Tu recuerdo, en las noches invernales,
cuando escribo en mi estancia triste y solo,
acaricia mi mente con raudales
de luz, cual las auroras boreales
acarician los páramos del polo.
¡Con él viene mi musa, mi consuelo!
No l'arredran las ráfagas, ni el hielo
que tapiza mi senda l'acobarda;
llega muy quedo, con sonrisa amante,
como llegan al lecho del infante
los ángeles benditos de la guarda.
La timidez encubre su deseo:
teme qu'el mundo sus amores sepa,
y me besa a hurtadillas, y la veo
alejarse después, como el trineo
veloz, sobre la nieve de la estepa...
¡Oh, cómo soy feliz en esas horas!
Mil imágenes castas, seductoras,
de mi ser en el fondo se levantan,
y mientras gozo con deleite interno,
los cierzos fríos a mis rejas cantan
la canción misteriosa del invierno...