ACTO I

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Sala en casa de OROZCO, decorada y amueblada con elegancia y lujo. En el foro dos grandes puertas. La de la derecha conduce al billar, y por ella se descubre parte de la mesa, y se ven los movimientos de los jugadores. La de la izquierda comunica con el salón, y por ella se distingue parte de esta pieza y algunas de las personas que están en ella. Entre estas dos puertas, chimenea o un mueble de lujo.

En el lienzo lateral de la derecha, dos puertas: una conduce al despacho de OROZCO; la más próxima al público, a la alcoba. En el lienzo de la izquierda, una puerta, por donde entran los que vienen de fuera de la casa, y un balcón.

Las dos puertas del fondo se cierran (cuando la acción lo indique) con vidrieras.

A la izquierda, cerca del espectador, una mesa con una planta viva, libros, lámpara de bronce, retratos y recado de escribir. Es de noche.


Escena I

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VILLALONGA que entra por la puerta de la izquierda.


INFANTE que sale del billar.


VILLALONGA.- (Mirando al salón.) Poca gente esta noche (A INFANTE.) ¡Hola, Infantillo!

INFANTE.- Tarde vienes. ¿Has estado en el Real?

VILLALONGA.- Sí, un rato. Y tú, ¿has comido hoy aquí?

INFANTE.- No, hijo de mi alma. Hoy le tocó a ese fatuo de Malibrán, el aprendiz de diplomático, que no es, como sabes, santo de mi devoción.

VILLALONGA.- Sí; su vanidad, sus pretensiones de cultura... ¡europea!, y de galanteador irresistible, me sirven a mí para pasar ratos muy divertidos.

INFANTE.- A mí no me divierte.

VILLALONGA.- ¿Pero no sabes lo mejor? (Con misterio.) Se atreve a poner los puntos a tu prima.

INFANTE.- ¡Quién!

VILLALONGA.- Malibrán, Don Cornelio. Yo le nombro siempre así para hacerle rabiar. No dudes que el hombre quiere añadir a lo que llama su estadística de amor, este rengloncito: Augusta. Veo que no te causa risa, y que pareces así... no sé... ¡Ya...!, te contraría la competencia. También tú, grandísimo corruptor de las familias, pretendes...

INFANTE.- ¡Jacinto!

VILLALONGA.- Vamos, joven circunspecto, que a ti también, también a ti te gusta la primita. ¡Es tan mona, tan espiritual! No he conocido otra en quien tan maravillosamente se reúnan la distinción, la belleza y el talento. Las tres gracias se encarnan en ella, formando una sola gracia, que vale por treinta. Tu quoque, Manolín...

INFANTE.- ¡Yo! No me conoces: A mi prima Augusta, bien lo sabes, la miro como hermana. Ella y mi tía Carlota son la única familia que me queda. Su marido es el amigo que más quiero en el mundo. No, no cabe en mí la villanía de galantear a la mujer de un amigo íntimo, hombre además de excepcionales condiciones morales, hombre único, lleno de méritos y virtudes.

VILLALONGA.- Sí, sí, todo es verdad. Pero...

INFANTE.- ¿Pero qué?

VILLALONGA.- Nada, hombre, nada. No es para enfadarse. Mucha virtud, mucha moral...