ACTO V

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La decoración de los actos 1.º y 3.º Es de noche. Apagadas las luces del salón y billar. Una sola lámpara alumbra la escena.


Escena I

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VILLALONGA; AGUADO.


AGUADO.- ¿Pero...?

VILLALONGA.- Pues nada...

AGUADO.- ¿Y...?

VILLALONGA.- Sólo sé lo que sabe todo el mundo.

AGUADO.- Menos yo. Cuando en la mañana del 2 se recibió en las Charcas tu telegrama anunciando lo ocurrido, Tomás y Calderón tomaron el tren para venirse a Madrid. Yo me quedé entretenido con mi escopeta. Llego hoy, ávido de noticias, y las primeras que recibo parécenme un tanto fantásticas.

VILLALONGA.- Pues lo real y positivo es que el pobre Viera se quitó la vida al anochecer del día 1.º, en su alcoba...

AGUADO.- Pero de las averiguaciones judiciales, ¿qué resulta?

VILLALONGA.- Pues nada... un suicida más, un desengañado, un impaciente, un...

AGUADO.- No filosofes... Dime, ¿y no aparece ninguna relación, ningún hilo...?

VILLALONGA.- ¿Hilito? No, sólo las criadas estaban allí cuando ocurrió la catástrofe.

AGUADO.- Lo más grave del caso... (Habla al oído de VILLALONGA.)

VILLALONGA.- (Con gravedad.) Sí; pero eso... los amigos leales de esta casa debemos desmentirlo con indignación, procurar que la especie no corra, y que el escándalo se ahogue en su origen...

AGUADO.- ¡Oh!, sí... es una infamia... Pero tú... en confianza ¿qué opinas?

VILLALONGA.- Yo... nada... Sí, opino, como tú, que es grosera calumnia; y por excepción, abandono la bendita calma que Dios me ha dado, para protestar, para indignarme... Además, el procedimiento contrario tiene sus quiebras. Ya ves el siniestro del pobre Malibrán. Por si dijo o no dijo tales o cuales tonterías en casa de la Peri, Infante le acometió a la salida del Círculo...

AGUADO.- ¿Se batieron? Por eso Malibrán no pudo ir a las Charcas.

VILLALONGA.- Batirse no... Infante, que es hombre de coraje, y enemigo de fórmulas, se insinuó con él de un modo tan violento y expeditivo, que el pobre diplomático no podrá ya cautivar a las damas con su belleza.

AGUADO.- ¿Qué me dices?

VILLALONGA.- Ha perdido un ojo, o lo perderá.

AGUADO.- Infante... (Señal de puñetazo.) le...

VILLALONGA.- Le deshizo media cara, y además... ¡al caer al suelo la víctima, se torció un pie!

AGUADO.- ¡Qué atrocidad!

VILLALONGA.- ¡Pobre don Cornelio! Yo digo que va ganando, porque tuerto, se parecerá a Camöens, y cojito, se parecerá a Byron, que son sus dos ídolos... En fin, lo más triste de todo esto es la trágica suerte de nuestro pobre amigo, tan simpático, tan caballero... Ayer, en el entierro, pasé un rato...

AGUADO.- ¿Mucha gente?

VILLALONGA.- Muchísima. Ren el cementerio nos encontramos a la pobrecita Leonor, hecha un río de lágrimas... Y el día anterior, en el depósito judicial, ¡impresión más terrible no he recibido nunca!... Pues allí también Leonor... de guardia día y noche, arrimada a un árbol, sin comer más que pan y algún fiambre que le llevaba Ojirris.

AGUADO.- Pues mira tú, esa fidelidad de perro me entusiasma.

VILLALONGA.- Augusta tiene razón. ¿Te acuerdas de aquella noche? Nada hay tan ingenioso como la realidad, la gran artista...