Sed de amores tenía, y dejaste
Sed de amores tenía, y dejaste
Que la apagase en tu boca
¡Piadosa samaritana!
Y te encontraste sin honra,
Ignorando que hay labios que secan
Y que manchan cuanto tocan.
¡Lo ignorabas!..., y ahora lo sabes,
Pero yo sé también, pecadora
Compasiva, porque a veces
Hay compasiones traidoras,
Que si el sediento volviese
A implorar misericordia,
Su sed de nuevo apagaras,
Samaritana piadosa.
No volverá, te lo juro;
Desde que una fuente enlodan
Con su pico esas aves de paso,
Se van a beber á otra.
Sintiéndose acabar con el estío
La desahuciada enferma,
— ¡Moriré en ei otoño! —
Pensó entre melancólica y contenta^
Y sentiré rodar sobre mi tumba
Las hojas también muertas.
Mas... ni aun la muerte complacer la quiso,
Cruel también con ella:
Perdonóle la vida en el invierno,
Y cuando todo renacía en la tierra
La mató lentamente, entre los himnos
Alegres de la hermosa primavera.
Una cuerda tirante guarda mi seno,
Que al menor viento lanza siempre un gemido.
Mas no repite nunca más que un sonido
Monótono, vibrante, profundo y lleno.
Fué ayer y es hoy y siempre:
Al abrir mi ventana.
Veo en Oriente amanecer la aurora,
Después hundirse el sol en lontananza.
Van tantos años de esto,
Que cuando a muerto tocan,
Yo no sé si es pecado, pero digo:
— ¡Qué dichoso es el muerto, o qué dichosa!