Recordación Florida/Parte I Libro V Capítulo I
CAPÍTULO PRIMERO
Del mucho cuidado y desvelo que se puso, en aquellos melancólicos y funestos días, acerca de trasladar la ciudad de aquel primer sitio á otro más conveniente ó menos peligroso, hasta después de mucho acuerdo plantearla en el sítio y valle de Panchoi, que es en el que hoy prevalece.
Esta lamentable desgracia y fatalidad melancólica, que acabo de referir, puso en precisa necesidad y aun en obligación urgente á los republicanos de esta ciudad funestada, de mejorarse de sitio, respecto de temerse, con la presente experiencia, de otros futuros daños, que con la inmediata vecindad de los volcanes, uno de agua y otro de fuego, podían temerse; como por horas se esperaba, que aquellas pocas iglesias que habían quedado en pie se arruinasen y viniesen á plomo, por ocasión de los frecuentes y graves terremotos que aun, todavía continuando, tenían toda la tierra sin firmeza: y así, se trataba vivamente de mudar la ciudad. Pero estas eran unas conferencias volantonas, referidas en las conversaciones privadas de los hombres de mayor cuenta, sin resolverse cosa alguna; porque pasando desde el domingo 11 de Setiembre, que fué el día de la ruina, no pudieron estar quietos todos aquellos vecinos, que andaban como aturdidos y pasmados, de unas en otras partes, hasta el día 14 del mismo mes, que congregados todos los más que se pudieron unir para este consejo, que fueron pocos más de noventa, porque los demás de aquella miserable vecindad quedaron de la tormenta estropeados y lastimosamente heridos, de la contusión de los maderos y piedras encontradas en la confusión de aquellas procelosas y abundantes avenidas; quedando muchos cojos y otros con los brazos rotos, y los que no, muy gravemente enfermos desde aquella noche llena de espantos, aguas y confusiones; y lo que después padecieron en peregrinas sendas, que extraviados deshicieron para volver á la ciudad ó sitio de Atmulunga. Pero juntos todos, y congregados este día 14 que referimos, por primer acuerdo determinaron y resolvieron revalidar el nombramiento de gobernador y capitán general interino, mientras Su Majestad nombraba; porque habiendo conferido esta gobernación el Cabildo, justicia y regimiento en doña Beatriz de la Cueva, ella, con el pleno 7 expreso consentimiento del mismo Ayuntamiento, le hizo recaer, por cesión suya, en el licenciado D. Francisco de la Cueva su hermano (y marido como hemos dicho otras veces de doña Leonor de Alvarado Xicotenga): con que, ejercitada esta acción, como primera, para tener cabeza temporal á quien obedeciese este cuerpo de república, que aun por aquellos tiempos procedía asida al seguro timón de las leyes, guiándose por consejo y no por el vano antojo y competencias sofísticas de la voluntad, como hoy se observa; pues, en esta ocasión de tanto peso y conciencia, vemos se gobernó el Cabildo por el seguro parecer del doctor Blas Cota,[1] que parece era abogado del propio Ayuntamiento: fuera de que, siendo D. Francisco de la Cueva profesor de las leyes, no entraría en este género de gobierno, si no pudiera optar en él; pero, sin embargo, se le dio por compacompañero en el gobierno á el reverendo y venerable obispo Marroquín.
En la santa iglesia catedral se juntaron, no sólo una vez sino todas las que fueron necesarias, para este y otros arduos y dificultosos tratados; y habiéndose propuesto por los gobernadores y capitanes generales nombrados, como llevamos dicho, en el Cabildo de 17 de Noviembre de 1541 años,[2] el si convendría al servicio de Dios y de Su Majestad, bien de la tierra y perpetuidad de la gobernación, el que se mudase la ciudad del sitio en que estaba á otra parle más conveniente; parece que, habiéndose conferido la propuesta en este congreso, no se determinó cosa alguna, porque la frecuencia de los terremotos los tenía sin sosiego y sobresaltados continuamente, temiendo la ruina de la iglesia; cuyo recelo les hacía disolver estas tan importantes y necesarias juntas. Pero en esta, más en particular, variaron en pareceres, de tal arte, que no habiendo regulación de exceso en los votos, quedó sin determinarse el negocio, impedido y envuelto en confusiones; por cuya causa, dejando pendiente la conferencia para determinarla después, consultada y tratada antes por el gobierno de familias: pero llegando el día 27 del propio mes, que iba corriendo, de Setiembre, en que se había de resolver y concluir en Cabildo, que no fuese de la forma ordinaria, sino de los que en semejantes conflictos del público estado llamamos Cabildo abierto; á que concurren, fuera de los magistrados que componen este cuerpo de colonia y cabeza de reino, el Eclesiástico Cabildo, los prelados y personas del primer estado de la nobleza, que son citados por la voz de un portero tres días antes, y convidado el Cabildo Eclesiástico por diputados del regimiento; siendo este de los más serios, graves y autorizados actos que dentro de la sala se ejercitan, y en que hay particular y asentada forma de optar en los más preeminentes grados de los lugares que se ocupan en tan solemne acto, que aunque se le da el pronombre de Cabildo abierto, queda cerrado, aunque á puerta abierta, con la asistencia de los porteros y ministros de vara á la puerta segunda de la escalera, para que no se pervierta el orden del sigilo por la asechanza y curiosidad natural de la plebe.
Congregados en este día 27 de Setiembre todos los que se hallaban en esta disposición para concurrir á la junta, que fueron del número referido, se hizo notorio, por el escribano mayor de Cabildo, el motivo de aquella congregación á todos los circunstantes; dando por causa de esta novedad, todo lo acaecido en la inundación pasada, y con especial circunstancia de recelo en la continua calamidad de los temblores de tierra, que aun todavía se estaban padeciendo. Y habiéndose entendido lo propuesto, después de algún temor silencioso y mesurado de consulta secreta de unos sujetos á otros, se determinó que se votase sobre ello; pero habiendo habido diversidad y confusión de pareceres, y en que sólo concordaban ocho personas en que no debía mudarse, ni resolverse por esta materia el Cabildo, sin que antecediese el darle de ello cuenta á Su Majestad con todos los motivos que ocurrían, y esperar á la determinación y orden suprema; bien que esto se llevó por el orden regalar de los votos, sin que por parte de los de este sentir se protestase el servicio del Rey, ni se interpusiese apelación al Consejo: con que, quedando vaga su determinación, aunque era la parte que más entre sí concordaba, volviéndose á continuar la conferencia difusa y largamente ventilada entre todos, hubo de resolverse el que, por el inminente peligro que estaba tan á la vista, debía mudarse de sitio, teniendo por sin duda el que Su Majestad lo tendría á bien.
Pero habiéndose de elegir la parte y el sitio para hacer esta transmigración, fué mucho más prolija y dificultosa la conferencia; en que, mediando los motivos de conveniencia particular, ó los diversos afectos á tantos diferentes y admirables sitios en que se gozan en lo deleitable y espacioso de este contorno, hacían irresoluble y detenida la determinación de su celo; porque, aplicando la consideración á varias partes de aquella cercana circunvalación de tierra, eran de parecer, algunos de aquellos venerables varones , que se situase la ciudad en la milpa de Luis de Alvarado ó por la cercanía ó por hacer lisonja al propio gobernador, pariente de este dueño del sitio (aunque por entonces había poco de estas fantasías), y otros querían, y no con menos inconsideración que los primeros, que se fundase en la milpa de Pedro González; y muchos de los de este congreso proponían que en el Tianguesillo, que es aquella parte de llano que llamamos de Chimaltenango. Con que, así confundidos en varios dictámenes, sin concordar entre sí, determinaron los gobernadores enviar personas de satisfacción y prácticas de la tierra á reconocerla toda por los más inmediatos contornos, y entre ellas persona inteligente en la cosmografía, para que estos, debajo de juramento, dijesen acerca de ello lo que les parecía: con que, vueltos después de algunos días de examen de los países, á aquel sitio de Atmolonga donde yacía aquel pie (digámoslo así) de república ó ciudad formal, se congregaron de nuevo en la misma santa iglesia; presentando por escrito su parecer cada uno de aquellos sujetos (como parece de los dos cuadernos de esta materia que se hallan en el archivo de mi Cabildo). Y en lo que se lee de ellos se halla, que Antonio de Salazar, Juan de Chaves, Sancho de Varona, Cristóbal Lobo, Juan López y Gonzalo Ortiz, fueron de un parecer y dictamen, sintiendo y concordando en que sería más útil y conveniente el que la ciudad se fundase en término del valle Chimaltenango que es lo del Tianguesillo; pero sólo se opuso á esta unión de pareceres el que dió el capitán Hernando de Chaves (mi rebisabuelo por la vía materna de mi padre), que fué contrario á todos los otros, sintiendo que se debía fundar y trasplantar la ciudad al paraje que llamamos el Valle, que es sitio entre la Ciudad Vieja y el numeroso y conocido pueblo de Alotenango: y con lo previo de estas diligencias volvieron á ajuntarse en la santa iglesia catedral, que en aquel desmantelo y grande inopia servía también de casa capitular, y en este congreso, del día 2 de Octubre del mismo año de 1541, quedó resuelto el que se fundase en lo más emineneminentes del valle de Chimaltenango. La cual resolución se mandó divulgar á voz de pregonero por bando público, ordenando que todos los vecinos fuesen á tomar sitio en la parte referida, con vista y asistencia de la justicia, para que fuesen enteramente reintegrados en la forma y cantidad de sitio que antes poseían en la Ciudad Vieja, y que para ello, desde el día siguiente, ocurriesen á aquella parte á procurar los señalamientos de sus solares.
Mas como variase la viveza de los discursos, ó se interpusiesen especiales conveniencias de los más poderosos, como de ordinario sucede en las más arduas dificultades de las repúblicas; siendo esto, como ahora, en aquellos tiempos más sinceros y apartados de la malicia que hoy corre; pues aquella igualdad y pureza también varió y se alteró en esta fija determinación, conseguida á la larga porfía y perseverancia caritativa de tantos graves y autorizados congresos: motivando este nuevo desorden el parecer, que he visto y leído original del cosmógrafo, que se contiene en el ámbito estrecho de una cuartilla de papel, en que, describiendo toda la tierra del contorno y no hallando en ella país sin defectos, concluye en que el más adecuado y útil para la fundación, por todas sus circunstancias de llanura espaciosa, cercanía de poblazones fundadas, copia de aguas, forraje, leña y abrigo de los nortes, era, sin duda, el más conveniente y mejor el Valle del Tuerto y el más á propósito para este efecto; y que en los demás, sin duda, se hallaba inconveniente. Y con esta relación, y en este estado, se tomó breve y determinada resolución para la presente fundación que hoy gozamos, y sin duda, antes que otro movimiento, se trató para el efecto de conducir todo el material necesario al sitio del Tuerto ó de Panchoy, cuya etimología es de laguna grande; pues desde el día 22 de Octubre de 1541 hasta 21 de Noviembre de 1542, que es un año y veintinueve días inclusivos, no vemos ejercitada otra acción de congreso público ni privado acerca de este punto: bien que debieron de prevenirse las rancherías necesarias para lo más acomodado y breve de la reedificación, recurso de los artíartífices y peones y guardas de los materiales, como formando un pueblo portátil á modo de barracas ó tiendas de campaña. Y se prueba; pues habiendo venido á este sitio en procesión y triunfo el día 21 de Noviembre, que lo es de la Santísima Presentación de la Virgen María Nuestra Señora, en este día, y en el siguiente 22, que es dedicado á la memoria de la triunfante virgen y mártir Santa Cecilia, se tiraron y corrieron las cuerdas para la planta de esta ciudad, como hoy se ve, de Oriente á Poniente, Norte á Sur; celebrándose, desde aquel día, los divinos oficios en la que hoy es pobre ermita de Santa Lucía, y que entonces fué catedral; quedando también de aquí, y en recompensa destos días, los públicos paseos de víspera por la tarde y día por la mañana de Santa Cecilia, el público triunfo, con el lábaro Real por las calles públicas de esta ciudad: y no porque este día se ganó esta tierra, como algunos mal informados quieren, habiéndose conseguido la entrada el día 25 de Julio, día señalado de nuestro glorioso patrón Santiago del año de 1524, sino por haberse tirado las líneas á los fundamentos de esta segunda poblazón, y no repetir el acto el día de Santiago; y el de Santa Cecilia se hace en este día, y no en otro esta triunfante remembranza, como también lo tocaré en lo de adelante acerca de los privilegios de la muy noble y muy leal ciudad de Goathemala.
El sitio donde hoy yace, aun no dista una cumplida legua del de Atmolonga, que es el de la ciudad antigua, en sitio y terreno llano, que descaece más á la parte occidental, á donde derrama y fluye sus aguas vertientes y de sus ríos al de la Magdalena, de noble y abundante curso, y que camina á la parte del Sur, introducido en otros ríos de no menor ni menos provechoso caudal. Cercan en torno todo este valle unos cerros, levantados á bastante eminencia, que dieron motivo á la fundación, por ser estos montes unos padrastros que la guardan y aseguran del ímpetu de los nortes, que en este Reino no es saludable viento; bien que recibiendo esta ciudad el aire por las partes que abren los cerros le entra por cañada, y á esta causa no es muy puro. Entranle algunos ríos y arroyos, de donde abundantamente se provee de las aguas que necesita, siendo en esto copiosa y en lo demás abundante y sumamente proveída. Su cielo es en alguna manera melancólico, y sin duda le proviene esta particularidad de los vapores de los volcanes que empañan la región; pero, por lo demás, el valle es amenísimo, fértil, espacioso y de buenas y apacibles conveniencias, teniendo en sus contornos, y casi á las goteras de la ciudad, muchos excelentes y numerosos pueblos que la proveen y abastecen de todo lo necesario; y estos sin otros muchos que se encierran, en lo que dice lo tendido del valle, hasta las faldas de los montes, de donde también se provee y abastece del material que le suministran sus excelentes canteras, madera innumerable y selecta, bejuco maravilloso, y tierra muy adecuada para la mezcla y adobes, forraje fresco todo el año, leña y otras provisiones muy cumplidas y provechosas, que hacen las fundaciones felices y permanentes.