Yo también, cual los héroes medioevales
que viven con la vida de la fama,
luché por tres divinos ideales:
¡por mi Dios, por mi Patria y por mi Dama!
Hoy que Dios ante mí su faz esconde,
que la Patria me niega su ternura
de madre y que a mi acento no responde
la voz angelical de la Hermosura.
Rendido bajo el peso del destino,
esquivando el combate, siempre rudo,
heme puesto a la vera del camino,
resuelto a descansar sobre mi escudo.
Quizá mañana, con afán contrario,
ajustándome el casco y la loriga,
de nuevo iré tras el combate diario,
exclamando: ¡Quien me ame que me siga!
...Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese
dormir en paz sobre mi escudo roto;
dejad qu'en mi redor el ruido cese,
que la brisa noctívaga me bese
y el Olvido me dé su flor de Loto...