¿Eres ave? Mi espíritu es un árbol
desnudo y macilento,
cuyas hojas pusiéronse muy pálidas
cuando llegó el invierno,
y volaron más tarde, desprendidas
por el soplo del cierzo.
Ya no dora la luz la escueta copa,
ni parlotea entre el ramaje el céfiro.
No puedes reposar en ese árbol.
Prosigue, pues, tu vuelo.



¿Eres rocío matinal? ¡El páramo
de mi vida es tan seco...!
En vano intentaría tu frescura
fertilizar su seno.
No hay un cáliz siquiera en donde puedas,
como diamante trémulo,
lanzar, cuando el sol surge esplendoroso,
tus límpidos destellos.
No intentes fecundar lo infecundable,
almo llanto del cielo.
¿Eres sombra? ¡Pues ven! Perpetua sombra,
anida en mi cerebro;
protectora de lívidos fantasmas,
privada de luceros.
Un astro luce solo: el imposible,
el inefable Ensueño,
que, temeroso de opacar sus galas,
s'emboza en el misterio...
Ven y funde tu sombra con mi sombra,
y un caos formaremos,
de donde acaso Dios, compadecido,
de su fiat al eco,
haga surgir un mundo desperanzas,
de ventura y consuelo.