Puertas adentro: 03


Escena segunda editar

PEPA - LUISA

LUISA. -(Entrando.) ¡Hola! ¿Cómo te va? (Dándole la mano.)

PEPA. -¡Bien, hija, bien!. Es decir, mal. Figúrate que hace rato que Isidro me está esperando...

LUISA. -Sí, lo vi en la esquina.

PEPA. -Y a causa de esos pebetes, nada de poder moverme de aquí... (Llorando otra vez adentro.) ¿Lo ves? que están a gritos. (Aproximándose a la puerta con rabia.) ¡Revienten! ¡Malditos! ¡Uff!...

LUISA. -¡Ave María, qué mala!

PEPA. -¿Mala? demasiado tolerante. Pero ya se han callado. Vamos a charlar un rato en paz. ¿Te parece? Nos sentaremos aquí como dos grandes señoras. (Se sientan.) ¿Has visto al tuyo, Luisa?

LUISA. -¡Calla, mujer! ¡Qué he de verlo! ¡Toda la mañana ocupada ¡ ¡Es sábado hoy pues!... Y que el panadero, y que la lavandera, y que el lechero, y que... Y a todos tengo que atenderlos porque el señor se ha ido para afuera, como todos los sábados. Y yo tengo que cargar con el burro muerto de los rezongos de todos los acreedores... Que venga el otro sábado. Que pase a fin de mes... Que hoy no hay plata... ¡ Jesucristo! Y las vergüenzas que me hacen pasar.

PEPA. -¡Hija, pues yo soy más feliz! ¡Aquí nada de eso ocurre!

LUISA. -¿De veras? ¡Qué extraño!

PEPA. -¡Claro, como que no hay quien les fíe a los señores!

LUISA. -¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Qué bueno! Y, dime, de aquello ¿has averiguado algo? ¿Descubriste?...

PEPA. -¡Calla, hija, nada... nada! (Observa si alguien escucha.) Pero, be pispado un detalle de primer orden... Ahora verás.... El Viernes Santo, la señora recibió tempranito una carta... con sobre amarillo, como siempre; la leyó y se puso loca de contenta: tan contenta que lo menos por una hora no me rezongó... Este... como iba diciendo, después tomó un coche se fue a recorrer, según dijo ella, las iglesias, a eso que llaman jubileo tal vez, y no regresó, hasta la tardecita...

LUISA. -(Con malicia.) ¡Ah! ¡Si! Ah jubileo... Y yo que creía que no era muy católica esa señora!

PEPA -Ya lo ves. La carta sería sin duda del... ilustrísimo arzobispo... ¿Y tú que has sabido?...

LUISA. -¡ Ah si supieras!.. ¡ A que no adivinas quién es él... él... vamos, la relación de mi señora! Ni lo sospechas.

PEPA. -¿El diputado aquél?

LUISA. -¡No!

PEPA. -¿El hermano del corredor de la bolsa?

LUISA. -¡Tampoco!

PEPA. -¡Ah! ¡Ya se! El mozo rubio aquel que pasa todas las tardes.

LUISA. -Menos...¿Te das por vencida?...¿Sí?...Pues caete de espaldas Don Te o

PEPA. -¿Teófilo?

LUISA. -Teodoro.

PEPA. -¡El patrón!!!

LUISA. -El mismo.

PEPA. -¿Qué me decís? ¡Qué barbaridad! ¡Quién iba a sospecharlo!

LUISA. -Ya lo ves. ¡Las santitas de nuestras patronas!... Después de hablar de nosotras, dicen que somos una relajadas, unas indecentes que tenemos novios o amantes... Y nos retan,... y nos llaman sinvergüenzas, desorejadas... ¡ Ah! Pero...

PEPA. -Sí, hija. Tienes razón... Pero ¿cómo has hecho para saber todo eso?

LUISA. -Muy fácil... Esta mañana me llamó la señora y me dijo: Luisa, de parte del señor lleve esta carta a don Teodoro García... y me entregó la carta... Yo, sabes, la tomé, y es claro miré el sobre y... Pero esas tontas, mejor dicho esas idiotas de patronas se piensan que nosotras tenemos unas tragaderas así de anchas... Figúrate que la dirección iba con letra de ella y el sobre... todo perfumado... me parece que el señor no escribe así...

PEPA. -¡Qué pava!... ¿Y trajiste la carta?

LUISA. -Sí, aquí la tengo. ¡Mira!...

PEPA. -¿A ver? ¿a ver? (Huele) Rico, rico el perfume... (Observa el sobre y lo mira al trasluz.) ¿Qué dirá? ¿qué dirá? Si pudiéramos...

LUISA. -¿Abrirla? ¡No!... Qué temeridad...

PEPA. -¿Y por qué no? ¡Es tan fácil!!! Mira, con un poquito de agua caliente... ¡Poniéndola al vapor!

LUISA. -¿Y no se conocerá? ¡Ah, hija! ¡Tengo un miedo de que nos descubran!...

PEPA. -¡Verás, verás! No seas tonta... nos vamos a divertir en grande. Espérame un poco... (Se va por la izquierda.)