Recordación Florida/Parte I Libro VI Capítulo II

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO II.

De la admirable imagen de Nuestra Señora de las Mercedes que está en el templo de su convento de Redentores de esta ciudad de Goathemala.

Nuestra Señora de las Mercedes es conquistadora, que anduvo en las batallas y revueltas de la conquista de este Reino de Goathemala y el de Mexico, acompañando al venerable religioso Fr. Bartolomé de Olmedo, de clara y grata memoria, y cuando á este dichoso, esclarecido varón acompañaba, á nuestros esforzados y celosos soldados favorecía; pues refiere mi Castillo, en varias partes de su verdadera historia, y la verdad acreditada y docta del padre José de Acosta,[1] que se vío esta Santísima Señora en el aire á nuestro amparo y defensa, y que después de vencidos y seguros los indios, confesaban que por donde andaba sobre su ejército la imagen de María, llovía una arenilla menuda que les turbaba y empañaba la vista. Pero aunque es tan poderosa y esforzada, tan animosa y invencible, quiso, á fuerza de guerrera y de veterana(que así fué desde ab initio), sacar, de la campaña que hizo, un testimonio de que se le debía á su amparo nuestra victoria, en una patente, rubricada con sangre, de una manifiesta herida de saeta que tiene en el principio y olla del cuello, de donde vertió milagrosamente sangre, que permanece notoria y manifiesta; sin que la haya borrado ni deslucido el tiempo, consumidor de cuanto erige el mundo, ni menos la haya podido oscurecer ni desaparecer de nuestra vista la sutil prolijidad del pincel.

Esta milagrosa y santa imagen, en la estatura será de algún exceso pequeño de más de tres cuartas de vara; su color trigueño, aunque no fijo, pues unas veces es muy metido y retirado á lo negro, otros más claro y sereno, y algunas encendidamente rojo; por cuya causa jamás ha podido la destreza del arte del pincel sacar retrato suyo que sea totalmente parecido. Está la Santísima Virgen consagrada por D. Angelo María, arzobispo de Mira, en ocasión que estuvo en esta ciudad de Goathemala aposentado en el religioso y ilustre convento de Redentores, habiendo venido á negocios de la Santa Sede Apostólica. Y el original instrumento de la consagración, que me franqueó y comunicó el prelado superior de esta religión, es á la letra su contenido siguiente:

«Nos Fr. Angelo María, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, arzobispo de Mira, en este día, que es el primero de Mayo del año de la Encarnación de Nuestro Señor que se cuentan 1628, bendecimos y coronamos con corona reginal esta santa imagen de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos, con todo el austo y aparato posible, y concedimos cuarenta días de verdadera indulgencia, en la forma acostumbrada de nuestra santa madre Iglesia, por cada vez, á cualquiera persona, que con acto de devoción reverenciare á dicha Santa imagen, ó hiciere oración delante de ella.=D. Fr. Angelo María, arzobispo de Mira.=+ Lugar del sello.=De mandato illustrisimi et reverendissimi D. D. Archiepi Myre. = Frater Joannes Qio. SSus.»

Hay otra membrana, en el archivo de este convento de Nuestra Señora de la Merced de Goathemala, que contiene la concesión de gracias y indulgencias á la corona de dicha imagen, de que participan los rosarios, cruces y medallas que una sola vez en cada mes del año se tocaren á ella. Excuso la prolijidad de la copia suya, á la letra; está firmada como la antecedente y sin fecha: discurro sería su data el mismo día de la consagración.

La planta de la santa imagen está en pie, y tiene inclinada y caída la cabeza con extremo noble, pues la hace gobiada de espaldas; y es el caso, no de la formación atenta y cuidadosa del arte, que fuera imperfecta la traza, sino milagrosa demostración que sucedió á vista de innumerable y atropado concurso de devoto pueblo; porque habiéndole dispuesto una corona rica de oro y piedras preciosas, para el día de su festiva consagración, ó fuese descuido del lapidario ó del artífice, ó cuidado y permisión de la divina voluntad, la corona salió más de cuatro dedos más alta de lo que demandaba el hueco del nicho; con que, al tiempo de colocar la santísima imagen en el tabernáculo, no entraba ni cabía esta preciosa y divina reliquia en su trono, y aunque se hicieron varias y repetidas diligencias para acomodarla, jamás lo consiguió la diligencia; hasta que, subiendo el Arzobispo al altar, al tiempo de quererla introducir reverentemente en el nicho, la soberana y divina imagen inclinó la sagrada cabeza, con que quedó colocada , y desde aquel día, en el movimiento y inclinación con que hoy se ve, y á su imitación agobiado también el santísimo y bello niño que tiene en brazos. No hay de este admirable caso más testimonio que el de la tradición corriente.

Tiene mi nobilísimo Cabildo de Goathemala jurada esta santísima imagen por abogada del agua, y á su intercesión y tutelar refugio consigue, en sus mayores aprietos y necesidades más inminentes y graves, á letra vista, el soberano y piadoso decreto de la providencia del Altísimo. No sale esta soberana y apreciable reliquia de su templo hasta haberse hecho, por el Cabildo de esta ciudad, juramento solemne de volverla á traer y entregar, con la misma pompa, al tiempo y término de días porque se pide. Es este un acto muy devoto, autorizado y grave.

  1. Libro VII, cap. xxvii, fol. 528.