Por la puente, Juana/Acto II

Acto I
Por la puente, Juana
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

DON DIEGO y el MARQUÉS.
DON DIEGO:

  Las fábulas de Ovidio a pensar llego
en lo que vienes refiriendo agora.

MARQUÉS:

Desde ese corredor miré don Diego
a Venus transformada en labradora;
parece el agua entre sus manos fuego,
baña el Tajo cristal, y ella le dora,
que si a sus manos cándidas se atreve,
las doradas arenas vuelve nieve.
  Muchas veces don Diego entretenido,
mirando el Tajo que mi casa baña,
he visto damas, músicos he oído,
que es en Toledo la mejor de España.
Pero en el instrumento referido,
la labradora, que Sirena engaña,
con voz tan celestial cantó de suerte
que estatua de sus manos me convierte.

DON DIEGO:

  Mujer de tales prendas y tal brío,
¿lava de la manera que refieres?,
¿con instrumento tan helado y frío?
Me obliga a que presuma que la quieres.
 

MARQUÉS:

El talle, el aire, el gusto, el modo, el brío
dan sangre y calidad a las mujeres,
no hay en el gusto másrazón que el gusto,
que aquello es justo, con que yo me ajusto,
  conviene la igualdad al casamiento,
a los estados, no a los accidentes.

DON DIEGO:

Amor es un primero movimiento,
que nace de igualar inconvenientes,
bien pueden consumar el casamiento
dos personas de estados diferentes,
mas qué quieres hacer, que si te agrada,
mejor es pobre y fácil, que endiosada.

MARQUÉS:

  ¿Estebanillo, Esteban?

(Sale ESTEBAN.)
ESTEBAN:

Señor.

MARQUÉS:

Dadme
un arcabuz, salir al Tajo quiero.

ESTEBAN:

¿Quieres, señor, que alguna gente llame?

DON DIEGO:

El desengaño con la vista espero.

(Vase ESTEBAN.)

 

MARQUÉS:

Cuando viendo la cerca me desame,
más contento tendré que considero.

DON DIEGO:

Las distancias desmienten a los ojos,
no son de tu valor claros despojos.

(Sale ESTEBAN.)
ESTEBAN:

Aquí está el arcabuz.

MARQUÉS:

Toma don Diego
ese arcabuz.

DON DIEGO:

Dos bandas de palomas
andan por esas peñas, aunque luego
del verde monte suben a esas lomas.

MARQUÉS:

Vamos a ver si en tal desasosiego
se templará la llama de mi fuego.
[...]
[...]

(Vanse.)
(Salen JUANA,INÉS y los músicos.)
INÉS:

  Pon la ropa en ese suelo,
que aquí habemos de bailar.
 

JUANA:

No me mandes alegrar,
que más cuidado recelo.

INÉS:

  Deja agora tus tristezas,
que los músicos se irán.

JUANA:

Otro día volverán.

INÉS:

Que cansada estás si empiezas,
  no te entiendo, una vez eres
entendida y cortesana,
y otra rústica villana.

JUANA:

Soy de tornasol, ¿qué quieres?

INÉS:

  Que mudes de tornasol.

JUANA:

No ha de tener mi tristeza
en ningún color firmeza,
hasta que torne mi Sol.

INÉS:

  ¿Qué Sol, ni qué disparate?
Ponte aquesas castañuelas.
 

(Salen el MARQUÉS, DON DIEGO y ESTEBAN.)
ESTEBAN:

Quita al halcón las pigüelas,
será del viento acicate,
  que de palomas fregonas
he visto una banda allí.

MARQUÉS:

¿Quieren bailar?

DON DIEGO:

Señor sí.

JUANA:

Mira que hay muchas personas,
  hola Inés, dime quién es,
el de la banda y cadena.

INÉS:

Es el Marqués de Villena.

JUANA:

Válgame Dios, ¿el Marqués?
  Toquen, y vaya de joya.

MARQUÉS:

Ya no lleva aqueste río
nieve pura y cristal frío,
sino reliquias de Troya.
 

(Los músicos cantan y bailan.)
[MÚSICOS]:

  Por el río de mis ojos
nadando quiero pasar,
y las olas de mis ojos
dicen que me han de anegar.
Cuando el ausencia porfía,
quién vencerá su aspereza,
nadando va mi tristeza,
por llegar a su alegría,
  y nunca puedo alcanzar
mis deseados despojos,
y las olas de mis enojos
dicen que me han de anegar.

MARQUÉS:

  ¡Ay tal nadar, y tal río!,
¡tales olas, tal donaire!

ESTEBAN:

Si esto nada por el aire,
con tales brazos y brío,
  ¿qué nadarápor la tierra?

MARQUÉS:

Quedaos vosotros aquí.

JUANA:

Hola, viene el Marqués.

INÉS:

¿Sí?
 

ESTEBAN:

Si él la tira, no la yerra.

MARQUÉS:

  Por el alto corredor
de donde veo este río,
vi labradora ese brío,
que en dama fuera mejor,
  cuanto me agradaste allá
lo confirme aquí de suerte,
que sin seso vengo a verte.

JUANA:

Inés burlándose está.

INÉS:

  Claro es eso.

MARQUÉS:

Vete Inés
con mis criados un poco.

JUANA:

Sí haré, que he visto aquel loco,
Juana, entretén al Marqués.

MARQUÉS:

  Juana, en efeto, os llamáis.

JUANA:

Para lo que le cumpliere.

MARQUÉS:

Del nombre Juana se infiere
la gracia con que matáis;
  porque al revolver la luz
de esos ojos, no hay despojos
que no maten vuestros ojos.
 

JUANA:

Aténgome al arcabuz.

MARQUÉS:

  ¿Y de adónde sois?

JUANA:

No sé
si se lo diga.

MARQUÉS:

Decid.

JUANA:

Al gigante de David
quite vuesasté la G.

MARQUÉS:

  ¿De Olías sois?

JUANA:

Acertó,
han vido quien se lo dijo.

MARQUÉS:

Amor, que en tus ojos fijo
luz de tu patria me dio,
  puede ser que la belleza
supla un rudo entendimiento,
de que me agrade me afrento,
que es un noble bajeza.

JUANA:

  Quedo, quedo, que no es tanta
la ignorancia.
 

MARQUÉS:

¿De qué modo?

JUANA:

Bien, señor, lo alcanzo todo,
y la Corte a nadie espanta,
  yo no volviera por mí,
como vuestra ofensa fuera
del entendimiento a fuera,
por mi entendimiento sí.
  El exterior aposento,
se afrenta quien le desalma,
y así es volver por el alma
defender mi entendimiento.

MARQUÉS:

  ¿Cómo hablaste rudamente,
y agora con discreción,
pues ya tus palabras son
en estilo diferente?

JUANA:

  Soy de un lugar rudo parto,
pero para juegos breves,
tengo.

MARQUÉS:

¿Qué?

JUANA:

Dos treinta y nueves,
y el que yo quiero descarto.
 

MARQUÉS:

  No es mala la fullería,
de suerte que el juego entablas,
en dos lenguas y en dos hablas.

JUANA:

Como me sucede al día,
  que en cierto mal importuno,
aunque no es para villanas,
tengo el gusto con cuartanas,
huelgo dos, y callo el uno.

MARQUÉS:

  No sé si puedo entender
de tu estilo y tu presencia,
que es segura tu inocencia.

JUANA:

Pues, ¿en qué lo echáis de ver?

MARQUÉS:

  Ahora bien, espera aquí.

JUANA:

Esto me faltaba agora.

MARQUÉS:

Don Diego, esta labradora
me tiene fuera de mí,
  háblala y di que me vea,
que quiero mudarla el traje,
tú Inés, vete, y ese paje,
vientos de sus pasos sea.
  Esto sin replica.
 

INÉS:

Adiós.

MARQUÉS:

No le digas a tu ama
palabra.

INÉS:

¡Qué mala fama
tenemos!

MARQUÉS:

Hablad los dos.

(Vanse.)
DON DIEGO:

  Discreta y bella serrana,
el Marqués manda que os hable.

JUANA:

¿El Marqués amí?, ¿por qué?
Idos con Dios y dejadme.

DON DIEGO:

¡Cielos, qué es estoque veo!

JUANA:

Ojos sufrís que me engañe
la imaginación,¿qué es esto
don Juan?

DON DIEGO:

¿Tú en aqueste traje?

JUANA:

Siguiéndote, señor mío.
 

DON DIEGO:

Habla pues, no te recates,
no nos vean abrazar,
que demostraciones tales
arguyen conocimientos,
dicen amistades grandes.

JUANA:

Con el nombre de Leonarda
peregriné los umbrales
que hay desde León a Olías,
allí paré y a buscarte
envié a Leonardo, y viendo
que en diluvios de pesares
fue cuervo, salí yo misma.

DON DIEGO:

Bien dices, la oliva traes
en esa amorosa boca,
dame reina de las aves
en el arco hermoso
de los divinos celajes,
que en tus ojos amanece,
que yo por lo que tú sabes,
iba por servir a Carlos,
que en Italia, Francia y Flandes
tiene guerras de envidiosos
de sus blasones esmalte.
Serví con nombre fingido
a un Príncipe, que en la sangre
y valor no reconoce
al macedonio Alexandre.
 

DON DIEGO:

Don Diego Pacheco soy,
aunque soy don Juan del Valle,
como tú Leonarda agora,
doña Isabel de Nevares;
mas ay de mí, que no hay dicha
segura por todas partes,
que para comprar placeres,
es la moneda pesares.
Quiere el Marqués mi señor,
que en sus amores te hable,
que su voluntad te diga,
que su tercera me llame
señora de mi señor,
quiere que pueda llamarte,
que como el Sol, aunque tenga
obscuras nubes delante,
por entre pardos resquicios,
con rayos dorados sale.
Así el Sol de tu nobleza,
por entre toscos celajes
descubre los rayos bellos
de tu generosa sangre,
no sé qué habemos de hacer.
 

JUANA:

Agravio don Juan me haces
en no confiar de mí
lo que las mujeres valen
en las adversas fortunas,
que son diamantes amantes
las entrañas de los montes,
no crían tan duros jaspes,
que bronce como su pecho,
corresponde incontrastable
a los golpes de la Luna,
que ferocidad tan grande,
como una mujer que quiere.
Vete y dile que no trate
de vencer con intereses,
Ledas firmes, nobles Dafnes,
que pues le sirves, y puedes
entrar a verme y hablarme,
no quiero que aquí nos vean,
aunque el dejarte me mate,
adiós mi sola verdad.

DON DIEGO:

Adiós destas venas sangre,
alma deste firme pecho
vive en sus brazos constante.

(Vase DON DIEGO.)
(Sale ESTEBAN.)
ESTEBAN:

  ¿Fuese don Diego?

JUANA:

Ya es ido.
 

ESTEBAN:

No le he contado al Marqués
que te había conocido,
Juana, temiendo después
tu desengaño y mi olvido,
  entre los puros cristales,
que de arenas de oro al Tajo
cubren peñas desiguales,
con rostro sereno y bajo
lavaba el amor pañales.
  Ya riendo, ya llorando,
ya torciendo, ya contando
a Inés sus pasados cuentos,
camisas y pensamientos
vide a Juana estar lavando.
  Con más belleza y traición,
que pasando el mar a Europa,
entre canción y canción
acepillaba la ropa
con el dichoso jabón.
  Las manos de blancas natas,
de lavar y ser ingratas
no se quejaban a Inés,
viendo que estaban los pies
en el río y sinzapatas.
  El agua en cercos y enredos
se los lava y se los besa,
y como se estaban quedos,
¿quién fuera arena traviesa
que le anduviera en los dedos?
  Juana el rostro levantando,
mirome y fuime acercando,
de suerte que mi intención
dije con el corazón,
y dejela suspirando.
  Tú, pues que mi muerte tratas,
con tus ojos homicidas,
con que el alma me arrebatas,
di Juana, ¿por qué me olvidas?
Di Juana, ¿por qué me matas?
 

JUANA:

  Esteban, yo soy amiga
de Inés, y no es bien se diga
que le he sido desleal,
mira que le pagas mal
lo que te quiere y te obliga.
  Vete a servir a tu dueño,
que de no hacerla traición,
mi palabra y fe te empeño,
y fuera desta ocasión,
otro amor me quita el sueño,
  cojo la ropa, y adiós.

(Vase JUANA.)
ESTEBAN:

Juana, Juana, mala tos
te la quite, fuentes,ríos
ayudad mis desvaríos,
que quiero quejarme en vos.
  Ea ninfas de Helicona,
hoy tenéis nueva Corona
de laurel, que en vuestro polo
muere amando un paje Apolo,
por una Dafne fregona.

(Vase.)

 

(Salen ANTONIA y DON FERNANDO.)
ANTONIA:

  ¿De esa manera lo dices?
Tú eres hombre de valor.

FERNANDO:

Prueba Antonia que es amor,
porque no te escandalices.

ANTONIA:

  Sí, pero un hombre Fernando
de tu obligación, es justo
que ponga en sujeto el gusto
digno de sus ojos.

FERNANDO:

Cuando
  viene amor por accidente,
no se le da a la elección
voto, como en la razón,
que es calidad diferente,
  y Antonia yo me resuelvo
en que me muero por Juana.

ANTONIA:

Tienes alma tan tirana,
que las espaldas te vuelvo.

(Vase.)
FERNANDO:

  No digas tal, que es locura,
aunque ya a tan necia vienes,
que puedo pensar que tienes
envidia de su hermosura.
 

(Sale DON DIEGO.)
DON DIEGO:

  En vuestra busca Fernando
vengo con grande contento.

FERNANDO:

Pedidme albricias a mí,
pues que mi gusto es el vuestro.

DON DIEGO:

Hallé una joya perdida.

FERNANDO:

Por muchos años y buenos,
pues venís con tanto gusto,
no era de pequeño precio.

DON DIEGO:

Era un hermoso diamante,
sortija de un casamiento,
que podrá ser que algún día.

FERNANDO:

Enseñádmele.

DON DIEGO:

No puedo,
que le he dejado a guardar;
mas enseñarle prometo,
¿qué hacíais?

FERNANDO:

Aquí estaba,
dando esperanzas al viento,
y riñendo con mi hermana.
 

DON DIEGO:

Son diferentes efetos.

FERNANDO:

Quiero enseñaros la causa.
Juana.

(Sale JUANA.)
JUANA:

Señor.

FERNANDO:

Dadme luego
un jarro de agua, las manos
manché de tinta escribiendo.

JUANA:

Voy por fuente, agua y toalla.

(Vase.)
FERNANDO:

¿Qué os dicen mis pensamientos?,
¿ríñeme bien doña Antonia?
Haréis burla de mí y dellos.

DON DIEGO:

Burla, ¿por qué si no he visto
más airoso talle y cuerpo,
que el de aquesta labradora,
aunque perdone Toledo?

FERNANDO:

Para que me deis disculpa
os la enseño, que no quiero
que la alabéis.

DON DIEGO:

Bien seguro
podéis estar de mis celos.
 

(Sale JUANA conagua, y toalla, y fuente.)
JUANA:

Bien puede vuesa merced
lavarse, que viene fresco,
Tajo bañado de plata,
desde el aljibe riendo.

DON DIEGO:

(Aparte.)
Mal podré tener paciencia,
pues a cuantas partes llego
hallo quien quiere a Isabel,
si en León airados cielos,
por dama airosa y gallarda,
por labradora sirviendo,
¿a cuál hombre dio el amor
tanta manera de celos?

FERNANDO:

Echa nieve de esas manos,
para que temple mi fuego.

JUANA:

¿Nieve soy yo?,Guardarrama.
¿Soy nube o helado cierzo?

FERNANDO:

¿Parécete que un desdén
no tiene fuerza de yelo?

JUANA:

Yo no entiendo aquesas cosas.
 

FERNANDO:

Yo sí, Juana, que me muero
por esas niñas hermosas;
echa más agua.

JUANA:

Estaos quedo,
pues que ya os habéis lavado,
tomad la toalla luego,
que me aguarda a quien le pesa.

DON DIEGO:

Y de suerte, que sospecho
que estoy rogando a mis ojos
no crean lo que están viendo.

(Sale INÉS.)
INÉS:

¿Con qué espacio Juana estás,
déjasme a mí?

JUANA:

¿Qué te dejo?

INÉS:

Cuánto hay que hacer hoy en casa.

JUANA:

¿Piensas Inés que me huelgo
de estar aquí?

FERNANDO:

Deja Inés,
que la conozca don Diego,
que le he dicho sus donaires.
 

JUANA:

¿Las ignorancias que tengo
llama donaires, señor?

INÉS:

Con ese entretenimiento
se hará muy bien la comida,
vendrá, señor, y tendremos
pesadumbre por tu gusto.

(Vase.)
JUANA:

Ya, señor don Diego quedo
para que os burléis de mí,
que ha dado a mi costa en esto
don Fernando mi señor.

DON DIEGO:

Burlas Juana, no lo creo,
de veras habla Fernando,
y que tú respondes pienso
con las mismas a su amor.

JUANA:

¿Qué es amor?

DON DIEGO:

Amor es fuego.

JUANA:

Fuego de Dios en amor,
¿eso quiere un hombre cuerdo,
que tenga mujer ninguna?
 

DON DIEGO:

Luego tampoco sospecho,
¿sabrás que es celos?

JUANA:

Yo no.

DON DIEGO:

Celos son bastardo efeto
de amor, celos es locura
en que da el entendimiento,
celos es desamor propio,
celos es vivir temiendo,
que aquello que un hombre adora,
quiere o mira a otro sujeto,
por ausencia o por mudable
condición.

JUANA:

¿Celos es eso?
Pues don Diego en vuestra vida
los tengáis, que son de necios,
tened amor y no más,
que vuestros merecimientos
son tales que por mi voto
no tenéis de que tenellos.

DON DIEGO:

Con esas seguridades
nos engañan por momentos
las mujeres.

JUANA:

¿Qué mujeres?
¿Por qué en eso hay más y menos?
 

FERNANDO:

Cese don Diego por Dios
la plática, que sospecho
que os debéis de enamorar.

DON DIEGO:

Que ya lo estoy os confieso,
¿quiere os mucho?

FERNANDO:

Que es querer,
tiene de diamante el pecho,
tiene de mármol el alma,
tiene el corazón de acero.

DON DIEGO:

Pues yo pensé que os quería.

FERNANDO:

Vamos, y os iré diciendo
los lances que me han pasado.

DON DIEGO:

Muriéndome voy de celos.

(Vanse, y queda JUANA.)
JUANA:

  Cuando el sujeto que se quiere y ama,
muestra tibieza y vive sin cuidado,
es darle celos la razón de Estado.
De amor que más provoca,incita y llama,
canta con celos en la verde rama
del olmo el ruiseñor, quevio en el prado,
a quien sigue su prenda enamorado,
y más cuando ella finge que desama.
Contenta estoy con poca diligencia,
en ver que despertaron mis desvelos,
al dueño de mi amor por competencia.
Muera a cuidados, mátenle recelos;
porque cuando hay tibieza por ausencia,
el remedio mejor es darle celos.
 

(Sale ANTONIA.)
ANTONIA:

  Huélgome de hallarte aquí,
que a solas hablar deseo
contigo.

JUANA:

Que tienes creo
la satisfación de mí,
que siempre te merecí.

ANTONIA:

La satisfación me obliga,
a que mi pasión te diga,
escúchame Juana.

JUANA:

Escucho.

ANTONIA:

El amor me obliga a mucho.

JUANA:

Tu criada soy y amiga.

ANTONIA:

  Quiero un secreto pedirte.

JUANA:

Aquí a tu servicio estoy.

ANTONIA:

Tengo un mal, Juana, en que doy
difícil de persuadirte,
  que es un infierno de fuego:
¿conoces este don Diego,
amigo de don Fernando?
 

JUANA:

Agora estaban hablando
los dos, y se fueron luego.

ANTONIA:

  Ese de cuánto hay en mí,
es dueño que adoro y quiero.

JUANA:

[Aparte.]
A celos, qué malagüero
fue alabarme de que os di.

ANTONIA:

Agora has de hacer por mí,
¿sabes su casa?

JUANA:

¿No es
en la casa del Marqués?,
(Aparte)
¡Ay ingrato dueño mío!
que es la que cae hacia el río,
adonde me lleva Inés.

ANTONIA:

  Es casa tan conocida,
que no la puedes errar,
un papel le has de llevar,
Juana, que le va la vida
a mi esperanza perdida.

JUANA:

¿A quién señora?
 

ANTONIA:

A don Diego.

JUANA:

Pensé que al Marqués.

ANTONIA:

Y luego
de mi parte le dirás.

JUANA:

Basta, no me digas más.

ANTONIA:

Esto, mi Juana te ruego.

JUANA:

  Eso mi ama haré yo,
(Aparte.)
aunque de muy mala gana.

ANTONIA:

Pues entra, y darete Juana
el papel.

JUANA:

¡Qué presto halló
castigo quien se burló,
paciencia para sufriros,
amor!, ¡ay tristes suspiros,
celos no costéis tancaros,
que cuánto me agrada el daros,
me entristece el recebiros!

(Vase.)

 

(Salen el MARQUÉS y DON DIEGO.)
MARQUÉS:

  Buena respuesta has traído.

DON DIEGO:

No he visto tal condición.

MARQUÉS:

Siempre esta resolución
gente rústica ha tenido.

DON DIEGO:

  Con sus iguales se entienden,
que indignas de prendas tales
de los hombres principales,
bravamente se defienden,
  tus razones la cansaron,
tus promesas la ofendieron,
tus dádivas no rindieron,
ni tus dichas alcanzaron;
  finalmente he sospechado,
que vencer esta mujer,
más difícil ha de ser
que romper un monte helado.

MARQUÉS:

  Mira don Diego, quien ama
no se ha de cansar tan presto.

DON DIEGO:

Antes bien a un pecho honesto
obliga cuando desama.
 

MARQUÉS:

  Si aquesta mujer me amara,
al instante que me viera,
por mucho que la quisiera,
por mujer vil la dejara.
  Vuelve a hablarla, que rogando
y prometiendo ha de ser
conquistar una mujer,
que no haciendo y despreciando.
  Háblala de parte mía,
y no te canses de hablar
que no se ha de conquistar
una mujer en un día.

(Vase.)
DON DIEGO:

  Porque de partes me asalta
la fortuna, ¿qué paciencia
ha de tener mi prudencia,
o qué desdicha me falta?
  Si no es dejando esta tierra,
¿cómo he de poder vivir?
Pienso que he de proseguir
de Carlos Quinto la guerra.
  Pasarme a Italia es mejor,
pues tan mal nos va en España,
no podré si me acompaña
en cualquiera parte amor.
  Pero cansado y ausente,
¿quién me lo puede estorbar?
 

(Sale JUANA.)
JUANA:

Dicha he tenido en hallar
a mi enemigo presente.
  Que esté solo y en tal puesto;
mas burlose amor conmigo,
qué tarde se halla un amigo,
y un enemigo, qué presto.

DON DIEGO:

  ¿Quién es?

JUANA:

La que ya no es.

DON DIEGO:

¡Oh, qué gracia!

JUANA:

¿Es mucha?

DON DIEGO:

Es tanta
que por mujer no me espanta,
en fin, ¿buscas al Marqués?

JUANA:

  ¿QuéMarqués?

DON DIEGO:

El que está aquí,
y despreciábasle allá.

JUANA:

Este papel te dirá
si vengo a buscarte a ti.
 

DON DIEGO:

  ¿Papel para mí?,¿de quién?

JUANA:

De tu dama.

DON DIEGO:

Tú lo eras,
antes que a buscar vinieras,
a quien te obliga tan bien.

JUANA:

  Dejémonos deporfías,
toma el papel.

DON DIEGO:

¿Tienes seso?

JUANA:

Toma y responde.
 

DON DIEGO:

Confieso
las obligaciones mías.
  Pero en poniendo los pies
a donde estás, se acabaron,
pues en efeto buscaron
livianamente al Marqués.
  Qué presto que te mudaste,
yo debía hacerlo así,
pues para venir aquí,
a doña Antonia burlaste.
  Yo aseguro que dirías
que traerías el papel,
para negociar con él
lo que para ti querías.
  Y aun le harías escribir
lo que ella no imaginaba,
porque si al Marqués amaba
pudiera tu amor decir,
  que a un tiempo engañaba a tres,
y aun a cuatro, pues amando,
tú engañabas a Fernando,
a mí, a Antonia y al Marqués.
 

JUANA:

  ¿Ha dicho vuesa merced?

DON DIEGO:

Poco para tal traición.

JUANA:

Pues oiga por caridad,
pues callé mientras habló.

DON DIEGO:

Yo, ¿qué tengo que escuchar?

JUANA:

Que malas señales son
el meter el pleito a voces;
calle pues callaba yo.
Doña Antonia, mi señora,
me ha contado la afición
que vuesa merced la olvida
por el Marqués su señor.
Cómo la quiso en llegando
a Toledo, y que los dos
se hablaron algunas veces
en dulce conversación.
Pero que después sirviendo
el respeto le guardó
que debe un buen escudero,
que non sabe mentir non.
Si es vuesa merced Marqués,
pues por él le dejé yo,
este Marqués he buscado,
este fue a quien tuve amor,
y este es a quien ya no quiero,
y así con gran devoción
le hago una reverencia,
dejo el papel y me voy.
Si le he dado pesadumbre,
diga, dándome perdón:
mensajero sois amigo
non merecéis culpa non.
 

DON DIEGO:

Tente, escucha.

JUANA:

¿Que me tenga?
Déjeme ir, que por Dios.
que es poca el agua del Tajo
para que lave su error.

DON DIEGO:

Oye, Isabel.

JUANA:

¿Qué Isabel?

DON DIEGO:

La que adoro.

JUANA:

Juana soy.
Suélteme.

DON DIEGO:

Tente.

JUANA:

El vestido
que mi desdicha me dio.

(Sale el MARQUÉS.)
MARQUÉS:

  ¿Qué es esto?

DON DIEGO:

Que no hay remedio
que te quiera esta mujer,
demonio debe de ser.
 

JUANA:

A no estar vos de por medio
  nos matábamos aquí
como cochinos, pardiez.

MARQUÉS:

¿Tú en mi casa?

JUANA:

Alguna vez
este corredor subí.
  Y no he tenido advertencia
de entrar acá, hasta que agora
el mandallo mi señora
me dio ocasión y licencia.
  Vengo a buscar a Fernando,
que le queremos cortar
unas camisas, y al dar
el primer paso, temblando
  sale estotro escuderón,
y dice que yo he de ser
vuestra mujer, ¿qué mujer?
Las de mi patria no son
  mujeres para Girones,
ni Villenas, ni Pachecos,
son de Illescas y Mazuecos,
Toribios, Sanchos y Antones.
  Quédese, señor, con Dios,
que el escudero algún día
me pagará la porfía
que hemos tenido los dos.
  Yo le cogeré en mi casa.
 

DON DIEGO:

Pues yo, ¿qué ofensate he hecho?
Bien sabes, Juana, mi pecho.

JUANA:

Ya sé todo lo que pasa.

MARQUÉS:

  Juana, yo estimo tu honor,
si don Diego te habló en mí,
la culpa tuve, que fui
quien le declaró mi amor.
  Entra, que quiero mostrarte
mi casa, y darte un regalo.

JUANA:

A fe, que no fuera malo
dar celos a Duran darte;
  pero soy mujer de bien,
y por esto me voy luego.

MARQUÉS:

Tente, detenla don Diego.

DON DIEGO:

Tente, escucha.

JUANA:

¿Vos también?
  Pues por vos me voy mijor.

DON DIEGO:

Oye una palabra, Juana.

JUANA:

¿Vos a mí?
 

MARQUÉS:

Fuerte villana,
ya estima lo que fue amor.

(Vanse.)
ANTONIA:

  ¿Tanto olvido en el Marqués?
(Salen ANTONIA y ESTEBAN.)
No debe de ser sin causa.

ESTEBAN:

Con esta joya me envía;
así todos me olvidaran.

ANTONIA:

Memoria quiero, y no joyas.

ESTEBAN:

Desa manera se llaman;
el que regala se acuerda,
el que olvida no regala.

ANTONIA:

¿No ver ni hablar es regalo?

ESTEBAN:

Como a mí me regalaran,
más que nunca me quisieran.

ANTONIA:

Pedir al galán la dama
algo de su gusto, es cosa
que obliga a servirla y darla.
 

ESTEBAN:

Sí, que una dama a un galán
que truchas le presentaba
le pidió un trucho un avez,
diciendo que le cansaban
las truchas hembras, y el triste
anduvo cuatro semanas
buscando un trucho varón.

ANTONIA:

¿Y hallole?

ESTEBAN:

Dos trujo en agua,
y dijo que las guardasen,
porque después en la casta
el macho conocería,
viendo la trucha preñada.
Pero, ¿qué me quieres dar,
y contarete la causa
del descuido del Marqués?

ANTONIA:

Una cadena mañana.

ESTEBAN:

¿Mañana?

ANTONIA:

¿Pues es muy tarde?

ESTEBAN:

No, Antonia, mas pues aguardas
a mañana, yo también
quiero aguardar a mañana.

(Vase.)

 

ANTONIA:

Lindo bellacón te has hecho.
Inés, Inés.

(Sale INÉS.)
INÉS:

¿Qué me mandas?

ANTONIA:

¿Vino Juana?

INÉS:

Ya ha venido.

ANTONIA:

¿Qué hay de mis sucesos, Juana?

(Sale JUANA.)
JUANA:

Malas nuevas.

ANTONIA:

¿Cómo así?

JUANA:

Hallé aquel hombre en la sala,
di el papel, tomó el papel,
y a las primeras palabras
cruzó la cara a las letras.

ANTONIA:

¿Cómo?, ¿a las letras la cara?
 

JUANA:

Rasgándole en mil pedazos,
y diciendo:
Si vuestra ama
porfía, ireme a la guerra,
que favor y merced tanta
como me hace el Marqués,
con traiciones no se pagan.
Hoy me ha dado mil escudos,
y un caballo que envidiaran
los del Sol, a no ser de oro;
que vale a peso de plata.
Con esto me despedí,
pero diciéndole airada,
cuando los hombres no quieren
notables achaques hallan.

ANTONIA:

No te escucho más.

JUANA:

Espera.

ANTONIA:

No quiero escucharte nada,
que no escucha libertades
quien tiene sangre en el alma.

(Vase.)
JUANA:

¿Qué dices deaquesto, Inés?

INÉS:

¿Qué quieres quediga, Juana?
 

JUANA:

Dichoso es este don Diego,
todas le quieren.

INÉS:

Bien, basta
por ejemplo doña Antonia.

JUANA:

¡Ay quién de ti se fiara!

INÉS:

¿Tienes tú, Juana, también
tu poco de amor?

JUANA:

Estaba
segura, y diéronme celos.

INÉS:

¡Qué malapedrada!

JUANA:

Mala.
Yo tengo, Inés de mi sojos
dos vestidos en el arca,
y quiero que los saquemos,
porque me dicen que bajan
estas tardes a la Vega
muchos galanes y damas.
Allí quiero ver mis celos,
y tú sabrás quien los causa,
sabrás tú mi pensamiento,
y yo sabré quien me mata.
Pero esto con gran secreto.
 

INÉS:

En razón de Secretaria
soy dinero de avariento,
soy noche, bosque y montaña,
soy pobre humilde que asiste
a donde señores hablan.
Soy libro que no se vende,
que es la cosa que más calla;
y para decirlo en breve,
soy necesidad honrada.

JUANA:

Pues tomaremos dos mantos
con ricas ropas y sayas,
que quiero ver un secreto,
si el que dices me acompaña.

INÉS:

Está segura de mí.

JUANA:

Quiero ver si un hombre habla
con una mujer que temo.

INÉS:

¿Y luego?

JUANA:

Sacarle el alma.