Recordación Florida/Tomo II Libro XIV Capítulo I

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original
LIBRO XIV.


CAPITULO PRIMERO.


Del valle de Jilotepeques; su calidad y temperamento, sus frutos y abundancia de cañas de azúcar.

Al desgraciado dicen que no se le ven los méritos, y yo digo que no se le ven al retirado, porque muchos de extremadamente modestos y sobradamente encogidos hacen sombra anochecida á la claridad de sus lucimientos, y éstos empiezan á vivir modestos y acaban de morir despreciados. Poco le importara al sol ser monarca de las luces y el más noble de los planetas si no se comunicara ni conocieran los mortales el beneficio de su influencia. Lo retirado ha de recaer sobre lo introducido; darse primero al comercio para lo conocido, y después al retiro para lo deseado. No así el objeto del presente discurso, que siempre retirado con penoso extravío del general y frecuente comercio, yace ignorado de muchos y tenido por menos generosamente noble de lo que su próvida y excelente naturaleza asegura y la delicia de su país manifiesta; gozándose en solo el crecido cuerpo deste pingüe y admirable valle, que consta de diez y nueve leguas, de temperamento excesivamente frío en las tierras altas, y sumamente destemplado en caliente en las tierras bajas. Pero casi por accidente y no por propia y adecuada naturaleza suya, respecto de que por lo descaecido y inferiormente baja, se esconde al Norte todo lo que de aquel país es caliente; con que, por estas dos contrarias y opuestas naturalezas, es esta admirable y famosa tierra como una materia prima facilitada y dispuesta para todas las cosas; produciéndose en lo virtual de su naturaleza excelentes y abundantísimos trigos, duraznos, olivas y todo aquello que es propio y natural de tierra fría, como también en el propio territorio cañas de azúcar, cacao y juntamente con feracidad otras innumerables frutas de la tierra caliente. Por que á estos dos distantes temperamentos acompaña, y hace más apta y conveniente disposición á su feracidad y productiva, lo recio y fecundo de aquel panino amasado en negra naturaleza de jugosa y dócil tierra con propiedad y húmeda suavidad de tratable y sutil barro en unas tierras y en otras, así en las bajas como en las altas; aunque en éstas se halla, al descaecer y derramarse para lo tendido y liso de las tierras bajas robustísimas, firmes y continuadas sierras de peñas tajadas, que pasa á especie de piedra mineral, con crecidos y vivos resplandores de menudas y claras marquesillas á la manera de esmeril; mas de tan sólida y recia materia, que los caminos y sendas que por ellas se hacen a lo descaecido y bajo de los valles calientes, los hace no solamente peligrosos, sino casi impertransibles y imposibilitados con despeños y precipicios temerosos. Pero esta piedra metálica expuesta por mi contemplación al examen y beneficio que de ella hizo el Licenciado Cristóbal Martín y el que de la misma repitió Juan Florindo, fundidor de metales, da de sí plata cobriza y de poca ley; mas quizá profundándolos á más conveniente humedad fueran más abundantes y ricos. Mas no pudiera ser sin grande y crecido costo por la dureza y unión de aquella guija, y esto es tan general que por todas partes de la tierra se descubren semejantes metales, manifestándose más en el cajón y tajo del Río Grande, donde fueron los lavaderos ricos de oro de Ayampug, como ya se dijo en lo tocante al Valle de las Vacas, cuyas guías y muestras minerales pudieran divertir y entretener con esperanzas a los paisanos; mas ellos cuerdos y asegurados en lo fértil y experimentado de la tierra, dejan los resplandores de las guijas por el cultivo de la tierra que les fructifica colmados y excelentes frutos.

Descúbrense en la tierra alta deste valle muchos crestones, que levantándose de la tierra sobre guija negra de sólida materia, trae como unos sobrepuestos de finísimo y transparente cristal, que no siendo de lo que llamamos cristal de roca se distingue dél en que éste que se halla en Jilotepeques viene en lajuelas mas corpulentas que el canto de un real de á ocho; por cuya razón, no habiendo quien sepa separarlas y dividirlas, no se aprovechan aquellas hojas, aunque de sus fragmentos pudieran labrarse muchas curiosidades si hubiera lapidarios y aplicación para estas y otras piedras exquisitas y preciosas de que se dará noticia en la Segunda y Tercera parte. Hállase mucho desta especie de cristal en las labores de los menores hijos de D. José del Castillo, mis deudos, como también en este país de Jilotepeques, hacia la parte por donde confina con Sacattepeques y provincia de Verapaz, mucha piedra de talco, que sirve para bastidores de los balcones á falta de vidrios, y para muchos cortados curiosos, linternas y otras muchas cosas.

Y aunque en este territorio hay labranzas considerables de trigo de generosa y noble calidad de grano, todo lo más de aquel país fecundo y provechoso está ocupado y continamente poblado de estancias de ganado mayor; aunque no abundantes ni crecidas, sino al modo y estilo de rejegueros de á trescientas y cuatrocientas cabezas y en que, por sus copiosos esquilmos, interesan y acaudalan los dueños muy provechosas utilidades. Pero no es menos reparable lo que se ve entre los indios de grande numerosidad de trapichuelos de cañas de azúcar, que aunque cada uno no llega á lo que pueden ocupar y rendir cuatro suertes de ley, la muchedumbre dellos hace tan sobrado y superabundante el género que basta á descaecer la reputación y estima del precio del azúcar, mieles y otros géneros que della se fabrican; resultando deste gravísimo inconveniente notable ruina á los ingenios de azúcar de la posesión de españoles, cuyas fundaciones exceden al costo de trescientos, cuatrocientos y quinientos mil pesos cada uno. Pero cargando la consideración á lo que más vale, que son las almas destos pobres indios, dando por acertado que deste ejercicio y empleo está Dios muy deservido y desagradado, porque las mieles y rapaduras que con las cañas dulces fabrican, se extienden al uso de la chicha, y alambicación de aguardiente, que los destruye y lleva como el fuego á la paja; no excusándome decir entre las demás esta verdad, por el interés que el Rey nuestro señor pierde en el acabamiento destos vasallos, naciendo desta costumbre la continua embriaguez en que viven: de donde, fuera de muchas enfermedades corporales y heridas que reciben unos de otros, resulta no sólo la junta desordenada con sus mujeres y concubinas, sino torpe y bestialmente con sus hijas, madres, hermanas, cuñadas y nueras, no perdonando su embriagada lascivia las niñas de ocho y nueve años (digo lo que cada día experimentamos los que hemos sido jueces entre ellos, y lo que el santo celo de sus ministros Dominicanos clama á los Reverendos Obispos viéndolos vivir en las vegas de aquellos ríos, en el paraje que llaman Pajuyu en estas detestables culpas, fuera de la policía del poblado, sin sujeción á las justicias y apartados de la enseñanza y doctrina católica). Y aunque es verdad que para el reparo destos daños y remedio destos indios de los trapiches de Jilotepeques y de Sacattepeques, los Presidentes, con largas conferencias y consultas con el Real Acuerdo, han dado comisiones para extinguir y descepar estos trapichuelos, han quedado éstos en pie con los mismos abusos, con peor y más descarado uso, quizá porque estas y otras comisiones se confiaron á los que tienen más entrada en Palacio y en las casas de los Ministros; bastando lo dicho sobre materia que no tiene remedio.