Semblanza de Pompeyo Gener
Pompeyo Gener es un sabio de treinta y dos años. Tiene una reputación europea. Acaso donde menos se le conoce es en España.
Su carácter, nada extraordinario en Cataluña, su país, le trajo á París por un rasgo de independencia y de legítimo orgullo.
Había escrito un libro que se titula La Muerte y el Diablo. Una obra científica que le había ocupado mucho tiempo, y en la que hay gran acopio de doctrina y de erudición. Los editores madrileños no la entendieron. Los literatos y los periodistas no hicieron caso de aquel catalán que venia á alternar entre nosotros. En Madrid suele haber prevención contra lo catalán; gusta mucho más lo flamenco.
Pompeyo Gener se propuso publicar su libro en Francia. Para esto necesitaba escribirlo en francés. Puso manos á la obra; escribió en francés como en castellano; encontró en seguida editor que publicase la obra.
El gran Littré la recomendó al mundo científico en un prólogo notable. Littré había sido su maestro. Claudio Bernard le había enseñado la fisiología. Maspero le llama su discípulo querido. Cuando llevó su libro á Madrid, ya se había dado á conocer en el Ateneo de Barcelona y en las páginas de la Revista Contemporánea, de Perojo.
Era un español estimadísimo de las notabilidades científicas de Francia. Renán siente por él gran predilección. Charcot es su querido amigo. En Madrid no fué más que un catalán que había escrito un libro; un desconocido, uno que venía de París, porque Madrid no lee lo que pasa fuera, ni le da importancia á la ciencia moderna. Gener se volvió á París, donde debía echar los cimientos de su nombre, que ya está muy alto.
Es miembro de la Sociedad Antropológica de París, de la Zoológica de Zurich, de la Bibliográfica de Leipsik, redactor de la acreditadísima revista Le Livre, colaborador de la Revue politique et litteraire; ha traducido El Origen del hombre, del doctor Roberto Abendroth, y la obra de Proudhon De la justicia en la revolución y en la Iglesia.
Es doctor en ciencias; posee las lenguas orientales; habla cuatro idiomas; escribe á la vez en tres con facilidad suma. Honra, en fin, á España primero, y á Cataluña después, ó mejor dicho, á Cataluña solamente, porque España en este caso, como en otros muchos, ha esperado á que Europa le dijera lo que tenía en casa.
No hace muchas noches que Pompeyo Gener y yo encontramos en el boulevard á Campoamor, recién llegado de España. Le presenté á Gener. El poeta de las Doloras no salía de su asombro; creía, antes de conocerle, que Gener era un viejo. ¡Naturalmente! Los conocimientos que revela La Muerte y el Diablo, hacen presumir que su autor es un hombre envejecido en las bibliotecas.
Nada de eso; como Menéndez Pelayo, sabía, al empezar la vida, mucho que ignoran algunos vejestorios ilustres; solamente que al revés que Menéndez Pelayo, Pompeyo Gener es liberal, excesivamente liberal. Acaso por eso no le hemos deificado en España.
Su libro, ya famoso, le abrió las puertas del gran mundo literario de París. De él se ocuparon con elogio, en periódicos, revistas y cátedras, Dermesteter, Perrot, Monod, Richepin, Maspero, Stupuy, André Lefevre, Bigot, Smith, Halevy y otros varios hombres eminentes. Su país natal, Barcelona, va á rendir tributo de admiración al compatriota, y la casa editorial de Verdaguer prepara una edición española del libro.
Gener es un modelo de actividad, que yo, que pretendo tener alguna, no me cansaría de estudiar nunca.
Para él se hizo aquella frase española de que entre el día y la noche no hay pared. La potencia cerebral de este hombre debe de ser extraordinaria. Días hay en que sale á diez y seis horas de trabajo; y como es á la vez hombre de mundo, jóven, amigo de admirar belleza donde quiera que la encuentra, y estimadísimo en la buena sociedad francesa, á veces, después de un día entero de trabajo, en el que se ha olvidado de almorzar ó comer (porque es la distracción misma) abstraído en el desarrollo de la materia que haya tratado, se le encuentra en un salón discutiendo siempre de algo muy raro y muy curioso para los que no vivimos en el mundo de la ciencia, y cautivando con la facilidad de su palabra á los que le oyen siempre atentos.
Los demás, cansados de trabajar, vamos al teatro ó al club para descansar una hora. Gener va á trabajar á todas partes. En el club está siempre escribiendo; en la mesa del restaurant donde come, hay siempre un lápiz y muchos papeles. En el teatro no puede ver la comedia como yo, porque se le han de ocurrir mil soluciones distintas de la misma comedia que vemos. Lo poco que duerme, sueña sin cesar. Se lo he dicho no hace mucho: no se puede vivir así, la muerte ó el diablo tienen que alegrarse de esa fiebre de trabajo, á ninguna otra parecida.
Para hacer una biografía de Pompeyo Gener serían necesarios mucho tiempo, muchos datos, porque ha hecho muchísimas cosas, notables todas. Yo no he querido más que dedicar un recuerdo á este español ilustre que tan alto puesto ocupa en el mundo científico moderno, y del cual sólo se oyen elogios en esta Francia, tan refractaria por lo general á reconocer el mérito de los extranjeros.
Pompeyo Gener es una gloria nacional, y es deber del cronista español dedicar á tan notable personalidad lugar preferente.