mismo puede decirse del candelero, que nada gana encendido ó pierde apagado.

Da una vuelta[14] al cuerpo, y contempla cuál es de suyo, cuál será cuando haya envejecido, enfermado y muerto, estando también en la inteligencia de que es corta la vida de quien elogia y del que es[11] Este es un error de los estoicos, los cuales suponian que el sol y los demás astros, animados del alına común del universo, cran otros tantos dioses[12] Esta doctrina bien entendida es un testimonio claro á favor de la providencia que Dios tiene de todas las cosas, no sólo en general, sino también en particular.

[13] Los similes de que usa M. Aurelio, uno de la pelota, otro de la ampolla, eran antiguamente vulgares para significar cuán vil cosa es un hombre.

[14] M. Aurelio pretende que con nuest volvamos el cuerpo al revés, lo de dentro hacia afuera, para que así veamos mejor sus cualidadesconsideración celebrado, de quien honra y del que es memorable; además de que esto se hace y queda en el rincón de este clima, en donde no todos concuerdan en los elogios, ni aun uno suele ir acorde consigo mismo. Por último, toda la tierra se reputa por un punto.

Pon toda tu atención en lo que tuvieres entre manos, ahora sea un dogma, ahora una acción ó una palabra. Con razón llevas tu merecido, porque quieres más el dilatar hasta mañana el ser bueno que serlo desde hoy mismo ¿Hago alguna cosa? la ejecuto[15] refiriéndola al bien de los hombres. Me sucede algún trabajo? lo recibo consagrándolo á los dioses y atribuyendo á la fuente común de la cual trae su origen cuanto se hace en el universo.

¿Qué juicio formas del baño y qué te presenta á la vista? aceite, sudor, asquerosidad, agua y viscosidad; todo causa hastio. Una cosa tal viene á ser cualquiera parte de la vida y todo cuanto al presente percibimos por los sentidos.

Lucilla dió sepultura[16] á Vero, y después fué sepultada Lucilla; Segunda la dió á Máximo, y después no faltó quien la diese á Segunda[17]; Epitinchano vió morir á Diotimo, y después murió Epitinchano[18];[15] Estas son las dos basas fundamentales de la perfección, no sólo filosófica, sino también de la cristiana : amor para con Dios y para con el prójimo.

[16] Era Lucilla hija de nuestro Emperador, que había casado con Lucio Vero.

[17] Segunda parece fué mujer de aquel Máximo de que habla M. Aurelio en el lib. 1, § 15.

[18] A este Epitinchano y á Diotimo, sujetos desconocidos, ya les cuadra lo que de otros dice M. Aurelio, que sus nombres con el tiempo se mirarían como una fábula.

11 Antonino hizo las exequias á Faustina[19], otro se las hizo á Antonino; Céler[20] sobrevivió á Adriano, y después falleció Céler; así sucede con todas las cosas. Y en donde paran ahora aquellos ingenios agudos, aquellos astrólogos judiciarios, aquellos hombres engreídos? Digo ingenios agudos, por ejemplo, un Xierace, un Demetrio[21] el Platónico, un Eudemón[22], y si algún otro hubo de esta clase, todos fueron de breve duración y tuvieron su fin tiempo ha, no quedando memoria de los unos dentro de poco, pasando los otros á ser una fábula, y algunos ya no se cuentan entre las fábulas. Convendrá, pues, acordarte de esto, porque será forzoso, ó que venga á desunirse ese tu compuesto, ó que se extinga el espíritu, ó si no, que mude de habitación y vaya á situarse en otra parte.

La verdadera complacencia de un hombre consiste en hacer lo que es propio del hombre, y más siendo privativo de éste la benevolencia[23] para[19] Esta es la Annia, mujer de Antonino Pio.

[20] Caninio Céler, insigne orador y retórico, que tuvo por discípulos á M. Aurelio y á L. Vero.

[21] Este Demetrio puede ser el célebre Demetrio Falereo, discipulo de Teofrasto, ó quizá el Demetrio Bizantino, de quienes habla Laërcio, lib. v. No obstante, el primero tiene á su favor para ser preferido lo que escribe Cicerón: Demetrius Phalereus in hoc numero haberi potest, disputator subtilis, orator parum vehemens, sed dulcis; ut Theophrasti discipulum possis agnoscore. Off, lib. 1.

[22] Vitrubio, lib. 1x, cap. VII, coloca á Eidemón entre los astrólogos más insignes.

[23] No sólo era máxima de los estoicos de que el hombre hubiese nacido para hacer una vida contemplativa y activa, según se explica Laercio, lib. VII, sino que también enseñaban lo mismo varios peripatéticos, como puede ver en con los que son de su mismo linaje, el desprecio de los movimientos sensuales, el discernimiento de las ideas probables, la contemplación de la naturaleza del universo y de lo que se hace conforme á la misma.

Cada cual tiene en sí tres géneros de dependencia y correlación: una para con la causa que nos circunda, ó sea el cuerpo; otra para con la causa divina, de donde todo viene al universo, y la tercera para nuestros contemporáneos.

El dolor, ó es pernicioso al cuerpo, y en ese caso que él mismo lo demuestre y se queje de él, ó puede ser infausto al alma, pero ésta tiene en su mano el conservar su quietud y serenidad y no opinar que el dolor sea mal, porque todo juicio, afecto, apetito y aversión[24] está en el interior del alma, adonde no llega mal alguno.

Borra esos desvaríos de tu fantasia diciéndote de continuo á tí mismo:-Al presente pende de mí el que en mi alma no haya vicio alguno, ni mal deseo, ni absolutamente alguna perturbación; antes bien, Plutarco, de Placit. Philos., lib. I., Præf. Y sobre todo, es conforme á la verdadera filosofía, con la cual no se compone que se nos hayan dado en vano las facultades de entender, apetecer y obrar, pero mucho nmás se adapta á la religión católica, la cual nos dice haber sido hecho el hombre para que en esta vida se emplee en conocer y amar á Dios, y para que en la otra, contemplándole cara á cara, le goce con entera y eterna felicidad.

[24] Podía pasar esta doctrina si se entendiese de aquella feliz sujeción del apetito á la razón en el estado de la inocencia y justicia original, de cuyo privilegio ya no gozamos; pero si se interpreta según el sistema estoico, es la libertad de no consentir en los ímpetus del apetito.

mirándolo todo como es en sí, puedo usar de cada cosa según su mérito lo pidiere.-No te olvides de esta facultad con que te regaló la Naturaleza.

Asi en público senado, como privadamente con cualquiera otro individuo, conviene hablar con modestia y compostura[25], sin andarse en rodeos, debiendo uno usar del razonamiento más sano y natural.

La corte de Augusto, su mujer, su hija, sus nietos y entenados, la hermana Agrippa, los parientes y domésticos, los amigos Ario[26], Mecenas, sus médicos, sus arúspices, en fin, toda la corte murió. Pásate después á otros, no considerando la muerte de cada hombre en particular, sino una descendencia entera, cual es la de los Pompeyos, ni olvidándote de lo que suele escribirse sobre los sepulcros: El último de su linaje. Y luego piensa para contigo con cuántocuidado y solicitud habrán vivido sus antepasados[25] El intento de M. Aurelio se reduce á reprobar la elocuencia afectada y falaz, y á ensalzar la sabiduria discreta y verdadera. En lo antiguo iba unido el estudio de la sabiduría con el de la elocuencia, unión utilísima á la sociedad, pues hacía que no sólo los oradores hablasen con discreción, sino que, siendo doctos y buenos, se abstuviesen de aquellos adornos falaces que solamente sirven para denigrar la justicie y verdad y cohonestar la injusticia y mentira. Por tanto, Sócrates, viendo la corrupción que los sofistas habían introducido en la retórica, se empeñó en separar la profesión de orador de la de sabio, no porque reprobase la elocuencia junta con la sabiduría, sino porque no se usurpase la sofistería el mérito de sabia. Cicer., lib. 1I11, de Orator., cap. XVIII y XIX.

[26] Ario, insigne filósofo y contubernal de Augusto. Mecenas, célebre por la privanza con Augusto, no menos quepor la protección de los literatos. De ambos hace mención Suetonio, lib. 1ı, cap. XIX, y Strab., lib. xIv.

por ver si podían dejar un sucesor, como si al cabo no fuese preciso que alguno haya de ser el último.

En fin, reflexiona inmediatamente sobre el exterminio de toda una nación.

Es necesario arreglar la vida en cada una de las acciones, y darsė por satisfecho si cada cual tiene la perfección que la corresponde y es posible; en la inteligencia de que ninguno puede impedirte el que tu acción reciba el grado de bondad que la es debida. Mas si lo inhibiese alguna causa exterior? No sería tal para obrar con justicia, prudencia y juicio. Y si acaso se opusiese alguna otra cosa á la facultad operativa? Pero con la resignación en el mismo obstáculo, y con la prudente adhesión á lo que se presentare, al instante se sustituirá otra acción, la cual sea conforme al buen orden de vida de que hablamos ahora.

No te engrías por los bienes recibidos, ni muestres repugnancia en desprenderte de ellos.

Si has visto alguna vez una mano arrancada, ó un pie, ó la cabeza cortada y puesta en algún lugar aparte de lo demás del cuerpo, del mismo modo hace consigo, cuanto es de suyo, cualquiera que no se conforma con lo acaecido y se separa á sí mismo ó ejecuta algo no conducente á la sociedad. Y tú, en cierta manera, te excluiste de aquella unión característica de la Naturaleza, porque habías nacido miembro de ella y ahora te dividiste á tí mismo: sin embargo, de tal suerte se dispuso eso, que puedes reunirte otra vez con ella, siendo así que Dios á ninguna otra parte dió esta facultad, de que cortada y separada, se incorporase de nuevo con su todo. Por tanto, considera la bondad con que Dios honró al hombre, habiéndole puesto en su mano el que no se separase de todo punto del universo, y que segregado, fuese árbitro de restituirse nuevamente[27] y coadunarse, como también de recuperar el puesto y orden que había tenido siendo parte.

Al modo que cada uno de los racionales participó casi todas sus facultades de la naturaleza universal, azi también recibimos de la misma esta otra; pues de la manera que aquélla convierte en su uso todo lo que se la opone y resiste, colocándolo en el orden de su destino y haciéndolo su parte, de la misma suerte el hombre puede hacer que todo el obstáculo le sea materia de virtud, y valerse del mismo para lo que más le acomodare.

No te conturbe[28] la imaginación representándote de un golpe los sucesos de toda tu vida, ni consideres á un tiempo cuáles y cuántos infortunios es verosímil que te sobrevengan; antes bien pregúntate á tí mismo, en cada uno de los presentes acontecimientos, qué mál hay en esto que no sea tolerable ni llevadero? pues sin duda te correrías de juzgarlo por insoportable. Además de esto, haz de nuevo memoria que ni lo venidero ni lo pasado te es gravoso, sino lo que siempre está presente, y aun esto se disminuirá si tú, ciñéndolo dentro de sus[27] Parece que los pelagianos adoptaron esta doctrina, pretendiendo que la fuerza natural de la libertad pudiese sin la gracia divina bastar para la verdadera penitencia y reconciliación del alma con Dios.

[28] Esta es una tentación que suele molestar mucho á los hombres, el imaginarse de por junto cuáuto mal podrá probablemente acaecerles.

propios límites, dieres en cara á tu alma, caso que no pueda hacer frente á cosa tan leve.

¿Por ventura Pantea ó Pérgamo subsisten todavía asidos al sepulcro de Vero?[29] ¿Acaso Xabrias ó Diotimo permanecen aún junto al de Adriano? Cierto sería una ridiculez. Pues qué, si éstos estuviesen allí fijos, lo habían de advertir los otros? y puesto que lo advirtiesen, se habían de consolar? ¿y dado caso que se consolasen, habían éstos de ser inmortales? Pues qué, á éstos no les estaba decretado primero la vejez, para que al cabo se hiciesen viejos, y después muriesen? Y luego que esos hubiesen muerto, qué habían de hacer aquellos después? y más convirtiéndose todo eso en hediondez y reduciéndose á un costal[30] lleno de asquerosidad.

Si puedes ver con perspicacia, observa lo que dice el muy sabio Critón: « En la constitución de una Naturaleza racional no contemplo virtud alguna que se oponga á la justicia, pero veo bien que la virtud de la continencia[31] se opone al deleite. »

[29] Antiguamente reinaba la costumbre de que junto al monumento de algún personaje llorasen por mucho tiempo las personas á quienes el difunto hubiese querido más en vida, lo que dio lugar á la fábula de Niobe convertida en piedra porque estaba siempre fija al sepulcro de sus hijos.

[30] El nombre de costal, en sentido metáforo, se usaba mucho para significar el cuerpo.

[31] Con esta doctrina se podía argüir contra Epicuro, el cual ponía en el deleite toda su felicidad, debiendo ésa tener por objeto la virtud, á la que se opone el deleite, de donde procede el vicio opuesto á la continencia; y asi dijo bien Čicerón, Acad., lib. 1v: Tu, cum honestas in voluptate contemnenda consistat, honestate cum voluptate, tamquam hominem cum bellua, copulabis?

Si depusieres esa tu sospecha acerca de lo que al parecer te causa sentimiento, al punto tú mismo te pondrás á cubierto de toda molestia. Quién es ese tú mismo? La mente. Pero yo no sólo soy mente.

Está muy bien : la mente, pues, que no se aflija á sí misma ni se tome cuidado; y si alguna otra cosa te diere pena, que piense lo mismo acerca de ella.

El obstáculo que impide el sentimiento es un mal de la Naturaleza sensitiva; y si no deja obrar al apetito, igualmente es un mal de la misma; del mismo modo es impeditivo cualquiera otro que se opone, y es mal de la Naturaleza vegetativa; y así, será mal de la Naturaleza intelectiva lo que no dejare obrar al espíritu: todo esto aplícatelo á tí mismo. Te asalta el dolor ó te incita el deleite? el sentido se estará á la mira. Te sobrevino algún embarazo al emprender la acción? si tú la emprendías sin ninguna[32] excepción, ya en esto mismo estaba el daño de tu naturaleza racional; pero si comprendías la reserva ordinaria, no por eso has recibido mal ni has sido impedido, siendo cierto que ninguna otra cosa acostumbra impedir las acciones propias del espíritu; porque á éste no le llega ni el fuego, ni el hierro, ni el tirano, ni la infamia, ni otra cosa alguna, cuando él se hubiere hecho á manera de una esfera y quedare bien redondeado.

[32] Siendo principio asentado entre los estoicos que la facultad intelectiva no debía obrar sin la debida excepción, concluye M. Aurelio que obrando sin ella es falta de aquella potencia el que se siga algún perjuicio á la naturaleza racional, del cual podía librarse, y en efecto queda exenta de todo mal cuando su empresa va acompañada de la común reserva.

No tengo por justo el darme á mí mismo[33] que sentir, puesto que yo jamás he dado adredemente que sentir á otro.

Unos reciben complacència de ciertas cosas, otros de otras; pero yo me deleito si tengo el espíritu sano, sin aversión á hombre nacido y sin repugnancia en cosa alguna que acontezca á los hombres; antes bien, mirándolo todo con buenos ojos, recibiéndolo y haciendo uso de cada cosa según fuere su mérito.

Mira que todo ese tiempo se te ha concedido[34] gratuitamente. Los que intentan con eficacia conseguir la gloria póstuma no se hacen cargo que ellos han de ser otros tales cuales son esos á quienes llevan con impaciencia, siendo unos y otros mortales.

En suma, ¿qué se te daría á tí el que ellos te hiciesen odioso con semejantes dichos, ó formasen de tí igual concepto? Cógeme y échame donde quieras, porque allí tendré[35] mi genio plácido, ó sea deidad propicia; esto[33] Puede ser que nuestro Emperador, viéndose en algún lance apretado, haya hecho esta reflexión para aquietar su ánimo, sin recurrir al último remedio del suicidio estoico. Lo cierto es que en M. A. se experimentan unas entrañas más compasivas de lo que le peraitía su rigida filosofia.

[34] Con esta consideración pretende M. Aurelio incitarse á no malograr el tiempo de la vida y despreciar las máximas de los que ponen su anhelo en adquirirse grande fama, sin tener presente que en lo venidero no faltarán quienes denigren su estimación, valiéndose de este medio para lograr mayor crédito, como hacen ellos ahora respecto de sus antepasados, cuya reputación no pueden oir con paciencia, sirviéndoles de estorbo á sus miras.

[35] Esto es decirnos que á nadie hace feliz el lugar en donde vive, sino su buen método de vivir y saber regularse en cualquiera parte que habite.

es, quedará mi espíritu satisfecho con tal que tenga y haga lo que es correspondiente á su estado. Pues qué, eso de ser llevado á otra parte se merece la pena de que por ello mi alma lo pase mal y se haga de peor condición, abatiéndose y entregándose á sus deseos, confundiéndose y llenándose de consternación? ¿Y qué hallarás tú que te ponga en esa precisión? A ningún hombre puede sucederle cosa que no sea un acontecimiento humano; nada al buey que no sea peculiar al buey; nada á la vid que no corresponda á la vid; nada á la piedra que no sea propio de la piedra. Ahora pues, si á cada uno acontece lo que es costumbre y natural, ¿por qué te enfadas? puesto que la común Naturaleza no te cargaría con peso que te fuese insoportable.

Si te contristas por alguna cosa exterior, no es ella la que te conturba, sino el propio juicio formado acerca de la misma, si bien tienes en tu mano el abolirlo al instante. Mas si te da cuidado lo que pende de la disposición de tu espíritu, quién te impide el que rectifiques esa tu opinión? No obstante, si te afliges á causa de que no haces esto ó el otro, pareciéndote recto, ¿por qué no eliges antes hacerlo que afligirte? Pero dices: « Me lo estorba un impedimento superior »: luego no te mortifiques, supuesto que no tienes la culpa de que no se haga la cosa. Pero replicas: «No soy yo acreedor á vivir no haciendo la tal cosa. » Según eso, salte de la vida con tranquilidad, como se saldría el que hubiese hecho su gusto, permaneciendo al mismo tiempo de buen ánimo para con los que se oponian á tus intentos.

No te olvides que la parte principal del alma se hace inexpugnable cuando recogida dentro de si se contenta consigo misma, no haciendo lo que no es de su gusto, aunque se oponga sin motivo ó por mero capricho. ¿Pues qué será cuando gobernada por la razón resolviere con prudencia acerca de alguna cosa? Por esto el alma libre de pasiones es como un alcázar; y realmente el hombre no tiene lugar más seguro en el cual, una vez refugiado, no pueda en adelante ser cogido. Quien, pues, no ha visto este presidio, es un ignorante; y quien habiéndolo visto no se ampara en él, es un desdichado.

Cuenta solamente con lo que las primeras ideas[36] te representan á tí mismo. Te dieron la noticia que fulano habla mal de tí? participósete esto, pero no dijeron que habías recibido agravio. Veo que enferma el niño? mírolo, mas no contemplo que peligre su vida. Detente, pues, siempre de esta suerte en las primeras representaciones, sin que añadas otra cosa en tu interior, y no te sucederá cosa sensible, ó antes bien añade alguna reflexión como quien conoce á fondo la naturaleza de cuanto acaece en el mundo.

El pepino es amargo, déjalo; hay zarzas en el camino, desvíate, y basta. No prosigas diciendo, á qué[36] Si se consiguiese un perfecto dominio sobre la imaginación, este aviso sería de nucha utilidad; pero ahora que ella ó previene ó resiste á la razón, la advertencia no es tanto de apreciar. El uso de confrontar las ideas que las cosas nos excitan con las máximas de la filosofia, y mucho más con las de la religión, logrará gran ventaja sobre los vanos miedos de la fantasía. Lo que nos dice M. Aurelio, lo describe vivísimamente Epicteto. Diss., lib. III, cap. VIII.

fin[37] se hicieron estas cosas en el mundo? de otra suerte serás la irrisión de un hombre perito en la fisica, como sin duda serias despreciado de un carpintero y de un zapatero culpándoles porque ves en sus oficinas las aserraduras y retazos de lo que trabajan, sin embargo de que tienen á donde arrojarlos, dando por supuesto que la naturaleza del universo nada tiene fuera de sí; pero lo más primoroso de su arte consiste en que ella, no saliendo de sus límites, convierte en sí misma cuanto se corrompe dentro de sí, se envejece, y al parecer es casi inutil, y en que de esto mismo después fabrica otras cosas nuevas sin que se valga de una materia extraña ni necesite de sitio á donde eche lo corrompido; por eso se halla satisfecha con su propio lugar, con su misma materia y propia facultad.

No debe uno ser lento en sus acciones, ni en las conversaciones entrometido; no andar vagando con la imaginación, ni en un todo estrechar el ánimo violentamente ó alegrarse con exceso, ni en el curso de la vida enredarse con muchos negocios. Ya te maten, hagan tajadas y provoquen con maldiciones, ¿qué impide eso el conservar tu alma pura, sabia, prudente y justa? Porque si alguno, estando junto á una fuente cristalina y dulce, la maldijese, no por eso ella cesaría de manar[38] una bebida saludable,[37] Contra esta especie de preguntas necias y vulgares habla Epicteto, Diss., lib. 1, cap. vVi, y las refuta con mucha gracia.

[38] Con este símil se nos pone á la vista la obligación que nos impuso el Salvador de amar á nuestros enemigos, bendecir á los que nos maldicen, hacer bien á los que nos aborrecen, y pedir por los que nos persiguen. Matth, v, v. 44.

y aunque la echase cieno y estiércol, al momento lo separaría y de ningún modo se ensuciaría. Pues cómo podrás tener un perenne manantial y no un pozo? si con el continuo uso te hicieres natural la libertad con la igualdad de ánimo, simplicidad y modestia.

El que no sabe que hay un mundo[39], ignora dónde se lalla él mismo; el que no conoce para qué fin nació, éste no advierte quién es él mismo ni qué cosa es el mundo; el que carece de una de esas noticias, tampoco podrá decir con que motivo vino al mundo. Ahora, pues, cuál te parece será el que[40] huye los vituperios ó pretende los vanos aplausos[39] La mente de M. Aurelio parece ser, que quien no conoce lo que es este mundo, ó sea Dios estoico, no sabrá en dónde se halla estando dentro de este mundo animado. Y que quien ignora haber nacido para conformarse con este dios Porticense, no sabrá en sentido moral quién sea él mismo, ignorando su auter, su fin y sus obligaciones, ni sabrá en el mismo sentido quién es el mundo, no llegando á conocer que es su dios, al cual debe referir sus pensamientos, palabras y obras.

[40] Traducimos el texto corregido por el Gatakero. No por eso hemos de suponer que M. Aurelio fuese de dictamen contrario á Cicerón, que se explica así sobre este punto: Nam, et ut levitátis est inanem aucupari rumorem, et omnes umbras etiam falsas gloriæ consec tari; sic levis animi lucem, splendoremque fugientis justam gloriam, que fructus veræ virtutis honestissimus est, repudiare. In Pisonem. De lo que infiere muy al caso el traductor de los caracteres de Teofrasto al toscano, impresos en Florencia el año 1761: « Dunque far conto della giusta gloria si vuole, non giá umbirla, é boriarsene, é molto meno boriarsi della falsa, cioé di quella, che, vera gloria no é in se medesima, ó non é da noi meritata, nella qualcosa peccano talora anche i grand uomini, siccome quelli, che di virtú non sono in ogni fibra impastati.» Tom. 1v, pág. 135.

de los hombres, los cuales no tienen noticia en dónde se están ni quiénes son? ¿ Quieres tú ser alabado de un hombre que tres veces cada hora se maldice á sí mismo? ¿deseas agradar á un hombre el cual no se satisface á 3í mismo? Y acaso se complace á sí mismo el que casi se arrepiente de todo cuanto hace? En adelante no cuides sólo de ir á una con el aire que te rodea y sostiene, sino que también debes conformarte con la mente universal que lo abraza y conserva todo, porque esta virtud intelectiva no menos se difundió por todas partes, é introdujo en quien puede atraerla, que lo aéreo en quien es capaz de respirarlo.

La maldad en general nada daña al común del universo, y en particular ningún mal hace á otro alguno, siendo solamente nociva á quien fué libre eximirse de ella, siempre que él antes lo hubiese querido así.

La voluntaria resolución[41] de mi prójimo es igualmente indiferente á mi libre determinación, como lo es su espíritu y cuerpo; y aunque en realidad los unos hemos nacido principalmente por[41] La doctrina de este párrafo y del antecedente, entendida de la culpa personal, podía pasar; pero será un puro sofisma aplicada al pecado original, como los antignos pelagianos y los nuevos socinianos la aplican. Porque á un bienhechor dadivoso y puramente liberal (cual era Dios respecto de los dones absolutamente indebidos á la naturaleza humana, que en cabeza de Adán ofrecía á toda su posteridad ), le es libre poner las condiciones que le pluguiere al beneficio que promete. En cuanto á la primera parte del vicio personal, tiene á su favor la autoridad de San Crisóstomo, en cuyo sentido se puede admitir aquella doctrina, De Stat. Orat., 18.

causa de los otros, no obstante, cada uno de nuestros espíritus tiene su propio albedrío; que á no ser asi, la maldad de mi prójimo vendría á ser mía también, lo cual no fué de la aprobación de Dios, para que no estuviese en mano de otro el que yo fuese un infeliz.

El sol parece[42] que está difundido, y en realidad se halla extendido por todas partes, sin que pierda nada de su luz, porque esta su difusión es una extensión solamente, y así sus luces se llaman rayos, trayendo su origen del griego ecteinein, extenderse.

Verías sin duda cuál es un rayo si observases la luz del sol que por algún estrecho agujero entra en una casa obscura, porque va derechamente y de la manera que reverbera en cualquiera cuerpo opaco que se le oponga, quitándole la comunicación del aire contiguo, se para allí mismo sin haber deslizado ni caído. Tal, pues, conviene que sea la soltura y dilatación del pensamiento, y de ningún modo una distracción, sino una extensión con que no haga una violenta y precipitada impresión contra los impedimentos que ocurran, ni menos debe la mente desbarrar, sino pararse y aclarar cuanto hubiere per- [42] No puede darse imagen más viva para declarar el modo con que nuestro espiritu debe portarse en su nanera de obrar. El sol lo ilustra todo sin que pierda su luz; asi el alma debe obrar en todo, sin que pierda de vista la luz de la razón: El sol, si da contra un cuerpo opaco, ni pierde sus rayos ni con violencia atropella por él, sino que fijándose en su mismo obstáculo, lo ilustra cuanto puede : á un modo semejante el alma, cuando hallare alguno que se le oponga, ni deberá perder su paz ni atropellar violentamente por él, sino volver sobre si y valerse de la resistencia para ejercitar la virtud, edificando con su dulzura al enemigo.

cibido. Y en verdad que se privará á sí mismo de esta luz el que no quisiere admitirla.

El que tiene miedo á la muerte, ó teme la insensibilidad, ú otro género de sentimiento. Pero si quedare absolutamente sin sentido, no percibirá mal alguno, y si hubiese adquirido otra especie de sensibilidad[43], se trasformará, en otro animal y no cesará de vivir.

Los hombres han sido hechos los unos por causa de los otros. Tú, pues, enséñales[44] ó súfreles.

De un modo se dirige la saeta, de otro se conduce la mente[45]; ésta en realidad, ya cuando huye con[43] Muy á menudo la falta de fe ciega á los filósofos más perspicaces. ¿Quién no ve que M. Aurelio camina por medio de unas densas tinieblas, queriendo que, si queda sentido al alma separada, se mude en otra clase de viviente mucho más recomendable? ¿ Por qué no podrá en buena filosofia quedarse la misıma que era? Por qué quedándose la misma en su ser, no podrá mejorar ó empeorar de fortuna? Esto es lo que decía Séneca, ep. 82, y lo podía decir por si primero que por otro alguno. Adversus mortem minuta jaculari; şubula leonem excipere. Lo cierto es que Platón, habiendo formado la idea de un Dios justo, y viendo las injusticias conetidas entre los hombres, colegia que al alma inmortal se la esperaba su merecido desp:és de la separación del cuerpo.

[44] Varrón aplicaba esta sentencia á la conducta que debe tener un marido respecto de su mujer. Vitium uxoris aut tollendum, aut ferendum est; qui tollit vitium uxorem commodiorem præstat; qui fert, sese melioren facit. Apud Gell. lib. 1, cap. VII.

[45] La conparación de la saeta con el pensamiento no nos descubre bien el blanco á que se dirige al presente. Puede ser que la diferencia consista en que la saeta no da en el blanco á no ir con rectitud y sin tropezar en algún obstáculo, pero el alma, caminando por la senda de la razón, logra siempre su fin, aunque se la oponga algún contrario, si se vale de esto para la resignación ó se aprovecha de su virtud empleándola en otra obra buena.

motivo justo, ya cuando se convierte á la contemplación, no menos camina derechamente que si fuere á dar en el blanco que se había Procura entrarte en la mente de cada uno, y permite á otro cualquiera que se introduzca en la tuya propiapropuesto.

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