Recuerdos de provincia/Casas de educación


El primer acto administrativo de Rosas fue quitar a las escuelas de hombres y mujeres de Buenos Aires, las rentas con que las halló dotadas por el Estado; haciendo otro tanto con los profesores de la Universidad, no teniendo pudor de consignar en los mensajes el hecho de que aquellos ciudadanos beneméritos continuaban enseñando por patriotismo y sin remuneración alguna. Los estragos hechos en la República Argentina por aquel estúpido malvado, no se subsanarán en medio siglo; pues no sólo degolló o forzó a expatriarse a hombres de luces que contaba el país, sino que cerró las puertas de las casas de educación, porque tiene el olfato fino y sabe que las luces no son el apoyo más seguro de los tiranos.


El instinto natural me llevó desde los principios a echarme en un camino contrario. Desde niño he enseñado lo que yo sabía a cuantos he podido inducir a aprender. He creado escuelas donde no las había, mejorado otras existentes, fundado dos colegios, y la escuela normal me debe su existencia. De allí han salido una multitud de jóvenes distinguidos que se han hecho una profesión religiosa de la enseñanza, y prometen a Chile nuevos y más seguros progresos en la carrera de la civilización.


Tal es el cuadro modesto de mis pequeños esfuerzos en favor de la libertad y del progreso de la América del Sur, y como auxiliares poderosos, la educación de todos y la inmigración europea. Esfuerzos, es preciso decirlo, hechos a la par que luchaba con las dificultades de la vida para vivir, que combatía a los instrumentos de Rosas para tener patria, que educaba mi espíritu para completar mis ideas; esfuerzos que en la América del Sur no son comunes ni por la constancia y tenacidad de ellos, ni por la homogeneidad; esfuerzos que desde el primer día hasta el último, desde el primer artículo de un diario, hasta la última página de un libro, forman un todo completo; variantes infinitas de un tema único: cambiar la faz de la América, y sobre todo, de la República Argentina, por la sustitución del espíritu europeo a la tradición española; y a la fuerza bruta como móvil, la inteligencia cultivada, el estudio y el remedio de las necesidades.


En estos ensayos informes en que domina la buena intención y la perseverancia de propósito, he alcanzado el último término de la juventud, tomando estado después de haber recorrido la tierra, y llegado con el estudio, la discusión de las ideas, el espectáculo de los acontecimientos, los viajes, el contacto con hombres eminentes, y mis relaciones con los jefes de la política de Chile, a completar aquella educación para la vida pública que principiaba en 1837 entre las prisiones y los calabozos. No he llegado, sin duda, a la virilidad de la razón, sin que el corazón haya perdido nada de su entereza, para anonadarme en el ocio el día que he vencido las dificultades, como aquel tirano que se hace facultar para no despachar en muchos años los negocios públicos cuando ha logrado en dieciocho de violencias anular toda otra voluntad que la suya. Nuestra suerte es distinta: luchar para abrirnos paso a la patria, y cuando lo hayamos conseguido, trabajar por realizar en ella el bien que concebimos. Este es el más ardiente y el más constante de mis votos.


Este opúsculo, pues, es el prólogo de una obra apenas comenzada. Llámase el primer volumen Viajes por Europa, África y América. El segundo está todavía en manos de la Providencia.


Don Juan Manuel de Rosas pretende que no ha de publicarse sin su visto bueno, y que él sabe desparpajar los libros de su fuente. ¡Florencio Varela! ¿Estáis también en el secreto?