Reflexiones sobre la civilización en la República Argentina/I

Nota: Se respeta la ortografía original de la época


REFLEXIONES
SOBRE
LA CIVILIZACION
EN LA REPUBLICA ARGENTINA

CAPITULO I.

La Civilizacion.

1 §.

El maravilloso progreso operado en la Republica Argentina desde la emancipacion hasta nuestros dias, es un timbre de gloria imperecedera para los hijos de esta tierra; porque tomando el gobierno de una llave desmantelada, lograron, con su valor y patriotismo apesar de cruentas tempestades, conducirla al puerto de sus aspiraciones.

Gracias a la energia de carácter, la pureza de sentimientos y el amor á la independencia, nuestros.: audillos del año diez se improvisaron Gobernantes militares y políticos. La bandera de Mayo tremolada por el robusto brazo de nuestros padres recorrió vencedora casi toda la America del Sud.

Recordemos con orgullo las gloriosas tradiciones de nuestra emancipacion política tratando de Imitar la conducta de Jos buenos patriotas; pero corramos un velo sobre todas nuestras miserias internas, que empalian el brillo de la historia de nuestra querida patria.

Si, los repetidos desórdenes ocurridos desde 1811 hasta convertirse en aterradora anarquia en 1820, el motin militar de 1828, la nefanda tirania de Rosas, la vergonzosa prepotencia de Sandes y otros varios en las Provincias, los escándalos de 1874 y 1880 y los fraudes electorales de todas las épocas; son borrones que las páginas de la historia conservarán para eterno baldon de sus autores: mas pasemos por alto sus detalles, no olvidando que tales hechos han sido la rémora de nuestra creciente civilizacion.

No detengamos la vista en estos puntos negros, ni nos arrobemos demasiado en la contemplacion de las páginas brillantes que excitan nuestro entusiasmo; prescindamos por ahora de lo pasado, fijemonos en el presente y trabajemos para el porvenir.

En la actualidad somos una nacion relativamente fuerte. Tenemos un regular ejército de línea, una escuadra respetable, un parque bien provisto, una plana mayor de Jefes y Oficiales valientes y cerca de trescientos mil Guardias Nacionales.

Gozamos de instituciones libres que proclaman la igualdad ante la ley; el extranjero disfruta de casi todas las prerogativas del hijo del pais con excepcion de los altos poderes publicos, y no se le impone otra carga que los impuestos generales.

Nuestro progreso material es satisfactorio, y sigue una marcha ascendente que asegura al país un rápido engrandecimiento.

Brillan entre nosotros hombres de ciencia, no faltan escuelas, la riqueza pastoril abunda, la agricultura aumenta, la emigracion no cesa. Si á todo esto se agrega una paz inalterable en el interior; y en el exterior, arregladas ó en via de arreglo las mas vidriosas cuestiones; y por ultimo la cultura de nuestra Sociedad; es preciso confesar que formamos un conjunto sorprendente y que acusa una actualidad risueña y un porvenir dichoso. Parece que debiéramos estar plenamente satisfechos de la civilizacion que hemos alcanzado; pero aun cuando es cierto que hemos marchado á largos pasos, ni todo lo que brilla es oro, ni todo lo que halaga los sentidos satisface del mismo modo al corazon.

Nuestro progreso material es evidente, y conservando la paz nada pudra detenerlo en sú rápido desarollo; péro ¿es igualmente satisfactorio el adelanto moral, y completo el intelectual?

No basta para conocer perfectamente á un pueblo tener datos sobre su historia, su geografia, sus instituciones su poder, su comercio y su industria. No conoce la Grecia, como dice un sabio, quien la contemple solo en Maraton y en Queronea; es necesario penetrar en las escuelas para razonar de Dios con Platon, de virtud con Sócrates, de cosmogonia con los pitagóricos, de clemencia con Górgias, de Higiene con Hipócrates; es preciso haber recorrido, desde los jardines de Epicuro hasta el tonel de Diójenes, desde las cenas de Esparta á los mercados de Corinto, desde el estudio de Lidias á los talleres de Mileto.

Por consiguiente, para conocer la República Argentina es tambien indispensable observarla atentamente y fijar la consideracion no solo en las manifestaciones de una vida lozana y vigorosa sino tambien descubrir los sintomas y gérmenes de corrupcion y muerte que pueden encontrarse en nuestra patria.

Nosotros pues, proponiéndonos medir el grado de civilizacion que poseemos, estudiaremos en sus respectivos capítulos, nuestra inteligencia, nuestra moralidad, y nuestro bienestar y antes de emprender nuestra tarea oigamos al inmortal Balmes emitir sus

luminosas ideas sobre la verdadera civilizacion.
II §.

¿Que es la civilizacion? ¿Hàllase todavía fijado con la debida exactitud el sentido de esa palabra, tan invocada por los Gobiernos, orgullo de tantos pueblos, objeto de tanto exámen, fecundo tema de tan fastidiosas declamaciones? Decir que no casi tendria visos de paradoja, y sin embargo, nada hay mas cierto. Observad la palabra en su uso mas comun, tal como se la emplea en las convérsaciones cultas, y solo encontrareis un sentido indeterminado, vago, fluctuante, que se modifica de mil maneras á merced de las opiniones, de los sentimientos, de los intereses, de los caprichos y de todo linaje de circunstancias: abrid los publicistas, y la acepcion de la palabra es tan diferente como lo son las escuelas á que pertenecen: para estos la civilizacion es el órden; para aquellos la libertad; para unos ocupa el primer lugar el esplendor de las ciencias, y el brillo de las bellas artes; para otros la prosperidad de la agricultura, el desarrollo de la industria, la extencion y actividad del comercio; quien se deja deslumbrar por la lujosa ostentacion del poderío de los Gobiernos; quien se entusiasma á la vista de pueblos valientes y emprendedores, ufanos de sus conquistas y radiantes de gloria.

Sin embargo, y á pesar de tamaña divergencia, descubrese en el fondo una idea capital, que si bien cada uno la entiende y aplica à su modo, como que es abstracta y vaga, no deja empero de ser dominante siempre, y de acompañar la palabra en toda su acepcion: esta idea es la perfeccion de la sociedad. Por manera, que en esta parte no hay discordancia alguna, y toda la dificultad queda cifrada en definir en que consiste esa perfeccion de la sociedad: cuestion grave, profunda, dificil en extremo, y que léjos de haber sido agotada por el cèlebre publicista que se propuso describir la civilizacion, echando el resto á todos los recursos del talento y de la elocuencia, ha adquirido todavia mas grandor, se presenta mas oscura y complicada; porque hombres superiores como Guizot, cuando ventilan una cuestion y no la resuelven, la extienden y enmarañan.

El desenvolvimiento de la actividad social y el de vida parlicular. Hè aqui, segun Guizot, las dos condiciones esenciales de la civilizacion, los dos caracteres con que se manifiesta; pero ¿en que consiste ese desenvolvimiento? ¿Le hay de varias clases? y en tal caso, ¿son todos igualmente buenos? ¿dónde está el bien? ¿dónde el mal? ¿dònde lo mejor? ¿dònde lo peor? Hé aquí las cuestiones que se ofrecen desde luego al oir la palabra desenvolvimiento; hé aqui los puntos que debiera dilucidar Guizot, y que sin embargo deja intactos. La sociedad entraña verdades; estas pueden ser objetos de la observacion y del estudio, y de consiguiente no es problemática la existencia de las ciencias sociales; pero si los estudios sobre la sociedad han de dar por fruto la ciencia, es necesario fijar el sentido de las palabras; sin este preliminar no se dara jamás un paso adelante.

¿Qué significan las palabras de actividad, movimiento, desarrollo del espiritu humano, aceptadas ya como signo infalible de civilizacion? Examinadas á fondo se descubre que son moneda falsa, que contiene bastante metal precioso, pero que está muy distante de llegar á buena ley. Antes de apelar á raciocinios, echemos manos del concluyente testimonio de los hechos. Desarrollo del espíritu humano habia en Grecia en los tiempos que precedieron de poco el imperio de Alejandro: el espíritu se había levantado á grande altura, y la sociedad estaba llena de un movimiento que parecia indicar sobreabundancia de salud y de vida. Sin embargo, aquellos pueblos no marchaban á la civilizacion, porque en la realidad avanzaba de un modo espantoso la gangrena, la disolucion social. ¿Creis que exageramos? Pues dejad que pasen poquísimos años, y esa Grecia tan bella, tan brillante, tan activa, tan bulliciosa, la vereis postrada con el mayor desaliento, ora bajo la desdeñosa proteccion de Filipo, luego bajo la coyunda de Alejandro y de sus sucesores, hasta que aplastada bajo la mano poderosa de Roma, es reducida á polvo, y desaparece. Desarrollo individual y social habia en Roma cuando contaba en su seno hombres como Ciceron y César; y sin embargo, aquella sociedad no marchaba á la civilizacion, sino á la muerte. Lució para ella el bello siglo de Augusto, claridad fugaz á la víspera de noche tenebrosa, fatìdica sonrisa en los labios de un moribundo: pero con todo su desarrollo y movimiento, caminaba à pasos agigantados al amargo destino que le estaba reservado en un cercano porvenir: iba á postrarse á las plantas de los Calìgulas y Nerones, iba á perder hasta el recuerdo de sus glorias, iba á olvidar el sentimiento de su dignidad, iba à ser presa de la ignorancia y de la corrupcíon, iba á ser la befa y el escarnio de los bárbaros del Norte.

Bastante son de seguro los ejemplos que acabamos de citar, para que se vea cuàn vago, cuàn ambíguo es el sentido de ciertas palabras, que se emplean tan amenudo en semejantes materias; deduciéndose ademas cuán engañosas son algunas señales que se suelen tomar como indicio infalible de adelanto social, de verdadera civilizacion. Y sin embargo, esas palabras circulan como claras y determinadas, y esas señales se reconocen como incapaces de inducir á error, y para enseñar à los pueblos el camino de la civilizacion, solo se les dice: moveos, sin decirles cómo; marchad", sin decirles á donde. Y los pueblos se mueven, y marchan, pero adelantando muy poco, menos de lo que parece cleíble, porque su movimiento es convulsivo y su marcha circular. Fijad la vista sobre ellos, y ora atendais á las formas políticas, ora à la organizacion social, los hallareis dudosos, vacilantes, deshaciéndo hoy lo que hicieron ayer, restaurando mañana lo que destruyeron hoy. . . .

Pues bien, se os dirá, ¿á qué escuela perteneceis? ¿qué principios profesais? ¿En vuestro concepto ¿que es la civilizacion? La concebís en un circulo mezquino y apocado, en un horizonte tenebroso, en el sepulcral silencio, en la parálisis de la unidad? No, mil veces no; queremos actividad, queremos desarrollo de las facultades del hombre, queremos movimiento, pero que no vago, no convulsivo, no tumultuoso: gústanos una civilizacion variada, rica, pródiga de hermosura como la naturaleza, pero en que haya unidad y concierto; que sin embargar el movimiento, sin impedir el desarrollo, produzcan el bien, la belleza y la armonia.

Para determinar en qué consiste la perfeccion de la sociedad, para conocer cuándo los pueblos se civilizan ó no, cuándo avanzan ó cuando retroceden, es necesario que tengamos à la vista un tipo, ideal si se quiere, pero que nos servirà de punto de comparacion en el exàmen, de piedra de toque para fijar los quilates de toda civilizacion. Sin este tipo las ideas divagan, y al recorrer la historia de la humanidad, al examinar esa muchedumbre inmensa de acontecimientos, esa variedad infinita de hechos de distintos órdenes, de diferentes caractéres, de diversas tendencias, no es fácil encontrar una pauta para apreciarlos y calificarlos en sus relaciones con la civilizacion. Y no es que pretendamos amoldar los hechos al tipo, trastornando la naturaleza de las cosas, y trasformando en realidades las creaciones de nuestra fantasia, sino únicamante tenerle presente, para graduar en su vista el mérito de los hechos. Ese tipo nosotros le concebimos teniendo presentes los monumentos de la historia y las lecciones de la experiencia, la naturaleza del hombre y de la sociedad, y sobre todo las eternas leyes de órden y de moral impuestas al mundo por su Criador, y las santas màximas de amor y de fraternidad enseñadas al humano linaje por el augusto Fundador del Cristianismo. Procuraremos formular nuestro pensamiento con la mayor claridad y concision; héle aqui: "Entonces habrá el máximum de la civilizacion cuando coexistan y se combinen en el mas alto grado la mayor inteligencia posible en el mayor número posible, la mayor moralidad posible en el mayor número posible, el mayor bienestar posible en el mayor número posible".

Hé aquí los elementos que han de entrar por necesidad en la verdadera civilizacion; hè aquí la norma para apreciar debidamente cuando los pueblos avanzan ó retroceden; hé aqui una luz para explicar singulares fenómenos de la historia, y para augurar con algunas probabilidades de acierto el porvenir de las naciones. Porque es menester no perderlo de vista: esos elementos existen à veces solos, à veces combinados; á veces predomina uno, á veces otro; y la combinacion se hace de tan distintos modos, son tan varias las graduaciones y matices que ofrece su resultado, sucede con tanta frecuencia que el uno gana à expensas de los otros, que es el mas bello campo que presentarse pueda á la observacion y á la filosofía el seguir en la historia de la humanidad el caràcter de esas combinaciones, con sus causas profundas, sus relaciones delicadas y sus defectos inmensos. . . . . . . . . . . . . . . .

III §.

Inteligencia, moralidad, bienestar, combinados y generalizados dijimos que formaban el bello ideal de la civiJizacion; por manera que à este objeto debe siempre encaminarse la sociedad y con esta regla debe juzgarse de su adelanto ó retroceso. Tan sencilla es esta idea, que parecerla extraño no encontrarla fijada ya por todas partes, si la experiencia no enseñase que el entendimiento humano suele buscar por mil rodeos lo que facilmente podria encontrar por linea recta. Como quiera, no se podrá negar á nuestro pensamiento la sencillez; y en tal caso podemos recordar aquel célebre dicho que en tres palabras encierra filosofia tan profunda: Sigillum veri simplex, la sensillez es el carácter de la verdad. Sin embargo, no queremos dejarle sin aclarar y desenvolver á la luz de la filosofía y de la historia; no pretendemos presentarle tan solo en una region elevada y abstracta, obligando à los lectores á mirarle de lejos y como en perspectiva: el ser examinado de cerca solo daña à los pensamientos falsos, no à los verdaderos: el error por brillante que sea, es una ilusion que se desvanece á medida que el entendimiento se le aproxima; pero la verdad, como es la realidad misma; si es mirada de léjos se la vé oscura y de pequeño tamaño, pero en acercándonos á ella, sus dimensiones crecen y sus colores se avivan.

Sin inteligencia no hay civilizacion: sin que brille en la frente del hombre ese destello divino, sin que ciña sus sienes esa bella aureola, esa esplendente diadema que le distingue como á rey de la creacion, no es concebible la perfeccion de la sociedad; falta el manantial del bien, falta el titulo mas hermoso, el mas noble blason, el orgullo del humano linaje. Tan deslumbrador es su brillo, tan fascinadora su influencia, que allí donde le vemos alli aclamamos la civilizacion; sin pensar en lo que le rodea, sin pararnos en que sea pasajero, en que sea tal vez una antorcha que resplandece en la cima de un edificio en ruina. El grandor de los imperios, su magnificencia y poderío, sus colosales conquistas, su robustez, su duracion al través de largos siglos no bastan para granjearles el bello titulo de civilizados, si en ellos no se ha desarollado la inteligencia, si no se halla embellecida su historia con tan precioso esmalte, () sino, ¿cómo es que al lado de los inmensos imperios del Asia merezca una atencion tan preferente la Grecia, que no es mas en comparacion que un pequeñísimo espacio, y que en la misma Grecia honremos tan particularmente á la Àtica, que no es mas que un punto? ¿Sabeis porqué? Porque en Grecia, y mayormente en la Àtica, vemos el desarrollo de la inteligencia, y en Asia el de la fuerza; vemos en Grecia una centella que fulgura, se agita y pasa, en Asia un coloso sombrio, firme, sí, pero inmòvil, silencioso como una estàtua; y tal es el generoso instinto de la humanidad, que en nada estima la duracion, en nada el grandor, cuando faltos de inteligencia, carecen de movimiento, de vida, de luz.

La Roma conquistadora del mundo, la patria de los hèroes, la ciudad de las costumbres austeras, era sin duda algo preferible à la Roma de Augusto, que embriagada de placeres empezaba á dormir el voluptuoso sueño precursor de su muerte; sin embargo, en la Roma antigua no vemos la civilizacion, en la de Augusto si: y es que en aquella hay mayor grado de robustez y de fuerza, en esta de inteligencia; sus brazos se enervan, pero su frente se anima; el corazon se corrompe, pero el entendiminto se ilustra; viene la muerte, es verdad, pero es en medio de un brillante festin donde perora la elocuencia, donde cantan los poetas, donde ostenta el arte sus maravillas, donde resplandece la inteligencia con vivísima luz, con hermosísimos colores.

Pero cuanto mayor es el interes inspirado por el desarrollo de la inteligencia, cuanto mas deslumbrante y fascinador es su brillo, tanto mayor cuidado es menester para no cifrar la civilizacion en ella sola; porque es un error grave, gravísimo, el pensar que la sociedad se perfecciona siempre que la inteligencia se desenvuelve. Y cuenta que de ningun modo tratamos de abogar por la ignorancia; cuenta que no la juzgamos ni saludable á la moralidad, ni conducente ál bienestar; y la extraña paradoja sostenida por Rousseau en la Academia de Dijon en contra de las ciencias con respecto á la moral, nos parece muy digna de ser la primera del misantropo que en su delirio buscaba la virtud y la dicha en medio de las hordas salvajes. ¿Por qué habia de ser contrario à la moralidad el desarrollo de la inteligencia? La claridad del entendimiento ¿no ha de contribuir á que se vea la virtud mas hermosa y el vicio mas negro? Una sensibilidad mas fina, cual suele acompañar à un espíritu cultivado, ¿ha de ser con raria á la virtud, que se halla en tanta armonia con los sentimientos mas delicados del corazon? ¿los hombres mas grandes fueron acaso grandes criminales? La santidad infinita ¿no es la misma inteligencia infinita? Penetrad en el càos de esos siglos en que, por un conjunto de causas aciagas y de trastornos espantosos, la ignorancia habia tendido sobre Europa su negro velo; y à cada paso tropezareis con el asqueroso vicio revolcàndose à sus anchuras en medio de las tinieblas; à cada paso sorprendereis al crimen devorando sus víctimas en la oscuridad de las sombras. Pero renace el saber, y las costumbres se suavizan y se mejoran; todo cambia, todo se regulariza y se perfecciona; el escándalo y el crímen huyen pavorosos al asomo de la antorcha que esparce por do quiera sus claros resplandores, como al rayar la aurora azorado el criminal busca su guarida, y disipàndose la voluptuosa embriaguez de placeres culpables, corre presurosa la debilidad à ocultar su falta y su ignominia.

Si el desenvolvimiento de la inteligencia es saludable á la moralidad, no lo es menos al bienestar; bastando para convencerse de esto una consideracion bien sencilla: el bienestar en la sociedad resulta de la abundancia de medios para satisfacer las necesidades, y estos medios no se obtienen sin la inteligencia. La naturaleza es rica y abundante, pero ha de ser explotada, pues que el hombre puede morirse de hambre entre montones de oro. Comparad países con países, tiempos con tiempos, y la verdad resalta tan clara que se hace inútil insistir en probarla.

Para comprender completamente el influjo de la inteligencia sobre la civilizacion conviene ademàs observar, que será muy poca su eficácia si no procura hermanarse con algunos intereses que sean poderosos en la sociedad, ò no estuviere trabada con ideas é instituciones de grande influencia y ascendiente sobre el ànimo de los pueblos. La inteligencia dirige, pero no ejecuta; es la cabeza, que necesita el brazo. Algunas épocas notables de la historia serviran de aclaracion y apoyo à esta verdad.

En los siglos medios, cuando todo el saber quedó concentrado en la clase eclesiástica, y particularmente en la regular; cuando solo los clérigos sabian leer y escribir, y los monjes con asiduo trabajo é infatigable perseverancia trasmitian á las generaciones venideras los sucesos que iban ocurriendo, y los restos del antiguo saber, formando los anillos de esa cadena que une a la inteligencia moderna con la antigua, tenia la clase eclesiastica el mayor ascendiente sobre el ànimo de los pueblos, llegando á pasar à sus manos la direccion en todos los negocios. Pero ¿por qué la inteligencia del clero era tan fecunda y poderosa? ¿lo era por sí sola? es bien cierto que no: y à poco que se reflexione se echará de ver que lo debia en gran parte à su intimo enlace con las ideas religiosas, à la sazon tan prepotentes; que lo debia à su trabazon con instituciones que, miradas por los pueblos como descendidas del cielo, eran objeto de una velleracion y acatamiento sin límites. Todavia mas: aquella inteligencia se hermanaba admirablemente con todos los intereses de la sociedad; era un gérmen fecundo de establecimientos de beneficencia, de progreso en la legislación, de mejoras administrativas, de organizacion social en todos los ramos, y los pueblos que, aunque ignorantes, no carecian de aquel saludable instinto que jamas abandona á la humanidad, advertian fácilmente que en la inteligencia del clero tenian un inagotable manantial de bienes, y por esto se presentaban dòciles ál movimiento y direccion que se les comunicaba. Por estas causas pudo la inteligencia en aquellos tiempos ser tan poderosa, y ejercer en la sociedad una saludable dictadura. Fue poderosa porque era fecunda, y fue fecunda porque, siendo su alma la Religion, llevaba en su seno el espíritu de vida.

Otra época notable nos ofrecerà un contraste bien singular, serà como el reverso de las medalla. ¿Por qué la filosofía del siglo XVIlI la inteligencia extraviada pudo ejercer tanto influjo sobre la Francia en tiempo de la Regencia, y del reinado de Luis XV, y pareparar la catástrofe del infortunado Luis XVI? Porque conoció sagazmente su posicion, porque vió un Gobierno débil y corrompido, y una sociedad indignada, y dijo para si: «Ataquemos al Gobierno, é involucremos con él a todas las instituciones antiguas; halaguemos empero á la sociedad, y constituyendonos órgano de todas las pasiones, eco de todas las quejas, defensores de todos los intereses no satisfechos, reuniremos entorno nuestro una falange poderosa, que nos servirá por ahora de escudo para defendernos, y luego de ariete para derribar todo lo existente.» Así pensò y así obró la inteligencia extraviada; asi encontró primero un apoyo firmisimo, y en seguida un brazo irresistible: asi consumó la revolucion.

El solo recuerdo de la revolucion de Francia, de ese acontecimiento colosal en sí y en sus efectos, nos lleva naturalmente á considerar lo que es la inteligencia separada de la moralidad; lo que la civilizacion puede prometerse del pensamiento del hombre cuando no está regulado por los eternos principios de la moral, cuando quiere à todo costa realizar

?
sus concepciones sin atender á lo que demandan las immutables verdades sobre que descansa la suerte del individuo, de la familia y de la sociedad. La inteligencia sin moralidad es el Àngel caido que lleva herida su frente con el rayo del Eterno, y que, en medio de su desesperacion, blasfema contra su Criador, lleva en su mano la tea de la discordia, hace temblar la tierra bajo sus plantas, y trastorna y abraza el universo. Ved sino à ese hombre que con torva

frente y la mirada encendida deja caer sobre el papel sus pensamientos terribles; á ese misantropo que, medroso de su propia sombra, se figura ver á la sociedad que conjurada le persigue; que insulta á la cilivizacion ponderando las ventajas de la vida salvaje; que con su infausto talento hace problemàticas las mas altas verdades; que ora defiende el duelo y el suicidio, ora los condena; que ora pinta con negros colores el adulterio, ora procura protegerle cubriéndolo con un velo; que mina el òrden social en sus mas hondos cimientos; que lanza sus tiros vibrantes contra todas las instituciones existentes; que no se asusta con la espantosa conflagracion que va á provocar, cuando su corazon la presiente y su mente la divisa; este hombre cuyo libro es el codigo de la revolucion mas formirable que vieron los siglos, este es el emblema de la inteligencia sin moralidad: es Juan Jacobo Rousseau.

¡Ay de la sociedad donde se verifica tan sacrílego divorcio! Vivirá en la inquietud, se agitara en medio de las revoluciones y si no conserva en su seno algun gérmen regenerador, su destino será la muerte. ¿Qué hubiera sido de la Francia con el tan decantado saber de sus grandes filósofos, si el genio de Napoleon no la hubiera salvado preservándola de la disolucion, y extirpando la anarquía? Por cierto que no faltaba la inteligencia en la Asamblea constituyente, en aquella Asamblea que contaba un Sieyes y un Mirabeau; pero ¿qué hizo aquella Asamblea? derribar, nada mas. Echó por tierra el prestigio del trono, niveló todas las clases, diò rienda suelta a las pasiones, exasperó los ánimos, extravió las ideas, entronizò la soberanía del pueblo, preparando de ésta manéra la ruina de la monarquia, el triunfo del jacobinismo, la guerra civil, la extranjera, el reinado del terror, y todo esto para llegar ¿á donde? á postrarse á los piès de un hombre que diese á la Francia órden, códigos y administracion, mientras que la Francia le daba su sangre y sus tesoros para levantarle un trono, y ceñir sus sienes con una diadema de gloria. Ya que tanto se pondera la fecundidad de la filosofía, su influencia en la civilizacion, en el adelanto de la sociedad; dígasenos, ¿qué ha hecho la revolucion de Francia, esa hija predilecta de la filosofía, de la inteligencia abandonada á sí misma, sin moral, sin religion, sin ningun enlace con las tradiciones antiguas, en el completo aislamiento á que ella misma se habia condenado, mejor diremos, a que se habia entregado como á un hermoso sueño, como el bello ideal de la humanidad, como el apogeo de su poder, como el mas alto punto de su esplendor y de su gloria? ¿Que ha hecho, qué es lo que ha creado, qué obras son las que ha sustituido á tantas como derribó? Hay en Francia la monarquía, pero no por la revolucion, sino á pesar de la rovolucion, socavada por la revolucion, amenazada por la revolucion; hay en Francia administacion, pero es debida à un hombre; hay en Francia la Religion, pero es la que ha podido salvarse en medío de las ruinas del edificio social; hay movimiento industrial y mercantil, pero haylo en Inglaterra, y no data de su revolucion, haylo en Prusia bajo el absolutismo, haylo en Rusia bajo el poder ilimitado del autócrata. ¿Qué es lo que queda á la revolucion? una cosa, una sola cosa, el haber derribado; obra por cierto grande, magnifica, propia de las tempestades arrasando bosques y campiñas, y sumiendo en el llanto y en la miseria á los pueblos. Esto sabe hacer la inteligencia sin moralidad, à tanto alcanza su fuerza: disuelve, disipa, destruye pero no le pidais nada mas; su mision concluye aqui: y se retira luego del teatro de sus hazañas, cediendo el terreno, ó á hombres extraordinarios à quienes envia de vez en cuando la Providencia para la realizacion de grandes destinos, ó á la accion lenta y regeneradora de los antiguos principios, que ocultos en el seno de la sociedad vuelven à germinar y à florecer luego que se retira del campo la hoz destructora. Así ha sucedido siempre, y asi sucederá: tal es el carácter del espíritu del hombre, tal es el ejemplo de la historia, tal es la ley de la humanidad. La inteligencia del hombre solo es fecunda cuando está subordinada á la inteligencia infinita, cuando obedece á su impulso, cuando es su instrumento; y esto solo se verifica cuando la inteligencia no se aparta de los principios eternos de la moral, cuando es vivificada por el espíritu de la Religion, cuando no tiene el necio orgullo de renovar la guerra de los gigantes escalando el cielo, cuando no tiene la insensatez de atribuirse la fuerza omnipotente de aquel que dijo: Hágase la luz y la luz fue hecha.

IV §.

Decia Newton que sin màximas de sana moral no es mas el saber que un hombre especioso y vano: nosotros llevarémos el pensamiento del célebre naturalista mucho mas allá, afirmando que no solo es inutil, sino tambien nocivo; y que cuando el divorcio de la inteligencia y de la moralidad se reduce à sistema, cuando es no solo en el òrden de las acciones, sino tambien en la religion de las ídeas, cuando no es inmoral precisamente el sabio, sino su sabiduria, entonces ha sonado para la sociedad la hora fatal de sus calamidades, entonces se dislocan sus polos, se rompe su eje, falta todo principio de regularidad y de órden, se hunde en el cáos. En el mundo moral hay sus leyes, como en el fisico; la inteligencia con su inquietud característica, su agitacion incesante, su actividad inagotable, su variedad infinita, representa el impulso en todas direcciones, el movimiento indefinido, sin regla, sin objeto; pero la moralidad es la ley de gravitacion universal, que todo lo arregla, lo tempera, la armoniza, constituyendo diferentes centros particulares, que à su vez reconocen otro centro universal, que es Dios.

Nada en el mundo carece de ley, y la inteligencia no puede estar sin ella: esta verdad no quiso reconocerla la filosofia del siglo pasado; tampoco la reconoce lo bastante la filosofia del siglo presente; y por esta causa ni una ni otra conocen à fondo lo que es una religion: por esta causa no comprenden la profunda sabiduria entrañada en el principio de autoridad, base fundamental del Catolicismo; por esta causa desconocen ambas al hombre y à la sociedad, impulsan sin direccion fija, sin tino, proclamando un desarrollo sin regla, un movimiento al acaso una libertad mil veces explicada, nunca entendida. El catolecismo, tan profundo en sus miras como prudente en su conducta, penetrado de la insuficiencia de la razon humana, y de cuán peligroso es dejarla abandonada á sus propias fuerzas, no se contenta con afianzarla con el àncora de la autoridad, sino que, tomando en brazos al hombre desde su mas tierna infancia, procura imbuir su entendimiento de ideas religiosas, de manera que todos los demas conocimientos que se le comuniquen, le encuentren ya preparado: así consigue que siendo la Religion el primer licor que se ha derramado en el vaso tierno, conserva este por mucho tiempo la primitiva fragancia. Este sistema tan cuerdo, tan sábio, tan altamente social, se le ha designado con los nombres de monástico, clerical, y otros por este tenor, y se ha formado el empeño de denigrarle con mil apodos para preparar su descrédito y ruina; pero dia vendrà, y quizas no està léjos, en que la parte de Europa que le ha olvidado vuelva à reclamarle à grandes gritos como el único remedio de sus males. El divorcio que entre la inteligencia y la Religion se habia procurado introducir en la esfera científica se ha hecho descender à los sistemas de enseñanza, y para no exponer el resultado à contingencias, se ha procedido de manera que el hombre fuese ya filósofo desde niño. Mientras la sociedad se prepara en medio del mas profundo malestar para recoger á manos llenas los amargos frutos de semejantes sistemas, vamos á presentar á los ojos de los lectores un cuadro tristísimo, pero muy interesante; y por lo sucedido hasta ahora podrán conjeturarse las catastrofes encerradas en el porvenir.

Como la Francia ha sido el país clàsico de la filosofia irreligiosa; como en Francia es donde se habia proclamado en alta voz el divorcio de la inteligencia y de la Religion, donde han debido dejar muy hondo sulco los sistemas irreligiosos, tomarémos aquel país por punto de comparacion, y con datos irrecusables demostraremos, que cuando la Religion no preside al desarrollo de la inteligencia, este desarrollo es nocivo, es funesto, es peor que la ignorancia. Protestamos de nuevo que no es nuestro ánimo condenar la instruccion; que tenemos una conviccion profunda de que, siendo hien dirijida, puede generalizarse sin ningun peligro para la sociedad, sin ningun detrimento de la moralidad ni del bienestar, antes con beneficio de ambos: y si presentamos noticias y cálculos que parecen á primera vista condenar la instruccion, hacémoslo tan solo con la mira de disipar las preocupaciones mas tenaces, que son las que se apellidan à sí propias despreocupacion y filosofía; hacémoslo con la mira de llamar la atencion pública sobre unos hechos que tanto interesan al porvenir de la humanidad.

Si tuvièramos que habérnoslas con hombres de la escuela de Voltaire, cuyo pensamiento dominante fuese el cubrir de ridículo la Religion, y perseguirla sin cesar hasta las ùltimas trincheras, perderia fuerza nuestro argumento, porque entonces se podria decirnos: «Defendeis la necesidad de la Religion como elemento indispensable para el saludable desarrollo de la inteligencia, y para apoyar vuestro aserto echais mano de los funestos resultados que acarrea una enseñanza basada sobre el odio a la Religion. Este raciocinio no es lógico, porque todavía no se ha ensayado un sistema que sin tener por base principal la Religion como vosotros pretendeis, no estribe tampoco sobre el odio á la religion: si el ensayo de este sistema produjere malos resultados, entonces, y solo entonces habreis llegado à la consecuencia que os proponíais deducir.» Afortunadamente para nuestro objeto, no puede dirijirsenos esta reconvencion, porque solo nos proponemos examinar los resultados del sistema de instruccion popular planteado en 1833 por el señor Guizot; y es bien sabido que Guizot, sean cuales fueren sus ideas y tendencias religiosas, està muy léjos de simpatizar con Voltaire.

Guizot, llevado de su celo por la propagacion de las luces, pensó sin duda hacer un inmenso beneficio á la Francia inundándola de escuelas; creyendo que serian abundante semillero de cilivizacion. La estadistica va echando por tiena las previsiones del filòsofo; y a buen seguro que á estas horas no deja de mirar con ojos azorados el fruto que va produciendo su obra, y que empieza à desconfiar de las bellas ilusiones à que se entregaba, cuando dirijia á los maestros aquellas instrucciones, dignas, como todo lo que sale de su pluma, de ocupar un lugar distinguido entre los monumentos literarios. Pero si son bellas las páginas de la literatura y de la filosofía, la realidad es algo de mas positivo y respetable; y á ella es menester apelar para la resolucion de los grandes problemas a que esta librada la suerte de la humanidad.

Ya se deja entender que el sistema de instruccion de Mr. GUilot estará muy léjos de ser lo que se llama monástico ni clerical; y es sabido ademas que este sistema de profusion instructiva ha contribuido mucho á la extension y aumento de la instruccion. Ahora bien, hé aqui la cuestion en sus tèrminos mas precisos: Este mayor desarrollo de la ínteligencia ¿ha contribuido al bien de la sociedad? La cuestion quedará resuelta si manifestamos que ha contribuido al aumento del vicio y del crímen; y esto es lo que de sí arrojan los estados siguientes.

(Siguen los datos oficiales sobre estadística criminal.)

Para no fatigar a los lectores con mas guarismos, que nos seria muy fácil acumular, presentaremos traducido lo que dice sobre este punto el autor de la obra cuyo titulo es Education practique. Hélo aquí:

« En resúmen, las investigaciones que acabamos de hacer nos han conducido á establecer.

« 1° Que á medida que la instruccion se ha propagado de año en año, el número de los crimenes y de los delitos ha crecido en proporcion análoga.

« 2.° Que en estos delitos ó crímenes, la clase de los acusados que saben leer y escribir entra por un quinto mas que la clase de los acusados enteramente rudos; y que la clase de los acusados que han recibido una alta instruccion, entra por dos tercios mas, guardando la proporcion correspondiente á la respectiva poblacion de estas clases.

En otros términos, cuando en la clase enteramente ruda, Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/25 energia como razon á un economista de la escuela utilitaria, que no veia otro remedio al mal, que cerrar las escuelas, y poner en lugar del maestro al gendarme

Hemos presentado estos datos para llamar vivamente la atencion pùblica sobre el inminente riesgo que corre la sociedad en no sirviendo de principal base á la enseñanza la Religion. No se crea que hayamos agotado las pruebas, y que nuestra opinion sea aislada, y que nuestros clamores sean hijos de un temor exagerado: fàcil nos seria apoyarnos en la autoridad de hombres distinguidos, y que no pueden pasar plaza de preocupados; tales como Monsieur Guerry, Mr. Dupin, Mr. Moreau Christophe, el baron de Moragües, Mr. Quetelet y otros, todos acordes en la funesta relacion que se encuentra entre la instruccion y el crímen; y si hubiéramos querido echar mano de los trabajos del ilustre español D. Ramon de la Sagra, bastáranos abrir sus Lecciones de economia social, para encontrar abundancia de guarismos que vienen en confirmacion del hecho lamentable que estamos indicando.

Ya que hemos nombrado á este distinguido economista, séanos permitido insertar aqui las notables palabras con que expresa su opinion sobre esta importante materia: «De lo dicho pudiera tambien deducirse, que la instruccion primaria era un mal mas que un bien, y que la cultura del entendimiento, léjos de debilitar la inclinacion al crímen, tendía al contrario á aumentarla y fortificarla. Pero afortunadamente no es tal la consecuencia que debe deducirse. Lo que si resulta demostrado, de todo lo expuesto, es que la sola instruccion sin estar unida a la educaciou moral y religiosa no ofrece, contra la inmoralidad, el remedio que ha querido suponérsele; que la instruccion superior, no estando unida à un grado correspondiente de educacion moral y religiosa, no procura á los individuos los bienes intelectuales que tiende a promover, y que llega á ser nocivo à las clases inferiores que solo toman de ella medios de perjudicar; al paso que la misma excitacion mental producida por tales estudios, los saca de su esfera social, y perturba el órden fisico y moral de los pueblos. La instruccion primaria es necesaria a todas las clases para su existencia y su adelanto, pero la educacion es la única capaz de mejorar su moralidad y de dirigirlos por la senda de la virtud. La instruccion superior es conveniente à las sociedades, pero debe ser privativa de los individuos que pueden ser útiles con ella, y solo en el número correspondiente á las necesidades de las naciones. «El mal de la instrucciun, dice Mr. Moreau Christophe, procede del modo como se proporciona, y no de ella misma. El modo actual vicia la semilla en su gérmen, y hace producir al suelo frutos inutiles y peligrosos. En nuestras escuelas toda la enseñanza se sacrifica al agrado del cuerpo, de la memoria y del talento; nada se reserva para las virtudes del corazon. Puede Ralirse sabio de tales institutos, pero seguramente no se sale virtuoso. Y ¿qué vale la ciencia sin la moral?» Continúa el señor de la Sagra copiando otro trozo de Mr. Moreau Christophe, y ponderando la necesidad de la educacion moral y religiosa, y despues añade: Lo que si es cierto, constante y demostrado por la teoría y la experiencia, es que el vicio y el crímen siempre están unidos á la irreligion, y que en infinitos casos la irreligion conduce à la miseria y siempre á la desgracia. La irreligion, señores, que supone la falta de la fé, de la esperanza y de la caridad, virtudes sublimes cuanto necesarias para la ventura del hombre y la paz de las sociedades, destruye todas las semillas del bien y derrama todos los gérmenes del mal.

Ya lo ven nuestros lectores, no son ya solos los jesaitas los frailes y los clérigos los que invocan la Religion como base necesaria de toda educacion y enseñanza si no se quiere hundir en un abismo al individuo y à la sociedad; no son ya hombres de aquellos que puedan ser tachados de adictos á los sistemas que se apellidan de opresion y oscurantismo; son hombres conocidos por sus opiniones liberales, distinguidos por su ilustracion, llenos de experiencia adquirida en largos viajes, y cuyas palabras solo pueden ser la expresion de convicciones profundas, hijas de la evidencia de los hechos.

Asi ha querido la Providencia que triunfase la verdad: ha permitido que el hombre ensayase la obra insensata de sustraer á la inteligencia del influjo de la Religion; y la inteligencia se ha prostituido formando monstruosa alianza con el vicio y el crímen. ¡Vergüenza da el decirlo! ¡la instruccion fomentar la maldad!... Para honor del espíritu humano seria de desear que ese hecho lamentable pudiera sepultarse en el olvido; pero los intereses; de la civilizacion, la existencia- misma de ]a sociedad exigen que se le publique en alta voz para eterna confusion de las doctrinas irreligiosas; exigen que se grabe por todas partes en caractéres indelebles la importante verdad de que, allí donde hay instruccion sin religion, allí hay desarrollo de inteligencia sin moralidad, allí hay semillero de vicios y de crímenes, y allí hay, por consiguiente, un enemigo capital de la verdadera civilízacion.

V §.

El mayor bienestar posible para el mayor número posible, dijimos que era otro de los objetos á que debia encaminarse la sociedad, si se queria que la civilizacion, fuese sòlida y verdadera. Desgraciadamente esta es la condicion que mas ha faltado á todas las civilizaciones triste efecto dimanado en parte de la injusticia de los hombres, pero que tiene su principal orígen en la misma naturaleza de las cosas. Examinad las civilizaciones antiguas, y vereis que se verifica en ellas de un modo horroroso aquello de humanum paucis vivit genus. Prescindiendo de la esclavitud y de la diferencia de castas que ya por sí solas condenaban á una gran parte de la humanidad á las mayores miserias y padecimientos, y concretàndonos tan solo à la clasificacion de pobres y ricos, vemos que las ventajas de la sociedad eran para pocos, y que de aquí dimanaba la eterna lucha entre los que trabajaban y los que gozaban. ¿Que es lo que principalmente embaraza à Solon cuando se propone dar leyes à los atenienses? Los ricos que quieren conservar sus riquezas, y exigir de los pobres lo que estos les deben: y los pobres que no pueden pagar, y que ademas pretenden un repartimiento de tierras. Bajo una ú otra forma, esta es la cuestion eterna de la república de Atenas. En Roma notamos una lucha semejante dimanada de la misma causa. Entre los patricios y plebeyos, no se trata principalmente de honores y de mando; lo que se disputa es el pan que sobra á los ricos y escasea á los pobres. Y cuenta que aun no hablarnos de los tiempos en que abrigaba Roma à los Lúculos y Crasos, cuyas desmedidas riquezas han pasado á proverbio; de aquellos tiempos en que los pretores y generales robaban con el mayor descaro en las provincias sujetas à su mando, seguros de que amontonando oro, y desparramándole despues en su patria, obtendrian los sufragios que necesitase su ambicion: épocas desastrosas en que la maldita sed del oro se habia apoderado de todos los corazones, y concentrando en manos de pocos toda la riqueza, acrecentaba lastimosamente el número de los pobres, hasta el extremo de que en una ciudad de un millon doscientas mil almas, cual se calculaba Roma en los ultimos tiempos de la república, era tan grande el nùmero de los esclavos y de los proletarios, que apenas se contaban dos mil personas que poseyesen algo. No queremos que se diga que hemos escogido adrede el tiempo mas corrompido, cuando se encumbraba la ambicion en brazos de la codicia.

Limitarémonos, pues, à los tiempos mas felices de la república, en que la austera pobreza, sæva paupertas de Horacio, formaba hombres tan esclarecidos como Camilo. Licinio fué el primer cónsul salido de la clase plebeya; y cabalmente en la misma ley que le eleva al primer puesto de la repùblica, vemos involucrado el interés social; pues que es el mismo Licinio quien, siendo tribuno de la plebe, habia hecho establecer la famosa ley Licinia, sobre la limitacion del derecho de adquirir, poniendo coto à la excesiva acumulacion, y sobre el alivio de los pobres oprimidos por las usuras de los ricos. Los Gracos, que tanto dieron que entender á la nobleza romana echaban mano tambien de la palanca mas poderosa para remover la plebe: la ejecucion de la ley Licinia era su tema favorito; el repartimiento de tierras entre las clases menesterosas era el estimulante cebo con que atraian á la multitud, y que les labraba aquella popularidad á que no encontraron otro remedio los patricios que la muerte de los dos tribunos.

Fàcil es calcular lo que sucederia en otros paises, cuando en las dos repúblicas donde fué mas vivo el espiritu de libertad y donde llegaron à ejercer mas influencia las clases inferiores, era sin embargo tan triste su situacion, y las mas de las disensiones políticas reconocian por orígen principal la falta de medios de subsistencia. Un hecho confirma la verdad que estamos indicando y es la tendencia de los pueblos antiguos al sistema de las colonias. Los egipcios, los fenicios, los rodios, todos los griegos de las costas de Asia, los cartagineses, los romanos, todos ofrecen el mismo fenòmeno. Y ¿cual es la causa? Es muy sencilla: todos sebreabundaban de poblacion, y se veian precisados à buscar un desagüe en otras tierras para deshacerse de una parte de ella. Asi es que el sistema de estos establecimientos en paises lejanos, que tanto prevaleció entre los fenicios, los rodios, los cartagineses y otros pueblos, no debe precisamente considerarse como un sistema de factorías que les asegurasen la extension y prosperidad del comercio, sino como un remedio à los males que afligian á las clases mas numerosas, las que no teniendo de que alimentarse ponian en peligro la tranquilidad pública.

Con el establecimiento del Cristíanismo se mejorò inmensamente la suerte de la humanidad; pues abolida la esclavitud con su lenta y benéfica influencia, è inoculado en las leyes y en las costumbres su principio de amor y fraternidad universal, las clases mas numerosas han cambiado enteramente de situacion; y ya que no haya sido posible hacerlas felices, al menos se ha conseguido asegurarles una suerte incomparablente menos desgraciada. Sin embargo, el Cristianismo, tan vasto y profundo en sus miras como sabio y prudente en su conducta, nunca ha prometido à la generalidad de los hombres cambios radicale en su suerte material; esta clase de beneficios los ha dispensado lentamente, sin ruido sin que lo advirtiesen siquiera los mismos que los recibian.

El Cristianismo conociò una verdad, que ha venido despues á confirmar los principios de la economía política; y es la imposibilidad de que en una sociedad muy numerosa todos los individuos tengan los medios necesarios para vivir comodamente. La multiplicacion de los hombres esta en desproporcion con el aumento de produccion de los medios de subsistencia: estos medios no llegan al nivel necesario y por esto queda siempre una cierta masa que, ó padece privaciones, ò muere de hambre: masa que entre los antiguos quedaba abandonada à su suerte, sucedièndole todavia lo propio en los tiempos modernos allí donde no ha prevalecido el Cristianismo. El pensamiento de la religion cristiana en esta materia puede traducirse del modo siguiente: «El mal es incurable, y lo que conviene no es empeñarse en extirparle, sino en disminuirle y aliviarlo» No ha engañado à los pueblos con las ilusiones de un bienestar universal, siempre ha predicado la fraternidad universal, el respeto á la propiedad, y ha procurado precaver las colisiones violentas.

Desde los primeros tiempos de su establecimiento sobre la tierra empezó el Cristianismo la grande obra de la regeneracion social, mirando como uno de sus objetos mas predilectos el mejorar la suerte de las clases mas numerosas. Los muchos y variados establecimientos de beneficencia que se fundaron por todas partes, donde quiera que alcanzó su influjo; la abolicion de la esclavitud; la dulcificacion de las relaciones de los grandes con los pequeños, de los ricos con los pobres, hé aquí sus obras. . . . . .

Balmes concluye. . . Que no lo olviden todos los hombres pensadores; que no dejen de contribuír á la reorganizacion social fundada en nuestras creencias religiosas; que no pierdan de vista las clases ricas que su deber las obliga á procurar por todos los medios la moralidad de las clases inferiores, y el granjearse su buena voluntad por medio del desprendimiento y de la beneficencia; que no se hagan ilusiones sobre lo remoto del peligro: á veces una débil rafaga de viento empieza rizando ligeramente la superficie del mar, y á poco rato se ha convertido en tremendo huracan, que estrellan contra las rocas las naves, cual quebradizos vasos de cristal.