Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres/Tomo I/Apuntes para un Folk-lore Argentino (Gaucho)
Despues de publicado el primer trabajo Folk-lórico en esta Revista, he creído deber continuar la obra empezada.
Estos apuntes pertenecen á la region del gaucho, tal cual lo entienden los que han leído las obras de Hidalgo, Ascasubi, Estanislao del Campo, el Martín Fierro de Hernandez, las de Eduardo Gutierrez, etc.; es decir, de aquel en cuyo cuerpo no corre sangre Guaraní, ni Quichua, en una palabra, el gaucho de la Provincia de Buenos Ayres, que hoy la va desalojando poco á poco para poblar la Pampa y los Territorios Nacionales del Sur, y que tiene representantes en las provincias limítrofes con ella, como ser: Entre Ríos, Santa Fé, Córdova, San Luis, etc.
He agrupado, los distintos datos recogidos, en diversas secciones, de las cuales hoy publico las tres que siguen:
Este inofensivo batracio, tan repelente á la vista, con su aspecto chato y pustuloso, que hace irritar los nervios de las personas sensibles, principalmente las señoras y niñas, desempeña un papel importante en la Campaña.
El Sapo, ya sea como remedio, ya como intermediario de la supersticion, es muy empleado por nuestros gauchos, que hacen de él un animal casi sagrado.
Raros son los paisanos que se atreven á matar un sapo, salvo cuando sus prácticas requieren su muerte, considerándolo siempre de gran utilidad.
La zona terapéutica de accion de este animal, no sólo se circumscribe al hombre, sino que se extiende tambien á los animales, siendo uno de los remedios veterinarios más importantes.
Durante mis viajes, he recogido, compulsándolos siempre, muchos datos sobre su empleo, y ellos forman el presente trabajo, que naturalmente está léjos de ser completo.
En la Medicina Popular, el sapo se emplea de diversos modos, segun las varias enfermedades á que se aplica; así, pues:
Para el dolor de cabeza—En algunos puntos de la Provincia de Entre Rios se usa llevar en forma de vincha un cuero del lomo con su parte interna tocando la frente.
Para el dolor de muelas—Los remedios son variados, á saber:
1° Tomar un sapo vivo, agarrarlo con la mano derecha, fuertemente apretado, hasta que abra la boca y luego escupir dentro de ella.
2° Tomar un hueso largo (femur) de un sapo que se halle muerto, limpiarlo y formar con él un escarbadientes que debe usarse á menudo.
Esto se usa tambien como preservativo.
3° Tomar un sapo vivo, agarrarlo, apretándolo fuertemente del lado del lomo, y pasar la barriga del animal en cruz tres veces sobre la cara en la parte hinchada.
4° Matar un sapo, cortándole inmediatamente un pedazo, que se echa al fuego para que se caliente bien; luego se introduce en la boca, mordiéndolo con la muela dolorida mientras se pueda aguantar.
Para la mordedura de víboras—Entre otros remedios usan abrir un sapo vivo en cruz, por el lomo, y aplicarlo en seguida sobre la herida.
Muchos no dudan de la eficacia de este remedio, pues es creencia general que el sapo, cuando puede, se venga de la víbora del siguiente modo:
El sapo, al encontrar uno de estos reptiles dormido, lo rodea de babas completamente y luego se pone á cantar frente á él para que se despierte; pero no pudiendo franquear el círculo misterioso que le ha tendido, la víbora rabiosa se mata á golpes, sacudiéndose contra el suelo.
Para la culebrilla—(Herpes Zona)—Esta enfermedad, que á veces ataca á la gente de campo, caracterizada por vesículas llenas de líquido amarillento que, bajo la forma de media cintura, se manifiestan en el pecho, los hombros, ó el vientre, acompañada de dolor y comezon, creen los paisanos que es debida al paso de una culebra pequeña que deja un rastro venenoso, ya sea sobre la parte afectada ó sobre la ropa de uso interior, que se ha puesto el enfermo antes de estarlo.
A esta enfermedad temen mucho los paisanos, pues dicen que va adquiriendo, á medida que se desarrolla, la forma de la culebrita que la generó, y que, si se juntan la cabeza y la cola, el caso es perdido.
Para evitar esto toman un sapo vivo por el lomo y le pasan la barriga sobre las pústulas en sentido contrario á su marcha.
Durante esta operacion dicen que el desgraciado sapo se pone rojo, grita desesperadamente, se hincha, etc.
Luego lo largan vivo, pero el sapo muere al poco tiempo á causa del veneno de la culebrilla que ha absorvido por la barriga. [1]
Otros usan curar la culebrilla, cuando no tienen sapos á mano, escribiendo con tinta sobre ella, y con letras chicas, las palabras Jesús, María, José.
Para la disenteria—En algunos puntos de Entre Rios usan tomar una disolucion de cáscaras de huevos de sapo, las que préviamente han hecho secar, y luego reducido á polvo.
Los tales huevos no son de sapo sinó de un caracol de agua dulce muy comun, del género Ampullaria, que se presentan como un racimo de color, rosado vivo, adherido á los tallos de las plantas acuáticas; pero los paisanos los atribuyen á los sapos, y de allí la creencia en su eficacia.
Hasta aquí los datos que he recogido del sapo como agente terapéutico, y estas creencias creo que no sean genuinamente Argentinas, porque en España tambien las tienen respecto de este animal, y nuestros paisanos las han recibido seguramente por herencia de los primeros pobladores y conquistadores y áun de los modernos que las traen de allá.
A mí me ha contado con la mayor buena fé un paisano español de la Provincia de Pontevedra (Galicia) que en su pueblo se usa, cuando se tienen verrugas en las manos, refregárselas con la barriga de un sapo vivo, el que se ensarta luego en una caña hasta que muera y se deseque, creyendo que entónces las verrugas desaparecen.
Por ahora no tengo á mi disposicion los magníficos trabajos folk-lóricos que se han llevado á cabo en estos últimos años en España, pero seguramente, consultados, de muchas de nuestras prácticas supersticiosas, &, se debe encontrar el orígen en ellos.
En la Veterinaria campestre, el sapo se usa en varios casos.
Para la renguera—Cuando un caballo se renga de una pata ó se desortija, según el término criollo, entre otros remedios que se usan, figura en algunos puntos tambien el sapo, que abren por la barriga de un tajo y colocan despues sobre la pata, teniendo cuidado de sacarlo al otro día, porque, si no, creen que es tan fuerte su accion que la hace secar.
Para los gusanos—En el campo, cuando no se cuidan los animales lastimados del lomo, etc., en verano principalmente, son atacados por las moscas que depositan sobre la herida sus huevos, que no tardan en convertirse en larvas y comienzan su obra de perforacion.
Muchos y variados son los remedios empleados en la curacion de los animales agusanados, y, entre ellos, no podía naturalmente faltar el sapo.
Su aplicacion es muy sencilla: lo agarran, lo atan de una pata, y vivo se lo cuelgan al animal del pescuezo, dejándolo que ande por donde quiera con él.
Segun muchos, es un santo remedio y cuando se les hace alguna objecion dudando de su eficacia, lo miran á uno con sorna y conmiseracion, como diciendo: ¡Qué ignorante!!
La influencia del sapo es muy variada, así pues los paisanos:
Para extirpar las vinchucas—(Conorhinus infestans, Klug)—de sus ranchos, toman cuatro sapos vivos y los cuelgan de una pata en cada esquina, del lado interno, y allí los dejan.
Para que los jagüeles conserven agua—Siempre les echan sapos vivos y si sale alguno en el balde, cuando extraen agua, lo vuelven á echar, porque dicen que son ellos los que cavan las vertientes.
Para que llueva—En la Provincia de San Luis cuelgan de un árbol ó de un palo cualquiera, al exterior, un sapo vivo, de una pata.
En Entre Ríos, en vez, hacen una cruz de ceniza en el suelo y sobre ella estaquean un sapo vivo con la barriga hacia arriba, clavándolo además con cuatro espinas de naranjo para que haga llover.
Además, es crencia general que, cuando los sapos salen y forman círculos y gritan, es signo de lluvia, pues piden agua.
Estoy seguro de que el sapo tiene muchas más aplicaciones en las creencias, supersticiones, veterinaria y clínica campestre, que he de reunir para publicarlas, como complemento de este pequeño trabajo, fruto principalmente de los ócios del fogon, durante mi último viaje á la Pampa Central.
En nuestra campaña inmensa, y en su mayor parte dedicada á la industria pastoril, el caballo es el brazo derecho del paisano, pues sin él no podría llevar á cabo los variados trabajos de campo, ni franquear, como lo hace constantemente, las grandes distancias que separan un punto de otro.
Así, pues, nuestro hombre de campo tiene un gran cariño y verdadera pasion por los caballos propios, los cuales cuida y trata de curar, cuando se le enferman, con los procedimientos y remedios tradicionales, en general bárbaros casi todos, mezclados con prácticas de supersticion pura, y á los cuales tienen mucha fé.
Los veterinarios rurales generalmente se hallan en casi todos los distritos de campaña, y son, casi siempre, personas de edad. Les atribuyen cualidades curativas superiores, y en algunos puntos pueden tambien ser del sexo femenino; pero casi siempre las curaciones se hacen gratuitamente, y más bien á título de amistad ó de servicio.
Algunos remedios (como se llaman vulgarmente las curaciones) los hace cualquiera, generalmente los mismos dueños de los animales, y son los vulgares, que no necesitan de palabras como ellos dicen.
Las palabras para curar, ó frases misteriosas, sólo las saben y las pronuncian los entendidos, guardan siempre un gran secreto de ellas, y sólo las transmiten á algún otro cuando se hallan muy viejos ó no quieren ya curar más, porque dicen que una vez revelado el secreto, adquiere el otro las propiedades curativas, perdiéndolas el denunciante.
Nunca, por este motivo, he podido recoger ninguna; pero supongo que serán invocaciones á Dios, ó á algún santo, y de carácter religioso simplemente.
Este tema es muy interesante y halagador, y es de desear que sea completado en lo posible, para que más adelante puedan compararse estas costumbres con las de otros pueblos de ginetes, como por ejemplo los árabes, los que deben tenerlas muy parecidas y quizás se encuentren grandes analogías que podrían fácilmente explicarse por la herencia que de ellos tiene nuestro paisano, como reflejo de la que dejaron á los españoles meridionales, que fueron los que, en mayor número, formaron los contingentes coloniales en la época de la conquista.
La cuestion del color del caballo, ó pelo, como dicen nuestros gauchos, es muy semejante á la creencia de los árabes en ese sentido; así, pues, es común oirles decir, hablando del pelo tostado (colorado oscuro):
Tostao, antes muerto que cansao, refiriéndose á la resistencia que tienen los caballos de ese color.
Otra supersticion muy generalizada entre nuestros gauchos, es la siguiente: el que quiera conservar un buen caballo, no debe dejarlo montar nunca por mujer alguna y mucho menos en cierta época, pues creen que, por ese hecho, los caballos se hacen flojos, no sirven para nada más, ó se vuelven totalmente pelados.
Un peon de la provincia de San Luis me refirió este caso: hallándose en un rancho de unos compadres suyos, su comadre le pidió prestado el caballo que montaba, y por el que tenía una gran estimacion, para ir muy cerca de allí.
A este pedido no pudo negarse, y cedióle el caballo sin acordarse en ese momento de la supersticion al respecto; la comadre montó, fué y volvió; al otro dia, á su vez, siguió viaje, y, cuál no sería su asombro cuando, á poco andar, empezó á desconocer su caballo.
Ya no era el mismo; había perdido sus buenas cualidades de resistencia, y varios días despues se le caía el pelo totalmente, hasta que quedó pelado.
Habiendo visto á un viejo que curaba caballos, éste, en cuanto lo observó, le dijo: A este animal lo ha montao una mujer con la luna.
El caballo curó al mucho tiempo, y habiendo averiguado el paisano, resultó que, efectivamente, el día en que su comadre había montado su caballo, se hallaba con esa molestia.
Dada esta coincidencia, aun cuando la verdadera enfermedad del caballo hubiera sido seguramente sarna, el peon ha quedado desde entónces convencido de la sabiduría de esa supersticion.
De estos hechos he oido referir muchísimos, los que no cito para no ser muy largo. Basta con uno como ejemplo.
Los procedimientos curativos son, á su vez, muy interesantes y varían según las diversas enfermedades.
Nubes en los ojos—Muchas veces, en los trabajos á rodeo, apartes de novillos, etc, lanzados los caballos á toda furia bajo la azotaina inclemente del ginete, sucede que éste, en un descuido, les pegue un rebencazo en el ojo, de lo cual puede resultar una nube.
Para evitar ésto, los gauchos acostumbran bajarse del caballo, escupir el rebenque y luego pasar con él, sobre el ojo, en cruz.
Cuando ya se ha producido la nube por cualquier causa, usan varios remedios: uno de ellos consiste en llenar la cuenca que los caballos tienen sobre el ojo con excremento humano.
Pero el más empleado es el siguiente: toman corteza de Sauce jóven (Salix Humboldtiana), la queman, y cuando está carbonizada, la pulverizan; luego la colocan en un cartuchito de papel y la soplan sobre el ojo del caballo, para que, con el parpadeo, el polvo vaya limando la nube, hasta hacerla desaparecer; ó sal, ó semilla de zapallo mascada.
Gusanos—Los animales agusanados ó enmoscados, son curados de varios modos: ya sea colgándoles del pescuezo un sapo vivo, un cráneo de perro, una pata de oveja, un pedazo de cuero sobrante, de lo que llaman garra, con un agujero en el centro, por donde pasan el tiento ó tira de cuero para atarlo, ó un collar de paja trenzada.
Todo se reduce á colgarle cualquier objeto de estos y dejar á los animales en libertad, en la creencia de que tales cosas le hacen caer por sí solos los gusanos.
Muy empleado tambien es el procedimiento de dar vuelta la pisada del animal enmoscado; pero, para esto, es necesario que el que hace el remedio sea práctico en decir las palabras necesarias.
La cuestion se reduce á esto: se hace caminar el animal enfermo; el operador se fija dónde pisa con una de las patas y elige una pisada, le hace con el cuchillo una cruz encima, y luego, con el mismo, corta el pan de tierra y lo da vuelta, poniendo la parte superior hacia abajo; esta operacion va acompañada de ciertas palabras que pronuncia entre dientes.
Me ha sido referido este otro sistema, observado en la provincia de Corrientes: el operador era una mujer que, delante del caballo, tomó una paja con ambas manos, dijo unas palabras misteriosas, y la rompió tirándola violentamente para atrás.
Sumamente asqueroso es este otro remedio empleado en algunos puntos de la Pampa: el animal es enlazado y una vez bien sujeto se le extraen tres gusanos de los mas grandes; el operador los toma, y uno por uno se los coloca en la boca, mordiéndolos, y tirándolos para atrás.
La gran cuestion es no descomponerse del estómago, pues, si esto sucede, el animal no sana.
Todos estos sistemas, á los que tienen gran fé, como se verá, están eminentemente basados en la supersticion, y dejan que la Naturaleza ó el animal mismo obren de por sí en pro de su conservacion.
Indudablemente que las larvas de las moscas, cuando se han desarrollado lo bastante, tienen que abandonar el medio en que se han criado, para transformarse en pupas, á fin de concluir su metamórfosis; más aún: he tenido ocasion de observar varias veces en Entre-Rios que los animales enmoscados buscaban siempre los lugares con barro para revolcarse y cubrirse las heridas agusanadas con él, á fin de que las larvas comprimidas por él, al secarse, ó asfixiadas bajo aquella capa, no continuaran su obra.
Pero los paisanos no ven estas cosas, y siguen creyendo con gran fé en la eficacia de sus remedios supersticiosos.
Mordedura de víbora—Contra este accidente comun en algunos puntos donde existen abundantes reptiles, algunos hacen una trenza de tres, de paja Cortadera, y con ella efectúan una ligadura sobre la parte picada; otros, en cambio, se contentan con colgar en el pescuezo de los animales un collar hecho de paja de vizcachera.
Para evitar la mordedura, algunos acostumbran colgar á los animales de aprecio un collar hecho de una tira de cuero de Venado (Cervus campestris), porque dicen que, como éste es un gran enemigo de la víbora á la que marea con el nauseabundo olor que posee y luego la mata á pisotones, el cuero de este animal, en el que persiste dicho olor, debe forzosamente alejarlas.
Deslomadas—Cuando los paisanos notan que un caballo va aflojando del espinazo, lo que sucede á veces en algunos ensillados muy jóvenes, etc., usan, para evitar que se deslomen, de un tratamiento bárbaro, que seguramente no les dá resultado.
Enlazan el caballo, lo voltean maneándolo de las cuatro patas; en seguida empiezan á castigarlo para que trate de levantarse, lo que no consigue, haciendo esfuerzos desesperados, arqueándose inútilmente; esto es precisamente lo que ellos desean, pues hinchando el lomo, como dicen, se arregla el espinazo.
Despues de un buen rato, y cuando el caballo ya está cansado de tanto ejercicio forzado, lo desmanean y lo largan.
En esto consiste el remedio.
Descogotados— El único remedio que hacen á los animales descogotados es colgarles una garra de cuero fresco en el pescuezo, lo que es de suponerse que casi nunca dá resultados, á pesar de que algunos le tienen mucha fé.
Manquera del encuentro—Esta enfermedad, que sobreviene á los caballos á causa de haber pisado mal durante un galope ó una carrera, y que puede considerarse como una recalcadura, no deja de ser frecuente, inutilizando, por decirlo así, á los nobles brutos, que adquieren de este modo un andar insoportable.
Para un paisano, el que su caballo se manque del encuentro, es una especie de calamidad, y lo siente tanto, que no trepida en agotar todo su bagaje veterinario á fin de salvarlo.
Los remedios son variados y bárbaros: como pronta maniobra, en cuanto se manifiesta la manquera, manean el caballo de las manos, lo corren de atrás, obligándolo así á trabajar con todo el cuerpo y no lo dejan descansar hasta que el pobre paciente sude á causa de los esfuerzos que hace; inmediatamente despues lo bañan.
Otro procedimiento, parecido al anterior, es el siguiente:
Corren al animal estando ellos encima, despues lo manean de las manos, y atando en medio de la manea un maneador largo, cuya extremidad libre pasan por sobre un gajo de árbol, un poste alto etc., lo cuelgan.
El animal colocado de esta manera y apoyado en el suelo sólo por sus patas traseras, hace naturalmente esfuerzos de todo género y concluye por curarse de la manquera, ó empeorarse.
Cuando la manquera es vieja, los procedimientos son diversos: el principal consiste en labrarlos.
Labrar un animal en el encuentro, es, ni más ni menos, que aplicarle un cauterio que varía desde el fierro candente hasta el agua hirviendo.
La quemadura producida es curada con grasa de potro aplicada directamente sobre ella.
Otros, en vez de labrarlos, les aplican un cáustico cuya receta es esta:
- Bicho moro, seco y pisado.
- Jabon pisado.
- Partes iguales, mézclese bien y aplíquese en el encuentro.
Ahora bien, como el Bicho moro es un escarabajo, ni más ni menos que del género Lytta, es fácil prever sus efectos.
Tambien es muy empleado para la manquera el cedal que hacen de cerdas del mismo animal, con sebo y sal mezclados, y que aplican tambien en el encuentro, haciéndolo correr todos los días.
Rengarse de una pata—Desortijarse es el término técnico en veterinaria campestre, con que se designa esta enfermedad; como en la manquera del encuentro, los remedios son variados.
El más comun es sacar unas cerdas de la cola del caballo enfermo y con ellas atar bien fuerte la pata contraria, más arriba del nudo, á fin de que, no pudiendo pisar con ella, pues le hace doler, el animal tenga forzosamente que pisar con la enferma y así, trabajando, dicen que se compone.
Otros, en lugar de cerda para atar, prefieren hacer la ligadura con una trenza hecha del género de una enagua de mujer.
Tambien acostumbran, en vez de hacer el remedio anterior, aplicar sobre la parte renga un sapo abierto por la barriga, al que dejan sólo una noche, porque creen que la fuerza de este remedio es tan grande que, si queda un poco más, hace secar la pata.
Vejigas en las patas—Para extirpar las vejigas de las patas, el remedio más general es pasar por ellas una aguja con una cerda, dejándole esta última á modo de cedal.
Otros las extirpan á cuchillo, luego cauterizan, en seguida aplican grasa de potro caliente, y, envolviendo la pata con lana, la hacen pisar sobre una bosta de vaca hecha brasa.
En vez de esta operacion, acostumbran tambien untar la pata avejigada con grasa de zorrino (Mephitis suffocans) envolviéndola despues con un trapo negro de lana.
Pero el remedio más curioso es el atar en la pata avejigada un cuero de zorrino cazado de noche y desollado vivo; como se vé, en esto entra tambien la supersticion.
Enfermedades del bazo—Si se trata de un hormiguero, como llaman allí á un foco purulento cualquiera en esa parte, lo limpian bien, luego lo cauterizan con un clavo enrojecido y rellenan finalmente, con sebo, el agujero; si en vez de hormiguero es el mal de bazo, lo tratan con salmuera, punzándolo en su parte superior ó frotándolo con excremento humano solamente.
Moquillo—El moquillo creo sea una forma de catarro que ataca á los caballos en ciertas épocas.
Varios son los remedios que emplean los paisanos para curarlo, amen de una consabida dósis de salmuera por la boca, que es imprescindible para ellos en todas las enfermedades internas.
Como en Medicina suele haber varias escuelas para el tratamiento de ciertas enfermedades, así tambien para el moquillo hay dos, que tienen, cada cual, sus partidarios.
Una, es la del zahumerio, y los adeptos de ésta lo aplican en las narices para hacerles respirar el humo de un trapo quemado, que sea de hombre, ya un atado de lana negra con una brasa en el centro (San Luis), ó ya con una bayeta colorada, segun los puntos.
La otra escuela pretende hacerles reventar el moquillo obligando á los pobres animales á hacer grandes esfuerzos, por ejemplo, darles un gran galope hasta que suden copiosamente y luego ahorcarlos con un lazo, ó con un bozal todo lo suficiente para que no mueran; así el animal, haciendo esfuerzos de asfixiado, concluye por reventar el moquillo.
Otros, á su vez, atan el animal de la cola, bien asegurado á un poste, y luego lo tiran del bozal en sentido contrario, con el mismo objeto que el anterior.
Mal de orina—Este es el nombre que dan los paisanos á la retencion de orina que suelen sufrir los caballos en alguna galopeadura violenta, ó por cualquier otra causa. Y es bastante comun.
Los métodos curativos son tambien variados. Unos cortan los pelos de las ranillas de una mano y una pata alternas, luego le dan tres puñetazos en el hijar y los sangran en el paladar.
Otros les dan un buen galope y luego se bajan del caballo y producen con la boca el sonido característico de expeler gases intestinales.
Otros hacen lo mismo y al llegar á su casa le colocan ají en el pene.
Tambien acostumbran atarle bien fuerte, con cerdas, el tronco de la cola, con dos vueltas, y luego dejan al animal á soga larga, sin darle agua ni qué comer hasta que orine.
Parecido al anterior es el dejarlos á soga larga en un corral de ovejas, porque dicen que el olor amoniacal que despiden los excrementos del suelo los hace orinar.
Además usan tambien el pasar las orejas con una aguja con hilo y dejar este último atado allí, ó el hacerle oler un trapo de camisa masculina (falda).
En donde entra la supersticion es en el siguiente: dan un gran galope al caballo y luego le pasan por la barriga, en cruz, tres veces, el talero, ó una mano de mortero; otros, en vez de pasarlo en cruz, lo tiran simplemente al otro lado, tres veces, por debajo del animal que está de pié, esto es, lo tiran así de un lado á otro, pasan á éste y repiten.
Otros remedios son:
Rayar las orejas del lado de adentro con la punta del lomo del cuchillo, ó batirle las berijas con ortiga; zahumarlos con lana negra, ó hacerles oler un lienzo súcio de cocina.
Como se vé, la clínica de esta enfermedad es muy variada y curiosa; sólo tiene un inconveniente y es que á los pacientes no han de agradar mucho estos tratamientos.
Mal de chucho—Esta enfermedad que presenta como síntoma principal aquel cuyo nombre encabeza este párrafo, ataca principalmente á los caballos en las sierras de San Luis, y el remedio que emplean para ella es ponerles un pedazo de tabaco negro en la coscoja del freno.
Tambien usan el ahumarlos con un trapo y rajarles las orejas; pero el remedio principal es el primero.
Empacho—Suele ser á veces frecuente en los terneros de las tamberas y es debido á que los animales, muertos de hambre, comen y tragan muchas cosas en vez de la leche de las madres que sus dueños extraen; así es que, cuando diagnostican esta enfermedad, que bien puede ser cualquier otra, la curan introduciéndoles en el ano un pedazo de vela de sebo á modo de candelilla.
Mataduras—¿Quién no conoce las mataduras, á veces horribles, que muestran los pobres mancarrones que se hallan en manos inhumanas y cuyos dueños poco cuidado tienen de vigilar por su conservacion?
Muchos remedios se emplean para hacerlas desaparecer; pero los mas usuales son: aplicaciones de grasa de puchero mezclada con tizne de olla.
En Verano, rociarlas con agua de jabon, y, en Invierno, con grasa de potro, pero, sobre todo, las curan con orines humanos descompuestos.
Conservacion de la cola—Hay algunos paisanos muy curiosos y que gustan de que sus caballos luzcan una cola larga y tupida, á la inversa de la moda de las ciudades que dejan á los pobres animales rabones, privándoles de ese espanta-moscas que la Naturaleza tan generosamente ha sabido proporcionar á un animal de cuero tan fino y sensible.
Para lograr su objeto, la bañan frecuentemente con grasa de potro.
Animal cansado—Para aprovechar la carne de un animal vacuno, cansado, de esos tan difíciles de agarrar, emplean el siguiente procedimiento altamente salvaje y bárbaro: cuando se halla volteada la res, antes ó despues de degollarla, le cortan la punta de la lengua, el tronco de la cola, y le rajan las cuatro pezuñas, con el cuchillo, para que se desangre por allí: así, según ellos, la carne queda buena para ser comida y no hace daño.
El gaucho, como todo campesino, es en general supersticioso; tanto más, cuanto más lejos se halla de los centros poblados y vida aislada lleva.
Su bagaje de supersticiones es siempre abundante: en los dos títulos anteriores sobre el sapo y la veterinaria campestre, se ha podido ver ya en cuanto hace entrar lo sobrenatural en las diversas prácticas y manipulaciones descritas.
El paisano, obligado por la Naturaleza á ser muy observador, todo lo vé, lo mira, lo escudriña, y dotado de una gran memoria, vá archivando los hechos que poco á poco trata de correlacionar, cuando las circumstancias se lo exigen; pero como no siempre puede darse una explicacion satisfactoria y natural de un suceso, etc., inmediatamente hace intervenir lo sobrenatural, víctima de su rica imaginacion, la que á su vez lleva consigo la herencia supersticiosa de todos los elementos étnicos que la componen.
Y así persisten las supersticiones, aumentando su número continuamente, cada vez que un nuevo hecho se produce.
Como todos los temas que ofrece el estudio del Folk Lore, este tambien es muy interesante y presenta fases múltiples y asuntos diversos que hay que coleccionar poco á poco, clasificándolos metódicamente, para que mas adelante pueda reunirse todo el material disperso, á fin de hacer un trabajo completo.
Signos de lluvia—Indudablemente que, para el habitante de la campaña, la cuestion agua es de una importancia absoluta y primordial, de modo que siempre están esperando ese maná líquido, que es la fuente de vida de toda la Naturaleza.
¡Cuántas angustias! ¡Cuántos sinsabores! y ¡cuántos malos ratos han hecho pasar las épocas de seca á la gente del campo!
Qué es lo que no hubieran dado en ciertos momentos por un buen chaparron?
Y en medio de esa vida de espera desesperante, cuántas observaciones, cuántas miradas al cielo, y cuántas conversaciones sobre el tema de la lluvia se hacen en sus casas, en las pulperías, por todas partes!
Un día llega un paisano á cualquier punto, y despues de apearse del caballo, sin poder contener su júbilo, dice: va á llover pronto, acabo de ver en tal parte donde sabe estar una punta de vacas asi y asi al toro de tal pelo de esa cuadrilla que se revolcaba como caballo. Entonces no es extraño que algún otro tercie en la conversacion diciendo que tambien ha visto en su casa al perro tal [2] que estaba durmiendo patas pa arriba y es natural que pedía agua.
Otros, seguramente, no dejarán de haber visto, á su vez, quien á los potrillos retozando y tirando patadas en la loma tal ó cual y quien á los corderos tambien retozando cortados en tropillas por los caminosoo, ó si nó no faltará quien haya oido al chajá emitiendo un grito especial á las doce del dia, ó á esa misma hora haya visto al Pasa-calle (que es una especie de becasina) cerca de algun zanjon.
En el parrágrafo del Sapo ya se habrán visto las herejías que hacen algunos con ese pobre animal para que haga llover.
Otro signo, al que dán gran importancia los paisanos, como de lluvia segura, es este: Cuando cantan mucho las perdices y el sol se entra entre nubes.
Al canto de las perdices le tienen mucha fé, tanto es así que hasta refranes en verso existen, como estos, que debo á la amabilidad del señor D. Demetrio Correa Morales, quien me ha dado muchos datos interesantes para este trabajo y otros.
Cuando la perdiz canta
ñublado viene,
no hay mejor señal de agua
que cuando llueve.
Cuando la perdiz canta
y el sol se ñubla
dicen las puebleritas
«agua segura».
Tambien hay que agregar, á los refranes que se refieren á la lluvia, estos dos más, en los que no interviene el canto de la perdiz:
Norte claro y sur oscuro
aguacero seguro.
Cielo empedrado
suelo mojado.
Signos de visita—En medio de esa vida aislada que pasa la gente del campo, no es muy frecuente el recibir una visita.
A veces, separados los ranchos, unos de otros, por distancias considerables, las familias muy poco salen, y pasan su vida ocupadas en las faenas propias del hogar, las que, en su mayor parte, requieren su presencia alrededor del fogon de la cocina, pues ellas se reducen principalmente á cocinar y cebar mate.
Si en el rancho hay muchachas, entónces cambia de especie; los gauchos jóvenes, atraídos por el eterno femenino, no trepidarán en galoparse sendas leguas para visitarlas con buenas ó malas intenciones; pero de cualquier modo ellas tendrán nóvio y la visita de un nóvio siempre es esperada con ansiedad é interés, ya sea en la Pampa, como en el centro de Africa; pero como ellos tienen tambien sus ocupaciones y quehaceres, no siempre pueden ser puntuales en sus visitas y de allí la necesidad de signos característicos que predigan el dia feliz en que el ser amado no trepide en hacer sudar al noble bruto en sus largos galopes amorosos.
Si no hay muchachas en el rancho, no por eso se dejan de tener en cuenta dichos signos, y hombres y mujeres, al observarlos, exclamarán: ¿quién vendrá?
Y esta pregunta se harán en cuanto pase un Teru-teru gritando sobre el rancho; cuando vean al gato que se lava la cara; cuando el gallo de la casa se pare en la puerta y se le antoje cantar, ó cuando al prender el cigarrillo en las brasas una de estas quede pegada á él, ó al cebar mate quede otra adherida al fondo de la caldera.
Cuantos latidos acelerados de corazones femeninos campestres no producirán todavía estos inocentes signos de visita!
Signos de desgracia—¿Quién diría que los que tienen el odioso papel de anunciar las malas noticias son nada menos que las aves mas serviciales que el hombre cria: las gallinas?
Un mal papel les adjudican los paisanos, no contentos con comerse sus huevos, ni de sacrificarlas constantemente en aras de su nunca desmentido buen apetito.
Pero la supersticion así lo ha querido, y cuando la gallina canta como gallo, ó el gallo canta entre las 8 y 10 de la noche, siendo sus cantos impares, ó antes de entrarse el sol tres veces canta, una nube pasa por la frente del paisano, y, con suprema angustia, reprimida por el fatalismo tan comun en él, se pregunta con inquietud, vislumbrando una desgracia: ¿Qué sucederá?
El Basilisco—Este ser fantástico puede decirse que es compañero del otro, tambien fantástico, La Culebrilla. Los paisanos, sobre todo las mujeres, le temen mucho, puesto que creen que es la causa de muchos males, sobre todo del daño.
El orígen de la supersticion del Basilisco es evidentemente europeo; pero en la Campaña se ha cambiado mucho en cuanto á sus efectos y modo de aparecer.
Las gallinas viejas, algunas espolonadas ya, son las sindicadas de poner los huevos de los cuales nace este terrible animal.
Los huevos de Basilisco son los que se llaman vulgarmente hueros, es decir, sin yema, y cuando sospechan de alguno, lo entierran profundamente, apisonando la tierra á intérvalos y haciendo sobre ella una cruz con un palito ó cuchillo.
Si en alguna nidada encuentran por casualidad un huevo vacío, creen que de allí ha salido el Basilisco, y se lanzan á buscarlo; excusado es decir que cualquiera larva ú otro pequeño animal, que encuentren por las inmediaciones, y que no conozcan, es inmediatamente arrojado al fuego sin más trámite.
El Basilisco, según los paisanos, tiene la forma de una pequeña viborita que posee un solo ojo en la frente, con el que mira á las personas, dañándolas con su mirada.
Una vez salido del huevo este animal, trata de entrar en el rancho, escondiéndose en las paredes ó techo, y desde allí ejerce su accion maléfica.
Este animal fantástico, tal cual lo forja la imaginacion campestre, tiene, cosa muy curiosa, un símil, en la Naturaleza, completamente inofensivo, y es la larva de una mariposa crepuscular (Sphingidae) Phillampelus Labruscae, llamada vulgarmente bicho de parra, la que posee en la parte supero-posterior del cuerpo, un disco dibujado en la piel con todo el aspecto de un ojo, y esta, creo, haya sido, en parte, causante de la figura de víbora que le achacan al Basilisco nuestros paisanos, puesto que, en Europa, se le dá la forma de una lagartija.
Como anteriormente dije, el Basilisco causa principalmente el daño. Esta enfermedad, bastante comun entre las mujeres, relativamente, no es sino una forma de histeria, á veces complicada con epilepsia.
Los síntomas son por demás conocidos y se hallan en los libros que tratan de la materia para que los describa aquí; sólo diré el procedimiento que emplean para curarse del daño causado por el famoso Basilisco.
La enferma, una vez que le ha sido diagnosticada por alguna comadre, ó médica rural, la enfermedad, manda comprar, si no tiene, un espejo, con el cual se coloca dando la espalda á la nidada, de donde suponen haya salido el Basilisco, y se queda un par de horas diarias mirándola por el espejo. Este tratamiento lo continúa por espacio de muchos días, hasta que sane.
La razon de mirar la nidada por el espejo es la de romper la presion de la probable mirada del Basilisco, que puede que esté aún escondido allí.
He dicho antes que se curan, y es un hecho en muchos casos, puesto que las dos horas diarias de mirar al espejo, proporcionan á la paciente, sin apercibirse, una sesion de auto-hipnotismo que le es de mucha utilidad, y si á ésto se agrega la fé que tienen en el remedio, dará una suma de factores de curacion bastante importante.
Luz mala—Todo el mundo conoce los fuegos fátuos y su orígen: pues á éstos los paisanos llaman luces malas ó mejor luz mala.
El gaucho más valiente no pasará cerca de una de estas luces que, en ciertas noches, se elevan en algun punto, sin sentir un terror supersticioso que le hará sacar el sombrero y rezar por el alma del finado, que supone se halle por allí enterrado; ésto lo hará siempre, sin darse cuenta de que ese fuego fátuo puede proceder de algún caballo muerto ó de cualquier sustancia orgánica en descomposicion.
Segun ellos, la luz mala procede de un alma que se halla en pena por cualquier motivo, y dicen que, rezando por ella, la luz no los sigue, que es precisamente á lo que tienen miedo.
Si por allí se halla una tumba, entónces dicen que el difunto quiere que se lleven sus huesos á lugar sagrado, esto es, á un cementerio.
La fantasía de la gente de campo ha creado un sinnúmero de cuentos á propósito de la luz mala, cuentos que se refieren alrededor del fogon, generalmente de noche, mientras el mate rueda de mano en mano y los párpados se van poco á poco cerrando por la necesidad de reposo que tienen despues de todo un día de rudas tareas.
Esas historias tétricas y lúgubres, dichas allí, miéntras la llama sustituye á intervalos con su claridad á la luz mortecina de las brasas que sólo alumbran el círculo central de oyentes, es algo que se impregna en la humanidad individual, haciéndole parar los pelos y correr escalofríos por la espina dorsal, cada vez que un nuevo episodio es relatado.
Luego, cada uno de ellos, cuando en sus andanzas se encuentre con un fuego fátuo, recordará todo aquello; las células cerebrales que fueron tan fuertemente impresionadas otrora, volverán á funcionar, haciéndole desfilar, de un modo rápido, el recuerdo de aquellas noches, y entónces, espantado, sintiendo la piel de gallina por todo el cuerpo, se sacará trémulo el sombrero, y recogiéndose todo en sí mismo, miéntras sus labios balbucean una plegaria, mirará con los ojos azorados la luz mala.
- ↑ Indio
- ↑ Los paisanos, al hablar de un animal, nunca dejan de dar sus señales particulares y sobre todo el color del pelo que tienen. Lo mismo sucede al tratarse de un lugar cualquiera, ya sea loma, zanjon, monte, laguna, etc., siempre han de decir donde está, relacionando su posicion con otros puntos, por ejemplo: el zanjon que se halla á la derecha de la loma tal pasando por donde hay dos árboles.