Recordación Florida/Parte I Libro VI Capítulo III

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO III.

De las imágenes milagrosas y de gran veneración que tiene la religión y templo de San Francisco de Goathemala.


Entre lo mucho y precioso de estimables reliquias que enriquecen el templo de mi patrón San Francisco de esta ciudad de Goathemala, sobresale más la devoción y afecto del pueblo en algunas que, así por milagrosas como por las circunstancias con que vinieron á esta ciudad, se hacen más conocidas, no sólo de los vecinos de ella, sino de los muy remotos y distantes vecinos de las demás ciudades del Reino; pues la imagen santísima de Nuestra Señora de Loret creo es venerada devotamente aun en la parte de otros reinos: cuya preciosa y divina imagen será de poco más de un geme de vara en la estatura de su tamaño, aunque en su celestial milagrosa belleza, y frecuencia de sus maravillosos milagros, es de tan crecida estatura como todas las que son imágenes de María Santísima. Testifica y comprueba, la que para mí es tradición anciana y muy acreditada, y para la religión será auténtico y declarado milagro, el que para la fundación ó erección de su rica y admirable capilla, obró con repetición y prodigio bien notorio (que sin duda referirá en su sagrada historia el erudito y sapientísimo padre jubilado Fr. Francisco Vazquez, á cuyas circunstancias me remito). Y lo que se sabe de esta milagrosa imagen, es que teniéndola en su celda el venerable religioso Fr. Pedro de Arboleda, varón de ejemplarísima vida y de acreditada fama y nombre, saliendo de su religiosa y pobre alcoba una mañana, para bajar á celebrar el soberano y alto sacrificio de la misa, no halló en su librería el divino y seguro oráculo de sus acciones. Omitió por entonces el celebrar, no dejando celda, biblioteca, coro, templo, ni parte donde no la bascase; siendo infructuosa y vana su diligencia hasta que, saliendo al atrio del sagrado y excelente templo, en un esconce ó espacio que había entre la descollada torre y el portal de la portería reglar, halló su deseado norte , la divina María, sobre un montoncillo de piedras, y que del rocío de la mañana tenía mojado el ruedo de sus preciosas vestiduras: cogióla arrodillado y reverente, y la volvió á la clausura de su estrecha celda, pensando que algún aficionado devoto la habría sacado para llevarla consigo: colocóla con lágrimas de amor en su nicho, dijo misa y pasó la sagrada Señora el término de las luces en el tabernáculo y colocatorio que tenía en la celda. Reposó el piadoso padre en el silencio de las tinieblas, y recordando, á la campana del alba, recurrió al clamor de su aurora, vió sin luz el tálamo de la divina esposa, y así salió á buscarla, hallándola entre el escarchado rocío, de la propia suerte que la antecedente mañana. Repitió más advertido el devoto padre la clausura y guarda de la superior princesa, dejándola la siguiente noche con luces encendidas en su obsequio, y en señal de su devoción no apagada, y á la hora de maitines al ir al coro, la saludó con himnos, volviendo después á las duras tablas de su alcoba, donde sosegó, entre piadosas consideraciones y dulces alabanzas de la Virgen madre, hasta la hora acostumbrada del clamor del alba; levantándose á buscar el día en la imagen de María, se halló sin luz en sus ojos corporales, porque ya se había ausentado con María la aurora, la luz y el día: buscóla amante y reverente, y hallándola en el dicho sitio que las otras veces, conoció, desde aquel punto, ser voluntad de la divina y graciosa reina el que allí se le diese lugar y público culto, y veneración á su sagrada imagen. DivulDivulgóse por la ciudad el suceso, y con piadosa y reverente admiración se le empezó la fábrica preciosa de su singular capilla.

Es necesario, acerca de esta divina y soberana Señora, recurrir á las historias de nuestra España para haber de tratar de su tradición, trayendo á la memoria el prodigioso y admirable nacimiento del infante D. Pelayo, restaurador y libertador de España; de quien no dicen los historiadores, que la infanta doña Luisa, su madre, al tiempo de entregarle á las corrientes copiosas del Tajo, temerosa de los rigores del rey Witiza, su tío, que esta piadosa y católica madre suya le pusiese á la inocente Real persona alguna reliquia que, acompañándole, le guardase de tantos manifiestos riesgos; siendo creíble que quien era cristiana y con el amor y cariño de madre le pondría alguna reliquia estimable. Nos dice la corriente antigua tradición, válida y recebida de los primeros y más graves religiosos, y de los caballeros y republicanos primeros y más antiguos de la corte de Goathemala, ser esta santa y preciosa imagen quien en su naufragio ó navegación acompañó y guardó á D. Pelayo, que por la pequeñez de su estatura, que es de menos de un geme, pudo sin peligro del tierno infante acomodarse en la arquilla en que navegó fluctuante. Esta, pues, divina imagen, se colocó después en una decente y superior capilla de una de las iglesias de la villa de Alcántara, á quien pía y devotamente inclinado un caballero de esta ciudad, que le hallo como alcalde ordinario en los libros de Cabildo de ella de los años de 1577 y 1584, conocido y tenido por uno de los hombres nobles y de la primera cuenta de aquellos tiempos, pues hasta hoy presvalece en esta república familia ilustre con dependencia y deudo de Juán Rodríguez Cabrillo de Medrano, que este es el nombre de este caballero que digo, que habiendo vuelto á España á negocios propios, tomó devoción fervorosa á esta santa imagen, de donde nacieron deseos y estímulo de robarla; y para ello se valió del sacristán de aquella iglesia, y facilitando su diligencia á impulsos del interés, consiguió que, por una cancantidad de dinero, le entregase la imagen milagrosa, sustituyéndola con otra; desapareciendo para siempre el sacristán, desleal custodia de tan singular, antiguo y apreciable tesoro. Juan Rodríguez Cabrillo de Medrano, con el don de tan preciosa reliquia, se embarcó para estas partes, sucediendo á pocos días de su navegación una tan temerosa y grave tormenta que, siendo necesario alijar, entre otras cosas se echó ai agua el cajoncillo en que venía la sagrada imagen; quedando este caballero, sin la posesión de tal joya, confuso y melancólico, hasta que, pasando el rigor de la tormenta, doblando un cabo ó punta de tierra, vieron venir el cajoncillo hasta abordarse al navio, de donde, á fácil diligencia, pudo asirse, premiando el dueño con larga y liberal mano á quien ie hubo. Desembarcó en la Veracruz, estuvo en Mexico dos años, de donde pasó á esta ciudad de Goathemala y se aposentó en las casas de D. Pedro Marín de Solorzano, deudo suyo, y pasando después Juan Rodríguez Cabrillo de Medrano á la ciudad de Lima, a la herencia de un pariente, dejó esta Señora en poder de D. Pedro de Solorzano por prenda de su vuelta á Goathemala; pero muriendo allá, la dejó por legado á este caballero Solorzano su deudo, quien, movido de ver que aunque la santa imagen quedaba, cuando salía fuera de casa, debajo de la llave del cuarto donde asistía y se la llevaba consigo, cuando volvía la echaba menos, hallándola unas veces en un cuarto y otras en otro de la casa, la hubo de dar, con noticia de todo, al venerable varón Fr. Pedro de Arboleda. Y aunque acerca de esta santa imagen puede haber otras circunstancias y otras cosas que parezcan más notables, yo no pienso mudar ni alterar cosa alguna de esta tradición corriente, por haberla oído y tenido de muy fidedignas y ancianas personas de uno y de otro estado, y entre ellas á los padres Fr. Fernando de Espino, Fr. José de Morreira y Fr. José de Guzmán, religiosos de los más graduados de la religión de San Francisco, y á Jerónimo de Caraza Figueroa, caballero muy anciano, de acreditado juicio y gran comprensión de antigüedades, don Antonio de Godoy Guzmán, D. Esteban de Medrano y SoSolorzano, y otros también caballeros de acreditada verdad y edad anciana, y doña Juana de Alvarado, ilustre en sangre y resplandeciente en virtudes, gran devota y bienhechora de esta capilla: lo referí á doña Manuela Ximenez de Urrea mi madre, y entendió lo mismo de otras muchas personas, que me produjeron y participaron estas antiguas noticias.

La capilla de esta singular reliquia está, como entramos al templo, á la mano derecha, que es la banda del Sur su situación; su proporción y tamaño será de diez pasos geométricos en cuadro, vestido todo el pavimento y lo que hacen las maestras, que dan formación á la caja, de azulejos muy finos de Génova; siendo la arquitectura que la informa del orden de Corinto por la variedad de cestillos, cornucopias y macetas que componen la majestad de su adorno. Tiene una hermosa reja de hierro dorado á fuego, que mira al espacio del templo y nave de la Epístola, mirando al Norte, por donde se venera la santa imagen, y se oye misa desde fuera, porque la capilla jamás se abre sino es para personas ilustres y de notorio privilegio; queda á la parte de Oriente á lo interior del claustro la puerta de su preciosa y rica sacristía, que se frecuenta bajando de ella á la capilla por la disposición de dos gradas de piedra berroqueña con su bocelina, caña y filete que dan esmerado, airoso orden á la nivelación de las mesas de sus planos. A la parte occidental rompió la atención del diestro y perito artífice, para la claridad y introducción de las luces, un balcón de capacidad debida á la formación de la pieza que mira á la despejada circunvalación del atrio, y á quien defiende y asegura una fuerte y labrada reja de hierro, dorada á fuego, y adorna por lo interior una copia de cristalinas vidrieras, quedando la belleza y aseo del retablo á la testera que yace á la parte del Sur, y enfrente de la reja que sale al templo.

Majestuosamente resplandece y se descubre, en la trabazón y manufactura del retablo la singular y pulida orden de arquitectura... Adornan sus bien talladas y garbosas columnas, en urnetas de cristalinas rocas, los sagrados atributos de la Princesa Virgen: en unas y en otras venerables y insignes reliquias de incorruptibles huesos de santos, que donó la piedad y devoción del licenciado D. Diego de Abendaño, presidente que fué de esta Real Audiencia. La ostentación y alarde de las riquezas y aseos se manifiesta y resplandece en este retrato del cielo; pues sólo en tiborcillos, macetillas, picheletes, alcarrazas, limetas y otros vasos de loza rica de la China, tiene mucho de mucho precio. Tiene diversas colgaduras ricas de Damasco, tafetán de Granada y tercio pelo carmesí y de brocado, y en especial una de bordados ricos de oro y plata; y aunque se ve colgada con el decente y autorizado adorno de las sedas, campea y luce sobre ellas, por aderezo ordinario, grande y apreciable ornamento de primorosas y estupendas láminas, relicarios y ceras consagradas, con vidrieras diáfanas y limpísimas en marcos muy preciosos y de curiosidad delicada y pulida; con que al vestuario diverso de diferente colgadura, sigue también el arreo primoroso de pendientes, relicarios, de distinta calidad que los primeros. Los perfumadores, jarrillas, pebeteros, blandones, candeleros, lámparas y cruces de plata blanca y dorada es muy suficiente. Y es muy de advertir que en los días de jubileo, ó los de primera clase de la orden, siendo las efigies de talla del retablo, y los niños de sus cornisas y altar en buen número, si la sagrada y milagrosa imagen se adereza y viste con atavíos de oro y piedras preciosas, los demás santos y los niños de la capilla y retablo se adornan de cadenas primorosas de oro; y si de perlas, con sartales y cadenas de orientales y blancas perlas todos. A esta santísima imagen y su precioso y sagrado niño donó Alonso de Miranda, bienhechor de esta capilla, coronas y cetro de diamantes y rubíes de sumo precio, y las piedras de magnitud y fondo maravilloso; y por esto, debajo del pavimento de esta capilla está el sepulcro de esta familia y la de los Solorzanos Medranos, por haber sido dueños de esta santa imagen.