Recordación Florida/Parte I Libro VIII Capítulo I

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


LIBRO VIII.


CAPÍTULO PRIMERO.

De los valles y pueblos de que se compone el Valle, que es corregimiento de la administración de los alcaldes ordinarios, cuya jurisdicción les confiere en su creación el cabildo de Goathemala, y de las cosas particulares de ellos.


Inagotable y prolijo asunto fuera el del presente discurso, si hubiera de narrarse tan cumplida y puntualmente que nada echara menos la curiosa atención, de lo que encierra y produce tan ameno, abundante y dilatado país. Pero, no faltando á lo más especial, maravilloso y notable de sus particulares cualidades y excelencias, describiré curiosamente, atento cuanto la experiencia dilatada y investigación de las cosas me hubiere encomendado á lo más severo y prolijo de la memoria; confesando ingenuo que, á la esfera de tanto dilatado fecundo espacio, no podrá lo tardo de mi pluma darle tan feliz alcance, que en lo atropado del maravilloso concurso, de tanto cúmulo de maravillas naturales, no se omitan, sin investigar, muchas dellas.

Una de las más apreciables prerrogativas que confiere el Cabildo y regimiento de Goathemala en sus alcaldes ordinarios, es la del corregimiento del Valle, que se compone de setenta y siete numerosos pueblos, repartidos, aunque contiguamente subsecuentes y unidos, por los límites de sus ejidos, en nueve fecundos y provechosos valles, que son: el que común y generalmente es conocido por el Valle de Goathemala, de donde, por su participación y antigüedad con su terreno, gozan todos el general y simple nombre de Valle de Goathemala por que vulgar y antiguamente es conocido. Pero los demás de los valles, al número de los nueve correspondientes, son: el de Chimaltenango, de saludable temperamento y alegre cielo; el abundante y próvido de Jilotepeque; el fecundo y elevado de Canales; el dilatado y numeroso de pueblo de Sacatapeques; el alegre y saludable de Mixco; el de las Mesas, más inmediato y no menos fértil que los otros; el de las Vacas, y valle de Alotenango; que todos juntos, por la abundancia, diversidad y gustosa sazón de sus frutos, hacen y ordenan la ordinaria despensa y providente granero de Goathemala: prerrogativa y singular calidad que le da el primer lugar entre las demás deleitosas tierras del Reino; gozando de bellas y espaciosas campiñas, de quienes no se conocen si rinden más copioso fruto con los sazonados pastos ó con las maduras mieses. No siendo menos rico y adornado su alegre y desenfadado territorio de verdes selvas y tupidas breñas, que favorecido y bañado de nobles ríos, copiosas fuentes y aguas minerales que brollan en sus cristalinas y saludables linfas, siempre calientes y nunca destempladas; y mucho más, no careciendo el curso de muchos nobles, abundantes ríos, de regalada y copiosa pesca, como sus frescas, umbrosas, verdes selvas de entretenida y provechosa caza; viéndose ennoblecidos los pueblos de suntuosos y ricos templos y de conventos no menos magníficos que acomodados. Y para mejor y más clara inteligencia demuestra la demarcación y situación de los valles la hermosura de todos ellos.

Son los indios paisanos destos valles descansadamente ricos, y jamás por su actividad y laboriosa frecuencia necesitados. Son todos uniformemente bien proporcionados en la formación de sus cuerpos, fáciles y voltarios de natural, aunque domésticos y dóciles. Generalmente hábiles y sumamente industriosos en todo género de arte; conservan con tenacidad cuidadosa su propio antiguo uso, y así, ni más ni menos, en todo aquello que establecieron ó dejaron erigido sus mayores, aunque reconozcan ser contra el adorno y uso político. En las costumbres y observaciones ceremoniosas todos son igualmente conformes: son muy dados al culto y veneración de los santos, en que emplean lo más que les rinde el tesón frecuente de sus inteligencias; lo restante absolutamente en vino, por ser generalmente manchados con el vicio y uso de la embriaguéz, sin que pase entre ellos á ser infamia, antes sí estilo de suma y declarada bizarría. En el uso y contrato de sus matrimonios, se pactan y efectúan por el contrario estilo y dictamen de nuestra costumbre española; porque la desposada no lleva dote, más de saber trabajar en lo casero; antes sí el marido la compra á sus padres, sirviendo (como Jacob á Labán) por algún tiempo á los suegros para experimentarle y dándoles algunos dones estimables según su aprecio dellos, que para nosotros fueran ligeros y despreciables; siendo esto lo que en lo común y general se practica, que en lo particular también hay indios que generosamente nos imitan, dándoles á sus hijas buenas y considerables porciones de caudal en sus casamientos. Todos ellos, generalmente, en el día que reciben el augustísimo sagrado cuerpo de Cristo Señor nuestro Sacramentado, comen en estos días de comunión muy parcamente, dándose á la continencia y ayuno; enraman y vistosamente riegan de alegres y matizadas ñores sus casas: no ejercitan, ni aun ligeramente, el trabajo en semejantes días; están sin salir de sus oratorios y sin comunicar aun los más cordiales de sus familias, y sólo se entregan á la soledad y al silencio. Si caminan, es ordinariamente llevando siempre consigo las mujeres, y cuando hacen el camino á caballo, van los varones montados, y las hembras á pie asidas á la cola de la cabalgadura. Mas esto no es, como algunos piensan, por inutilidad indiscreta, ni por desprecio que hagan de las mujeres, sino por natural temor que ellas tienen á las cabalgaduras, ó porque estén embarazadas ó criando sus hijos, que siempre los portan consigo, de unos lugares en otros, envueltos en una manta y colgados á las espaldas. En los convites para las festividades de sus pueblos, no sé que haya nación que observe y estile la costumbre que en esta de los indios se vió y conservó desde el tiempo de su gentilidad,[1] observando hasta hoy muchas torpezas de aquellos tiempos, en que sólo se entregaban á la gula, embriguez y deshonestidades; porque lo que hoy se practica es, que si el pueblo de Amatitlán convida al de Petapa ó al de San Cristóbal, que son sus inmediatos y amigos, éstos han de convidar para las de sus pueblos al de Amatitlán y le han de volver recíprocamente y con igualdad el convite; de tal suerte, que si en Amatitlán le dieron gallinas de la tierra, dulces de confitero, vino y otras cosas, aquello mismo les han de retribuir y ofrecer en sus mesas los convidantes, y esto de calidad abundante y crecido que hayan de comer á su satisfacción y llevar á sus casas; y cuando se falta en todo ó en parte de ello, es agravio y duelo que dura entre ellos largo tiempo, y así indispensablemente lo estilan todos los de este valle y los de las demás provincias del Reino. [2]

En estas fiestas de sus pueblos,[3] que son las de la advocación, danzan adornados de ricas y preciosas plumas, variedad de monedas, espejos y chalchiguites, llevando sobre sí inmenso é incomparable peso de estos adornos; siendo en esto, como en lo demás, incansables, porque danzan en los cementerios de las iglesias por el continuado curso de un día,[4] y tras aquél otro, y las más veces por ocho sucesivos días, que es lo que suele durar la festividad de sus pueblos. Ordénanse sus danzas bailando en torno del que tañe el instrumento del tepunaguastle, que es un rústico instrumento músico, á la manera de un cofre, con unas angostas roturas á trechos, que sirven á la consonancia ambiente de las voces, como en los instrumentos nuestros los que llamamos lassos, y se toca á golpe de unas baquetillas de madera sólida, calzadas por tos extremos de ule, que es una materia resinosa, de cuya calidad y virtudes trataremos más larga y cumplidamente. Danzan, pues, cantando alabanzas del santo que se celebra; pero en los bailes prohibidos cantaban las historias y hechos de sus mayores y de sus falsas y mentidas deidades. Son sumamente y con extremo confiados para con los españoles; porque, llegando á sus casas, abren y franquean la principal donde tienen sus oratorios, y se la dejan libre con todo el menaje que tienen dentro, y ellos están en casa aparte, pobremente desacomodada, en que ordinariamente viven; aunque todos, en la frecuencia de un patio y de una principal puerta, juzgando sólo digno de habitar sus oratorios al español. Es nación que encanece tardísimo; en la duración de la vida cuentan prolijos, largos años; pero en las pestes mueren miserable y copiosamente sin excepción de edades, porque de ellos, como de los animales menos útiles, no hacen caso los superiores, que deben mirar por su conservación y aumento. La dentadura, firme y sólida, jamás la pierden. El fausto y regato de sus personas es ninguno, y si con la ocasión que tienen de granjear lo que ganan no lo disiparan en el vino y pulque que beben, abundaran en crecidísima copia de caudal. Son grandísimos sufridores de la inclemencia y trabajo, y sí fueran más dotados de espíritu ardiente hicieran, sin duda alguna, ventaja á todas las naciones del mundo, por el aguante y gran sufrimiento y tesón que tienen en el trabajo; porque al sol y al agua y hielos, sólo les cubre un miserable vestido de sutil y rota tela, de manta de algodón, que llaman tilma; no siendo otra cosa el vestido que una camisa de manta y calzoncillo de sayal, que en el rigor de las lluvias se les enjuga y seca en el cuerpo, por carecer de remuda, no teniendo para dormir, sobre el desnudo, frío y duro suelo, más cobertor que el de una corta y pobre fresadilla; pero con ella tienen por general costumbre cubrirse la cabeza, dejando desabrigados y descubiertos los pies. Pásanse seis y ocho días con el corto y seco alimento de unas tortillas de maíz que sacan de sus casas para ir á viaje ó al trabajo de las labranzas, sin otra cosa que á este ordinario y mísero sustento acompañe, en que no sé qué otra nación les imite. Y lo que más admira, y prueba la constancia suya en sufrir los trabajos corporales,[5] es en lo que todas las mujeres de esta nación estilan en sus partos; porque, al tiempo del instante en que salen á luz sus criaturas, las recogen en la misma ropa, con las parias y desaseos con que nacen, y se encaminan á los ríos, donde se bañan, y purifican con todo esmero los infantes, y vuelven á sus casas regocijadas y alegres, y se acuestan en sus lechos que llaman tapescos, que son tejidos ó formados de varas, habiendo debajo la suficiente braza que las calienta y provoca á sudor copioso; á cuya evacuación, y la ordinaria de las paridas, ayuda la poción que toman, compuesta de chile, cordoncillo y otros brebajes que llaman suchiles; pero este regalo ó descanso les dura tres días, y á lo más cuatro, y luégo se vuelven á la piedra de moler y otros oficios caseros. El modo de criar los hijos es fajándolos contra una tabla, desde el pecho hasta los pies; por cuya causa todos los indios tienen las cabezas de la parte de atrás llanas y aplastadas. Pende del cabezal de la tabla un arquillo, sobre que ponen un lienzo, que cubriendo el cuerpecito de la criatura los defiende de las moscas y polvo y viento. Estas tablillas acomodan en las gasas de dos sogas que penden de las vigas, para poderlos arrullar y mecer á la manera que á nosotros en las cunas.

Los numerosos y útiles pueblos que á las goteras casi de la ciudad de Goathemala se hallan fundados, y le son sin disputa provechosos, son veintiocho excelentes y abundantes; estando algunos dellos destinados para cortadores de las carnicerías, y otros para el cuidado y aderezo de las aseadas y seguras tarjeas de las aguas de San Joan Gascón, Pampotic y Santa Ana, que unos y otros se mantienen y pagan de los propios de la ciudad cada semana, por mano del mayordomo de los propios y rentas della, del ramo de hacienda que produce el corte, y libramientos sobre otros efectos,[6] para lo que toca á las aguas; pero entre todos los veintiocho pueblos de esta circunvalación propincua, son más señalados el de Atmolonga ó Ciudad vieja, y el de San Gaspar, por la abundancia de saludable pulque que dellos se introduce en esta ciudad, que es una bebida, que frecuentemente usan los indios, de saludables y conocidas calidades, que se saca de la planta que llaman maguey,[7]que discurro es la más singular y maravillosa que produce y cría la sabia y próvida naturaleza; pues siendo, como es, muy adecuada para cercas de los sembrados, por ser planta cuya mata fuerte y firme se extiende por más espacio de dos varas de diámetro, y ésta produce en lugar de hojas unas pencas fuertes y gruesas, que cada una se dilata por una vara de largo, y se visten por los filos de unas espinas tan sólidas como el hueso ó el acero más fino, del porte y largo de un dedo. Se extiende y admirablemente dilata el fruto, que pródiga nos participa y rinde, á una fecundísima é incomparable copia de utilidades; porque abierto el corazón ó principal cogollo, da de sí miel muy medicinal y suave;[8] luégo el pulque; después otro menos generoso y noble; y últimamente, otra calidad y naturaleza dello, totalmente agro, que es lo que gastan y en abundancia beben los indios. Y de este género de licor ó zumo de maguey se fabrica vinagre tan saludable, gustoso y claro como el de vino; y del pulque más fuerte y añejo se alambica aguardiente excelentísima, y que sirve á todos los ministerios en que se usa la más firme y segura que se nos trae de España ó del Perú, con maravillosos y conocidos efectos. De sus peacas, coa el propio beneficio del lino, se saca fuerte y durable pita, de que se fabrican varios y excelentes tejidos para el uso y vestuario de los hombres, como también durable y estimable jarcia para el avío y hato de las mulas de recua, la jarcía y cables para navíos, que son más durables que las de cáñamo: y los indios de la antigüedad, recien-fundados estos reinos, fabricaban de ellas papel, en que escribían los españoles; y de aquellos conquistadores de Goathemala tengo en mi poder siete peticiones presentadas al Cabildo, escritas en semejante papel. Con las hojas ó pencas se cubren muchas rancherías de campo; del tronco ó pimpollo principal que arroja en medio de la mata (esto es en el silvestre) para producir la semilla, se hacen ligeras é incorruptibles vigas, para fábricas de trojes y graneros de las labores; de sus sólidas y crecidas espinas se hacen aguajas y afileres de que usan las indias; de lo que queda de pencas trozadas en el principal tronco de su mata, se hace una comida muy saludable y gustosa, que llaman generalmente mescal; y sus pencas asadas y exprimido el zumo sobre cualquier herida la sana milagrosamente con gran celeridad y la preserva de pasmo; como el pulque agro es medicina, que aplican con frecuencia los médicos contra los tabardillos y otras enfermedades: con que, cuando la naturaleza no hubiera dado más beneficio á estas occidentales regiones que el que en esta singular maravillosa planta les ha comunicado, juzgo que bastaría para providencia cumplida y favorable fomento á sus naturales y innumerables indios.

Pero restando decir cuáles sean los pueblos excelentes y numerosos que en torno apacible y fecundo de la ciudad de Goathemala están sitos, y que tengo propuestos, es necesario especificar que éstos, fuera de los dos ya referidos de San Gaspar y Atmolonga, son los de Santa Inés, San Juan Gascón, San Cristóbal alto, San Cristóbal de abajo, Carmona, Santa Isabel, Santa Ana, San Juan del Obispo, San Pedro de las Huertas, Tzaqualpa, Alotenango, San Lorenzo, Milpa de Dueñas, San Antonio Agua-caliente, la Magdalena, Spíritu-Santo, San Antón, Jocotenango, San Felipe, San Lorenzo tejar, San Miguél y San Sebastián tejar, San Luis de las Carretas, Los Pastores, Candelaria, Santa Cruz y San Lucas Ichanzuquit, cuya etimología compone el idioma pipil de dos dicciones de su elegancia, que quiere decir «casa de lodo,» de Ichan, que significa «la casa,» y zuquit «el lodo,» á causa natural y patente de unas cieneguillas ó pozos que hay en este pueblo, en que sin otros beneficios más que el de poner dentro de ellos por tres á cuatro días cualquiera género de ropas, quedan teñidas de negro finísimo y atezado, con tanta y tal permanencia, que jamás hasta romperse falla el color de lo que en ellas se tiñe: cuyo efecto debe de producir, sin duda, alguna materia mineral que la naturaleza dispuso en estas partes y los indios conocieron, ó por industria de sus mayores, ó por accidente que pudo ofrecer la contingencia ó el acaso; pero de cualquiera suerte es una de las singulares y raras maravillas que en la natural experimentan.

Mas habiendo propuesto que el Valle le componen y adornan setenta y siete pueblos, es necesario especificar cuáles son los restantes, y más apartados en situación de esta ciudad de Goathemala, y más elevados en la graduación de su sitio, como es el pueblo de Chimaltenango, donde se intentó fundar esta ciudad; el pueblo de San Pedro Yepocapa, el de Quiaguistlán, San Cristóbal Amatitlán, Comalapa, Petapa, Santa María Jesús, San Juan Amatitlán, Santo Domingo Sinacao, Santa Inés Petapa, la Magdalena de arriba, Santa Catarina Bobadilla, Santa Lucía Monterroso, Barrio de Santo Domingo, San Martín Jilotepeque, San Lucas, San Pedro, San Juan, y Santiago Sacatepeques, Pacisia, Tecpan-Goathemala, San Miguel del alto, San Lorenzo Monroy, San Andrés Zeballos, Santiago Zamora, Milpa Barahona, San Antonio Nejapa, Barrio de la Merced, San Reymundo de las Casillas, Santa Catarina Pinula, San Bartolomé el alto, San Mateo, Santo Tomás el alto, Mixco, Sumpango, San Bartolomé Becerra, Patzón, Barrio de San Francisco Goatimaltecos, Milpa de EscoEscobar, Itzapa, Santa Cruz Balanya, San Jerónimo, San Bernardo, Acattenango, San Andrés Dean, Parramos, Santa Apolonia, Barrio de San Francisco Mexicanos, Santa Ana Acattenango, Chiguactán, Pampichin, San Pedro Mártir y San Jacinto, que tendrán el número de setenta mil habitadores indios. Rodean todos estos numerosos pueblos, á no dilatada distancia, todo lo que mira de esta ciudad á los confines de su Valle; sirviendo de común, abundante alivio, á los moradores desta república su vecindad y cercanía, por la providencia y abasto que de estas poblazones se les viene en leña Xicay, madera incorruptible y escelente, flores varias medicinales y frescas, en tanta abundancia, que las azucenas entran por tercios de carga. Y aunque algunas personas de España apocan y desprecian las cosas de las Indias, y dicen que estas flores ni otras parecen á las de allá, como no hemos visto aquellas, estas nos parecen flores bien perfectas y hermosas; y serán estas como aquellas, que Dios puede hacer muchas obras diferentes en una propia especie. Pero sin embargo confiesan que son rosas, son azucenas y son claveles, etc.[9] Rinden estas tierras frutas sazonadas, en abundante copia; verduras maravillosas; pulque de las tres calidades referidas; maíz, frisóles, chile, que en el Perú llaman ajies y en España pimientos; garbanzos, jamones, manteca, gallinas, pollos, huevos, loza, leña gruesa, teja, ladrillo, adobes, piedra, forraje, pájaros y otras cosas innumerables. Esto es lo que produce y abundantemente cría el Valle de la situación de Goathemala, en solos veintiocho circunvecinos pueblos, que es como si dentro de los muros y recinto de la ciudad se produjera; porque habiendo pueblos que sólo distan cuatro ó seis cuadras de la ciudad, fueran de más y mayor utilidad si se extendieran por el terreno que hay hasta los montes y cerros, que es de capacidad de ocho cumplidas, orbiculares leguas de apacible y recreable llanura.

Solamente echa menos la delicia de los hombres, y en especial el vicio de los mal contentadizos, la frescura y recreo de la nieve; no porque absolutamente se carezca della en el vecino contorno, porque, ya de la eminencia del Volcán de Agua, frecuentemente por toda la estación del año, ó de la cima de el de Fuego algunas veces, se pudiera bajar copiosa y abundantemente; sino que, por el poco conocimiento que della tienen los indios vecinos y cultores de aquellas encumbradas sierras, no se conduce á esta ciudad de Goathemala, ó porque, sin duda, en el irregular y vario temperamento que corre, fuese de evidente y notable perjuicio á la conservación y aumento de la salud humana. De todo lo demás es rica, abastecida y sobrada, por este beneficio de poblada y numerosa vecindad al modo que Madrid; (no haga pariedad ni ejemplo de corte á corte, porque Madrid ni igualdad ni competencia tiene): al modo, digo, que esta coronada, augusta, magnifica villa, y real admirable corte, se halla abastecida y pródigamente sobrada con sus circunvecinas, bellas, numerosas aldeas, y ostentativas inmediatas villas.

  1. Torquemada, libro X, cap. xii.
  2. Torquemada, segunda parte, libro XIII, cap. xxiii.
  3. Torquemada, lib. XIII, cap. xlv.
  4. Acosta, cap. xvi, fol. 238.
  5. Torquemada, segunda parte, lib. XVI, fol. 483.
  6. Cuadernos de cuentas anuales del mayordomo del Cabildo desde el año de 1524 hasta el de 1589.
  7. Acosta, cap. xxiii.
  8. Anaria fabr. del mundo hasta 4, folio 364.
  9. Acosta, cap. xxvii, fol. 261.