Quod iam diu (1918)
de Benedicto XV
Traducción de Wikisource de la versión oficial latina
publicada en Acta Apostolicae Sedis vol. X, pp. 473-474.


ENCÍCLICA[1]
A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS, Y OTROS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA, POR LA QUE SE ORDENAN ORACIONES PÚBLICAS POR LA CONFERENCIA DE PAZ


BENEDICTO XV
VENERABLES HERMANOSSALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA


Aquello que, ya desde hace mucho tiempo, exigía con ansiedad el orbe de la tierra, lo que todo el pueblo cristiano imploraba con fervientes preces, lo que Nosotros, como interpretes de los comunes dolores, con cuidado paterno para con todos, buscábamos insistentemente, ese hecho de momento se ha producido y se observa que se abandonan las armas. Ciertamente esa solemne paz no ha impuesto aun el fin a esta cruel guerra; pero, sin embargo, con este pacto se ha suspendido en tierra, mar y cielo aquella masacre y devastación, y se ha abierto felizmente la puerta y el camino para la paz. Pueden aducirse múltiples y variadas causas por las que se produjo este repentino cambio de las cosas; pero, si se busca verdaderamente una última y suprema razón, finalmente se debe llevar la mente a Aquel cuya fuerza gobierna todas las cosas y que movido a misericordia por la solícita oración de los buenos, concede al género humano que respire de tan prolongada angustia y duelo. Así, por tal beneficio deben ser dadas al benignísimo Dios las mayores gracias; y por todo esto Nos alegramos de que en el orbe católico se hayan celebrados extensas y renombradas demostraciones públicas de piedad. Sin embargo, una cosa tenemos que impetrar a la benignidad de Dios que complete el beneficio conferido al mundo y, de algún modo, aumente ese don. A saber, muy pronto se reunirán quienes, por mandato de los pueblos, deben concertar para todo el orbe de la tierra una paz justa y permanente. La cuestión que deben resolver es tal que nunca se ha visto ni mayor ni más difícil en ningún consejo de los hombres ¡Cuánto más, pues, necesitan del auxilio de las divinas luces para poder llevar a feliz término su cometido! Como esta cuestión interesa sumamente al bien común, ciertamente los católicos, que por su misma profesión procuran el bien y la tranquilidad de la sociedad humana, tienen el deber de alcanzar para esos delegados, con su oración, «la asistencia de la sabiduría divina». Nosotros deseamos que, cuantos son católicos, recuerden de este deber: por tanto, para que del próximo congreso salga aquel gran don de Dios que es verdadera paz basada en los principios de la justicia cristiana, Vosotros, Venerables Hermanos, os apresuraréis a ordenar en cada una de las parroquias de vuestras diócesis, según vuestro arbitrio, peticiones públicas suplicando al Padre de las luces.

A Nosotros, como Vicario, aunque sin ningún mérito, de Jesucristo Rey pacífico, nos corresponde, por el poder y autoridad del ministerio apostólico, procurar que todo lo que fuese acordado para la paz y perpetua concordia en todo del mundo, sea recibido por los nuestros en todos los lugares de buen grado y cumplidos inviolablemente.

Como prenda de los favores divinos y testimonio de Nuestra benevolencia, os imparto amorosamente en el Señor, a vosotros y a vuestro Clero y pueblo la bendición apostólica.

Dado junto a San Pedro, en la víspera de Navidad de 1918, año quinto de Nuestro Pontificado.


BENEDICTO XV


  1. Una versión oficial al español de esta encíclica puede consultarse en la página web del Vaticano; como puede comprobarse se trata de una traducción libre. Como complemento de esa versión, en Wikisource se incluye una traducción más literal, con las adaptaciones imprescindibles para que pueda leerse de un modo natural en español.