Revista de la semana del No. 7, 1869


El Museo Universal (1869)
Revista de la semana del No. 7, 1869
de Nicolás Díaz de Benjumea
REVISTA DE LA SEMANA.


E

I

gran acontecimiento de la semana, es la ansiada apcrlura délas Cortes constituyentes , cuya reunion solemne, forma un nuevo y, sin duda, él más importante período de la revolución gloriosa de Setiembre. La Providencia, corno si se regocijase con este espectáculo , parecía haber vestido de gala á la naturaleza y dado á la bóveda celeste su mas vivo, brillante y diáfano colorido para solemnizar un acto que no se borrará jamás de la memoria de los hijos de la hasta aquí infortunada España. Los ingleses tienen la preocupación de que siempre que sale su graciosísima Victoria á algún ceremonial ó función pública, las nieblas le hacen el obsequio de. retirarse para dar paso al sol, y siguiendo este ejemplo de una nación civilizada, bien podría creerse que los elementos se han mostrado por demás obsequiosos, con el pueblo-rey español; puesto que desde los primeros dias de la revolución se viene observando otra revolución en nuestro clima como si quisiese cooperar por su parte á la prosperidad, contento y riqueza de los españoles; como sí le sonriese el triunfo de las libertades patrias.

Con esta natural decoración y magnifico aparato mezclado con el contento y animación de la muchedumbre, con la belleza de las damas españolas capaz de resistir el examen mas rigoroso de la brillantez deslumbradora del sol del mediodía; adornados los balcones de la carrera con vistosas colgaduras, cuajadas las calles de uniformes de soldados y voluntarios y al son animado de patrióticos himnos, hizo su salida la comitiva, según el ceremonial establecido de antemano; y recibida en el pórtico del Palacio del Congreso por la comisión de diputados mimbrada al efecto, penetró en el gran salón de sesiones, donde, por primera vez, España libre veíase representada por elegidos de todo el pueblo para consagrar sus derechos en el santuario de las leyes, y donde, leido el discurso de apertura, resonó un viva entusiasta á la soberanía nacional, hubiera el cielo que nuestra atmósfera política de libertades se presente despejada y brillante en el porvenir, y que los diputados satisfagan y realicen las esperanzas concebidas por todos los buenos españoles que anhelan la regeneración completa de nuestra patria.

La grandeza del espectáculo mas bien se realzó que disminuyó por el incidente desagradable que produjo repentina alarma entre los espectadores que llenaban la Carrera de San Gerónimo. Era menester que un grano de insensatez y un toque de flaqueza y miseria humana, viniese á ser en la solemnidad del jueves como el punto de commensuracion de su magestad y grandeza, no fuera que tanta discreción y orden nos hiciese aparecer semi-dioses mas que mortales. Nuestros lectores aceptarán este modo de considerar el caso, siquiera pueda decirse de él, que si non é vero, por lo menos deja bien puesto nuestro orgullo.

Haciendo ahora una excursión por esos mundos, con propósito de regresar en breve á la región doméstica, se nos antoja pequeño y desprovisto de interés todo lo que pasa por Europa; y verdaderamente, sin dejar de ser modestos, bien podemos decir, que en el teatro político, hoy por hoy, somos las primeras figuras y tenemos el privilegio de llamar la atención de todas las naciones.

A pesar de las noticias contradictorias que han corrido sobre la solución de las diferencias entre Grecia y Turquía, el espíritu pacífico viene á triunfar al cabo dé los ímpetus belicosos. Vista la actitud de las grandes potencias y la situación actual de Creta, los griegos no tienen otro recurso sino el de abstenerse de inquietar á los turcos, puesto que cualquier nuevo conflicto que provocasen les haria responsables de haber turbado el quietismo que todavia es el bello ideal de los potentados y diplomáticos de Europa. Sobre todo, a ninguno le hace mucha gracia emprender ni ser testigo de una guerra en Oriente. Todos están armados cap a pied, y puestas las puntas de sus lanzas sobre las viseras de sus vecinos, y no es cosa de que por una niñería vayan á hincárselas por las bocas. Los señores turcos y griegos deben, pues, ocuparse en hacer reformas en sus respectivas casas, que harta necesidad tienen de ellas, y dejarse de andar buscando pan de trastrigo.

Francia vuelve á sentir los efectos de su sistema de colonización en Alger. Tribus algerinas se han sublevado, y las tropas francesas están ocupadas en la persecución de los insurrectos, de quienos darán buena cuenta sin duda alguna; pero cuyo suceso no deja de extrañar á cuantos observan el interés con que el emperador ha mirado estas regiones y los beneficios que en ellas ha procurado introducir. Treinta años há que los franceses invadieron la Algeria por vez primera, y desde la osada guerra suscitada por los Deys de Alger, Oran y Constantina, que, trayendo á la memoria dos grandes hechos de sus abuelos, tentaron resistir á los invasores, apenas ha habido paz en el transcurso de diez y siete años, que cerró la prisión de Abd-el-Kader, siguiendo después no pocas insurrecciones y guerras fronterizas, hasta la importante sublevación de las tribus en 1804. La Algeria, se dice, es para la Francia una escuela militar y una válvula de seguridad para el escape de su entusiasmo bélico; pero la verdad es, que al par de esto, los franceses han tratado de probar en ella su sistema de colonización, que consiste en hacer, de súbito, de las colonias, una parte de la metrópoli. Allí han hecho carreteras, caminos de hierro, canales de riego, establecido líneas de vapores, gastado un tesoro y hecho mil maravillas; todo de pronto, caminando á saltos; pero está visto que lo que mas aborrecen los pueblos salvajes es la organización, y que el civilizar una raza no es obra de pocos anos.

Otro importante hombre de Estado acaba de perder la Francia en la persona del marqués de Moustier, últimamente miembro del ministerio, quien después de una enfermedad que ha ofrecido varias peripecias, bajó al sepulcro á la edad, todavía media, de cincuenta y cuatro años. Fue este diplomático hijo de familia protestante, y se educó en esa fe, destinado para la carrera de los negocios públicos desde edad temprana. En 1849 fue diputado á la Asamblea legislativa y nombrado embajador en Berlín en 1853. Sucesivamente lo fue en Viena y en Constantinopla hasta 1866 en que se le confió la cartera de Estado por renuncia de Drouyn de Lhuys. Dícese que dimitió su cargo por causa de enfermedad, pero otros creen que enfermó de resultas de la separación de su cargo. De todos modos, la Francia ha perdido un consejero hábil y experimentado.

Desgraciadamente, y contra lo que se esperaba, la situación de nuestras antillas, vuelve á presentarse por extremo alarmante y desconsoladora, reduciéndose todo á una penosa incertidumbre que es el peor de todos los majes. La agitación es general. Los hombres, de distintas clases y condiciones toman las armas y salen al campo á arrostrar toda suerte de peligros.

En la Habana, y en el resto de la Isla, todos están armados, tomando parte en los encuentros con la tropa las gentes de color, las mujeres y hasta los niños. Dios quiera poner liento en los gobernantes en momentos tan supremos, y concederles la discreción para subsanar los males que no supieron impedir.

Y ya que de nuestras antillas hablamos, mencionaremos que la prensa extranjera se ha ocupado mucho en estos días en el asunto de abolición de la esclavitud que se dice será consignada en la nueva constitución española, y con este motivo se da mil plácemes y enhorabuenas, ponderando la rapidez con que ha ganado terreno la causa de la humanidad. Dos años apenas hace que la institución de la esclavitud de los negros parecía todo-poderosa é inquebrantable. Los plantadores que enriquecían con el tráfico de negros, no soñaban ni aun siquiera en la limitación de su órden de industria; antes se disponían á extender su sistema en todas las regiones tropicales del continente americano, desaliando á la opinión pública del orbe entero. Sus esperanzas se han desvanecido, y la esclavitud va á desaparecer allí donde parecía que se atrincheraba. El Brasil ha abolido el tráfico de esclavos extranjeros, y solo Portugal quedará entre las naciones civilizadas, que le practiquen todavía en la costa de Africa. Esperemos, pues, que esta nación seguirá el buen ejemplo y quede solo relegad:! la servidumbre del hombre á aquellos pueblos salvajes que hollando la dignidad de sus hermanos, huellan y prostituyen su propia dignidad.

El Carnaval ha comenzado y concluido con un tiempo tan hermoso, que pedirle mas fuera tentar á Dios, como vulgarmente se dice.Los madrileños, sin embargo, no respondieron como muchos esperaban á esta muda é insinuante escitacion de la naturaleza. En resumidas cuentas, el tiempo hizo todo el gasto, y se le ha visto caloroso, mientras que la carátula anduvo asaz de fiambre, y la farándula apocada y cari-acontecida. Esta es nuestra opinión, por mas que muchos digan que el primer Carnaval revolucionario ha sido brillante y animado. Cierto es, que se vieron vistosos trajes en el Prado, y encapirotados cocheros y disfrazadas señoras de la nobleza; pero la libertad no es la atmósfera en que se desarrolla y fomenta el deseo de los antifaces y capuces, que son como una necesidad en tiempos de opresión y servilismo. La máscara, en este año de gracia y de revolución, ha sido como un cuerpo sin alma, como un tributo pagado á la costumbre y á la tradición; pero en medio de esto, parecía que cada enmascarado se decía para su cucurucho: ¿Cui bono? Si la Providencia quiere que continuemos libres por mucho tiempo, sin necesidad de prohibición, se irá acabando este espectáculo nacido en épocas de esclavitud, y poco á poco irá comprendiendo el pueblo que no hay para qué taparse la cara. Lo que sí hemos observado en este año es que el indujo traspirenáico, no contento con penetrar en todas nuestras esferas, ha invadido la mascaril, quitando la originalidad de invención en que siempre fuimos notables los españolas. Ha habido mucho trage de Pierrot, que dicho sea de paso, no asienta ni cuadra con la gravedad española. A cada cual lo suyo.

Mientras los enmascarados se solazaban el miércoles de ceniza, celebrábase en el paraninfo de la Universidad central una de esas reuniones que honran á los pueblos cultos, y cuyo valor realza en mucho el espíritu de la revolución que hemos llevado á cabo Aludimos á la asociación que , con el título de los Amigos de los pobres, se ha formado en esta capital, y que está destinada asi por el carácter que reviste, puramente humanitario, extra-oficial, y ageno del todo á la política, como por las dignas personas que se hallan al frente componiendo la junta directiva, á prestar necesariamente inmensos beneficios. Grande aplauso merece que se haga uso de la libertad de asociación para algo más práctico, positivo y beneficioso que las arengas y discusiones políticas, y en verdad que no puede serlo más el objeto de esta sociedad, proponiéndose llevar socorros y consuelos á personas y familias necesitadas, y emplear toda clase de medios con el fin de emancipar á los pobres de la miseria y de su triste cortejo de consecuencias fatales y degradantes. A nadie podía ocultarse que no era propio de una capital civiliza la el aspecto que venían presentando desde hace tiempo las calles de Madrid donde hormiguean los mendigos, los estropeados, y aun las personas al parecer, decentes, y con sus cuatro remos completos y en buen estado para ejercicio. Con la asociación, que esperamos hallará apoyo y protección en todos los vecinos de Madrid, no sólo se remediará la desgracia que llora oculta y vergonzosa; sino que extendiéndose y desarrollándose en varios institutos privados de beneficencia, podránse limpiar las calles de mendigos, dar asilo á ciegos y tullidos, costear lo necesario para conducir á sus pueblos á los forasteros que hacen profesión de la mendicidad buscando los grandes centros de población; y proveer á los que la estrecheza accidental obliga á demandar por las calles, faltos de todo recurso y protección de parte de la sociedad. La beneficencia ejercida por impulsos de sentimiento y amor á los desvalidos siempre produjo efectos maravillosos, á que no podrán llegar nunca todos los tesoros de la beneficencia oficial. Nos felicitamos, pues, por este primero y firme paso, y enviamos á los iniciadores y ejecutores del pensamiento nuestra adhesión y enhorabuena, porque estos son verdaderos frutos de libertad y de progreso en la civilización.


Nicolás Díaz Benjuuea. -