Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres/Tomo I/Materiales para el estudio del Folk-lore misionero

MATERIALES PARA EL ESTUDIO DEL
DEL
FOLK-LORE MISIONERO
POR
Juan B. Ambrosetti.

Al Dr. Eduardo L. Holmberg. A usted, que con tanta maestría supo transportar al papel, en su libro de viaje, las justas emociones que hace experimentar el suelo maravilloso y lleno de encantos en el que se desarrollan estas leyendas, le dedico el presente trabajo, para que, al examinarlo, saboree con íntima fruicion el complemento de sus impresiones misioneras.

Segun la definicion del señor M. A. Lang, el Folk-lore de una nacion comprende toda la «cultura» (intelectual), si es que puede emplearse este término,—que el pueblo ha sacado de sus propios recursos.

El término Folk-lore es una palabra perteneciente al inglés antiguo, que literalmente significa: «lo que sabe el pueblo

En 1846 fué sugerido este nombre, por medio de un anónimo, al Athenæum de Londres y adoptado por los ingleses, seguramente á causa de su sabor arcáico. Hoy día sirve para designar todo lo que tiene relación con las tradiciones, costumbres, etc., de los pueblos.[1]

Al principio, el Folk-lore ha tenido importancia literaria y mas bien como pasatiempo agradable de curiosidad; pero actualmente ha perdido ese caracter, para ocupar su puesto entre las ciencias antropológicas.

El progreso de los estudios Folk-lóricos ha ido en aumento constante, y en casi todas las naciones civilizadas existen muchas sociedades que, por medio de sus trabajos, han contribuido al conocimiento, en gran parte, del pasado del Hombre.

La literatura publicada sobre esta materia es ya muy numerosa y rica en Francia, Italia, Inglaterra, Alemania y España; no siendo escasa la de los otros países europeos.

En los demás continentes, se han emprendido tambien interesantes estudios, principalmente en Norte América; pero en lo que se refiere á la América del Sur, la literatura Folk-lórica es pobre aún, y fuera de algunos trabajos publicados en el Brasil, y los datos qué se hallan desparramados en los libros de viaje, poco se ha hecho en ese sentido. Sin embargo, el filon es muy rico.

El actual trabajo es fruto de los buenos ratos pasados junto al fogon, durante mis viajes, en los cuales he procurado entretenerme y acortar las noches recogiendo, de los labios de las gentes de por allí, todos los datos sobre las leyendas, tradiciones, etc., no sólo para publicarlos á mi vuelta, sino tambien para satisfacer la curiosidad semi-infantil que todos y cada uno poseemos, en dosis mas ó menos abundante, y que, á pesar de que pugne con la gravedad que requiere la posicion ó la seriedad artificial con que nos revestimos para la vida exterior, prima, en ciertos casos, sobre nosotros, cuando las circunstancias de la vida le dejan el momento propicio para manifestarse.

Al tratarse de un Folk-lore misionero, hay que tener en cuenta que éste no debe comprender exclusivamente nuestro Territorio Nacional, sinó también las regiones que lo rodean y en las que han actuado las tribus de raza guaraní, los jesuítas, y, al mismo tiempo, los pobladores actuales de esos pueblos, que, limítrofes con Misiones, viven en él trayendo cada uno su contigente Folk-lórico, el que, á la vuelta de algunos años, se arraiga allí y forma después parte integrante del todo.

Así, pues, el Folk-lore Misionero debe comprender el Territorio Nacional de Misiones, la Provincia de Corrientes, la República del Paraguay y las Provincias de Rio Grande del Sur y Paraná, del Brasil.

Las leyendas y supersticiones se conservan como el idioma, transformándose, si se quiere, pero sin destruirse del todo, á través de los siglos, sobreviviendo á todos los elementos de destruccion que ponen en juego el tiempo y la lucha por la vida, y por ésto es que todas ellas son dignas de recogerse y estudiarse, porque, reunidas un día, y depuradas de los agregados modernos, arrojarán seguramente alguna luz sobre ciertos problemas, aún obscuros, ya sea sobre las razas primitivas, ya sobre muchos acontecimientos importantes que han tenido lugar.

El origen de ellas ha de ser algo positivo y perfectamente natural, pero que la fantasía ignorante de los indios y áun la de los que no lo son, ha rodeado de sobrenatural, en dósis variable, modo sencillo y rápido, y más en su manera de ser, para darse cuenta de los hechos que no han podido explicarse racionalmente.

Por otra parte, toda la region montuosa, y en las condiciones de las Misiones, con bosques impenetrables que imponen con su majestad; cerros mas ó menos elevados que repercuten, aumentándo, los ecos de cualquier sonido; saltos y cataratas que rugen en la espesura cantando un himno grandioso á la Naturaleza; indios y tigres que asecharon traidoramente á sus víctimas, ignorantes en su mayor parte, predispusieron á sus habitantes á la leyenda y supersticion.

Estas aumentaron luego con el contacto de los jesuitas, que, necesitando dominarlos moralmente, como única arma posible, aprovecharon, modificando, las existentes, y crearon otras en pro de los intereses comunes, convencidos quizá de que era tarea imposible el extirpar creencias que traían consigo la autoridad abrumadora de muchos siglos de herencia, en cerebros tan predispuestos para todo lo que entra en los dominios de lo sobrenatural y lo fantástico.

Aún hoy los habitantes de Misiones, y, sobre todo, de las Altas, son gente supersticiosa; puede decirse casi que no tienen religion definida, creen y no creen; sus prácticas religiosas son muy pocas, tergiversándolas siempre y haciendo de ellas más bien pretexto para divertirse, convencidos de que hacen bien, aprovechando de cualquier circumstancia para aumentar su bagaje de supersticion; y como la casualidad parece que viene siempre en su apoyo, resulta que cada vez se aferran más á ella.

El material recogido puede dividirse en distintos grupos, cuya clasificacion, tal como la entiendo, publicaré más tarde. Por ahora empezaré con los

FANTASMAS DEL BOSQUE.

I.—La Leyenda de la Caá-Yarí.


(Abuela de la Yerba.)


Esta interesante leyenda, india en su orígen, y modificada despues, en la época de la dominación jesuítica, es exclusiva de los Yerbales Paraguayos, y sus protagonistas son los mineros. [2]

Gran parte de ella la debo á la amabilidad de mi particular amigo don Eloy Rodríguez, yerbatero de Tacurú-Pucú (costa paraguaya del Alto Paraná), y su complemento lo he recogido en los yerbales, de boca de los mineros, los que tienen, por esta leyenda, un gran respeto supersticioso; de modo que no ha sido poco el trabajo que me ha costado el poder reunirla á fuerza de trozos dispersos, usando de mucha paciencia y hasta fingiendo credulidad.

Dios, acompañado por San Juan y San Pedro, bajó á la tierra y se puso á viajar. Un dia, después de una jornada penosa, llegaron á casa de un viejito, padre de una hija jóven y bella, á quien quería tanto que, para que se conservara siempre inocente, fué á vivir con ella y su mujer en medio de un bosque espeso, en donde aún no había penetrado hombre alguno.

El viejito era sumamente pobre; pero, á pesar de eso, tratándose de forasteros, los hospedó lo mejor que pudo, y mató en su obsequio la única gallina que tenía, y se la sirvió de cena.

Al ver esta accion, y cuando quedaron solos, Dios preguntó á San Pedro y á San Juan qué harían ellos en su lugar, á lo que contestaron ambos que premiarían largamente al viejito.

Dios, entónces, lo hizo llamar, y le dijo estas palabras: «Tu que eres pobre, has sido generoso; yo te premiaré por ésto. Tu posees una hija que es pura é inocente y á quien quieres mucho; yo la haré inmortal, para que jamás desaparezca de la tierra

Y Dios la transformó en la planta de la yerba mate, y desde entonces la yerba existe, y, aunque se corte, vuelve á brotar.

Pero los mineros dicen que, en vez de transformarla en yerba, la hizo dueña de la yerba, y que existe aún en los yerbales, ayudando á los que hacen pacto con ella.

El minero que quiere hacer pacto con la Caá-Yarí, espera la Semana Santa, y si está cerca de un pueblo, entra á la iglesia y promete formalmente que vivirá siempre en los montes, se amigará con ella, jurando al mismo tiempo no tener trato alguno con otra mujer.

Hecho este voto, se encamina al monte, depositando en una mata de yerba un papel con su nombre y la hora en que volverá para encontrarse con ella.

El día de la cita, el minero debe tener gran presencia de ánimo, pues la 'Caá-Yarí, para probar su valor, antes de presentarse, lanzará sobre él víboras, sapos, fieras y otros animales propios del monte, sin otro objeto que el de probarlo.

En recompensa de su serenidad, se aparece la Caá-Yarí jóven, hermosa y rúbia. Entónces el minero renueva sus juramentos de fidelidad y desde aquel día, cuando va á cortar yerba, cae en un dulce sueño, durante el cual la Caá-Yarí le prepara el rairo [3] con diez y ocho á veinte arrobas de peso, acompañándole al despertar, y ayudándole á sostenerlo por detrás, hasta llegar á la balanza. Como la Caá-Yarí es invisible para todos, menos para él, se sube sobre el rairo, aumentando así su peso al entregarlo. De esta manera la ganancia del minero es mayor, pues trabaja á tanto la arroba.

Pero, pobre del minero que le sea infiel con otra mujer! La Caá-Yarí despechada no perdona, mata.

Y cuando algún minero guapo muere en los yerbales de cualquier enfermedad, si él ha sido de carácter taciturno, los compañeros se susurran al oído: Traicionó á la Caá- Yarí! La Caá-Yarí se ha vengado! [4]

Esta leyenda, mezcla de profano y de sagrado, salta á la vista que, en su orígen, no debió ser así, pues la primera parte ha de haber sido agregada posteriormente.

El bosque se presta para las leyendas, y raros son los países en que abunda, que no posean algunas, y hasta una misma se modifica muchas veces de provincia en provincia, como,, por ejemplo, esta de la Caá-Yarí, que en el Brasil toma el nombre de Caá-pora, que, sin variar el nombre, sufre modificaciones considerables, según las distintas regiones.


II.—Caá-pora.


(Fantasma del monte).


En la Provincia de Rio Grande del Sur, la Caapora es tambien una mujer, la dueña de todos los animales del monte, una especie de Diana que, cuando el cazador le cae en gracia, le facilita los medios de encontrar la presa, y, cuando no, tiene los perros, que garrotea invisiblemente, haciéndolos revolcar de dolor [5] dando tiempo así á que la caza se ponga en salvo.

En la Provincia del Paraná, la Caapora es un hombre velludo, gigantesco, de gran cabeza, que vive en los montes, comiendo crudos los animales que el hombre mata y luego no encuentra.

La imaginación exaltada de los montaraces, ha de dar formas humanas á troncos de árboles, retorcidos, secos, cargados de musgos y parásitos, qué, colocados en ciertas condiciones de luz, favorecen a la fantasía, como sucede en muchas leyendas europeas y asiáticas, en particular del Japon, donde tambien se transforman los árboles en seres fantásticos.

En Goyáz, según me comunicó mi amigo el señor Teniente del ejército brasilero, Edmundo Barros, hijo de aquella Provincia, los indios tienen también su leyenda sobre la Caapora.

Cuando encuentran una bandada de chanchos silvestres, y los exterminan, se les aparece, montado en el último chancho, el Caapora, de la figura del anterior, á cuya vista los matadores quedan idiotizados para toda la vida, de modo que se guardan muy bien de acabar las piaras y siempre dejan algunos vivos. Esta última leyenda es siquiera sabia, porque trata de poner freno á la destruccion completa de un animal que les proporciona abundante alimento.


III.—La leyenda del Yasy-Yateré.


Hallándome en un galpon de yerbateros situado cerca del arroyo Itaquirí, en el interior de la jurisdicción de los yerbales de Tacurú-Pucú, de mañana, al levantarme, supe que las mujeres que allí había no habían podido dormir la noche anterior, pues habían oido silvar al Yasy- Yateré.

No conozco el pájaro que, con su canto, remeda estas palabras. A pesar de todos mis esfuerzos y averiguaciones no he podido ni siquiera dar con su descripcion: unos dicen que es del tamaño de una paloma y de plumaje parecido al de las gallinas guineas; otros, en cambio, me han asegurado que es pequeño y de color oscuro etc., de modo que reina aún entre aquella gente una gran confusion respecto de él.

Al rededor de este pájaro corre una leyenda muy difundida, no sólo en el Paraguay, sino también en la Provincia de Corrientes; creo que tambien en ésta es de orígen guaraní, pues no existe en otros puntos.

Segun cuentan, no es un pájaro el que silva de ese modo, sino un enano rubio, bonito, que anda por el monte cubierto con un sombrero de paja, y llevando un baston de oro en la mano.

Su oficio es el de robar los niños de pecho, que lleva al monte, los lame, juega con ellos, y luego los abandona allí, envueltos en Isipós (enredaderas).

Las madres, desesperadas al notar su falta, salen á buscarlos, y, guiadas por sus gritos, generalmente los encuentran en el suelo; pero desde ese dia, todos los años, en el aniversario del rapto del Yasy-Yateré, las criaturas sufren de ataques epilépticos.

Segun otros, el Yasy-Yateré roba á los niños, nó para lamerlos, sino para enseñarles su oficio de raptor.

Y no falta tambien quien asegura que no sólo roba á las criaturas, sino tambien á las muchachas bonitas, las que son á su vez abandonadas, y el hijo que nace de esta union, con el tiempo, será Yasy-Yateré.

Esta última version creo haya sido inventada para justificar ciertos raptos, y que no dejan de abundar por aquellas regiones. Si algún mortal puede arrancar al Yasy-Yateré su bastón de oro, adquiere por este solo hecho sus cualidades de Tenorio.

A pesar de ser invisible el Yasy-Yateré, no faltan algunas personas que aseguren y juren haberle visto en la forma descrita, cuando eran pequeñas.

Había tratado de averiguar, en cierto modo, el orígen de esta leyenda, sin resultados, cuando la casualidad vino en mi ayuda. Conversando, me contaron que, hace pocos años, estando acampado en el interior de Tacurú Pucú un conocido yerbatero, una noche se levantaron sobresaltados por un ruido, notando inmediatamente la falta de una criatura de pechos que dormía en su cuna, mientras distinguieron el barullo de alguien que disparaba. Corrieron á ese punto, y encontraron efectivamente la criatura en el suelo; al dia siguiente vieron en ese lugar rastros humanos y como andaban los Guayaquís por alli, pronto se dieron cuenta de que había sido uno de esos indios el autor del secuestro.

La costumbre de los indios, de robar criaturas y mujeres, es, hasta cierto punto, general en todas las tribus y razas que han considerado siempre á ambos como el mejor botín de guerra.

Además, he sabido que, no hace mucho, un cacique pidió, queriéndoselo llevar, á un muchacho, en un rancho, para enseñarlo á ser cacique, dando sin querer con ésto una prueba instintiva é inconsciente de seleccion de raza como elemento de superioridad.

Estos hechos demuestran, hasta cierto punto, que la leyenda del Yasy-Yateré debe tener su orígen en ellos, ampliada y modificada naturalmente, de un modo fantástico, por pueblos en que la Naturaleza ayuda, en gran parte, á sobreexitar sus cerebros ignorantes.

De cualquier modo, lo cierto es que, cuando el inocente pájaro lanza su grito en medio de la noche, las madres saltan del lecho asustadas, y juntando sus hijos, exclaman temblorosas:

El Yasy-Yateré!! El Yasy-Yateré!!


IV.—La leyenda del Ahó-ahó.


A don Patricio Gamon, respetable vecino del pueblo de San Lorenzo ó Güirapaí, sobre el Alto Paraná, debo la siguiente leyenda de los indios de las misiones jesuíticas de Jesús y Trinidad, que florecieron en el Paraguay.

Segun ellos, el Ahó-ahó, era un animal terrible, parecido á la oveja, con grandes garras, y que devoraba sin piedad á las personas que encontraba en el monte.

La única salvacion que había contra este terrible monstruo, era el subirse sobre una palmera, pues era árbol sagrado del Calvario.

Cualquier otro árbol era cavado por el Ahó-ahó con sus potentes uñas, y, el que había trepado sobre él, devorado inmediatamente.

No hay para qué decir que esta leyenda es de origen jesuíta y que tenía por objeto impedir que los indios salieran fuera del radio que tenían marcado en sus reducciones respectivas, á fin de que no desertasen, se perdieran en el monte, se los comiera algún tigre, que entónces eran abundantes, ó fuesen víctimas de los otros indios salvajes, que no dejaban de merodear por los alredores de las Misiones.

En cuanto á lo de la palmera, tambien tiene su razón, pues son árboles delgados, muy altos, y difíciles de trepar, de modo que los indios no debían tener mucha fé en esta ancla de salvacion.

Don Patricio Gamon me ha referido tambien que hasta en su tiempo, ahora unos cuarenta y cinco años, se había conservado esa leyenda entre los habitantes de allí, de modo que una vez se vió en sérios apuros para poder seguir mas adelante, en una expedicion de carácter militar, porque, al llegar al salto del arroyo Nacunday, los indios que lo acompañaban no querían continuar viaje y se excusaban gritando:

El Ahó-ahó!

El Ahó-ahó!


V.—El Pombéro ó Cuarahú-Yára.


(Dueño del Sol).


Según me ha comunicado el señor Agrimensor Nacional Juan Queirel, en algunas partes de Corrientes tienen la leyenda del Cuarahú-Yára (dueño del Sol) ó Pombéro, que no es, á mi modo de ver, sinó una modificación de la del Yasy-Yateré, como la Caá-pora lo es de la Caá-Yarí. El

Pombéro ó Cuarahú-Yára es un hombre alto y delgado, que lleva un grandísimo sombrero de paja, y una caña en la mano, y así recorre los bosques á la siesta, cuidando de todos los pájaros, pues es su protector.

Si á esa hora halla muchachos entretenidos en cazarlos, los arrebata y se los lleva; de modo que las criaturas, por temor de él, no se alejan de los ranchos, y sus padres pueden dormir tranquilamente la siesta, sin cuidado de que nada les suceda.




PIEDRAS CON LEYENDA.




VI.—La Piedra de Itá-Cuá.


(Cueva de Piedra).

Muy cerca de la ciudad de Posadas, en la costa paraguaya, sobre el Alto Paraná, se levantan unas rocas á pocos metros de la orilla.

Son las piedras de Itá-Cuá (Cueva de Piedra).

El Doctor Holmberg, en su Viaje á Misiones [6], refiere lo siguiente, á propósito de ellas:

«Sentado en aquel momento en la popa de la canoa, manejando la pala que servía de timon, hice rumbo hácia las piedras con la intencion de examinarlas; pero antes de llegar á ellas, tuvieron tiempo los peones de referirnos que aquel Altar de Piedra [7] debía su fama á una aparicion de la Vírgen María, pues cierto curioso, al asomarse alguna vez por una grieta del lado del Naciente, la había visto blanca é inmaculada en el opuesto; que esta aparicion no era constante, ni periódica, ni intermitente, sinó caprichosa; que otro curioso, deseando darse bien cuenta de aquello, y habiendo podido distinguir la imágen, había sometido las piedras á un exámen prolijo, hallando una forma particular de abertura ó grieta que imitaba en cierto modo el contorno de la Inmaculada Concepcion; y que otro individuo, más curioso aún, había encontrado allí muchas lagartijas, explicándose la irregularidad de la aparición por la presencia ó falta de ramas ó yerbas en la proyeccion de la imágen, que en el primer caso alteraban su forma, y en el segundo la dejaban libre.»

Y más adelante hace esta pregunta á uno de los peones, recibiendo una respuesta original:

—«¿Podremos ver la imágen?»

—«Cuando uno cree, señor, vé lo que quiere».

Lo escrito por el Dr. Holmberg dá la verdadera razon de la leyenda de la Vírgen de Itá-Cuá, muy venerada por allí y cuyo orígen no hay duda que se remonta á la época de la dominación jesuítica, cuando ellos tenían la reduccion de Itá-puá (Punta de Piedra), hoy Villa Encarnacion del Paraguay, que se halla frente á Posadas.

La primera vez que pasé por Itá-Cuá fué de vuelta de mi primera expedicion á Misiones, por el Río Uruguay, mientras bajaba el Alto Paraná, despues de haber atravesado el territorio de uno á otro río, por la Picada de Paggi, en Enero de 1892 [8].

Mucho me llamó la atencion el ver sobre esas piedras algunas mujeres y muchas velas encendidas. Pregunté la causa al señor D. Joaquín Aramburú, vecino de Posadas, y uno de los yerbateros más antiguos, con quien veníamos juntos en el vapor, y me refirió exactamente lo mismo que el Dr. Holmberg ha escrito en su libro.

Posteriormente, el señor Agrimensor Juan Queirel me ha comunicado que las gentes de por allí tienen la siguiente costumbre:

Cuando alguno vá á rezar y prender velas sobre la roca de Itá-Cuá, principalmente los canoeros, dejan una ofrenda sobre las piedras, que consiste en dinero ó cualquier otro objeto, por pequeño que sea, pero que represente algun valor, como ser: anzuelos, víveres, etc.

Esta ofrenda es para que el que vaya posteriormente la recoja y rece por el que la dejó allí.

Es tanta la fé que tienen en ese procedimiento, que una vez varios bandidos, de vuelta de asesinar una familia en Santa Ana, llegaron á Itá-Cuá y dejaron sobre la roca parte de lo que habían robado á sus víctimas, para que la Vírgen les fuese propicia en su fuga.

Felizmente fueron apresados en el Paraguay, y como se resistieron á la autoridad, pasaron á mejor vida.

Este hecho demuestra la capacidad religiosa de esa gente.


VII.—El Paredon del Teyú-Cuaré.


(Cueva que fué del Lagarto).


Siguiendo por el Río Alto Paraná al Norte, y dejando detrás la boca del interesante Río Yabebuiry ó de las rayas, cerca del cual se hallan las ruinas del antiguo pueblo jesuíta de San Ignacio, se entra en una inmensa cancha de unos dos mil metros de ancho, que tiene sobre la costa Argentina unos enormes paredones de piedra cubiertos de magnífica vegetacion.

A éstos se les llama las rocas del Teyú-Cuaré, es decir, la cueva que fué del lagarto (Teyú), y la cancha toma naturalmente el mismo nombre.

Al cruzar delante de ellos, esos paredones, enhiestos en su mayor parte, y de gran altura, no sólo imponen, sinó que ofrecen al que pasa, por vez primera por allí, un espectáculo digno de toda curiosidad, rompiendo, con su aparicion, la monotonía del paisaje, si es que puede caber en aquella tierra maravillosa, en que cada rincon es de una belleza incomparable.

Varias veces he pasado por allí y nunca he dejado de admirar esa obra de la Naturaleza, intrigado con la leyenda que corre sobre ella.

Conversando más tarde con mi buen amigo D. Patricio Gamon, me refirió lo que había oído de boca de un indio viejo, el año 1855, á propósito del Teyú-Cuaré.

En otro tiempo, la tradicion colocó entre esas rocas y sobre todo en una de las grandes fisuras que en ellas se notan, á un gran lagarto (Teyú) que era el terror de los navegantes que tenían que cruzar por ese punto.

El feroz teyú vivió mucho tiempo, ocasionando un gran número de desgracias, hasta que al fin un día abandonó su cueva, y atravesando á nado el Alto Paraná, fué á formar, en la costa paraguaya, el arroyito que allí existe.

Esta leyenda india no deja de ser interesante, y es muy parecida á la que tienen los paisanos en la Provincia de Entre-Ríos, de que los primeros que formaron los arroyos fueron los dueños de los huesos fósiles (cuaternarios) que se descubren en sus costas lavadas por las aguas, sobre todo de Glyptodontes por su semejanza con los Peludos actuales (Dasypus), grandes cavadores á que los comparan, á causa de las corazas (carumbé) que frecuentemente se descubren allí.

¿No habrá entre estas dos leyendas el mismo orígen?

Mi distinguido amigo el Dr. Moisés Bertoni, en la 5ª de sus interesantes cartas sobre el Alto Paraná, también dá, á su vez, otra interpretacion muy parecida á esta leyenda, que transcribo:

«Pero allí es tambien, según la tradicion y la creencia arraigada entre los guaranís, que vive el terrible dragon gigantesco, lagarto con alas, con garras y con hálito de fuego. Así lo dice también el nombre: Teyú, lagarto, y Cuaré, gran cueva.

«Grandes fueron las desgracias que este mónstruo ha causado y numerosas sus víctimas: existen en el país ancianos que saben contar con todos los detalles los horrores de esos naufragios.

«Sin embargo, bastaba un sacrificio, una oferta cualquiera, un pedazo de carne, ó un objeto echado al agua, para calmar esa fiera y pasar seguros».

Con mucha propiedad atribuye el Dr. Bertoni el orígen de la leyenda á una piedra aislada, situada casi en medio del rio, frente al paredon, que vió en una gran bajante, en Octubre de 1886. Y agrega que, como muy raras son tales bajantes, no es extraño que muchos, ignorando su existencia, el día menos pensado puedan dar con ella, lo que causaría necesariamente una catástrofe tan rápida como completa, sin que quede ningún testigo para explicar la súbita desaparición de las víctimas, y ese es el dragon tan funesto.

En apoyo de esto, dice y con razon tambien, que en otros puntos del Alto Paraná, en donde la supersticion ha colocado mónstruos análogos, ha observado que en todas esas localidades existe algun obstáculo peligroso para la navegacion, el que ha podido producir desgracias y naufragios, los que han sugerido á la imaginacion esas leyendas.

Estoy muy conforme con la versión del Dr. Bertoni, pero únicamente creo que la forma del mónstruo, en la leyenda originaria, se halle desprovista de las alas y hálito de fuego que lo acercan tanto á los dragones de las fábulas europeas.

A propósito de los cerros del Teyú-Cuaré, aprovecho esta oportunidad para transcribir una observacion importante, bajo el punto de vista de la geología de esa región, que ha hecho el mismo Dr. Bertoni, adhiriéndome en un todo á sus interesantes deducciones. Dice el Dr. Bertoni en la carta citada:

«Los cerros de Teyú-Cuaré son aún más importantes bajo otro punto de vista más serio que el de la geografía y filología.

«Ellos constituyen en Misiones la continuacion de la Sierra de Amambay, que divide en el Paraguay las aguas del Alto Paraná y las del Tebicuarí».

«Fáltanme todavía unas investigaciones para poder entrar en mayores detalles, pero tengo serios indicios de que el rio, en épocas muy remotas, haya presentado un aspecto muy distinto del actual en la seccion comprendida entre Teyú-Cuaré y Tavaí.

«La sierra del Amambay y Teyú-Cuaré ofrecía antiguamente al Río un obstáculo más ó menos idéntico al que la Sierra de Maracayá opone actualmente en el Salto Guayra, existiendo tambien un salto comparable con este último.

«Un lago tambien existía arriba de Teyú-Cuaré como el que precede al Guayra. y no faltaban unas islas correspondientes á las Sete Quedas.

«Solamente el cordon de Teyú-Cuaré constituido esencialmente por un gres rico de potasa y de fácil desagregacion, no presentó la misma resistencia, permitió al rio abrirse más fácilmente una brecha, y una vez abierta ésta, el lecho del rio tuvo que bajar de nivel cada dia más rápidamente, hasta llegar al punto en que se encuentra hoy.

«Tengo pruebas de que el Rio se ha extendido, en una época que no puedo precisar, hasta el pié de la Sierra de Misiones por los valles del Tavai y no sería imposible que se diese algún dia con la prueba de que el Alto Paraná, antes de abrirse la brecha en Teyú-Cuaré, dirigiese sus aguas al Valle del Uruguay, dando lugar entonces, en la dicha Sierra de Misiones, á una formacion tambien análoga á la del Guayra.»

Es esta una cuestion que se liga con los problemas geológicos más importantes de Sud-América.

VIII.—El Paredón del Suindá-Cuá.


(Cueva de la Lechuza).


En la cancha de Trinidad, en el mismo Rio Alto Paraná, más al Norte de Teyú-Cuaré, sobre la costa paraguaya, se halla otro paredon de piedra que se llama Suindá-Cuá (Cueva de la Lechuza) [9] y que tiene también su leyenda:

Un dia desaparecieron de las reducciones jesuíticas de Jesús y Trinidad todas las vacas que allí se criaban.

Gran clamor levantó entre los indios de allí este acontecimiento, y mucho mayor fué aún cuando supieron que el autor de todo esto había sido un Santo, que, en vista de que no las cuidaban bien, se las había llevado, castigándolos de ese modo.

Siguiéronles el rastro y llegaron hasta el paredon á cuyo pié creyeron ver en las rocas, roídas por el agua, las huellas que habían dejado estampadas allí los animales, para eterna memoria de este hecho tan trascendental.

Es indudable que, necesitando los jesuítas extraer esas haciendas, quizá para ir á socorrer con ellas alguna otra reduccion ó por cualquier otro motivo, dieron con esta leyenda no sólo una satisfaccion á los indios, sino que, al mismo tiempo, según su costumbre, aprovecharon de esa oportunidad para aplicarles una leccion de formidable moral práctica para lo sucesivo.

El Dr. Bertoni da á ese punto el nombre de Pacú-Cuá y dice que, durante las bajantes extraordinarias del Alto Paraná, tiene poca hondura, en razon de tener el Rio allí una media legua de ancho y cuenta entonces con un banco en el medio de la corriente.

Con este motivo, tiene su mónstruo sumamente peligroso, que es un buey con cuernos de oro, y no falta quien repita sus hazañas pasadas, puesto que hoy día, como su compadre el Teyú-Cuaré, ya no hace ningún daño.

Segun creo, esta leyenda es una modificacion de la descrita mas arriba, y que D. Patricio Gamon recogió de boca de algunos indios viejos.


IX.—Las piedras de santo pi-pó.


(Manos y pies de santo).


Cuando se navega aguas arriba en el Alto Paraná y se pasa por el puerto de la antigua mision jesuíta de Corpus y luego se sube la gran corredera ó salto del mismo nombre, sobre la costa Argentina, aparece la barra del arroyo Santo Pipó.

Este nombre bizarro tiene su tradicion, ligada, en cierto modo, á la tan conocida de la predicacion del Evangelio en América, en épocas precolombianas, por Santo Tomás.

Santo pi-pó quiere decir literalmente las manos y los pies del santo, y según la tradicion, dicen que, al pasar Santo Tomás por sobre las piedras que se hallan cerca de la barra de ese arroyo, dejó sus huellas estampadas allí, refiriéndose á unas rocas corroídas por el agua caprichosamente en las que, los que tienen fé, pueden ver todo lo que se les ocurra.

Excusado es decir que el orígen de esta leyenda debe ser jesuita.


X.—La Piedra Ita-guaimí.


(Piedra vieja).


En el Rio Alto Paraná, siguiendo al Norte y pasado el puerto de Pirá-puîtá (pescado colorado) sobre la costa paraguaya, que lo es de la aldea que se llama Villa Azara, la barra del arroyo Itutí (salto blanco) que se reconoce por la pequeña y preciosa catarata que desde el río se ve despeñarse graciosamente entre una cortina de magnífica vegetacion, y las de los arroyos Iroi-guazú é Iroi-mi (arroyo frio grande y pequeño), sobre las piedras de la playa que quedaban á descubierto, gracias á la bajante que se había producido en la época en que pasamos (Agosto), se hallaba la famosa piedra Ita-guaimí.

Esta piedra es de forma casi ovoide, gruesa en su mayor porcion; tiene, sobre su parte superior, una extrangulacion de la que se eleva otra porcion pequeña y casi cuadrada, de modo que parece un gran cuerpo, con su cabeza respectiva.

Dada su forma curiosa, guarda tambien su leyenda, de orígen, á mi modo de ver, jesuita:

Esta piedra, en otro tiempo, fué una muchacha desobediente, mal mandada, y que nunca hacía caso á sus padres, sino que simplemente se dejaba llevar por sus caprichos.

Habiéndola mandado su madre á buscar agua al rio, salió con el cántaro en la cabeza, refunfuñando entre dientes, viendo lo cual Tupá (Dios), indignado, la transformó en piedra, en el momento que llegaba á la orilla, y desde entónces ha quedado petrificada en castigo de su desobediencia.

No es extraño, como he dicho más arriba, que esta leyenda tan moral, segunda edicion de la de la mujer de Lot, en la que tambien se castiga la desobediencia, haya sido sugerida por los jesuitas, que aprovecharon la oportunidad que les ofrecía la Naturaleza, en provecho de sus doctrinas, tanto mas que los indios no necesitan de leyendas para hacerse obedecer por sus mujeres é hijas, ya por naturaleza pasivas y demasiado acostumbradas á otro orden de argumentos más persuasivos y brutales.

Hasta hace poco y áun hoy algunos indios, sobre todo los guayanás, al pasar por allí, no se atrevían á tocar la tal piedra, ni hablar fuerte delante de ella, porque tenían la creencia de que la Ita-guaimí se enojaba, é inmediatamente sobrevenía una gran tormenta, de modo que ya cerca de allí se decían con aire misterioso: Cháque Ita-guaimi!! [10] Cháque Ila-guaimi!!



LUGARES CON LEYENDAS.




XI.—El cerro del Monge.


Sobre la costa Argentina, en el Alto Uruguay, á una legua más ó menos al norte de la antigua reduccion jesuítica de San Javier, cuyas ruinas aún existen entre el monte, y casi frente á la colonia alemana del Cerro Pelado que se halla en la costa brasilera, se eleva, coronado de esbeltas palmas, el Cerro del Monge.

En su cumbre, y dentro de un círculo formado por esas preciosas palmeras, una pobre capilla de madera, sencilla y sin más adorno exterior que una pequeña cruz, indica ál viajero el santuario que elevó la piedad de los vecinos al milagroso monge.

Segun el padre Gay [11] allí se refugió en 1852 un famoso monge italiano que vivía en el Brasil, y que, al querer plantar una cruz sobre el cerro, brotó, del agujero que había cavado, el agua milagrosa que hasta hoy surge allí y que es objeto de grandes peregrinaciones de enfermos y creyentes.

A 20 metros al oeste de la capilla, en el centro de una gran piedra, hay un agujero que mide 0.15 de diámetro cavado cilíndricamente, conteniendo agua hasta 0.40 de profundidad.

Este agujero se halla tapado con una teja de barro y dos jarritos de lata encima; esa es la fuente milagrosa, cuya agua van á tomar los enfermos que esperan curar así sus dolencias.

Para esto, es necesario que el que toma el agua, antes de hacerlo, diga al compañero que lleva: «Deme un poco de agua, por el amor de Dios» sin cuyo requisito ésta no surtiría efecto alguno.

Más al oeste de este punto, y cerca de allí, hay una caída de agua de cuatro metros, en forma de chorro, que es donde los enfermos, que pueden, se bañan, además de tomar el agua; segun cuentan, ésta tiene un gran poder curativo para todas las enfermedades.

Principalmente en los días de la Semana Santa es cuando el peregrinaje es mayor al cerro del Monge; cientos de personas de los pueblos del Brasil, como ser: de San Luis, San Borja, San Nicolás & acuden allí, llenos de fé en la eficacia de esas aguas, á depositar su pobre ofrenda á la capilla, que recibe todos los años una mano de pintura costeada por ellos.

Todo ésto es espontaneo, pues no tienen por allí sacerdote que los dirija en sus prácticas, de modo que esa pobre gente ha caído, no sólo en la supersticion en cuanto á ellas, sino que tambien éstas son por demás ridiculas, según se verá.

En el interior de la capilla hay un altar corrido, tosco, adornado con género, etc., y algunas colgaduras; sobre él se halla un santo de madera de 0.70 de alto, á pesar de estar arrodillado, que representa el Señor de los desiertos; por su factura se reconoce que ha pertenecido á las ruinas jesuíticas de San Javier, así como tambien una Virgen María que tiene á su lado.

A un lado, se halla tapado con un paño un cráneo humano que, segun dicen, ha pertenecido al primitivo monge.

Como la gente de por allí es muy pobre, sus ofrendas se reducen á velas de cera, adornos de papel picado, manos, pies, cruces y demás objetos de cera y papel, cintas é infinidad de chucherías que los devotos cuelgan á las ropas de los santos.

Pero lo más curioso es la práctica que tienen los que se casan, de ir luego á la capilla, y despues de rezar ambos, la mujer deja su traje de novia y los azahares que colocan al Señor de los desiertos, pero como éste se halla ya vestido con otro traje anterior, colocan el nuevo sobre el viejo, de modo que ya tiene como unos diez encimados.

Esto lo hacen para que la felicidad no abandone su nuevo hogar [12].

Los peones y canoeros del Alto Uruguay, antes de emprender viaje aguas arriba, van á la capilla, toman agua de la fuente y prenden velas á los santos, rezándoles por un buen rato. Si no tienen muchas velas, por lo menos encienden un cabito, hecho lo cual se embarcan contentos; pero si alguno no lo hace, lo tildan de mason y cuando la canoa da alguna trompada sobre las piedras, ó sucede algún contratiempo en el viaje, los brasileros, sobre todo, refunfuñan, y con el mayor descontento exclaman: Iso tinha que suceder, meu amigo: co u monge não se joga!


XII.—La Isla del Diablo.


Como á una legua al Este de la ciudad de Goya (Provincia de Corrientes) existe una isleta de monte, que se llama la Isla del Diablo. Dado su nombre, tiene tambien su tradicion.

La Isla del Diablo, en otra época, fué un islote fantasma, tan pronto amanecía mas al Norte, ó mas al Sur, en una palabra, no tenía paradero fijo; pero eso no era nada en comparacion á los que la habitaban, espíritus infernales que prorrumpían en gritos y ruidos extraños cuando alguien pretendía acercarse allí.

Esto duró mucho tiempo, hasta que un dia llegó un fraile misionero, quien, con gran pompa, y previas todas las ceremonias de exorcismos correspondientes, la bendijo; desde entonces la Isla no se mueve mas.

Segun me comunicó mi amigo el señor Tomás Mazzanti, antiguo vecino de Goya, Bonpland creía que el orígen de esta leyenda provenía de que la tal Isla del Diablo debió ser antiguamente un gran embalsado que entraba por un brazo del Rio Paraná que debió allí existir, tanto más que al arrancar de raiz una planta, se encontró debajo de ella un anclote de tres puntas, que se cree fuera español. Este anclote me aseguró el señor Mazzanti haberío visto en poder de un botero el año 1860.

Indudablemente que algo de eso debe haber sucedido; pero el origen de la leyenda debe ser de época remota y trasmitida por los indios de generacion en generacion, hasta los blancos que, influenciados por ella, han seguido viendo el movimiento imaginario de la Isla, aunque ésta ya no tuviera ni siquiera intenciones de cambiar de sitio; mas aún, sin tener en cuenta ciertos fenómenos ópticos que debían producirse y que la fé aprovechó á su manera hasta la llegada del misionero, quien cortó de golpe la supersticion con el formidable poder de la ceremonia religiosa.

Lo que hay de positivo es que, durante mucho tiempo, antes de estar tan destruido el monte, sirvió de guarida á un monton de bandidos, un poco peores que todos los espíritus infernales habidos y por haber.


XIII.—El Pueblo Emboré.


Al Sr. D. Pablo Millot, antiguo vecino de las Misiones, debo los primeros datos de esta leyenda, los que he ampliado durante los viajes, con otros recogidos en todas partes.

Es creencia muy arraigada en las gentes de Misiones que los jesuitas, al ser expulsados, amontonaron todos sus tesoros en un pueblo que precaucionalmente habían hecho construir exprofeso en medio de la selva vírgen y de cuya existencia sólo ellos tenían conocimiento, pues los que actuaron en su construccion desaparecieron.

Este pueblo llamado Emboré, tenía sus casas sin puertas ni ventanas, y la entrada á ellas se hacía por subterráneos, cuyas bocas eran ocultadas escrupulosamente.

Los que transportaron los tesoros que, segun las gentes de allí, sobrepasan en valor y cantidad á todos los que refieren los cuentos de las mil y una noches, desaparecieron á su vez y con ellos los rastros que conducían al famoso Emboré, perdido desde entonces entre las sombras de la selva impenetrable y las densas nubes de la leyenda. A pesar de lo inverosímil de todo esto, no faltan personas que afirman su existencia, y algunos han llegado á costear expediciones volantes de peones que se han pasado dos ó tres meses batiendo la selva, naturalmente sin dar con el codiciado Emboré.

Una de éstas volvió, despues de una larga peregrinacion, con la noticia de haberlo hallado, pero que no habían podido entrar á las casas herméticamente cerradas, y que luego, al volver, habían perdido el rumbo, perdiéndose ellos á su vez.

Claramente se ve que esto no ha sido mas que una patraña inventada por los peones para darse importancia y justificar seguramente su ningun trabajo hecho en ese sentido; lo mas probable es que se hayan pasado el tiempo en el monte divirtiéndose á su modo, esto es: cazando y melando, y luego, cuando se les concluyeron las provisiones, volvieron con esa historia.

El afan de encontrar tesoros dejados por los jesuitas está muy difundido por las Misiones, tanto es así, que raras son las ruinas que no se hallen llenas de pozos y socavones hechos con ese fin, que las destruyen haciendo vencer las paredes, lo que es una lástima y una gran barbaridad.

En el pueblo de San Miguel (Misiones Brasileras) un antiguo vecino ya tenía cavados como treinta pozos en las ruinas de la iglesia y colegio, y todo su afan se reducía á querer encontrarlos instrumentos conque habían tallado las piedras, y, sobre todo, los cinceles que sirvieron para fabricar los adornos, pues no podía creer que hubiesen sido de fierro, por la dureza de las piedras, de modo que decía que sólo con puntas de brillantes podrían haber hecho ese trabajo, y el hombre buscaba diamantes...

Mas aún: sobre la torre de la iglesia de San Miguel se hallaba, á guisa de veleta, un gallo de lata dorado: pues á los vecinos se les antojó que debía ser de oro, y venciendo mil dificultades, y despues de un trabajo ímprobo, lo voltearon, dándose así un soberano chasco.

Los cuentos sobre tesoros escondidos son inacabables: hay quien asegura que en tal fecha llegó un cura y se dirigió al monte y no volvió á aparecer; otros dicen que otro cura hizo la misma operacion y traía un papel con unos signos marcados, y luego, al tiempo bajó por el rio con unas canoas cargadas, seguramente con los tesoros, y así por el estilo.

En cada antigua reduccion jesuita hay cientos de cuentos por el estilo y otros tantos pozos que la codicia ha hecho hacer á esos cándidos, cuyo tiempo perdido y sudor derramado, si lo hubieran empleado en sembrar maíz, habrían ganado, no uno, sino varios tesoros.

Pero tal es el poder de la leyenda y tanto alhaga la esperanza de convertirse en Aladin, que pasará mucho tiempo antes de perderse esas creencias.


XIV.—El Serpenton de Tacurú-pucú.


Muy cerca del Puerto de Tacurú-Pucú, al Norte, y próximos al Río Alto Paraná, se hallan perdidas, en el monte espeso, unas ruinas muy destruidas de una capilla del tiempo de los jesuitas.

Por lo que se ve aún de ellas, restos de muralla y zanja, en la época antedicha, este punto debe haber tenido poca importancia material; pero en lo que se refiere á la historia, las ruinas demuestran que allí se establecieron los jesuitas que venían conduciendo los restos de las reducciones del Guayra, en la desgraciada retirada que tuvieron que hacer ante los Paulistas y Tupís en 1631.

¡Funesta retirada de doscientas leguas rumbo Sur, por entre los montes y el Alto Paraná, acosados, en un gran trecho, por los Tupís, que mataban los rezagados, sin víveres, muriéndose de hambre, cuyos cadáveres cebaban á los tigres que concluyeron por atacar á los vivos! La desesperacion de los pobres prófugos llegó á tal punto, que las madres arrojaban á sus hijos de pecho para desembarazarse de la carga; y para completar este cuadro de horrores y de miseria, los remolinos del Alto Paraná tragaron muchas balsas cargadas de indios, y finalmente, la peste de disenteria se desarrolló entre ellos, matando más de cuarenta personas diarias, cuando llegaron al fin entre Loreto y San Ignacio Miní.[13]

Más ó menos frente á las ruinas, se halla una gran piedra en medio del Río, y según la tradición, allí se fueron á pique las canoas que los jesuitas traían cargadas con una parte de los tesoros de las reducciones del Guayra, mientras la otra parte fué enterrada donde hoy existen las ruinas.

Para cuidar estas riquezas, vive allí una gran serpiente que ataca á los que vayan por ahí, de modo que hay mucha gente que por nada se anima á penetrar en las ruinas.



METAMÓRFOSIS.

XV.—La bendicion, el compadrazgo y la leyenda del Mboi-tatá.


(Víbora de fuego).


En mis viajes por la region misionera, observé, principalmente en el Paraguay, en muchas casas donde parábamos, una costumbre harto fastidiosa, y sobre todo incómoda: me refiero á la de pedir la bendicion, cuya exageracion la va haciendo ridícula.

A los padres, abuelos, padrinos, tíos, hermanos mayores, personas ancianas y viajeros, las criaturas y muchas que no lo son, piden la bendicion con las manos juntas y la cabeza descubierta.

Si sólo se concretaran á pedirla, no sería nada, pero algunos llevan su respeto al extremo de rezar antes un rato delante de uno, y luego piden la dichosa bendicion.

Y la bendicion se pide al levantarse, antes y despues de comer ó almorzar, y finalmente, al irse á acostar, de manera que á veces es insoportable.

En una casa, como tenía la mano derecha ocupada con el mate, impensadamente eché una bendicion con la otra, acompañada de la frase consagrada: Dios te haga un Santo.

No lo hubiera hecho así, que rápidamente cundieron, con aire de asombro y disgusto, estas palabras. ¡¡Le ha echado la bendicion con la izquierda!!

Reflexioné: y para no dejarlos con la espina, llamando á la criatura otra vez, hice que volviera á pedírmela, y con mucha seriedad, con la mano derecha, volví á dársela, con tanta maestría, que la familia quedó lo más satisfecha.

Nunca me la habrían perdonado, si no hubiera vuelto sobre mis pasos.

Para pedir la bendicion, no se hace cuestión de edad: hay hombres con tamañas barbas que no tienen inconveniente en pedirla. Mas aún: he visto á un brasilero, peon de yerbales, que por el sólo hecho de que el señor Manuel Romero, mi compañero de viaje al interior de Tacurú, era hijo de su padrino de casamiento, le vino á pedir, delante de mí, la bendicion, lo que no dejó de sorprender á ambos.

Si á un padrino de bautismo el ahijado no le pidiese la bendicion, cosa muy rara, sería lo suficiente para que hubiera un gran disgusto entre los compadres, por no haber sabido educar bien á su hijo.

El compadrazgo, entre aquella gente, tiene una gran importancia; es uno de los vínculos más sagrados que pueden unir á dos personas y en muchos casos de la vida, allí, en medio del desierto, este lazo moral es lo único que puede oponerse al egoismo innato tan desarrollado en las sociedades semi-primitivas.

En mi primer viaje á Misiones por el Alto Uruguay, hice notar la gran aficion que tienen los pobladores de la region Misionera del Brasil al compadrazgo: entre ellos ya llega á la exageracion, porque tratan, con una sola criatura, de tener un número considerable de compadres, valiéndose del siguiente procedimiento, bastante original por cierto.

Nace la criatura, y ya tiene sus padrinos señalados para que le echen la primer agua llamada del Socorro; pero si éstos no pueden asistir al acto y se hacen representar, no sólo no pierden sus títulos de padrinos, y por lo tanto de compadres, sino que los representantes, á su vez, los adquieren, de modo que ya serían cuatro padrinos; pero si éstos á su vez son casados, las respectivas esposas ó consortes también adquieren esos títulos, de manera que, sólo para el agua del Socorro, tendría la criatura, en este caso, cuatro padrinos y cuatro madrinas: total 8.

Para el verdadero bautismo el caso es igual, otros 8, ya son 16, y para la confirmacion, la mitad ú otro tanto, de manera que un padre aficionado á los compadres puede tener hasta 24 por hijo, lo que es una suma respetable.

Cuando el compadre es zeloso de su título y tiene medios á su disposicion, á veces se hace cargo, áun en vida de los padres, de la educacion del ahijado; pero, en general, rico ó pobre, él es el que paga la fiesta del bautismo, y de cuando en cuando, según sus posibles, le hace regalos de ropa, etc.

Entre compadres no es permitido, y se reputa grave falta, el pronunciar palabras obscenas, y si alguno lo hace inconscientemente, debe pedir disculpa al otro, so pena de un disgusto serio á causa de hacer poco caso del «sacramento sagrado» que los une.

Aún más: un compadre puede exigir del otro todo lo que no puede conseguirse por otros medios, como por ejemplo, el hacerle abandonar una pulpería estando borracho, ó que cese una riña que puede concluir en puñaladas, etc., sin mengua de su honor, puesto que el sacramento está sobre todo.

Hechos de esta naturaleza he observado muchos, y gracias á esto, las comadres, cuyos maridos son algo aficionados á Baco, ó al juego, y pasan varios días fuera de su casa, van á empeñarse con los compadres para que, validos de su influencia, los reconduzcan al hogar.

El respeto y la proteccion de los compadres es mútua, y nunca uno de ellos permite que en su presencia se hable mal del otro sin defenderlo por todos los medios, áun arriesgando la vida.

Para conservar los respetos que se deben entre compadre y comadre, y teniendo en cuenta la fragilidad humana, existe la previsora leyenda del Mboi-tatá (víbora de fuego) que se reduce á lo siguiente:

Si los compadres, olvidando el «sacramento sagrado» que los une, no hicieran caso de él, faltando la comadre á sus deberes conyugales con su compadre, de noche se transformarán los dos culpables en Mboi-tatá, es decir, en grandes pájaros que tienen en vez de cabeza una llama de fuego.

Estos se pelearán toda la noche, echándose chispas y quemándose mutuamente hasta la madrugada, para volver á comenzar á la siguiente, y así per sécula seculorum, aun despues de muertos.

No sé hasta qué punto temerán algunos compadres al Mboi-tatá.


XVI.—La Leyenda del Lobisome.


Dentro de meu peito tenho
Uma dór que me consome;
Ando comprindo ó meu fado
Em trages de lobisomben.


Los versos anteriores, que oí cantar una vez en la provincia de Rio Grande de Sul á un paisano, en un baile, me llamaron fuertemente la atencion, sobre todo la palabra lobisome, cuyo significado traté de averiguar.

Mucha extrañeza causó mi pregunta sobre una cosa tan sabida por allí, y á fuerza de instancias, conseguí se me diera la siguiente explicacion:

El ser lobisome es condicion fatal del séptimo hijo varon seguido, y si es la séptima hija mujer seguida, será en vez bruja.

El lobisome es la metamórfosis que sufre el varon en un animal parecido al perro y al chancho, con grandes orejas que le tapan la cara, y con las que produce un ruido especial. Su color varía en bayo ó negro, segun sea el individuo blanco ó negro.

Todos los Viernes, á las 12 de la noche, que es cuando se produce esta transformacion, sale el lobisome para dirigirse á los estercoleros y gallineros donde come excrementos de toda clase, que constituyen su principal alimento, como tambien las criaturas aun no bautizadas.

En estas correrías sostiene formidables combates con los perros, que, á pesar de su destreza, nunca pueden hacerle nada, pues el lobisome los aterroriza con el ruido producido por sus grandes orejas.

Si alguno de noche encontrase al lobisome y sin conocerlo lo hiriese, inmediatamente cesaría el encanto y recobraría su apariencia de hombre, manifestándole, en medio de las mas vivas protestas, su profunda gratitud por haber hecho desaparecer la fatalidad que pesaba sobre él.

La gratitud del lobisome redimido es, sin embargo, de las mas funestas consecuencias, pues tratará de exterminar, por todos los medios posibles, á su bienhechor. De modo que, lo mejor, cuando se le encuentra, es matarlo sin exponerse á agradecimientos tan desagradecidos.

El individuo que es lobisome, por lo general es delgado, alto, de mal color y enfermo del estómago, pues dicen que, dada su alimentacion, es consiguiente esta afeccion, y todos los sábados tiene que guardar cama forzosamente, como resultado de las aventuras de la noche pasada.

Esta creencia ridícula está tan arraigada entre alguna de esa gente, que no sólo aseguran haberlo visto, sino que tambien, con gran misterio, señalan al individuo sindicado de lobisome, mostrándolo con recelo y haciendo de ese hombre una especie de pária.

He creído haber encontrado, hasta cierto punto, una de las causas de esta leyenda. Me refiero al siguiente caso:

Hallándome en la provincia de Rio Grande, muy cerca de la Colonia Militar Brasilera del Alto Uruguay, alojado de noche, en un rancho, uno de los peones que salió vino al rato todo asustado, diciendo que andaba el lobisome en los alrededores. Deseoso de contemplar esta maravilla, salimos, encontrándonos con un perro bayo, flaco y medio muerto de hambre, que buscaba su alimento donde poco antes había estado el peon.

No pude reprimir una franca carcajada, y volviéndome hácia el peon que ya había reaccionado, le dije: Amigo, el dia en que á los perros se les trate bien y se les dé de comer como es debido, no necesitarán hacer eso, y entónces se acabarán los lobisomes!


PRÁCTICAS FUNERARIAS.

Por demás conocido es ya el velorio de las criaturas, más ó menos igual en todo el territorio de la República, y practicado por la gente de campo, bajo el nombre de velorio del angelito, para que lo describa en este trabajo.

Baste decir, para los que ignoren en qué consiste esto, que es creencia general que las criaturas de corta edad que mueren, como no han podido pecar aún, van derecho al cielo, siendo allí transformadas en ángeles; así, en vez de sufrir mucho por la pérdida del hijo, los padres se consuelan, y con ese motivo dan un baile delante del cadáver, alternado con algunas oraciones.

Estos bailes, siempre muy concurridos, y en donde los asistentes se divierten mucho, son costeados por el padrino de la criatura que ha muerto, lo mismo que el cajon y la cruz que se coloca sobre la sepultura.

En Misiones hay una costumbre muy curiosa. Al año de este velorio, la familia va al cementerio y trae á su casa la cruz, que precaucionalmente se hace de poner y sacar sobre un tronco clavado sobre la tumba.

Esta cruz, junto con todas las flores secas y las cintas de los ramos que adornaban el cadáver el año anterior y religiosamente guardadas desde entónces, son colocadas en una mesa bien adornada y se vuelven á velar.

A esto se llama velorio de la cruz, y con ese motivo hay nuevo baile, costeado otra vez por el padrino.

Como se ve, esta práctica no tiene mas objeto sino el de ser un pretexto ridículo para divertirse.

El velorio de personas mayores es mas sério y en él se eliminan los bailes y chacotas.

En esa region no hay sepultura sin su correspondiente cruz; más aún, si en cualquier parte es asesinado alguno ó cae muerto de alguna afeccion orgánica, ó lo fulmina un rayo, etc., aun cuando no se entierro allí, se coloca también una cruz para memoria del hecho y ese lugar es reputado tan sagrado como el de una tumba.

Todo el que pasa por ellas se descubre, y algunos no dejan de rezar tambien llenos de mística supersticion para el descanso del alma del que fué.

En algunas partes adornan las cruces con trapos blancos que colocan suspendidos de los brazos, como se usa en las iglesias católicas para Semana Santa.

Pero mas original aún es esta otra costumbre usada principalmente en Corrientes, de llevar al pié de las cruces fruta, dulces, chipá, etc. [14] para que el que pase por allí se sirva de ellas con la condicion de que rece á su vez sobre la tumba por el alma del finado; lo que todos tienen buen cuidado de hacer, para que el muerto no se irrite y tome la revancha.

Muy generalizada tambien se halla la costumbre de prender velas sobre las sepulturas.

Todo este respeto supersticioso por los muertos, tratándose de restos de cristianos, se troca en ridículo furor en cuanto se trata de restos de indios que, como son considerados infieles, se rien de ellos, son capaces de romperlos, y aventar sus fragmentos.


SUPERSTICIONES RELATIVAS AL AMOR SEXUAL.

El amor puro, ideal, sólo es un bello adorno de propiedad exclusiva de las personas civilizadas.

A medida que se desciende en la escala humana, y áun en la social, desaparece, para ser suplantado por el amor sexual de carácter eminentemente animal, en el que no se ve más que los dos sexos macho y hembra que se buscan instintivamente impulsados por la necesidad de conservar la especie.

La poesía y las formas exteriores que pueden rodear y ayudar esta aproximacion, ó la conquista de la mujer en todas las tribus y razas, son muy variadas, ya sea que se trate de su legítima y duradera posesion, ya de la simple seduccion transitoria.

En países primitivos, y tan afectos á la leyenda y á lo sobrenatural, como la region que me ocupa, el segundo caso, el de la seduccion, es muy general, dada la vida semi-nómada que llevan sus habitantes, su origen, y la herencia guaraní que pesa sobre ellos todavía.

Asi es que no es extraño que empleen tambien ciertos talismanes, en cuya eficacia tengan una fé ciega, cuando vemos que muchas personas civilizadas los emplean tambien convencidas de su poder.

A mi buen amigo Don Patricio Gamon, quien tantos datos me dió, también de los siguientes le soy deudor y que se refieren principalmente á los paraguayos y guayanás [15].

Talisman para hacerse invisible á voluntad: Un día Viernes, porque ese es el día apropiado para todas estas cosas, hay que matar el pájaro Tingazú [16] (muy raro) y ese mismo dia se lleva á un lugar desde donde no pueda oirse el canto del gallo; allí se cava un pocito y se entierra el desgraciado pájaro, después de haberle agujereado la cabeza y colocado con un poco de tierra tres habillas en los sesos.

Ocho días despues, se va á ver si han brotado las semillas, conduciendo una criatura inocente.

Entonces se saca una de las tres hojas que han nacido y poniéndosela en la boca se le pregunta al muchacho, que ya se ha dejado á una cierta distancia de diez ó doce varas, si lo ve, á lo que contesta que sí; se toma la segunda hoja y se repite la misma operacion con igual resultado; al fin, con la tercera se hace lo mismo, pero esta vez ya el muchacho no lo ve y naturalmente se pone á llorar y á buscarlo.

Viendo que el talisman surte efecto, se saca la hoja de la boca y vuelve á aparecer; el operador guarda entónces la hoja para emplearla cuando la necesite.

Este talismanes muy buscado por los Don Juanes nocturnos, pero, felizmente para la humanidad, nunca lo consiguen, pero puede muy bien servir de pretexto.


Talismanes para el amor: Para ablandar el corazon de alguna mujer inaccesible á las protestas de un galan, es muy eficaz, segun dicen, escribirles el día Viernes, con la séptima pluma del ala izquierda del pájaro Urutáu [17].

Pero no hay nada que surta mas efecto que el llevar en el bolsillo un pequeño envoltorio que contenga una mezcla de sesos y plumas de Caburey [18] junto con vermellon.

Este último talisman es muy usado en Misiones y áun en Corrientes. Hallándome en esta ciudad, un indio Chunupí, con gran misterio sacó de entre un atadito unas plumas de Caburey que me quiso vender diciéndome, para china!! es decir, bueno para chinas y de allí deduje que este artículo debe ser buscado por los Tenorios del bajo pueblo y representa para esos indios un objeto de comercio.

Los indios Cuinguá tienen también la creencia de la eficacia del vermellon, y los peones yerbateros raspan los tarros de pólvora, que generalmente se hallan pintados de color rojo, vendiéndoles el polvo como vermellon, por gallinas, mandioca, &.

Los Cainguá, cuando quieren conseguir alguna india, le muestran el vermellon y la invitan á acompañarlos al monte, diciéndoles que si no lo hacen se llenarán de horribles llagas: ante tal amenaza difícilmente resisten.

A pesar de la creencia que puedan tener en la eficacia de estos talismanes, por mi parte me inclino á creer más bien que sean pretextos para vindicar la inocencia en cualquier caso, y mas de una ha de decir entre llantos, sollozos, y al sufrir reconvenciones, cuando la Naturaleza concluya la obra empezada por el amor: Y qué culpa tengo yo, si tenia payê de vermellon y caburey!?


SUPERSTICIONES DIVERSAS.

Los paraguayos y guayanás tienen varias otras prácticas supersticiosas y usan tambien otros talismanes para diversas cosas, como las siguientes:

Para domar bien y no caerse del caballo: El ginete debe levantarse muy temprano, y cuando sale el lucero, cebar bien un mate y ofrecerlo con buena voluntad á una persona anciana del sexo masculino; luego que lo ha tomado se saca la bombilla y vuelca la yerba, haciendo corcovear el mate porque así corcovea el caballo.

Una vez hecho esto, se saca con el dedo la yerba que no ha caído y que siempre queda pegada al mate, para resfregarse con ella las piernas, montando inmediatamente, seguros de no caerse.

No deja de ser interesante esta comparacion entre el mate y el caballo, y entre la yerba y el ginete.


Para enlazar animales sin errar tiro de lazo: Se debe raspar la punta de una mano de mortero que sea de madera de alecrín, con el cuchillo.

Luego se mezclan las raspaduras con cera bendita y se coloca el todo en un trapito, en el remate del lazo, donde se ata la argolla.


Para no cansarse cuando trabajan con el hacha: Los peones usan mucho llevar, dentro de un canutito de tacuara, un pedacito de piedra imán, á la que dan de cuando en cuando para alimentarla pequeños fragmentos de agujas, creyendo que el imán les da mayor fuerza y resistencia.

Algunos domadores usan tambien la misma piedra en el bolsillo izquierdo del pantalón, creyendo que, al montar el caballo, pasándole esa pierna sobre él, el imán lo domina.


Mal viaje: Muy raros son los troperos de por allí que hacen fuego en un fogón antiguo; todos creen que eso les traerá un mal viaje.

Igual creencia tienen si matan una víbora.


Contra los tigres: Una noche, hallándonos acampados en la costa de un arroyo, mientras hacíamos la cruzada desde el Alto Uruguay al Alto Paraná, por la Picada de Paggi á Piray-Guazú, observé con extrañeza que mi tropero (brasilero) ponía cuatro tizones encendidos en el suelo, en forma de cruz, y orinaba sobre ellos; luego tomó uno por uno y diciendo ciertas palabras que no pude distinguir, tiró uno á cada viento.

Interrogándolo respecto de su curiosa práctica, me respondió que era para que no se nos acercasen los tigres; pues aquel conjuro era muy eficaz.

Otro de los peones que iba con nosotros, brasilero también, llevaba sobre el pecho un tremendo escapulario que, según él, le había salvado la vida, y á propósito me refirió lo siguiente:

Hallábase mi peon (Marquez, así se llamaba) zapecando [19] yerba, cuando sintió que el escapulario le golpeaba tres veces en el pecho; sobresaltado se dió vuelta y vió cerca de él un tigre en actitud de saltarlo.

Asustado, le tiró con un tizon y salió disparando á gritos; sus compañeros acudieron, y dando sobre el rastro con los perros, se internaron en el monte, no sin antes prohibirle á Marquez que los siguiera, pues como se hallaba con escapulario no darían con el tigre; tiene aquel la virtud de ahuyentar las fieras.

Lo sucedido con Marquez es explicable: el tigre, cuando está por saltar á su víctima, produce un ruido cartilaginoso con las orejas, que por allí dicen de castañetas, y naturalmente de un modo instintivo el peon, al oirle, dió vuelta y miró; en cuanto al escapulario, nada tiene de extraño que le hubiera golpeado el pecho, dada la posicion agachada en que se encontraba y el movimiento propio de su trabajo.


Contra las epidemias: Es muy comun, tanto en Misiones como en la Provincia de Río Grande, ver sobre los ranchos y las puertas de los corrales pequeñas cruces de madera, que son colocadas allí como preservativos de las epidemias, tanto en las personas como en los animales.


Trabajar en Viernes Santo: El trabajar en este día se considera un gran pecado, y á propósito de esto sucedió un caso, lo más curioso, que vino á corroborar esta creencia.

Un Viernes Santo, en Tacurú-Pucú, tuvo imprescindible necesidad de salir, aguas abajo, uno de los contratistas de los yerbales, acompañado de un jóven farmacéutico que allí se hallaba de paso.

Para bajar el equipaje en el aparato elevador que se halla en el puerto, se buscaron algunos peones, que se encontraban en los velorios de la cruz que se hacían en los ranchos del pueblo, pasando el tiempo entre copa y copa de caña, según la costumbre de esa gente.

Con dificultad se pudo reunir unos cuantos, y con ellos se procedió al descenso del equipaje, pero naturalmente, como trabajaban de noche y algunos no muy bien de la cabeza, la zorra se deslizó con violencia, no pudiendo sujetarla, mientras el torno de palancas, girando velozmente, empezó á repartir palos á diestra y siniestra, resultando varios heridos y contusos.

La zorra, impulsada por la velocidad inicial, saltó al medio del Rio, perdiéndose el equipaje.

Cuando se supo en Tacurú lo que había pasado, todos exclamaron á una voz: «Eso tenía que suceder! Quién los mete á trabajar en Viernes Santo?!»


La Hormiga de Correccion [20]: Una noche, hallándonos comiendo en una casa de Tacurú-Pucú, sentimos un inusitado tropel de ratones por el techo, y vimos caer unas cucarachas y grillos sobre la mesa; inmediatamente corrió el grito « La Correccion!» « La Correccion!!» y ya todos salimos fuera.

Un inmenso ejército de hormiguitas había invadido la casa por un costado y avanzaba amenazador, sin que nada lo detuviese, recorriéndolo todo.

Los gritos de los ratones se oían más seguidos y continuamente percibíamos el ruido de algún cuerpo que desde el techo caía: cucaracha, grillo, araña, etc.

Aquel bochinche diminuto que debería ser terrible con un micrófono, aumentaba; parecía una ciudad tomada por asalto; las hormigas en masas compactas subían, bajaban, lo registraban todo en su marcha, y ay! del animal que encontrasen por delante! miles se le prendían en las patas, en el cuerpo, en la cabeza, por todo, mordiéndolo con furor.

Aquella avalancha liliputiense era inexorable, limpiaba y seguía limpiando de huéspedes incómodos.

Una hora despues, el ejército abandonaba la plaza conquistada, para empezar por otra su tarea benéfica.

Tuvimos suerte, porque si nos agarra en la cama, hubiéramos debido necesariamente escapar en paños menores.

Allí dicen que si no se mueve mientras que la Correccion pasa por encima de uno, no muerden; pero ¿quién puede resistir impasible aquella cosquilla contínua de miles de hormigas que durante un cuarto de hora se divierten en pasearse por el cuerpo, por la cara, por el pelo etc., sin un movimiento involuntario?

Se necesita tener, no sólo sangre de pato, sino tambien ausencia completa de sensibilidad en la piel.

Muchas personas, cuando encuentran la Hormiga de correccion, la convidan para que pase por sus casas, para que se las limpien, y algunos hasta con versos como estos:

Hormiguitas, hormiguitas,
pasen por casa juntitas
para limpiar los rincones
que están llenos de bichos y ratones.

Y aseguran que la Correccion acepta la invitacion y pronto se aparecen en la casa á prestar sus servicios.

Otros, por el contrario, creyéndolas inútiles y para evitarse el fastidio de tener que saltar de la cama á deshoras de la noche, rodean la casa con ceniza, ó cuando las encuentran, hacen una cruz delante de ellas en el suelo.

Lo cierto es que una vez que se retiran, dejando la casa sin bichos, no se puede cantar victoria, porque los fugitivos, pasado el peligro, vuelven á ocupar sus puestos de costumbre.

Esto mismo le decía á una señora muy partidaria de la Correccion y naturalmente enemiga de los ratones etc., tratando de convencerla de la inutilidad de tanto trastorno; pero ella, no queriendo ceder, me dijo con íntima alegría: «A lo menos convendrá conmigo que, si bien los ratones no se van, reciben entre tanto algunos mordiscones que les han de hacer pagar un poco, aunque sea, el mal que nos hacen.»

Sin querer me acordé de aquella frase de un famoso criminal:

La vengeance est un plaisir des dieux, á lo que habría que agregar: et des femmes.....




ÍNDICE DEL FOLK-LORE MISIONERO.

 Fantasmas del bosque........................................................................................................................................................................................................
132
I.—
 La leyenda de la Caá-yarí (Abuela de la yerba)........................................................................................................................................................................................................
132
II.—
 Caá pora........................................................................................................................................................................................................
134
III.—
 La leyenda del Yasy-yateré........................................................................................................................................................................................................
134
IV.—
 La leyenda del Ahó ahó........................................................................................................................................................................................................
136
V.—
 El Pombero ó Cuarahú yara (Dueño del Sol)........................................................................................................................................................................................................
137
 Piedras con leyenda........................................................................................................................................................................................................
137
VI.—
 La Piedra de Itá-cuá (Cueva de piedra)........................................................................................................................................................................................................
137
VII.—
 El Paredon del Teyú-cuaré (Cueva que fué del Lagarto)........................................................................................................................................................................................................
139
VIII.—
 El Paredon del Suindá-cuá (Cueva de la Lechuza)........................................................................................................................................................................................................
142
IX.—
 Las Piedras de Santo Pí-pó (Manos y pies de santo)........................................................................................................................................................................................................
142
X.—
 La Piedra Itá-guaími (Piedra vieja)........................................................................................................................................................................................................
143
 Lugares con leyendas........................................................................................................................................................................................................
144
XI.—
 El Cerro del monge........................................................................................................................................................................................................
144
XII.—
 La Isla del Diablo........................................................................................................................................................................................................
146
XIII.—
 El Pueblo Emboré........................................................................................................................................................................................................
147
XIV.—
 El Serpenton de Tacurú-pucú........................................................................................................................................................................................................
148
 Metamórfosis........................................................................................................................................................................................................
149
XV.—
 La bendicion, el compadrazgo y la leyenda del Mboi-tatá (Víbora de fuego)........................................................................................................................................................................................................
149
XVI.—
 La leyenda del Lobisome........................................................................................................................................................................................................
151
 Prácticas funerarias........................................................................................................................................................................................................
153
 Supersticiones relativas al amor sexual........................................................................................................................................................................................................
154
 Supersticiones diversas........................................................................................................................................................................................................
156


  1. Véase Paul Sebillot, la Literatura oral en Francia; en L'Homme, Journal Illustré des Sciences Anthropologiques, dirigido por Gabriel de Mortillet, 1884, pág. 75.
  2. Minero: es un término yerbatero, empleado en el Paraguay, que sirve para indicar los peones que van directamente al monte á desgajar las plantas de yerba mate, y á esta operacion se llama: trabajo de mina.
  3. Rairo esotro término yerbatero que sirve para indicar el paquete de hojas de yerba colocadas en una especie de red de cuero, de forma cuadrada y que el minero lleva á la espalda, sujetándola con dos asas debajo de los brazos. Generalmente pesa de 8 á 10 arrobas, ó sea 80 a 100 kilos.
  4. Inútil es decir que el que tiene pacto con la Caá-Yarí, guarda el más profundo secreto.
  5. Los perros, al correr dentro del monte, persiguiendo la caza, suelen á veces pisar un isipó rastrero espinoso, medio oculto entre las otras yerbas, que causa unas heridas muy dolorosas que les hacen lanzar agudos gritos. Tal vez sea esta la explicacion de la garroteadura invisible.
  6. Cap. XXI, pág. 358. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, tomo X, año 1887.
  7. La traduccion de Itá-Cuá (Altar de Piedra) no es literal, sinó convencional en un caso de estos, porque cuá es cueva.
  8. La descripcion de este viaje ha sido publicada en la Revista del Museo La Plata, tomos III, IV y V. Viaje á Misiones Argentinas y Brasileras por el Alto Uruguay.
  9. Suindá en guarany es el nombre de un lechuzon, especie de buho del género Syrnium.
  10. Cuidado con la Ita-guaimi.
  11. Historia da República Jesuítica de Paraguay, trabajo publicado por el Instituto Histórico y Geográfico Brasilero, 1863.
  12. Muchos de estos datos los debo á la amabilidad de mi amigo el Agrimensor Don Juan Queirel.
  13. Para mayores datos sobre esta retirada famosa, puede leerse con provecho la obra del Canónigo Gay, ántes citada.
  14. Pan de almidon, de mandioca de maíz, etc.
  15. Los indios guayanás, de origen guaraní, habitan principalmente sobre el Alto Paraná en una pequeña aldea denominada Villa Asara; puede decirse que ya están incorporados á los paraguayos y muy mezclados con ellos: segun parece, son descendientes de los restos de las reducciones jesuíticas, que allí se refugiaron.
  16. Es el Cuclillo Coccigus cayanus. (Azara, n. 265).
  17. Urutáu (Nyctibius cornutus), es un pájaro de la familia de los Caprimúlgidos, cuyo canto refieren al llanto los poetas.
  18. (Caburey: Glaucidium ferox) es una lechucita llamada tambien Rey de los pajaritos.
  19. Zapecar yerba es un término de los yerbateros brasileros que indica la primera operacion que sufre la hoja después de cortada del árbol y que se reduce á chamuscarla ligeramente sobre un gran fuego que se hace allí cerca.

    En los yerbales paraguayos á esto llámase overear la yerba.

  20. En la obra del Dr. Holmberg, Viaje á Misiones, pAg. 228, se hallan datos interesantes sobre este animal.