Revista de la semana del No. 1, 1869

El Museo Universal (1869)
Revista de la semana del No. 1, 1869
de Nicolás Díaz de Benjumea
REVISTA DE LA SEMANA.

P

arece natural,

que, entrando nuestra publicación en el decimotercio año de su existencia, edad ya algo respetable para un periódico en los tiempos que corremos de estrañas vicisitudes, nos felicitemos de verle proseguir su marcha y sostener su genio y su figura entre los vaivenes continuos que ha sufrido nuestra patria. El Museo Universal, caso de ser llamado á juicio de residencia de su pasada vida, creemos que pudiera presentarse un tanto ufano y confiado en la absolución del juez severo de la opinión pública; porque espondria, si a faltar á la modestia, que tan bien sienta en un periódico ilustrado, el cómo procuró satisfacer en la prensa española una de las necesidades imperiosas de todo pueblo civilizado, cual es la de ofrecer á las familias un medio de asistir, desde el pacífico retiro del hogar doméstico, á todas las escenas que tienen lugar en el gran teatro del mundo, poniendo ante sus ojos actores y sucesos con toda fidelidad, por medio del buril y de la pluma; el cómo, por una inclinación natural y patriótica, les dió a conocer con preferencia las cosas y los hombres de nuestro privilegiado suelo; empleando, para conseguir lo, ingenios y artistas españoles de los mas distinguidos y afamados, y finalmente, la fortuna que tuvo de contar siempre con excelentes directores y egecutores de su intención plausible y de sus buenos deseos, de tal manera, que si en alguna pequeña falta, (disculpable en las humanas cosas, de las que dijo el sabio, que llegar á la perfección es gran quimera), hubiese involuntariamente incurrido, puede hacer su apología con repetir lo que de un famoso monarca dicen sus parciales y defensores:

«No fue él; fue su siglo quien lo hizo.»

En resumidas cuentas, El Museo Universal, ha hecho lo posible para procurar honesto recreo, instrucción, variedad y conocimientos útiles á los suscritores, y no encuentra motivo alguno para separarse de la buena senda de su infancia, ahora que va entrando en años y sabe por experiencia que no hay como cumplir fielmente los deberes para captarse la estimación y merecer el aprecio de los hombres. En su consecuencia, se dispone en el año nuevo á continuar su tarea digna y laboriosa con todo el empeño y buena voluntad de que siempre estuvo animado, y sin mas objeto que el de presentar nuevos títulos á la estimación del público, que tan benignamente acogió y tan decididamente alentó sus primeros pasos.

Hecho ya este examen retrospectivo, El Museo Universal vuelve á su costumbre antigua de lanzar una mirada sobre la ancha redondez de la tierra, y en fé de observador experimentado, tiene sus motivos para no quedarían satisfecho como deseara del aspecto que presenta el horizonte; porque doquiera ve puntos negros, según la expresión, al uso, de la novísima diplomacia; bien que los puntos negros de la política esfera, suelen, como en la celeste, disiparse al nuevo amanecer de claro dia.

Y aunque quisiera, como es lógico, considerar primero los sucesos de interés general de la humanidad, tiene que hacer del egoísta y concentrar sus miradas en los límites de la patria, donde se ha verificado el acontecimiento extraordinario que hará memorable en los fastos de la Europa el año de 1868, y marcará una era importante en la historia de nuestra propia regeneración y desenvolvimiento. Jamás recibieron los pueblos inventario mas extenso y complicado ni herencia mas enmarañada y pingüe del gran consumidor de los hombres y de las cosas: y las naciones todas que atentamente nos observan, esperan ver qué uso hacemos del legado recibido, cómo ponemos ordenen nuestra hacienda, cómo distribuimos entre los partícipes los derechos y acciones, qué administrador ó gerente de negocios nos nombramos, qué reformas introducimos, y finalmente, qué arte ó traza nos damos para poner en práctica las facultades ilimitadas de que nos hallamos investidos de improviso después de tantos siglos de tutela. Confiemos, no obstante, en que los españoles han de salir airosos arreglando los negocios de su casa como amigables componedores, visto que nunca les faltó el ánimo y la talla para empresas grandiosas y colosales. Mucho se ha derribado; mucho se ha de edificar.

Vasto es el campo, grande el número de obreros, grande el acopio de materiales, excelentes los planos, hábiles los arquitectos, buena la voluntad, la ocasión propicia, el deseo impaciente y la necesidad imperiosa, y con tales elementos no es dudoso que la obra corresponderá a las esperanzas que alientan el pecho de todos los buenos españoles.

Como quiera que sea, no serémos nosotros los que vayamos a encender el polvorín cuya explosión asusta á la diplomacia europea; antes bien nuestra revolución de Setiembre detuvo a Francia y Prusia en la marcha apresurada hácia un rompimiento, que ya parecía tan funesto como inevitable.

Mas como el eterno enemigo de la concordia anda siempre solícito en buscar pretextos y ocasiones de explotar las flaquezas de los hombres, viéndose corrido en la cuestión franco-prusiana donde batallaban dos naciones ilustradas y poderosas, acudió a la cuestión añeja de Oriente, y sacó a plaza las antiguas querellas entre turcos y cristianos: pensamiento diabólico, porque tocar a un eslabón como la isla de Creta, es tirar de una larga cadena de problemas y cuestiones que pueden hacer de Europa un campo de Agramante, donde todos los estados tomen parte, y aquí se luche por la integridad del imperio otomano, allí por la independencia de las nacionalidades cristianas; acá por llevar adelante la letra y espíritu del tratado de París; allá por el testamento político de Pedro el Grande, y acullá y do quiera por conservar ó por destruir el descabellado equilibrio europeo, que hasta ahora no ha producido más que la necesidad de gastar en cañones, fusiles, pólvora y soldados inmensas cantidades de millones anuales, que pudieran, bien empleados, mejorar la suerte de los pueblos.

Pero aunque el año empieza con tendencias tan belicosas, y sin ir a buscar guerras extrañas, vemos del lado allá del Atlántico tempestades que amenazan a la mas rica de nuestras Antillas, no hay que desesperar de que todo termine en bien y de que el genio de la paz triunfe sobre el de la discordia. Tiempo há que venimos oyendo fatídicas profecías de grandes conflagraciones, y es preciso confesar que en esta época sobrepuja la prudencia a todo otro apetito, y que la naciones por lo mismo que conocen sus fuerzas, se respetan y se estiman demasiado para decidir en el tumulto de los campos, lo que la razón templada puede alcanzar por el medio pacífico de los consejos. Mucho tiene que hacer cada una en su propia hacienda y casa para irse a turbar las de los vecinos. Inglaterra, que es la más pacífica y la no menos adelantada, tiene que arreglar su cuestión de Irlanda, y con un nuevo ministerio liberal compuesto de caracteres notables, se prepara animosa á la tarea. Austria debe curarse de recobrar la posición perdida, aprovechando la buena voluntad y refuerzos de los húngaros. Harto tiene en qué pensar Italia con afianzar la situación creada; Francia con llenar cumplidamente la misión que se arroga de ser modelo de pueblos libres y civilizados en él continente; Prusia con dar cohesión y estabilidad a los nuevos elementos que la engrandecen, y Rusia con atender al complicado manejo de un imperio tan vasto y heterogéneo: y como el vivir sea la ley primera, y el instinto de conservación no menos intenso en las naciones que en los individuos, hemos de esperar, juiciosamente pensando, que la mayor parte de los males y trastornos que el espíritu mira en lontananza, han de ser más bien vapores que se forman en la mente inquieta y conturbada, que verdaderos signos de tempestades en el horizonte. Si asi no fuese , por lo menos habremos seguido el discreto proverbio de buen corazón quebranta mala ventura, y nuestros suscritores comprenderán que no debe venir otro consejo de quien les saluda deseándoles toda suerte de contentos, prosperidades y satisfacciones.

Nicolás Díaz Benjumea.