Sobre la naturaleza de las cosas: 03
Libro III
Oh tú, ornamento de la griega gente, 1
Que llevaste el primero entre tinieblas La luz de la verdad, adoctrinando Sobre los intereses de la vida: Yo voy en pos de ti, y estampo ahora Mis huellas en las tuyas; no codicio Ser tanto tu rival, como imitarte Ansío enamorado. ¿Pues acaso Entrara en desafío con los cisnes La golondrina? ¿o los temblosos chotos 10 Volaran por fortuna en la carrera Así como el caballo vigoroso? Tú eres el padre y creador de cosas: Sí; tú nos das lecciones paternales; Y del modo que liban las ovejas En los bosques floríferos las mieles, Así también nosotros de tus libros Bebemos las verdades más preciosas; Preciosas, varón ínclito, muy dignas De tener larga y perdurable vida. 20 Pues al momento que a gritar empieza Tu razón no ser obra de los dioses El universo, sin parar escapan Los terrores del ánimo; se extienden Los límites del mundo; en el vacío Veo formarse el universo; veo La corte celestial y las moradas Tranquilas de los dioses, que agitadas No por los vientos son, ni los nublados Con aguacero enturbian, ni la nieve 30 Que el recio temporal ha condensado Con blancos copos al caer las mancha; Y cúbrelas un éter siempre claro, Y ríe con luz larga derramada. Bienes pródiga da naturaleza A las inteligencias celestiales: Ni un instante siquiera es perturbada La paz de sus espíritus divinos: La mansión infernal desaparece, Por el contrario; ni la tierra impide 40 Que contemplen debajo de sus plantas En el vacío las escenas varias. Un divino placer y horror sagrado Se apoderan de mí considerando Estos grandes objetos que tu esfuerzo Hizo patentes descorriendo el velo Con que naturaleza se cubría. Y puesto que hasta aquí las cualidades De los principios te hemos explicado, Sus formas diferentes, movimientos 50 Que recíprocamente experimenta La materia agitada de continuo, Y cómo cada ser se forma de ella: Ya, según esto, aclararán mis versos De ánimo y alma la naturaleza, Y con toda violencia extirparemos De raíz aquel miedo de Aqueronte Que en su origen la humana vida turba, Que todo lo rodea en negra muerte, Que no deja gozar a los mortales 60 De líquido solaz deleite puro. Y aunque muchos dirán ser más temible La infamia y el dolor que los abismos De la muerte; que es la naturaleza Del ánimo lo mismo que la sangre Ellos dicen saber; por consiguiente, Que ellos no necesitan las lecciones De razón nuestra, debes convencerte Que un deseo de gloria, o si te agrada Más bien, la vanidad los lisonjea, 70 Pues por convencimiento no lo saben: Los mismos desterrados de su patria, Proscriptos de la vista de los hombres, Amancillados con delito infame Viven últimamente rodeados De muy amargas penas; y hacen honras Do arrastraron su mísera existencia; Y degolladas las ovejas negras, Las ofrecen a dioses infernales: Con más viveza adversidad despierta 80 Ideas religiosas en sus almas. Los peligros descubren a los hombres, Les dan a conocer los infortunios, Pues entonces por fin del hondo pecho Son proferidas voces verdaderas: La máscara se quita y queda el hombre. La avaricia, por fin, y ambición ciega, Que obligan a los hombres miserables A violar torpemente la justicia, Y emprenden y acompañan las maldades, 90 A las veces sujetos noche y día A afán penoso por hacer fortuna, Estas miserias de la vida alientan Con miedo de la muerte en casi todos. La ignominia, el desprecio y la indigencia Se apartan de tranquila y dulce vida, Y abren casi las puertas de la muerte: Entretanto los hombres, agitados De falso miedo, quieren escaparse De precursores lúgubres; cimentan 100 En sangre ciudadana su fortuna, Y avarientos tesoros amontonan, Maldad sobre maldad acumulando; En la fúnebre pompa del hermano Alégranse crueles, y aborrecen Y temen los banquetes consanguíneos, El mismo miedo de la muerte roe Al envidioso en general; le pone A la vista los grandes de la tierra, Llenos de distinción y poderío; 110 En vileza y en cieno revolcados Ellos mismos se quejan; se desviven Por una estatua o vano nombre algunos. A otros inspira el miedo de la muerte Un odio tal hacia la luz y vida, Que con pecho angustiado se dan muerte; Olvidados, sin duda, que este miedo Es manantial de penas y cuidados; Que este miedo persigue la inocencia, Que éste rompe los lazos amistosos, 120 Que éste se burla de naturaleza, Pues que a sus caros padres y a su patria Han vendido los hombres muchas veces Por huir las mansiones infernales. Los muchachos a obscuras tembletean Y se asustan de todo en claro día. ¡Somos la diversión de unos terrores Tan frívolos y vanos! Desterremos Estas tinieblas y estos sobresaltos, No con los rayos de la luz del día, 130 Sino pensando en la naturaleza. Establezco que el ánimo ante todo, A quien intelegencia de ordinario Llamamos, en el cual está sentado El consejo y el régimen de vida, Es una parte real de nuestro cuerpo, Como los pies y manos y los ojos: Sin embargo de que una turba inmensa De sabios han creído firmemente No tener en el hombre sitio fijo 140 El sentimiento; empero que del cuerpo Era habitud vital en cierto modo, Llamada por los griegos armonía, Porque anima la máquina, y no tiene Lugar determinado: y siendo un modo De ser la sanidad que goza el cuerpo, Y no una parte dél, del mismo modo Al ánimo no asignan sitio cierto, En lo que me parece van errados. Porque frecuentemente sufre el cuerpo 150 Su cubierta exterior, cuando el principio Interior se solaza; y al contrario, Si el ánimo es comido de pesares, Se regocija el cuerpo todo entero: Así cuando en el pie dolor sentimos, No padece ninguno la cabeza. Cuando además los miembros entregados A blando sueño, y el pesado cuerpo En momentos de calma sumergido Está sin sentimiento, hay en nosotros 160 Otro principio que en el mismo tiempo Es agitado de infinitos modos, Y experimenta en sí las alegrías Y cuidados estériles del pecho. Para que puedas conocer ahora Que el alma también queda en nuestros miembros. Aun cuando se trastorne la armonía, Sucede que después que se ha perdido Una parte del cuerpo, el sentimiento Anima, sin embargo, nuestros miembros, 170 Y perdiendo el calor algunas partes, Y el aire respirando simplemente, Al momento las venas desampara Y deja sólo huesos, de do infiero No hacer igual papel en nuestro cuerpo Todas las partes de que se compone, Ni todas le conservan igualmente: En aire y en calor la vida estriba: El aire y el calor son los postreros Que dejan nuestros miembros moribundos. 180 Mas puesto que del ánimo y del alma Hemos hallado la naturaleza Como parte del hombre, da a los griegos Su palabra armonía, que sin duda Trajeron de la cumbre melodiosa Del Helicón o de otra cualquier parte: Guárdensela por mí, yo se la cedo: Hagan de este vocablo sus delicias: Comprende lo demás que voy diciendo. Ahora digo que el ánimo y el alma 190 Están íntimamente entre sí unidos Y una substancia forman por sí propios; Pero al juicio tenemos como jefe, Él domina en el cuerpo bajo el nombre De inteligencia y ánimo, y en medio Del pecho tiene su morada fija: El miedo y el pavor aquí palpitan, En derredor halagan los placeres, La sensibilidad aquí hace asiento, Y la parte del ánima, extendida 200 Por todo el cuerpo, espera los mandatos Con que la hace mover la inteligencia: Consigo mismo él sólo se entretiene, Y goza de placer en los momentos En que el cuerpo y el ánima no prueban Alguna sensación: y a la manera Que el dolor siente el ojo, o la cabeza, Sin ser atormentado todo el cuerpo, Así el ánimo a veces abatido Es de melancolía, y animado 210 Es por el regocijo, sin que el alma Alguna novedad sienta en los miembros: Si el espíritu empero por el cuerpo De miedo más vehemente es poseído, Vemos que el alma entera toma parte, Palidez y sudor a un tiempo embisten, La lengua balbucea y la voz falta, Ofuscase la vista, el oído zumba, Aplómanse los miembros: muere el hombre Por un terror del ánimo a menudo. 220 De aquí cualquiera fácilmente entiende La íntima misión de ánimo y alma, Pues comunica al cuerpo el mismo golpe Que del espíritu ella ha recibido. Esta razón enseña ser corpórea De ánimo y alma la naturaleza; Pues si hacen que se muevan nuestros miembros, Si nos arrancan del profundo sueño, Y si el color del rostro ellos alteran, Y a todo el hombre rigen y gobiernan, 230 Estas operaciones sin contacto No se pueden hacer, ni ciertamente El contacto sin cuerpo; ¿por ventura Negaremos que el ánimo y el alma Son de una corporal naturaleza? Ves, además, que el alma toma parte En todas las funciones que hace el cuerpo, Y se las comunican mutuamente, Si no daña a la vida horrible fuerza De la muerte, si el choque no desune 240 Los huesos y los nervios; sin embargo, Viene la languidez y un abandono Suave de los miembros, y una grata Propensión de caer, a que se siguen Esfuerzos combatidos a las veces De incierta voluntad de enderezarse: Luego del alma la naturaleza Es corporal, puesto que experimenta Todas las impresiones de los cuerpos. Voy a enseñarte ahora cuáles sean 250 De esta alma los principios, y qué especie De átomos la componen. y la forman. Primeramente, digo ser compuesta De unos sutilísimos principios Y muy delgados: convendrás en esto, Si atiendes a la grande ligereza Con la que se decide y obra el alma: No nos presenta la Naturaleza Más activos los cuerpos; luego debo Esta movilidad extraordinaria 260 Componerse toda ella de elementos Los más redondos y los más delgados, Que puedan obligarla a que se mueva Al más ligero impulso, pues si el agua Por causa ligerísima se mueve, Tiene átomos volubles y pequeños; La miel es más tardía y más pesada, Su licor de difícil corrimiento, Pues sus partes se ligan y se traban Porque no son tan lisas y sutiles 270 Y redondas. Disipa en un instante Un crecido montón de adormideras El soplo más ligero, y no lo hace. Con un montón de piedras y hacecillos De lanzas: luego es proporcionada A lo chico y lo fino de los cuerpos La movilidad de ellos: consistencia Tienen tanto mayor cuanto se forman De elementos groseros y angulosos. El alma así, que de naturaleza 280 Tan móvil es, debe constar de cuerpos Los más pequeños, lisos y redondos; Mas de una vez conocerás, lo bueno, Lo útil e importante de mi aserto. Te aclarará también otra experiencia Cuán delicada es la Naturaleza, Y cuán fino el tejido de este agente, Y a qué espacio tan corto se ciñera Si fuera condensable esta substancia. Cuando el quieto reposo de la muerte 290 Llega a coger a un hombre, y se retiran El ánimo y el alma por los miembros, Nada verás perder de peso y forma, A excepción del calor y sentimiento: Por lo que esta substancia que ha ligado A las vísceras, nervios y a las venas Naturaleza, debe componerse De partes minutísimas: no causa Diminución alguna su salida, Ni por la superficie ni en la masa 300 De los cuerpos: así cuando de Baco La flor se ha disipado, y ha perdido El perfume suave sus olores, O los jugos salieron de algún cuerpo, No parecen menores a la vista, Ni mucho más ligeros; pues los jugos Y los olores no son más que partes Muy sutiles del cuerpo; lo repito Que el alma y el espíritu se forman De átomos muy ligeros, pues huyendo 310 No roban peso alguno de los cuerpos. No hemos de presumir que sea el alma Una substancia simple; pues exhalan Los moribundos un ligero soplo Revuelto con calor; éste no puede Sin el aire existir, porque sus partes, Si no llegan a estar muy bien unidas, Es preciso se cuelen por los poros Las moléculas de aire; pues hallamos Ser ya del alma la Naturaleza 320 Por los tres elementos producida. Pero todo esto junto no es bastante Para que se produzca el sentimiento: No es concebible, pues, que alguno de éstos Pueda hacer movimientos sensitivos Que en juego pongan el entendimiento; Y así les damos un principio cuarto: Éste no tiene nombre conocido, No hay otro más movible, ni más fino, Ni más pulido entre los elementos. 330 El imprime el primero en nuestros miembros Movimiento de vida: él es movido Primeramente por tener perfecta Pequeñez de principios: al momento Él al calor, al soplo comunica Y al aire el movimiento, y en seguida En general la máquina se mueve: La sangre entonces bate: entonces se hacen En general las vísceras sensibles: Por último, los huesos y médulas 340 De placer o dolor son afectados. Penetrar el dolor aquí no puede Ni algún mal violento sin que cause En la máquina toda tal desorden Que no encuentre la vida más asilo, Y toda el alma sale descompuesta Por los poros del cuerpo; felizmente Limitan estos choques destructores Sus impresiones en la superficie De los cuerpos: la vida conservamos. 350 Codiciando yo ahora el explicarte Por qué secreto lazo, o por qué mezcla Estos cuatro elementos se combinan Y formar pueden un sensible todo, Contra mi voluntad no lo permite De nuestra lengua patria la pobreza: Yo te haré como pueda un fiel bosquejo: Mezclados entre sí los elementos De estos cuatro principios, de concierto Se mueven, sin que puedan separarse 360 Ni en parte ejercitar sus facultades Sino como potencias diferentes De un mismo todo único; y del modo Que en las entrañas de los animales Un olor, un color y sabor propio Hay, por lo general, aunque resulte De estas tres cualidades reunidas Una misma substancia; de este modo Aire, calor y soplo, agente ciego, Una naturaleza forman juntos 370 Con esta fuerza activa que principia A darles movimiento y hace nazca Por la máquina toda el sentimiento: Se oculta, pues, este primer agente En lo más interior de nuestros cuerpos; Partes más interiores no tenemos: Es alma de nuestra alma, a la manera Que el alma y el espíritu se juntan En nuestros miembros y en el cuerpo todo Secretamente, porque son formados 380 De pocos y pequeños elementos; Este principio así, falto de nombre, De átomos sutilísimos compuesto, En el fondo se oculta de nosotros, Y él es el alma de la misma alma, Y señorea por el cuerpo todo: El viento, el aire y el calor no pueden Producir de este modo en nuestros miembros La vida sin estar ellos mezclados; Y aunque domine, o sea dominado 390 Uno de estos principios por los otros, Juntos deben de hacer un solo todo Para que no perezca el sentimiento, Porque no rompan los vitales lazos Obrando cada uno separado. Aquel calor la cólera fomenta, Da también a la sangre efervescencia, Y arrojan fuego los airados ojos: En el alma hay también mucha aura fría, Compañera del miedo, que en los miembros 400 Excita horror, y hace temblar el cuerpo: El aire, el más templado de los cuatro, Es el que tranquiliza nuestros pechos Y serena el semblante: predomina En los pechos coléricos fogosos El calor, pues se aíran fácilmente. La furia violenta de leones Así es principalmente, cuyos pechos Se rompen con rugidos espantosos, Ni su pecho coléricos tumultos 410 Puede ya recoger: por el contrario, El viento hiela el alma de los ciervos, Que excita un aire frío en sus entrañas Con mayor rapidez, y por sus miembros Hace que un general temblor se mueva. Mas la naturaleza de los bueyes Vive con aire mucho más templado. Ni la hacha de la cólera aplicando La causa daño, ni jamás la ofusca Con los negros vapores de sus sombras, 420 Ni el helado pavón la pone torpe Con tiros penetrantes: tiene el medio Entre los ciervos y leones fieros. La raza humana así es constituida; Aun cuando perfeccione a ciertos hombres La educación, no puede, sin embargo, Borrar ella los rasgos dominantes Que en el alma grabó la misma mano De la naturaleza: no es posible De ella arrancar el germen de los vicios: 430 De vehemente cólera arrastrado Éste se precipita, aquél tentado Es de la timidez, y aquel tercero Se compadece más de lo que debe. Hay en los caracteres diferencias Esenciales, también en las costumbres, Que son un resultado cuyas causas Secretas explicarte yo no puedo: Tampoco hallo los nombres suficientes A las figuras de los elementos 440 De que esta variedad es producida: Me parece poder asegurarte Que no pudiendo reflexión y estudio Destruir los vestigios primitivos, Los debilitan tanto, que podemos Pasar la vida bienaventurada Con que los altos Dioses se deleitan. La cubierta del alma es nuestro cuerpo, Y ella misma del cuerpo es centinela Y causa de salud; pues que se unen 450 Entre sí mismas estas dos substancias Con raíces comunes, no se puede Una de otra apartar sin destruirlas. Si al incienso quitar su olor no es fácil Sin que perezca su naturaleza, De la misma manera es imposible Quitar de todo el cuerpo ánimo y alma Sin que las dos substancias se disuelvan. De esta manera la Naturaleza Ha unido íntimamente sus principios 460 En el instante mismo de formarlas, Y sujetálas a la misma suerte: No pueden, pues, obrar ni sentir ellas Sin darse mutuo auxilio: reunidos, Empero, sus comunes movimientos, Nos encienden la antorcha de la vida. Ni se engendra ni crece por sí el cuerpo, Ni después de la muerte sobrevive. Pues aquellas partículas de fuego, Que contiene en sí el agua cuando hierve, 470 Pueden generalmente evaporarse Sin que se descomponga la misma agua Por esta agua: pero no así pueden Los miembros resistir desamparados La salida del alma; su tejido Se rompe y se empodrece por entero, Y mutuamente el peso de la vida Aprenden a llevar desde muy tiernas Estas substancias en el vientre mismo De las madres; no pueden separarse 480 Sin perecer: y pues que están unidas Mutuamente entre sí por conservarse, Claro verás que su naturaleza Debe en unión recíproca estrecharse. Si alguno al cuerpo el sentimiento niega, Y cree que recibe aquél el alma Por estar derramada en todo el cuerpo, Ataca abiertamente la evidencia. ¿Quién dirá el modo de sentir el cuerpo Sino porque está unido con el alma, 490 Como nos ha enseñado la experiencia? El alma retirada, queda el cuerpo De todo sentimiento despojado: Pierde en la vida lo que no era suyo, Y le roba la muerte mayor presa. Pretender que los ojos nada vean, Y que el alma divisa los objetos A través de aberturas, es delirio: Los sentidos nos dicen lo contrario; Porque trae y recoge simulacros 500 El sentido en el órgano. Y a veces, Cuando fijar la vista no podemos En objetos brillantes, porque altera Sus funciones la luz bastante viva, ¿Diremos que las puertas por do vemos Experimentan sensación penosa? Si esta suposición es admitida, El alma ya verá mejor sin ojos, Libre de estos estorbos de las puertas. Ni del varón Demócrito presumas 510 Seguir el voto santo, que nos dice Corresponder a cada un elemento Del cuerpo otro del alma, y que esta mezcla El lazo de los órganos compone; Puesto que si del alma los principios Más delicados son que los del cuerpo Y vísceras, en número no exceden Y con economía están partidos, Y únicamente asegurar pudieras Que entre los más pequeños elementos 520 Cuantos pueden causarnos sensaciones, Hay divididas otras tantas partes Del alma en nuestros miembros: no sentimos El polvo que se pega a nuestro cuerpo Y el afeite aplicado a nuestros miembros, Ni el rocío nocturno, ni los hilos Delgados de la araña, cuando andamos, No sentimos meternos en sus redes, Ni la camisa vieja que el insecto Sobre nuestras cabezas caer deja, 530 Ni las plumas de aves, ni pelusas Volantes, cuya extrema ligereza Hace caer a veces lentamente; Tampoco el paso de rastrero insecto, Ni de los pies la huella señalada Que dejan los insectos y mosquitos En nuestro cuerpo; pues primeramente Es preciso se ponga en movimiento De átomos gran copia por el cuerpo, Primero que los átomos del alma 540 A tan grandes distancias colocados Puedan sentir aquellas impresiones Y puedan reunirse, entrechocarse Y alternativamente repelerse. El espíritu es la esencial base De la vida; por él nos conservamos Mucho mejor que por el alma misma: Sin espíritu y juicio ni un momento Puede el alma quedar en nuestros miembros; Sus más pequeñas partes se disipan, 550 Sigue a su compañero por los aires Y deja sólo los helados miembros El frío de la muerte: queda vivo El hombre que conserva el juicio sano Y el espíritu: el cuerpo, sin embargo, Podrá ser mutilado, y su alma en parte Y sus miembros perder; mas vive el tronco, Y goza auras etéreas de la vida: Si no es de toda el alma despojado, Cualquier pequeña parte que subsista 560 Será bastante para darle vida: Por eso, aun cuando, fueren desgarradas Las partes que rodean a los ojos, Si permanece intacta la pupila, La potencia de ver está en su fuerza; Como no hieras tú la cuenca entera, Y cortes sólo las vecinas partes, Y aisladamente dejes la pupila, No dañará la vista: mas si un poco Dañan del ojo aquella parte media, 570 Aunque por otra parte transparente Estuviere la órbita sin daño, Apágase la luz en el instante, Y siguen las tinieblas: estas leyes Unen siempre el espíritu y el alma. Proseguiré diciéndote en canciones Dignas de que te ocupen mientras vivas, Que nacen los espíritus, y mueren Con nuestro cuerpo las ligeras almas; De un penoso trabajo prolongado 580 Mi canto es dulce fruto: bajo un nombre Procura reunir estas substancias, Pues juntas forman un compuesto solo: Y cuando te enseñare, verbigracia, Ser el alma mortal, cree que digo Ser mortal el espíritu como ella. Primeramente, porque te he enseñado Constar el alma de pequeños cuerpos, Y de elementos mucho más delgados Que los del agua, o nubes, o del humo; 590 Puesto que en ligereza se aventaja, Y muévese con un ligero impulso, Como que obran los mismos simulacros De las nubes y el humo sobre el alma: Pues simulacros son de estos objetos El humo y el vapor que en sueños vemos Exhalarse y subir de los altares. Por todas partes ves correr el agua Cuando se hace pedazos algún vaso; Pues si las nubes y humo se disipan 600 Por los aires, persuádete que el alma Se disipa saliendo de los miembros, Y que sus elementos se disuelven Y perecen más pronto y velozmente. Siendo del alma el cuerpo como vaso, Por un mortal ataque descompuesto, O perdida la sangre, enrarecido, No puede detener su retirada. ¿Podrás tú persuadirte la detenga El aire, que es un fluido más raro? 610 Nacer, crecer y envejecer sentimos El alma juntamente con el cuerpo: Un cuerpo quebradizo y delicado Sirve desde la infancia como cuna A un ánimo tan débil como el alma: Y los miembros la edad robusteciendo, El consejo también se robustece, Y el ánimo sus fuerzas va aumentando: Después, cuando el esfuerzo poderoso De los años el cuerpo ha quebrantado, 620 Y, el brío entorpecido, decayeron Las fuerzas de los miembros, el ingenio Claudica, y el espíritu y la lengua Delira, y faltan todos los resortes De la máquina a un tiempo; luego el alma También se descompone y se disipa Como el humo en los aires, pues la vemos Nacer y acrecentarse con el cuerpo Y sucumbir al tiempo fatigada. Como del mismo cuerpo se apoderan 630 Dolor agudo, enfermedades graves, Del espíritu así el espanto y duelo Y molestos cuidados: luego debe Partícipe como él ser de la muerte. La razón se perturba en las dolencias Del cuerpo muchas veces: se apodera Del alma la demencia y el delirio: Y a veces un letargo profundísimo La hunde en un sopor alto y eterno, Los párpados se caen y la cabeza: 640 Ni oye las voces, ni conoce el rostro De aquéllos que llamándola a la vida La cercan y rodean derramando Lágrimas en el rostro y las mejillas. Es preciso confieses se disuelve El ánimo también, pues le penetran Los contagios del mal; amaestrado Nos ha el acabamiento de otros muchos; Dolor y enfermedad, entrambos juntos, Son los fabricadores de la muerte. 650 ¿Por qué razón, en fin, luego que el vino, Este licor ardiente, ha poseído Un hombre penetrando por sus venas, Y su ardor escondió metido en ellas, Están sus miembros graves y pesados, Sus pies entorpecidos tartalean, La lengua torpe, y embriagada el alma, Fluctuantes los ojos, gritos, llantos Y riñas y pendencias van creciendo, Y lo demás que a la embriaguez se sigue? 660 Del vino, pues, la fuerte violencia Ataca el alma en nuestro mismo cuerpo. Luego si puede una cualquier substancia Perturbarse embargada, es necesario Que de inmortalidad esté privada, Y que perezca, hallándose ella expuesta A una causa más fuerte irresistible. De un accidente súbito atacado Un hombre, cae en tierra a nuestra vista Como herido de raya: espumajea, 670 Gime y tiemblan sus miembros, Se enfurece, se atiesa, y el resuello Apenas puede echar y se fatiga; Con inquietud se vuelve a todos lados: Del mal la violencia, derramada Por los miembros, sin duda al alma llega Y la trastorna: así en el mar salado La fuerza impetuosa de los vientos Hace hiervan las ondas espumosas. Dolor es quien arranca los gemidos; 680 Los elementos de la voz echados A un tiempo, de tropel se precipitan Por el conducto que avezado hubiera La familiar costumbre a despedirlos. La demencia proviene de que el alma Y espíritu se turban; separados Con la fuerza del mal, sus facultades Ejercen en desorden: pero cuando El humor que causaba la dolencia Otro giro tomó, y en escondrijos 690 El humor corrompido se metiera, Como tambaleando se levanta, Recobra poco a poco los sentidos; Y vuelve a su razón: luego si tantas Enfermedades en el cuerpo mismo Al alma oprimen con oprobio y mengua, ¿Te podrás persuadir que sin el cuerpo Pueda el alma vivir allá en el aire En medio de los vientos y borrascas? Y pues que vemos que se cura el alma 700 Como el enfermo cuerpo, y que ella puede, Restablecerse con la medicina; Esto presagia ser mortal el alma. Como toda substancia conocida El alma viene a ser: es imposible Mudar su estado sin juntar las partes, Bien se las quiten, bien se las traspongan. Pero si es inmortal una substancia, Jamás permite el alterar su orden, Ni sufre se acreciente o disminuya 710 El número que tiene de principios: Porque todo aquel ser que ha traspasado Los límites prescritos a su esencia Haciendo mutaciones, deja al punto De ser lo que antes era: luego el alma, O bien enferme, o bien ya convalezca, Da señales de muerte, como he dicho. Tan fuertemente la verdad ataca Al error, y le cierra la salida, Y con raciocinar sólido y sabio 720 Se alza triunfante del sofisma vano. Vemos, en fin, la consunción del hombre Por grados a las veces; y sus miembros Pierden uno tras otro el sentimiento. Ante todo los pies, uñas y dedos De lívido color vemos cogidos; En seguida los pies y piernas mueren; Las huellas de la helada muerte ganan Después por grados los restantes miembros. Así que, pues el alma se divide, 730 Ni al mismo tiempo puede existir toda, Como mortal debemos reputarla. Si acaso piensas que ella misma puede Interiormente reunir sus partes, Y recogerlas todas en un punto, Dando a todos los miembros sentimiento, Parece que el lugar donde se junta Tanta copia de átomos debía De mayor sentimiento estar dotado. Pues como nada de esto se perciba, 740 Es preciso, como antes afirmamos, Que el alma separada de sí misma Parezca derramada por afuera. Aunque una falsedad te concedamos Suponiendo que el alma se recoge En el cuerpo de aquellos moribundos Que por grados la vida van perdiendo, Debe, no obstante, ser mortal el alma. No importa que esparcida por los aires Perezca el alma, o en ocultas partes 750 Se embrutezca, si el hombre va perdiendo Gradualmente vida y sentimiento. Y supuesto que el alma es aún parte Del hombre, y que ella ocupa sitio cierto, Así como los ojos, las orejas. Y los demás sentidos que nos guían; Y no pudiendo separadamente Existir, ni sentir la mano, el ojo O la nariz fuera de nuestro cuerpo, Antes bien al instante se corrompen; 760 Por sí existir tampoco puede el alma Sin el cuerpo, que viene a ser su vaso, U otra cosa más íntima, pues juntos Forman tan solamente una substancia. Últimamente; unidos cuerpo y alma, Se conservan y existen mutuamente: Porque el alma del cuerpo separada No produce vitales movimientos Aisladamente, ni sin alma el cuerpo Existe y ejercita los sentidos. 770 Y si arrancado de raíz un ojo, Separado del cuerpo enteramente, No puede distinguir objeto alguno, El alma y el espíritu no pueden Por sí del mismo modo alguna cosa. Los elementos, pues, diseminados Por venas, huesos, vísceras y nervios, Dentro de todo el cuerpo prisioneros, No pueden apartarse libremente A unas grandes distancias, encerrados 780 Ejercen los vitales movimientos; Los que no existen fugitiva el alma Fuera del cuerpo, echada por los aires, Por no estar ya sujetos sus principios; Aire animado podría ser el alma, Si estrecharse pudiera el alma misma, Y su actividad fuera tan ceñida Cual lo era antes en el mismo cuerpo. Repito, pues: disuelta la cubierta De todo el cuerpo, y las vitales auras 790 Fuera del cuerpo echadas, se disuelve Del ánimo y del ama el sentimiento, Como que son efectos de una causa. No pudiendo sufrir, en fin, el cuerpo La partida del alma sin que exhale Fétido olor después de corrompido, ¿Dudas que el alma descompuesta escape De lo íntimo del cuerpo como humo? Y qué ¿tan grande alteración del cuerpo, De sola corrupción originada, 800 Y su ruina general no anuncian Que el alma de su puesto fue arrojada, Y que sus partes por los miembros manan Por los conductos que hay en todo el cuerpo? Esto comprueba haber salido el alma Dividida primero por los miembros, Y que en el mismo cuerpo descompuesta, En el fluido aire después nada. Aun no dejando el alma muchas veces La mansión de la vida, trastornada 810 Por alguna violenta sacudida, Parece va a marchar; todos los miembros Se aflojan, y el semblante desfallece Como en la postrer hora, y vacilantes Todos los miembros caen de exangüe cuerpo. Este estado presenta un desmayado O un hombre que perdió el conocimiento: Terrible ataque, en que las fuerzas todas Desea recoger por conservarse La máquina, pues cae el alma entera, 820 Y se desploma con el cuerpo entonces; Y pereciera, si llegase el choque A hacerse más violento. Últimamente: ¿Creerás que escapada de los miembros, Sin poder resistir ataque externo, Sin defensa ni abrigo, existir pueda, No digo eternamente, un solo instante? Ni un moribundo siente cuando sale El alma libremente de su cuerpo, Por la garganta al paladar subiendo: 830 Pero en el mismo sitio ella perece En que naturaleza la pusiera, Así como perecen los sentidos. Si ella fuera inmortal, no se quejara Sintiendo disolverse con la muerte: Antes con la alegría se partiera Y saldría del cuerpo a la manera Que deja sus despojos la culebra O cuernos elevados ciervo añoso. La sensibilidad y el raciocinio 840 ¿Por qué razón, en fin, ni en la cabeza Ni en los pies o las manos jamás nacen? ¿Por qué se unen en sitio y región cierta, Sino porque les dio naturaleza A entrambos un lugar determinado Para nacer en él y conservarse? Así de muchos modos lo ha dispuesto En favor ella de los miembros todos, Para que nunca su orden invirtiesen. Los efectos y causas se encadenan 850 Con tanta proporción; pues ni la llama Tuvo costumbre de nacer en ríos, Ni el hielo acostumbró a salir del fuego. Pero sí el alma por naturaleza Es inmortal, y si de nuestro cuerpo Separada, conserva el sentimiento, A mi entender la das cinco sentidos: No podemos nosotros figurarnos Vagar en Aqueronte de otro modo Las almas de los muertos, como hicieron 860 Los antiguos poetas y pintores, Que las imaginaron con sentidos. Pero no puede el alma sin el cuerpo Tener ojos, narices, ni aun las manos; Ni sentir, ni existir sin alma pueden La lengua y las orejas por sí mismas. Y pues sentimos por el cuerpo todo La vida el sentimiento difundido, Y en general lo vemos animado; Si alguna fuerza el tronco separando 870 Con un rápido golpe de repente, Sin duda a un tiempo el alma dividiera, Y junta con el cuerpo la tumbara Cortada en dos mitades. La substancia Que se divide en partes nos declara No ser eterna su naturaleza. Dicen que cortan los falcados carros Los miembros del guerrero encarnizado Con tanta rapidez en la pelea, Que se ve palpitar aquella parte 880 Cortada por el suelo antes que el alma Cogida del dolor su falta sienta: Bien la celeridad del mal la robe El sentimiento, o bien que el alma entera Con el recio combate enardecida Lo restante del cuerpo sólo emplea En dar o prevenir mortáles golpes. Su brazo izquierdo y su broquel perdidos Por entre los caballos, otro ignora Haberse destrozado por las nuedas 890 Y las hoces rapaces. Presuroso Los muros escalando, éste no advierte Que en tierra se cayó su mano diestra: Aquel otro procura levantarse En la pierna cortada, cuando al lado Agita el moribundo pie los dedos En el suelo. Y cortada la cabeza, Calor y vida el tronco conservando, Un semblante animado guarda en tierra Y los ojos abiertos mientras fueron 900 Las reliquias del alma disipadas. Si quieres dividir en muchas partes La cola de serpiente corpulenta, La cual vibra amenazas por su lengua, Verás atormentarse cada parte Con la reciente herida aisladamente, Y la verás llenar de podre el suelo, Y la parte anterior con furia herida, A sí misma se daña por la espalda Con propio diente de dolor rabiando. 910 ¿Diremos, por ventura, que hay un alma En cada trozo de éstos? ¿No sería Llenar un animal de muchas almas? Luego fue con el cuerpo dividida La única alma que había: pues mortales Entrambas son, puesto que se dividen. Si el alma es de inmortal naturaleza, Si al nacer en el cuerpo se insinúa, ¿Cómo es que no podemos acordarnos De la vida pasada, ni tenemos 920 De los antiguos hechos resto alguno? Si el alma padeció tan gran mudanza Que se olvidó de los pasados hechos, Yo creo que este estado se parece A la muerte; confiesa, pues, que el alma De otro tiempo murió, y la del presente Ha llegado a formarse nuevamente. Si ya perfecto el cuerpo se insinuase En nosotros el alma al misino tiempo Que somos engendrados y pisamos 930 El umbral de la vida, no la vieras Con los miembros crecer y con el cuerpo En nuestra misma sangre: antes debía Como en jaula vivir para sí misma, Separada del cuerpo que ella anima: Digamos sin cesar tener origen Las almas, sin librarse de la muerte. Es imposible que substancia extraña Con tanta intimidad pudiese unirse A nuestros cuerpos contra la experiencia; 940 Por venas, nervios, vísceras y huesos Extenderse de modo, que aun los dientes Participan de cierto sentimiento, Como lo indica el mal y tiritona Que causa el agua fría que bebemos Y la piedra mascada en el sustento. Añádase que, como estrechamente Está unida a la máquina, no puede, Sin que primero se disuelva toda, El alma verse libre de los nervios 950 Y de los huesos y articulaciones. Porque si crees tú que el alma corre Como fluido extraño por los miembros, Perecerá más pronto con el cuerpo; Puesto que la fluidez es un estado De disolverse un cuerpo y darle muerte: Por tanto, nuestro cuerpo se reparte. Si colando en los miembros los sustentos Toman de suyo otra naturaleza; El ánimo y el alma así, aunque enteros, 960 Cuando penetran en reciente cuerpo, Deben descomponerse circulando; Por todos los conductos esparcidas Sus partículas, dentro de los miembros Forman un alma nueva, nueva reina De nuestro cuerpo, hija de la primera, Que repartida entonces por los miembros, Perece: por lo cual no está privada De nacimiento, ni de muerte exenta. ¿Quedan por fin, o no, semillas de alma 970 En exánime cuerpo? Pues si quedan, Por inmortal no puede ser tenida; Con pérdida de partes se ha alejado; Mas si al contrario, con enteros miembros Robada se fugó, de tal manera Que no deja en el cuerpo parte alguna, ¿Por qué razón podridas las entrañas, Un cadáver da vida a los gusanos? ¿Cómo tan grande copia de animales Despojados de huesos y de sangre 980 Se ve bullir por los hinchados miembros? Si crees que las almas de gusanos Como extrañas substancias han podido Juntarse por fortuna con sus cuerpos; Si tantas almas súbito allegadas Después de la partida de una sola No te proponen reflexión alguna; A una cuestión responde, sin embargo, Que es preciso te hagamos: ¿cada una De estas almas escoge la semilla 990 Que ella quiere animar, y se fabrica Alguna habitación para si misma, O en los cuerpos formados se insinúan? Yo no encuentro razón para que se hagan Su prisión ellas mismas con trabajo, Las que sin cuerpo vuelan al abrigo De enfermedad, de frío, de hambre y males Que le han cabido al cuerpo por herencia, Y que el alma en unión experimenta: Mas demos que le sea ventajoso 1000 Un cuerpo fabricarse y habitarle; Yo no se cómo pueden hacer esto: Luego cuerpos y miembros no fabrican Las almas para sí, ni se insinúan En cuerpos hechos: dame tú lecciones De cómo están unidos cuerpo y alma. ¿Por qué el bravo león, en fin, conserva Lo feroz de su especie? ¿Por qué heredan Las zorras el ardid, la huida el ciervo? ¿Y sus miembros agita el pavor patrio? 1010 ¿Por qué espirituales afecciones Que nacen y se engendran con nosotros, Sino porque el espíritu, teniendo Su germen y elementos como el cuerpo, Crecen con todo él al mismo tiempo, Y del alma se van desenvolviendo Las cualidades? Pues si inmortal fuese, Si de uno en otro cuerpo se pasara, Andarían revueltas las costumbres De las bestias: se viera con frecuencia 1020 Huir de Hircania el perro la embestida De algún ciervo cornudo, y temblaría Gavilán fugitivo por los aires De la paloma: fuera el hombre necio, Y el bruto sabiamente discurriera. En vano intentan por salir del paso Que por ser inmortal se muda el alma Mudando el cuerpo; todo ser mudable Se disuelve y perece sin remedio, Porque desordenadas y traspuestas 1030 Sus partes son: luego las almas deben Desatarse en los miembros, y morirse, Sin quedar parte suya con el cuerpo. Si dicen que las almas de los hombres Se pasan siempre a miembros humanales, Preguntaré, no obstante, ¿por qué causa Se puede volver necia un alma sabia? No hay niño, alguno que prudente sea, Ni tiene el potro la destreza y brío Del bruto belicoso: el alma tiene 1040 Su germen propio, que se desenvuelve Y juntamente con el cuerpo crece. Dirán, en fin, por última salida, Que ella rejuvenece en tierno cuerpo; La confinas mortal forzosamente, Pues no puede sufrir tan gran mudanza El alma por los miembros, sin que pierda La vida y sentimiento que antes tuvo. ¿Cómo robustecida con el cuerpo Podrá junto con él tocar el alma 1050 La flor gustosa de la edad que anhela, Si no nace con él? ¿Por qué desea Abandonar en la vejez sus miembros? ¿Teme acaso quedarse ella encerrada En un cuerpo podrido, o que se hunda Su vieja casa sobre si cansada? Empero lo inmortal no corre riesgo. Ridículo es, en fin, imaginarse Estar prontas al coito las almas, Y a partos de animales, como enjambres 1060 De inmortales substancias esperando Mortales miembros, y entre sí luchando Por entrar en el cuerpo la primera Cada cual de ellas, o entre sí conciertan, Por evitar disputas, que se meta La que con más presteza se acercare. Ni el árbol en el aire, ni las nubes En el profundo mar, existir pueden, Ni en los campos vivir pueden los peces, Ni se puede dar sangre en la madera, 1070 Ni jugo en piedras: tiene lugar cierto Cada ser donde crezca y donde exista: No puede el alma así nacer aislada, Y no puede existir sin sangre y nervios: Con más razón podría estar el alma En la cabeza u hombros, o talones, Y pudiera nacer en cualquier parte, Y en el mismo hombre y vaso se quedara. Pues si estamos seguros tiene el alma Y espíritu en el cuerpo lugar fijo, 1080 En donde pueden ir creciendo a un tiempo Y tener existencia, afirmaremos Que no pueden nacer y durar fuera: Luego cuando la máquina perece, Preciso es que también perezca el alma. Si es locura el juntar mortal a eterno, Y suponer que están en armonía, Haciendo mutuamente sus funciones; ¿Se puede imaginar más ardua cosa, Más distinta y opuesta que juntarse 1090 Una perpetua e inmortal substancia Con la mortal, haciéndolas que sufran En mutua unión borrascas espantosas?. Pero subsiste un cuerpo eternamente, Porque su solidez resiste el choque; Él es impenetrable, indisoluble, Como los elementos de materia Cuya naturaleza he declarado: O porque no se halla expuesto al choque, Como el vacío, este impalpable espacio 1100 Donde la destructora acción se pierde: O porque algún espacio no le cerca Que pueda contener en cierto modo Sus reliquias disueltas, como el todo Cuyas partes no escapan por defuera, Ni hay cuerpos que las choquen y desunan: Pero del alma la naturaleza No es de algún cuerpo sólido compuesta, Porque hay vacío, como te he enseñado: No lo es como vacío, pues hay cuerpos 1110 En la suma infinita que atacando Con violencia y rapidez, la pueden Trastornar y ponerla en gran peligro. Existe de seguro espacio inmenso Do sus elementales partes pueden Ser dispersadas, o de cualquier modo El alma perecer: no se han cerrado Las puertas de la muerte para el alma. Si inmortal puede ser esta substancia, Sin peligro de causas destructoras, 1120 Será porque estas causas no la toquen O porque antes que lleguen se rechazan, Sin que podamos percibir el daño; Pues los males del cuerpo el alma enferman, Y la consume a veces lo futuro, Y la fatiga con cuidado y miedo, Y los pasados crímenes la roen: Junta a esto el furor propio del alma Y un olvido absoluto de las cosas, Y hundirse en negras ondas del letargo. 1130 La muerte nada es, ni nos importa, Puesto que es de mortal naturaleza: Y a la manera que en el tiempo antiguo No sentimos nosotros el conflicto Cuando el cartaginés con grandes fuerzas Llegó por todas partes a embestirnos; Cuando tembló todo el romano imperio Con trépido tumulto, sacudido De horrible guerra en los profundos aires; Cuando el género humano en mar y tierra 1140 Suspenso estuvo sobre cuál de entrambos Vendría a subyugarle; pues lo mismo, Luego que no existamos, y la muerte Hubiere separado cuerpo y alma, Los que forman unidos nuestra esencia, Nada podrá sin duda acaecernos Y darnos sentimiento, no existiendo: Aunque el mar se revuelva con la tierra, Y aunque se junte el mar con las estrellas. Y aunque el alma y espíritu tuvieran 1150 Sensaciones después de divididos, Interés no tomáramos en ello; Siendo nosotros sólo el resultado Del enlace y unión del alma y cuerpo: Ni aunque después de muertos recogiese Nuestra materia el tiempo, y la juntase Segunda vez como al presente se halla, Y a la luz de la vida nos volviese, Este renacimiento nada fuera Siendo una vez cortada la existencia. 1160 Ninguno de nosotros se molesta Por lo que un tiempo fue, ni se entristece Por los sujetos que ha de hacer el tiempo De la materia nuestra. Pues si miras La inmensidad de los pasados siglos Y la asombrosa variedad que tienen Todos los movimientos de materia, Podrás tú conocer muy fácilmente Que en el orden actual se han combinado Más de una vez los mismos elementos. 1170 Esto no lo comprende la memoria, Porque ha mediado pausa en nuestra vida Y se han extraviado los principios De nuestras almas con los movimientos Nuevos enteramente a los sentidos. No hay, pues, por qué temer desgracia alguna Si se vive aquel tiempo que podría Dejarse ésta sentir. Como la muerte, Quitando de la vista aquel sujeto A quien pueden caber los infortunios 1180 Que sufrimos nosotros al presente, Su existencia anterior del todo anula, Nada debe temer; ni desgraciado Se puede hacer el hombre que no existe: Y aquél a quien robó la eterna muerte Una vida mortal, se halla lo mismo Que si nunca jamás nacido hubiera. Por eso, cuando veas indignarse Un hombre por la suerte que le espera Después de muerto, por servir de pasto 1190 A los gusanos, o por ser quemado, O desgarrado con ferinos dientes, No es en verdad sincero, y en su pecho No advierte la inquietud mal desenvuelta: Si le oímos no duda que la muerte Acabe en él cualquiera sentimiento: Pero no es consiguiente, me parece: No muere todo él, y sin saberlo Deja subsistir siempre parte suya. Pues cuando en vida llega a imaginarse 1200 Que será desgarrado su cadáver Por las aves y fieras, se lamenta De su mismo infortunio y desventura; Porque no se despoja de sí mismo Ni del caído cuerpo se retira Bastante el infeliz, y se figura Que existe aún, y sin dejar su lado, Le anima con su propio sentimiento: Porque si es ciertamente una desgracia En la muerte servir de pasto a fieras, 1210 Encuentro yo no ser menos sensible Ser tostado con fuegos y con llamas, O ahogado con la miel, o bien transido De frío, cuando yace en el sepulcro De mármol frío, y ser pisoteado Además de oprimido con la tierra. No te verá ya, empero, alegre casa, No te verá la esposa virtuosa, Ni los dulces hijuelos al encuentro Saldrán corriendo a arrebatar tus besos 1220 De tácita dulzura hinchendo el pecho: Ni a ti, ni a tus amigos escudarte Podrás jamás con tus gloriosos hechos: «¡Infeliz! ¡Oh infeliz! dicen; un día Fatal te roba todas las delicias De la vida feliz»; pero no añaden: «Ya no te queda sentimiento alguno.» Si esta verdad tuvieran bien sabida, Y siguiera la práctica a sus dichos, De gran pena y de miedo se libraran. 1230 En un sopor tus párpados sumidos Con la muerte, en los siglos venideros No te molestarán seguramente Dolores melancólicos: empero, Al lado de las lúgubres hogueras Derramaremos lágrimas a mares Nosotros sobre ti, ya hecho ceniza; Ni el tiempo borrará de nuestro pecho El eterno dolor. Si preguntamos Qué significa amor tan acendrado, 1240 Si todo para en sueño y en reposo, ¿A qué podrirnos en perpetuo llanto? También de corazón dicen los hombres En los convites, con la copa en mano Y sombreando el rostro las guirnaldas: «Entreguémonos, pues, al regocijo; El fruto del placer se pasa luego; Muy pronto va a dejarnos para siempre.» El mal primero que en la muerte temen Es que a los miserables los abrase 1250 La sed, y los devore la sequía, O los moleste otro cualquier deseo. Nadie a sí y a la vida echa de menos Cuando en sueño reposan cuerpo y alma, Pues aunque este reposo eterno sea, Ni nos moleste falta de existencia, No se han extraviado, sin embargo, Tan lejos los sensibles movimientos Durante el sueño, que, despierto el hombre, No pueda colocarlos como antes. 1260 Pues la muerte impone mucho menos Que el sueño, si es posible tenga grados. La nada, ¿por qué causa mas desorden Y confusión la muerte en los principios, Y no permite que despierte el hombre Que una vez consiguió reposo frío? Si de repente, en fin, la voz alzara Naturaleza, y estas reprensiones A cualquier de nosotros dirigiera: «¿Por qué ¡oh mortal! te desesperas tanto? 1270 ¿Por qué te das a llanto desmedido? ¿Por qué gimes y lloras tú la muerte? Si la pasada vida te fue grata, Si como en vaso agujereado y roto No fueron derramados tus placeres, E ingrata pereció tu dicha entera, ¿Por qué no te retiras de la vida Cual de la mesa el convidado ahíto, ¡Oh necio! y tomas el seguro puerto Con ánimo tranquilo? Si, al contrario, 1280 Has dejado escapar todos los bienes Que se te han ofrecido, y si la vida Te sirve de disgusto, ¿por qué anhelas Multiplicar los infelices días Que en igual desplacer serán pasados? ¿Por qué no pones término a tus penas, y a tu vida más bien? Pues yo no puedo Inventar nuevos modos de deleite Por más esfuerzos que haga; siempre ofrezco Unos mismos placeres: si tu cuerpo 1290 No se halla aún marchito con los años, Ni tus ajados miembros se consumen, Verás, no obstante, los objetos mismos, Aun cuando en tu vivir salgas triunfante De los futuros siglos, y aunque nunca A tu vida la muerte sujetare». ¿Qué responder a la naturaleza, Sino que es justo el pleito que nos pone, Y es clara la verdad de sus palabras? Mas si sumido alguno en la miseria 1300 Al pie de su sepulcro se lamenta, ¿No será su clamor mucho más justo, Y nos reprenderá con voz robusta? «Vete de aquí, insensato, con tus llantos; No me importunes más con tus quejidos». A este otro, empero, que los años rinden, Que en sus últimos días aún se queja: «¡Insaciable, dirá, tú que has gozado De todos los placeres de la vida, Aun te arrastras en ella! Consumido 1310 En los deseos del placer ausente, Despreciaste el actual, y así tu vida Se deslizó imperfecta y disgustada, Y sin pensarlo se paró la muerte En tu misma cabeza, que antes lleno Y satisfecho de la vida puedas Retirarte: la hora es ya llegada: Deja tú mis presentes; no son propios De la edad tuya: deja resignado Que gocen otros, como es ley forzosa.» 1320 Con razón a mi ver, reprendería, Y con razón se lo echaría en cara, Porque a la juventud el puesto cede La vejez ahuyentada, y es preciso Que unos seres con otros se reparen: Ninguna cosa cae en el abismo,. Ni en el Tártaro negro: es necesario Que esta generación propague otra: Muy pronto pasarán amontonados, Y en pos de ti caminarán: los seres 1330 Desaparecerán hora existentes, Como aquéllos que hubiesen precedido. Siempre nacen los seres unos de otros, Y a nadie en propiedad se da la vida; El uso de ella se concede a todos. Mira también los siglos infinitos Que han precedido a nuestro nacimiento Y nada son para la vida nuestra. Naturaleza en ellos nos ofrece Como un espejo del futuro tiempo. 1340 Por último, después de nuestra muerte, ¿Hay algo aquí de horrible y enfadoso? ¿No es más seguro que un profundo sueño? Y hallamos en la vida ciertamente Cualquier horror que en Aquerón profundo Dicen haber. El infelice Tántalo De espanto helado bajo enorme peña Amenazante teme como es fama; Vano temor de dioses irritados E incertidumbre de futura suerte 1350 Acongoja al varón supersticioso Mucho más que ese trémulo peñasco. Tampoco a Ticio en Aquerón tendido Devoran aves; ni en su vasto pecho Algo que escudriñar encontrarían Por una eternidad seguramente; Aunque nueve yugadas ocupasen Sus miembros y su vasta corpulencia, O aunque toda la tierra él ocupara: Ni un eterno dolor sufrir podría, 1360 Ni ser su cuerpo pasto perdurable: Para nosotros es de cierto Ticio Aquél a quien amor ha derribado; Éste es despedazado por las aves, Y a éste consume pena roedora; O rasgan los cuidados sus entrañas De otra cualquier pasión con el deseo. En la vida tenemos a la vista Sísifo también, el cual se obstina En pretender del pueblo las segures 1370 Crueles y los fasces, se retira Desatendido siempre y con tristeza: El pretender el mando, que no es nada, Sin conseguirlo nunca y de continuo Sufrir duro trabajo por lograrlo, Esto es mover la peña con ahínco De un monte hacia la cima, la cual rueda Sin embargo, otra vez; desde la cumbre Busca precipitada las llanuras. Estar apacentando siempre el hombre 1380 A su alma colmándola de bienes Sin hartarse jamás; ver de estaciones La vuelta anual, y recoger los frutos; Embriagarse en sus dulzuras varias, Y con estas ventajas no saciarse, Esto es a mi entender, según nos cuentan, Echar el agua jóvenes doncellas En vaso agujereado sin llenarle. Empero ya las Furias y Cerbero, Y tenebroso Tártaro, lanzando 1390 Horribles llamaradas por sus bocas, Ni existen, ni existir pueden de cierto. Porque aquí los insignes malhechores Con miedo igual a sus delitos pagan Su merecido, y lastan sus maldades La cárcel, y el horrible precipicio De la roca Tarpeya, los azotes, La tortura, la pez, columna, teas, Láminas, y si faltan los verdugos, Sobresaltada la conciencia misma 1400 Su corazón desgarra a latigazos Y martiriza con remordimientos. La incertidumbre de futura suerte No puede en tanto ver, ni sabe cuándo Tendrán por fin un término sus males, Y temen que se agraven en la muerte: La vida es el infierno de los necios. ......................................................................... Puedes también decirte tú a ti mismo, Hombre injusto, a las veces: «el buen Anco Perdió también la lumbre de sus ojos, 1410 Teniendo más virtudes que tú tienes:» Murieron muchos reyes y señores Que dominaron gentes poderosas: Murió también, y abandonó su alma El cuerpo moribundo de aquel mismo Que antiguamente anduvo por los mares, Y enseñó a caminar a sus legiones Y a marchar sobre el mar hondo y salado, Y despreció la cólera del Ponto, Desafiando bramadoras olas. 1420 Escipión, aquel rayo de la guerra, El terror de Cartago, dio sus huesos A la tierra cual siervo de vil precio: Los inventores de las ciencias y artes, También los compañeros de las Musas, Y el mismo Homero, soberano de ellos, En el mismo reposo que los otros Dormido se quedó, y últimamente, Cuando sintió Demócrito caduco Que iba ya la vejez debilitando 1430 Los resortes del alma, salió él mismo A ofrecer a la muerte su cabeza De propia voluntad: murió Epicuro, Que en ingenio venció a la raza humana, Y eclipsó todos los brillantes genios Como el naciente sol a las estrellas. ¿Y de morir tú dudas, y te indignas, Tú a quien la vida es muerte continuada, Sintiéndote morir a cada instante? ¿Que pasas grande parte de tu vida 1440 En dormir y roncar, aunque despierto, Y siempre en sueños ves, y traes inquieta El alma con quiméricos terrores? Ni puedes dar a veces con la causa De tu dolencia, cuando miserable Te rodea inquietud devoradora, Y pierdes la cabeza e irresoluto En el incierto error del alma vagas. Si fuera fácil conocer los hombres Estas causas del mal que el pecho oprimen 1450 Con su tamaña mole, como sienten El peso abrumador que los aplana, Tan desgraciada vida no pasaran, Ni se les viera andar en busca siempre De aquello que no saben que desean, Mudando de lugar, como si fuera Posible descargarse de aquel peso. Uno a las veces deja su palacio Por huir del fastidio de su casa, Y al momento se vuelve, no encontrando 1460 Algún alivio fuera a sus pesares: Corre a sus tierras otro a rienda suelta, Como a apagar el fuego de su casa; Se disgusta de pronto cuando apenas Los umbrales pisó, o se rinde al sueño Y procura olvidarse de sí mismo, O vuelve a la ciudad de nuevo al punto: Cada uno a sí se huye de este modo: Mas no puede evitarse; se importuna, Y siempre se atormenta vanamente: 1470 Porque enfermo, no sabe la dolencia Que padece; si bien la conociera, Dejando a un lado ya todo remedio, Antes se dedicara a la noticia De la naturaleza de las cosas, Supuesto que tratamos al presente, No del destino sólo de una hora, Sino de aquel estado perdurable Que sigue a los mortales en la muerte. ¿Qué tamaño deseo de la vida 1480 Mal fundado, por último, nos fuerza, A temblar en peligros tan dudosos? El plazo de la vida está marcado A todos los mortales: no es posible Huir la muerte sin partirnos luego. Además, que viviendo mucho tiempo, La misma tierra siempre habitaremos, Ni con vivir nuevo placer se inventa; El bien que no tenemos nos parece El mayor bien de todos: conseguido, 1490 Suspiramos por otro; y anhelantes, Deseo sucesivo de la vida Nos aprisiona siempre: incertidumbre Hay de lo porvenir y de la suerte Que nos prepara y trae la edad futura. Ni por más que alarguemos nuestra vida Algún tiempo robamos a la muerte; Sus víctimas seremos sin remedio: Si la revolución de muchos siglos Fuese posible ver, eterna muerte 1500 No por eso dejara de aguardarnos; Y aquél que acaba de cubrir la tierra No estará muerto ya por menos tiempo Que el otro que murió mil años antes. 1504