Semblanza de El Marqués de Campo

EL MARQUÉS DE CAMPO.




De todos los banqueros españoles, ninguno más discutido, comentado, corregido y aumentado que el Marqués de Campo.

Apenas se pasa día sin que la prensa española ó extranjera se ocupe de él, de sus proyectos, de sus empresas.

Es una personalidad que está siempre en juego.

Du reste, como se dice aquí, hay motivo para que la opinión y la prensa se ocupe del Marqués.

Su actividad no se parece á ninguna otra. Es un trabajador infatigable, con una salud á prueba de bomba; no hay más que acudir a su palacio del paseo de Recoletos para convencerse de que el empleado más asiduo y puntual de la casa es él mismo.

Desde las siete de la mañana le hallaréis enterrado en aquel despacho sombrío, en cuya mesa hay cartas de todas las grandes casas del mundo comercial.

A la manera de Felipe II, Campo lo despacha todo él solo; sus empleados no son más que los ejecutores de sus órdenes.

Para él toda empresa es fácil. No hace muchos días quería comprar la plaza de Gibraltar; con esto está pintado su carácter.

Nació para banquero, y acertó con serlo.

El Marqués de Campo no necesita biografía; basta con enunciar las empresas que ha acometido.

He aquí algunas de ellas, porque yo no las recuerdo todas:

« A pesar de sus defectos, el Marqués de Campo es, sin duda alguna, el más gran financiero que ha tenido España. »

Dotó á la ciudad de Valencia, su país natal, de las aguas potables de que carecía; después estableció en ella el alumbrado por gas, cuya fábrica y privilegio conserva hoy en propiedad exclusiva.

Fundó la Sociedad Valenciana de Crédito y Fomento, siendo la primera Sociedad anónima establecida en Europa, la cual, resistiendo á las oscilaciones y catástrofes que á otras muchas hicieron sucumbir, liquidó últimamente con grandes beneficios para los accionistas. (Vivió treinta y cuatro años.)

Construyó los ferrocarriles de Almansa á Valencia y Tarragona, cuya explotación dirige, siendo también el primero que, terminada la construcción, sigue al frente de la empresa, sin abandonarla, ni en sus épocas más adversas ni en las favorables.

Al llegar aquí se ven ya justificadas las líneas que tomamos del periódico francés, pero esto no es más quo el prólogo de la descripción que vamos á hacer.

El Marqués de Campo, con su solo capital, ha tomado á su cargo vapores-correos en Asia, África, América y Oceanía, organizando una flota de diez vapores de 100 A. I en Lloyds, ó sea la primera clase para buques; y esta organización la verifica en seis meses, con asombro general, pues todas las empresas han necesitado más de un año para ello.

Ha tomado á su cargo las líneas trasatlánticas de correos de los mares de las Antillas y golfo de Méjico, extendiéndolas desde Burdeos v Marsella, y tocando en Santander, Coruña, Vigo, Barcelona y Cádiz; y esta línea, servida por ocho vapores de gran porte y marcha, la organiza en cuatro meses y la inaugura con aplauso general.

No contento con esto, está organizando nuevas líneas de la Península á la América del Sur y al Pacífico.

Además, ha sido desde hace diez y ocho años contratista de tabacos para, España, Francia é Italia, y hoy tiene aún en España dos contratas, y otras dos para Francia.

Tiene asimismo la contrata de conducciones de tabacos y efectos timbrados para España y Baleares.

Está construyendo por sí solo, y sin subvención del Estado, el ferrocarril de Carcagente á Gandía y Denia, y ha adquirido el tranvía de Silla al puerto de Cullera.

El pasado año adquirió el privilegio para el alumbrado eléctrico en España con la lámpara Siran.

Hay que añadir que ha fundado últimamente el Banco Peninsular Ultramarino, cuyas acciones se han cotizado desde el primer momento con 30 por 100 de prima.

Por último, tiene en estudio nuevas líneas de ferrocarriles y vapores, cuyos productos, atendida su prodigiosa actividad, veremos realizados.

Si á esto se agrega el inmenso movimiento que su banca y giro necesitan para el desarrollo de tal cúmulo de empresas, hay que preguntarse: ¿cómo un hombre solo puede abarcar tanto en su imaginación? ¿Qué personal no necesitaría el Estado para la administración de tantos asuntos?

Pues véase el personal que el Marqués de Campo emplea en esta administración, que no puede menos de ser perfecta, pues el menor defecto sería de consecuencias ruinosas, y se tendrá idea del espíritu organizador y la gran imaginación del Marqués de Campo, que atiende á todo, sin dejar de preparar constantemente nuevas combinaciones.

Si España tuviese muchos hombres como éste, ¿cuál no sería el desarrollo de las fuentes de su riqueza pública, el comercio y la industria? Por desgracia escasean bastante.

El Estado, que debía prestar decidido apoyo á hombres de estas condiciones, no sólo les niega protección, sino que les trata con rigor inusitado, imponiéndoles multas por faltas insignificantes de fuerza mayor, hijas exclusivamente de la falta de tiempo concedido para organizar los servicios, que, como ya hemos dicho, se han llevado á cabo con asombrosa rapidez.

Lo que causa verdadero asombro es la manera de llevar á cabo estas empresas, por la economía que realiza al Estado en todas ocasiones, rebajando hasta lo imposible los tipos de subasta. La prensa francesa se ha ocupado de nuestro ilustre compatriota con elogio, y por eso yo considero un deber de patriotismo saludarle desde un periódico español publicado en el extranjero.