Semblanza de Charles Blanc

CHARLES BLANC.




Vengo del entierro de Charles Blanc, el eminente crítico, á cuyo cadáver han acompañado al cementerio incalculable número de franceses.

Conocí á Charles Blanc á bordo de un barco egipcio, allá por el año 69. Juntos hicimos aquel inolvidable viaje de cuatro meses, en el que comenzó nuestra amistad, que de entonces acá ha fomentado continua y cariñosa correspondencia. En mis viajes á París, mi primera visita era para él; por su mediación he conocido á muchos literatos, artistas, actores, periodistas, críticos. Con gran pena he asistido hoy á la conducción de su cadáver.

Era un viejo simpático, atractivo, cariñosísimo. Su inmensa erudición brotaba de sus labios con tal arte, con tan natural maestría, que media hora de conversación con él equivalía á tres días de lectura.

Tenía gran afición á España; conocía muy bien á nuestros pintores. Siempre se ocupó de ellos con elogio.

Y había en él algo de español. Su padre fué inspector de Hacienda en Madrid, en el breve reinado de José Bonaparte. Luis Blanc, su hermano, es madrileño.

En casa del célebre grabador Calamatta comenzó á ganarse la vida el hombre que hoy lloran las artes en Francia. Su primer trabajo notable como grabador fué una copia del Janus de Rembrandt, que aun se conserva en el salón de mi perdido amigo. En la historia de diez años, de su hermano Luis, hay un retrato de Guizot grabado por Carlos.

Pero el grabado no era su fuerte. Comenzó á hacer revistas de pintura en El Buen sentido, que dirigía su hermano, y bien pronto se impuso.

Republicano de corazón, ha figurado en todas las revoluciones de su tiempo. El año 48 fué nombrado director en la Administración de Bellas Artes. Las protegió con entusiasmo. Arrancó al Ministerio de Comercio subvenciones para los artistas notables, y 80.000 francos en porcelanas de Sevres, para hacer con ellas premios á los alumnos. Combatió en la Asamblea toda reducción en los gastos de los Museos nacionales. A él se debe la conservación de la Escuela de Roma, cuya desaparición estaba decretada.

Al advenimiento de Napoleón III, se retiró á la vida privada, y entonces comenzó sus grandes trabajos sobre artes.

Su Historia de los pintores de todas las escuelas asegura la inmortalidad de este gran escritor, que con Paul de Saint-Victor, su más intimo amigo, ha sido durante más de treinta años el representante de la crítica artística en Francia.

Trabajo colosal que revela una asiduidad y un entusiasmo sobre todo encomio.

Fundó la Gaceta de Bellas Artes; publicó cuarenta ó cincuenta obras diferentes sobre pintores. La República francesa le dió su cátedra de estética y de historia del arte en el Colegio de Francia. Miembro del Instituto académico, designado para presidente de la Academia durante las sesiones de este año, la muerte le ha arrebatado á sus amigos y á la patria. En el acompañamiento de hoy estaba representado cuanto de notable encierra Paris en letras y artes.

No hace aún dos meses que yo le anuncié mi visita de este año.

Cuando entré á verle estaba sentado en un sillón antiguo, hojeando un periódico ilustrado.

— ¡Ay, amigo mío, qué tarde viene V.!

— Usted no me indicó la hora....

— No, no es eso. Tarde para que hagamos, como otras veces, nuestras visitas á los Museos, á los teatros, á los ateliers, á todas partes. Muy tarde, porque yo me muero.

Lo presentía. ¡Gran pérdida para la nación, y mayor aún para sus amigos íntimos, que lo éramos todos!