Recordación Florida/Parte I Libro IX Capítulo I

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


LIBRO IX.


CAPÍTULO PRIMERO.


De el Valle de Mesas y cosas particulares de él, pueblos que le componen, hierbas, cortezas y raíces medicinales, y animales que en él se crían.


De los excelentes, amenos y fecundos valles de afuera, daré principio á su descripción por el delicioso, saludable y pingüe Valle de las Mesas. Dista de Goathemala este fecundo valle cuatro tratables y transibles leguas, aunque de doblado, si bien enjuto y firme camino, á causa de una tendida, dilatada cuesta que toma su principio y corpulenta forma á una bastante legua de la ciudad de Goathemala, y termina la contrapuesta falda en el propio término del apacible país de Mesas, desde donde espaciosamente dilata el Valle y tiende su verde y capaz llanura por la deleitable distancia de nueve cumplidas leguas, que reducidas á la mensura de su saludable y bello circuito, goza en su proporción ventisiete leguas de admirable y fecundo territorio. Tiene su asiento á la parte oriental, con algún descaecimiento que reconoce á el Sur; en cuya dilatada estación, de admirable país, yacen, á una conveniente distancia, once numerosos pueblos, de laboriosos indios, que son: el de Petapa, Santa Inés, Santiago, San Lucas, La Magdalena, Santo Tomás, Santa Lucía, San Mateo, San Miguel de el Alto, San Juan y San Cristóbal Amatitlán; y este último es de los fundados á la falda del Volcán de Agua, á la parte que de él mira á Levante, con alguna declinación á la del Mediodía, como el pueblo de San Pedro Mártir, situado adelante con más declinación al Sur. Y éstos, además de lo que en sus propias tierras cultivan, y abundantemente cogen de toda suerte de grano, son de útilísimo beneficio y particular alivio, como sin duda el todo de la conservación y permanencia de diez y seis considerables labores de maravilloso trigo, que es el mejor y más aventajado que se coge en todos los valles; y las considerables porciones de cosechas anuales de este valle pasan de tres mil fanegas, en solo este feraz y pingüe territorio, que además de lo excelente y precioso de la calidad del grano, excede sin disputa á lo demás de otros valles en la ventaja de su peso: de donde, conocidamente, resulta la ganancia que rinde y goza á las panaderas de mayor fama. Y el conocido renombre de las Mesas le viene de las lisas y iguales llanuras de que se compone este valle; en cuyos dilatados, amenos campos, en tiempo de las aradas de la tierra, se han descubierto desmesurados y crecidos huesos de gigantes; y el muy ilustre y reverendo obispo, después arzobispo y virrey de México, D. Fr. Payo de Rivera, llevó una muela, hallada en este país, cuya proporción era como los dos puños cerrados de un hombre. Estos, dicen los indios que fueron destruidos con fuego del cielo, por haberse dado á la abominable obscenidad de la sodomía, y que no eran naturales de estas partes, sino venidos de otras regiones; y sin duda, según el sentir del eruditísimo y singular varón Dr. D. Juan de Solórzano,[1] de aquellos que aportaron á la tierra de los Patagones y se repartieron, multiplicándose, por estos otros reinos.

Tienen su situación y asiento, en la capacidad de este excelente país, ocho maravillosos y opulentos ingenios de azúcar, que de ellos, los cinco pertenecen á religiosos, y los tres á personas seculares; como en todo el demás género de haciendas se hallan las más y mejores posesiones en poder de personas eclesiásticas, y pocas en seculares, no hallando apenas en qué emplearse los hombres. Pero entre todos los de este género de ingenios de cañas de azúcar, es el más aventajado, en edificios y ostentación de ingenio y oficinas, el que cerca de el que yo poseo goza D. Tomás de Arribillaga Coronado; para cuyo conocimiento baste decir, que su templo puedo serlo, en Goathemala, de una de las religiosas familias. Es mucho el costo en todos, de lo culto en los plantíos, esclavos, edificios, cercas, ganados y herramientas, puentes, tarjeas y toma de las aguas de sus riegos; y estos, con el de San Jerónimo, que es también de la religión Dominicana, sito en la Verapaz, son los que absolutamente, con providencia, dan este abasto á la ciudad de Goathemala, con más de diez y siete ó diez ocho mil arrobas de azúcar que en ellos se fabrican: aunque hoy han venido á mucha diminución, por haberse los indios introducido á este ejercicio y granjería, con grande daño de estas haciendas, por haber algunas de ellas que su valor excede á el de seiscientos mil pesos.

Fuera de estos dos tan provechosos, excelentes frutos, útiles y comunes á la vida humana, rinde este valle, tan pródigo como incansable, gran cantidad de frísoles de muchas gustosas diferencias; los comunes y abundantes son los negros, que llaman taletes, cuya etimología corresponde en nuestro castellano á «frisolde tierra,» de talí, que es tierra, y et, que significa «todo género de frisol,» á causa de tenderse por tierra á la manera que hace la mata que produce el pepino. Otros frísoles hay totalmente blancos, unos como el coral rojo, y otros mayores atezadamente negros, que llaman vejuquillos, por lo que trepan y abrazan á las plantas vecinas; que son de tal producción, que de un almud que sembró Dionisio de Andrino oí haber cogido cuatro fanegas de ellos. Otros hay mayores, salpicados, de variedad de colores, á la manera del jaspe, cuya cepa dura fructificando cuatro y cinco años, y estos son los que en el Perú llaman pallares; á que se llega otra durable planta á manera de arbolillo, que lleva el fruto al modelo y forma del garbanzo, que llaman quinsonchos: sin otros menos nobles y preciosos géneros de ellos, que por no dilatarme se dejan de referir.

Es este estimable, maravilloso valle, como el granero general , por la copia de maices que abundantemente distribuye y copiosamente comunica á la ciudad de Goathemala, y otras exhaustas y menos favorecidas regiones que de él tienen la común providencia, como si fuera inagotable, porque las unas colmadas y abundantes cosechas alcanzan sobradas á las otras. Y porque en diciendo maíz, parece que no es más que inútil grano, y veo que otros alaban, ponderan y engrandecen en exagerable modo cualquiera cosa de su región, haciéndola crecer de punto tanto, cuanto suelen ser distantes las regiones á donde se producen, me ha parecido decir de él cuanto merece y la verdad permite; pues los muy extranjeros escritores no se han desdeñado de ponderarle y engrandecer sus virtudes y crecidas utilidades, y aunque le hay ya en muchas partes de España, especialmente en Vizcaya, Montañas, y Galicia, puede ser ignoren los beneficios á que se extiende.

Es el maíz un grano que se comunica su beneficio, con más pronta disposición que el trigo, al socorro de la naturaleza humana, con sólo la diligencia de cocerlo con una poca de cal, ó donde no la hay con ceniza, y lavado en unas ollas agujereadas como las regaderas, á que llaman pichachas, se muele á mano en una piedra labrada á cantería, que llaman metat, donde se hace la masa con la porción y cantidad de agua suficiente, sin necesitar de el condimento de la sal, levadura, cedazo ni abrigo. Ya masado el pan, en tortillas delgadas que llaman tazcal, se cuece, en seco, al fuego, sobre una plancha de barro que llaman cumal, y se puede servir y comer caliente ó frío; y de la misma masa se hacen bollos que llaman tamales, y este género de pan se cuece en una olla de agua: envueltos los bollos en las hojas del maíz, sirve á los indios y arrieros en largos viajes, porque sufre y aguarda la duración de quince ó veinte días siempre tratable y fresco. Cómese el grano del maíz tostado con sal, tierno ó maduro, y también cocido con el propio condimento, y á este género llaman potzol.

No hay en toda la composición natural de esta excelente, utilísima planta, parte ni cosa que no sea provechosamente acomodada y socorridamente útil; y así se ve que en muchas haciendas de campo, ó poblazones donde hay inopia de leña, desgranado el maíz de la mazorca ó espiga, sirve aquel corazón, que llaman olot, de prodigioso y activo combustible para el fuego, y que esta misma materia, después de quemada y reducida á carbón, es medicina y cáustico eficacísimo para remediar los empeines. La caña sirve con mayor y más voraz actividad al cebo de el fuego y para cercos de rancherías y sembrados.[2] La hoja sirve de la propia manera que el alcazei, porque cuando tierna purga y limpia las bestias, y cuando sazonada y madura las engorda y mantiene. El pelo ó barbilla que arroja fresca, que es la vid por donde le entra á cada grano la virtud necesaria para su forma, tomada en humo, á la manera que el tabaco, remedia y socorre próvidamente contra las ventosidades. La hoja ó corteza que sirve de cubierta á la mazorca, que llaman tototmoztle, sirve también para tomar tabaco en ella; afirmando los médicos ser muy medicinal, y sirve para cubrir y envolver muchas cosas.

Su cualidad del maíz es de temperamento medio, porque ni es frío ni caliente, no siendo húmedo ni seco, sino muy atemperado; y en sus virtudes es lenitivo á el pecho, mitiga el ardor de la fiebre, mundifica el cuerpo humano y purga el vientre; esparciéndose y dilantándose con mucha facilidad por las venas y demás partes y ventrículos del cuerpo, es adecuado á todas las enfermedades y en ellas á todos sexos y edades. A lo que el próvido y socorrido grano del maíz se extiende por alimento, en poción siempre regalada y siempre de nutrimiento provechoso, es un agregado de gustosas y útiles diferencias, que generalmente se llama atole en toda esta Nueva España, y de quien empieza sus elogios Juan de Laet, diciendo: quanto itaque maior laus debetur nostro atole. Y de todos cuantos varios modos se hace, se puede usar en tiempo y ocasiones con admirable y experimentado beneficio de la salud de los hombres; porque el Istatatole, que es y quiere decir «atole blanco» refrigera y humedece el cuerpo de quien padece intemperie cálida ó seca, limpia el pecho, alimenta, corrobora y sana el cuerpo débil y extenuado, restituye las fuerzas, y á los enfermos y sanos es muy útil y de excelente y suave gusto; y el Jacotole que quiere decir «atole agrio» ó acedo, promueve la orina, y desatada la pasta, de que se hace, en agua fría, refresca el cuerpo fatigado y ardiente por razón de el ejercicio y trabajo personal, y es bebida regalada y de agrio apacible y delicado. El Neotinatole, que su etimología se toma de los ingredientes con que se fabrica, es atole de miel, porque se compone de maíz y miel blanca; cuyos efectos se extienden y ordenan á aumentar el calor natural y excitar á la Venus; el Chilatole, cuyo compuesto es de maíz y chile, que llaman pimientos, corrobora los ventrículos, expele y destruye el humor pituitoso y purga maravillosamente y con suave efecto las renes; y el que es tan conocido, generalmente por muy común, con el nombre de Epasoatole, cuya etimología es por razón de su composición y mixtura, que es de maíz, sal y la hierba que llaman epasote, cuyas hojas son oloríferas con vehemencia subidísima y algún tanto mordicante al gusto, es su cualidad callente en tercer grado, y los efectos á que la bebida de el Epasoatole se aplica, es para corroborar el pecho á los asmáticos; abre juntamente las partes obstruídas, y da utilísimo nutrimento. Suélese comer cruda esta hierba, y á veces cocida, y mezclada por condimento en los manjares purifica la sangre y expele los humores nocivos: siendo no menos útil y provechoso, en especial al uso y naturaleza de los indios, el Chianatole, cuyo compuesto es de maíz y la semilla que llaman chiam, moderadamente tostada: molido y mezclado en uno, desatado en agua fría con azúcar, se hace una poción excelente y regalada al gusto, que sirve de refrigerar: como no menos se reputa y tiene por provechoso y saludable el que llaman Tlamizatole, cuya composición y fábrica es de los simples de maíz cocido, como en todos los otros géneros de atole y como principalísimo ingrediente, á que se añade el chile, que llaman guaque y hierba de epasote; y esta bebida, á mayor operación, se toma caliente, y extiende y dilata su virtud á los efectos de excitar la naturaleza á la Venus, mueve y provoca á la orina, y facilita y hace bajar el menstruo á las mujeres que padecen retención de esta ordinaria evacuación, y juntamente se dilata á aumentar el calor y robustez del cuerpo. Pero lo que en lo general, y con frecuente dispendio y aprovechamiento de las indias de los pueblos del contorno de Goathemala, se gasta por la gente ordinaria, como apetitosa golosina, es el Elotatole, que hacen de el grano tierno del maíz molido en crudo, y cocido con alguna porción del grano entero, y después de cocido, para haberlo de tomar, le añaden un rocío de zumo de chile sazonado con sal; y este género de atole tiene la virtud de purgar el vientre. Y aunque todos los referidos géneros de atole, cada uno en su modo tiene excelente gusto, parece que aventaja á todos, no sólo en el picante de el apetito, sino en la suavidad de su fragancia á el olfato, el atole que llaman Chilat, que se hace de la masa del maíz tostado á el comal, y después de cocido, tomándolo, sirve de mundificar el pecho. Y los muchos y excelentes médicos que hay y ha habido en esta ciudad y la de Mexico, así de los patrimoniales como de los venidos de España, pueden referir cuántos milagrosos efectos han experimentado en sus enfermos de disentería, con la aplicación que les han hecho en semejante accidente de el Cumalatole, que es y se compone de la masa colada (como en todos los otros) de el maíz, y aquella sustancia ó zumo del maíz se cuece en las planchas que llaman comales (de donde es su etimología), trayéndolo á una mano siempre con un bolillo, y á este beneficio y el de el fuego va saliendo una quinta esencia de el maíz en espuma menuda y delgada, la cual no sólo sirve de dar alimento á el enfermo y mantenerle, aunque no reciba otra vianda, sino que también le es medicina utilísima y admirable por su virtud astringente. Y finalmente, es el atole el general avío y mantenimiento de Mexico; no habiendo casa alguna de aquella grande y numerosa ciudad que no le tome por desayuno, dando el blanco á la gente de servicio y el champurrado con chocolate á las personas de posibles y caudal, por ser en aquel reino más caro el cacao, que se le lleva de este de Goathemala. El cozcuz es á la manera de el arroz, porque el maíz blanco, después de cocido y en seco, se pila, y de allí, reducido á menudos fragmentos, sale á un arnero, por donde se pasa y purifica; y hecho este beneficio, se ponen al fuego dos ollas: la una, que baña la llama, llena de agua, y la otra en seco, con el cozcuz, sobre la que tiene el agua, para que con esta diligencia vuelva perfectamente á cocerse á el calor que el agua comunica á la olla de arriba, donde está este grano pilado: y este género, seco, en grano como el de el arroz, se vende en los mercados, y de ello se hace un potaje muy sazonado y de grandísimo y seguro alimento. Y no parezca demasiada prolijidad, que no escribo para estas partes solo, sino para las extranjeras y con la autoridad margenada.

Abunda este Valle de Mesas de una suerte de calabazas, de notables diferencias y calidades, que en el Perú llaman Sapallos y en este Reino Ayotes, cuya interior, dulce, gustosa pulpa, á manera de conserva de batata, es general y regalado sustento á toda suerte de personas, en variedad de sensuales apetecidas viandas. Su pepita sirve también, generosamente, en muchas cosas, á el gusto de la sazón pertenecientes, á la manera y con el gusto de almendra. Su goma, como el cristal lustrosa y pura, sirve y pega, con firme estabilidad y con sutileza notable, el vidrio ó cristal roto, de calidad que hace indeterminable su soldadura. La verde, fresca pompa de sus hojas, y la belleza admirable de sus pajizas flores, también sirven de regalado y general alimento y Abunda de árboles de oloroso incienso, de almaciga, estoraque silvestre. Lleva por naturaleza, su territorio, infinito taray, contrayerba y Yulpactli, cuya etimología quiere significar «medicina del corazón,» de yolo, que es «el corazón» y pactli que es «medicina.» Críase en los cercados revuelta á las plantas, á la manera de la yedra, la raíz que llaman «de la estrella,» porque cortada á el través muestra en su formación una perfecta estrella. Excede y aventaja en su amargor á el acíbar, pero sirve, medicinal y socorrida, á la mordedura venenosa de la víbora ó de otro animal nocivamente ponzoñoso; y se extiende su natural y conocida virtud á sanar á los tocados de aire, de fríos y calenturas, pasmo y otras enfermedades. Fué descubierta su virtud contra las serpientes en la provincia de Costa-Rica, donde morían muchos hombres mordidos de semejantes bestias ponzoñosas; sucediendo, por acaso, que un indio, que cultivaba su huerta de cacao, vió que dos culebras peleaban embravecidas, y que, mordiéndose una á otra, se apartaban á la cerca de el cacaguatali, y que se estregaban y refregaban á una hierba, y la tomaban en la boca para darse con ella en las heridas, y volvían más alentadas á su pelea. Marcó el indio la hierba, y cogiendo de ella, la dió á beber al primero que hubo mordido de víbora, que quedó libre y con mucha brevedad sano: de cuya experiencia se ha extendido, por antídoto común, á todo este Reino. Hállase en este valle, en algunas partes húmedas, una madera, cuya especie no se conoce por estar, cuando se descubre, casi podrida; la cual, con admiración, reluce con claridad y semblante de fuego en las tinieblas espesas de la noche, y más claramente esparce sus claridades cuanto más podrida y húmeda: hállase más comunmente en tiempo de aguas y cuando más llueve. Hela tenido en mi casa de campo de las labores de trigo que obtengo en este valle, más tiempo de un mes, con espanto de cuantos la vieron. Camaleones de diversos colores son muy comunes, aunque generalmente estimados por su noble, extraña y singular naturaleza; pues se han visto muchos vivir encerrados en un cofrecillo tiempo de tres años, sin otro alimento que el aire ambiente. Yo, entre otros que me han dado, le tuve todo este tiempo, y murió por accidente de golpe.

Pero entre todas cuantas extrañas y prodigiosas maravillas se experimentan, lo es, sin comparación, mayor y casi increíble, la de el Chapuli verde, que es cierta especie de langosta, cuya corpulencia ó tamaño casi llega á la longitud de un jeme. Estos crían, á la extremidad y punta de la cola, una espina pequeña, de color de trasparente carey, y cuando llega á endurecer y tomar cuerpo, es señal de estar el animalillo en la perfecta edad de su vida; y entonces es cuando, hallándolos, los matan y abren curiosamente con la punta sutil de unas tijerillas, y se halla en el cañón de sus tripas, pendiente de una vid á la túnica de la parte exterior de la tripilla, un racimillo largo como una pulgada, compuesto de unas pepitas ó granillos semejantes á los de la granadilla de el Perú; y sembrados, producen maravillosamente una mata, como la de la calabaza, que lleva por precioso y estimable fruto unos calabacitos amarillos y sumamente lustrosos á semejanza del oro; pero sembrando la pepita de estos calabacitos, los produce mucho mayores á cada vez que se siembran. He visto muchos de ellos preciosos, y el venerable sacerdote, bachiller Tomás de Melgar, de acreditada verdad y nombre, en su labor de este valle ha hecho la referida inspección y siembra, de que ha cogido copia de ellos. Sólo se duda cómo un sujeto puede producir diversa especie de su semejanza; mas vemos que puede ser, y que repetidamente se siembran y cogen en los pueblos de San Cristóbal Amatitlán y el de Pampichín, y que los indios hacen de ellos singular aprecio.

No es ménos singular y maravilloso prodigio de la naturaleza, antes sí muy digno de la contemplación humana y lleno de misterio, lo que se admira en el pajarillo que es conocido en este Reino con el nombre de Gorrión, y en el imperial de Mexico con el de Huitzizilint, que se viste de sutiles y tornasoladas plumas de color verde, con cambiantes de oro, que hace á el movimiento de su rápido y susurrante vuelo apacibles y maravillosos tornasoles, que á cada movimiento de esta admirable avecilla representa color distinto, ya verde, ya azul, ya leonado, y muchas veces de oro finísimo. Jamás pára en rama ni en tronco, sino que, á el presto ligero batir de sus alillas, está libando el humor de las flores, de que se sustenta, de una en otra mata y de un árbol á otro. Son tan pequeños como uno de los que llamamos Ronrones verdes, porque lo más de que se compone su cuerpecillo es de el pico aguzado y largo: cuya figura describe y muestra en estampa admirable y perfectamente, el verídico y curioso historiador Juan de Laet. Su plumilla es la más rica y preciosa, de la que componen las láminas estupendas de Mechuacán: no descubre lo maravilloso de su naturaleza en su pulida y admirable gala, sino en que, gustando el humor de las flores, jamás pica en grano ni en fruta; y que, porque en lo árido y abochornoso del verano faltan las flores y con ellas su ordinario sustento, le dió la naturaleza á su instinto el conocimiento para buscar el árbol más lozano y demás jugosa y fácil corteza,[3] y haciéndose á lo umbroso de sus ramas, clava el pico en cuanto le permite el espongioso grueso de la corteza, y así está como muerto por toda la estación del verano, hasta que oye los primeros truenos, y entónces despliega á el aire las alas, volando con indecible ligereza á todas partes. No pueden mantenerse en la prisión de las jaulas sino es dos ó tres días, con agua de azúcar. Dilátanse mucho y con estupor los autores citados, describiendo esta admirable y prodigiosa avecita.

  1. Solorzano. Polílica indiana, lib. I, cap. v, pág. 22.
  2. Acosta, cap. xvi.
  3. Torquemada, segunda parte, cap. xliv.